viernes, 30 de mayo de 2014

Capítulo 39°: "Estaban hechos para encontrarse".




—Déjame hacerte el amor y luego tengo una sorpresa —fruncí el ceño.
—Es negocio fallido —él rió.
—No es negocio.
—Lo es.
—¿Me dejas?
—Justin —protesté divertida.
—¡Claro que me dejas! —se respondió él solo. Pero cuando se apoderó de mis labios, su teléfono comenzó a sonar. Al tercer pitido, lo tomó. Frunció el ceño y suspiró pesado, se bajó de mí luego—. Responderé y regreso, te quedas allí. No me extrañes.




¿Quién sería? 



Luego de unos minutos, Justin entró a la habitación con su semblante realmente cambiado, ¿qué le sucedía?



—Just —lo hablé, él se dirigió al armario.
—Dime —murmuró.
—¿Está todo bien? —me animé a preguntar tenuemente.
—Sí, no te preocupes —me respondió, pero eso no me convencía—. Cámbiate, iremos a un lugar.
—No.
—Vamos, no podemos llegar tarde —me senté en la cama mirándolo fijo, él volteó quedando de frente a mí, confundido ante mi quietud.
—¿Quién era? —él no respondió— ¿Quién llamó, qué quería?
—Selena —habló fríamente luego de unos segundos. Mi piel se erizó al escuchar su nombre. Recordaba su gesto la noche anterior y la aborrecía.
—¿Por qué estás así?
—Su madre llamó, está en rehabilitación nuevamente —quedé muda.
—Lo lamento —musité, aunque era poca la compasión que me despertaba.
—Y yo —sabía que él se sentía culpable, y ni siquiera sé por qué lo hacía—. Pero, vamos. Salgamos de aquí.
—Justin…
—No quiero hablar de ello —interrumpió para decirme. Palidecí y pasé saliva cerrando mi boca.
—¿A dónde iremos? —Justin pasó su mano nervioso por su cabello. Era raro ver su cambio de humor, él no era así.
—Cámbiate, ¿sí, nena? —insistió— Ya verás.



Suspiré y esperé a que saliera de la habitación, me puse de pie y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=123384420&.locale=es . Me até un pañuelo al cabello de la forma que mi antigua enfermera me había enseñado y salí hacia la cocina. Desganada, desconcertada. Justin estaba sentado con su celular, al verme lo dejó sobre la mesa de la cocina y me sonrió levemente.


—Si no quieres salir, entiendo.
—No, no arruinaré el viaje —me informó. Le preocupaba Selena.
—Hablo enserio —repetí, él negó con su cabeza.
—Te haré el desayuno —me aseguró poniéndose de pie.


Mi celular vibró en mi bolsillo y mientras me sentaba lo saqué y miré el mensaje de texto que acababa de recibir.


“___________(tu nombre): espero no ser inoportuno, pero creí que querías saberlo. Tucker ha fallecido hoy por la madrugada.
John.”


Mi rostro se cayó, sinceramente si estaba apagada, me había muerto en vida. El día estaba repleto de malas noticias, ¿era eso? No podía creerlo. Tucker, ¿muerto? No era justo. Antes de lo que pudiera creerlo estaba llorando, un sollozo escapó mis labios y Justin volteó a verme desesperado.



—¡Nena! —exclamó acercándose, dejando a la mitad lo que hacía antes—, no… no llores.
—Esto es una mierda —murmuré, Justin se puso a mi altura a mi costado—. Llévame a Canadá, no quiero estar aquí. No quiero estar en ningún lado.
—Nena, cálmate —me suplicó—, ¿qué pasa? ¿Es por Selena?
—Tucker… Tucker…
—¿Tucker? —insistió ante mis sollozos.
—Él ha muerto, el puto cáncer se lo ha llevado —chillé, Justin me apretó entre sus brazos mientras yo solo quería desaparecer—. Y he aquí por lo que odio todo lo que me pasa, ¿entiendes? Conoces a alguien grandioso que tiene cáncer y muere, ¿a caso nada va a salirme bien? —hablé ahogándome en mis propias lágrimas.
—Sé lo que se siente perder a alguien que quieres —él acariciaba mi espalda comprensivamente—, y sé que no es fácil, pero Tucker sabía esto. Todos lo sabían.
—Justin… yo podría morir de cáncer —su cuerpo se tensó abrazándome, la idea le daba pánico y a mi también.
—No, claro que no.
—Lo tengo, está en mi sistema, vagando por ahí —y nadie podía negarlo.
—No, estás curada.
—Puede volver —le recordé— y no quiero terminar como Tucker, muerta. No quiero lastimar a las personas, no quiero irme. No quiero dejar a Sally o a ti, mucho menos a mis padres. No puedo, no quiero.
—No digas nada de eso —me repitió Justin apretándome más entre sus brazos—. Tú no te irás, ¡Claro que no! Tú estás conmigo, con todos quienes te queremos y estás sana. Lo estás —suspiré pesadamente. Él besó mi cabello.
—Era un gran chico.
—No quieres salir, ¿verdad? —yo negué con mi cabeza— Sí, yo tampoco. Ve a la cama, nena. Haré el desayuno y voy contigo.
—No tengo hambre.
—Debes comer.
—Vale, pero te espero rápido, ¿sí? —me alejé de él secando mis lágrimas y me escabullí en la habitación.


