jueves, 30 de enero de 2014

Capítulo 31°: "Te amo y no te dejaré sola".




—Quiero estar sola —le indiqué entre lágrimas—. Váyase, por favor —le pedí.
—Necesitamos hacer más estudios…
—¡Hágalos mañana! —grité impaciente— ¡Váyase! No quiero ver a nadie. No permita que entre gente, ni siquiera mis padres, ¿vale? —él asintió acercándose a la puerta.
—Si necesita algo solo llame a la enfermera con el timbre de allí —señaló hacia mi cama. Ni siquiera me preocupé en ver.



Él desapareció detrás de la puerta, pero sus palabras y su voz rondaban en mi cabeza con la peor noticia que le podían dar a una persona en todo el universo. Tenía cáncer.

Perdí la noción del tiempo y lo último que me interesaba era ver a alguien. Deduje que era más de media noche, estaba recostada en la incómoda camilla de la sala de urgencias. Una enfermera me pidió paciencia, al día siguiente me trasladarían a una habitación con televisión y una cama más mullida. Pasaría mucho tiempo de ahora en más allí.

No había parado de llorar por horas. Me sentía destruida, temerosa, el peso del mundo acrecentaba en mis hombros. No tenía fe, no encontraba fuerzas, simplemente pensaba en la posibilidad de que podía morir. Estaba cansada, poco a poco caí en un profundo sueño.






Batiendo mis pestañas, sentí la presencia de alguien, volteé hacia la silla al costado de mi cama y me encontré con la perfecta figura de Justin dormido incómodamente en las sillas. Las lágrimas brotaron rápidamente de mis ojos, ¡no era justo! Miré la hora y eran las 02:00 a.m. Solo había dormido un poco más de una hora y estaba peor que antes de hacerlo. Sollocé viéndolo allí.



—Nena —exclamó él sentándose rápidamente—, estás despierta.
—¿Qué haces aquí? —pregunté secamente enjuagando mis lágrimas.
—Yo vine a…
—Le dije al médico que no dejara entrar a nadie —protesté—, quería estar sola.
—No te dejaré sola —me informó severamente él acercándose a mí—. Vine a sostenerte, porque no te dejaré caer.
—Deberías ir a dormir —le sugerí frívolamente—. Es tarde. Debes estar cans…
—¡No! —exclamó— No intentes hacerte esto, no.
—No hago nada —mentí. Quería alejarlo, no podía estar con él si no estaba bien. No quería su lastima.
—No, sí lo haces —su mano tomó la mía haciéndome sentir que él estaba helado—. Quieres alejarme, quieres sufrir sola y no voy a permitirlo, ¿sabes? Será en vano que lo intentes —se encogió de hombros—. Cuando Caitlin llamó no dudé en venir y mamá tampoco —él secó mis lágrimas suavemente—. No te dejaré sola en esta lucha.
—No quiero ser “la novia con cáncer de Justin Bieber” —confesé—. No he pensado mucho en ello, pero no quiero la lástima de la prensa.
—La prensa al demonio —soltó rápidamente—. Ellos que hablen de lo que quieran, lo importante ahora es que vas a salir bien de esto, ¿vale? Verás que pronto estarás bien —admiraba su positividad, pero las posibilidades eran pocas.
—No necesito que me mientas —murmuré, sus ojos miel me miraron con dolor—. Estaré encerrada aquí quién sabe por cuánto tiempo. No podré montar por meses y solo seré la chica calva para quienes me vean. La chica que tiene cáncer —las lágrimas bajaron por las mejillas de Justin—. Es mi obligación sufrirlo, pero no quiero que tú lo hagas, Justin.
—¿Hacer qué demonios, ___________(tu nombre)? ¿Hacer qué? —cuestionó él desesperado en un hilo de voz.
—Verme morir —solté en un sollozo. Sus brazos no dudaron en apretarme contra él mientras, esta vez, él sollozaba en mi pecho.
—No, no —negó con su cabeza—. No te dejaré ir. Claro que no —él se separó y enmarcó mi cara entre sus manos—. Lo único que quiero es verte bien, ¿vale? Quiero que estés bien. Vas a estar bien.
—¿Por qué a mí, Justin? —pregunté buscando sosegar mi mente de tantas preguntas estúpidas— ¿Por qué yo tengo que estar en esta situación?
—No lo sé, nena —él limpió mis lágrimas nuevamente—. No lo sé. Lo que sí sé es que eres fuerte. Vamos a salir de esto, ¿sí? Vamos a hacerlo.
—No, Justin —me negué nuevamente—. No te ates a mí. No ahora. Tienes tu vida, tu carrera. No quiero que estés aquí, preocupado.
—¿Crees que podría hacerlo? —él negó sonriendo amargamente— No podría dejarte, claro que no. No lo haré. Así que acostúmbrate a verme, ¿vale? Porque te ayudaré en esta lucha.



Por mucho que le rogué a Justin que se fuera a casa, él solo no me hizo caso. Se quedó allí toda la noche. Casi a las 07:00 a.m., me llevaron a hacerme más y más análisis. Mis brazos comenzaban a llenarse de moretones gracias a las agujas, no hacía siquiera un día de toda la mierda que me estaba tocando pasar y ya estaba cansada, ¿cómo podría soportarlo más? Al regresarme a mi habitación mi familia estaba allí.



—Nena —exclamó mamá mientras me escabullía de ella para sentarme al borde de la cama.
—¿Estás bien? —asentí en forma de respuesta a Sally.
—Deben ir a casa —sentencié—. Tienes colegio —miré a Sally—. Y ustedes deben trabajar —ellos se quedaron viéndome raro.
—No nos iremos —habló Sally—. No te dejaremos sola.
—No estoy sola —aclaré—. Las enfermeras y los médicos están aquí —me pregunté dónde estaba Justin.
—Justin está fuera —respondió papá mi pensamiento—. Él no quiere moverse de aquí, Caitlin tampoco.
—No necesito todo esto, es enserio —hablé nuevamente—. Pasaré aquí mucho tiempo y sus vidas continúan allí fuera. Deben ir a hacer sus cosas. Pónganme en segundo lugar.
—No haremos eso —sentenció mamá—. Estás enferma y vamos a…
—¡No verán como camino lentamente a la muerte! —grité desesperada— Solo hagan lo suyo —les repetí acomodándome mi bata celeste—. Cuando regresen tráiganme mi celular y mi ordenador portátil, nada más. Estaré bien.



Me costó trabajo hacerlos entender que estaría bien y que realmente no podían abandonarlo todo por mí. Ahora me quedaba Justin, nuevamente. Él entró sonriéndome a la habitación, aún así el dolor se veía en sus ojos.



—Creí que me habías hecho caso —fruncí el ceño sacudiendo mis pies mientras rozaban el suelo. Estaba sentada al borde de la cama.
—Sabes que no me iré —me advirtió.
—Estaré meses aquí —quizás dos o tres—, ¿vas a vivir aquí fuera? —carraspeé— Y no digas que sí, porque no puedes. Tienes trabajo por hacer.
—¿Siempre vamos a discutir por esto? —preguntó ceñudo— No seas terca, ¿quieres?
—¿Y tú qué harás? —le pregunté— ¿Mudarte a Canadá, empujar mi silla después de las quimioterapias? ¿Entrar al baño a sostenerme el cabello, hasta que quede malditamente calva, cada vez que la jodida quimio me haga vomitar? —él se quedó viéndome fijo.
—Sí, eso haré —suspiré frustrada—. Lo haré, ¿sabes por qué? Porque te amo y no te dejaré sola.
—Has dicho que…
—Sí, he dicho que te amo —habló con seguridad—, porque lo hago. Porque cuando supe que estabas aquí mi corazón dejó de latir, porque necesito verte y saber que estás bien. Porque no soportaría perderte o alejarme de ti. Necesito verte bien, feliz, saludable. Te amo y lucharé para que salgas de esto, ¿entiendes? Te amo.
—Y cargarás con una chica que tiene una horrible enfermedad —susurré cabizbajo. Él tomó mi mentón para alzarlo y hacerme encontrar con su rostro cerca del mío.
—Con una chica que será una luchadora y saldrá de esta situación, ¿entiendes? —cambió la descripción.
—Te amo —murmuré—. Te amo.
—También te amo —repitió y besó mis labios castamente—. Ahora no quiero oírte decirme más que me vaya, ¿vale? Veré la forma de trabajar desde Canadá, vendré todos los días a estar contigo.
—¿Señorita ___________(tu apellido)? —miré por detrás de Justin y en la puerta una joven enfermera me sonrió adentrándose— Venimos a informarle que mañana por la mañana será llevada a cabo su cirugía.
—Gracias —sonreí tenuemente, asustada.
—Si necesita algo, no dude en llamar —murmuró deslizándose hacia fuera otra vez.
—Saldrá todo bien —Justin apretó mi mano y busqué su reconfortante mirada otra vez.



Las cosas iban demasiado rápido, todo pasaba como si la película estuviera puesta sin la intención de pausarse hasta llegar al final. Bueno o malo, el final. Las opciones eran infinitas y por mayoría ganaban las malas. Las buenas eran pocas y deseadas a más no poder por mí y mi entorno, pero no podía dejar de pensar que alguna de las malas sería la que rigiera en mi vida después de la cirugía.



—Tengo miedo —solté después de unos segundos. Justin estaba sentado a mi lado en la cama—. Tengo miedo a qué pueda pasar. Sé que todos pensamos en que saldrá bien, que me repondré en unos meses y que volveré a ser la misma, pero… ¿si no es así? —él guardó silencio.
—Una vez conocí a una niña pequeña —comenzó a contarme—, se llamó Avalanna, ella sufría cáncer, solo que su enfermedad era terminal, no había forma de salvarla. Ella era Belieber, su sueño era casarse conmigo —sonrió melancólicamente perdiendo su mirada quién sabe dónde—. Fui a visitarla, pasé mucho tiempo con ella, fue OLLG en uno de mis conciertos y realmente me esforcé por hacerla lo más feliz que pudiera en el indefinido tiempo que le quedara de vida.
—¿Y qué pasó? —pregunté curiosamente, él me sonrió melancólicamente mirándome nuevamente.
—Ella se fue —sus ojos estaban húmedos—. A ella le devolvieron sus alas y se fue al cielo. Sé que es difícil, es una lucha día a día. Pero tienes una ventaja, lo tuyo puede curarse. Por eso mismo haré todo por verte salir de esto, nena.
—No será normal, Justin —le recordé—. La enfermera dijo que vendría a explicarme cómo serían las cosas después. Pero, puedo imaginarlo. Después de la cirugía, tendré que reponerme en una o dos semanas, luego me llevarán a la parte de recuperación, de allí deberé ir a diario a las sesiones de quimio que me toquen. Será tan difícil —agaché mi cabeza queriendo evitar mis lágrimas caer, pero fue en vano.
—¿Necesitas que te lo diga un millón de veces? Porque si es así, acláramelo, vale. Para que me prepare psicológicamente —suspiró—. Estoy aquí, no me voy a ningún lado. Voy a apoyarte, vas a salir.



