viernes, 30 de mayo de 2014

Capítulo 39°: "Estaban hechos para encontrarse".




—Déjame hacerte el amor y luego tengo una sorpresa —fruncí el ceño.
—Es negocio fallido —él rió.
—No es negocio.
—Lo es.
—¿Me dejas?
—Justin —protesté divertida.
—¡Claro que me dejas! —se respondió él solo. Pero cuando se apoderó de mis labios, su teléfono comenzó a sonar. Al tercer pitido, lo tomó. Frunció el ceño y suspiró pesado, se bajó de mí luego—. Responderé y regreso, te quedas allí. No me extrañes.




¿Quién sería? 



Luego de unos minutos, Justin entró a la habitación con su semblante realmente cambiado, ¿qué le sucedía?



—Just —lo hablé, él se dirigió al armario.
—Dime —murmuró.
—¿Está todo bien? —me animé a preguntar tenuemente.
—Sí, no te preocupes —me respondió, pero eso no me convencía—. Cámbiate, iremos a un lugar.
—No.
—Vamos, no podemos llegar tarde —me senté en la cama mirándolo fijo, él volteó quedando de frente a mí, confundido ante mi quietud.
—¿Quién era? —él no respondió— ¿Quién llamó, qué quería?
—Selena —habló fríamente luego de unos segundos. Mi piel se erizó al escuchar su nombre. Recordaba su gesto la noche anterior y la aborrecía.
—¿Por qué estás así?
—Su madre llamó, está en rehabilitación nuevamente —quedé muda.
—Lo lamento —musité, aunque era poca la compasión que me despertaba.
—Y yo —sabía que él se sentía culpable, y ni siquiera sé por qué lo hacía—. Pero, vamos. Salgamos de aquí.
—Justin…
—No quiero hablar de ello —interrumpió para decirme. Palidecí y pasé saliva cerrando mi boca.
—¿A dónde iremos? —Justin pasó su mano nervioso por su cabello. Era raro ver su cambio de humor, él no era así.
—Cámbiate, ¿sí, nena? —insistió— Ya verás.



Suspiré y esperé a que saliera de la habitación, me puse de pie y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=123384420&.locale=es . Me até un pañuelo al cabello de la forma que mi antigua enfermera me había enseñado y salí hacia la cocina. Desganada, desconcertada. Justin estaba sentado con su celular, al verme lo dejó sobre la mesa de la cocina y me sonrió levemente.


—Si no quieres salir, entiendo.
—No, no arruinaré el viaje —me informó. Le preocupaba Selena.
—Hablo enserio —repetí, él negó con su cabeza.
—Te haré el desayuno —me aseguró poniéndose de pie.


Mi celular vibró en mi bolsillo y mientras me sentaba lo saqué y miré el mensaje de texto que acababa de recibir.


“___________(tu nombre): espero no ser inoportuno, pero creí que querías saberlo. Tucker ha fallecido hoy por la madrugada.
John.”


Mi rostro se cayó, sinceramente si estaba apagada, me había muerto en vida. El día estaba repleto de malas noticias, ¿era eso? No podía creerlo. Tucker, ¿muerto? No era justo. Antes de lo que pudiera creerlo estaba llorando, un sollozo escapó mis labios y Justin volteó a verme desesperado.



—¡Nena! —exclamó acercándose, dejando a la mitad lo que hacía antes—, no… no llores.
—Esto es una mierda —murmuré, Justin se puso a mi altura a mi costado—. Llévame a Canadá, no quiero estar aquí. No quiero estar en ningún lado.
—Nena, cálmate —me suplicó—, ¿qué pasa? ¿Es por Selena?
—Tucker… Tucker…
—¿Tucker? —insistió ante mis sollozos.
—Él ha muerto, el puto cáncer se lo ha llevado —chillé, Justin me apretó entre sus brazos mientras yo solo quería desaparecer—. Y he aquí por lo que odio todo lo que me pasa, ¿entiendes? Conoces a alguien grandioso que tiene cáncer y muere, ¿a caso nada va a salirme bien? —hablé ahogándome en mis propias lágrimas.
—Sé lo que se siente perder a alguien que quieres —él acariciaba mi espalda comprensivamente—, y sé que no es fácil, pero Tucker sabía esto. Todos lo sabían.
—Justin… yo podría morir de cáncer —su cuerpo se tensó abrazándome, la idea le daba pánico y a mi también.
—No, claro que no.
—Lo tengo, está en mi sistema, vagando por ahí —y nadie podía negarlo.
—No, estás curada.
—Puede volver —le recordé— y no quiero terminar como Tucker, muerta. No quiero lastimar a las personas, no quiero irme. No quiero dejar a Sally o a ti, mucho menos a mis padres. No puedo, no quiero.
—No digas nada de eso —me repitió Justin apretándome más entre sus brazos—. Tú no te irás, ¡Claro que no! Tú estás conmigo, con todos quienes te queremos y estás sana. Lo estás —suspiré pesadamente. Él besó mi cabello.
—Era un gran chico.
—No quieres salir, ¿verdad? —yo negué con mi cabeza— Sí, yo tampoco. Ve a la cama, nena. Haré el desayuno y voy contigo.
—No tengo hambre.
—Debes comer.
—Vale, pero te espero rápido, ¿sí? —me alejé de él secando mis lágrimas y me escabullí en la habitación.


