lunes, 24 de marzo de 2014

Capítulo 36°: "Paris".




Había pasado una semana desde que me habían dado el alta, Justin había hablado con mis padres para irnos a París, su idea era ir los cuatro, sin embargo, mis papás no aceptaron ir. Enfrentados entre nosotros ellos, mis padres, decidieron dejarme ir. Iríamos una semana a la ciudad del amor, los dos solos.


Mis maletas ya estaban en el maletero de la camioneta de Bieber, quien había pasado por mí (Yo vestía así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=115347277&.locale=es ). Yo me encontraba a punto de escuchar nuevamente las recomendaciones de mi agobiada y paranoica madre.



—Estaré bien —les recordé antes de que hablaran.
—No olvides tus pastillas —me recomendó papá—. Cualquier síntoma te diriges a un hospital, ¿entendido?
—Por favor, cariño, cuídate —repitió mamá arreglando el pañuelo que traía en mi cabeza.
—Estaré bien —volví a repetir.
—Yo cuidaré de ella —decidió añadir Justin.
—Por favor, Justin —le rogó mi madre—. Tengan mucho cuidado, ¿sí?
—Estaremos bien —repetí cansada de decir lo mismo—. Los veré en una semana, ¿vale?
—Llámanos —me pidió mi padre—. No se metan en problemas.
—Te quiero, nena —habló mamá sonriéndome.
—Los quiero, los veré luego —sonreí.
—Adiós, señores ___________(tu apellido), los veremos pronto —tras una sonrisa tranquilizadora hacia mis padres de parte de mi novio, nos dirigimos a la camioneta.



Justin abrió la puerta para que yo subiera, luego él se fue hacia el lado del conductor y una vez dentro comenzó a conducir camino al aeropuerto.



—Estoy realmente feliz de tener una semana entera para estar contigo —me aseguró él sonriendo, sin dejar de mirar el camino.
—También yo —confesé—. No pasamos mucho tiempo juntos últimamente.
—Bueno, ahora tenemos una semana entera para ponernos al día —me aseguró alegremente—. Vamos a pasarla genial, dalo por hecho.
—Apuesto que sí —me emocionaba pasar siete días completos con él, los dos solos.
—Iremos de compras, no te preocupes —solté una risa relajada. Él apoyó una de sus manos sobre mi rodilla.
—¡Qué malvado! —exclamé sin dejar de reír— Deberé comprar gorros y boinas —él arqueó una ceja sin entender.
—¿Eh?
—Estoy calva —le recordé. Justin no pareció divertirse.
—Pronto comenzará a crecerte el cabello —me recordó positivamente—. Apuesto a que te sentará muy bien el cabello corto.
—Apuesto a que van a criticarme cuando tengan fotos mías —es decir después de ser vista en el aeropuerto—. Tus beliebers pueden ser crueles a veces.
—Lo sé —me afirmó él—. Pero no puedo hacer nada, por más que les diga ellas solo son demasiado celosas a veces. Nena, no quiero que te lastimen, lo sabes. Necesito que confíes en mí.
—Lo hago —claro que confiaba en él—. Confío en ti a ojos ciegos. Jamás me diste razones para no hacerlo.
—No sabes cuán tranquilizante puede ser eso —me sonrió sin mirarme aún—. No te das una idea de cuánto pueden lastimarte una simples palabras.
—Claro que lo sé —le aseguré recordando cómo dolía que alguien te deseara la muerte—, pero no quiero ponerme mal, mucho menos ahora —sonreí para mí misma, reconfortándome—. No sabes cuánto deseo llegar a Paris.
—Te enseñaré la ciudad, es muy hermosa —me aseguró—. Conozco lugares muy buenos.




El viaje no fue demasiado largo, si tomamos en cuenta de que Justin se quedó dormido sobre mi pecho dejándome apreciarlo en el estado pacífico y profundo de sus sueños. Sus facciones me dieron mil poemas por escribir, sientas de melodías sordas en mi mente y me robaron los suspiros más cómodos que solté en meses. Cuando aterrizamos en Paris eran las 08:00 p.m., tenía hambre y quería descansar. Al llegar al hotel, luego de conocer la suite en la que estaríamos Justin me indicó que cenaríamos fuera y luego regresaríamos a dormir.



