jueves, 19 de septiembre de 2013

Capítulo 22°: "Empecemos de nuevo". (2da. Temporada).







—No sabes cuantas veces he soñado con esto —murmuró acariciando mi espalda, yo estaba recostada boca abajo con mi cabeza en su pecho. Nuestras respiraciones eran una armonía pacífica.
—Ahora sí no tenemos demasiado tiempo —le recordé—. Debemos salir de New York, pero antes debemos lograr que Adelaide no nos encuentre así cuando despierte —añadí algo divertida.
—Te amo, ___________(tu nombre).
—Te amo, Justin. 



Volvimos a cambiarnos, no podíamos perder el tiempo. Debíamos irnos de New York, quien sabe a dónde demonios, pero debíamos hacerlo. Desperté a Adelaide y la cargué hasta el auto, donde Justin me esperaba. Subimos y él comenzó a conducir. Luego de unos veinte minutos, tal vez, estábamos nuevamente en la guarida.


Todo estaba tal como lo recordaba y eso me atormentaba de una manera inexplicable. Adelaide se aferró a mi cuello cuando comenzamos a caminar detrás de Justin hacia la casa. El viento nos pegaba de frente y la verdad, lo que menos quería hacer era volver a esa casa. El pasado se grababa a fuego en mis retinas. Las imágenes recorrían mi mente sagazmente. Dolía, solo eso. Honestamente, yo había sido una mierda.


Los recuerdos de Jennifer muerta y yo con el arma ante mis ojos aparecían rápidamente, mi corazón comenzaba a latir más rápido, jamás superaría eso. Las alucinaciones, ver a Sam perseguirme durante noches y noches bañada en sangre por donde quiera que fuera, era una tortura. Jamás nada me sacaría del pozo, ni siquiera mi hija. Ni siquiera ella. El pasado era una sombra inamovible. Una cicatriz que jamás se iría de allí, porque cada vez que recorriera un lugar ya transitado, volvería a sentir esa mierda en mí, cada vez que Adelaide mirara mis brazos con curiosidad por las cicatrices y las quemaduras de cigarrillos, recordaría la clase de imbécil débil y estúpida que fui y siempre seré.



—¿Estás bien? —preguntó Justin mirando que yo simplemente no avanzaba, sacudí la cabeza ante la mirada atenta de él y la niña quien estaba en mis brazos.
—Sí, solo estaba respirando un poco —confesé subiendo los escalones hacia la puerta. Él me esperó y abrió la puerta.
—Adelante —murmuró, yo pasé temerosa y él caminó detrás de mí.
—Justin —habló Jaden mirándonos desde el sillón. Su cara expresaba total asombro.
—¿Está Chaz, Jaden? —preguntó Justin seriamente, en realidad lo preocupaba esto y me parecía algo bastante curioso. Sabía que no todo sería tan fácil, después de todo para mí nada era tan fácil.
—Creo que está en el despacho, estaba hablando con Willow —añadió sin dejar de mirarme—, ¿cómo estás, ___________(tu nombre)?
—Bien, gracias —respondí algo seca, tal vez.
—¿Ella es tu hija? —preguntó mirando a Ade.
—Sí —respondí y miré a la niña—. Ade, saluda.
—Hola —murmuró ella algo penosa.
—Hola, linda —saludó Jaden simpáticamente—. Es una sorpresa verte por aquí, ___________(tu nombre).
—¿Será que Willow va a demorar demasiado? —preguntó Justin interrumpiéndolo—, porque tenemos prisa.
—No lo sé —respondió Jaden atentamente—, ¿pasó algo Justin?
—Debo mudarme lejos de la ciudad —soltó Bieber con autoridad, Jaden solo lo miró en silencio.
—¿Oí bien? —Willow apareció de la puerta con cara de desencajada, quizás era el verme allí.
—¿Qué quieres, Willow? —le preguntó Justin con el ceño fruncido— No he venido aquí a hablar contigo, solo guárdate lo que debas decir.
—¡Vete al jodido demonio! —le gritó ella— Solo te vas porque de seguro la perra esta te ha metido el cuento de que el bebé es tuyo, ¿no? —la rabia comenzó a correr por mis venas, si no se callaba no iba a responder de mí— Lamento informarte que nos estás cambiando por una persona enferma.
—Enferma estás tú —le contesté—, ¿y sabes qué es lo peor? Que estás enferma de envidia, de odio.
—Justin no se irá contigo —me informó ella—, porque ya no te ama —añadió con toda la seguridad lo que me hizo reír con mucha fuerza y rabia, quizás.
—¿Y qué es lo que crees tú, cariño? —le pregunté irónicamente—, ¿Qué Justin te ama a ti y se quedará a amarte por la eternidad? Si es que puede amarte, claro —ella frunció el ceño y carraspeó suavemente, estaba por decir algo.
—Ya basta —habló Chaz antes de que Willow dijera algo—. Demasiado ya es con tenerte aquí otra vez, ___________(tu nombre). No quiero más peleas.
—Te lo dije —musité mirando a Justin—. Hubiese sido mejor que me quedara en la ciudad.
—Necesito tu ayuda, Chaz. No estoy bromeando, si hablamos contigo a solas será mejor.
—Está bien —accedió Chaz a la petición de Justin—, acompáñenme al despacho.



Bajo la fría y controladora mirada de Willow nos perdimos camino al despacho por el camino que tantas veces había recorrido. Al entrar nos sentamos. Adelaide estaba tensa, nerviosa, intimidada. En realidad, quizás solo le estaba contagiando mis propios nervios, mi angustia, mi pasado oscuro y eso comenzaba a preocuparme.



—Bien, los escucho —murmuró Chaz con seguridad—, ¿en qué puedo servirles?
—Necesitamos mudarnos, los tres —aclaró Justin mirando a Adelaide con una mirada cálida—, hacia otro lado que no sea la ciudad.
—Oh, ¿y por qué eso? ¿De qué me perdí Justin? —Bieber suspiró intentando que no doliera lo que iba a confesar, yo agaché mi cabeza con vergüenza, tal vez.
—Decidimos hacer bien las cosas esta vez —se dignó a decir Justin—. Tener la familia que jamás llegamos a planear, pero que tenemos.
—¿De qué diablos hablan? —Chaz no entendía exactamente lo que Bieber decía.
—Adelaide es mi hija, no de Zayn —soltó Justin chocando las palabras, tal vez para evitar el hecho de que el problema conmigo no estaba del todo resuelto, en realidad del nada resuelto—. No podemos quedarnos aquí, Malik no sabe nada de esto.
—Mierda —murmuró Chaz procesando tanta información—, ¿no has recapacitado sobre ir a Inglaterra? Sabes que Stratford es un buen lugar —Justin frunció el ceño, no estaba conforme.
—No lo creo, Chaz —habló con seguridad—. Los negocios van mal allí, ¿qué haría? No, no lo creo.
—¿Y México? —ofreció Chaz rápidamente, Justin destensó su cara, señal de que para él era buena idea.
—¿Qué dices, nena? —me miró fijamente.
—Sabes lo que pienso —él sonrió a penas y lo miró a Chaz.
—Bien, iré a la guarida de México —le aseguró a Somers—. Solo deberás llamarme para lo que necesites, ¿vale?
—Suerte, viejo —Chaz nos sonrió—. Y espero que esta vez puedan llevarse.