Me quité los zapatos y me acosté. Arrollándome mientras abrazaba mis propias rodillas intenté recordar a Tucker con sus ojos azules firmes y divertidos, su sonrisa desapercibida y sus chistes negros. Su humor, su mal humor. Pero, sin embargo, no podía olvidar sus palabras cuando solo quería odiar a todo el mundo. Él me hizo entender que estaba viva, y entonces, entiendes… las personas que más saben, se van del juego sin la posibilidad de ganarlo finalmente. Nunca olvidaría la fuerza espiritual de ese chico, y no lo recordaría por tener cáncer, lo recodaría por darme la fuerza para luchar por vivir.


—Ey, no llores —oí a Justin decir mientras entraba—. Ven, hice café, tostadas y una manzana, para ti.
—Ven, te necesito —le pedí sentándome. Justin dejó la bandeja en la cama y se recostó a mi lado.
—¿Querías mucho a Avalanna? —él me miró pensativo.
—La consideraba como mi hermana, me recordaba a Jazzy —me aseguró—. Fue duro.
—Sabes, Tucker era de esas personas que te dan fuerzas cuando ya no las tienes —bebí un sorbo de café—. Él las perdía a menudo, pero siempre tenía las palabras justas para mí.
—Lo sé, parecía un gran muchacho.
—Just, ¿por qué te afectó lo de Selena? —le tomó por sorpresa mi pregunta y esperé paciente que me dijera algo.
—Porque todos dicen que fue mi culpa —habló luego de un breve silencio—. Duele, yo no le hice eso a ella.
—¿Y por qué lo dicen?
—Porque la gente es estúpida —suspiró—. No me conocen. Ni siquiera Selena parece hacerlo.
—Anoche ella… —no, no debía decirlo—. No, olvídalo.
—Dime.
—No interesa.
—Nena, sin secretos —me recordó. Suspiré y clavé mi mirada en el café.
—Ella se mofó de mi cáncer. Me dijo que estaba demasiado flaca, que le de mi dieta —el rostro de Justin se enfureció—. Cariño…
—Es una mierda —sus puños estaban cerrados de furia—. Ella lo es. No sé por qué, me porté bien con ella y ella busca lastimar a quienes me rodean. Selena está enferma de odio.
—Tranquilo —le pedí y pasé mi mano por su mejilla mirándolo fijo—. Estas cosas me pasarán seguido, después de todo estoy…
—Tú estás bien —gruñó frunciendo el ceño—. Y no le digo nada a ella porque está internada ahorita mismo, pero lo haría. Y lo haré cuando la vea.
—Estoy bien —le repetí—. Ya pasó, ¿no? ¿Sabes lo que quiero?
—Dímelo.
—Quiero hacer una lista de cosas por cumplir, contigo —él me miró raro y me sonrió a medias.
—¿Una lista? —yo asentí.
—Una lista.
—Bien, hagámosla —habló saltando de la cama para buscar un cuaderno y una lapicera en el escritorio. Regresó a la cama.



La lista tenía 20 puntos, 20 sueños por cumplir.


Acampar en algún bosque.
Emborracharnos, juntos.
Adoptar una mascota de los dos.
Tatuarnos lo mismo.
Hacer un viaje con amigos (Cait, Chaz, Sally, Ryan, Lil, Jaden).
Hacer el amor en el auto.
Cantar juntos en vivo.
Montar juntos en un lugar verde al aire libre.
Cenar con la realeza.
Comprar una casa juntos.
Vivir juntos.
Casarnos.
Tener una luna de miel de dos meses en Italia.
Crear una organización que ayude a las personas con sus tratamientos de cáncer.
Tener dos hijos.
Adoptar más niños.
Vivir en Ontario.
Tener una enorme familia.
Pasar los domingos en la enorme familia.
Ser felices, sin importar cuánto tiempo llevara cumplir todo, o algunos de nuestros sueños.



—Bueno, tenemos trabajo por hacer —aseguró Justin arrancando la hoja del cuaderno.
—Just —lo miré y le sonreí levemente—, ¿qué opinas de que escriba un libro?
—Es curioso —aseguró él sonriéndome divertido. Estábamos un poco más relajados, un poco más anestesiados, quizás.
—Venga, tengo tiempo de sobra —me encogí de hombros—, y por más que ni siquiera se publicase, me gustaría. Sería una grata experiencia.
—Nada te lo impide, nena —me recordó sonriéndome.