Me llevaron a lo que sería desde ese momento hasta quién sabe cuando mi habitación. No era genial, ni alegre. Tenía una linda cama de plaza y media, un televisor frente, un pequeño baño propio y una mesa de noche con un velador. Un timbre hacia un lado de la cama y toda clase de cosas para hacer una internación. Analicé mis brazos, tenían pequeños moretones de los lugares que me habían sacado sangre, me cuestioné cuántos más estarían allí. Había logrado que Justin fuera con Pattie al hotel para dormir un poco y almorzar. Él estaba agotado. Mamá llamó diciéndome que iría sobre las 03:00 p.m., cuando buscara a Sally del colegio. Me pregunté si ella habría hablado con ellos y era obvio que no. Sería difícil hacerlo ahora que yo me llevaba toda la atención.

Sentí una punzada en mi costado izquierdo, retorciéndome en mi cama me quedé quieta unos segundos cuando la puerta se abrió y la joven enfermera que esa misma mañana me visitó para avisarme de mi cirugía entró.



—Dejarán de aparecer después de la cirugía —me aseguró como si hubiese leído mi rostro—. Mi nombre es Alba, vendré seguido —me sonrió levemente.
—Supongo que conoces mi nombre —hablé sentándome en la cama cuando el dolor desaparecía de a poco.
—¿Qué tal estás, ___________(tu nombre)? —ella se dirigió hacia el baño y volvió con una tableta de pastillas.
—Bueno, supongo que empeoro de a poco —me encogí de hombros—. Y sí, realmente, no es fácil adaptarme a la idea de que tengo cáncer —ella elevó sus ojos cafés oscuros para mirarme dulcemente.
—Nena, sé que no es fácil y que seguramente es difícil estar en tu lugar —ella dejó la tableta en la mesa de noche y se sentó en una de las sillas como para establecer una charla—. Sin embargo, la medicina avanzó mucho y, gracias al cielo, eres de los casos cancerígenos que sí pueden curarse. No sé si el doctor Miller ha hablado contigo.
—No, no lo hizo —me apresuré a decirle.
—Bueno, tu caso está agarrado muy a tiempo —¿eso debía tranquilizarme?—. Para tu mucha suerte el tumor es pequeño y no está para nada ramificado. Cuando antes se haga la cirugía, podrás curarte. Quizás te lleve uno o dos meses, dadas que las quimios determinarán el tiempo. Depende como de rápido maten las células cancerígenas y cómo tu cuerpo obedezca, pronto volverás a estar en casa —tenía mis ojos clavados en ella casi implorándole seguridad.
—Ya nada será igual, ¿no? —ella me miró curiosa— Deberé tener mucho cuidado con mi vida después, ¿verdad?
—No podrás beber alcohol y deberás tener cuidado con tus comidas —me sonrió dulcemente—. Nada que no pueda solucionarse con una dieta balanceada. Enserio, no pienses mucho más de lo que es. Quienes te quieren se preocupan y les hace mal verte a ti mal. Saldrás adelante —repitió.
—Gracias, Alba —sonreí levemente, después de mucho tiempo de no hacerlo—. Me agradas.
—También tú a mí —me aseguró poniéndose de pie—. Debo regresar al trabajo, ¿quieres algo?
—No, gracias —murmuré.
—Enseguida traerán tu almuerzo —efectivamente, ya era el medio día—. Si quieres salir a caminar un poco por los pasillos, nadie te dirá nada. Solo no creo que sea demasiado entretenido —me sonrió divertida.
—No te preocupes —le pedí—. Estaré bien. Gracias.
—Te veo pronto, pequeña —ella desapareció a través de la puerta.



Después de almorzar me puse mis pantuflas, las cuales mamá se había encargado de buscar la noche anterior desde casa, en conjunto con algunos libros, mi cepillo de cabello y mi cepillo de dientes, bajé de la cama y me dirigí hacia afuera. Cerré la puerta detrás de mí encontrándome parada en un enorme pasillo blanco de paredes pintadas hasta la mitad del típico celeste hospitalario.

El pasillo estaba desolado, quizás porque estaba en la zona de internación, todos estaban en sus respectivas habitaciones. De repente llegué a una empalmada del pasillo con otro que corría horizontalmente al mismo. Un muchacho moviendo con la fuerza de sus brazos haciendo rodar las ruedas de una silla de ruedas se topó conmigo mientras los dos mutuamente nos irrumpíamos el camino.

Vestía la típica bata azul del hospital. Sus ojos eran azules y profundos, perdidos en la frialdad, en el olvido, en el rencor contra nada en especial. Su boca presionada en una firme línea, sus labios rosados a penas, signo de la debilidad de su cuerpo. Él estaba calvo, rápidamente deduje que él era víctima de cáncer y que estaba pasando por algo que yo pasaría en poco tiempo. Sus brazos estaban llenos de moretones y tenía una intravenosa que goteaba a una velocidad desesperante pasándole suero. Me pregunté fugazmente cuál era su enfermedad. Sus ojos se clavaron en mí como cuchillos tirados a la velocidad de la luz, directo a matar.



—Hola —murmuré y sonreí levemente, casi inconscientemente me encontraba mirándolo con lástima.
—Hola —su voz se oyó frívola, distante y sus ojos no se inmutaron.
—Soy ___________(tu nombre), soy nueva aquí —él asintió sin cambiar su semblante.

—Sí, lo sé —él no cambiaba su plan—. Soy Tucker. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 30°: "¿Vienes conmigo o te quedas aquí?".





—Tengo un mal presentimiento, Ame —confesé dejando mi tenedor sobre el borde del plato para apoyarme en mis codos—. Algo me dice que las cosas comenzarán a ir mal y no sé por qué.
—Si no comes va a irte mal —me regañó—, ¡Vamos! Cociné para que lo terminaras —me exigió, frustrada tomé el tenedor y metí otro bocado en mi boca—. Y sí, quizás. No lo sé —se encogió de hombros—. Realmente, puede que esto sea un problema o puede que estés pensándolo demasiado.
—Ojalá solo sea mi jodida mente dándome una mala jugada —murmuré.



…Lunes…



Desperté sobre las 07:00 a.m., el entrenamiento comenzaba a las 08:00, así que me duché rápido y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111823791&.locale=es . Samanta había decidido ir al médico primero y luego hablar con nuestros padres. Respeté su decisión, aún así seguía preocupada por su futuro. Desayuné rápidamente leche con cereales y luego caminé hasta el hípico.



—Hola chica —saludó alegremente Elisa, una de las muchachas del equipo de polo, con la única que mantenía una pequeña amistad.
—Hola, Elisa —sonreí saludándola.
—Es un gusto tenerte con nosotras otra vez —me aseguró uniéndose a mi camino hacia la caballeriza.
—Sí, solo será un tiempo —me encogí de hombros—. Una pequeña ayuda.
—Deberías tener un lugar estable —pensó en voz alta—. Eres muy buena en el juego.
—No, no es lo mío. Al menos, prefiero la equitación.
—Vi la competencia por televisión —Elisa sonaba animada, feliz—, ¡estuviste increíble! —exclamó sonriéndome— Realmente, eres muy buena en ello.
—Gracias —sonreí sumisa—. Es lo que amo —me encogí de hombros.
—Estoy segura de que si te toca jugar los primeros juegos de la temporada llegaremos lejos, nuevamente —las chicas del equipo tenían fe ciega en mí, era raro.



Entramos al campo de juego para comenzar el entrenamiento, esta vez montaba a Tania. Solo estábamos jugando un partido de calentamiento, pero para ser completamente honesta, no me sentía para nada bien. Frené a Tania hacia un costado intentando recobrar mi visión, estaba mareada y todo giraba alrededor de mí. Sentí como me desvanecía y segundos después golpeaba duramente contra la tierra de la cancha.



Narra la escritora.



Elisa, atenta a los movimientos de ___________(tu nombre), fue la primera en ver la caída. Montó a toda velocidad atravesando la cancha, llevándose las miradas prendidas, hasta frenar al lado de ___________(tu nombre) cernida en el suelo. Bajó de su caballo marrón casi con la velocidad de la luz.



—___________(tu nombre) —habló—, ¡Vamos, nena! —exclamó mientras miraba acercarse a una de sus compañeras— ¡Andrea, llama la ambulancia, rápido! —gritó desesperada.
—¡Demonios! ¿Qué le pasó? —cuestionó otra de las muchachas.
—No lo sé —la voz de Elisa estaba alterada, ella estaba nerviosa—. La vi caerse de la yegua desplomada, probablemente se desmayó.
—Tómale el pulso —sugirió. Pero Elisa quedó inmóvil, la chica morena tomó la muñeca de ___________(tu nombre) y esperó sentir los latidos—. Está desmayada aseguró.
—La ambulancia está en camino —habló Andrea.
—¿Qué sucedió? —la voz de Edward rompió el clima, se encargó por sí solo de ver a su mejor jinete tirada en el suelo desmayada— ¡Diablos!
—Se desvaneció —le informó Elisa—. Cayó del caballo desplomada, hemos llamado la ambulancia.






La ambulancia la llevó hasta el hospital en compañía de Edward y Elisa, quién insistió en ir a toda costa. El entrenador de la muchacha había llamado a sus padres, quienes llegarían en cualquier momento al hospital. En la sala de espera estaban Elisa y Edward, segundos después llegó Caitlin con Dexter.



—¿Crees que está bien? —Caitlin estaba desesperada y el silencio la inquietaba aún más.
—No lo sabemos —soltó Ed—. Ni siquiera sabemos por qué se desvaneció. Entró hace media hora a terapia, espero que nos digan qué tiene pronto.
—Yo sabía que algo le pasaría —protestó Caitlin aferrándose a Dexter, quien envolvió sus hombros protectoramente guardando silencio—. Ella estaba demasiado delgada.
—Yo la veía saludable —alegó Elisa—. Hasta antes de caerse, estaba bien.
—¿Dónde está mi hija? —interrumpió la voz desgarradora de ___________(tu mamá), quien era perseguida sigilosamente por su marido.
—En terapia —respondió Edward poniéndose de pie—. Se cayó del caballo en el entrenamiento, creemos que se desmayó.
—¿Aún nadie dijo nada? —cuestionó alarmada— ¿Qué tiene? ¿Se golpeó?
—No lo sabemos —habló Cait desde su lugar en el sillón de la sala—. Aún no nos han dicho nada.
—Diablos —ella se volteó a ver a ___________(tu papá)—, deberemos esperar —soltó consternada.
—Le avisaré a Sally —murmuró él—. Seguro querrá venir.
—Esperemos —le aconsejó su esposa—. Está en el colegio. Debemos esperar a saber el diagnóstico, quizás no tiene nada y solo hacen papeleo —o al menos, eso esperaba ella.



El tiempo se hacía interminable, Edward y Elisa se fueron con la condición que los llamarían con las noticias del estado de ___________(tu nombre). Caitlin no aceptó moverse de allí, por ende, Dexter tampoco. Ella sabía lo que era estar en un hospital, no dejaría sola a su amiga. Los padres de la muchacha sin diagnóstico, estaban hechos un mar de nervios.



