sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 34°: "Amo tu inocencia".





Poco a poco comenzaba a sentirme mejor, realmente John tuvo una gran idea al decirme que pidiera el fin de semana. Me costó conseguir el permiso, pero no fue imposible y no me arrepiento de ello.





—¡Justin! —exclamé sobresaltada sentándome en mi cama— ¿Qué haces aquí?
—Sally me ayudó a entrar —me sonrió mientras cerraba la puerta detrás de él.
—Es tarde, deberías estar durmiendo —soné casi como su madre, pero era cierto.
—¿Y dejarte sola? —negó con la cabeza divertido mientras se quitaba la chaqueta—, ni loco.
—¿Qué haces? —pregunté al ver que también comenzaba a quitarse las zapatillas.
—Vine a dormir contigo, cariño —sonreí ante su respuesta negando con la cabeza.
—Eres increíble —murmuré, él soltó una pequeña risa mientras deslizaba hacia abajo el jean por sus piernas.
—Venga, hazme espacio —me sugirió, me moví hacia un lado viendo como se metía en mi cama bajo las mantas. Rápidamente me rodeó por la cintura, jalándome hacia él para que cayera recostada apoyando mi cabeza en su pecho.
—Si mis padres…
—Sh —me interrumpió subiendo las mantas por mi cuerpo para taparme hasta los hombros—. Estamos bien, ¿vale? —me sonrió y aunque estaba oscuro, su sonrisa era majestuosa.
—Gracias —murmuré al cabo de algunos segundos, él besó mi cabeza.
—No tienes nada que agradecer, lo sabes —su voz era un susurro dulce, angelical—. Mañana será un hermoso día, el mejor de todos.
—Scooter debe odiarme —por quitarle a Justin todo el tiempo, aunque yo no quisiera eso.
—Mmh, no importa si eso pasa —claro que a mi sí me importaba—. Él no puede mandar en mi corazón.
—Él va a matarme…
—Deja de pensar en él —me sugirió—. No me importa.
—Vale, vale —suspiré algo divertida—. Te extrañaba a mi lado —le confesé, él sonrió divertido.
—¿Me dejarás llevarte a Paris después de terminar el tratamiento? —lo miré sorprendida, ¿hablaba enserio?
—Justin, no es tan fácil —le recordé—. Por empezar, estás posponiendo mucho tu trabajo y no quiero interponerme, lo sabes. Además, mis padres no saben de nuestra relación. Deberíamos aclarar eso —él estaba relajado a mi lado guardando silencio—. Justin, ¿me oyes? —pregunté ante su silencio.
—Estaba pensando —susurró y carraspeó aclarando su garganta luego—, podríamos ir todos juntos, eso sería una buena forma de que ellos me conozcan, además, nos salvaría de muchos problemas, ¿no?
—¿Mis papás a Paris con nosotros? —pregunté asimilando la idea— Cariño, aún falta mucho para ello, debería hablarlo más adelante con ellos. En primer lugar, debo hacerme el tratamiento.
—Lo tomaremos con calma —me informó mientras su pulgar acariciaba mi mejilla.
—Estás frío —él sonrió levemente y besó mi frente.
—Pero te tengo a mi lado, pronto estaré cálido, como en mi hogar. Mejor dicho, en mi hogar, a tu lado —sonreí como una sonsa y planté un beso en su mandíbula.
—Quedaré calva —irrumpí el tema anterior—. Seré fea para ti.
—¿Hablas enserio? —en la oscuridad me topé con sus ojos miel mirándome acusadoramente— Es cierto, tu cabello es bonito y eres preciosa con él, pero ¿sabes algo? No estoy enamorado de tu cabello. Estoy enamorado del café de tus ojos, del brillo de tus labios, de la suavidad de tu piel, del calor de tus besos, de tus brazos rodeando mi cuello, de tu voz acariciándome suavemente, de la luz que emana tu perfecta sonrisa, de tu aliento a menta, de tu perfume a vainilla y chocolate, pero lo que más amo de ti, es tu corazón, tu personalidad, tu inteligencia. No me importa si estás calva o no, ¿sabes algo? Que vayas a estarlo significa que eres una gran luchadora, eso me llena de orgullo, nena —mi garganta estaba seca, un nudo se puso en ella.
—Gracias, enserio, no sé cómo agradecerlo, gracias —repetí en un susurro.
—No hay nada que agradecer, preciosa.



…Al día siguiente…



Desperté girándome para buscar la presencia de Justin, él no estaba en la cama. Me dirigí a la ducha, luego de darme un corto baño me cambié así http://www.polyvore.com/vbvcb/set?id=113256888 . Me até el cabello en una coleta desordenada y cuando estaba dirigiéndome a salir de la habitación la puerta se abrió. Justin venía con la bandeja del desayuno en manos.



—Buenos días, princesa —me saludó cerrando con su pie la puerta detrás de él.
—Pensé que te habías ido —murmuré.
—No te preocupes —me pidió—, tus padres creen que vine temprano a hacerte el desayuno —me guiñó un ojo divertido—. Todo bajo control.
—¿Has cocinado tú? —en la bandeja había tortitas de canela, jugo de naranjas, una manzana y galletas de trigo.
—Las tortitas, sí. Lo demás no puedo cocinarlo —se encogió de hombros mientras dejaba la bandeja en el escritorio.
—Ven, desayuna conmigo —lo invité sentándome en la cama.
—Ya he desayunado con los demás abajo —me explicó—. Despertaste algo tarde —me sonrió divertido mientras yo bebía un sorbo de jugo.
—¿Qué hora es?
—Las 09:30 a.m. —me respondió mirando su reloj—. Si quieres después de desayunar vamos a casa, por empezar, debes conocerla porque es nueva. Mamá quiere invitarte a almorzar y, además, Caitlin, Christian y Dexter están en casa.
—Bueno, eso será grandioso —le sonreí después de tragar el bocado de tortita que tenía en la boca—. Cocinas genial.
—Gracias, cariño —me sonrió y besó la frente de mi cabeza dulcemente.
—¿Pattie sabe que iré? —él asintió.
—Ella te ha invitado —me aseguró.
—Oh, vale, entiendo —le sonreí.
—¡Qué hermosa eres! —agaché la cabeza algo apenada, él me sonrió.
—Anda, al menos déjame comer sin hacerme sonrojar —le pedí divertida.