Los días en París, pasaban rápido. Salíamos a divertirnos, hacíamos recorridos que Justin conocía de ante mano y me enseñaba sus pequeños escapes de belleza en la ciudad. Todo era muy precioso, pero no podíamos quedarnos. La semana había pasado y mi permiso médico también. Debía regresar a Canadá, con mi familia. Con mis problemas. Sally, mis padres, mi enfermedad. Todo estaba en pausa, pero no por siempre puedes dejarlo así, ¿no? A pesar de ello, venía entusiasmada con el rollo de escribir un libro. Estaba segura de que sería un fiasco y que si quería dar a conocer mis letras, primeramente, debían pasar por unos cuantos editores. De cualquier manera, solo sería un escape, no un trabajo, ni un sueño cumplido. Escribir, no se me daba demasiado extraordinario.


Justin insistió en llevarme a casa, pero  no le permití aquello. Estaba segura de que mi casa era un lío, a pesar de mi llegada, las cosas deberían estar casi como en una guerra. No quería que Just viera aquello, claro que no. Tomé un taxy y cuando estacionó pagué y me dirigí a mi casa.


Olor a pino, a vainilla con un dulzón de chocolate suizo, hogar. La sala estaba tal como la recordaba, bueno… todo estaba así y es lógico, en una semana las cosas no cambian demasiado, ¿no?



—¿Hola? —hablé en voz alta, pero nadie apareció. Dejé las maletas cerca de la entrada, no podía hacer fuerza. Caminé hacia la cocina—, ¿no hay nadie? —volví a repetir. El silencio me recibió.
—¡___________(tu nombre)! —volteé apresurada al oír esa voz llegar desde el pasillo de la escalera, Sally apareció allí sonriendo con felicidad.
—¡Hola, mona! —hablé sonriéndole también. Su panza estaba preciosa, tal como la recordaba. Un poquito más grande, tal vez. O solo era mi emoción por verla después de extrañar tanto.
—¡No sabía que vendrías! ¿Justin? —me preguntó.
—Oh, le he dicho que vaya hacia casa —me encogí de hombros—, ¿los demás?
—Trabajando —habló y me sonrió apagada—, ya sabes…
—Ay, no empieces —le pedí—, ¡demasiado he extrañado, ya no más lío! ¿Quieres salir un rato?
—Estoy esperando a Chaz —me respondió sutilmente negándose—, pero salgamos a cenar hoy, ¿te va?
—Vale —acepté entre risas—, ¿qué tal Chaz?
—Oh, bueno… —algo me olía mal—, bien, no lo sé. Supongo.
—Mal, ¿no? —Sally guardó silencio—, ¿qué sucede?
—Está distanciado.
—Oh, venga, ¿pasó algo?
—Algo me dice que él no está de acuerdo ni feliz —suspiró y el timbre sonó al instante—. Te veo por la tarde, ¿va? Te quiero, tonta.
—Cuídate —le pedí—. Salúdame a Chaz.



Sally salió de la cocina, estaba oficialmente sola en la casa. Me serví agua en un vaso y luego busqué las pastillas en mi bolso. Me tomé las correspondientes y cuando estaba a punto de dirigirme a las escaleras, Ryan apareció en la puerta.


—¡Ey! Podías avisar, ¿no? —murmuré exaltada. Ryan me sonrió levemente.
—Vine con Chaz, no sabía que saldría con Sally, así que ella me dijo que me quedara que estabas sola —me explicó—. Hola.
—Hola —sonreí levemente—, pues, algo de compañía no me vendría mal.
—¿Llegaste recién? —yo asentí— Vale, te invito a almorzar.
—Vale —¿qué tendría de malo aceptar? Después de todo, había pasado ya tiempo y las cosas habían pasado también, ¿no? Al menos para mí, sí.
—Andando —me dirigió—, no queremos almorzar tarde.


Salimos de casa y nos montamos en su Hummer. Él comenzó a conducir, en la radio sonaba Artpop – Lady Gaga, iba ensimismada en la música, ni siquiera pregunté hacia dónde nos dirigíamos.


—¿Qué tal París? —preguntó Butler sacándome de mis pensamientos.
—Oh, ya sabes, francés —aseguré divertida, él sonrió.
—He hablado con Justin, me contó lo de Tucker, lo siento mucho —¿debíamos hablar de ello?
—Sí, fue una pérdida dolorosa —le aseguré—. Me hubiese gustado estar aquí para decir adiós, ya sabes… él me apoyó mucho.
—¿No volverás al hípico? —mi estómago dio un vuelco, moría por ir.
—No lo sé —respondí pensativa—. Me gustaría, claro que sí. Pero no sé si pueda. Ya sabes, estoy enferma.
—Te estás recuperando —me corrigió instantáneamente.
—Me trae mala vibra —esperaba que tomara bien el comentario—. Cuando me desvanecí y descubrieron mi cáncer yo estaba en el hípico, con el equipo de polo.
—Fue horrible —me confesó, lo miré mientras él miraba hacia la carretera—. No podía hacer nada, estaba lejos y las cosas eran difíciles. Realmente me desesperé. Las cosas no debieron terminar así con nosotros, pero…
—Pero ahora estamos bien como estamos, Ry —me animé a decir confianzuda—. No creo que haya sido demasiado malo o muy bueno, solo sucedió.
—Pero te lastimé —se quejó— y, no lo merecías. Claro que no.
—Te perdoné hace tiempo —le informé—. No guardo rencores.
—No quiero perderte, ___________(tu nombre) y me refiero a la buena relación, a la amistad. Sabes que te quiero mucho y confío en ti, no me gustaría que nos alejáramos —confesó.
—Tampoco a mí —sonreí cálidamente, por más que no me viera—. La vida es demasiado corta como para no perdonar y dejar ir las malas cosas.