—¿Los padres de ___________(tu nombre)? —habló un hombre parándose frente al sillón. Rápidamente los dos mayores se pusieron de pie.
—Sí, díganos —pidió desesperada ___________(tu mamá).
—Acompáñenme por favor.



Trazando un camino a través de los pasillos que cualquier persona puede caminar con tristeza y enojo hacia el destino, ellos lo caminaron con preocupación y miedo a lo que tendrían por escuchar. Al entrar a la sala tomaron asiento frente al médico.



—Con mucha suerte, ella ha salido ilesa de la caída del caballo —___________(tu mamá) dio un suspiro de alivio, pero ___________(tu papá) notó que las noticias no eran esas y que algo malo vendría.
—¿Hay algo más? —preguntó él, el médico guardó silencio mirando nuevamente el expediente médico de la muchacha. Suspiró y acomodó los papeles perfectamente frente a él haciendo crecer la tensión. El silencio era fatal.
—Necesito saber qué tiene mi hija —___________(tu mamá) volvió a su estado de desesperación—. Doctor, ¿es grave? ¿Por qué han tardado tanto en diagnosticarla? —casi dos horas y media. El médico la miraba detenidamente analizando su actitud, quizás para atacar con la trágica noticia.
—Cálmate —habló ___________(tu papá) hacia su esposa.
—Realmente, tuve que hacer las pruebas un par de veces antes de declarar el diagnóstico absoluto —el doctor acomodó sus anteojos en el puente de su nariz y dejó la lapicera sobre el escritorio—. Pensé que estábamos equivocándonos —___________(tu mamá) se removió en el asiento intentando contener sus lágrimas—. Su hija sufre de un carcinoma hepatocelular. Es el tipo de cáncer más común.
—¿Mi hija tiene cáncer? —cuestionó incrédulo ___________(tu papá), su esposa a su lado solo soltó unas cuantas lágrimas reprimiendo un sollozo al tapar su boca con su mano ahuecada.
—Su hígado estuvo fallando últimamente, pero es una enfermedad que no tiene un aviso demasiado notorio —explicó a la brevedad el médico.
—¡No puede ser cierto! —gritó desesperada la madre de la muchacha— Ella estaba saludable.
—Tranquila, cariño —susurró su esposo acariciando su espalda suavemente— Doctor, ¿tiene cura, verdad? —él intentaba sosegarse, pero en su interior una guerra de tristeza, odio contra la vida y rencor se desató.
—Necesito que colaboren conmigo —les informó el doctor.
—¿Qué es lo que necesita? —preguntó el  hombre de la familia intentando mantener su compostura. Su esposa, estaba destruida.
—¿Ella ha perdido peso últimamente? —fue la simple pregunta del profesional.
—Quizás un par de kilos —no demasiados para ser drásticos, pensaba el padre. ___________(tu mamá) asintió entre sollozos.
—Haremos un par de estudios para ver cómo tratar el tumor. Realmente, estoy seguro de que solo será la cirugía y algunas sesiones de quimio. Nada más que eso —a los padres de ___________(tu nombre) el mundo se les había dado vuelta. Cualquier cosa que asegurara mantener a su hija con ellos, estaría bien.
—¿Cuán peligroso es? —habló la madre de la muchacha.
—Bueno, ningún cáncer es menos peligroso que otro. Todos lo son en algún punto. Pero, por lo que puedo deducir con el escaso diagnóstico que tengo, es que no es un tumor añejo y puede que no esté ramificado. No será demasiado grave —el consuelo no era suficiente. Nada les daría paz y tranquilidad—. Necesito que firmen el permiso para organizar la cirugía, bueno en realidad, primero debemos hacer unos estudios y luego organizaremos el quirófano —explicó el doctor.
—¿Dónde hay que firmar?



Los padres de ___________(tu nombre) estaban shockeados ante tal noticia. Un simple golpe de la caía del caballo, llevó a que ella fuera diagnosticada de cáncer de hígado, irónico para todos. Ella era tan dulce y buena, jamás le había hecho daño a alguien y lo único que hacía era preocuparse por que los demás estén bien a su alrededor. Verlos felices, era lo único que pedía, cuando esta vez era ella quien estaba mal. Era casi increíble de digerir.



—¿Qué pasó? —soltó Caitlin desesperada— ¿Está bien?
—No le pasó nada —habló ___________(tu mamá)—. Pero las noticias no son buenas.
—¿Qué tiene? —volvió a preguntar más nerviosa aún.
—Ella… ella —suspiró la mujer antes de seguir—… ella tiene cáncer hepático —soltó en un sollozo. Caitlin palideció casi desplomándose en los brazos de su novio.
—Dime que no es enserio —le pidió la muchacha mirando a ___________(tu papá) con los ojos llenos de lágrimas.
—Cait, tranquila —habló Dexter acariciando su cabello mientras la apretaba contra su cuerpo. Ella se soltó bruscamente del agarre.
—¡Es una broma! —gritó desesperada— ¡Claro, eso es! —intentó creer sus propias palabras— ___________(tu nombre) no puede tener cáncer. No ella. No lo merece —Caitlin se tiró pesada sobre el sofá escondiendo su cara entre sus rodillas arrolladas contra su pecho.
—Tranquila, Caitlin —intentó consolarla ___________(tu mamá) sentándose a su lado—. Ella estará bien.
—¿Quién me lo asegura? —preguntó entre sollozos sin dejarse ver la cara con nadie.
—El médico dijo que la salvará. Ella regresará sana y salva a casa, ¿vale? —animó, esta vez, el padre de su amiga.





La noche caía sobre Toronto, nadie se había movido del hospital en espera del diagnóstico principal. De allí se sabría qué tratamiento tendría y cuanto tiempo debería estar en el hospital. Sally había sido notificada de la noticia al llegar del colegio y sin pensarlo dos veces se dirigió al hospital, Chaz no dudó en acompañarla, por más que las cosas entre ellos no estuvieran demasiado bien, no la dejaría sola y mucho menos en el estado que estaba. Caitlin había mandado a Dexter a casa sobre las 08:00 p.m., pero ella se negó a moverse de allí. Ninguno había podido ver a ___________(tu nombre) aún. Ella no sabía la terrible noticia.

Algo en el bolso de Caitlin comenzó a vibrar. Poniéndose de pie ella tomó el teléfono de su amiga en manos y respondió sin saber qué decir.



#Vía telefónica#
—Hola, nena —la voz de Justin se oía pacífica y alegre.
—Justin —Caitlin intentó parecer integra, pero solo soltó un suspiro desesperado.
—¿Caitlin? —preguntó Bieber confundido— ¿Estás con ella?
—Justin —repitió sin saber si darle o no la noticia—, ¿puedes hablar ahora mismo?
—Claro que sí —respondió sin dudar él—, ¿está todo bien, Caitlin? ¿Estás llorando?
—Tengo malas noticias —él pasó saliva al oír esas jodidas palabras.
—Habla —exigió neutro, preparándose psicológicamente para cualquier cosa, menos la que escucharía.
—___________(tu nombre) —soltó Caitlin y sollozó guardando silencio.
—¿Qué le pasó? —escupió Justin preocupado— ¡Caitlin! —reclamó su habla.
—Ella cayó del caballo hoy mientras entrenaba con el equipo de polo —le explicó ella. Justin se sintió cayendo de un precipicio—. Está hospitalizada.
—¿Cómo está?
—No le pasó nada.
—¿Y por qué sigue internada? —preguntó Justin con cautela. Caitlin sollozó dándole a entender que estaba llorando— Mierda, ¡Caitlin! Habla —le exigió desesperado.
—Ella fue diagnosticada con cáncer de hígado —habló la amiga de ambos entre lágrimas. En la cabeza del muchacho se desató una guerra interna, ¿había oído bien? ¿Le estaban diciendo que su novia estaba gravemente enferma?
—¿Hablas enserio? —preguntó él en un hilo de voz— ¿Ella tiene cáncer?
—Sí, Justin —la voz de Cait era un susurro devastador—. No pude verla aún. Están haciéndole estudios de urgencia. No te imaginas lo mal que estoy. Ella no puede pasar por esto, es justo —Bieber ni siquiera prestaba atención a las palabras de su amiga, el solo hecho de pensar que su novia estaba enferma, lo devastaba.
—Debo ir —sentenció él—. Tomaré el primer vuelo a Toronto. Debo ir —él estaba desesperado.
—Estamos en el hospital de Toronto —le informó Caitlin.
—Saldré hacia allí en el primer vuelo que encuentre —habló Bieber saliendo de su cama—. Por favor, Cait, no dudes en llamar.
—Claro que no —murmuró—. Te veré cuando llegues.
—Adiós, gracias amiga —colgó el teléfono.
#Fin vía telefónica#




Narra Justin:




Mi corazón estaba duro como una roca. Sin poder evitar las lágrimas caer por mis mejillas, tomé mi documento, mi billetera con todo el dinero que tenía en ella y las tarjetas de crédito, mi chaqueta, metí mis pies en mis zapatillas y el celular en el bolsillo trasero de mi jean. Bajé rápidamente las escaleras en busca de mamá, con mi rostro húmedo después de casi quince minutos del llamado la encontré en la cocina.



—¡Justin! —prácticamente, gritó— ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras?
—Mamá… —sollocé mientras ella me abrazaba acariciando mi espalda maternalmente—, mamá, ___________(tu nombre) está internada. Necesito ir a Canadá, ¡ahora!
—Espera —me pidió—, cálmate. No iremos a ningún lado así.
—¡Mamá! —protesté. Ella secó mis lágrimas con preocupación.
—¿Qué le pasó a ella? —preguntó.
—¡Está muriendo, mamá! —chillé. Ella se quedó atónita viéndome.
—¿Qué le sucedió?
—Cayó de su caballo y al hacerle algunos estudios en el hospital le descubrieron cáncer de hígado —las lágrimas volvieron a caer rápidamente de mis ojos—, ¿vienes conmigo o te quedas aquí? Porque no voy a dejarla sola.