Mientras terminaba de desayunar Justin se quedó contándome qué iba a hacer de almorzar Pattie, pues porque ella cocinaría. Bajamos hacia la sala, saludé a mis padres y salimos de casa. Justin comenzó a conducir fuera del barrio del hípico, hacia el centro.



—¿Puedo encender la radio? —él asintió.
—Claro, nena —me estiré hasta el estero del automóvil y encendí el aparato. Él sonrió cuando me sobre salté, la música comenzó con mucho volumen. Intenté bajarla, en un intento nulo. Él estiró su mano y sin mirar, siquiera, lo hizo con facilidad.
—Quedarás sordo —protesté.
—Creo que Jazzy estuvo aquí —me informó divertido. Comenzó a sonar una voz, jamás la desconocería. Era Justin.
—Eres tú —él me miró confundido una milésima de segundo y volvió la vista a la calle con una mueca de satisfacción en el rostro—. Por supuesto que eres tú.
—Sí, soy yo —murmuró. (La canción era Confident).
—Así que confiada, ¿eh? Labial en tus sábanas, que no fue la primera vez. Eres todo un semental, Bieber —él soltó una risa divertida, más bien una carcajada.
—No la escribí para ti —me aseguró—. Déjame decirte, no eres nada confiada en la cama, bebé.
—¡Justin! —protesté, él solo sonrió.
—Tienes tus momentos, pero me dejas el trabajo.
—¡Justin Bieber! —estaba apenándome demasiado.
—Lo sé, lo sé —se comenzó a defender—. Eres nueva en el tema, pero alguna vez dejarás labial en mis sábanas, créeme, cariño. No sabes cuán divertido puede ser —mi cara estaba roja.
—Justin, ya basta —le pedí, él apoyó su mano tranquilizadoramente en mi rodilla.
—Solo bromeo, nena —me informó—. Es una simple canción, a veces no escribo sobre mi vida. No te escribiría algo así, lo sabes —preferí creerle.
—Vale, vale —murmuré, él apretujó mi rodilla suavemente.
—Tranquila, nena —me repitió—. No dejaré que la prensa o mi carrera se meta en esto, te lo he dicho. No dejaré que nos arruinen —oír eso de alguna manera me dio paz, pero no era eso lo que me traía consternada.
—Estoy bien —le aseguré y sonreí tenuemente hacia él—. Solo…
—Sí, lo sé, es por lo de mañana —me interrumpió—. Estaré ahí cuando salgas, ¿sabes?
—Tú tienes cosas que hacer —fruncí el ceño—. Y quiero, te exijo, que las hagas.
—Pues, iré quieras o no —me informó—. Quiero hacerlo y puedo darme el lujo de posponer mis cosas para hacerlo, ¿vale?
—No te darás por vencido —pensé en voz alta.
—Claro que no, ¿quién crees que soy? —habló victoriosamente— Iré y estaré allí, quieras o no.
—John me prometió ir conmigo a la quimio —le confesé a Justin.
—John era el que te coqueteaba —murmuró entre dientes—. Lo estaré vigilando de cerca.
—No seas celoso, Bieber —él sonrió.
—Descuida, sé que eres mía, nena —sonreí inconscientemente al oír eso.



Llegamos a casa de Justin después de un rato, entramos por un portón con seguridad hasta una enorme casa blanca de tejas azules oscuras. Él aparcó el auto y bajamos.



—Algún día déjame abrir la puerta de tu lado, ¿vale? —protestó, sonreí divertida, él se acercó a mi rodeándome por la cintura.
—No hace falta, aún puedo —él frunció el ceño.



Entramos a la enorme sala de su casa, Cait, Pattie y Christian estaban sentados en los sillones marrón chocolate que estaban allí frente a la chimenea, sobre la cuál había un gran plasma.



—¡___________(tu nombre)! —gritó Caitlin, casi dos segundos después me apretujó en sus brazos con fuerza.
—Oh, hola Justin, ¿qué tal? —bromeó Bieber reclamando atención.
—¡Justin! —exclamó ella con la misma énfasis abrazándolo.
—Hola —saludé en general.
—Hola, cariño —me saludó Pattie.
—Hola, ___________(tu nombre) —me sonrió Chris.
—Pasa, linda, siéntate —me indicó mi suegra. Así lo hice, me senté en el sillón grande a un lado de Christian.
—¿Dexter? —le pregunté a Cait, ella volvió a su asiento y Justin se sentó a mi otro lado.
—Entrenamiento —se encogió de hombros—. Además, Bieber lo intimida.
—¿Enserio? —cuestionó Justin divertido.
—Es un maricón —musitó Chris.
—Y tú un celoso —le aseguró mi novio divertido.
—¡Justin! —volteé a ver de quién provenía la voz, la pequeña hermanita de Justin corrió hacia él y se subió a su regazo mientras él la abrazaba sonriéndole.
—Hola, Jazzy —la saludó él. La niña me miró sonriéndome.
—Hola, ___________(tu nombre) —me saludó con algo de pena.
—Hola, preciosa —la saludé sonriéndole.
—¿No le dirás lo que habías dicho? —preguntó Pattie. Supuse que se lo dijo a Jazzy.
—Mmmh —ella me sonrió apenada.
—Va, dile —insistió Justin divertido—. Ella no se enojará.
—Bueno —ella agachó su vista, sin hacer contacto visual conmigo—, yo quería que me enseñes a peinarme como tu te peinas —sonreí enternecida.
—¡Claro que lo haré! —le aseguré— Te verás preciosa, te lo aseguro —ella me sonrió mirándome nuevamente.
—Ella es buena, te lo dije —Jazzy le sonrió a su hermano tras decirle eso.
—¡Claro que es buena! —se entrometió Pattie.
—Oigan, mejor no hablar de mi —les ofrecí divertida. Me daba pena.
—¿Por qué no van al cine por la tarde? —nos ofreció Pattie— La cartelera está buenísima. Es día de películas de terror.
—Nos estás echando —bromeó Chris.
—Iremos —afirmó Caitlin alegremente.
—Todo por ir al centro comercial —comenzó en voz baja la protesta Christian—, allí se pondrá a comprar cosa tras cosa.
—¡Qué malo eres, Christian! —protestó Caitlin.
—Las compras no tienen nada de malo —le aclaró Patricia a Chris.
—¡Son adictas! —protestó Bieber está vez.
—Está claro que no iremos al cine —murmuré por lo bajo entre risas.
—Yo quería ir —protestaron al unísono Jazzy y Cait.



Luego de almorzar Pattie llevó a Caitlin y Jazzy al cine, Christian se fue al departamento de Cait, solo quedamos Justin y yo en su casa.