El momento se hundió en un silencio y no uno incómodo, un silencio normal. Tomé mi teléfono y le escribí a Justin:


“Bonito, he salido a almorzar con Ryan, espero que estés bien. Escríbeme, te amo”.


Al llegar al restaurante que frecuentábamos con Ryan cuando éramos novios pedimos una mesa para dos. Comeríamos el menú del día, el cuál no tenía idea de qué era, pero me aseguraron que no contenía nada de lo que me haría mal. Pedimos agua mineral simplemente.


—¿Qué tal llevas la fama? —miré a Ryan divertida, él sonrió curioso.
—Es un fiasco —le confesé—, y no es que yo sea famosa, solo soy “la novia de Justin Bieber” y no sé si eso es mejor o peor —soltamos una risa al unísono—. Ellos simplemente hablan de cualquier cosa que a nosotros se refiera. Todo. Parece que hasta verme tomar un café se ha vuelto interesante. Es curioso, ¿no?
—Sí, cuando estás con Bieber eso suele pasar la mayoría del tiempo —me aseguró divertido.
—Todo el tiempo, diría yo.
—Lo quieres, y él a ti. Le haces bien, lo sé. Justin hacía mucho tiempo no estaba tan centrado. Enserio te quiere y lo haces caer a tierra —era raro oír eso viniendo de Ryan.
—Bueno, supongo que eso es bueno…
—Claro que lo es —me afirmó al instante con alegría—. Él te habrá hablado de los problemas que tuvo. Realmente estaba mal, pero tú lo has sacado de eso, se nota —sonreí mirando mi plato, orgullosa.
—Aún así, las Beliebers me odian —y eso no podía negarse. En su mayoría, me deploraban.
—Ellas son tan celosas —rió Ryan divertido mientras yo lo miraba curiosa—. Siempre lo han sido y Selena no soportó ese hecho.
—¿Por qué?
—No lo sé —se encogió de hombros—. Justin jamás habló abiertamente de ello, le dolió. Pero, sacando conclusiones, ella no lo quería lo suficiente como para quedarse a su lado.
—Él aún la quiere —por eso se preocupa por ella en rehabilitación.
—Sí, como una compañera, como una persona que formó parte de su vida, en su pasado —enfatizó—. Pero… él no regresaría con ella.
—Lo sé —estaba segura de él. Confiaba en Justin—. Confío en él.
—Lo supe desde que los presenté en el hípico, Justin se volvería loco por ti y tú te enamorarías de él —negó divertido con la cabeza, una sonrisa atravesaba su rostro—. Justin ama las mujeres como tú, divertidas, sencillas, hermosas pero inteligentes. Y tú, tú amas que te cuiden, que te mimen, que sean caballeros, todo lo que Justin es. Estaban hechos para encontrarse y si no era allí, hubiese sido en cualquier otro lado.
—¿Tú lo sabías?
—No, pero lo deduje. Ustedes actuaban como animales retraídos y privados de su libertad cuando estaban juntos en el mismo lugar. Era incómodo —añadió sonriéndome. Me daba algo de culpa.
—Lo hiciste apropósito —aseguré. Él me miró confundido—. Lo de engañarme en Los Ángeles, digo.
—No, claro que no —habló con rapidez—. No quería lastimarte.


Luego de almorzar Ryan me dejó en casa y quedamos de hacer algo pronto, antes de que él regresara a Los Ángeles. Mis padres aún no estaban en casa, así que subí a mi habitación y encendí mi laptop para comenzar con mi nuevo proyecto.


“Cuando te hablan de algo que no conoces, en realidad todo te parece distante y sobrevaluado, pero es distinta la postura cuando conoces el paradigma. Las oportunidades son el hoy, ahora, ya, entonces… las aprovechas o las pierdes y cuando entiendes que la vida es solo una transición, entiendes que es mejor aprovecharlas que perderlas. El tiempo vuela y los sueños cuestan trabajo, esfuerzo, pero al final… valen la pena.
Soy ___________(tu nombre), una muchacha de 19 años que intenta vivir plenamente la vida mientras lucha el día a día  con una enfermedad horrible como el cáncer. Sin embargo, no me puedo quejar. Tengo una familia, amigos y amor. Nada me falta, lo elemental está de mi lado, aún así… los problemas no se hacen desear, mucho menos desaparecen”.