…Dos días después…



Me levanté esa mañana algo preocupada, Justin me anticipó que los integrantes del Clan que estaban en la ciudad llegarían ese mismo día. Me metí en el baño, Justin y Adelaide aún dormían, tomé una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=97951756&.locale=es. Me maquillé como lo hacía habitualmente y me dejé el cabello suelto. Salí a la habitación y Justin estaba cambiándose.



—Hola —saludé, él se volteó a verme.
—Hola —saludó respondiéndome—, ¿la niña duerme? —yo asentí.
—Sí, aún sí —le respondí—. Iré a la cocina a preparar el desayuno —le anticipé.
—Voy contigo —me aseguró poniéndose de pie—. Desayunemos juntos.



La casa era lo suficientemente grande como para que yo me sintiera demasiado pequeña en ella. Así que bajamos las escaleras en silencio hasta llegar a la cocina, yo me dispuse a hacer café.



—¿Cómo le diremos a Adelaide la verdad? —fue la simple pregunta que él soltó. Volteé a mirarlo sorprendida de tanta espontaneidad— Porque espero que ella me llame papá algún día.
—Ade es chica aún, Just —le recordé—. A penas si tiene dos años, ¿qué podría entender? —él asintió frustrado.
—Aún así —suspiró poniéndose de pie mientras se acercaba a mí—, siento que esto no es lo mismo.
—¿De qué hablas? —me intimidaba cuando se ponía tan cerca de mí. Todavía sentía culpa por lo que hice.
—Me cuesta pensar que estás conmigo y que no estás pensando en dañarme, otra vez —me confesó apoyando sus manos en mi cintura.
—Me da demasiado miedo que jamás logres perdonarme, Justin.
—No podría amarte si estoy odiándote —me recordó él, yo arqueé una ceja—. Yo no estoy enojado ni siento rencor, ___________(tu nombre) —confesó con tranquilidad—. Solo tengo miedo.
—Me da vergüenza saber que yo he hecho toda esta mierda, porque es lo que soy —agaché la cabeza muriéndome de pena—, pero en realidad, ya no estoy dispuesta a irme, Justin.
—Prométeme que me dejarás amarte —me pidió agarrándome del mentón para elevar mi cara hacia él, yo evité mirar sus ojos, estaba muriéndome de pena.
—Prométeme que me dejarás remendar todo el daño que te he hecho —cambié yo la petición.
—Quiero que seamos felices, nosotros dos con nuestra hija, que podamos ser una familia que disfruta de sí, por favor. Haré lo que sea, pero no hagas que me quede solo otra vez, ya no —me destrozaba verlo así, ni siquiera podía mirarlo a los ojos.
—Lo prometo —murmuré en un hilo de voz, no me costaría nada llorar.
—Mírame, por favor —me pidió. Ante su pedido corrí mis ojos a su encuentro, diablos—. Te amo —murmuró prolijamente.
—Perdóname —me animé a decir soltando algunas lágrimas—. Perdóname por arruinarte así, sé que fui una cobarde. Sin embargo, jamás me voy a perdonar haberte arruinado tanto. No me negaré bajo ningún punto a que estés con Adelaide, es tu hija, es tanto tuya como mía y compartimos los mismos derechos —él me miraba con compasión—. Me equivoqué, cometí el peor de los errores y estoy más que arrepentida. No merezco esto, pero aquí estoy otra vez ante ti —sonreí amargamente— y otra vez tú decides dejarme estarlo. Solo quiero hacerlo todo por no caer a ser la misma cínica y desalmada de Jenn.
—Empecemos de nuevo —me pidió acariciando mi mejilla—. Hagamos como que nada sucedió, como que fue un gran viaje en el que estuvimos separados y ahora retomamos lo que fuimos para hacerlo mejor aún —él secó mis lágrimas con su dedo pulgar haciéndome esbozar una dulce sonrisa.
—Bésame —le pedí, él sonrió levemente y se acercó aún más chocando su frente con la mía.
—Como ordenes, cariño —besó suavemente mis labios algunos segundos—. Cásate conmigo —susurró casi sin separar su boca de la mía.
—¿Qué? —cuestioné sorprendida— ¿Hablas enserio?
—No hay nada que lo impida —me recordó y me robó un corto beso. No podía creerlo.
—Yo… yo… —pasé saliva sonoramente, era demasiado confuso todo—. Yo no lo sé, ¿no deberíamos afirmarnos bien todavía?
—¿Dónde ha quedado la ___________(tu nombre) sagaz que yo he conocido? —me preguntó divertido.
—¿Sabes? —sonreí divertida— Tienes razón —aseguré—. No sé donde he estado tanto tiempo, pero debo volver.
—¿Entonces? ¿Qué me dices? —me preguntó él.
—Pues… sí —sonreí rodeándolo con mis brazos por su cuello—, acepto casarme contigo, Justin —sonreí ampliamente, él me devolvió el gesto apretándome contra su cuerpo. Casi al unísono sonó el timbre, Justin se quedó viéndome.
—Deben ser los demás —me afirmó—. Iré a atender —añadió soltándome.



Mis piernas temblaban y aún no podía dejar de sentirme débil ante el aroma de su varonil perfume, jamás había esperado que en menos de una semana todo se solucionara de tal manera, con tal rapidez. Era totalmente increíble, aún así no dejaba de ser mi realidad.


Algunos segundos después un murmullo comenzó escucharse acercarse a la cocina, poco después entró un grupo de personas liderado por Justin.