—Hoy sobre las 10:00 p.m. debo ir al hospital —le comenté, él me jaló del brazo haciendo que cayera sobre su regazo en el sillón de la sala.
—¿Ya te internas? —yo asentí suavemente— Rezaré por ti, además de que mañana a primera hora estaré allí.
—Justin, no quiero que…
—¿Cuántas veces hemos hablado de esto? —preguntó interrumpiéndome— No vas a lograr que desista, ¿vale? Pero si quieres perder el tiempo intentándolo, adelante. Tengo todo el tiempo del mundo.
—No me gusta que dejen su vida para estar conmigo. Tú, mis padres, Sally —suspiré.
—Oye, ¿cómo está ella? —lo miré confundida— Sally.
—Bueno… ya sabes —me encogí de hombros relajándome al sentir sus brazos rodear mi cintura—, ella habló con mis papás. Mamá odia la idea, papá va a ayudarla al igual que yo, pero Chaz está consternado, en cambio.
—Pude imaginarlo —murmuró Justin pensativo—. No lo he visto, realmente, creo que lo ha tomado mal.
—Él dice que es culpa de Sally, y tal vez en cierta medida, tenga toda la razón. Sin embargo, no es la postura que debe tomar. Él sabe que eso podía pasar algún día —los ojos de Justin me miraban fijamente—. Puede que sean unos imbéciles, realmente, ella lo fue.
—Puede pasarle a cualquiera, nena —murmuró con toda la tranquilidad del mundo—. Incluyéndonos. Por ello mismo, por mucha pena que te de, debes comunicarte conmigo.
—Tú sabes que yo no me cui…
—Sí, lo sé —me interrumpió sonriéndome levemente—. Aunque quizás después del tratamiento sería lo más seguro que te cuides, ¿no crees?
—Deberé ver qué consecuencias me dará la quimio —le recordé—. Pero, puede que sí —odiaba no poder hacer las cosas ahora, tener un futuro incierto.
—No estés así —él notaba todos mis cambios de ánimos—. La vida a veces es dura solo para fortalecerte y ayudarte a enfrentar el futuro.
—No quiero hablar de esto —le aseguré pasando una de mis manos por su dorado cabello.
—Vale, vale —me sonrió mirándome dulcemente—. Jamás me cansaría de ver lo hermosa que eres.
—No seas baboso —le pedí apenada entre risas—. Guárdatelo para ti, yo sé que no lo soy.
—¡Demonios! —protestó negando con la cabeza— ¿Por qué nunca las mujeres creen cuando les dicen que son preciosas? Dime, ¿es algún tipo de regla universal para hacer enfurecer a un hombre? —yo solté una carcajada ante la idea.
—A ver, si yo te digo que eres hermoso, ¿tú que me dices? —me puse en su plan.
—Claramente, que lo soy. Muchas gracias —bromeó haciéndome reír.
—No se vale —saqué la lengua.
—Mmmh —me miró pervertidamente—, ¿qué insinúa, señorita ___________(tu apellido)?
—Nada, señor Bieber.
—Estaba provocándome —me miró divertido. Yo reí.
—Eso crees tú, Bieber —él se acercó peligrosamente a mi cuello.
—Y no sabes cuánto me gusta que me digas Bieber —citó mi manera de nombrarlo.
—Ya basta, Justin —le pedí—, tu mamá podría regresar enseguida.
—¿Enserio crees eso? —cuestionó entre risas— ¡Nena, fueron con Caitlin al centro comercial! Tardarán horas, años.
—¿Así que quieres tener sexo, Bieber? —lo miré fijamente encontrándome con su rostro frente a mí, él soltó una risa divertida.
—No.
—¿Entonces? —pregunté confundida, él seguía riendo.
—Entonces —él rozó mi nariz con la suya—, quiero besarte, quiero sentir tu aroma, quiero tener tu calor a mi lado en mi cama, quiero —carraspeó y clavó sus ojos en los míos—, quiero hacerte el amor —sentí como el calor subía hacia mi cara.
—Bésame —le pedí, él acomodó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y sonrió levemente antes de capturar mis labios en un casto beso.
—Ven —él esperó que yo me pusiera de pie para pararse. Tomó mi mano y comencé a caminar un paso detrás de él.
—¿Hacia dónde vamos? —le pregunté estúpidamente, claramente sabía a dónde íbamos.

—Amo tu inocencia. 

Hola! :)



Chicas, sé que hace unos cuantos días no subo capítulo, no es que no quiera hacerlo, simplemente no estoy bien emocionalmente y me cuesta muchísimo escribirles. Pero no se preocupen, haré todo para subir cuanto antes pueda y hasta quizás suba dos capítulos, no les prometo nada, me esforzaré. Se lo merecen (:


Gracias por el apoyo, las amo.



-Póly.

domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 33°: "No me gustaría saber que eres una de ellos".




La puerta de la habitación fue golpeada por alguien desde afuera con un toque pacífico y algo abatido, quizás. Justin salió de la cama algo confundido y se dedicó a abrir.



—¡Viejo! —exclamó haciéndose a un lado—, pasa.
—Hola —saludó él mirándome detenidamente con angustia.
—Ryan —murmuré sorprendida—, hola.
—Me enteré de lo que pasó y quise venir —me explicó adentrándose. Justin se quedó parado en la puerta viéndonos.
—No te esperaba por aquí —y siendo honesta, creí que él no vendría.
—¿Cómo estás? —pude imaginarme que él mismo pensó que era una pregunta estúpida y sí, lo era.
—Bueno —me encogí de hombros viendo como él se sentaba en el sillón, Justin lo hizo pero a los pies de mi cama—, aún no ha empezado lo peor. Supongo que no puedo decir que estoy bien.
—Me preocupó mucho cuando me enteré —confesó—. Jamás creí que esto sucedería —sonrió amargamente.
—Sí, lo sé —murmuré—. Nadie lo esperaba, pero está pasando.
—Estarás bien —me aseguró. Negué con la cabeza y me encogí de hombros.
—Quién sabe —aclaré mi garganta—. Todo mundo dice eso, pero nadie controla lo que pasará.
—Debes ser fuerte —sonaba tan fácil.
—¿Qué haces aquí? —soné grosera, frívola, pero por primera vez después de mucho tiempo me sentía identificada con el concepto de un libro “Soy una granada”. Ryan me miró sorprendido.
—Nena —murmuró Justin desconcertado.
—¡No quiero que me tengan lástima! —saliendo de la cama hacia el lado contrario de Ryan me puse de pie— No quiero que me digan que estaré bien cuando la puta verdad es que el cáncer jamás te permite estar bien. Quizás viva unos años más, pero regresará. El jamás me dejará. Moriré, es eso. Moriré —estaban pasmados mirándome—. Voy a morirme —solté mientras las lágrimas caían igual que yo hacia el suelo sobre mis propias rodillas—. Tal como sucede en las películas. Será un final horrible y no quiero que nadie sienta mi perdida.
—___________(tu nombre) —mencionó entrecortada la voz de mi ex novio. Metí mi cabeza entre mis manos intentando escapar de todas las voces.
—No quiero —grité nuevamente—, ¡no quiero! —entre mis gritos oí la puerta abrirse.
—¿Qué pasó? —era la voz de Alba, pude reconocerla— ¡Chicos, salgan! —les pidió.
—Nena —los brazos de Justin, los cuales nunca podría desconocer me abrazaron suavemente sobre mis hombros.
—No, no hagas esto —le supliqué sin moverme de mi posición—. Déjame morir sola.
—No vas a morir —habló Alba acercándose, lo noté por el tono de su voz.
—No quiero estar aquí —susurré elevando mi vista entre sollozos.