Lo había logrado, después de varios intentos que consumían mi tiempo, había logrado al menos, diez escasos renglones con coherencia y un poco de sentimiento. Al oír la puerta de la entrada bajé a toda velocidad la escalera. Me reencontré con mis padres y pasamos la tarde juntos, a la noche cenamos los cuatro, con Sally. Sin peleas, sin discusiones, como la familia unida que fuimos, intentamos ser y seremos.

Después de cenar, agotada del largo día, me duché, me puse mi pijama, tomé la medicación y me acosté. Vi como la lucecilla del teléfono parpadeaba, así que lo tomé y leí el mensaje de Justin.


“Hola, cariño :) lamento no responderte antes, a penas he tenido tiempo para ver el mensaje. Estuve en el estudio. Me alegro de que hayan arreglado las cosas con Ryan, aún así ¡cuidadito! Soy celoso, mucho. Mañana iré a verte por la noche, te amo princesa”.

Sonriendo como una tonta, tecleé:


“Señor Bieber, ¿por qué es celoso? ¿A caso no confía en mí? Le recuerdo que soy solo suya. Espero verte mañana, besitos de buenas noches xxxx”.


No esperaba que respondiera, esperaba que estuviera durmiendo por estar cansado, a pesar de que a penas eran las 10:00 p.m.


“Confío ciegamente en usted, solo bromeaba, señorita que me tiene enamorado como un tonto. Te extraño en mi cama, es demasiado grande sin ti. Bueno, soy realista, todo me parece enormemente vacío sin ti, ¿cuándo vendrás a dormir conmigo, cariño?”


Mi carne se retorcía esperándolo, lo necesitaba aquí, sus brazos, su olor, su calor. No hacía si quiera un día que no lo tenía y ya lo extrañaba.


“Deberías estar durmiendo, ha sido un largo día. Algo me dice que tu invitación a dormir no es del todo honesta, ¿me equivoco? Jaja, solo duérmete. Xxxx”.

“Oye, yo no he dicho nada de eso, pervertida. Solo te hecho de menos, ¿no me invitas a dormir contigo? Yo iría (aunque mañana tenga trabajo que hacer)”.


De solo imaginármelo acostado escribiéndome, sonriéndole al teléfono, anhelaba estar con él. Era mi adicción.


“También te extraño, me gustaría tenerte en mi infinita cama sin ti. Ahora duérmete o me veré obligada a apagar el teléfono. Te amo, te veo mañana”.



“Buenas noches, princesa. Te amo”.

martes, 27 de mayo de 2014

Capítulo 38°: "Fue amor a primera vista".




—Venga, suficiente Bieber —murmuró saltando de la cama—. Te veré luego.
—¿A dónde vas? —cuestioné confundido sentándome.
—A ducharme —me sonrió ampliamente—, ¡Hay alguien que se debe poner linda para dentro de aproximadamente cuatro horas —solté una gran carcajada.
—¡Cuatro horas, nena! —exclamé— Puedes hacerlo luego.
—Si me quedo en la cama, no —entendí en qué sentido lo decía, pero antes de que pudiera añadir algo ella cerró la puerta del baño.


…4 horas después…



Agradecía su gesto de haberse alistado hacia cuatro horas, era hora de irnos y ella a penas soltó estar conforme. A mi parecer, estaba hermosa, como siempre. Vestía un hermoso y corto vestido de lentejuelas y sandalias a juego, estaba preciosa (http://www.polyvore.com/cgi/set?id=123258993&.locale=es). Traía algo parecido a un turbante en su cabeza y unos pequeños aretes dorados. Su rostro estaba cubierto de una diminuta, casi imperceptible, capa de maquillaje. Ella estaba reluciente, en realidad.



—El concierto no será muy concurrido —le aseguré, ella desvió la vista y me miró mientras el chofer nos conducía al teatro.
—Sí, estaré bien —me informó sonriéndome—. Solo…
—Confía en mí —le pedí nuevamente—. Te aseguro que nadie hará nada que no quieras, ¿vale? Te lo prometo.




Narra ___________(tu nombre):




Justin no se apartó de mí en la alfombra del teatro, los fotógrafos eran fieras enjauladas disparando flashes por doquier, realmente me mareaban. No me acostumbraba a ello en lo absoluto. Justin se fue hacia camarines tras insistir en que fuera con él y los demás, pero, honestamente, esperaba admirar el espectáculo desde el público. Me dirigió entonces a un palco vacío, donde me aseguró que estaría tranquila. Luego, se fue.