—Ella es ___________(tu nombre) —oí decir a Justin, sonreí mirando sus caras.
—Hola —musitaron al unísono, seriamente.
—Hola —me digné a pronunciar.
—Nena, ellos son… —aguardó a mirar sus rostros—, Avril Lavigne —dijo señalando a una esbelta rubia que me sonrió naturalmente—. El primo de Chaz, Cody Simpson —el muchacho musculoso y de cabellos dorados parado al lado de Avril me sonrió amistosamente—. Ellos son los hermanos Jonas, Nick y Joe —señaló uno por uno a los chicos de cabellos enrulados y renegridos, quienes me saludaron amablemente con un gesto de cabeza—. Y por último, una gran amiga, Demi Lovato, novia de Joe —presentó a una hermosa muchacha con cabellos rubios y algo enrulados.
—Es un gusto —aseguré—. Soy ___________(tu nombre y apellido).
—El gusto es nuestro, ¿no? —habló Nick cortésmente.
—Sí, en realidad cuando Chaz llamó nos extrañó que quisieran venirse hacia aquí —escuché la voz de Avril pronunciar.
—¿Por qué? —pregunté curiosamente mientras me sentaba en una de las sillas, al igual que todos.
—México es más peligroso que New York, cariño —me informó Demi—. Aquí no andas libremente siendo de un Clan, las pandillas son exageradamente tediosas y odiables entre sí.
—Si no sabes en qué estás, ni siquiera intentes hacer una vida normal. Debes cuidarte a más no poder —me advirtió Cody.
—O terminas con tu cabeza echa humo —añadió Joe.
—Pero… ¿tú sabes de esto, no? —prefirió preguntarme Nick, tal vez solo para saber de mi pasado.
—Más de lo que creen —estaba alejada pero mis años de cárcel no iba a olvidarlos. Mucho menos mi forma de combatir.
—Aún así debemos tener cuidado —habló Bieber.



Todos almorzamos en casa, descubrimos que Demi podría ser la niñera ideal en cualquier ocasión para Adelaide, después de todo se llevaban de maravillas. Joe tenía un gran sentido del humor, era un muchacho agradable que planeaba casarse a sus 24 años con la mujer de su vida, según él. Es decir, planeaba casarse en pocos meses con Demi. Nick era un tipo más centrado que su hermano, compartía algunas bromas, pero era más serio y maduro, a pesar de ser menor que Joe. Cody era, algo así, como el vanidoso de ellos; aún así era simpático y bromista, aunque podía ser serio si quería también. Avril era explosiva y no podía controlar demasiado sus ataques de sinceridad, algo que en realidad me agradaba demasiado. Más allá de todo, eran una buena compañía para lo poco que podía haber llegado a conocerlos.



—Justin —habló Adelaide desde el sillón de al lado al de Bieber—, juguemos otra vez.
—Mmmh —gruñó Justin bromeando—, ¡venga! Si vas a perder otra vez —Ade rió divertida.
—¡Tú pierdes! —lo retó— Atrápame.



Justin claramente le dio distancia y ella desapareció hacia la cocina, entonces él comenzó a correrla, oía los gritos divertidos de la pequeña y las risas contagiosamente felices de Justin, ¡no podía ser más perfecto! Era admirable ver qué tan bien se podían llevar, realmente no había mayor placer, mayor satisfacción… en simples palabras, era la felicidad en estado puro.



—¡Adivina quién acaba de confesarme que quiere ser ballerina como su madre! —entró Justin exclamando divertido a la sala con Ade cargada en su espalda como caballito.
—¡No puedo creerlo! —sonreí divertida, feliz después de tanto tiempo—, ¿Ade tú has dicho eso? —ella asintió algo vergonzosa.
—Y tal vez sea mejor que tú, ¿no crees ___________(tu nombre)? —yo asentí convencida.
—Mucho mejor —afirmé mientras ella corría a mis brazos.
—Pero quiero que tú enseñes, mami —dijo sonriéndome.
—Te enseñaré todo lo que desees aprender, lindura —no podía negarme a nada con ella.
—Iré a buscar mis juguetes —me anticipó Ade.
—Con cuidado —le grité mientras se iba, Justin se sentó a mi lado.

—Por fin, por fin somos una familia —sentenció en voz baja viendo a Adelaide irse hacia las escaleras.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 21°: "No sabes cuantas veces he soñado con esto". (2da. Temporada).




—Exijo una prueba de ADN —escupió él soltándome el brazo.
—¡Pues sí! —grité desesperada poniéndome de pie— La niña es tuya, ¿feliz? Adelaide es tu hija, porque cuando me vine a la ciudad ya tenía tres meses de gestación. Tuve que mentirte y sabes para qué, para que la niña se criara tranquila en paz y fuera una niña normal, no que estuviera rodeada de criminales —Justin quedó helado y se paró frente a mí.
—Olvidas que la única criminal has sido tú —mi mano se elevó y bofeteé su cara con fuerza. Él se quedó viéndome con odio, ira. Con desprecio—. Me has mentido, ¿y sabes qué es lo peor? Que hay un lazo que me une a la mujer más deplorable que conocí en mi vida. Eres una perra, una puta barata, te has aprovechado del imbécil de Zayn y me has mentido descaradamente a mí y a todos los demás —mi corazón se caía a pedazos—, ¿sabes una cosa? —me miró y sonrió con asco, como le sonríes a quien odias— Eres el mismo retrato de Jenn.
—¡Vete! —le grité— ¡Vete si no quieres que te mate aquí mismo! Vete —él ni siquiera se movió.
—No hasta que me des a la niña —añadió con autoridad.
—¡Claro que no te la daré! —me negué rotundamente— Adelaide no es ni será nunca tu hija, solo tiene tu maldita sangre y nada más. Vete —sus ojos se oscurecieron de odio y me tomó por los hombros haciéndome retroceder hasta pegarme con la pared.
—Estas me las pagaras, ___________(tu nombre) —me advirtió—, ¿sabes por qué? Porque el amor, el inmenso amor que sentía por ti, acaba de morir en tu maldita hoguera, donde pronto arderás tú. 
—¡Vete! —le grité al ver que él no se movía— ¡Vete Justin, vete! No quiero verte —sus ojos estaban clavados en mí con furia.
—¿Por qué debo hacerte daño? —preguntó retóricamente entre dientes— ¿Por qué me has lastimado así, ___________(tu nombre)? ¿Qué te he hecho para que me pagues así? —mis ojos se llenaron de lágrimas mientras él pegó mi cuerpo contra la pared poniéndole el suyo y su peso encima.
—Cuando supe que estaba embarazada solo pensé en proteger a Adelaide —él me miró fijamente y sus ojos se cristalizaron.
—¿Y crees que alejándola de mí no corre riesgo? —preguntó irónico— ¿Olvidas qué clase de tipo es Zayn? A caso, ¿olvidas tu pasado, ___________(tu nombre)? —agaché mi mirada, pero él estaba demasiado cerca. No tenía reflejos ni reacciones, me absorbía.
—Adelaide ha crecido como una niña normal —atiné a defenderme—. Y pretendo que siga siendo así.
—No esperas que me quede de brazos cruzados, ¿verdad? —yo arqueé una ceja confundida.
—¡No, Justin! —le pedí llorando— No le hagas nada. Por favor.
—Quiero llevármela —mi corazón se oprimió tanto hasta casi hacerme gritar, ¡no podía hacerlo! Me moriría.
—Me matarás si lo haces —confesé con voz débil, me sentía morir—. Es lo único real que tengo, es lo único que me queda Justin. No, por favor —le rogué, pero él no se sintió menos. Solo no se inmutó.
—No me quitarás el derecho de sentirme su padre y actuar como tal —me aseguró. Mis lágrimas caían desesperadas entre sollozos—. No me interesa cómo mierda te sientas, a ti no te importó como yo me sentí… mucho menos te importa cómo me siento ahora. Sigues pensando en ti.
—¡La niña ni siquiera te conoce! —le recordé a gritos.
—¡Y sigues pensando en ti! —me gritó nuevamente desesperado— No entiendo cómo puedes aniquilarme así. Jamás te hice daño, aún así tú me has destrozado, ___________(tu nombre). Si tú no tienes nada sin Adelaide, piensa cómo me he sentido yo durante estos dos años, ¡que no he tenido nada sin ti! Nada —jamás me había dolido tanto algo.
—Lo lamento —logré soltar—. Perdón. Discúlpame.