La imagen era devastadora. Justin estaba a mi lado con las lágrimas mojando sus mejillas, desesperado. Ryan estaba en la puerta inmóvil, como si estuviera viendo un fantasma. Jamás lo había visto en ese estado de shock. Alba parecía paciente y dulce, pero lo que más me llamó la atención fueron los ojos azules de Tucker mirándome desde atrás de Butler en la puerta.



—Sabemos lo que estás pasando —comenzó Ryan—, pero no hagas esto.
—Tiene razón, nena —lo apoyó Justin apretándome contra él. Bruscamente me puse de pie separándome de él.
—¡No, no tienen idea! —volví a gritar— No tienen idea de lo que es saber que tienes una enfermedad que puede llevarte a la muerte. Jamás entenderían lo que es no tener opción, ¿vale? Jamás lo harían a menos que tuvieran esta puta mierda —todos miraban en silencio mientras yo me caía en mi propio mundo.
—Déjenme con ella —la voz frívola de Tucker rompió el espeso silencio—. Sé cómo manejarlo.
—Pero… —intentó remeter Justin.
—Eres su novio, lo sé. Solo sé cómo hacerlo mejor que todos ustedes —aseguró adentrándose en la habitación.



Casi por arte de una barita mágica, unos segundos después Justin salió último cerrando la puerta de la habitación. Me senté en mi cama mirando mis piernas extendidas hacia delante. Tucker se adentró un poco más hasta estar al lado de mi cama.



—Tú sí tienes salida —elevé mis ojos para mirar su rostro viéndome lejano, como siempre—. Y no, no vayas a decirme que no sé lo que pasará. Todas las palabras que has dicho antes, las debería decir yo —sequé mis lágrimas con mis puños—. Tengo leucemia, moriré. No hay otra opción para mí, para ti, afortunadamente, sí las hay.
—Siento que estoy atada a esta gran mierda —él no se inmutó.
—Perdí todo lo que tenía —perdió sus azules ojos en la nada misma—. Mi novia, mis amigos. Todos se fueron, ¿sabes por qué? —negué lentamente con la cabeza, esperando oír más— Porque les dije que quería morir solo. Jamás besé a alguien después de que Nelly se fuera, más bien, de que yo la echara. Jamás le conté un secreto a nadie nuevamente después de echar a mis amigos esta vez. Y sabes algo —sonrió irónicamente—, encontré esa maldita sala y encontré a esos malditos amigos que están allí siempre de ahora en más —las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas—. Estar solo es feo —sus ojos me tomaron atención otra vez—, es muy feo. Mucho más de lo que crees. Están preocupados por ti, ellos no se adaptan a la idea y tú tampoco, pero no intentes hacer esto peor. Solo los desesperas.
—Tengo cáncer, Tucker. Igual que tú, igual que todos y bien sabes que…
—Sí, podemos morir —me interrumpió—. Mejor dicho, puedo morir.
—Todos —lo corregí.
—Todos lo haremos —fruncí mi ceño—. Todos moriremos algún día, ¿sabes lo que es malo? Decir que morirás, saber que morirás, pero aún mucho peor es vivir con la idea de que morirás —mi corazón se encogía con sus palabras—. Y eso es algo que tú puedes evitar, porque sabes que no morirás, no lo creas, no lo aceptes, lucha por vivir. Déjame todo lo demás para mí, yo no puedo creer que no lo haré, ¿sabes por qué? —sonrió amargamente— Porque yo sí lo haré. Yo sí moriré cuando menos todos lo esperen. Es la ley de la vida, pero tú vida aún no terminará. Créeme, vi pasar mucha gente por aquí. Su mayoría murió por creerlo, no por merecerlo. Su destino, no lo ameritaba —él comenzó a dirigirse hacia la puerta—. No me gustaría saber que tú seas también una de ellos.



Él salió de la habitación mientras mi corazón acongojado se balanceaba en un ritmo lento y tortuoso dentro de mi pecho. Dolía.



…Una semana después…



Metí mis pies en mis pantuflas y caminé hasta la silla de ruedas. Apenas eran las 06:00 a.m., me dolía la cabeza, mi cuerpo estaba débil, aún estaba recuperándome de la cirugía. Me puse un cárdigan sobre la bata para esconder los horribles moretones de los interminables sueros. Admiré los bucles caer por mis hombros hacia delante, probablemente, era la última semana que pasaba con ellos.

Rodé las ruedas hasta la puerta, abrí y salí hacia el pasillo empujándome mi propio peso con mis manos. Al encontrarme frente a la puerta de la sala entré.