Me quité los zapatos y me acosté. Arrollándome mientras abrazaba mis propias rodillas intenté recordar a Tucker con sus ojos azules firmes y divertidos, su sonrisa desapercibida y sus chistes negros. Su humor, su mal humor. Pero, sin embargo, no podía olvidar sus palabras cuando solo quería odiar a todo el mundo. Él me hizo entender que estaba viva, y entonces, entiendes… las personas que más saben, se van del juego sin la posibilidad de ganarlo finalmente. Nunca olvidaría la fuerza espiritual de ese chico, y no lo recordaría por tener cáncer, lo recodaría por darme la fuerza para luchar por vivir.


—Ey, no llores —oí a Justin decir mientras entraba—. Ven, hice café, tostadas y una manzana, para ti.
—Ven, te necesito —le pedí sentándome. Justin dejó la bandeja en la cama y se recostó a mi lado.
—¿Querías mucho a Avalanna? —él me miró pensativo.
—La consideraba como mi hermana, me recordaba a Jazzy —me aseguró—. Fue duro.
—Sabes, Tucker era de esas personas que te dan fuerzas cuando ya no las tienes —bebí un sorbo de café—. Él las perdía a menudo, pero siempre tenía las palabras justas para mí.
—Lo sé, parecía un gran muchacho.
—Just, ¿por qué te afectó lo de Selena? —le tomó por sorpresa mi pregunta y esperé paciente que me dijera algo.
—Porque todos dicen que fue mi culpa —habló luego de un breve silencio—. Duele, yo no le hice eso a ella.
—¿Y por qué lo dicen?
—Porque la gente es estúpida —suspiró—. No me conocen. Ni siquiera Selena parece hacerlo.
—Anoche ella… —no, no debía decirlo—. No, olvídalo.
—Dime.
—No interesa.
—Nena, sin secretos —me recordó. Suspiré y clavé mi mirada en el café.
—Ella se mofó de mi cáncer. Me dijo que estaba demasiado flaca, que le de mi dieta —el rostro de Justin se enfureció—. Cariño…
—Es una mierda —sus puños estaban cerrados de furia—. Ella lo es. No sé por qué, me porté bien con ella y ella busca lastimar a quienes me rodean. Selena está enferma de odio.
—Tranquilo —le pedí y pasé mi mano por su mejilla mirándolo fijo—. Estas cosas me pasarán seguido, después de todo estoy…
—Tú estás bien —gruñó frunciendo el ceño—. Y no le digo nada a ella porque está internada ahorita mismo, pero lo haría. Y lo haré cuando la vea.
—Estoy bien —le repetí—. Ya pasó, ¿no? ¿Sabes lo que quiero?
—Dímelo.
—Quiero hacer una lista de cosas por cumplir, contigo —él me miró raro y me sonrió a medias.
—¿Una lista? —yo asentí.
—Una lista.
—Bien, hagámosla —habló saltando de la cama para buscar un cuaderno y una lapicera en el escritorio. Regresó a la cama.



La lista tenía 20 puntos, 20 sueños por cumplir.


Acampar en algún bosque.
Emborracharnos, juntos.
Adoptar una mascota de los dos.
Tatuarnos lo mismo.
Hacer un viaje con amigos (Cait, Chaz, Sally, Ryan, Lil, Jaden).
Hacer el amor en el auto.
Cantar juntos en vivo.
Montar juntos en un lugar verde al aire libre.
Cenar con la realeza.
Comprar una casa juntos.
Vivir juntos.
Casarnos.
Tener una luna de miel de dos meses en Italia.
Crear una organización que ayude a las personas con sus tratamientos de cáncer.
Tener dos hijos.
Adoptar más niños.
Vivir en Ontario.
Tener una enorme familia.
Pasar los domingos en la enorme familia.
Ser felices, sin importar cuánto tiempo llevara cumplir todo, o algunos de nuestros sueños.



