domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 8°: "Yo no te temo y jamás te temeré". (2da. Temporada).



—¡No dejaré que te metas! —me informó él— Tú no.
—¿Y qué esperas que haga? —le pregunté parándome cruzada de brazos mirándolo con ganas de pegarle por cuidarme como una niña de tres años. No iba a quedarse así. Quien le pegó iba a pagármelas, sea quien sea— Hace dos semanas salí de la cárcel y estoy en el Clan. Tienes prohibido mentirme diciéndome que no tienen nuevos negocios que yo pueda hacer, ¿pero qué es lo que haces? Cuidarme el trasero como si yo no pudiera hacerlo sola. Soy una criminal, Justin, no viviré encerrada aquí el resto de mi vida —sus ojos me miraban frívolos detrás de algunos golpes.
—¡Solo vete y enciérrate en la habitación! —me exigió con voz firme casi a los gritos— Cuando termine de resolver unas cosas y hable con Chaz voy a hablar contigo, pero mientras tanto te quiero aquí, ¿venga?
—¿Quién puta te crees, Justin Bieber? —definitivamente, mis nervios estaban todos encendidos, listos para atacar— ¡Ya cierra tu maldita boca y deja de tratarme como una niña! Te advierto que lo único que lograrás haciendo esto es que te odie.
—Pues, ódiame —me sugirió—, pero te estoy protegiendo. Ahora vete a la habitación o te llevaré yo mismo —lo miré fijamente, no me intimidaba, ni yo a él.
—¡No me iré una mierda! —grité desesperada— No hasta que me expliques qué diablos está sucediendo Justin.
—Por favor, ___________(tu nombre) —oí la voz de Chaz hablar mientras entraba a la sala en pijama aún, con cara de mal humorado y su cabello revuelto—. Déjame a solas con Justin, luego hablaré contigo.
—Quiero una explicación —hablé con severidad para luego retirarme de la sala.





Narra Justin:


No quería tratar así a ___________(tu nombre), pero honestamente no quería ponerla en peligro y conociéndola, si le contaba las cosas lo primero que ella haría sería meterse en graves problemas.


—¿Qué diablos pasó, Bieber? —me preguntó Chaz sentándose frente a mí.
—Rebbeca, eso pasó —musité entre dientes—. Lo peor es que no puedo pegarle.
—¿Qué hizo?
—Se metió en mis negocios —solté resoplando por la nariz. Me dolía todo—. Se lo advertí, Chaz. Ella quiere pelea y pelearemos.
—¡Mierda, Bieber! ¿Cuántas veces pasará lo mismo? —Chaz estaba enojándose y no entendía por qué— Dijimos que tomaríamos negocios tranquilos,  hasta que ya tomamos los que nos traerían problemas. Dijiste que todo estaría bien, ¿y qué sucede? Rebbeca nos cagará todo, ¿lo tienes? ¿O quizás solo no quieres entenderlo? —no entendía directamente a qué hacía referencia.
—Los negocios son nuestros, Rebbeca está metiéndose sin códigos. No tiene escrúpulos —hablé con seguridad. El dolor se volvía insoportable con cada segundo que pasaba.
—Y tú tampoco —dijo Chaz negando con la cabeza—, ¿por qué te fuiste a hacer negocios tú solo? Dime.
—Porque siempre es así —me encogí de hombros a duras penas—. Si el negocio es tuyo, lo haces y ya.
—Sabemos que Rebbeca está esperando una pequeña debilidad nuestra para destruirnos, ¿crees que es lógico que vayas solo a los negocios? —los ojos de Chaz me miraban odiosos, con furia— ¿Ahora qué vas a decirle a ___________(tu nombre)?
—No lo sé —pensándolo bien, era peligroso—. Rebbeca va detrás de ella, no puedo arriesgarme a que le haga daño.
—No puedes protegerla de todo, Justin —me recordó Chaz—. Entiendo que la ames y que no quieras que le hagan daño, pero la vida que tenemos es peligrosa y ella debe defenderse por sí misma.
—Tú sabes cómo es ella —le recordé a Chaz—. Irá y hará una locura, ¡No puede saberlo, Chaz!
—¡No eres inmortal, Justin! —me recordó Chaz con una sonrisa irónica en su rostro. Mi ceño se frunció, sentía ira, lo admito—. Si un solo miligramo de polvo bien puesto atraviesa tu cuerpo mueres. Es así, ¿lo recuerdas? —preferí guardar silencio—. Rebbeca no dudará en matarte, ella nos odia. Empezando por ti.



Narra ___________(tu nombre):



Las cosas no estaban funcionando. Notoriamente había cosas por poner en su lugar y sabía que tenía que hacerlo a espaldas de Justin, porque si él se enteraba que enfrentaría a quien sea para poner las cosas en orden, no me dejaría hacerlo.

Abrí la puerta del baño de la habitación con fuerza, tenía odio, rabia. Hacía muchísimo tiempo no se me cruzaba por la cabeza hacer lo que estaba a punto de hacer, pero para arrepentirme, ya no había tiempo y era tarde. Suspiré y abrí la pequeña puerta del botiquín del baño, tomé una de las cuchillas y la miré detenidamente. No me sentía débil y vulnerable. Simplemente me sentía acorralada. Ya no le temía  a los problemas, es más… quería enfrentarlos; pero lo que menos me dejaba hacer Justin era eso. Él simplemente esperaba mantenerme a “salvo” en una cajita de cristal y listo. Era una estupidez.

Tomé la cuchilla con precisión entre mi dedo índice y mi dedo “gordo”. Esta vez, a diferencia de todas las veces anteriores, no estaba llorando. Solo sentía furia, impotencia, rabia; una mezcla de sentimientos creada por el mismísimo diablo, una mezcla que Dios aborrecería. Aunque pensándolo dos veces, Dios me aborrecería a mí en mi totalidad, porque soy una cerda asquerosa, aliada de su enemigo, el diablo.

La sangre recorría mi brazo en un corto camino, hasta gotear pesadamente sobre el perfecto blanco cristalino del lavabo del baño. Mis ojos se humedecieron, no de tristeza, naturalmente fue del dolor producido por los cortes que me había hecho.

Luego de unos minutos sequé mis lágrimas, abrí el gripo, enjuagué mi brazo e hice que la sangre del lavabo se fuera. Abrí la puerta del baño un poco más calmada que antes, pero tenía que averiguar qué puta estaba pasando. Decidí ser paciente y frívola, aunque me costara un horror el solo pensarlo. Me senté en el borde de la cama esperando a que Justin o Chaz entraran a decir una explicación lógica de qué diablos había pasado para que Bieber llegara así. Pero, algo más pasó. El teléfono que Justin me había dado hacía unos días, el cuál cabe mencionar, casi no usaba, comenzó a sonar sobre la mesa de noche. Me puse de pie, lo tomé entre manos y atendí, aunque el hecho de que me llamaran era raro porque nadie conocía sobre la existencia de ese aparato en mi posesión.