Narra ___________(tu nombre):




—¿Cuándo me iré de aquí? —pregunté al ver a una enfermera entrar con una planilla— Hace como medio día llegué y estoy bien, ¡míreme! —dije lanzando los brazos al aire.
—Señorita, no puedo darla de alta —habló formalmente.
—¿Por qué no? —un doctor entró detrás de ella— ¡Gracias a Dios! —exclamé— Doctor, estoy bien. Debo irme a casa ahora.
—Vengo a hablar con usted, señorita —él usó un tono lastimoso, ¿qué estaba sucediendo?
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —pregunté exasperándome. Odiaba los hospitales.
—Su diagnóstico no es favorable, señorita —arqueé una ceja confundida. El doctor rondaba los cuarenta, si era que llegaba. Traía su bata blanca abierta enseñando su camisa celeste con los primeros dos botones desabrochados. Su cabello enrulado estaba corto y controlado con fijador, sus ojos verdes resaltaban sobre su nariz y ésta sobre su mandíbula perfectamente contorneada. Un tipo buen mozo.
—Pero estoy bien —repetí por enésima vez.
—Bueno, en realidad no —me contradijo. Fruncí el ceño intentando sentir algo fuera de lugar.
—¿Qué tengo?
—Bueno…
—Solo lárguelo —lo animé impaciente.
—Tenemos que hacer una cirugía en su hígado y hacerle quimioterapia.
—¿Qué? —pregunté procesando sus palabras— ¿Quimioterapia? —repetí— ¿Tengo cáncer de hígado?
—No es nada grave —intentó él tranquilizarme.
—¿Cómo puede decir eso? —prácticamente, grité desesperada— ¡Estoy jodida! Tengo un tumor, voy a morirme.
—No, claro que no —habló él sacudiendo su cabeza pacientemente—. Hay tratamientos para esto, estarás bien, nena. Ya verás.
—Quiero estar sola —le indiqué entre lágrimas—. Váyase, por favor —le pedí.
—Necesitamos hacer más estudios…
—¡Hágalos mañana! —grité impaciente— ¡Váyase! No quiero ver a nadie. No permita que entre gente, ni siquiera mis padres, ¿vale? —él asintió acercándose a la puerta.
—Si necesita algo solo llame a la enfermera con el timbre de allí —señaló hacia mi cama. Ni siquiera me preocupé en ver.




Él desapareció detrás de la puerta, pero sus palabras y su voz rondaban en mi cabeza con la peor noticia que le podían dar a una persona en todo el universo. Tenía cáncer. 

Capítulo 29°: "No te dejaré sola".




Narra ___________(tu nombre):



Desperté temprano a pesar de que fuera sábado y no tuviera nada por hacer hasta el lunes. Me di una ducha y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111758485&.locale=es . Me peiné el cabello dejándolo suelto y bajé. Mis padres ya no estaban, solo Sally estaba en la sala.



—Hola —saludé simpáticamente, dado el hecho de que no la veía desde la competencia.
—Hola —saludó ella en respuesta.
—¿Qué tal todo? —la noté apagada.
—Todo bien, ¿tú? —quien hablaba era mi hermana, en sus días tristes.
—Tú no estás bien —evité responder sentándome frente a ella del otro lado de la mesa, me preocupaba verla así—, ¿has peleado con Chaz? —ella negó mirándome casi gritando con sus ojos, reclamando ayuda.
—No, no es eso —suspiró pesadamente.
—¿Qué es entonces? —cuestioné alarmada— Sally, habla.
—___________(tu nombre), prométeme que no vas a enojarte —arqueé una ceja confundida.
—¿Por qué me enojaría? ¿Qué has hecho? —sus ojos se humedecieron.
—Yo… yo… —pasó saliva.
—Sally —llamé su atención desesperada ante su silencio.
—¿Qué harías tú si estás embarazada? —mi estómago cayó al suelo y se secó mi boca instantáneamente.
—¿De qué hablas? —mi voz se apagó, a penas se oía.
—Tengo un retraso de casi tres semanas —soltó—. Soy muy regular. Es raro que esto me pase.
—¿Y…? —insistí para que hablara.
—Me hice un test casero y me dio positivo —las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas—. Estoy aterrada. Chaz me matará.
—¡Sally! —protesté incrédula— ¿Cómo demonios has dejado que esto suceda? —negué con la cabeza— ¡No puedo creerlo!
—Me olvidé la píldora, no creí que…
—¿Cómo demonios crees? —grité desesperada poniéndome de pie— ¿A caso no sabes una mierda de esto? —me giré a mirarla mientras ella lloraba desconsolada— ¿Qué harás? ¿Sabes cómo se pondrán mamá y papá cuando lo sepan? —suspiré intentando calmarme mientras miraba hacia el patio a través de la mampara.
—Lo siento —su voz pendía de un hilo—. No sé qué hacer.
—¿Has hablado con Chaz? —me volteé a verla. Ella negó con la cabeza— Pues debes hacerlo. Él también es partícipe de este lío.
—Él va a dejarme —escupió ella entre lágrimas—. No quiere niños, ¡no los quiere!
—Nadie los querría a esta edad —grité desesperada—. Pero lo tendrán, así que deben hacerse cargo de su mierda —apreté el puente de mi nariz cerrando mis ojos con fuerza.
—Tengo que hablar con nuestros padres —soltó en un susurro.
—No puedo ayudarte, Sally —elevé mis manos rindiéndome—. Tú sola te has metido en esto.
—Necesito tu apoyo —me confesó y al escarbar en lo profundo de su mirada noté su desesperación, su miedo.
—No puedo hacer nada, hermana —negué con la cabeza incrédula aún—. No podemos evitar la realidad, definitivamente no es un problema menor, es uno del cuál no puedes deshacerte. Así de simple, mira —ella suspiró enjuagando sus lágrimas con sus puños.
—Chaz me odiará —suspiró escondiendo su cabeza entre sus brazos para apoyarla en la mesa y no mirarme.
—Chaz no podrá odiarte —me senté nuevamente intentando no frustrarla más. No había retorno, solo había que enfrentar las cosas racionalmente—. Él sabía las posibles consecuencias de tener sexo, ¿no? Bien, ahora es hora de que se hagan cargo. Nada más, ni nada menos que eso.
—Fui una imbécil —se insultó a sí misma—. No sé cómo demonios pude atrasarme con la píldora. Jamás me pasó.
—Siempre hay una primera vez —me encogí de hombros soltando el aire rápidamente—. Supongo que Dios y el destino quisieron que así fuera y todo tiene un por qué. Solo no te tortures.
—No es tan fácil en mi lugar —escupió ella sentándose nuevamente bien.
—¿Y qué harás al respecto? —cuestioné severamente— ¿Castigarte, echarte toda la culpa y vivir con el remordimiento? ¿No sería mejor a caso disfrutar de la etapa que comienzas a vivir, sea la situación que sea? —ella me miró confundida— Sí, tienes diecisiete años, quizás no querías ser madre aún, pero así te tocó. Esta es tu historia. Es lo que te toca afrontar. Debes poner el pecho a la situación, enfrentar a quienes te rodean y disfrutarlo, porque vas a ser madre. No será fácil, lo apuesto —me encogí de hombros—, ¡pero no va a faltarte nada! —exclamé— Agradece que tenemos el dinero suficiente como para que no abandones los estudios y puedas tener una carrera. Vamos a ayudarte, Sally. Al menos yo lo haré —sus ojos brillaban húmedos y su respiración era entre cortada de tanto llorar.
—Van a matarme —susurró.
—Míralo por otro lado —le aconsejé—. Tendrás un niño o una niña, alguien que te ame incondicionalmente, alguien que deberás proteger. Alguien que te enseñará a amar de una manera distinta, no te cierres en las probables posibilidades de que todo salga mal, ¡Vamos, Sal! —intenté animarla esperanzada de que reaccionara— Te ayudaré. No te dejaré sola, hermana.
—Te lo agradezco —me sonrió amargamente—. No sé qué haría si no tuviera una hermana como tú.
—¿Quieres hablar con nuestros papás primero, con Chaz o ir al médico?
—Hablaré con Chaz —respondió temerosa al cabo de algunos segundos—. Quiero que él decida si va a acompañarme en esto o deberé hacerlo todo por mí misma.
—No, por ti sola no —la corregí—. Ya te he dicho que cuentas conmigo, ¿vale? Aquí estoy, soy tu hermana y voy a apoyarte.



Sally habló unos segundos más conmigo y luego me informó que iría a la biblioteca para terminar un informe de las últimas materias del colegio. Era difícil de asimilarlo, realmente, una noticia así para comenzar el día no era nada fácil. Me hice una taza de café caliente para luego dirigirme a la sala y sentarme en el sillón a meditar todo lo que había escuchado antes.

Mi hermana menor estaba embarazada. Mamá iba a querer morirse al enterarse de la flamante noticia. Nos consternaría a todos con su llanto interminable y sus palabras a medio oír gracias a sus lágrimas. Ella querría saber qué hizo mal y se lo cuestionaría en cualquier ocasión a cualquier integrante de la familia. Intentaría hablar con Chaz, y pensé vagamente en la idea de que ella querría que se casaran.

Papá, por otro lado, quizás como en la mayoría de los casos, sería el más comprensivo, intentaría resolver las cosas de otra manera. Y no porque haya algo que resolver necesariamente, nada podía hacerse, pero esa era su manía por tener todas las cosas en calma y creer que absolutamente todo lo que pasara en la vida de cualquier integrante de nuestra familia era un problema a punto de estallar y debía ser resuelto con la velocidad en que terminaba de ser dicho a su persona.

No quería que bloquearan la cabeza de Sally, no podían hacerlo. Ella debía mantenerse en una postura neutral, sabiendo que no hay regreso de lo que está viviendo y que deberá cambiar muchas cosas, aún así, que valdrá la pena porque el hijo o la hija, independientemente de qué sea, es el fruto del amor que siente por Chaz y viceversa.

Al terminar mi café dejé la taza en el lavabo y me dirigí a mi habitación, me encontraba asombrada, deslumbrada por la información nueva. No podía adaptarme a la idea de un bebé en casa, un sobrino mío, un nieto de mis padres, un hijo de mi pequeña y dulce hermana menor, Sally.

Mi teléfono irrumpió mi pensamiento, me estiré del sillón para tomarlo entre mis manos de sobre el escritorio. Deslicé mi dedo y sonreí por primera vez esa mañana al ver el nombre en la pantalla.



“Espero que estés despierta y hayas amanecido muy, muy, muy bien (: Me gustaría darte el beso del “Buenos días”, pero aún no puedo despertar a tu lado todas las mañanas. Hazme saber cuándo me has leído y cómo estás. Te quiero, bonita”.

“Quizás me he contagiado de ti, pero no puedo dormir demasiadas horas desde hace unos cuantos días xP Estoy bien, algo consternada, pero no se debe a nada que deba preocuparte. Espero que tengas un sábado grandioso, también te quiero, bonito”.

“No será fácil un sábado grandioso si no estás aquí, intentaré lo posible :( *MalditaDistancia*. Ahora, ¿qué es lo que te preocupa, nena? Sabes que no pararé hasta que hables, así que hagámoslo fácil. Habla conmigo, dime si quieres que te llame. Pediré un receso en el estudio para hablarte. Cuéntame”.

“No es necesario que llames, solo concéntrate, no quiero que Scooter me odie. Hablaremos más tarde, ¿sí?”

“Dejo para ti la tarea de que me imagines frunciéndote el ceño, eres rebelde, ¿sabes? Bah, llamaré a la hora del almuerzo. No quiero saber que estés mal. Te quiero”.



Decidí que era justo que dejara de responder, él tenía responsabilidades por cumplir. No podía interrumpirlo.