—¡___________(tu nombre)! —casi aterrada volteé a ver. Sus ojos vivaces me veían, con pena en ellos, su sonrisa estaba presente.
—Hola —murmuré y sonreí poniéndome de pie—, Selena.
—¡Qué gusto encontrarte! —exclamó alegremente—, ¿puedo?
—Sí, claro —al fin de cuentas, estaba sola.
—¿Justin, ha venido? —asentí.
—Sí, está con los chicos.
—Oh —me sonrió mirándome detenidamente. Me sentía intimidada y mis instintos me decían que ella comentaría algo estúpido—, estás delgadísima. Debes pasarme la receta —añadió. Preferí creer que era demasiado estúpida y no que se burlaba de mí.
—Bueno, agárrate un cáncer hepático. Dicen que funciona de maravillas —escupí y dirigí mi vista hacia el escenario una vez que las luces se opacaron.
—Lo…
—Olvídalo —la interrumpí antes de creer que ella enserio era demasiado malévola como las beliebers la pintaban.



Al parecer, le pareció correcto guardar silencio, pero en el fondo me dolía saber que alguien podía mofarse con tanta naturalidad de algo tan horrible como es un cáncer. No quería ser una víctima, solo estaba profundamente lastimada con el tema, y ella se regocijaba en ese maldito dolor incurable. Era una arpía.

Las canciones fluían y los chicos cantaban e interactuaban bien entre ellos y el público. Era algo realmente divertido. Aún así, no estaba en mis buenas atenciones divertirme, estaba flotando. Justin cantó, un par más de canciones y se apareció por el palco. Quedó helado.




—Selena —musitó sin hacer alboroto.
—Hola, Justy —los nervios me hervían.
—¿Qué haces aquí?
—Oh, vi tan sola a tu novia que le quise hacer compañía —miré a Justin pidiendo auxilio.
—Vámonos —supliqué al fin—, olvidé mis pastillas y no me siento demasiado bien —Justin no dudó el tomarme la mano cuando me puse de pie.
—¿Estás bien? —me preguntó Selena.
—No te preocupes —respondió Justin mientras salíamos—. Adiós, Selena. Diviértete.



En perfecto silencio entre nosotros, con la música de fondo, nos escabullimos hasta el estacionamiento donde ese misterioso chofer esperaba. Nos subimos al auto y no tardé demasiado en comenzar a sentir mi cabeza explotar de dolor, así que me recosté en el regazo de Bieber.



—¿Qué pasó allí? —habló él en voz pacífica y baja.
—Nada.
—Nena, hablamos de esto anoche —me recordó acusadoramente.
—Y no tiene sentido hacerlo de nuevo —repetí hundiendo mi cara en su abdomen. El dolor era terrible.
—¿Estás bien?
—Mhm —gruñí a duras penas—. Solo necesito mis calmantes.
—No me mientas.
—No lo hago —susurré—. No es nada. Estoy cansada.






Desperté sintiendo unas dulces manos acomodar mi cabello tras mi oreja, sonreí y abrí mis ojos para encontrarme con Justin recién levantado a mi lado. Se veía dulce con su cabello despeinado, pero sexy a la vez.




—Buenos días —murmuró—. No quise despertarte.
—¿Es temprano?
—Ni siquiera es media noche —sonrió—. Te has dormido unas horas, estabas agotada.
—¿Por qué no duermes?
—No sabía si estabas realmente bien —confesó. Sonreí y me estiré un poco para besar sus labios.
—Si no estaba realmente bien, te lo hubiese dicho —él me miraba atentamente.
—Sé que Selena…
—No importa —lo interrumpí—. No me importa ella, en lo absoluto.
—Vale, vale —aceptó frunciendo el ceño—. Nena, ¿te puedo pedir algo?
—Dime —él acarició mi mejilla y dejó su mano descansar en mi cuello.
—Nunca me dejes, ¿sabes? Nunca.
—Nunca… —murmuré y sonreí. Él me devolvió el gesto.
—Nunca —repitió y besó mi frente protectoramente.
—Venga, ¿quieres té? —le pregunté. Él sonrió.
—¿Quieres té? —yo asentí ante su mueca divertida.
—Iré a preparar —murmuré, pero él se aferró a su agarre, sin dejar que me levantara.
—Yo iré —me habló—. Espérame, ni siquiera tardaré mucho —sonrió y besó la punta de mi nariz.



Antes de que pudiera quejarme, él se había ido. Me estiré en la cama, vestía solo una remera de Justin y mi ropa interior. Fugazmente me trasladé por un momento a Puerto Vallarta. No había pasado demasiado tiempo, pero habían pasado tantas cosas.

Unos minutos después, Justin llegó con una bandeja y dos tazas de té. Me cedió una y tomó la otra mientras se sentaba cuidadosamente a mi lado.