#Vía telefónica#
—¿Hola? —hablé, hacía tiempo no hablaba por un celular. Ya se me volvía tedioso. Tranquilamente podía vivir sin uno de ellos.
—Veo que no sabes quién habla —dijo con un tono altruista la voz de una mujer del otro lado del teléfono.
—Pues, creo que aún no poseo el don de adivinar —mascullé con sarcasmo. Al parecer no era alguien a quién le agradara mi existencia, por lo que rápidamente deduje que a mí tampoco me importa la suya, mucho menos me alegra.
—Soy la persona que ha empezado a cagarte la vida el mismo día en el cuál te uniste a ese jodido Clan —sonreí divertida.
—Qué patética eres, Rebbeca —solté entre una risa burlista—, ¿llamar para amenazarme? ¿Qué dirás? ¿Qué vas a matarme? Venga, ¡Qué original y valiente eres, tía! Unos cojones increíbles —hablé con sarcasmo.
—Solo ten cuidado con Justin, primor.
—No metas a Justin en esto —solté entre dientes. Mi furia había vuelto a crecer—. Él no tiene que ver una mierda entre nosotras dos —o quizás sí, pero debía defenderlo.
—Esto debería ser al revés —habló ella. Arqueé una ceja, aunque no pudiera verme—. Él debería defenderte a ti. Pero con esto demuestra que es un maricón (miedoso), ya que se deja defender por su propia novia —rió burlista—. Estar con Justin te vuelve patética. Una perdedora.
—Esto que haces tú a ti te vuelve una inmadura —hablé intentando sosegarme—. Insultar a alguien por medio de un teléfono es una estupidez, ¡pero tranquila! —exclamé irónica— Entiendo que no tengas los cojones suficientes como para decírmelo en la cara. La última vez que eso pasó, terminaste con tu nariz golpeada. Créeme que si vuelve a pasar, no solo tu nariz terminará golpeada. Golpearé hasta tu reputación, aunque de eso ya me encargué.
—No te tengo miedo, bonita —sonreí divertida. Quería tenerme miedo y lo haría.
—Es increíble, ¿no? Porque ese día en la taberna en vez de devolverme el golpe, solo huiste de ahí —porque, honestamente, era lo que había hecho aquella mañana.
—¡Yo no huí! —intentó defenderse.
—Quizás no me temas ahora, Rebbeca. No es de mi interés, pero sé que después de que sepas y estés segura de que voy a hacer volar a tu pandilla pateándoles sus traseros, uno por uno, clamarás porque te deje en paz. No sabes con quién estás hablando por teléfono ahora mismo, tenlo por seguro…
—Tú no sabes con quién te estás metiendo, borrega —me interrumpió. Ella no se oía audaz e irónica, más bien furiosa y desprolija—. Tú serás la que deba pedir ayuda y pedirás que me apiade de ti. Cuida tus espaldas, primor. Cuídalas mucho.
—A diferencia de ti, Rebbeca, yo no te temo y jamás te temeré —carraspeé y solté una risa irónica—. Nadie debería temerte, porque no tienes muchas cualidades que lo ameriten. Eres una perra.
—Te lo repito, cuídate.
—Lo que digas, primor. Lo que digas —sentencié con sarcasmo para colgar el teléfono.
#Fin vía telefónica#.



Definitivamente, no temía por ella. Me daba demasiado bajo que llamara para decir que me cuidara, porque era un acto de cobardía total. Yo no iba a temer por sus estúpidas palabras, pero ella sí debía de temer por mis acciones. Solté mi teléfono sobre la cama, otra vez sentía odio y resentimiento, ¡Rebbeca la estaba cagando! Justo en el momento que dejé caer mi teléfono la puerta de la habitación se abrió.


—¡Venga! Ten —dijo Chaz desde la puerta y me aventó una navaja suiza y un teléfono desechable dentro de una bolsa. Miré confundida lo que había allí dentro.
—¿Y esto qué demonios significa? —le pregunté con la bolsa abierta en mano mirándolo a él.
—Querías salir a negociar, eso harás —me explicó brevemente—. Bajemos al despacho, te explicaré qué hacer.



Sin protestar ni decir nada, tomé camino detrás de Chaz. Me inquietaba saber qué había pasado con Justin y de eso mismo hablaría en el despacho. Cuando entramos tomamos asiento uno frente al otro separados por el enorme escritorio de algarrobo.



—¿Qué pasó con Justin? —me atreví al romper el silencio— Me deben una explicación.
—Quizás él, yo no —habló con seguridad Chaz—. Deberás entender algunas cosas, como no mezclar los temas. Estás en trabajo, tu vida personal a parte, ___________(tu nombre), es básico.
—Vale —acepté frunciendo el ceño—. Escupe qué debo hacer y listo, Somers —ya me había cabreado.
—Debes ir y meterte en la dirección del hotel que te daré, deberás conseguir el microchip que está en la habitación presidencial del último piso, lidiando con el mafioso de allí dentro, ¿lo tienes? —yo asentí tranquila.
—Es pan comido —me levanté de la silla—. Dame la dirección y hoy mismo tendrás esa mierda —Chaz sonrió complacido pasándome una hoja escrita de su agenda y las llaves del auto.
—Confío en ti.



Subí a la habitación sin encontrar si quiera un rastro de Justin, poco me importó. La adrenalina ya corría rápidamente por mis venas al pensar en el peligro. Definitivamente, comenzaba a amarlo. Metí un par de vestidos y unos zapatos en una mochila y bajé hacia el auto. Debía ir preparada y Chaz ya me había ambientado al lugar sin dar muchos detalles, aunque me imaginaba en qué iba a meterme.


Arranqué el auto y marqué la dirección en el GPS, tenía al menos dos horas de viaje. Encendí la radio y comencé a viajar al ritmo de Pink Floyd, una de mis bandas favoritas. Sabía que el negocio no sería demasiado difícil, tampoco fácil, pero tenía demasiadas ganas de ir al lugar y hacerlo.

domingo, 23 de junio de 2013

Capítulo 7°: "Quiero una explicación". (2da. Temporada).



—¿Cómo te llamas? —me preguntó.
—___________(tu nombre y apellido) —él no se inmutó, supuse que no conocía mis antecedentes.
—Soy Liam Payne —se presentó—. Enserio, peleas bien.
—Ya no te emociones —le pedí mientras me dirigía a tomar una de las sogas—. No soy profesora de artes marciales como para darte una clase —le expliqué y comencé a saltar.
—¿Enserio eres bailarina? —me preguntó.
—Lo era hasta hace dos años —le expliqué—. Luego fue cosa del pasado, pero amo el ballet.
—¿Almorzamos hoy? —dijo sin dificultad alguna. Yo solté una pequeña risa sin dejar de saltar.
—Tengo novio, Payne —me animé a nombrarlo—. Simplemente, no busques pleitos —sería difícil contener a Justin.
—No me interesarán un par de golpes por semejante belleza —me aduló él—. Además, te podría interesar algo de mí.
—¿Ah sí? —cuestioné con sarcasmo—, ¿qué cosa? Porque odio a los presumidos como tú, niño.
—Mi padre es dueño del teatro estatal de New York, donde siempre se presentan las mejores compañías de ballet para estrenar —justo donde yo había hecho mi única función de El Lago de los Cisnes.
—Dime que no es cierto.
—Pues, sí, sí lo es —se encogió de hombros—. Supuse que te interesaría, eres bailarina. Es lo lógico, quizás.





…Narra Justin…





No podíamos esperar para hacer nuestros negocios. Si bien las cosas se habían tranquilizado mucho desde que ___________(tu nombre) había abandonado la cárcel para unirse a nosotros, las cosas seguían y había muchos negocios por terminar. No podíamos meterla. Aunque ella valía su peso en oro, no podía ayudarnos. Una regla básica de la pandilla. Si no negocias, jamás te metas. Es cierto que ella sí deberá negociar, pero este no era su negocio por lo que si se metía, terminaría muy mal parada.