#Vía telefónica#
—Nena —habló automáticamente cuando respondí el teléfono. Él parecía preocupado.
—Justin, tranquilo —mencioné cerrando la puerta de mi habitación—. Cálmate, no pasa nada.
—¿Estás bien? —me preguntó exasperado.
—Sí, yo sí. Bueno, no en realidad —pude imaginarme su cara de confusión.
—Háblame —me pidió pacientemente—, ¿qué es lo que sucede?
—Es Sally —susurré tenuemente.
—¿Qué pasó con ella?
—Ella… ella —carraspeé—. Ella está embarazada de Chaz —hablé con un tono bajo, temerosa de que alguien más escuchara.
—¿Qué? —preguntó sorprendido segundos después de un pálido silencio.
—Sí, pareciera una broma de mal gusto. Pero no es así. Son unos idiotas —suspiré con pesadez.
—No puedo creerlo —murmuró—. Creí que Chaz era un poco más inteligente, enserio.
—Ahora ya pasó. No hay vuelta atrás. Me preocupa qué vaya a pasar en casa. Mis padres querrán matar a Chaz, ni se diga de Sally.
—Ellos deberán entender, nena —oí un suspiro de su parte—. Realmente, no es una situación muy buena. Sally es joven, cualquiera se enojaría con ella. Ni se diga con Chaz. Pero deberán afrontar lo que les toca.
—Ella está mal —le confesé—. Se echa la culpa de todo y lo peor es que tiene pánico a que Chaz la odie.
—Chaz no haría eso —me aseguró su amigo—. Él será un imbécil, pero ama a tu hermana. Le costará aceptar lo que pasará dentro de unos meses, sí. A cualquiera le cuesta en su situación —era normal, ¿no?—. Pero él no es ningún monstruo como para abandonarla a su suerte. Sabe que el bebé es suyo.
—La situación me supera —le aseguré recostándome en mi cama mirando hacia el techo.
—No sabes lo que me gustaría estar allí —pensó en voz alta a través del teléfono.
—No sé cómo haré. No quiero dejar a Sally sola, pero el lunes comienzo los entrenamientos de polo —y no podía faltar.
—¿Y ella qué hará? —supe que se preguntaba por Sally.
—Quiere hablar con Chaz, luego no lo sé. Tal vez ir al médico y hablar con mis papás. Realmente, no me comentó qué haría después de contarle la situación a él —Chaz.
—No quiero saber que estás así —notaba la preocupación en su voz. Él se sentía atado por no poder estar conmigo, era entendible. Pero no era su culpa.
—No te preocupes —le aconsejé—. Debes concentrarte en tu música, en el álbum. Enserio, no quiero ser una carga.
—¡No lo eres! —soltó rápidamente— Ni siquiera pienses que lo eres, ¿vale? Me preocupo porque no puedo hacerlo de otra manera, me importas, te quiero, no podría no preocuparme porque estás mal, es eso.
—Quiero mudarme a Los Ángeles —solté, pude imaginarlo esbozar una sonrisa.
—¿De qué hablas? —cuestionó emocionado— ¿Dices enserio?
—Sí, me encantaría ir —no necesariamente a su casa—, pero con todo esto de Sally, no será fácil.
—Sí, lo imagino —murmuró pensativo—. Quizás puedas venir una vez al mes y yo voy otra vez al mes a Canadá, así nos veríamos más. Por el dinero no deberás preocuparte yo…
—Justin —lo interrumpí—, no quiero que me pagues nada. Y sí, la idea es buena.
—Vale, vale —apostaba a que sacudió la cabeza negando mientras sonreía—. Quiero que me mantengas informado, ¿sí? Debo ir a grabar ahora, pero necesito que me prometas que vas a llamarme si algo pasa.
—Lo prometo —susurré.
—Vale, te quiero, ¿sí? —sonreí inconsciente ante sus palabras.
—También te quiero —murmuré y colgué la línea.
#Fin vía telefónica#



Colgué el teléfono y me quedé mirando el techo de mi habitación. Sería lindo vivir cerca de Justin. Verlo todos los días, ver su sonrisa, sentir su aroma. Pero las cosas, ahorita, no estaban así. Yo estaba en Canadá y él en Estados Unidos. Suspiré sentándome en la cama, salí de mi habitación camino a la escalera entonces los gritos se escucharon. Me acerqué al borde sin dejar que me vieran, Chaz y Sally acababan de llegar.



—¡No puedo creerlo, Sally! —Chaz estaba sacado de sí mismo. Los nervios se habían apoderado—, ¿Cómo coño te puedes olvidar la puta píldora? ¿Estás loca? ¿Sabes la mierda que has hecho? —mi hermana sollozaba frente a él, débil como un papel arrastrado por el viento.
—Lo siento, Chaz —sus palabras apenas se escuchaban desde dónde yo intentaba oír.
—Y eso ahora, realmente, me sirve para la nada misma —él comenzó a caminar de un lado al otro mientras pasaba la mano por su cabello con nervios—. No sé qué demonios haremos. Tus padres van a matarnos, ni se diga los míos, además, no sé como haremos. Sally, debemos criar un bebé y no tenemos dinero propio, ni tú, ni yo.
—Mis padres van a ayudarnos —la esperanza no aparecía en la voz de mi hermana, solo lo soltaba por suponer y esperar a que la suerte la acompañara esta vez.
—¿Estás segura, Sally? —él negó con la cabeza sonriéndole amargamente, lo más que pudo— Ya nada será igual. Tendremos una criatura de por medio, lo cambiará todo.
—No está bien oír a escondidas —me exalté casi tropezando hacia el barandal de las escaleras, luego divisé a Amelia sonriéndome algo divertida.
—¡Ame! —exclamé en voz baja— La próxima me haces caer por las escaleras y eso estará bien feo.
—Déjalos resolver sus cosas —me sugirió—. Ellos lo harán bien, solo deben adaptarse.
—¿Has oído? —le pregunté temerosa. Mi nana asintió.
—¿Quién no? —sonrió divertida— Hoy temprano gritabas tú, luego viene Chaz a gritar —se encogió de hombros—. Si quieres te preparo el almuerzo y hablamos, porque debes comer, sabes —habló maternalmente.
—Vale, vale —fruncí el ceño—. Te sigo —le indiqué.



Bajamos las escaleras y pasamos hacia la cocina, creo que sin ser vistas. Amelia cocinó para nosotras tocino, macarrones con queso y jugo de naranja. Sirvió la comida y se sentó frente a mí.



—Mis papás van a matarla —ella me miró detenidamente, esperando más—. Y también a Chaz.
—Lo hecho, hecho está —se encogió de hombros—. Será difícil aceptar que ella va a tener un bebé, sí. Pero no podemos hacer nada ahora, ni tú, ni yo, ni tus papás, ni siquiera la propia Sally —Ame tenía razón.
—Mamá me tuvo de joven a mí —Amelia asintió sonriéndome.
—A los veinte —me aseguró. Y sí, Amelia conocía a mamá desde hacía mucho tiempo—. Por eso te digo que las cosas no serán tan malas, nena. Ella entenderá a Sally. Quizás primero se enoje, es lógico, pero todo estará bien.
—Papá ya tenía trabajo —ya tenía el buffete, recién comenzaba.
—Sí, él ya tenía 25, pero ¿sabes algo? —la miré para que prosiguiera— Nada de lo que pase quita que sean sus hijas y que las apoyen en cualquier cosa. Ellos son muy buenos con ustedes, no dejarán sola a su hija menor en esto, lo sabes —me encogí de hombros tragando mi bocado para hablar.
—Tengo un mal presentimiento, Ame —confesé dejando mi tenedor sobre el borde del plato para apoyarme en mis codos—. Algo me dice que las cosas comenzarán a ir mal y no sé por qué.
—Si no comes va a irte mal —me regañó—, ¡Vamos! Cociné para que lo terminaras —me exigió, frustrada tomé el tenedor y metí otro bocado en mi boca—. Y sí, quizás. No lo sé —se encogió de hombros—. Realmente, puede que esto sea un problema o puede que estés pensándolo demasiado.

—Ojalá solo sea mi jodida mente dándome una mala jugada —murmuré. 

martes, 28 de enero de 2014

Capítulo 28°: "Son parte de mi vida, son mi familia".

I AM SO PROUD


—Te extrañé tanto —susurró agitado dejando pequeños besos contra mi hombro, luego de haberse vuelto a su lado de la cama.
—Te quiero, Justin —solté aferrándome a su pecho—. Te quiero mucho.



…Al día siguiente…



Me levanté, me duché y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111704885&.locale=es . Dejé mi cabello suelto y no me maquillé. Decidí bajar, luego de charlar un rato con Pattie, Justin se nos unió y almorzamos temprano, sobre las 12:00 del medio día, para comparar con mis hábitos alimenticios, pero fue porque debíamos partir al estudio de televisión para estar puntuales a las 15:00 p.m.



Narra Justin:




___________(tu nombre) se había quedado detrás de cámara con Kenny. Sabía que en la entrevista buscarían hablar de ella y no estaba seguro si hacerlo o no. Solo preferí dejar que fluyera en el momento. Luego de retocarme, me llevaron al set y la conductora esperaba allí. No sería una entrevista en vivo, lo que era mejor para mí.



—Hola, Justin —me saludó simpáticamente una rubia cerca de los 30 años, la cual nunca antes me había entrevistado.
—Hola —saludé simpáticamente mientras le veía sentarse frente a mí en otro de los sillones.
—Mi nombre es Karla —acomodó su cabello hacia atrás de su hombro para luego tomar unos papeles—, comenzaremos a grabar en ahorita mismo, ¿sí? —yo asentí.
—Vale. Solo hagámoslo —estaba acostumbrado, nada nuevo para mí.



El director indicó que comenzaban a filmar y así todo comenzó, otra vez. Odiaba la rutina.