—Gracias —murmuré. Él me miró fijo.
—¿Pasa algo? —y odiaba que me conociera así.
—No —sonreí mirándolo—. Solo pensaba.
—Mmh —frunció el ceño.
—Va, estaba extrañando —confesé y le di un pequeño sorbo al té—. Ha pasado todo tan rápido.
—No, no quiero que estés triste —me recordó frunciendo el ceño suavemente—. Me desespera el hecho de no poder hacer nada, ¡no pienses en lo malo! Piensa en lo bueno.
—Sí, es que… extraño montar. Créeme, que si no fuera por ello, ni siquiera importaría mucho lo demás malo —la enfermedad, en concreto.
—Puedes hacerlo —me recordó Justin.
—Sí, pero no competir —y eso casi no valía—.  Ni siquiera sé nada del hípico. El equipo siguió. De seguro me remplazaron y no los culpo.
—Podrás volver —me recordó.
—Sí, ojalá —sonreí tenuemente. Justin estiró una de sus manos y me acarició la mejilla.
—Salgamos —me propuso. Arqueé una ceja.
—¿Qué?
—Salgamos. Vaguemos por ahí un rato —me pidió—. Como si fuéramos normales, como si nadie nos conociera.
—Just…
—Hace calor, está lindo fuera. Ponte un pantalón y vámonos —lo veía tan entusiasmado—. Por favor.
—Vale, vamos.



Su entusiasmo era el de un niño por comprar su juguete favorito. Terminamos el té con rapidez y luego me puse un short y unas sandalias, Justin se puso sus converse, unos shorts de jugar al básquet y una remera cuello V negra. Bajamos a la recepción y la recepcionista nos dio una mirada cómplice, divertida. Sonreímos y salimos hacia la calle en perfecto silencio, casi huyendo de algo.

La noche era cálida y pacífica, una combinación rara, pero agradable. Justin tomó mi mano y caminábamos sin ninguna prisa. Algún que otro auto nos cruzaba de vez en cuando.



—Te contaré algo.
—Vale.
—Sabes, nadie confiaba en ti —lo miré divertida, ¿de qué hablaba?—. Cuando se dieron cuenta de que estaba enamorándome, ellos solo decían que no eras la correcta —negó con la cabeza soltándome la mano para rodearme la cintura, yo lo miraba hacia arriba alumbrado por las luces de las calles—. Ellos creían que me lastimarías, pero yo confiaba en ti ciegamente, ¿sabes por qué?
—Mmh… —sonreí y él también lo hizo.
—Porque cuando te conocí, algo de ti me transportó a casa.
—Quizás porque estabas allí —él soltó una risa divertida.
—No —negó rápidamente—. Por tu sencillez —añadió segundos después—. Porque la manera de ver a Ryan, me hacía recordar a como Caitlin me veía, porque tu sonrisa era parecida a la de mamá cuando estaba orgullosa de sus logros, porque tu preocupación por los que te rodean es casi idéntica a la de papá, y porque dentro de todo aquello, compartimos la misma forma de amar lo que tenemos.


Simplemente, no pude añadir nada. El nudo en mi garganta, no me dejaba. Esta vez no estaba triste, estaba feliz.


—No te juzgaré si crees que estoy loco, pero fue amor a primera vista —¿cómo negarlo? Me pasó lo mismo—. No sabes cuánto llegué a odiar a Ryan por tenerte. Y cuando descubrí su mierda, sabes —sonrió divertido negando con la cabeza—, hasta mamá se preocupó por mi reacción.
—Lo recuerdo —musité—. Viajaste a Canadá solo por mí, y no lo niegues —le pedí divertida.
—Oh, no lo hago —rió—. Claro que fue por ti. Oirte al teléfono me daba cólera conmigo mismo, si me quedaba en Los Ángeles hubiese matado a Butler —frunció el ceño.
—En el fondo, me sentía feliz por estar contigo, de todos modos —le sonreí divertida.
—Y mírame ahora —me pidió metafóricamente—. Caminando por París, con la mujer más bella que he visto. El famoso Justin Bieber, sin ser seguido por fotógrafos. Hace años no hago esto, ___________(tu nombre). Hace años no disfruto del placer de caminar con una hermosa mujer a mi lado. Y, además de ser porque me atosigan los paparazzis, también era en parte porque no tenía una hermosa damisela que me hiciera sentir en casa así estuviera en Hong-Kong —¿él podía ser así de tierno legalmente? Odiaba que me hiciera llorar así.
—Mi lugar es donde tú estás, y… adivina —le sonreí, hice puntillas y besé su mejilla—, tú estás aquí. Así que es mi lugar correcto.




Regresamos al hotel sobre las 03:00 a.m., solo nos acostamos a dormir y no fue gran trabajo. En sus brazos, quedar dormida era la tarea más fácil del mundo. Me sentía protegida.




Narra Sally:



Desperté temprano, había quedado con Caitlin, sí, la amiga de mi hermana, para salir un rato de la casa. Realmente, el trato de mamá empeoraba día a día. Cait pasó por mí sobre las 09:00 y fuimos al hípico. Bueno, al restaurante del hípico.