Él me apretujó entre sus brazos casi en un instante. Sentí mi cuerpo desvanecerse, honestamente ya no tenía ninguna clase de fuerzas, ¡nada! Estaba débil, demasiado débil. Mis lágrimas caían rápidamente, me sentía una total mierda.



—Te amo con mi vida —me confesó—. Jamás he dejado de amarte, pero no puedo perdonarte, ___________(tu nombre). Porque sé que eso no cambiaría nada. Tú no estarías conmigo ni repararías los dos años que perdí lejos de mi hija —solo lograba llorar mientras él se separaba de mí y yo caía sobre mis rodillas en el suelo, para quedar sentada con la espalda en la pared.
—Te amo con todo lo que soy, Justin —me animé a confesar—. Y no sé qué esperas de mí, pero… estoy dispuesta a cualquier cosa con tal de no alejarme de Adelaide —y cuando decía cualquier cosa, era cualquier cosa.
—¿Por qué si me amas has hecho todo esto? —me preguntó arrodillándose frente a mí—, ¿por qué, nena? —esta vez sonaba calmo, mientras sus manos levantándome por el mentón.
—Porque sabías que yo no estaba bien. Cuando reaccioné era demasiado tarde —por primera vez en mucho tiempo estaba hablando con la verdad.
—Busca a Adelaide y vámonos —lo miré fijamente sorprendida—. Dijiste que me amabas y qué harías cualquier cosa por no separarte de nuestra hija. Pues, hagamos las cosas como siempre debieron ser.
—Justin yo no… —intenté hablar.
—¿Por qué no? —me interrumpió— No amas a Zayn y la niña es mía, ¿qué estaría mal? —era ahora o nunca.
—Bien —carraspeé y enjuagué mis lágrimas con mis puños—. Tomaré algunas cosas, despertaré a Adelaide y nos vamos, ¿vale? —una enorme sonrisa apareció en su rostro.
—¿Hablas enserio? —yo asentí.
—Es lo que quieres, ¿no?



Casi una hora después estaba todo listo. Había armado dos maletas mías y una de Adelaide. Desperté a la niña y la cambié por unos shorts y una remera simple, debíamos irnos antes de que Zayn estuviera allí. Subimos al automóvil de Justin y sentamos a Adelaide atrás, por precaución, él comenzó a conducir.



—¿A dónde iremos? —le pregunté.
—¿Importa eso ahora? —me preguntó él algo emocionado— Porque a mí no mucho.
—Justin no estamos solos —le recordé—. Adelaide viene con nosotros —él carraspeó.
—Bien, iremos a mi departamento y allí veremos qué hacer —sentenció—. No puedo creerlo —añadió por lo bajo y esbozó una pequeña sonrisa.



Debía admitir que era lo que había soñado cada noche de la mentira que era mi vida hacía dos años ya. Aún así, no todo iba a ser tan fácil y lo sabía. Justin no se olvidaría así como así que le mentí durante tanto tiempo y Zayn no se quedaría de brazos cruzados; después de todo él consideraba a Adelaide como su hija aún. De todas maneras, sabía que estar con Justin era mi destino, bien o mal. Entre armas, balas o en la paz de la más tranquila armonía, él era mi vida.



—Mami, tengo miedo —musitó Adelaide desde el asiento de atrás.
—Descuida, cariño —le pedí desesperándome. No quería verla mal—. Todo está bien. Iremos a la casa de Justin, ¿lo recuerdas? —ella asintió mientras yo la miraba cálidamente— Y él nos llevará a nuestra nueva casa.
—Soy tu amigo ahora, pequeña —Justin le hablaba con ternura, aún así sin mirarla. Él iba conduciendo.
—¿Iremos al parque hoy a la tarde, mamá? —no podía decirle que sí. Al menos no hasta que supiéramos qué hacer.
—Quizás, nena —no quise desanimarla—. Puede que Justin nos acompañe, ¿qué dices?
—Está bien —sonrió levemente y yo volví a acomodarme hacia delante en el asiento.



Casi 20 minutos después Justin aparcó frente a un edificio y allí bajamos. Subimos hasta el tercer piso, yo con Adelaide en brazos, quien por cierto dormía. Allí entramos a un lujoso pero pequeño departamento.