—Bueno, tenemos trabajo por hacer —aseguró Justin arrancando la hoja del cuaderno.
—Just —lo miré y le sonreí levemente—, ¿qué opinas de que escriba un libro?
—Es curioso —aseguró él sonriéndome divertido. Estábamos un poco más relajados, un poco más anestesiados, quizás.
—Venga, tengo tiempo de sobra —me encogí de hombros—, y por más que ni siquiera se publicase, me gustaría. Sería una grata experiencia.
—Nada te lo impide, nena —me recordó sonriéndome.



Los días en París, pasaban rápido. Salíamos a divertirnos, hacíamos recorridos que Justin conocía de ante mano y me enseñaba sus pequeños escapes de belleza en la ciudad. Todo era muy precioso, pero no podíamos quedarnos. La semana había pasado y mi permiso médico también. Debía regresar a Canadá, con mi familia. Con mis problemas. Sally, mis padres, mi enfermedad. Todo estaba en pausa, pero no por siempre puedes dejarlo así, ¿no? A pesar de ello, venía entusiasmada con el rollo de escribir un libro. Estaba segura de que sería un fiasco y que si quería dar a conocer mis letras, primeramente, debían pasar por unos cuantos editores. De cualquier manera, solo sería un escape, no un trabajo, ni un sueño cumplido. Escribir, no se me daba demasiado extraordinario.


Justin insistió en llevarme a casa, pero  no le permití aquello. Estaba segura de que mi casa era un lío, a pesar de mi llegada, las cosas deberían estar casi como en una guerra. No quería que Just viera aquello, claro que no. Tomé un taxy y cuando estacionó pagué y me dirigí a mi casa.


Olor a pino, a vainilla con un dulzón de chocolate suizo, hogar. La sala estaba tal como la recordaba, bueno… todo estaba así y es lógico, en una semana las cosas no cambian demasiado, ¿no?



—¿Hola? —hablé en voz alta, pero nadie apareció. Dejé las maletas cerca de la entrada, no podía hacer fuerza. Caminé hacia la cocina—, ¿no hay nadie? —volví a repetir. El silencio me recibió.
—¡___________(tu nombre)! —volteé apresurada al oír esa voz llegar desde el pasillo de la escalera, Sally apareció allí sonriendo con felicidad.
—¡Hola, mona! —hablé sonriéndole también. Su panza estaba preciosa, tal como la recordaba. Un poquito más grande, tal vez. O solo era mi emoción por verla después de extrañar tanto.
—¡No sabía que vendrías! ¿Justin? —me preguntó.
—Oh, le he dicho que vaya hacia casa —me encogí de hombros—, ¿los demás?
—Trabajando —habló y me sonrió apagada—, ya sabes…
—Ay, no empieces —le pedí—, ¡demasiado he extrañado, ya no más lío! ¿Quieres salir un rato?
—Estoy esperando a Chaz —me respondió sutilmente negándose—, pero salgamos a cenar hoy, ¿te va?
—Vale —acepté entre risas—, ¿qué tal Chaz?
—Oh, bueno… —algo me olía mal—, bien, no lo sé. Supongo.
—Mal, ¿no? —Sally guardó silencio—, ¿qué sucede?
—Está distanciado.
—Oh, venga, ¿pasó algo?
—Algo me dice que él no está de acuerdo ni feliz —suspiró y el timbre sonó al instante—. Te veo por la tarde, ¿va? Te quiero, tonta.
—Cuídate —le pedí—. Salúdame a Chaz.



Sally salió de la cocina, estaba oficialmente sola en la casa. Me serví agua en un vaso y luego busqué las pastillas en mi bolso. Me tomé las correspondientes y cuando estaba a punto de dirigirme a las escaleras, Ryan apareció en la puerta.


—¡Ey! Podías avisar, ¿no? —murmuré exaltada. Ryan me sonrió levemente.
—Vine con Chaz, no sabía que saldría con Sally, así que ella me dijo que me quedara que estabas sola —me explicó—. Hola.
—Hola —sonreí levemente—, pues, algo de compañía no me vendría mal.
—¿Llegaste recién? —yo asentí— Vale, te invito a almorzar.
—Vale —¿qué tendría de malo aceptar? Después de todo, había pasado ya tiempo y las cosas habían pasado también, ¿no? Al menos para mí, sí.
—Andando —me dirigió—, no queremos almorzar tarde.