—Las cosas no están fáciles, Bieber —habló Jaden al volante.
—¿A qué te refieres? Porque yo creo que todo está igual o más tranquilo que antes —musité desinteresadamente.
—Ese es el punto —abrió la boca Willow.
—Cuando están tan tranquilos todo, algo pasará pronto —me afirmó Jaden. No coincidía en esa idea, definitivamente para mí no era así siempre.
—No siempre es así —se dignó Chaz a decir—. Rebbeca está confusa, lo aseguro.
—Es un punto que no comparto —me digné a decirle a mi amigo—. Sé que Rebbeca odia la presencia de ___________(tu nombre), eso es muy obvio.
—¿Y por qué lo haría? —cuestionó Chaz.
—Porque está acaparando toda la atención —Willow no usaba un tono muy bonito. Su bronca con ___________(tu nombre) era absurda)—. Además, le ganó en las carreras a Rango y le pegó en la taberna, ¿qué esperan? ¿Qué la ame? —soltó una carcajada cínica— ¡Mierdas! No sucederá.
—¿Le pegó? —balbuceó Chaz incrédulo— ¡Demonios con ella! Rebbeca debe estar cabreadísima.
—¿Y tú qué crees? —cuestionó Willow siguiendo con su plan de defenestrar a mi novia— Tiene coraje, pero créeme que va a costarle caro.
—¿Y tú por qué crees que va a costarle algo? —preguntó Jaden, creo que le molestaba la actitud de Willow.
—Porque conozco a Rebbeca —aseguró ella en forma de discución—, y no quieras defender a ___________(tu nombre), Jaden.
—¡Ya basta! —los frenó Chaz— Justin debes controlar a tu novia —coincidía con él—. No puede andar alborotándolo todo.
—¡Aleluya! —dijo Willow divertida, casi disfrutando de las palabras de Chaz.
—¡Ya cierra la boca! —le exigí a Willow algo desquiciado— Hablé con ella, ¿venga? Lo que importa ahora son los negocios —desvié el tema con justo poder.
—¡No intentes salvarla! Es una puta criminal —la acusó Willow.
—Pues cierra tu maldita boca —le aconsejé—, porque te recuerdo que tú también lo eres.
—¡Pero no mataría a mi propia madre! —escupió ella. Tenía un carácter un tanto malvado.
—Madre es quién te cría, quiere y protege, y créeme que ___________(tu nombre) no tuvo una madre ni un padre. Así que, te lo repito, Willow, cierra tu boca porque hablas sin antes saber qué mierda sufrió ___________(tu nombre) para hacer lo que hizo, ¿venga? —ella solo no me respondió. Entendí que era momento de hablar de otra cosa.


Quizás lo había soltado de la peor manera, gritándole y diciéndole un montón de palabras que no debía, pero detesto cuando la juzgan sin conocerla. Creerán que la defiendo así porque es mi novia  y un montón de huevadas así, pero realmente la vida de ___________(tu nombre) es trágica y triste, no digo que eso justifique lo que hizo, pero jamás me podría en su contra después de todo lo que viví a su lado, que dado a pensarlo detenidamente solo fue una pequeña, casi diminuta parte de todo el dolor que sufrió durante sus años de vida, ¡no es justo que Willow se llenara la boca hablando así de ella! Al menos, delante de mí no.






Narra ___________(tu nombre):





—Pensé que deberías conocerlo —habló Liam mientras entrábamos al teatro.
—¿O quizás solo querías coquetear? —era una opción más que lógica.
—¿Qué cosa más sensual que venir con una hermosa ballerina al teatro? —era repugnantemente coqueto.
—Pues, no lo sé, Payne, pero eres demasiado repugnante —él soltó una leve risa ante mis palabras.
—Me gustaría verte bailar alguna vez —sus palabras me causaron escalofríos mientras caminábamos por el amplio pasillo del teatro.


Quizás jamás había sentido tanta calidez entrando a esa enorme sala de suelos blancos y cristalinos, elevando los techos sobre unas altas y anchas columnas de mármol. El frío era habitual allí. Ese día sentí estar en casa cuando puse mi cuerpo allí dentro. Nunca había extrañado tanto algo como esos cuadros antiguos y ese olor peculiar a caramelo de menta molido para las puntas y madera barnizada.


—¿Verme bailar? —cuestioné intentando esconder mis nervios detrás de una risa fallida— Créeme que no pasará.
—¿Por qué? —preguntó el muchacho—, ¿a caso temes? Porque si eres ballerina no te costará nada hacer una variación, libre al menos.
—Porque hace casi dos años no lo hago —era una excusa absurda, muy absurda.
—Solo confiesa que temes hacerlo —carraspeé inspeccionando los cuadros nerviosa—. Porque lo que acabas de decir es una idiotez.
—¡Pues, ponte tú las puntas y baila allí arriba! —me referí al escenario de la sala— Demuestra que puedes.
—Pues, no es lógico, porque no sé bailar —frunció el ceño—. Eres tú quién dijo ser ballerina, ¿no, primor?
—¡No vine aquí para bailarte! —lo miré fijamente, él no se inmutó, solo esbozó una pequeña sonrisa.
—Debes ser tan ardiente en la cama —mis puños se cerraron con ira, ¡moría de ganas de romperle la cara!
—Deberías aprender a cerrar la boca, idiota —él no respondió nada y en el total silencio reconocí esa melodía. Era el coda de Don Quijote— ¿Podemos entrar? —Liam arqueó una ceja.
—¿Para qué? —cuestionó— Si no vas a bailar.
—Están ensayando —le aseguré oyendo detenidamente—. Quiero ver.
—Pasa —me sugirió caminando hacia la puerta de la sala.


Con seguridad, como si fuera que esa misma era su propia casa, él abrió la enorme puerta y pasó, yo me escabullí detrás de su esbelta pero musculosa figura. En el escenario había un par de parejas haciendo una simple danza. Reconocí casi al instante que se trataba de Don Quijote.




…Una semana después…




Bajé las escaleras de la casa vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=86262188&.locale=es. Traía mi cabello peinado como lo había habitualmente y me había maquillado también. Eran casi las 07:00 a.m., nadie en esa casa se levantaba a ese horario, excepto yo que aún no podía adaptarme a la libertad que conllevaba salir de la cárcel. Incluso, levantarme cuando me cansara de dormir, no cuando el sol comenzara a calentar de sobre manera el césped, era un detalle mínimo, que cuando era libre antes de mis diecisiete lo dejaba pasar por alto por la costumbre, ahora solo es una tortura, una secuela que me quedó después de dos años de cárcel.

Abrí la heladera y tomé un botellón de jugo, vertí un poco en un vaso y comencé a bebérmelo. Un ruido irrumpió el sonido de la tranquilidad que abundaba en la enorme casa a esas horas de la mañana, algo casi imposible a lo largo de todas las horas que restaban del día.


—Mierda, jamás duermes —protestó Willow entrando a la cocina. Traía los ojos rojos y caminaba como si estuviera flotando, ¡adivinen quién venía bajo los efectos del cannabis o marihuana, como prefieran! Pues, sí. Mi contrincante.
—Lamento haberte pillado —reí divertida y le di un sorbo a mi jugo—, al menos es de la buena, ¿verdad?
—Solo cierra tu boca, perra —me exigió.
—Vete al demonio —la maldije yo—. No te he hecho una mierda, ¿por qué eres así, tan jodida?
—¿Jodida? —rió, definitivamente estaba drogada—  Tú la jodiste hace mucho metiendo a Jaden…
—¡Ya cállate! —le exigí— Acabo de comprobar que eres totalmente una estúpida. Y como si fuera poco, también te drogas —negué con mi cabeza y carraspeé—. Qué lástima, Willow.
—Ni se te ocurra decir nada, ¿venga? —me exigió ella. Yo arqueé una ceja divertida, como si ella pudiera manipularme así.
—¿Quién te crees, Smith?  —cuestioné divertida— Ni que me interesara demasiado divulgar lo baja que eres.
—¡También te drogabas! —yo me reí cínicamente y me acerqué un poco a ella para mirarla fijamente.
—Y es lo peor que hacía —confesé con voz fría—. Deberías entender que algún día los estupefacientes no te serán suficientes y querrás algo más; créeme que en ese momento estás al borde de la muerte y no es fácil salir. Es una lástima —carraspeé y la miré duramente—, porque acabas de demostrarme que eres una idiota y te consideras “valiente e inteligente”, por el simple hecho de tener un porro entre tus dedos cada noche. Créeme, Willow… —suspiré brevemente—, créeme que por más que te deteste y no hayamos empezado de la mejor manera, simplemente te cagas la vida haciendo lo que haces.
—Hablas como si fueras mi madre —definitivamente ella no sabía qué decir—, y eso es una mierda.
—Quizás —la interrumpí—. Pero, a mi me da por las pelotas lo que hagas, tal vez deberías pensar en Jaden.
—¿En Jaden? —sonrió con dolor en su mueca— Él me metió en esto —simplemente, no me interesaba saber qué diablos diría.
—Venga, Willow, no intento saber tu vida y tus dolencias. Todos sufrimos, pero créeme que autodestruirse no es la solución. Ahora venga, si tú quieres seguir haciéndolo, es tu puta decisión —me encogí de hombros y salí de la cocina.