—La recostaré un momento en el sillón —susurré—. Debemos hablar —me acerqué al sillón y dejé a la niña allí. Luego seguí a Justin hasta la cocina.
—No creas que todo está bien —me informó—. Aún no te he perdonado.
—Lo sé —murmuré—. Pero no podemos quedarnos en la ciudad —cambié de tema—. Zayn no debe vernos.
—¿Y qué le dirás a la niña? —me preguntó Justin— Ella cree que él es su padre —escupió sentándose.
—No lo sé —me encogí de hombros—. Luego veré qué hago con Adelaide. Primero es ver dónde quedaremos.
—No puedo irme de la ciudad —me recordó—. El Clan sigue aquí, no se mudarán todos.
—Y yo no puedo arriesgarme a que Zayn le haga daño a la niña —sentencié con autoridad—. Tú decides.
—Deberás acompañarme a la guarida —murmuró—. Hablaré con los chicos allí.
—No entraré a ese lugar, me sacarán los ojos —ninguno de ellos, supongo que en especial Willow, me pasaba ahora.
—¿Desde cuándo eres tan cobarde, ___________(tu nombre)? —me preguntó algo irónico— Creí que seguías siendo la mujer de la cual me enamoré. Pero ahora… eres una niñita.
—¿Quieres ver a la mujer de la cuál te enamoraste? —sonreí cínica— Bien, la verás —le advertí y en un ágil movimiento me senté en su falda frente a él. Justin se sobre saltó un poco.
—¿Qué haces? —cuestionó atónito, un poco incómodo y sorprendido quizás.
—Lo que hice contigo cuando te conocí —le respondí bajando un poco más mi escote, los ojos de Justin se perdieron allí.
—Mierda —murmuró cerrando los ojos—. Olvidaba lo sensuales que eran tus tatuajes —sentí como suspiró deseoso, yo desprendí los primeros botones de su camisa negra y acaricie su pecho suavemente.
—¿Mmj? —suspiré sensualmente acercándome a su oído—, ¿y te gustaría recordarlos uno por uno? —con seguridad y confianza él apoyó sus manos en mis muslos, atrayéndome más hacia su torso y su creciente erección.
—¿Por qué debes hacerme esto? —preguntó respirando pesadamente cerca de mi pecho— Sabes que no te he perdonado.
—¿Y por qué no? —le pregunté— Después de todo, estamos juntos en esto nuevamente —lo vi de reojo sonreír levemente y sentí como se estremeció cuando mis labios se apoyaron delicadamente en su cuello.
—Debemos irnos pronto —me recordó con la voz algo entrecortada gracias a mis besos.
—Mmmh… hay tiempo —le informé—. Mucho más del que crees. Zayn no se molestará sino hasta la noche —estaba más que segura.
—Bien, divirtámonos entonces —sonrió una vez más y comenzó a besar mi cuello y recorrer la parte desnuda de mi cintura con sus cálidas manos.



Justin se levantó de la silla y yo rodeé su cintura con mis piernas, él recorrió mi cuello con pequeños besos, ¡diablos! Jamás nadie me había hecho sentir así. Sentí como caminaba hacia Dios sabe dónde. Nunca había deseado tanto a alguien. Entramos a la habitación y lentamente él se encargó de depositarme en la cama. Se quedó sobre mi pero teniendo su peso en sus propios brazos.



—No te irás después de esto, ¿no? —lo vi tan vulnerable, tan puro, tan pacífico que no pude decirle nada.
—Claro que no —respondí después de unos segundos.



Poco después sus calurosos y perfectos labios estaban sobre los míos. Un calor peculiar que mi cuerpo necesitaba y consideraba como parte suya regresó a mí. No podía negar, de ninguna manera, que Justin era el único amor de toda mi vida. Nuestras bocas bailaban un ritmo deseoso mientras sus manos recorrían mi cuerpo dulcemente.






—No sabes cuantas veces he soñado con esto —murmuró acariciando mi espalda, yo estaba recostada boca abajo con mi cabeza en su pecho. Nuestras respiraciones eran una armonía pacífica.
—Ahora sí no tenemos demasiado tiempo —le recordé—. Debemos salir de New York, pero antes debemos lograr que Adelaide no nos encuentre así cuando despierte —añadí algo divertida.
—Te amo, ___________(tu nombre).
—Te amo, Justin. 

viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 20°: "Olvidas que la única criminal has sido tú". (2da. Temporada).




—Si tú no la sueltas no la olvidarás —parecía fácil, ¿no? Pues, no era así.
—No sé por qué no puedo, Jazzy —le confesé—. Juro que intenté odiarla, intenté jamás pensar en ella. He buscado miles de maneras de olvidarme de su rostro, de su voz, de su sonrisa, ¿y sabes qué consigo? Amarla más y más. Hay algo que me une a ella de una manera sobrenatural, y aún no descubro qué demonios es.
—¿Y su hijo o hija? —preguntó Jazzy, yo arqueé una ceja.
—Es una niña —murmuré.
—¿La has conocido?
—Sí. Se llama Adelaide, es una niña adorable y dulce. Muy hermosa —muy bonita.
—¿Y cuánto tiempo tiene, Just? —Jazzy lo preguntaba inocentemente, pero un presentimiento crecía en mi interior. Mi instinto me estaba diciendo algo.
—Dos años —calculé a grandes rasgos. Jazzy me miró detenidamente, prestándome atención—, ¿qué estás pensando, pequeña?
—No, no es nada —me sonrió intentando tranquilizarme. Pero era tarde.
—Dímelo, Jazmyne —le pedí con autoridad.
—¿Estás seguro de que la niña no sea tuya, hermano? —preguntó algo temerosa. Un nudo se formó en mi garganta.
—En realidad, no. 