Salimos de casa y nos montamos en su Hummer. Él comenzó a conducir, en la radio sonaba Artpop – Lady Gaga, iba ensimismada en la música, ni siquiera pregunté hacia dónde nos dirigíamos.


—¿Qué tal París? —preguntó Butler sacándome de mis pensamientos.
—Oh, ya sabes, francés —aseguré divertida, él sonrió.
—He hablado con Justin, me contó lo de Tucker, lo siento mucho —¿debíamos hablar de ello?
—Sí, fue una pérdida dolorosa —le aseguré—. Me hubiese gustado estar aquí para decir adiós, ya sabes… él me apoyó mucho.
—¿No volverás al hípico? —mi estómago dio un vuelco, moría por ir.
—No lo sé —respondí pensativa—. Me gustaría, claro que sí. Pero no sé si pueda. Ya sabes, estoy enferma.
—Te estás recuperando —me corrigió instantáneamente.
—Me trae mala vibra —esperaba que tomara bien el comentario—. Cuando me desvanecí y descubrieron mi cáncer yo estaba en el hípico, con el equipo de polo.
—Fue horrible —me confesó, lo miré mientras él miraba hacia la carretera—. No podía hacer nada, estaba lejos y las cosas eran difíciles. Realmente me desesperé. Las cosas no debieron terminar así con nosotros, pero…
—Pero ahora estamos bien como estamos, Ry —me animé a decir confianzuda—. No creo que haya sido demasiado malo o muy bueno, solo sucedió.
—Pero te lastimé —se quejó— y, no lo merecías. Claro que no.
—Te perdoné hace tiempo —le informé—. No guardo rencores.
—No quiero perderte, ___________(tu nombre) y me refiero a la buena relación, a la amistad. Sabes que te quiero mucho y confío en ti, no me gustaría que nos alejáramos —confesó.
—Tampoco a mí —sonreí cálidamente, por más que no me viera—. La vida es demasiado corta como para no perdonar y dejar ir las malas cosas.


El momento se hundió en un silencio y no uno incómodo, un silencio normal. Tomé mi teléfono y le escribí a Justin:


“Bonito, he salido a almorzar con Ryan, espero que estés bien. Escríbeme, te amo”.


Al llegar al restaurante que frecuentábamos con Ryan cuando éramos novios pedimos una mesa para dos. Comeríamos el menú del día, el cuál no tenía idea de qué era, pero me aseguraron que no contenía nada de lo que me haría mal. Pedimos agua mineral simplemente.


—¿Qué tal llevas la fama? —miré a Ryan divertida, él sonrió curioso.
—Es un fiasco —le confesé—, y no es que yo sea famosa, solo soy “la novia de Justin Bieber” y no sé si eso es mejor o peor —soltamos una risa al unísono—. Ellos simplemente hablan de cualquier cosa que a nosotros se refiera. Todo. Parece que hasta verme tomar un café se ha vuelto interesante. Es curioso, ¿no?
—Sí, cuando estás con Bieber eso suele pasar la mayoría del tiempo —me aseguró divertido.
—Todo el tiempo, diría yo.
—Lo quieres, y él a ti. Le haces bien, lo sé. Justin hacía mucho tiempo no estaba tan centrado. Enserio te quiere y lo haces caer a tierra —era raro oír eso viniendo de Ryan.
—Bueno, supongo que eso es bueno…
—Claro que lo es —me afirmó al instante con alegría—. Él te habrá hablado de los problemas que tuvo. Realmente estaba mal, pero tú lo has sacado de eso, se nota —sonreí mirando mi plato, orgullosa.
—Aún así, las Beliebers me odian —y eso no podía negarse. En su mayoría, me deploraban.
—Ellas son tan celosas —rió Ryan divertido mientras yo lo miraba curiosa—. Siempre lo han sido y Selena no soportó ese hecho.
—¿Por qué?
—No lo sé —se encogió de hombros—. Justin jamás habló abiertamente de ello, le dolió. Pero, sacando conclusiones, ella no lo quería lo suficiente como para quedarse a su lado.
—Él aún la quiere —por eso se preocupa por ella en rehabilitación.
—Sí, como una compañera, como una persona que formó parte de su vida, en su pasado —enfatizó—. Pero… él no regresaría con ella.
—Lo sé —estaba segura de él. Confiaba en Justin—. Confío en él.
—Lo supe desde que los presenté en el hípico, Justin se volvería loco por ti y tú te enamorarías de él —negó divertido con la cabeza, una sonrisa atravesaba su rostro—. Justin ama las mujeres como tú, divertidas, sencillas, hermosas pero inteligentes. Y tú, tú amas que te cuiden, que te mimen, que sean caballeros, todo lo que Justin es. Estaban hechos para encontrarse y si no era allí, hubiese sido en cualquier otro lado.
—¿Tú lo sabías?
—No, pero lo deduje. Ustedes actuaban como animales retraídos y privados de su libertad cuando estaban juntos en el mismo lugar. Era incómodo —añadió sonriéndome. Me daba algo de culpa.
—Lo hiciste apropósito —aseguré. Él me miró confundido—. Lo de engañarme en Los Ángeles, digo.
—No, claro que no —habló con rapidez—. No quería lastimarte.