—No esperaba verte tan pronto —John estaba recostado en el sillón, deduje que salía de su quimio. Se veía cansado y con mal estar.
—No deberías hablar —murmuré pasando por su lado—. Te ves débil.
—Te acostumbras —me aseguró y tosió pesadamente.
—¿Los demás?
—No lo sé —respondió—. Comenzarán a venir pronto. Es raro que tu novio no esté aquí todavía —volteé a verlo confundida.
—Justin viene siempre después del almuerzo —dije con seguridad. Él sonrió divertido y volvió a toser.
—¿A caso no lo sabes? —yo negué confundida— Él viene todas las mañanas muy temprano. Pregunta por ti, por como avanzas, lo veo todos los días —sonreí inconscientemente—. Eres afortunada.
—No sabía que él…
—¡No le digas que te lo dije! —me pidió rápidamente— Tal vez quiera mantenerlo en secreto.
—Está bien —murmuré sin dejar de sonreír levemente.
—¿Ya sabes cuándo comienzas con esta mierda? —asentí volviendo a la realidad.
—El lunes —era jueves—. El lunes comienzo.
—¿Quieres que te aconseje algo? —me propuso John sentándose a duras penas en el sillón.
—¿Qué cosa, John?
—Pide el fin de semana fuera —me sugirió—. Dile a Justin y a tu familia que quieres hacerlo, pásalo fuera. Créeme, cuando comiences con las quimio terapias no tendrás energía para hacerlo.
—No sé si me dejarán hacerlo —no sabía de algún permiso para aquello.
—Antes de las quimios, sí. Durante ellas, no. Deberás esperar a acabar —se encogió de hombros.
—Gracias, John —le sonreí ampliamente.



Salí de la sala a toda la velocidad que pude y antes de llegar a mi habitación vi la figura de Justin acercarse a la puerta, seguramente él me veía dormida seguido. Sonreí divertida.



—Buh —exclamé poniéndome detrás de él. Se sobresaltó y me miró agitado, sorprendiéndose.
—¿Qué haces despierta a esta hora? —se animó a preguntar. Me encogí de hombros.
—¿Así vas a saludarme, Justincito? —él sonrió divertido.
—No era realmente lo que esperaba —murmuró, se agachó hacia mí y me besó dulcemente.
—Entremos —le indiqué. Él abrió la puerta y me cedió pasó, después de que entráramos la cerró detrás de mí.
—¿Qué tal estás? —cuestionó.
—Em, bien —le sonreí divertida.
—¿Qué tramas? —se animó a preguntarme divertido.
—Bueno… —carraspeé sonriéndole—, me dijeron que puedo pedir el fin de semana para salir de aquí. Puedo pasar el sábado con mi familia y el domingo contigo, después comenzaré las quimios y no saldré hasta finalizado el tratamiento.
—¿Y te dejarán hacerlo? —la idea lo entusiasmaba.
—No lo sé —respondí—, ojalá que así sea. Lo deseo mucho, realmente.
—Sería grandioso —él se sentó en mi cama, yo frente a él.
—¿Qué es eso? —pregunté viendo el sobre salir levemente de su chaqueta, él miró en la dirección que yo lo hacía y sonrió como si recordara algo.
—¡Oh, sí! —exclamó divertido— Es un regalo de una Belieber hacia ti.
—¿Qué? —pregunté extrañada mientras él me pasaba el sobre.
—Sí, me la dio ayer a la salida del estudio —se encogió de hombros—. Creo que es una carta, no la he leído. Es tuya —estaba sorprendida.
—No me insultará, ¿no? —él rió divertido.
—No creo —se encogió de hombros—. Parecía ser dulce e incapaz de insultar a alguien.
—Léemela —le pedí pasándosela de regreso, él la tomó extrañado—. Solo quiero que la leas por mí, ¿vale? En voz alta —él abrió lentamente el sobre.
—Venga, dice así —aclaró su garganta clavando sus ojos miel en el trozo de papel escrito de ambos lados.


Querida ___________(tu nombre):

No me conoces, yo sí te he visto en fotos. Sé que eres novia de mi ídolo, creo que está demás decir quién es. Puede que creas que quiera insultarte y decirte barbaridades, en realidad, es lo último que deseo. Tengo 16 años y poseo novio, por ende, sé lo que es estar enamorada y no te juzgo, apuesto que Justin es un gran muchacho.
Las noticias corren, no de la mejor manera, pero lo hacen y mucho más cuando son no muy buenas. La prensa apesta, aunque no me persigan, estoy segura del hecho ¿Y quieres saber algo? Sé lo que estás pasando.
Mi madre murió de cáncer de estómago y como si eso fuera poco, yo padezco de cáncer de colon. Sé por lo que estás pasando. Solo… no te dejes vencer. No es fácil, es una lucha tediosa y más de una vez caerás, pero estoy segura de que tienes algo por lo que luchar y alguien que te ayude a ponerte de pie. Por favor, no escuches lo que la gente tiene para decirte, mejor dicho: no escuches lo malo que vayan a decirte. Nada puede ser lo suficientemente malo como para derribarte.
Me agradas, veo que Justin está bien contigo, me gusta saber que él está así ahora. Lo vi mal, pero apareciste en su vida y lo veo mejor que antes. Me gustaría al menos hablar contigo algún día por teléfono o skype. Quién dice, tal vez hasta ir juntas por un café. Mi nombre es Daphne. Dejaré mi e-mail y mi número telefónico más abajo, por si alguna vez quieres hablar y no sabes con quién, estaré encantada de hacerlo.

Solo sé fuerte, no te dejes vencer por nada. Reza, reza mucho y ten fe. Cuida mucho a Justin y deja que él te cuide a ti. No lo sueltes, él tampoco lo hará. Te deseo mucha suerte y fuerzas, que te mejores cuanto antes.


Daphne.



—Bueno, creo que ella no te insultó en lo absoluto —sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras metía el papel nuevamente en el sobre.
—Es raro que una de ellas no me insulte —sonreí lentamente, él elevó mi vista para verme.
—No todas te odian —me informó—. Pero eso no interesa, ¿sabes? Realmente, eso no me importa.
—Si ellas escucharían eso me matarían y luego a ti —le recordé.
—Sí, tal vez —sonrió divertido—. Ven, nena —me pidió—, estás lejos.




…Sábado por la mañana…



—Debo confesar que extrañaba el olor a casa —aseguré adentrándome hacia la sala—. Subiré a cambiarme —me volteé a sonreírle a mamá—. Bajo en un momento.
—Vale, ten cuidado —murmuró ella, quien se había tomado el día libre para estar conmigo.



Subí las escaleras y me adentré en mi habitación. Mis cosas, mi cama, mi armario, mi ropa, mis zapatos, ¡extrañaba mi casa! Tomé algunas prendas y me quité la bata azul para vestirme así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=112283284&.locale=es. Bajé hacia la cocina, mamá estaba allí preparando té de frutos rojos.