Al aire.
—Buenas tardes, Los Ángeles —saludó la rubia simpáticamente mientras miraba a la cámara—. Es un gusto presentarles la entrevista del día. Como lo habíamos anticipado durante la semana, hoy estará con nosotros la estrella del pop masculino, Justin Bieber —otra presentación poco original para la lista—. Hola, Justin.
—Hola, Karla —sonreí ampliamente, otra vez.
—Es un honor para nosotros tenerte aquí en nuestro living —pronto llegarían las preguntas.
—Oh, el honor es mío —sonreí, nuevamente.
—Déjame preguntarte, Justin, ¿has estado mirando televisión? —¿Qué clase de pregunta era esa?
—Bueno… —carraspeé acomodándome en el sillón—, en realidad no.
—Pero es de suponer tuyo, que todo mundo esté hablando de la muchacha que has ido a buscar al aeropuerto ayer, ¿verdad? —ella me miró divertida, como si escondiera algo detrás de sus ojos y deduje que ella reconoció a ___________(tu nombre) detrás de las cámaras, junto con Kenny.
—Ella es una muchacha —me animé a darle créditos—. No hay nada de lo que preocuparse.
—Ella es ___________(tu nombre y apellido), ¿no? Una gran jugadora de polo canadiense y una chica que hace dos días ha ganado la competencia de equitación realizada en Georgia, ¿no es así? —y allí íbamos, ellos lo sabían todo.
—Oh, sí —sonreí buscándola detrás de cámara, ella estaba sonriéndome, regresé mi vista a Karla. Ella esperaba algún comentario más—. Es una gran jugadora de polo y monta muy, muy bien —Karla me sonrió.
—¿Están saliendo? —se animó a cuestionar. Busqué con la mirada a mi novia, quién al entender lo que le preguntaba sin soltar alguna palabra se encogió de hombros y luego asintió sonriendo.
—Estamos en el mejor estado que alguien podría estar —Karla arqueó una ceja.
—¿Y cuál es ese estado, Justin?
—Estamos muy enamorados y estamos tomándolo con calma —me sentí orgulloso de decir eso.
—Es bueno oír eso, creímos que nunca superarías a Selena —ellos buscaban la forma de armar chismes.
—Sí, bueno… —carraspeé y sonreí simpáticamente, por mucho que quisiera mandarla al demonio por nombrar a Selena—, Selena fue alguien importante en mi vida, pero supongo que todo ciclo tiene un fin y el nuestro ya ha sido, ¿no? —me encogí de hombros— La quise mucho, pero eso ya pasó a ser parte del pasado.
—Debemos suponer, entonces, que no harás planes de gira hasta un largo tiempo —dedujo.
—No, no es que no haré planes por mi vida privada. Realmente, a penas estoy metiéndome en el estudio, me lo estoy tomando con calma. Me llevará algún tiempo tener la música nueva, promover el álbum, hacer todos los requisitos que uno nuevo precisa, ¿sabes? Y te deja poco tiempo para pensar en una gira, al menos hasta que la promoción haya terminado —y no estaba apurado por subirme a un avión y viajar por el mundo.
—Se rumoreaba que ibas a tomarte un largo descanso después de todo lo que sucedió con la policía y esas cosas —allí íbamos, camino a hablar de lo mismo. Saqué mi mejor sonrisa, deseando que no se viera tan falsa y sentí la tensión crecer.
—Bueno, fue un golpe duro —mucho—. Muchas de mis fans se fueron, comenzaron a reclamarme cosas y a pedir que volviera en mí, a ser yo mismo. Sinceramente, estaba mal —muy—. De todas maneras, no conducía ebrio, ni drogado. Solo tenía la licencia vencida, es un delito y sí, pagué. Pero, no creo que sea razón para que se me tilde de drogadicto o alcohólico, cuando en realidad, no lo soy. Solo tengo 19, casi 20, años. Muchas cosas se me escapan —como a todo mundo—. Y soy culpable de ellas, lo sé. Solo estoy equivocándome y creciendo. Deberían dejar de esperar educarse conmigo, ya que no soy un colegio de modales o algo así —me encogí de hombros.
—¿Sigues pensando en tus fans? —la miré fijamente y pasé saliva.
—Claro que sí —el nudo crecía en mi garganta, no quería quebrarme—. Ellas lo son todo para mí. Mis pequeñas y hermosas Beliebers —sonreí melancólicamente—. Muchas de ellas están aquí desde mis covers en youtube, desde One Time, ¿cómo podría no pensar en ellas? Si mi vida está aquí y así gracias a su dedicación —carraspeé aclarando mi garganta—. Las amo. Son parte de mi vida, son mi familia. Les pido perdón por las muchas veces que las lastimé, solo no intentaba hacerlo. Estoy viviendo, aprendiendo a vivir, y siendo honesto, tengo que caer para ser fuerte y aprender. Sé que las lastimo en el proceso, pero eso no quita que las ame. Claro que no —me convencí a mí mismo.
—Me dio mucha lástima ver las noticias en la televisión y ver que estabas arrestado, Justin —sonreí amargamente.
—Ya no quiero hablar de esto —o terminaría llorando—. Ya no lo haré, no pasará.
—¿Se debe a ___________(tu nombre)? —cuestionó ella sonriéndome como mamá lo haría.
—Quizás —sonreí más animado—. Realmente, fue grandioso encontrarla. Ella… ella es tan distinta —no quería venerarla, pero realmente ella era especial—. Supo desconectarme de todo esto —me referí a los problemas—. Y lo único que espero ahora, es que mis Beliebers puedan ser felices con mi elección. No quiero que ellas me odien por querer y ser feliz. Sé que ___________(tu nombre) aprenderá a quererlas y viceversa. Realmente, entenderán de lo que hablo con el tiempo —Karla me sonrió dulcemente.
—¿Quieres saber algo? —supe que era una pregunta retórica— Es grandioso verte así. Hacía tiempo no te escuchábamos hablar así.



La entrevista fue grabada rápido, quizás por el hecho de que era corta. Saludé a Karla y me dirigí hacia Kenny y ___________(tu nombre).



—Scooter te había dicho que no hablaras de… —comenzó a regañarme preocupada ___________(tu nombre). Sonreí divertido.
—No te preocupes —le pedí interrumpiéndola—. Ya hablé, Scooter no puede hacer nada ahora.
—¿Nunca obedeces? —solté una risa mientras caminábamos para largarnos de allí de regreso a casa. Kenny venía atrás de nosotros.
—¿Tú qué crees? —ella frunció el ceño, haciéndome reír más.
—Deberás aprender a hacerlo, ¿sabes? Me gusta el orden —sentenció.
—¿Enserio? —la miré divertido— Bien, a ti te obedeceré —alcé mis manos en son de rendición—. No podría decirte que no, ¿sabes?
—¿Qué haremos ahora? —me preguntó emocionada.
—¿Quieres regresar a casa? —le ofrecí— O podríamos hacer lo que quieras —me encogí de hombros pasando mi mano por mi cabello mientras salíamos a la claridad del día para caminar hacia el aparcamiento al aire libre.
—Mmmh —me sonrió ampliamente—, ir a casa estará bien.
—Quizás podemos mirar una película en el sillón —le ofrecí sonriendo—. Besuquearnos también —ella soltó una risa divertida.
—¡Eres terrible, Bieber! —me informó exclamando.
—Lo sé, nena —la abracé por la cintura—, pero no niegues que te encanta la idea —ella volvió a reír mientras yo le sonreía divertido.
—Estará bien, solo si la película no es de amor —la miré simulando ofensa.
—¿Enserio? —le cuestioné en broma— ¿Quieres ver una de terror? Claro que no, soy miedoso.
—¡Pareces niña, Bieber! —se burló.
—¿En la cama también? —susurré a su oído, ella me miró con el ceño fruncido.
—No puedo opinar. Eres el único que he probado —hizo un mohín, yo reí divertido.
—Aceptaré mirar una película de terror, está bien —suspiré simulando pesar—. Pero solo si me dejas abrazarte cada vez que tenga miedo.
—Te pasarás la película abrazándome, ¿no? —dijo con un tono de pesadez, como si fuera obvia mi intención.
—Es que hasta los créditos dan miedo —intenté no reír y lo logré.
—Deberías ser chantajista —habló mientras se metía al auto y yo me arrastraba a su lado.
—Séh —dije con despreocupación—, lo estoy pesando últimamente.



Al llegar a casa bajamos y entramos a la sala. Ella se sentó en el sillón más grande frente a la pantalla. Busqué el control remoto y un rato después nos decidimos por “El Conjuro”. Busqué palomitas y nos acurrucamos en el sillón. Ella estaba con los brazos envueltos a mi torso y su cabeza apoyada en mi pecho, sus piernas atravesaban las mías horizontalmente, yo tenía mis brazos rodeándola.



—Adoro tu olor —me informó sin despegar los ojos de la película. Sonreí dulcemente al oírla decir eso.
—¿Es hora de besuquearnos? —reclamé en su oído a modo de pregunta. Ella sonrió escondiéndose en mi pecho.
—Calla, come y mira —me ordenó volviendo su vista a la película.
—Qué severa eres —ella rió sin dejar de mirar el televisor.



Oí pasos entrar a la sala, supe que sería Ryan, mamá no estaba, por ende era la única opción. Volteé mi cabeza a un lado y él estaba allí.



—¿Te unes? —le pregunté, ___________(tu nombre) me miró primero a mí y luego a él.
—¿No sobro? —los dos negamos con la cabeza hacia él.
—Únete —repetí. Ryan se sentó en el sillón individual.
—¿No la habían visto antes? —preguntó mirando la pantalla.
—No —dijimos al unísono.
—Está buena —comentó.
—Nada de besuquearnos ahora —susurró ___________(tu nombre) para que solo yo la escuchara. Sonreí divertido y ella regresó su atención a la película.



Casi una hora después la película culminó, entonces me percaté de que ella dormía en mi pecho.



—Estuvo buena —aseguró Ryan volteándose a vernos. Sonrió divertido—. Al parecer, se aburrió.
—Estaba cansada —me animé a decirle—. Tuvimos una mañana bastante atareada. Sabes cómo son los estudios de televisión.
—Nada parecido a un hípico, eso lo aseguro —sonreí asintiendo en su dirección—. Ella tiene suerte —noté como la miró dulcemente—.Y tú también. Ella es grandiosa.
—¿Qué hora es? —cambié de tema antes de entrar a un campo incómodo.
—Las 07:00 p.m. —respondió luego de mirar su reloj.
—¿Quieres ir a cenar? —le ofrecí. Él miró confundido la escena.
—¿Y ella? —me preguntó— No la dejarás sola.
—Irá con nosotros —le respondí divertido.
—Oh, vale —se encogió de hombros.
—Nena —susurré cerca de su oído, ella se removió abriendo sus ojos lentamente, para regalarme una sonrisa luego.
—Me quedé dormida —me informó lo obvio sentándose correctamente.
—Planeamos salir a cenar —le expliqué—, ¿vienes?
—¿A dónde iremos? —cuestionó y le sonrió simpáticamente a Ryan, para regresar su vista nuevamente a mí.
—A algún restaurante —respondí encogiéndome de hombros.
—¿No prefieren que cocine? —nos ofreció.
—Lo que él diga —le respondió mi amigo.
—Yo era para que no…
—Está bien por mí hacerlo —se encogió de hombros metiendo un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Además, tengo ganas de hacerlo.
—Bien —le sonreí—. Vamos a la cocina.



Ella cocinó para tres. Hizo unas exquisitas empanadas árabes, comida que jamás había probado, pero era exquisita en realidad.



—¿Pattie no cena? —cuestionó ella al cabo de unos minutos.
—Salió temprano —me informó Ryan—. No dijo si vendría.
—Supongo que cenará fuera —deduje.
—Es una lástima que se pierda esto —habló Ryan alagando la comida.
—De seguro se fue con alguna de sus amigas —me encogí de hombros divertido—. Mejor, más comida para nosotros.
—Egoísta —musitó ella mirándome divertida.
—¿Hasta cuando estás aquí? —preguntó Ryan hacia mi novia. Lo dijo con un tono casual, inocentemente.
—Mañana —musitó ___________(tu nombre) algo seca. Ella no estaba bien con él eso era obvio—. Por la noche. Mi vuelo sale sobre las once de la noche.
—Llegas como a las 04:00 a.m. a Canadá —le aseguré—. El vuelo saldrá pasada media noche.
—¿Qué tal las cosas en Toronto? —volvió a hablar Ryan.
—Ya sabes —ella se encogió de hombros—. No salí más allá del hípico, porque la competencia se llevaba todo mi tiempo. Supongo que lo de siempre. Nada interesante —le sonrió amargamente—. Oigan, ¿se enojan si me voy arriba? —la miré confundido— Estoy agotada.
—Vale —aceptamos al unísono.
—Hasta mañana, chicos. Los veo —sonrió y se esfumó hacia la escalera con rapidez.
—Ella me odia —aseguró Butler melancólicamente.
—Solo no lo supera —me encogí de hombros metiendo otro bocado a mi boca—. Supongo que no es fácil.