Luego de almorzar Ryan me dejó en casa y quedamos de hacer algo pronto, antes de que él regresara a Los Ángeles. Mis padres aún no estaban en casa, así que subí a mi habitación y encendí mi laptop para comenzar con mi nuevo proyecto.


“Cuando te hablan de algo que no conoces, en realidad todo te parece distante y sobrevaluado, pero es distinta la postura cuando conoces el paradigma. Las oportunidades son el hoy, ahora, ya, entonces… las aprovechas o las pierdes y cuando entiendes que la vida es solo una transición, entiendes que es mejor aprovecharlas que perderlas. El tiempo vuela y los sueños cuestan trabajo, esfuerzo, pero al final… valen la pena.
Soy ___________(tu nombre), una muchacha de 19 años que intenta vivir plenamente la vida mientras lucha el día a día  con una enfermedad horrible como el cáncer. Sin embargo, no me puedo quejar. Tengo una familia, amigos y amor. Nada me falta, lo elemental está de mi lado, aún así… los problemas no se hacen desear, mucho menos desaparecen”.


Lo había logrado, después de varios intentos que consumían mi tiempo, había logrado al menos, diez escasos renglones con coherencia y un poco de sentimiento. Al oír la puerta de la entrada bajé a toda velocidad la escalera. Me reencontré con mis padres y pasamos la tarde juntos, a la noche cenamos los cuatro, con Sally. Sin peleas, sin discusiones, como la familia unida que fuimos, intentamos ser y seremos.

Después de cenar, agotada del largo día, me duché, me puse mi pijama, tomé la medicación y me acosté. Vi como la lucecilla del teléfono parpadeaba, así que lo tomé y leí el mensaje de Justin.


“Hola, cariño :) lamento no responderte antes, a penas he tenido tiempo para ver el mensaje. Estuve en el estudio. Me alegro de que hayan arreglado las cosas con Ryan, aún así ¡cuidadito! Soy celoso, mucho. Mañana iré a verte por la noche, te amo princesa”.

Sonriendo como una tonta, tecleé:


“Señor Bieber, ¿por qué es celoso? ¿A caso no confía en mí? Le recuerdo que soy solo suya. Espero verte mañana, besitos de buenas noches xxxx”.


No esperaba que respondiera, esperaba que estuviera durmiendo por estar cansado, a pesar de que a penas eran las 10:00 p.m.


“Confío ciegamente en usted, solo bromeaba, señorita que me tiene enamorado como un tonto. Te extraño en mi cama, es demasiado grande sin ti. Bueno, soy realista, todo me parece enormemente vacío sin ti, ¿cuándo vendrás a dormir conmigo, cariño?”


Mi carne se retorcía esperándolo, lo necesitaba aquí, sus brazos, su olor, su calor. No hacía si quiera un día que no lo tenía y ya lo extrañaba.


“Deberías estar durmiendo, ha sido un largo día. Algo me dice que tu invitación a dormir no es del todo honesta, ¿me equivoco? Jaja, solo duérmete. Xxxx”.

“Oye, yo no he dicho nada de eso, pervertida. Solo te hecho de menos, ¿no me invitas a dormir contigo? Yo iría (aunque mañana tenga trabajo que hacer)”.


De solo imaginármelo acostado escribiéndome, sonriéndole al teléfono, anhelaba estar con él. Era mi adicción.


“También te extraño, me gustaría tenerte en mi infinita cama sin ti. Ahora duérmete o me veré obligada a apagar el teléfono. Te amo, te veo mañana”.



“Buenas noches, princesa. Te amo”.

4 comentarios:

  1. Me encantoo, este capitulo estuvo lleno de sentimiento, lo ame. Siguela prontoo, besos

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  2. siguelaaaaa como siempre me encato el capi muak <3 <3:-)

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    votala porfavor es un segundo y es gratis

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