—¿Sally? —me animé a preguntar sentándome en una de las sillas.
—Salió —su voz fue cortante, seca.
—¿No está en casa? —era raro, ella siempre dormía los sábados por la mañana.
—Salió con tu padre —añadió datos. Era raro que ella hablara tan tajante del tema. Me pasó una pequeña taza con té humeante.
—¿Sally ha hablado con ustedes? —mamá elevó su vista para verme algo sorprendida, bebió un sorbo de té y aclaró su garganta.
—No estoy de acuerdo con nada que digas defendiéndola —fruncí el ceño mientras revolvía mi té esperando que se enfriara un poco.
—Mamá no…
—No puedo con todos los problemas, ¿vale? —se defendió interrumpiéndome— Tu enfermedad está primero, Sally estará bien.
—Ella necesita apoyo, ¿sabes? Es tu hija.
—Tu padre está acompañándola —me dolía verla hablar así.
—No seas dura con ella —le imploré—, ella no merece que lo hagas. Se equivocó, sí, es cierto, ¿pero sabes algo? La vida viene escrita —me encogí de hombros mirando el líquido rojo en la taza frente a mí—. No puedes hacer nada por cambiarla y por más inquietante que sea, es así.
—No te pongas de su lado —me soltó mirándome fijo.
—No lo hago —le aseguré sencillamente—. Solo es que no puedes hacerle esta mierda, madre —negué con la cabeza—. Solo la marcarás, ella no puede evitar el hecho de que va a ser madre. Es joven, sí. Por ello mismo te necesita.
—Solo quiero que te pongas bien —habló ella mirándome fijo.
—Estaré bien —preferí decirle—. Solo no abandones a Sally.
—No la abandonaré —admitió—, solo estoy muy enojada.
—Mamá —carraspeé después de tragar un sorbo mi té—, ¿qué opinas de Justin? —ella me miró fijo.
—Sé que están en algo, simplemente, no sé qué decirte —me informó—. No sé mucho sobre él, realmente, me preocupa que te lleve por un mal camino. No lo conozco, pero nadie dice nada bueno de él —podía imaginarme que ella pensaba eso.
—Él no es lo que la prensa muestra, mamá. Te lo aseguro —claro que no lo era—. Y puedo poner las manos al fuego por él, jamás creí que me apoyaría tanto. Él está tan al pendiente de mí —mamá me miraba prestándome máxima atención—. No sé si vas a aceptarlo mamá, pero realmente, lo quiero.
—¡Hola, chicas! —saludó papá entrando alegremente a la cocina.
—Hola papá —murmuré sonriéndole. Él besó mi cabello y se sentó a mi lado.
—Hola, hermanita —me saludó Sally algo desanimada sentándose a un lado de mamá.
—¿Cómo estás, pequeña? —le pregunté alegremente.
—Bien, me alegra que estés aquí —me sonrió.




Poco a poco comenzaba a sentirme mejor, realmente John tuvo una gran idea al decirme que pidiera el fin de semana. Me costó conseguir el permiso, pero no fue imposible y no me arrepiento de ello.

sábado, 1 de febrero de 2014

Capítulo 32°: "Ya no estaré sola en este lugar".




Vestía la típica bata azul del hospital. Sus ojos eran azules y profundos, perdidos en la frialdad, en el olvido, en el rencor contra nada en especial. Su boca presionada en una firme línea, sus labios rosados a penas, signo de la debilidad de su cuerpo. Él estaba calvo, rápidamente deduje que él era víctima de cáncer y que estaba pasando por algo que yo pasaría en poco tiempo. Sus brazos estaban llenos de moretones y tenía una intravenosa que goteaba a una velocidad desesperante pasándole suero. Me pregunté fugazmente cuál era su enfermedad. Sus ojos se clavaron en mí como cuchillos tirados a la velocidad de la luz, directo a matar.



—Hola —murmuré y sonreí levemente, casi inconscientemente me encontraba mirándolo con lástima.
—Hola —su voz se oyó frívola, distante y sus ojos no se inmutaron.
—Soy ___________(tu nombre), soy nueva aquí —él asintió sin cambiar su semblante.
—Sí, lo sé —él no cambiaba su plan—. Soy Tucker. 
—Dime, Tucker —carraspeé aclarando mi voz—, ¿conoces el lugar?
—Después de un año de estar aquí, supongo que sí —sus ojos azules me escaneaban indiscriminadamente.
—¿Sabes dónde puedo conseguir jugo? —él me miró arqueando una ceja.
—¿No has almorzado? —yo asentí— Pues, no conseguirás jugo. Solo agua —se encogió de hombros—. Supongo que deberás acostumbrarte —me sonrió vacío—, ¿sabes cuánto tiempo pasarás aquí?
—No, bueno, todos dicen que serán un par de meses y ya —él asintió pensativo.
—¿Quieres ir a la sala de juegos? —me ofreció— No podremos saltar, porque no es guardería, pero hay más gente allí. No creo que desees estar sola.
—Vale —acepté cediéndole el paso para dejarme guiar—, ¿hace mucho estás…?
—Seis meses —habló rápidamente—. La leucemia me está consumiendo, no tengo la suficiente fuerza para mantenerme en pie. No te preocupes —su voz seguía fría—, te acostumbrarás a ver gente en mi estado aquí.
—¿Hay muchos pacientes? —intenté cambiar de tema.
—Sí, pero aquí en esta sección somos pocos —respondió—, ¿cuándo llegaste? —él iba concentrado en el camino hacia el fondo, yo lo seguía a su lado manteniendo el paso.
—Ayer —murmuré.
—Vas rápido —me informó—, ¿tienes fecha?
—¿Fecha? —cuestioné confundida.
—La cirugía, las quimios, algo —dio opciones.
—Mañana será mi cirugía —recordé el hecho.
—Debes estar aterrada —asentí y ante mi silencio él me miró—. Estarás bien.
—Todos dicen eso —me encogí de hombros intentando parecer despreocupada—. Pero supongo que sabes lo difícil que es.
—Sí —soltó secamente.
—¿Cuántos años tienes? —saqué tema para no caer en el silencio.
—Veintidós —parecía de menos—. Estás sobre los 18, ¿no?
—Sí, 18 —afirmé cuando él frenó frente a una puerta. Se estiró para abrirla abriéndome paso a la sala.
—Pasa —me invitó.



Había sillones y las paredes estaban pintadas de color crema, olía a perfume de lavanda, había unos diez chicos y chicas allí, algunos jugaban damas, otros ajedrez, algunos solo charlaban entre ellos. Parecían conocerse.