No estaba asombrada. Definitivamente estaba adaptada a pensar en todas las posibilidades de todas las personas. Vivíamos entre drogas, peligros y actitudes mañosas, vicios que los pruebas y solo te conducen a la muerte lenta y dolorosamente; cada uno de ellos pasando por la tortura psicológica que tú mismo te produces. El proceso más doloroso que la persona podría transitar.

Me dirigí a la sala y me senté en el sillón, simplemente, no tenía nada por hacer. La puerta de la sala se abrió casi al mismo instante en el que me senté en el esponjoso asiento de cuero negro. La imagen que atravesó mis retinas revolvió mis sentimientos como si un torbellino hubiera pasado por allí.


—¿Qué diablos te hicieron? —cuestioné saltando del sillón hacia donde estaba él.
—Nada, no es nada —dijo con una voz bastante extraña—. Realmente fue mierda y tú no debías ver cómo estoy —aseguró.
—¡Es ilógico! —exclamé desesperada— Estás destrozado, Justin, ¿qué diablos te pasó? —él solo no dijo nada y entró a sentarse en el sillón. Yo cerré la puerta y me puse de cuclillas frente a él.
—No es nada de lo que debas tomar represalias, ___________(tu nombre) —me informó él de ante mano—. No puedes meterte.
—¡Me vale madre la regla de que debo mantenerme al margen de negocios que no sean los míos! ¿Lo tienes? —estaba desesperada. La cara de Justin estaba llena de golpes, algo doloroso de solo ver— ¿Dónde te metiste?
—¡Solo no te metas, ___________(tu nombre)! —me exigió Justin, yo fruncí el ceño poniéndome de pie.


Su boca estaba rota y sangraba, sus ojos hinchados y traía su cara teñida de moretones. Si Justin Bieber esperaba que me quedara de brazos cruzados, estaba totalmente equivocado.


—Dime quién mierda fue porque si no lo haces lo haré yo por mis propios medios, Justin —escupí entre dientes. Él simplemente no dijo nada y suspiró.
—No.
—Venga, lo haré yo por mis propios medios —le informé mientras tomaba camino firme hacia la puerta de salida.
—¡Ya mismo te quedas quieta! —me gritó él— y lo primero que te ordeno que hagas es que dejes el arma sobre la mesa porque no quiero que estés presa otra vez, ¿vale?
—¡Vete al demonio, Justin! —le grité desesperada— ¿Esperas que deje que te golpeen así solo para decir que te han golpeado y ya? Voy a patearle el trasero a alguien hoy.
—¡No dejaré que te metas! —me informó él— Tú no.
—¿Y qué esperas que haga? —le pregunté parándome cruzada de brazos mirándolo con ganas de pegarle por cuidarme como una niña de tres años. No iba a quedarse así. Quien le pegó iba a pagármelas, sea quien sea— Hace dos semanas salí de la cárcel y estoy en el Clan. Tienes prohibido mentirme diciéndome que no tienen nuevos negocios que yo pueda hacer, ¿pero qué es lo que haces? Cuidarme el trasero como si yo no pudiera hacerlo sola. Soy una criminal, Justin, no viviré encerrada aquí el resto de mi vida —sus ojos me miraban frívolos detrás de algunos golpes.
—¡Solo vete y enciérrate en la habitación! —me exigió con voz firme casi a los gritos— Cuando termine de resolver unas cosas y hable con Chaz voy a hablar contigo, pero mientras tanto te quiero aquí, ¿venga?
—¿Quién puta te crees, Justin Bieber? —definitivamente, mis nervios estaban todos encendidos, listos para atacar— ¡Ya cierra tu maldita boca y deja de tratarme como una niña! Te advierto que lo único que lograrás haciendo esto es que te odie.
—Pues, ódiame —me sugirió—, pero te estoy protegiendo. Ahora vete a la habitación o te llevaré yo mismo —lo miré fijamente, no me intimidaba, ni yo a él.
—¡No me iré una mierda! —grité desesperada— No hasta que me expliques qué diablos está sucediendo Justin.
—Por favor, ___________(tu nombre) —oí la voz de Chaz hablar mientras entraba a la sala en pijama aún, con cara de mal humorado y su cabello revuelto—. Déjame a solas con Justin, luego hablaré contigo.

—Quiero una explicación —hablé con severidad para luego retirarme de la sala.

viernes, 7 de junio de 2013

Capítulo 6°: "Para ser hombre, bailas bien". (2da. Temporada).



—¿Y tú quién te crees, novio de la borreguita? —cuestionó Rango con burla.
—Justin Bieber, para ti. Y es mejor que comiences a temer cuando escuches ese nombre, porque acabo de recordar que tú eres de la parte de Rebbeca —el imbécil puso sus ojos en blanco, incrédulo.
—¿Justin Bieber? —preguntó divertido y soltó una risa un poco nerviosa— jamás voy a temer al escuchar tu nombre, y ahora que conozco a la tan nombrada “___________(tu nombre)”, sé que no debo preocuparme, pues los dos son unas princesas.
—Princesa tú —hablé yo—, porque puedo patear tu trasero cuando mis ganas lo dispongan —le advertí, honestamente ese tipo me caía pesado.
—Métete tus palabras en el trasero, cabrón. Porque la próxima vez que escuches mi nombre, será cuando te informen quién te dejó inconsciente, ¿vale? —el puño de Rango se elevó, pero Justin lo tomó antes de que se estrellara en su cara.
—¡Bieber! —gritó Chaz— Aquí y ahora no.
—¡Cierra la boca, Somers! —gritó Justin empujando al Rango para abalanzarse sobre él.
—¡Justin, vámonos! —le grité al ver los patrulleros de la policía aparecer.
—¡Bieber, muévete! —gritó Chaz, al ver la policía Justin se puso de pie. Lo importante era que yo saliera de allí. No podía hacer nada ilícito y las carreras, eran ilegales.
—¡Sube, sube! —dijo Justin montándose a la moto, yo subí detrás de él— ¡Esto no terminó, imbécil! —le gritó Justin y arrancó la moto.



Aceleró con velocidad y salimos mientras la gente intentaba salir de allí antes de ser atrapados por la policía. Extrañaba lo que se sentía tal acción de la noche.






Pocos minutos después estábamos en la taberna donde había encontrado a Rebbeca esa misma mañana. El ambiente era pesado, sabía que algo pasaría, podía olerlo en el ambiente, ¿qué sería? No estaba claro, pero sucedería algo.