—Sabes, creo que la ciudad tiene un aire algo inspirador —comenté mirando hacia la calle a través de los grandes ventanales del lugar.
—Podrías asombrarte de lo que verías fuera del centro —dirigí mi mirada a Justin, confundida.
—¿A qué te refieres?
—Es París, bebé —me recordó—, ¿alguna vez has oído de lo liberales y asquerosos que pueden ser los parisinos? —sonrió divertido— Podrías sorprenderte.
—Debes tener mucha inspiración aquí para escribir, ¿no? —él me miró sonriéndome con dulzura.
—Tú me inspiras. En París, en Canadá, en Puerto Vallarta, en cualquier lado, nena —sentí mis mejillas arder y me percaté de la sonrisa sonsa que tenía en mis labios.
—A Tory le hubiese encantado venir aquí —Justin se quedó pensativo en mis palabras, quizás recordando quién era Tory.
—Scooter me ha pedido que hable contigo sobre trabajo —arqueé mi ceja, Justin sabía mi teoría cero de hacer música, mucho menos ahora que sabía que sus beliebers me odiaban.
—Sabes que…
—No tú sola, le dije que no querías —me interrumpió para decir—. Entonces el me propuso que trabajaras para mí. Que seas mi pianista.
—Pero, ¿tú no eres tu propio pianista? —o era lo que yo entendía.
—No tanto así —me corrigió. Estaba confundida—. No si tú aceptas serlo.
—No tiene lógica —musité y dirigí mi vista hacia la calle—. Ya te lo he explicado.
—Te vi hacerlo —volví mi mirada hacia él, sus ojos miel penetraban los míos  con una clase de dulzura aplastante—. Lo amas, te gusta, está en ti y no por una mal pasada del destino debes dejar de hacer lo que amas, ¿o a caso no eres tú quien me dijo que quería luchar por lo que ama? —suspiré ante sus palabras.
—No estoy segura de poder hacerlo, Justin —le recordé.
—Tenemos tiempo para hacer que lo logres —me recordó él a mí positivamente—. Tenemos más de un año para lograr que lo hagas como nunca jamás nadie lo hizo.
—Demonios —protesté sonriendo mientras negaba con mi cabeza—, es increíble el poder de chantaje que tienes sobre mí, Justin Bieber.
—¿Eso fue un sí? —una enorme sonrisa se dibujó en sus labios.
—Hablaremos con Scooter, me daré una oportunidad a mí misma —él no dejaba de sonreírme felizmente—. Aún así, no te aseguro nada, ¿vale?
—Vale, vale —los dos sabíamos que terminaría por hacerlo y eso me aterraba. Revivirlo todo nuevamente—. Tranquila, estaré apoyándote —me recordó.



Regresamos de cenar casi a media noche, entramos a la habitación, Justin seguía mis pasos protectoramente. Casi instantáneamente después de que cerrara la puerta sentí su calor acercándose y sus brazos rodear mi cintura, para luego apoyar su cabeza sobre mi hombro.



—No sabes cuánto he extrañado dormir contigo, nena —me confesó susurrando cerca de mi piel.
—También te he extrañado —le confesé. Sentí una sonrisa dibujarse en su rostro, haciendo que el aire chocara contra mi piel.
—Venga, cámbiate y vamos a la cama.
—Vale —sonreí mientras me dirigía a mi maleta soltándome de Justin.



Tomé una camiseta de Justin que tenía en mi propiedad y comencé a dirigirme hacia el baño. Antes de abrir la puerta, Justin me tomó de la cintura nuevamente.



—¿Qué sucede? —le pregunté confundida girándome para quedar frente a él.



Él no respondió nada, simplemente se adueñó de mis labios, mi cuerpo se disolvió entre sus manos y dejando caer su camiseta al suelo desde mi mano, rodeé su cuello con mis brazos.  Apretó su agarre contra mí, apretándome entre sus brazos, haciéndome chocar con su cuerpo. Nuestras lenguas exploraban juntas un ritmo pasional, una pelea dulce y sensual.

Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda por debajo de mi blusa, mi piel se enchinaba con su tacto. Sus manos jalaron levemente mi remera hacia arriba desde el ruedo para quitármela, sabía hacia donde se dirigía esto y me daba pánico volver a mostrarme desnuda ante él después de mi enfermedad.