—Chicos —habló Tucker teniendo la atención—, ella es ___________(tu nombre), la nueva.
—Hola —escuché algunas voces decir.
—Hola —respondí sonriendo levemente mientras acomodaba mi cabello detrás de mi oreja. Irónico, ¿no? En su mayoría estaban calvos o con pañuelos cubriendo su cuero cabelludo reluciente. Pronto estaría así mismo.
—Pasa —me invitó una de las chicas—. Siéntate, ponte cómoda —me sonrió levemente.
—Aún tienes cabello —comentó una muchacha de lindos ojos verdes sonriéndome melancólicamente.
—¡Kelsey! —protestó la muchacha que me invitó a sentarme mirándola con una mirada regañadora. Kelsey se encogió de hombros inocente mientras me sentaba tímidamente en el sillón. Tucker se quedó en su silla a mi lado.
—Ella es Kelsey —apuntó a la chica que había metido la pata—. La de al lado —la que la regañó—, es Joanne. Son un poco nuevas, llevan como mucho, dos meses aquí.
—Yo seré como ellas pronto —intenté todo por no sonar como una imbécil lamentándose, pero fue imposible.
—¿Qué tipo de cáncer tienes? —preguntó un sonriente muchacho caminando hacia el sillón de enfrente al mío.
—Hepático —murmuré—. Dicen que no está avanzado, que con la cirugía y algo de quimio estaré bien.
—También tuve cáncer hepático —me aseguró él sonriéndome cálidamente, nada parecido a Tucker—. Es un gusto —extendió su mano y yo la tomé batiéndola levemente con una tenue sonrisa en mi rostro—, soy John.
—El Don Juan —añadió Kelsey riéndose en voz baja. John la miró fulminándola.
—Y tú la chismosa —remetió él contra ella. Reí en voz baja.
—¡Ey! Al menos la haberos hecho reír —exclamó Tucker un poco más confianzudo que antes, miré su rostro y una fugaz sonrisa atravesó sus labios.
—No es tan trágico —arqueé una ceja ante el repentino cambio de tema de John—. El tratamiento no es tan fuerte, solo unas sesiones de quimio después de la cirugía y un mes o dos y te irás a casa —aseguró con total seguridad.
—¿Estás hace mucho? —pregunté curiosamente.
—Cinco meses —arqueé una ceja ante su respuesta.
—¿Y por qué sigues aquí? —él carraspeó.
—Mi cáncer estaba avanzado, el tratamiento que te harán no funcionó conmigo. Sigo con quimio terapia —se encogió de hombros—. Estoy resignándome a ser trasplantado —mi corazón se paró. Pobre muchacho.
—Ya no lloriquees, Greck —le sugirió ligeramente Tucker—. Estarás bien, necesitas algunas sesiones más. Vas mejorando —le recordó positivamente.
—Las quimios son una mierda —protestó Kelsey uniéndose con nosotros en su silla.
—No la aterres —le sugirió John—. No son tan malas —se encogió de hombros—. Depende la cantidad y cómo tu sistema la tome.
—¿___________(tu nombre)? —miré hacia la puerta encontrándome con Alba, ella me sonrió y detrás de ella pude divisar la figura de Justin, me puse de pie automáticamente— Te buscan —añadió haciéndose a un lado.
—Regreso en un momento, chicos —les avisé amablemente.
—Tómate tu tiempo, cariño —bromeó Kelsey, yo sonreí divertida.
—¡Os habéis roto el corazón del pequeño, John, chicos! —exclamó Joanne hacia mí y Justin. Rodé los ojos mientras salía hacia el pasillo. Justin me miraba sonriendo mientras Alba cerraba la puerta después de entrar a la sala donde estaba antes.



Le sonreí algo tímida mientras él envolvía mi cuerpo en sus brazos. Vi como esbozaba una gran sonrisa.



—¿Qué ha pasado allí dentro que estás tan radiante? —me preguntó curiosamente.
—Conocí a un grupo de chicos grandiosos —le expliqué brevemente—. Al parecer no estaré sola aquí.
—Eso es genial —me aseguró Justin—. Pero deberé conocerlos primero, no quiero que nadie coquetee conmigo mientras no estoy —lo miré divertida, él se encogió de hombros—. Precaución.
—Vamos, vayamos a la habitación —lo invité. Comenzamos a caminar por el pasillo.
—Estuve hablando con Scooter —sacó tema mientras se aferraba a mi cintura—. Me tomaré un año sabático, nada de giras, ni estudios. Mamá fue a la inmobiliaria hoy para comprar una casa aquí en Toronto. Así que no deberemos separarnos —me sonrió ampliamente. No podía asimilar las palabras.
—¿Estás loco? —le pregunté confundida— No puedes solo dejarlo. Te ha costado mucho y yo…
—No te atrevas a decir que no vale la pena —me sugirió con voz firme—. Necesitaba esto. Así que intenta pensar que no solo lo hago por ti, sino también por mí mismo, ¿vale?
—Enserio, estás loco —esta vez lo afirmé. Él sonrió divertido y besó mi cabello.
—Por ti —añadió en un susurro.



Entramos a la habitación, Justin se tiró desenfadado en el sillón mientras yo lo hacía en la cama y encendía la televisión.



—Ven aquí —le sugerí haciendo espacio en mi cama. Él me miró analizando mi petición—. Ven, no muerdo.
—Vale, vale —se puso de pie y se recostó a mi lado mientras rodeaba mis hombros con uno de sus brazos y yo ponía mi cabeza sobre su pecho.
—¡Mira! —exclamé subiendo el volumen— Hablan de ti —sonreí mirándolo hacia arriba.
—Cámbialo, por favor —vi su expresión palidecer.
—Pero… —miré hacia el televisor y todo lo demás dejó de importarme.



Narra la escritora.



El ambiente del almuerzo familiar, después de tanto tiempo, en la casa de los ___________(tu apellido) era demasiado espeso y Sally estaba segura de que sería peor después de que ella hablara, pero ya no podía callar más.