—Dos veces el mismo día por aquí —habló Edith mientras Justin se apoyaba en la barra.
—Dame dos tequilas —pidió él sin decir nada. Estaba muy tenso.
—Tranquilízate —le pedí, Edith posó dos vasos de whisky sobre la mesa y comenzó a verter el alcohol en ellos—. No pasó nada.
—Jamás vuelvas a hacerlo, ¿vale? —Edith no entendía, lo notaba en su cara.
—No van a hacerme nada —me refería a la policía, sonreí cínicamente—. Ya nadie me soportaba allí dentro.
—No solamente eso —habló Justin—, ¿sabes cuánta gente muere allí?
—¿En esas carreras de borregas que hacen? —solté una risa divertida— ¡Vale tío! —alcé las manos en forma de defensa— No quiera ser que una mariposilla se cruce delante de mí y caiga gracias a ello.
—¿Estabas corriendo? —preguntó Edith, yo la miré mientras tomaba un vaso y le daba un sorbo—, jamás una mujer ha corrido aquí.
—Pues, me vale mierda —hablé encogiéndome de hombros—, porque lo haré cuando lo dispongan mis ganas…
—¡Ya dije que no, mierda! —protestó Justin mirándome severamente— Es peligroso, aquí no hay códigos. El imbécil de Rango no dudará en matarte si le molestas mucho, es de Rebbeca, ¿lo olvidas? —lo miré fijamente otra vez, me trataba como una niña a la cuál debía proteger de todo lo que pudiera golpearla, ¡eso era absurdo! Ya no era una niña indefensa.
—Rebbeca me importa un bledo, ¿vale, lo tienes? —odiaba que me sobreproteja así— Si tengo que matar a quien me malogra demasiado lo haré, no importa quién puta sea, sea Rebbeca, Rango o quien puta lo intente, ¡no le temo a nadie! —Justin ni siquiera se inmutó. Solo se quedó viéndome fijo, con firmeza.
—¡No dejaré que nadie te haga daño, ___________(tu nombre)! Y sabes que Rebbeca no es presa fácil —para él quizás.
—No hablaré de esto aquí —Edith estaba mirándonos, prestando atención a nuestra discusión. Solo miré a Justin y bebí un sorbo de mi bebida. Él estaba nervioso, su mandíbula estaba tensa. Alcé mi mano y acaricié su rostro, él relajó un poco.
—Vendrán hacia aquí —lo miré fijamente, algo desencajada. Confundida quizás.
—¿Quieres que cierre, Justin? —le preguntó Edith, yo dirigí mis ojos a ella. Era demasiado, cómo decirlo… “solidaria” con Justin.
—¿Quiénes vendrán? —cuestioné tocando la parte trasera de mi short, justo allí estaba lo que esperaba que estuviera. Justin miró mi brazo.
—Ni se te ocurra —me advirtió—, porque juro que voy a darte un coñazo de la ostia —mi mente quedó en blanco y sentí con la mano que estaba tocándolo como él se tensaba de nuevo—. Verte apuntar otra vez, no.
—Dime quién mierda vendrá, Bieber —le exigí sin hacerle el mínimo caso.
—Vámonos —me dijo él poniéndose de pie—. Necesito hablar contigo.
—Estamos hablando —le recordé, estaba alterada, debía admitirlo.
—¡Vámonos, dije! —me exigió. Suspiré y le di otro sorbo al vaso, dejándolo casi por la mitad. Justin le pasó un billete a Edith.


Salimos de la taberna y subimos a la motocicleta, otra vez. Mi pecho iba pegado a la espalda de Justin y mis brazos rodeándolo. Podía sentir lo tenso y mal que estaba, de cierta forma eso me molestaba. Me hacía sentir incómoda. De repente, él solo detuvo el ciclomotor en algo parecido a un mirador abandonado. Bajamos de la moto y él simplemente, enloqueció. Comenzó a golpear el cesto de basura que estaba allí y un banco, realmente estaba sacado.


—¡Justin, basta! —le grité, él solo explotó en llantos— ¡Basta, para!
—¡Ya no puedo! Ya no —gritó y se giró hacia mí para tomarme por los hombros con brusquedad— ¡Esto es una gran mierda! Ya no puedo —añadió sus últimas palabras tenues y soltándome de a poco.
—Tranquilo —le pedí y lo abracé por la cintura, su cuerpo lentamente se destensó y sus brazos me abrazaron mientras sentía como su pecho subía y bajaba al ritmo de su llanto.
—Cambiaste, ___________(tu nombre), cambiaste —sus palabras quedaron resonando en mi cabeza seguido de su llanto. Simplemente, hice que camináramos y nos sentamos en el banco, bajo la tenue luz de la luna y el lejano foco amarillo.
—¿Por qué estás así, Justin? —él solo no dijo nada, me apretó con fuerzas contra él.
—Lamento haberte dejado sola, lo lamento —sus palabras cada vez me agobiaban y confundían más—. Yo no esperaba que fuera así, ¡enserio no lo esperaba! Jamás creí que actuarías tan impulsivamente, nena, no pude hacer nada por proteger tu libertad, no pude y no intenté lo suficiente —mi nudo en la garganta aparecía cada vez que él hablaba más—. La pasé mal, y jamás voy a reparar todo lo malo que hice.
—¿Lo malo que hiciste? ¿Qué hiciste? —cuestioné con un hilo de voz, odiaba recordar los últimos dos años y medio, ¡los aborrecía!
—Nena, hace casi tres años no sé nada de Pattie, Jazzy, Jeremy o Jaxon —su voz se quebró totalmente cuando mencionó ese suceso.
—Justin tú…
—No podía regresar —afirmó cabizbajo—. No podía después de tanta mierda. Terminaría lastimándolos y jamás esperé eso. Solo me aislé y cada día eso me duele más y más.
—Justin, no llores —le pedí—. Por favor —él intentó enjuagar sus lágrimas, pero detrás de ellas seguían cayendo nuevas y cada vez más pesadas.
—No puedo olvidarlo —negó con su cabeza—, simplemente no puedo. Eres todo lo que me queda, ___________(tu nombre), porque ni siquiera el Clan durará por siempre. No puedo perderte, porque ya no tendría razón por la cual luchar. Durante tanto tiempo me dolió la angustia de pensar que quizás cuando te viera otra vez, no sería lo mismo y, ¿sabes algo? No es lo mismo, eso me desespera aún más. No quiero perderte, ¡no puedo perder mi vida! Y, tú sabes que mi vida eres tú —las lágrimas recorrían mi rostro con velocidad y mi mirada estaba hacia el frente, no quería que me viera así.
—Jamás las cosas serán iguales —le informé, él me apretó contra su pecho un poco más—. Pero, eso no quiere decir que no vaya a luchar por lo que amo, porque por si lo olvidas, también eres lo único que me queda.


Ya ni siquiera Miley o Caitlin podrían quedarme, ya no más Christian, Ryan o, al menos, Samanta. No más papá, mucho menos madre. Simplemente el destino, el peligro y Justin. Comencé a llorar como una niña acongojada cuando recordé a Miley y Caitlin el día anterior en el centro, ¡no podía estar lejos de mi antigua vida! Pero regresando a ella, ponía en peligro a todos y no era justo.


—No puedo quitarme las imágenes de Ronan muerto, de Jennifer siendo una mal nacida hasta el día de su muerte, del fantasma del supuesto hijo inventado de Samanta atormentándome en rehabilitación. No puedo quitarme las marcas de Zayn, el dolor del Bullying y el mal presentimiento que me atormentó desde el momento en el que hice la muerte del cisne blanco —estaba confesándome, porque jamás había hablado lo que estaba hablando con nadie—. Jamás seré la misma, porque ahora sí soy una mierda, y lo que peor me duele es que soy la misma clase de persona que jamás querría ser. Soy digna hija de Jennifer —mis puños se tensaron y mis ganas de desquitarme contra alguien aparecieron como cada noche aparecieron en la cárcel. Necesitaba boxear al menos un rato.
—Prométeme algo —me pidió, sequé mis lágrimas y alcé mi cara para verlo fijamente. Me destrozaba ver sus ojos llenos de lágrimas y sus mejillas húmedas.
—Nunca me dejes —dijimos al unísono.
—Porque moriría sin ti —él besó dulcemente mi frente y luego pasó sus manos por mis mejillas secándome las lágrimas.
—Pero también quiero aclararte otras cosas —suspiré imaginándome a qué se refería—. Solo deberás atacar o defenderte si es de suma necesidad, ¿vale?
—Justin yo acabo de…
—Sé que acabas de salir de la cárcel y que quieres que nadie te pise y blablablá —yo fruncí el ceño—. Pero acabas de salir y no creo que quieras volver a entrar, así que haz las cosas en frío. Piénsalas, analízalas, analiza sus posibilidades positivas y negativas. Debes actuar con los planes hechos y saber cómo vas a hacer para no caer; ya no puedes equivocarte, ¿lo recuerdas? —él tenía razón.
—Es cierto —admití por mucho que me costara—. Intentaré contenerme más. Pero dos cosas, Willow vuelve a decirme: perra, mojigata o vulgar, otra vez y le arrancaré mechón por mechón su cabello. Ni siquiera mencionar lo que le haré a Rebbeca si vuelve a presentarse a decirme cosas patéticas como hoy, ¿vale? —él asintió divertido.
—Mientras esté allí para defender tu espalda, puedes nena —yo sonreí levemente entre lágrimas y besé fugazmente sus labios.