—No he visto a Chaz en días —aseguré. Caitlin fijó su mirada concentrada en mí.
—No están bien, ¿verdad?
—Hablamos de mudarnos, pero es difícil. Él no quiere dejar sus estudios. Y no se lo pido, pero el bebé que espero es suyo también.
—Es difícil —me recordó ella—. Conoces a Chaz. Él…
—Lo sé —interrumpí—. Y lamento hablar contigo de esto, pero no puedo hacerlo con mi hermana. Ella se fue a relajarse y, siendo honesta, después de todo su problema, no parece grave lo mío.
—No digas eso, Sall —me pidió Caitlin—. Ella te adora, haría lo que fuera. Pero no es eso. El problema es que Chaz es un imbécil.
—No puedo atarlo a mí, Cait —me encogí de hombros—. Hombres, son hombres.
—Pero Chaz será padre y… Padre, es Padre —dijo en mi mismo tono.
—No lo juzgaría si está enamorado de otra —Cait me miró de mala forma—, ¡mírame! Soy un asco. Hinchada, embarazada. Soy una pelota.
—Sally, cierra tu boca si no quieres que te meta mil bollitos juntos dentro de ella —me exigió ceñuda—. Chaz te ama, eso lo doy por sentado. Aquí el problema, es que le cuesta aceptarlo. Son jóvenes, a cualquiera le pasa.
—Pero…
—Pero nada —me interrumpió para decirme con autoridad—. Es eso y fin. Él te ama. Ahora, tú tienes que saber que si lo quieres, lo debes tener. Debes luchar por él, no solo por complacerte egoístamente, si no porque esperas una criatura que merece de él.
—Gracias, Cait —murmuré pensativa, luego le sonreí a duras penas—. Oye, no le digas de esto a ___________(tu nombre).
—No te preocupes —le tenía confianza—. Ella no se enterará por mí.



Narra ___________(tu nombre):




Abrí los ojos ante el tarareo de Justin a todo volumen de una canción de striptease. Al ver la imagen me senté en la cama y comencé a reír a todo volumen también. Él estaba bailando envuelto en una toalla mientras reía y tarareaba con su cuerpo húmedo y su cabello goteando sobre su cara. Ardía.



—¡Bieber! —solté entre risas—, ¿qué demonios haces?
—¡Oh, cariño! —habló y saltó sobre la cama para seguir su actividad frente a mí mientras se secaba la espalda— Hoy me siento más sexy que ayer.
—Justin —protesté ahogada en risas mientras me tumbaba en la cama. Me intimidaba tener su “amigo” tan frente a mí solo distanciado por una toalla.
—Oh, estás tímida —habló mientras se ponía a horcajadas sobre mí cuidadosamente.
—Estás mojado —le recordé sin dejar de reír— ¡sal!
—Sal o pimienta —bromeó tirando su peso sobre mí ahora, para estar pecho con pecho.
—Justin —chillé, él sonrió.
—Mmmh —murmuró acercándose peligrosamente a mi cuello.
—Eres una bolsa de hormonas —bromeé, él soltó una risa divertida y besó fugazmente mi cuello.
—Déjame hacerte el amor y luego tengo una sorpresa —fruncí el ceño.
—Es negocio fallido —él rió.
—No es negocio.
—Lo es.
—¿Me dejas?
—Justin —protesté divertida.
—¡Claro que me dejas! —se respondió él solo. Pero cuando se apoderó de mis labios, su teléfono comenzó a sonar. Al tercer pitido, lo tomó. Frunció el ceño y suspiró pesado, se bajó de mí luego—. Responderé y regreso, te quedas allí. No me extrañes.




¿Quién sería? 

lunes, 26 de mayo de 2014

Hola!

Hola chicas, sé que hace mucho no doy, siquiera, señales de seguir en el blog, pero realmente, no pensaba que siguieran leyéndome. Por distintas razones, de diversas índoles, solo me he estado dedicando a leer, mucho más de lo habitual, y conocer distintas partes de la literatura que olvidaba, quizás, olvidando también parte de mi (como lo es escribir, y como fue mucho tiempo este blog).
Acabo de abrir mi correo y vi un e-mail de un nuevo comentario, y debo admitir que no estando en un buen momento, logró aflorar una cierta nostalgia que me trajo a escribirle después de algún cierto par de meses. No sé si siguen leyéndome, probablemente, guarden un cierto rencor (como tantas veces yo he guardado a otras escritoras de blogs a los cuales seguía) por no seguir escribiéndoles.
Tal vez mi propuesta, se vea hundida en el paso del tiempo y ya no tenga valor para quien visite el blog, si es que aún eso pasa. En ese caso, ¿quieren que siga escribiendo? Me siento un poco mejor conmigo misma y mis problemas, los cuales me separaron demasiado tiempo de lo que amo hacer, pero... si alguien aún desea leerme, por el mero placer de conectarse un ratito con mi imaginación para desprenderse de cualquier problema, solo bastará que lo digan. Estaré pendiente si quieren que continúe, me re-habituaré a la novela y la seguiré como merece y le daré el final que merece.





Las quiero.



Poli.