…Narra ___________(tu nombre)…




—No creí que iba a encontrarte —le aseguré mirándolo mientras me ponía de pie. El cual, por cierto, dolía y mucho.
—¿Estás bien? —me preguntó viendo mi mueca adolorida— Vamos, te llevaré al hospital.
—No, no —me negué sacudiendo la cabeza—. Estoy bien, Louis. Gracias de todos modos.
—Mmmj, tu pie no se ve bien —me dijo mirando que prácticamente no lo apoyaba.
—Duele un poco —confesé, pero no debía mostrarme herida. No quería hablar con él o alguien más del clan—. Pero no es nada que con hielo no se cure, gracias de todas formas. Debo irme.
—No opino eso —y sí, mi cara no transmitía eso tampoco—. Vamos, te llevaré al hospital.
—No, Louis, no es necesario —repetí harta de su insistencia.
—No dejaré que conduzcas con el tobillo así —me anticipó—. Estás golpeada, vamos —él abrazó mi cintura y comenzamos a caminar, prácticamente fuera de mi consentimiento, pero no podía hacer otra cosa. Realmente me dolía muchísimo el pie.
—Estoy en mi auto si…
—Tengo la camioneta —me avisó—. Sabes, creí que ya no bailabas —¿cómo sabía él que antes yo sí bailaba?
—Jamás creí encontrarte aquí —pues, no tenía la más pálida idea de qué hacía en un estudio de danzas—, ¿qué hacías aquí?
—Jazmyne envió una carta a la casa para mí, la hermana de Bieber —recordaba a Jazzy, pues la había visto hacía poco—. Me pidió que viniera aquí, pero al parecer no vino ella.
—No la vi —gracias a Dios—. Es más, de todas las veces que he venido en dos años, jamás la he vuelto a ver en el estudio.
—Debe ser una ventaja —carraspeé intentando que él callara—. Digo, no sé si quisieras responder la verdad de todo.
—¿Qué verdad? —pregunté confundida. Él sonrió divertido mientras abría la puerta del copiloto. Me ayudó a subir y dio la vuelta para hacer lo mismo, luego arrancó el motor.
—La verdad de todo —repitió contestándome—. Que Justin se metió en esto, que lo abandonaste, que te casarás con Malik, que tienes una hija. Todo —me explicó resumidamente.
—No tendría por qué saber de mi vida —ella no era nadie para mí. Solo mi ex cuñada. Pues, más allá de la farsa en la que vivía, era la tía de Adelaide, pero nadie podía decírselo y nadie debía tampoco.
—¿No esperarás que me trague también el cuento de que la niña es de Malik, o si? —dijo irónico mientras comenzaba a conducir— No la he visto, pero apuesto a que no es ni siquiera parecida a Zayn; ¿sabes por qué? Porque estabas embarazada ya cuando te fuiste de la casa, ¿no es así? —mis nervios aparecían.
—Estás delirando, Louis —me digné a decir—. Nada de lo que dices es cierto —mentí otra vez.
—¿No? —dijo divertido— No te conoceré como Bieber, Miley o Caitlin, pero sé que mientes.
—¿Y por qué nadie más pensó como tú? —le dije desafiándolo— Es algo absurdo lo que dices, Louis. No tiene explicación que no esté con Justin si la niña fuera de él. Bien sabes que lo amé.
—Y lo amas —agregó.
—No, lo amé —lo corregí. Él soltó una risa irónica.
—¿Es por eso que te ves tan amargada cuando estás con Zayn? —dijo irónico— Y sí, te he visto antes en New York. Solo no dije nada. Siempre supe cosas de ti, pues yo siempre estoy en la ciudad y tú siempre te mueves por dónde antes. Descuida, jamás le he dicho nada a Justin —intentó tranquilizarme. Yo me sentía atormentada—. He visto también a Adelaide, no de cerca, pero considero que tiene un gran parecido a Justin. No tienes que mentirme. No me meteré en tus asuntos e iré corriendo a decirle esto a Justin.
—No tengo nada que ocultar —le expliqué nerviosa—. Lo que sabes es lo cierto, Adelaide es hija de Zayn Malik, mi futuro esposo —las palabras cada día me dolían más. Era una descarada y me aborrecía a mí misma por ello.
—Pues, entonces habías engañado a Justin, ¿no? —fruncí el ceño incómoda.
—¡Claro que no! —exclamé. Lo amaba, jamás lo traicionaría— Sabes que lo amaba, no iba a traicionarlo.
—Lo amas —repitió su idea—. Y aún no entiendo por qué mentirle así.
—¡No estoy mintiéndole a nadie! —pfff, ¡claro! Ni yo misma me creía esa enorme mentira.
—Está bien. Sigue viviendo en tu propia mentira. Pero recuerda, ___________(tu nombre), que no solo estás lastimándote tú. Lastimas a Justin, a Adelaide, a Zayn y mayormente a ti. Porque apuesto que cada vez que debes mentir te duele y mucho más debe dolerte cuando oyes a la pequeña decirle “papá” a Zayn, quien no es su verdadero padre —las lágrimas aparecieron rápidamente cristalizando mis ojos, ¡mierda! Dolía.
—¡Tú no sabes una mierda! —exclamé desesperada— No sabes la mierda en la que vivo, así que no intentes juzgarme, Louis. No lo hagas porque seré capaz de cualquier cosa.
—No sé por qué me mientes, si los dos sabemos que es verdad lo que he dicho.
—Sí, es verdad —le admití comenzando a llorar—. Es verdad que soy una cobarde, que vivo en una puta mentira, que la niña es de Justin y no de Zayn y que me duele todo lo que sucede desde el día que supe que estaba embarazada y debí mentirle a todos para salvar mi trasero y el de la niña.
—Deberías terminar con esta farsa, ___________(tu nombre). Deberías hacer lo correcto, porque si Bieber se entera por otra persona, no sé de lo que será capaz y sabes que cuando está furioso nada lo detiene. Ni siquiera el amor que siente por ti —Louis tenía razón.
—¿Y qué hago? —le cuestioné confundida, abrumada— Ir y decirle: “Te mentí, la niña es tuya. Es tu hija” —suspiré y sonreí amargamente— ¡Claro que no! Me mataría y me quitaría la niña. Lo que no quiero es perder a Adelaide.
—Deberás hablar con él, creo que es la mejor opción. Tarde o temprano lo sabrá, y créeme que cuanto más tiempo pase, más daño te hará —era cierto.








Un presentimiento raro y malo me invadió esa mañana del martes cuando abrí los ojos. Zayn se había ido temprano y Adelaide aún dormía. Luego de ducharme me cambié por algo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=96553396&.locale=es. Me maquillé y bajé hacia la cocina. Cuando la niña despertara bajaría, como todas las mañanas alrededor de las 10. A penas eran las 8. Mientras preparaba el desayuno el timbre sonó. Supuse que era Miley, así que me dirigí a abrir.