…Al otro día…




Me desperté casi a las 09:00 a.m., definitivamente estaba cansada de la noche anterior. Pero necesitaba hacer un poco de boxeo. Salí de la cama, Justin ya no estaba allí. Me di una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=84847481&.locale=es. No me maquillé ni nada, solo bajé. No tenía apetito, por lo que ni siquiera entré a la cocina, solo me dirigí a la sala. Todos los hombres estaban allí. Es decir, Justin, Chaz, Jaden, Ryan G. y Alfredo. Todos voltearon a verme, honestamente, no me sentía nada cómoda.


—Hola —especialmente saludé a Alfredo y Ryan G, que no los vía hacia mucho tiempo.
—¡Hola! —saludaron todos al unísono. Se oían como unos babosos.
—¡Qué abdominales! —afirmó Alfredo— ¡Y woow que has cambiado!
—Al parecer tú sigues igual, Alfredo —comenté divertida—. Por cierto, ¿dónde puedo ir a un gimnasio de boxeo? —todos se quedaron viéndome raro.
—¿Saldrás? —me preguntó Justin— porque ninguno podemos ir contigo al centro, ni siquiera Willow.
—Gracias a Dios —musité y carraspeé un poco—. Descuida, si me dan algo en qué ir, sé cómo ir y volver —después de todo, no había estado demasiado tiempo fuera.
—Venga, ten las llaves del auto —me dijo Chaz y me las lanzó—. Un rasguño y mueres, ¿vale?
—¡Venga, venga! —musité divertida— he conducido durante años, soy una experta.
—¿Regresas temprano? —cuestionó Justin— Porque nosotros estaremos fuera hasta casi la noche.
—Descuida —le pedí—, tengo mucho por entrenar —y de seguro podría recorrer la ciudad tranquila.


Salí de la casa y me monté en el auto de Chaz. Conduje por la ciudad hasta dar con el viejo gimnasio al que solía ir a veces con Miley. Era el único que conocía en la ciudad. Aparqué, tomé mi bolso y bajé. Entré al gimnasio, dejé la bolsa en el suelo y me puse mis guantes. Me paré frente a la bolsa y lo único que pude hacer fue plasmar la cara de Jennifer en ella, como lo hacía siempre. Mis puños pegaban con fuerza sobre la bolsa y mi mente estaba en blanco, hasta que noté que alguien tenía la bolsa. Frené mis golpes y miré detrás de la bolsa.


—¿Qué haces? —cuestioné mirándolo fijamente, un tipo de unos 21 se había parado detrás de la bolsa y la estaba sosteniendo, para qué, no lo sabía.
—¿Quieres subir? —me preguntó sin responderme. Miré el ring y había dos muchachas peleando.
—No creo que sepas bailar muy bien allí arriba, muchacho —le sonreí divertida y comencé a pegarle a la bolsa otra vez.
—Podrías llevarte una sorpresa —me aseguró. Yo carraspeé y lo miré mientras hacía una combinación en la bolsa.
—Créeme que tú te llevarías la sorpresa —le informé yo y reí divertida apoyándome en la bolsa—, pero… ¿quieres que te suba allí y patee tu trasero? Pues, lo haré.



Luego de que la pelea amateur de las chicas que estaban sobre el ring terminara, subimos mi desconocido retador y yo. Unas de mis bandas favoritas sonaba detrás, Porcelain Black (). No temía, por el contrario, estaba más que tranquila. Era buena, muy buena.


—Te doy ventaja —me aseguró bajando su defensa mientras recorríamos el ring. Él en el medio, yo por fuera.
—¿Si? —cuestioné y le di un derechazo en su cara, él solo elevó su defensa.
—Creí que esperarías a que yo avance —antes de que él terminara de hablar yo estaba atacando su defensa, dos de mis tres golpes entraron en su cara—. Mierda —protestó cuando yo me alejaba.
—Jamás estuve jugando, borreguito —él carraspeó un poco y me golpeó con su derecha, para proseguir con la izquierda, pero esquivé su segundo golpe.
—Juguemos —sonreí y avancé hacia él. Hice una combinación dando mis tres golpes sobre él.
—Para ser mujer, peleas bien —comentó volteando de lado en el ring, lanzó un golpe, pero lo esquivé con agilidad.
—Para ser hombre, bailas bien —sonreí divertida y tiré un derechazo fallido, él lo esquivó.
—Esto no es un baile, nena —mi puño izquierdo pegó en su defensa, mi derecho en su mejilla izquierda, mi izquierda en su mejilla derecha y por último mi derecha en su nariz. Él tambaleó un poco hacia atrás.
—¿Ah no? Porque soy bailarina clásica y peleo mejor que tú —escupí, él se frenó en la cancha y se quedó viéndome.
—¿Eso dices? —cuestionó retándome. Yo avancé y estampé mi mejor derecha en su cara, él tropezó y cayó hacia atrás. Muchos estaban mirándonos, supongo que no era usual ver a un hombre pelear con una mujer y que ella le ganara.
—Dímelo tú —le pedí divertida mientras me bajaba del ring—. No quiero avergonzarte más —añadí.
—¡Oye! ¿Dónde aprendiste a pelear? ¿En la cárcel? —mis puños se tensaron, pero debía disimular.
—No lo sé, pero en un lugar mejor que tú, seguro, borrego —él estaba siguiéndome.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó.
—___________(tu nombre y apellido) —él no se inmutó, supuse que no conocía mis antecedentes.
—Soy Liam Payne —se presentó—. Enserio, peleas bien.
—Ya no te emociones —le pedí mientras me dirigía a tomar una de las sogas—. No soy profesora de artes marciales como para darte una clase —le expliqué y comencé a saltar.
—¿Enserio eres bailarina? —me preguntó.
—Lo era hasta hace dos años —le expliqué—. Luego fue cosa del pasado, pero amo el ballet.
—¿Almorzamos hoy? —dijo sin dificultad alguna. Yo solté una pequeña risa sin dejar de saltar.
—Tengo novio, Payne —me animé a nombrarlo—. Simplemente, no busques pleitos —sería difícil contener a Justin.
—No me interesarán un par de golpes por semejante belleza —me aduló él—. Además, te podría interesar algo de mí.
—¿Ah sí? —cuestioné con sarcasmo—, ¿qué cosa? Porque odio a los presumidos como tú, niño.
—Mi padre es dueño del teatro estatal de New York, donde siempre se presentan las mejores compañías de ballet para estrenar —justo donde yo había hecho mi única función de El Lago de los Cisnes.
—Dime que no es cierto.

—Pues…

miércoles, 5 de junio de 2013

Capítulo 5°: "Les mostraré de qué estoy hecha". (2da. Temporada).