—No, Justin —susurré separando mis labios de los suyos, nuestras respiraciones eran desparejas, agitadas—. No puedo.
—¿Qué pasa, cariño? —cuestionó consternado.
—Tengo miedo —confesé temerosa.
—¿Miedo de qué? Ya lo hemos hecho antes —sus ojos me miraban pasivos pero agitados a la vez.
—De no ser lo suficientemente buena como antes —él se quedó mudo, sorprendido ante lo dicho.
—No repitas eso, nunca lo hagas, ¿vale? —sus ojos me miraban con dureza, severos, pero no enojados— Yo jamás creería que eres mala, ¿lo entiendes? Tú eres todo para mí y no me importa si el cabello se te ha caído o si tienes marca de los sueros o lo que sea, ¿entiendes? Te amo, tengo la necesidad de cuidarte y protegerte, y nada me hará cambiar de opinión, porque tú eres exactamente lo que necesito, lo único bueno que quiero. Lo eres, claro que lo eres —las lágrimas bordeaban mis ojos.
—Te amo.



Antes de que pudiera hacer algo, él volvió a besarme dulcemente, pero se detuvo luego de unos breves segundos. Tomó la camiseta desde el suelo y me la entregó. Quedé confundida ante aquél acto.



—Ve, cámbiate —me sugirió—. Luego vamos a la cama.



Me adentré en el baño y mientras me quitaba las prendas me maldije por hacerlo sentir así. Pasé la camiseta sobre mi cabeza y me cubrí con ella. Me quité el pañuelo de mi cabeza y ordené mi ropa en una pila para mandarla a la lavandería luego. Suspiré y salí de la habitación, Justin estaba recostado en la cama. Siguió mi recorrido hasta la cama y se me quedó viendo mientras me acurrucaba a mi lado. Por primera vez, lo sentía frío.



—Justin.
—Mmmh —murmuró.
—¿Estás enojado? —él tomó aire pesadamente.
—No —respondió. Esperaba que dijera algo más—. Me molesta que creas que no te querré por tu enfermedad, eso es todo.
—Lo lamento —musité y me volteé en la cama quedándome boca bajo cerca de él, cara a cara. Solo la luz de la mesa de noche nos alumbraba, sus ojos miel estaban apagados—. No quise herirte, mi amor. Solo… no es fácil, ¿sabes? Mi cuerpo ha cambiado mucho y ni siquiera yo me acostumbro a él.
—Para mi sigues siendo la misma —solo que sin cabello—. Y odio que seas tan cruel contigo misma. Detesto que me alejes de mí.
—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo —confesé tragándome el nudo en mi garganta. Me sentía mal por hacerle esto—. Me equivoco a menudo y lamento eso, Justin. No fue mi intención herirte.
—Está bien, nena. Duérmete —me sugirió—. Tuvimos un largo día, estás agotada.
—No —me negué—, no sin antes saber que estás bien conmigo. No sin antes sentirte apretujándome contra ti, no lo haré.
—Nena…
—Por favor —le rogué—. Hace mucho tiempo no te tengo conmigo, ¿crees que podré dormir así? —él me sonrió levemente.
—Ven aquí —me indicó jalándome hacia él. Recosté mi cabeza a su lado quedando mi nariz entre su mandíbula y su cuello. Posé mis labios suavemente y él se estremeció—. No hagas eso —me pidió—, no sabes cuánto te deseo ahora mismo. No me tientes.
—Hazme el amor —le pedí. Su cuerpo se tensó a mi lado.
—Duérmete —me pidió nuevamente.
—¿No es lo que quieres? —le cuestioné.
—Yo sí, pero tú no.
—Te estoy pidiendo que me ames, ¿a caso eso no es querer? —él sonrió levemente y besó mis labios.
—¿Confías en mí? —me preguntó. Yo asentí.

—Sí.

7 comentarios:

  1. Ay poly sabes que amo tu novela no me dejes asiii
    Me encanta Justin es tan tierno<3

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  2. ame el capi justin es demasiado lindo quiero un novio asi Jajaja no te pierdas siguelaaaaa

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  3. dioss , a veces me desespera la actitud de ella ....entiendo que haya pasado por eso, pero a veces es demasiado¡¡
    menos mal que Justin es compresivo por que si no ....
    siguientee¡¡¡

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  4. Ayyy dios no me dejes asi, siguela porfis PD: Love You

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  5. Siguela no la dejes asi porfaaa te quiero❤️��

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  6. Siguela, ay es tan lindaaaa esta nove <3

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  7. Hola!!!!pueden pasar por mi novela!!!
    www.tuhistoriaconjustindrew.blogspot.mx

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