Luego de ordenar un poco la cocina Ryan salió hacia casa de Lucy. Mamá había llegado minutos antes y dijo que iría a recostarse porque tuvo un día pesado. Yo solo entré a mi habitación con la esperanza de que ___________(tu nombre) estuviera allí, pero ella no estaba. Entré a su habitación ya que la puerta estaba entreabierta. Ella estaba sentada en su cama con una camiseta mía de la cual se había adueñado en Puerto Vallarta, su cabello estaba recogido en un moño desprolijo y estaba con su portátil entretenida.



—¿Estás bien? —pregunté cerrando la puerta detrás de mí. Ella se asustó y luego me sonrió serena.
—Sí —murmuró—. Estoy bien.
—Casi no has cenado.
—No tenía hambre —me explicó.
—¿Segura? —ella asintió— ¿Por qué comes tan poco?
—¿También tú? —preguntó divertida haciendo la portátil a un lado para quedarse frente a mí cuando me senté al borde de su cama.
—¿También yo qué?
—Caitlin dice que estoy demasiado flaca —habló rápidamente—. Exageran, siempre he sido así.
—Ryan también lo dice —hablé seriamente. Ella frunció el ceño.
—¿Ryan habla de mí contigo? —cuestionó arqueando una ceja— Es absurdo…
—No cambies de tema —le exigí—, ¿por qué comes así?
—¿Así cómo? —preguntó con naturalidad— Estoy bien, no tengo nada. Enserio.
—Estás delgada —mi voz era severa—. No permitiré que…
—No tengo hambre —me soltó encogiéndose de hombro—. Como lo necesario hasta que no tengo más hambre. Es eso. No hay nada detrás. Estoy saludable, bien. Me siento bien, llena de fuerza y energía, ¿qué podría estar mal? —suspiré pesadamente y fruncí el ceño.
—¿Segura? —ella asintió ferviente.
—Sí.
—Vale, vale —sonreí y besé su frente—. No quiero verte mal.
—No estoy mal —me aseguró—. Estoy mejor que nunca —añadió rodeando mi cuello con sus brazos.
—Oye —mojé mis labios con mi lengua y enmarqué su rostro entre mis manos dedicándole una sonrisa—, es la última noche que te veo hasta quién sabe cuándo, es mi deber como novio dormir contigo —ella sonrió divertida.
—No tienes remedio, Bieber —negó con la cabeza divertida.
—Es que no puedo controlarme contigo —confesé encogiéndome de hombros, ella rió.
—Tampoco yo —me informó—. Tampoco yo —sonrió divertida.



Hicimos el amor como jamás en nuestro corto plazo junto lo habíamos hecho. Pude sentirla completamente mía y terminé de descubrir que no podía perderla, pasara lo que pasara. La quería demasiado como para dejar que cualquier cosa arruinara lo que teníamos.


La miré dormir entre mis brazos, hasta quién sabe qué hora, pero deduje que era la madrugada, el sueño se apoderó de mí y me quedé aferrado a ella durmiendo plácidamente.

domingo, 26 de enero de 2014

Capítulo 27°: "Our love forever".




—Tranquilo —le pedí—. Eso ya pasó —sus ojos estaban extraviados, tormentosos, en realidad, reflejaban miedo—. Quizás yo no sea Selena, y no sé qué tan bueno o malo es eso. Pero el hecho es que, no te dejaré caer. Ya te lo he dicho, estás en el camino correcto y por muchas caídas que tengas, estoy dispuesta a mantenerte en él —él mojó su labio inferior recorriéndolo con la lengua, abrió su boca para decir algo—. No me interesa cuánto quieras culparte —añadí antes de que él prosiguiera—, todos tenemos errores, ¿entiendes? Tú, yo, Selena, el mundo entero los tiene. Eso no cambia el hecho de que seas persona, la fama no lo hace —acaricié su mejilla vacilando un poco, pero luego tomé confianza. Cerró sus ojos ante mi tacto y suspiró—. Yo no te veo como el chico famoso que no debe equivocarse. Solo eres mi novio, el chico guapo, lindo, dulce y simpático que me enamoró, ¿entiendes eso, Justin? —él volvió a encontrarse con mi mirada, esta vez la suya reflejaba amor y adoración, nada más— Te quiero y confío en tu palabra. Si me dices que no lo haces, me importará una mierda lo que la prensa diga, así que… ahí tienes. Solo he conocido un pedazo de tu pasado, eso no cambia mi confianza hacia ti. Te quiero, nada cambiará eso —él sonrió ampliamente—. Mucho menos la jodida prensa, ¿vale? —él tomó mi rostro entre sus manos.
—No eres como ella y eso es jodidamente bueno —él sonrió y besó fugazmente mis labios.



Llegamos a un restaurante muy precioso casi quince minutos después de nuestra charla. Justin abrió la puerta y bajamos. Le indicó a Kenny que pasara por nosotros cuando él le envíe un mensaje de texto, porque no teníamos un horario fijo. Al entrar una de las muchachas que estaban en la entrada nos llevó hacia una reservación del VIP. Nos sentamos en la mesa y automáticamente nos trajeron una botella de vino y canapés para recibirnos.



—No quiero que cambien las cosas después de lo que te conté —elevé mi vista con el ceño fruncido en confusión.
—Solo no pienses en ello —le sugerí—, porque yo no voy a hacerlo.
—Gracias, nena —me sonrió ampliamente—. Nunca nadie intentó comprenderme así, eres grandiosa.
—No, solo no estoy juzgándote —lo corregí—. Pues, como tú tienes tus errores yo también puedo tenerlos.
—Quiero que me acompañes mañana a la entrevista —Justin me informó.
—Vale —acepté sin regodeos—, solo si no tengo que aparecer en ningún lado.
—Descuida —me pidió sonriendo—, Scooter no dejará que eso suceda —y en mi interior yo deduje ese por qué casi instantáneamente.
—Él tiene miedo de mí, ¿no? —Justin me miró sorprendido— Digo, de que te lastime como Selena lo hizo.
—Todos tienen miedo al fracaso, al dolor, específicamente a ser traicionados. Eso no quiere decir que todo el mundo vaya a hacerlo. Si no arriesgas por amor, entonces, ¿por qué te arriesgas? —sonreí ante sus palabras.
—Scooter no tiene nada de qué preocuparse —le aseguré divertida—. Aún no quiero triunfar en la fama, y así lo quisiera, no te pisaría. Jamás debes pisar a alguien mientras subes, porque cuando vas bajando quizás necesitas su ayuda.
—Ay, nena —suspiró y me sonrió con dulzura—, cada vez que hablas, me enamoras más y más —sentí el calor subirme hacia la cara.
—Y tú me haces sonrojar —murmuré divertida—. Odio hacerlo.
—Lamento informarte que amo cuando lo haces —se encogió de hombros.
—Eres malvado, ¿lo sabes? —él se rió por lo bajo.
—Tú serás malvada si no me dejas hacerte el amor hasta el cansancio esta noche —casi escupí el sorbo de vino que acababa de beber.
—¡Justin Bieber! —protesté con fuerza, pero sin lograr gritar— Vas a hacerme morir ahogada, demonios —protesté, él solo se largó a reír.
—No puedes negar que la idea es exquisita —seguramente yo estaba roja como a punto de explotar. Fruncí el ceño formando una cortina con mi cabello rodeando mi rostro por los costados. Odiaba que me hiciera eso.
—Y tampoco puedo negar que odio que me hagas pasar estas semejantes vergüenzas —sentencié, él no dejaba de reír.
—Venga, venga, cerraré el pico —me informó.
—¡Gracias a Dios! —solté mis manos al aire en forma de liberación— Te agradezco el hecho, querido mío.



Nos trajeron la cena y entre risas y chistes de Justin sin sentido nos acabamos el plato antes de lo que pudiéramos darnos cuenta.



—Tengo una sorpresa —me informó mirando su reloj en su muñeca—, y es tiempo de que te la dé.
—¿Cuál sorpresa? —pregunté confundida, ¿por qué tenía un tiempo?
—Espérame aquí —murmuró levantándose y desapareciendo por las escaleras que llevaban al primer piso del restaurante. Segundos después apareció con una guitarra.
—¿Qué haces? —pregunté divertida. Él apartó la silla y se sentó acomodando la guitarra en su regazo.
—Nothing in to add (nada para añadir)
In your lips all was (En tus labios todo quedó)
And without wasting the time (Y sin perder el tiempo)
I only started fighting for (Solo comencé a luchar)

risking everything (Arriesgando todo)
For an angel without wings (Por un ángel sin alas)
Reverting the time (Revirtiendo el tiempo)
By protecting my chance (Protegiendo mi oportunidad)

Only you in my arms (Solo te tuve en mis brazos)
And I realized that I needed no more (Y entendí que no necesitaba más)
Oh, was enough to know (Oh, bastó conocer)
Your heart so hold on to you (Tu corazón para aferrarme a ti)
Oh, I embraced my world (Oh, abracé mi mundo)
And now Iam just happy (Y ahora solo soy feliz)
Oh, in my heart (Oh, en mi corazón)
I tattooed your honey eyes (Tatué tus ojos miel)

This time I will not lose (Esta vez no perderé)
I have the game in favor (tengo el juego a favor)
When you say “I love you” (Cuando dices “te quiero”)
I know it will be perfect (Sé que será perfecto)

risking everything (Arriesgando todo)
For an angel without wings (Por un ángel sin alas)
Reverting the time (Revirtiendo el tiempo)
By protecting my chance (Protegiendo mi oportunidad)

Only you in my arms (Solo te tuve en mis brazos)
And I realized that I needed no more (Y entendí que no necesitaba más)
Oh, was enough to know (Oh, bastó conocer)
Your heart so hold on to you (Tu corazón para aferrarme a ti)
Oh, I embraced my world (Oh, abracé mi mundo)
And now Iam just happy (Y ahora solo soy feliz)
Oh, in my heart (Oh, en mi corazón)
I tattooed your honey eyes (Tatué tus ojos miel) —su voz se apagó y no dudé en enjuagar mis lágrimas de mis mejillas percatándome que afortunadamente el delineador no chorreaba en ellas.
—Yo… yo no puedo creerlo —susurré sonriéndole—. Me has escrito una canción.
—Y mereces más que eso —me aseguró.
—Justin, yo…
—Sh —él se puso de pie y se arrodillo a mi lado, lo quedé mirando anonadada, ¿qué estaba haciendo?—, quizás lo hayas olvidado con todo lo de la competencia y esas cosas, pero yo no pude —me sonrió y sacó una alargada caja de terciopelo azul del bolsillo de su chaqueta entregándome en las manos.
—Justin, no…
—Feliz primer mes, preciosa —me sonrió ampliamente e hizo un gesto con la cabeza para que abriera la pequeña caja.