—¿Qué haces aquí? —cuestioné sin emoción alguna. No quería verlo.
—Necesito que hablemos —me informó con autoridad—. Ahora mismo —añadió.
—Si Zayn te ve aquí…
—¡Me importa una mierda! —exclamó— Si veo a ese tipo lo mataré —me informó. Estaba demasiado nervioso. Le abrí paso y entró. Cerré la puerta y nos sentamos en los sillones.
—¿Qué sucede? —pregunté mirándolo fijo y frívola. Sentía el peligro volver a mis venas.
—¡Sucede que estoy harto de esta mierda! —exclamó.
—La niña duerme —le informé—. Procura no gritar, ¿vale? —mi tono no fue demasiado amistoso.
—Quiero que me digas la verdad, ___________(tu nombre) —suspiró y me miró fijo con sus ojos miel—. Quiero que me cuentes por qué mierda te fuiste.
—Es un tema pasado, ¿vale? —pasé saliva—. No quiero más pasado, solo estoy viviendo bien, ¿ya? Es todo.
—¡Una mierda! —dijo tomándome con fuerza del brazo— No es todo. En realidad, no es nada. Quiero saber qué pasó.
—¿Sabes qué pasó? —le expliqué harta— No quería tenerte cuidándome el trasero, ¡eso fue! Me cansé de que me trataras como un bebé.
—¿Y fue por eso que te fuiste embarazada del Clan? —Louis claramente había hablado con él.
—Yo no me fui embarazada del Clan. Quedé embarazada cuando me vine a vivir con Zayn —le mentí intentando parecer convincente en mis palabras.
—Estoy seguro de que Adelaide es mi hija y no de Zayn —mi corazón paró de latir en ese instante.
—¿De dónde sacaste eso? —dije casi sin expresión— ¿Cómo dices semejante idiotez, Justin?
—La niña es mi vivo retrato —era cierto—, ¿cómo esperas que crea que es de Zayn?
—Pues, no sé por qué dices eso, la niña no es parecida a ti —definitivamente, no podía mentir al respecto.
—Exijo una prueba de ADN —escupió él soltándome el brazo.
—¡Pues sí! —grité desesperada poniéndome de pie— La niña es tuya, ¿feliz? Adelaide es tu hija, porque cuando me vine a la ciudad ya tenía tres meses de gestación. Tuve que mentirte y sabes para qué, para que la niña se criara tranquila en paz y fuera una niña normal, no que estuviera rodeada de criminales —Justin quedó helado y se paró frente a mí.
—Olvidas que la única criminal has sido tú —mi mano se elevó y bofeteé su cara con fuerza. Él se quedó viéndome con odio, ira. Con desprecio—. Me has mentido, ¿y sabes qué es lo peor? Que hay un lazo que me une a la mujer más deplorable que conocí en mi vida. Eres una perra, una puta barata, te has aprovechado del imbécil de Zayn y me has mentido descaradamente a mí y a todos los demás —mi corazón se caía a pedazos—, ¿sabes una cosa? —me miró y sonrió con asco, como le sonríes a quien odias— Eres el mismo retrato de Jenn.
—¡Vete! —le grité— ¡Vete si no quieres que te mate aquí mismo! Vete —él ni siquiera se movió.
—No hasta que me des a la niña —añadió con autoridad.
—¡Claro que no te la daré! —me negué rotundamente— Adelaide no es ni será nunca tu hija, solo tiene tu maldita sangre y nada más. Vete —sus ojos se oscurecieron de odio y me tomó por los hombros haciéndome retroceder hasta pegarme con la pared.

—Estas me las pagaras, ___________(tu nombre) —me advirtió—, ¿sabes por qué? Porque el amor, el inmenso amor que sentía por ti, acaba de morir en tu maldita hoguera, donde pronto arderás tú. 

martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo 19°: "Todo ha estado bien". (2da. Temporada).




Esquivé a Justin con un audaz y rápido movimiento escapándome de donde estábamos. Salí de la fiesta sin ser vista por alguien conocido. Me quité los tacones y comencé a correr desesperada, vaya a saber Dios a dónde iba mi cuerpo a media noche corriendo por los barrios de New York.

Atiné a quedarme sola en una esquina sentada al borde de la acera, nadie pasaba por allí. Estaba sola. Las palabras de Justin retumbaban en mi cabeza “¡Jamás sabrás lo que es el amor, porque no has tenido la puta valentía de jugártela por alguien que sí amas!”. Él tenía razón. Yo era un monstruo, y no cualquier clase de monstruo… era de los peores. Un monstruo cobarde. 






—Vamos, ___________(tu nombre) —insistió Caitlin frunciendo el ceño—. Dime qué sucedió. Jamás te he visto tan mal como hoy, ¿qué sucedió el sábado?
—Justin, eso sucedió —escupí a las justas. Aún dolía. Dos días después el remordimiento me carcomía la cabeza—. Lo vi y me terminó de matar, Miley.
—Aún no entiendo qué diablos has pensado cuando te viniste a vivir con Zayn, ¿qué es lo que querías hacer, amiga? —suspiró algo frustrada— Pensé que no querías a Justin, pero no es así.
—Las cosas no funcionaban con Bieber, Cait —le expliqué. Ella arqueó una ceja—. No podía quedarme con él.
—¿Sí? —yo asentí y pasé saliva sonoramente.
—Él no se acostumbraba a mí —ella suspiró con profundidad.
—Se te hace tarde —me recordó—. Tienes que ir a ensayar, ¿no? —yo asentí mirando mi reloj.
—Te veré luego, Cait.
—Suerte, amiga.



Luego de ensayar como todos los días que iba al estudio del ballet, tomé mi bolso y me dirigí a vestuarios para cambiarme por algo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=96171308&.locale=es. Desaté mi cabello y salí de allí, pero al doblar a la derecha para irme hacia el estacionamiento donde tenía mi carro, mi cuerpo colisionó con dureza contra alguien de casi mi estatura. Trastrabillé hacia atrás desesperada por no caer, porque mi tobillo se vería en serios problemas, pero fue en vano, caí doblándomelo y sí que dolió. Sin prestar atención a quién había chocado froté con fuerza mi pie, intentando quitarme el zapato.



—¿___________(tu nombre)? —preguntó una voz masculina. Carraspeé esperando que no fuera cierto y elevé mi vista.
—¡Dios mío! —exclamé sorprendida.
—¡Qué sorpresa! —añadió él exclamando.




Narra Justin:




—Tienes correo —me informó Chaz pasando por el pasillo de las habitaciones—. Creo que va a interesarte —arqueé una ceja desde la cama y solté mi teléfono.
—¿De dónde? —pregunté curiosamente.
—Mmj… —murmuró Chaz leyendo el sobre—. Ontario, Canadá.
—¿Bromeas? —exclamé y salté de la cama en menos de un segundo tomando entre mis manos la carta— Gracias, viejo.
—De nada, hermano —Chaz se alejó viendo como yo me sentaba en la cama. Sentí el ruido de cuando cerró la puerta y me dispuse a leer rápidamente.



Querido Justin:                                                                          (03 de Junio).

                Solo escribía para saber algo de ti. Sé que hace muchísimo tiempo no he tenido contacto contigo y ya no soy una pequeña adolescente. Han pasado, prácticamente, 5 años desde la última vez que te vi y no puedo vivir más con esta situación. Creo que debería volver a verte, ¿no?
                La próxima semana estaré en New York. Me encantaría, al menos, tomar un café contigo. Que me cuentes qué ha sido de ti y que puedas escuchar que estoy cumpliendo con cada promesa que te hice cuando aún eras mi mejor amigo, hermano mayor. No quiero robarte demasiado tiempo, espero que me contactes. Sigo teniendo el mismo número telefónico, por si decides encontrarme.

                                                                             Con amor, Jazmyne Bieber.