—Tengo que… tengo que confesar algo —soltó tartamudeando nerviosa Sally. Sus padres le brindaron su atención.
—Dinos —le pidió su padre mirándola atentamente. Sally pasó saliva intentando que sus lágrimas no cayeran.
—Sé que no es una situación buena como para que yo siga poniéndole problemas, pero realmente no lo busqué —un sollozo desgarrador salió sin pedirlo de su boca mientras las lágrimas corrían desesperadas por sus mejillas.
—¡Sally! ¿Qué te pasa? —le preguntó su madre soltando el tenedor para mirarla alarmada.
—Papá, mamá —los miró respectivamente al decir sus seudónimos—, lo siento.
—Ya habla —le exigió tu padre—. Me preocupas.
—Estoy… —sacudió su cabeza cerrando los ojos—. Estoy embarazada —escupió y abrió los ojos para ver la cara de sorpresa de sus padres.
—¿Qué acabas de decir? —soltó su madre intentando sosegar sus ganas de darle una bofetada.
—Mataré a Somers —añadió ___________(tu papá) mentalmente a su lista de actividades violentas jamás cometidas.
—¡No puede ser cierto, Sally! —gritó su madre poniéndose de pie con furia mientras las lágrimas invadían sus ojos— ¡Eres una maldita irresponsable! Crié una dama, con principios, que discernía lo bueno de lo malo, ¿crees que tener un hijo tan joven es bueno? —exhaló frustrada.
—Yo no pedí esto…
—¡Pero tú lo sabías! Sabías las consecuencias de acostarte con Chaz —sacó en cara su madre.
—Cálmate —le pidió su esposo jalándola suavemente para que volviera a sentarse.
—¡No, no lo haré! —gritó furiosa ___________(tu mamá)— Nada en esta familia sale bien últimamente. Primero la enfermedad de __________(tu nombre), ahora la insolencia de esta muchachita nos acarreará una criatura a la casa, ¿cómo coño esperas que me calme? —sus ánimos estaban al borde desde el diagnóstico de su hija mayor, no era para menos.
—¿Has hablado con Chaz? —el hombre de la casa, en cambio, optó por la paciencia. Sabía que era un tema inevitable, no había otra opción que aceptarlo. Era mejor conservar la calma.
—Él… él está enojado, pero no puede negarse a la realidad —Sally se encogió de hombros secándose las lágrimas.
—¿Y lo tomas así? —preguntó su madre indignada sin preocuparse por las lágrimas cayendo de su rostro— No puedo creerlo —negó con la cabeza incrédula tomando asiento otra vez—. No sé qué demonios he hecho mal contigo, Sally, ¿quieres matarme? ¿Es eso?
—No exageres —le pidió su hija tomando coraje—. También tuviste a ___________(tu nombre) de joven.
—¡Tu padre al menos tenía trabajo! —protestó— ¿Qué harán tú y Chaz? ¿Trabajar? ¿Dejar los estudios?
—Buscaré un empleo —murmuró Sally y se encogió de hombros—. No lo sé, pero criaré al bebé, ¿vale?
—Yo voy a ayudarte —aunque la idea no lo emocionaba en lo absoluto, pero su padre no la dejaría sola.
—No sé qué clase de mierda crié —volvió a ponerse de pie desesperada—, ¿pero sabes algo? La pobre ___________(tu nombre) está internada, con miedo a qué pueda pasarle y no lo merece, ella es la hija perfecta. No como tú, tú andas acostándote por ahí con un noviecillo que apenas conoces y no mides las consecuencias —las lágrimas de Sally volvieron a caer. Las palabras de su furiosa y agobiada madre, le dolían.
—Lo lamento —escupió su hija indignada—. Lamento que te avergüences así de mí. Tampoco creo que mi hermana merezca la mierda que le pasa.
—Erica —llamó ___________(tu papá) a su esposa—, cálmate. No la lastimes así. Estás alterada, no…
—¿Cómo demonios quieres que esté? —gritó superada por la situación— Mi hija mayor tiene cáncer y mi hija menor es una desgracia.
—¡Ya basta! —alzó la voz él— Basta. Las cosas están así, deja de tirarle mierda, ¿vale? —la mujer se sentó sollozando mientras secaba sus lágrimas con sus manos. Sally la miraba ausente, carente de algún buen sentimiento, solo sentía dolor y vacío. Abandono.
—No quiero que me ayuden —sentenció—. Me las arreglaré sola.
—Me parece bien —escupió su madre.




Narra ___________(tu nombre):




—¿De qué hablan? —pedí sintiendo el nudo formarse en mi garganta.
—No lo escuches —me suplicó Justin, me negué a hacerle caso. Subí el volumen para oír claramente.


El ídolo canadiense ha admitido que tiene un romance con la simpática chica de su misma nacionalidad, la jugador de polo y equitación oriunda de Toronto es muy afortunada, ella conquistó el corazón del galán Justin Bieber.
Aún así, con toda su suerte incluida, sabemos que las Beliebers no son un hueso fácil de roer. Ellas se encargaron de comenzar el bullying en Twitter, por más que la flamante novia de Bieber no tenga acceso a una cuenta en la red social. Los comentarios harían trizas a cualquier persona, solo esperamos que ella sea fuerte. No es fácil lidiar con la enfermedad que está padeciendo y las fans de Justin parecen no tomar consciencia de aquel hecho. Solo queremos que Justin ponga un freno a la situación, la cual no es nada linda y las Beliebers están saliéndose de control”.



Ante mis lágrimas Justin me arrebató el control y apagó el televisor. Suspiró mirándome, dirigí mi vista hacia él encontrándome con sus ojos miel culpables.



—Te dije que no lo miraras —habló algo enojado—. No debes mirar la televisión cuando sabes que escucharás algo que no deseas escuchar.
—¿Qué dicen de mí? —pregunté tenuemente secando mis lágrimas con mis puños.
—No me interesa qué digan de ti —él no iba a decírmelo.
—A ti no, pero a mí sí —él suspiró con pesadez.
—No interesa lo que ellas digan —su voz se calmó un poco mientras acariciaba mi mejilla—. Ellas son celosas, no te odian. Solo están enojadas conmigo.
—Soy débil —alegué entre lágrimas—, no soporto que la gente me odie. Ellas querrán hacerme daño.
—No lo harán —me aseguró Justin apretándome contra su cuerpo—. Ellas creen que las dejaré por ti, pero no haré eso. Deben confiar en mí y no voy a dejarte, por más que la prensa, las Beliebers y todo el mundo hablen, no me iré. Entiéndelo.
—No soportaría perderte en este momento —confesé escondiendo mi rostro en su pecho—. Realmente, no lo haría.



La puerta de la habitación fue golpeada por alguien desde afuera con un toque pacífico y algo abatido, quizás. Justin salió de la cama algo confundido y se dedicó a abrir.



—¡Viejo! —exclamó haciéndose a un lado—, pasa.
—Hola —saludó él mirándome detenidamente con angustia.

—Ryan —murmuré sorprendida—, hola.