—Estás loca —le informé.
—A mí nadie me humilla, Bieber —me recordó ella—. Ya no más.
—¡Qué cojones, tía! —Edith, estaba muy impresionada— Pegarle así a Rebbeca McCanter, mereces todo mi respeto y más, tengo por hecho.
—Rebbeca McCanter va a rogar piedad —aseguró mi chica.
—No es tan fácil —le aseguré—. La has agarrado desprevenida.
—Nadie sabe de lo que soy capaz. Créeme que estar en la cárcel no solo es aprender lo que debes hacer y lo que no. Por el contrario, es casi la inmunidad al peligro y al miedo —daba escalofríos oírla hablar así, frívola y dura consigo misma—. Rebbeca quiere guerra, ¿y adivina quién estuvo en campo de concentración durante dos años? —sonrió divertida y cínica a la vez.
—Solo espero que no termines como el resto —dijo Edith, yo solo la miré detenidamente.
—Eso no va a pasar —afirmé yo.
—¿Terminar? ¿De qué manera? —preguntó curiosamente ella.
—De su lado —le respondió Edith, ___________(tu nombre) la miró fijamente.
—¿Tengo cara de tener ganas de juntarme con esa perra? —Edith simplemente no respondió nada, tenía claro que con mi chica no era necesario joder mucho para que te rompa la nariz.
—¡Bieber, Bieber! —habló una voz masculina, volteé y vi a un amigo en una de las mesas—, ¿ya no nos presentan a sus novias? —___________(tu nombre) también volteó a ver— ¡Assssú, y arde!
—Ven —le indiqué a ___________(tu nombre)—, te presentaré un viejo amigo.
—El cuál debe controlarse —aseguró ella caminando justo a mi lado.
—Hola tío —habló Paco—, hace mucho no te veo por aquí.
—Hola Paco, ella es ___________(tu nombre y apellido), mi novia. Nena, él es Paco, un amigo —___________(tu nombre) le hizo un gesto con la cabeza.
—Buena derecha, mujer —la alagó él mientras tomábamos asiento en las sillas—. Enfrentar así a Rebbeca, eres la única mujer que tiene los cojones para hacerlo.
—¿Y quién es la tipa para que le tema así como ustedes? —preguntó mi novia desafiante.
—Rebbeca McCanter —citó su nombre Paco, simplemente entendí que debía guardar silencio—. Comenzó casi como tú, una pequeña muchachita peligrosa. Quizás está cerca de los 30 o 35, su pandilla está en el norte de New York, se encarga de los negocios de ese lugar. Su lema es: “Uno, dos, tres o mueres”.
—¿Y le temen por eso? —cuestionó ella.
—Nadie le teme —le informé yo—. Simplemente, es mujer y no puedes pegarle o atacarla, ¿entiendes?
—Machistas —musitó ella—. Podría pelear con un hombre y sé que ganaría —Paco soltó una pequeña risa.
—Tienes valor, pero probablemente eso no suceda —coincidía con Paco.
—Es cierto, nena —hablé. Ella nos miró detenidamente y sonrió con ironía—. Venga, tenemos más fuerza.
—Pude pelear con siete presidiarias al mismo tiempo, quisiera verlos en esa situación —Paco no se inmutó.
—Son mujeres —simplemente, podíamos contra ellas porque éramos más fuertes por naturaleza.




Narra ___________(tu nombre):




Las presidiarias son una clase de entrenamiento las veinticuatro horas del día. Aprendes a pelear o dejas que te consuman. Jamás he querido que me ganen, por lo que tuve que ganarme mi respeto, y lo había logrado a la perfección. Canalizaba toda mi ira a través de un taller de boxeo, pues coser o bordar, definitivamente no era lo mío. Defenderme no me había sido difícil, ni siquiera cuando siete de ellas intentaron “marcarme”. Mucho menos temería defenderme fuera de la cárcel. Definitivamente, ya no le temía al peligro, porque yo misma era el peligro.


—Y ustedes, hombres —me encogí de hombros—. Que sea mujer, tenga una vagina en vez de un pene y un par de tetas, no quiere decir que no pueda pelear —les sonreí divertida.
—¡Demonios! —exclamó Paco divertido— Sumisa novia, Bieber —añadió con sarcasmo.
—Y aún no conoces nada, Paquito —Justin soltó una pequeña risa acariciando mi mano sobre la mesa, yo esbocé una sonrisa algo estúpida.
—La calificaría como el prototipo de una Heartbreaker —aseguró el amigo de Bieber, yo reí con ganas.
—¿Rompe corazones? —preguntó Bieber mirándome, yo solo no dejaba de reír— es una bomba de tiempo.
—Ufff, ni sabes —musité entre risas. Hacía tiempo no reía así—; ¡soy una cerda asquerosa! —Paco rió divertido.
—Tienes un novio muy cerdo —Bieber frunció el ceño.
—Pregúntale a él —lo incité a Paco, él solo volvió a reír.
—Ya, yo no cuento lo que haces en la cama —me informó Justin, yo me encogí de hombros.
—Pues, Paco es el que me ve como heartbreaker —me encogí de hombros e hice una mueca algo sexual con los labios.
—Para varear un poco —anunció Paco—, hay fiesta hoy.
—¡Dijo fiesta! —exclamé, necesitaba alcohol, cigarros y música fuerte.
—¿La de la playa? —preguntó Bieber, Paco asintió— Sé que irás —me afirmó.
—¿A caso tú no? —le pregunté divertida, Justin sonrió ampliamente.
—¡Jamás perdérmela! —me anticipó.



…Por la noche…



Todos asistiríamos a la fiesta en la playa, casi a dos horas de la casa. Willow, Jaden y Chaz, irían en el auto de Jaden. Justin y yo iríamos en mi camioneta. Bajé las escaleras vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=83705984&.locale=es, Justin se quedó viéndome, los demás ya se habían ido. Se paró frente a mí y me sonrió.


—¿Lista para la noche que se aproxima, nena? —yo asentí.
—¿Estás dudando? —él negó divertido abrazándome por la cintura y atrayéndome hacia él.
—Simplemente que hace mucho no sabes lo que se siente —y las ganas de estar allí, me mataban.
—Bien, vamos entonces.


Luego de implorarle a Justin que fuéramos en motocicleta, él aceptó. Honestamente, me gustaba más la moto que el automóvil. Así que emprendimos el viaje y luego de casi una hora y media, estuvimos en la playa. Justin aparcó la moto y nos dirigimos hacia la arena donde ya sonaba la música y había mucha gente bebiendo.


—¡Mierda! —oí decir— ¡Mamacita! —fruncí el ceño y me volteé a ver, Justin me jaló para que siguiéramos caminando.
—No puedes pegarle a todo mundo —me advirtió—. Haz caso omiso, por favor.
—Vale, vale —acepté de mala gana.
—¡Asssú, llegaron! —exclamó Chaz divertido cuando los encontramos.
—¿A esto le llaman fiesta? —cuestioné mirando alrededor, nadie estaba demasiado divertido, solo se divertían un poco.
—Es temprano aún —habló neutra Willow, yo solo intenté no sentir ganas de pegarle. Más bien, controlar mis ganas de pegarle otra vez.
—Dentro de media hora o más, cuando llegue la pandilla oeste, vas a saber lo que es esta famosa fiesta —me aseguró Jaden, ¿qué tendría de distinto?
—Yo podría enseñarles lo que es diversión —aseguré mientras encendía un cigarro.
—Intenta no ponerte ebria —me pidió Justin divertido, yo solo sonreí.
—Es lo que espero hace casi tres años —le informé—. Sueña con que no lo haga.
—¡Por una ronda de tekila! —propuso Jaden, yo suspiré sonriendo.
—Doble, por favor —añadí.


Luego de casi una hora, el lugar estaba el doble de lleno y habían encendido las luces del escenario.


—¿Qué dices de volver a cantar? —me preguntó Jaden llegando desde atrás, yo ya iba por tercer trago de tequila.
—¿Quieres que abra la diversión? Lo tendrás Smith —le advertí y sonreí divertida.
—¿A dónde vas? —cuestionó Willow.
—Mira —le indiqué.


Caminé hasta el escenario, hablé con el dj, tomé un micrófono y subí. Las luces se apagaron y comenzaron a seguir mis indicaciones. La música comenzó a sonar y yo a cantar (http://www.youtube.com/watch?v=ax6iP7KboEc) ¡Diablos! Como lo había extrañado.


—¡Mierda! —exclamó Jaden cuando llegué a la ronda—, creí que no iba a ser tan sexual.
—Eres tan ardiente, bebé —musitó Justin a mi oído, yo sonreí divertida—. Increíblemente sexy.
—¿Siempre tan vulgar? —oí decir a Willow. Tosí falsamente y me volteé a verla.
—¿Qué tal tu nariz, Willow? —le pregunté—, al parecer, quiere conocer a mi puño otra vez.
—¡Zorra! —exclamó. Justin me tomó del brazo.
—Tranquila —me pidió, yo solo fruncí el ceño y decidí ignorarla.
—¡Las carreras! —exclamó Chaz, ¿carreras?
—¡Vamos! —gritó Jaden y todos comenzaron a correr hacia la carretera, otra vez.


No dudé en moverme detrás de mi grupo, ¿qué diablos serían las carreras? Al llegar había alrededor de seis motos posicionadas detrás de una línea hecha con aerosol blanca haciendo rugir sus motores.