¡Maldición con los del maldito correo! La carta había llegado ocho días después, quizás Jazzy ya se había ido de New York, o tal vez al no tener respuesta jamás llegó a venir. Quería verla, era lo que más deseaba desde hacía cuatro años, volver a tener contacto con alguien de mi familia. Jamás busqué que eso pasara, por miedo a lo que me dijeran o cómo reaccionaran, pero saber que Jazzy quería verme era totalmente reconfortante.


Tomé mi teléfono y le marqué a su número.


#Vía telefónica#
—¿Aló? —oí su voz.
—Hola, Jazzy —ella no habló—. Soy Justin.
—¡Justin! —exclamó casi desesperada— creí que no llamarías.
—Acabo de recibir tu carta, pequeña —mi corazón saldría de mi pecho de tanto latir. Estaba feliz, después de tanto tiempo—. Claro que me encantaría verte.
—¡Genial! —pude imaginármela sonriendo— ¿Estás en la ciudad?
—No, pero puedo hacerlo —le respondí—. En quince minutos estoy en la ciudad, depende de dónde nos veamos te digo exactamente el tiempo que me llevará llegar.
—Está bien, mmmh… —murmuró pensativa—, ¿qué dices del Starbuks cerca del teatro central? —me ofreció— ¿Te queda demasiado lejos?
—Estaré allí en media hora, ¿vale? —le propuse.
—Ya, te esperaré con ansias.
—Te veo al rato, pequeña.
#Fin vía telefónica#.



Exactamente 35 minutos después aparqué frente al Starbuks donde quedé con Jazzy. Bajé acomodándome la chaqueta y entré temeroso de no conocerla. Alguien chistó llamando mi atención, volteé y en una de las mesas una muchacha me sonreía simpáticamente, ¡era Jazzy! Estaba demasiado grande, pues habían pasado 4 años y ella sí que había crecido.



—¡Jazzy! —exclamé llegando a ella, quien solo me abrazó con desesperación.
—¡Justin! —musitó ella y me miró directo a los ojos con lágrimas en los suyos—. Extrañaba tanto verte —me sonrió amargamente.
—Sentémonos —le pedí—. Hay mucho de qué hablar —ella en silencio tomó asiento y yo lo hice frente a ella, estaba tan grande y linda—. Estás tan distinta, pequeña.
—Pues, tú sigues igual de guapo, hermano —me sonrió ampliamente, me alegraba demasiado verla.
—Pfff, mentiras tuyas —bromeé, ella soltó una pequeña risilla y yo le sonreí alegremente.
—¿Cómo has estado, Justin? —fue su simple pregunta, complicada de responder.
—Todo ha estado bien —no soné convencido, por el contrario.
—¿Estás seguro? —frunció el ceño deduciendo que le diría que sí.
—Sí —afirmé con una falsa seguridad.
—Pues, quizás no te vi en mucho tiempo, pero a mí no me engañas —carraspeó mirándome con sus ojos mieles clavados en mí.
—Para serte sincero, Jazzy, todo ha sido una gran farsa, una mentira, una mierda, en simple resumen —el silencio se quedó unos leves segundos entre nosotros.
—Cuéntame —me aconsejó—. Porque yo no sé nada.
—Perdí mi vida por una maldita perra.
—Si me lo dices así, Justin, no sé qué pensar —me recordó ella—. Ya no soy una niña. Cuéntame, no voy a juzgarte.
—Bueno… —pasé saliva y me decidí a responderle lo que quería saber—, cuando ___________(tu nombre) mató a Jenn, tuve que acompañarla demasiado. Entró en rehabilitación, sufría de una crisis nerviosa prolongada, créeme que sufría como si estuviera pasándome en vida propia. Dos meses y medio después salió de allí, fue procesada y su condena fueron solo dos años y medio. Los peores dos años de mi vida —suspiré—. Después de que Pattie me echara de la casa sufriendo un ataque de nervios, recurrí a la peor opción —sonreí amargamente y desvié mi mirada de Jazzy, perdiéndola por la ventana hacia la calle—. Me metí en el Clan de Chaz, Chaz Somers —le informé su nombre—. Esos dos años y medio solo fueron matar gente, negociar, cobrar cuentas. Ser oscuro, podría decirse. Cuando ___________(tu nombre) salió de la cárcel, se unió al Clan sin pensarlo dos veces. Odiaba la idea de que ella estuviera en peligro, ¡no podía ser así! El enfrentamiento de ___________(tu nombre) con Rebbeca, otra líder de una pandilla cercana, nos puso en peligro a todos en el Clan. Eso logró que ella se mudara nuevamente a la ciudad y, pues… ella —pasé saliva—, se quedó embarazada de Zayn Malik —me costaba asimilarlo aún después de dos años.
—¿Qué? —cuestionó incrédula mi hermana menor— ¿Quieres decir que fue madre?
—Hace dos, casi tres, años —le respondí—. Hace unos pocos días la vi —recordé anhelándola. No podía olvidarla.
—No supe nada de ella, jamás —se encogió de hombros Jazzy—. Pero… ¿tú? ¿No has rehecho tu vida, hermano?
—¿Crees que puedo? —suspiré y negué con la cabeza respondiéndome yo sola— Intenté, pero ella y su recuerdo me atormentan.
—Si tú no la sueltas no la olvidarás —parecía fácil, ¿no? Pues, no era así.
—No sé por qué no puedo, Jazzy —le confesé—. Juro que intenté odiarla, intenté jamás pensar en ella. He buscado miles de maneras de olvidarme de su rostro, de su voz, de su sonrisa, ¿y sabes qué consigo? Amarla más y más. Hay algo que me une a ella de una manera sobrenatural, y aún no descubro qué demonios es.
—¿Y su hijo o hija? —preguntó Jazzy, yo arqueé una ceja.
—Es una niña —murmuré.
—¿La has conocido?
—Sí. Se llama Adelaide, es una niña adorable y dulce. Muy hermosa —muy bonita.
—¿Y cuánto tiempo tiene, Just? —Jazzy lo preguntaba inocentemente, pero un presentimiento crecía en mi interior. Mi instinto me estaba diciendo algo.
—Dos años —calculé a grandes rasgos. Jazzy me miró detenidamente, prestándome atención—, ¿qué estás pensando, pequeña?
—No, no es nada —me sonrió intentando tranquilizarme. Pero era tarde.
—Dímelo, Jazmyne —le pedí con autoridad.
—¿Estás seguro de que la niña no sea tuya, hermano? —preguntó algo temerosa. Un nudo se formó en mi garganta.

—En realidad, no.