Entre mis manos temblorosas abrí la caja con mi corazón latiendo más rápido que nunca. En el interior descansaba pacífico y estirado desde los extremos un reloj de mayas blancas y bordes dorados. Una verdadera belleza, elevé mis ojos mirándolo hacia abajo a un lado de mí. Él me miraba con curiosidad y al verme sonrió.



—Deduje que te gustaría —me informó—. Sé que te encantan los relojes.
—Justin, eres increíble —aseguré sonriéndole ampliamente mientras dejaba el reloj sobre la mesa y enmarcaba su rostro entre mis manos—. Realmente, me sorprendiste —besé sus labios fugazmente—, pero no me has agarrado desprevenida, sí recordé que hoy cumplíamos un mes y pues —él se quedó viéndome divertido—, también te compré algo.
—¿Qué? —cuestionó entre risas— ¡Olvidé que también eras inmensamente cursi como yo!
—También puedo serlo, ¿sabes? Tengo derecho —arremetí contra él. Justin sonrió divertido pero sin moverse. Yo me puse de pie y lo jalé a la silla para que se sentara, él lo hizo y luego me senté en su regazo. No dudó el rodear mi cintura con sus brazos mientras yo hurgueteaba en mi cartera. Sonreí triunfante y saqué la pequeña bolsita de Tiffany entregándosela.
—¿Tiffany? —preguntó mirándome con el ceño fruncido— ¡Voy a matarte por esto! No era necesario.
—Supongo que puedo permitírmelo —usé sus viejas palabras en su contra. Él negó con la cabeza abriendo la pequeña bolsa. Vertiendo en su mano la cadena plateada no demasiado pequeña, ni tampoco muy ancha, él tomó el colgante entre sus manos y volteó a verlo del lado grabado: “Our love forever. J&_(tn)”. Él sonrió ampliamente y besó mi mejilla.
—Es mi favorita —me informó—. Estoy segura de que se verá demasiado linda con toda mi ropa.
—Dalo por hecho, como el reloj lo hará con mis atuendos —le sonreí rodeando su cuello con mis brazos.
—Mmh, te he extrañado tanto —susurró cerca de mis labios, respiraba su aroma a colonia y lavanda. Era embriagador.
—También te extrañé —solté en un hilo de voz. Él besó suavemente mis labios, apartándose unos milímetros, dejándome desearlo. Solté un suspiro y él esbozó una sonrisa.
—También quiero besarte hasta el cansancio —me aseguró como si leyera mis pensamientos—. Solo pídeme que vayamos a casa y podremos hacerlo —me sugirió haciéndome estremecer.
—¿Seguro que quieres irte? —él asintió rozando la piel de mi cuello con su nariz, aspirando mi aroma.
—Si es lo que deseas, ya mismo llamaré a Kenny —me aseguró.
—Vale —acepté y besé castamente sus labios robándole una sonrisa.



Poco tiempo después de que Justin le indicara a Kenny pasar por nosotros, él llegó. Nos subimos y comenzó a conducir. Iba perdida en la oscuridad de la noche rompiéndose abruptamente por las luces de las calles y realmente el camino se me hizo el doble corto que a la ida. Al llegar bajamos y entramos a la casa.



—Debes dormir conmigo —me aseguró Justin siguiéndome por las escaleras, volteé y le dediqué una sonrisa divertida.
—¿Y si Pattie sube? —él negó con una sonrisa en el rostro sacudiendo su cabeza dos o tres veces de izquierda a derecha.
—Mamá sabe que no deberá subir —lo miré alarmada—. Descuida, no le dije que iba a tener sexo contigo, pero ella no tiene dos años, ¿sabes?
—¿Podrías evitar hablar de esto tan libremente? —le sugerí, él rió divertido mientras se ponía a mi par para terminar de subir la escalera.
—Ven aquí —murmuró metiéndose atrás mío y agarrándome por la cintura hasta lograr que chocara con su pecho—, ¿estás segura que vas a negarte a dormir en mi habitación? —la piel de mi cuello se erizó cuando las ondas sonoras de su voz en un sensual susurro la acariciaron suavemente.
—Mhm —gemí afirmando sin ser capaz de hablar, él notó eso.
—¿Segura? —su nariz rozaba mi piel comenzando a arder, haciéndome delirar— Debes tener en cuenta que siempre —mordió sensualmente el lóbulo de mi oreja haciéndome retorcer entre sus brazos. Mi vientre comenzaba a contraerse bajo sus manos apoyadas sobre la tela de mi vestido—, siempre puedo dormir en tu habitación —sonreí divertida.
—Eres un chantajista —él sonrió y besó suavemente mi cuello.
—¿Vas a negarte también? —sus labios chuparon casi sin fuerza la piel de mi sensible cuello, mis terminaciones nerviosas lo esperaban con ansias— Mmh, no puedes —sus dientes mordisquearon juguetonamente mi piel.
—No me hagas esto —le supliqué con la voz en un hilo, ahogada en el deseo.
—Siempre puedes decirme que me detenga —me advirtió mientras me apretaba contra su cuerpo, sus labios se desplazaban en mi cuello y nosotros nos movíamos hacia su habitación por el pasillo de la casa.
—¿Y si no quiero que te detengas? —una de sus manos se movió hasta la perilla de la puerta y la abrió ágilmente mientras sonreía contra mi piel.



Entramos y él me soltó dejándome de pie a su cuarto, el cual había conocido horas antes. Oí como le ponía seguro a la puerta y fue sensato hacerlo, no queríamos que nadie nos encontrara en una situación vergonzosa. Sonreí cuando lo sentí pegarse contra mi espalda.



—Algo me dice que estamos solos en casa —me aseguró.
—¿Por qué lo intuyes? —pregunté mientras sus manos acariciaban mi vientre hacia arriba sobre la tela de mi vestido.
—Mamá saldría con unas amigas —me aseguró rozando su nariz contra mi cuello mientras sus manos desprendían el botón de mi blazzer—. Y Ryan, suele salir por las noches —añadió.
—¿Y si no estamos solos? —insistí. Él deslizó mi blazzer por mis hombros tirándolo hacia un sillón que reposaba en una de las esquinas.
—No te preocupes por eso —me sugirió—. Déjame amarte.



Volteé sobre mis tacones con cuidado de no enredarme en la alfombra, él apretó su agarre en mi cintura mientras yo envolvía mis brazos en su cuello. Rápidamente él se apoderó de mis labios, pidiéndome permiso con su lengua sus mansos se deslizaron hasta mi trasero y apretándolo suavemente logró que un gemido se me escapara dentro de su boca. Sonrió sobre mis labios y continuamos con el baile sensual de nuestras lenguas jugando.

Soltándome para bajar hasta quedar agachado frente a mí, él desprendió una de mis sandalias y la dejó hacia un lado, repitiendo el proceso con la restante. Sonrió quedando frente a frente conmigo, otra vez.



—Mi actividad favorita —sonrió rodeándome con sus brazos para que pegara contra él—, desnudarte —añadió acercándose a mi cuello sensualmente.



Sonreí divertida mientras él comenzaba a besar mi cuello y caminar en dirección a la cama. Mis rodillas chocaron con el colchón poco después, él me depositó en la cama alejándose un poco de mí para quitarse la camisa sin desprender los botones por encima de su cabeza. Mis ojos se perdieron analizando cada uno de sus tatuajes. Me gustaban, lo hacían ver sexy, y siendo honesta, tenía admiración por ellos.

Él subió mi vestido hasta dejar mis muslos desnudos, sentí el calor subir hacia mi rostro ante sus ojos, él siguió subiendo mis vestido hasta lograr, con mi ayuda, quitármelo por sobre la cabeza. Sus ojos quemaban mi piel, me sentía vulnerable.



—Algún día, ¿dejarás de tener toda esta vergüenza ante mí? —preguntó cerniéndose sobre mí— Te he dicho incontables veces que eres hermosa tal y como estás, me gustas, me encantas, te quiero y no te cambiaría nada. No hay nada de lo que debas avergonzarte.



Sus labios comenzaron a besar los míos, nuevamente, mientras sus manos recorrían mi cuerpo casi desnudo, a excepción de mi ropa interior. Mi piel se estremecía bajo su tacto, mi corazón aceleraba su ritmo, realmente era increíble como él me hacía sentir. Lo empujé con mis manos para quedar sentada a horcajadas sobre él. Comencé a besar su cuello y sentía su respiración fallar ante el juego de mis labios en su piel. Arrastrándome hacia abajo, sintiéndome líder de la situación, dejé un rastro de besos en su pecho, bajando por su esternón, hasta encontrarme con su ombligo.



—Nena, ¿qué haces? —cuestionó levantando su torso con sus manos apoyadas en el colchón.
—Sh —susurré empujándolo hacia abajo otra vez—, no lo has pedido, pero estoy segura de que es lo que todos los hombres quieren —sonreí y seguí mi trabajo.



Quité sus zapatillas y luego bajé su jean hasta sus muslos, para luego tirarlo al suelo con el resto de la ropa, él estaba en bóxers justo frente a mí. Subí quedando cara a cara con su erección bajo la tela, su cuerpo se tensó y oí un suspiro pesado salir entre sus labios cuando mi mano acarició suavemente la tela de sus bóxers trepando hasta el elástico, lo bajé en un movimiento y antes de darme cuenta ya estaba en el suelo.

Tomé entre mis manos su miembro, antes de deslizar mi lengua por su longitud, él ahogó un gemido mientras posaba sus manos sobre mi cabello, enredándolas en él. Lo introduje en mi boca degustando su sabor, él volvió a gemir nuevamente, temerosa por no hacerle daño u algún mal paso en mi nueva actividad, comencé a envolverlo y salir de él con mi boca, succionando, rozando suavemente con mis dientes y haciendo formas inimaginables con mi lengua. Me sentía poderosa, me gustaba ver como él lo disfrutaba.



—Oh, demonios —gimió levantando mi cabeza, sacándome de su alcance—. Déjame probarte —me pidió—. Necesito estar en ti.



Volteándose sobre mí, él se estiró hasta su mesa de noche, abrió el cajón y sacó un condón de él. Lo extendió a lo largo de su longitud y se encargó de quitarme mi ropa interior, dejándome desnuda ante él. Acarició suavemente mi femineidad mientras se cernía sobre mí, apoyando su peso en su brazo restante, lo sentí cerca de mí y lentamente, apoyándose en sus dos brazos a mi costado, él se introdujo dentro de mí con suavidad.

Después de algún tiempo, las embestidas eran rápidas y a un ritmo continuo, los gemidos llenaban mis oídos mientras su respiración chocaba pesada contra la piel de mi cuello. Arañando su espalda con mis uñas me cerré contra él sintiendo mi liberación dejarme sin fuerzas, él me siguió liberándose a él mismo antes de caer suavemente contra mi cuerpo.



—Te extrañé tanto —susurró agitado dejando pequeños besos contra mi hombro, luego de haberse vuelto a su lado de la cama.

—Te quiero, Justin —solté aferrándome a su pecho—. Te quiero mucho.