—Con que carreras, eh… —sonreí divertida—, así es tan fácil —aseguré, uno de los que iba a correr volteó a verme.
—¿Qué dices, borreguita? —habló con voz pesada.
—Que así es una mierda —repetí mis palabras—. Trae la moto —le dije a Bieber—, les enseñaremos lo que es correr —él sonrió divertido corriendo hacia el estacionamiento.
—Oye, paren —habló quien me había preguntado antes—, la borreguita y su principillo van a correr —una de las muchachas cerca de mí soltó una risa.
—Busquen un acompañante —les indiqué—, y un cinturón.
—¿Qué intentas inventar, muchachita? —preguntó la mujerzuela. Yo solo jalé el cinturón que tenía en mi cintura, lo tomé entre mis manos y lo hice sonar estirándolo con fuerza. La muchacha, poco entendió el reto.
—¡Venga! —exclamé mirando a todo el semicírculo formado detrás de las motos—, no van a asegurarme que aquí las mujeres son unas huevonas que le temen a un poco de velocidad, ¿o si, mujerzuelas?
—¡Tú eres la mujerzuela! —exclamó otra desde algún lugar de la ronda, los murmullos eran constantes, hasta que se vio irrumpido por un motor acercándose, abrieron paso en la ronda y la motocicleta de Justin se posicionó.
—Venga, veo que son unas cagonas —reí burlista—. No tenemos competencia —le hablé a Justin, él solo carraspeó un poco divertido.
—¡Ya que eres tan audaz, borreguita, ven corre con nosotros! —me ofreció el mismo tipo que había frenado la carrera antes—, ¿o también temes? —yo solté una sonrisa cínica, los ojos de Justin no se inmutaron ante la oferta, apostaba a que él sabía que lo haría de todas maneras y no temía por ello.
—¿Temer? Eso sí que no lo conozco, imbécil —miré a Justin fijamente—, vamos, les mostraré de qué estoy hecha.
—Nena, no… —susurró él.
—Vamos, baja —le pedí nuevamente—. Sé lo que hago —él soltó la moto y se bajó. Yo solo la monté como si esa máquina adorara mi peso encima de ella. Hice rugir el motor y le sonreí al imbécil a mi lado.
—¡Uh, la borreguita quiere acción! —exclamó otro tipejo desde un poco más allá del primer imbécil y comenzaron a encender sus motores.
—Si tú pierdes, me debes una ronda de tequila —le aseguré, el imbécil solo me miró fijo.
—Si tú pierdes, me debes una noche, nena —apostaba que la cara de Justin era roja y sus puños apretados dispuestos a marcarse en la cara del tipo.


Sonreí y volteé la cara a fijarme en la carretera. Casi 300 metros adelante había gente, delimitando la llegada, supuse. Debía ganar, y no solo porque no quería acostarme con el energúmeno que estaba por correr a mi lado, más bien para demostrarles a todos quién acababa de volver al negocio. Ya no solo temer por Rebbeca era algo que debían hacer, pues también yo estaba allí. Aceleré la moto haciendo rugir el motor, una vez más. Una de las perras que estaban allí se puso en medio de las motos con un pañuelo. Recargué mi cuerpo en mis brazos hacia el manubrio, entrecerré un poco mis ojos  y pude sentir la sangre correr con más temperatura en mis venas. Adoraba la velocidad.

El pañuelo rojo pasión que traía la muchacha se movió indicando la salida, solté el freno que tenía en mi pie y aceleré haciendo que la moto rugiera de una manera casi indescriptible y que de una sola vez llegara a casi 100 km. por hora. Definitivamente, Justin tenía a esa nena muy bien cuidada y muy bien preparada, especialmente. Solo no podía concentrarme en nada más que no fuera llegar primero, por lo tanto había aprendido una sola cosa: “mirar la meta y no prestar atención a lo que pasa detrás de ti o a tu costado”. Aceleré una vez más la motocicleta, el velocímetro no era algo que me interesara mucho. La meta cada vez estaba más cerca. Al pasar la línea blanca para encontrarme con más gente, giré sobre, prácticamente, la rueda delantera del ciclomotor. Mi velocidad se calmó durante el giro, pero aceleré una vez más, dándome cuenta que iba primera junto con el imbécil. Mantuvimos la misma velocidad hasta casi 50 metros de la partida, donde terminaba la carrera. Aceleré un poco más logrando pasarlo y luego de atravesar la línea, frené. Detuve la moto y me bajé de ella, Justin rápidamente se acercó a mí junto con Chaz.


—¡Mierda! —exclamó Chaz— y yo que creí que llegarías última.
—Amo la velocidad, eso jamás pasaría —sonreí divertida mientras Justin me tomaba por la cintura.
—¿Quién eres? —cuestionó el imbécil aparcando a mi lado—, ¿una clase rara de asiática travesti? —yo solté una risa bastante cínica.
—___________(tu nombre y apellido) —mencioné con seguridad—, ¿tú, perdedor?
 —Confórmate con llamarme Rango, primor —Justin me tomó con fuerza por la cintura al ver como el tipo se acercaba—. Y debes saber que aquí —la mano del tipo se alzó para tocarme—, las carreras son mías y nadie me reta porque sí nada más —añadió y pasó su dedo por mi boca, Justin me hizo hacia atrás metiéndose en el medio.
—Un gesto más de imbecilidad como el que acabas de mostrar y romperé tu cara de infeliz, ¿vale, tío? —le advirtió Justin y carraspeó. Estaba totalmente tenso.
—¿Y tú quién eres, cabrón? Estaba hablando con ella, no contigo —Rango estaba algo alterado también. Quizás perder no le sentaba bien.
—Soy quien te hará saber que una mujer no es menos cosa que tú, por el contrario. Un maricón (miedoso) como tú es mucho menos cosa que una mujer, imbécil —y definitivamente, Justin estaba a punto de meterse a una pelea de puños con el tipejo ese.
—¿Llamas mujer a esa marimacho? —cuestionó irónicamente el tipo, yo solo fruncí el ceño.
—Pues, lo envidias porque soy más hombre que tú, aún siendo mujer, misógino —escupí intentando estar yo frente a él, pero Justin me tenía atrapada con su brazo, no quería que me metiera era obvio.
—¡Admítelo, tío! Te ganó una mujer que es ardiente e independiente, que tiene los ovarios mejor puesto que cualquier perra de aquí, ¿qué harás? ¿Pegarle por ello? —Justin estaba retándolo, se notaba en su tono—. Inténtalo y verás como puta te va.
—¿Y tú quién te crees, novio de la borreguita? —cuestionó Rango con burla.
—Justin Bieber, para ti. Y es mejor que comiences a temer cuando escuches ese nombre, porque acabo de recordar que tú eres de la parte de Rebbeca —el imbécil puso sus ojos en blanco, incrédulo.
—¿Justin Bieber? —preguntó divertido y soltó una risa un poco nerviosa— jamás voy a temer al escuchar tu nombre, y ahora que conozco a la tan nombrada “___________(tu nombre)”, sé que no debo preocuparme, pues los dos son unas princesas.
—Princesa tú —hablé yo—, porque puedo patear tu trasero cuando mis ganas lo dispongan —le advertí, honestamente ese tipo me caía pesado.
—Métete tus palabras en el trasero, cabrón. Porque la próxima vez que escuches mi nombre, será cuando te informen quién te dejó inconsciente, ¿vale? —el puño de Rango se elevó, pero Justin lo tomó antes de que se estrellara en su cara.
—¡Bieber! —gritó Chaz— Aquí y ahora no.
—¡Cierra la boca, Somers! —gritó Justin empujando al Rango para abalanzarse sobre él.
—¡Justin, vámonos! —le grité al ver los patrulleros de la policía aparecer.
—¡Bieber, muévete! —gritó Chaz, al ver la policía Justin se puso de pie. Lo importante era que yo saliera de allí. No podía hacer nada ilícito y las carreras, eran ilegales.
—¡Sube, sube! —dijo Justin montándose a la moto, yo subí detrás de él— ¡Esto no terminó, imbécil! —le gritó Justin y arrancó la moto.



Aceleró con velocidad y salimos mientras la gente intentaba salir de allí antes de ser atrapados por la policía. Extrañaba lo que se sentía tal acción de la noche.