sábado, 1 de febrero de 2014

Capítulo 32°: "Ya no estaré sola en este lugar".




Vestía la típica bata azul del hospital. Sus ojos eran azules y profundos, perdidos en la frialdad, en el olvido, en el rencor contra nada en especial. Su boca presionada en una firme línea, sus labios rosados a penas, signo de la debilidad de su cuerpo. Él estaba calvo, rápidamente deduje que él era víctima de cáncer y que estaba pasando por algo que yo pasaría en poco tiempo. Sus brazos estaban llenos de moretones y tenía una intravenosa que goteaba a una velocidad desesperante pasándole suero. Me pregunté fugazmente cuál era su enfermedad. Sus ojos se clavaron en mí como cuchillos tirados a la velocidad de la luz, directo a matar.



—Hola —murmuré y sonreí levemente, casi inconscientemente me encontraba mirándolo con lástima.
—Hola —su voz se oyó frívola, distante y sus ojos no se inmutaron.
—Soy ___________(tu nombre), soy nueva aquí —él asintió sin cambiar su semblante.
—Sí, lo sé —él no cambiaba su plan—. Soy Tucker. 
—Dime, Tucker —carraspeé aclarando mi voz—, ¿conoces el lugar?
—Después de un año de estar aquí, supongo que sí —sus ojos azules me escaneaban indiscriminadamente.
—¿Sabes dónde puedo conseguir jugo? —él me miró arqueando una ceja.
—¿No has almorzado? —yo asentí— Pues, no conseguirás jugo. Solo agua —se encogió de hombros—. Supongo que deberás acostumbrarte —me sonrió vacío—, ¿sabes cuánto tiempo pasarás aquí?
—No, bueno, todos dicen que serán un par de meses y ya —él asintió pensativo.
—¿Quieres ir a la sala de juegos? —me ofreció— No podremos saltar, porque no es guardería, pero hay más gente allí. No creo que desees estar sola.
—Vale —acepté cediéndole el paso para dejarme guiar—, ¿hace mucho estás…?
—Seis meses —habló rápidamente—. La leucemia me está consumiendo, no tengo la suficiente fuerza para mantenerme en pie. No te preocupes —su voz seguía fría—, te acostumbrarás a ver gente en mi estado aquí.
—¿Hay muchos pacientes? —intenté cambiar de tema.
—Sí, pero aquí en esta sección somos pocos —respondió—, ¿cuándo llegaste? —él iba concentrado en el camino hacia el fondo, yo lo seguía a su lado manteniendo el paso.
—Ayer —murmuré.
—Vas rápido —me informó—, ¿tienes fecha?
—¿Fecha? —cuestioné confundida.
—La cirugía, las quimios, algo —dio opciones.
—Mañana será mi cirugía —recordé el hecho.
—Debes estar aterrada —asentí y ante mi silencio él me miró—. Estarás bien.
—Todos dicen eso —me encogí de hombros intentando parecer despreocupada—. Pero supongo que sabes lo difícil que es.
—Sí —soltó secamente.
—¿Cuántos años tienes? —saqué tema para no caer en el silencio.
—Veintidós —parecía de menos—. Estás sobre los 18, ¿no?
—Sí, 18 —afirmé cuando él frenó frente a una puerta. Se estiró para abrirla abriéndome paso a la sala.
—Pasa —me invitó.



Había sillones y las paredes estaban pintadas de color crema, olía a perfume de lavanda, había unos diez chicos y chicas allí, algunos jugaban damas, otros ajedrez, algunos solo charlaban entre ellos. Parecían conocerse.



—Chicos —habló Tucker teniendo la atención—, ella es ___________(tu nombre), la nueva.
—Hola —escuché algunas voces decir.
—Hola —respondí sonriendo levemente mientras acomodaba mi cabello detrás de mi oreja. Irónico, ¿no? En su mayoría estaban calvos o con pañuelos cubriendo su cuero cabelludo reluciente. Pronto estaría así mismo.
—Pasa —me invitó una de las chicas—. Siéntate, ponte cómoda —me sonrió levemente.
—Aún tienes cabello —comentó una muchacha de lindos ojos verdes sonriéndome melancólicamente.
—¡Kelsey! —protestó la muchacha que me invitó a sentarme mirándola con una mirada regañadora. Kelsey se encogió de hombros inocente mientras me sentaba tímidamente en el sillón. Tucker se quedó en su silla a mi lado.
—Ella es Kelsey —apuntó a la chica que había metido la pata—. La de al lado —la que la regañó—, es Joanne. Son un poco nuevas, llevan como mucho, dos meses aquí.
—Yo seré como ellas pronto —intenté todo por no sonar como una imbécil lamentándose, pero fue imposible.
—¿Qué tipo de cáncer tienes? —preguntó un sonriente muchacho caminando hacia el sillón de enfrente al mío.
—Hepático —murmuré—. Dicen que no está avanzado, que con la cirugía y algo de quimio estaré bien.
—También tuve cáncer hepático —me aseguró él sonriéndome cálidamente, nada parecido a Tucker—. Es un gusto —extendió su mano y yo la tomé batiéndola levemente con una tenue sonrisa en mi rostro—, soy John.
—El Don Juan —añadió Kelsey riéndose en voz baja. John la miró fulminándola.
—Y tú la chismosa —remetió él contra ella. Reí en voz baja.
—¡Ey! Al menos la haberos hecho reír —exclamó Tucker un poco más confianzudo que antes, miré su rostro y una fugaz sonrisa atravesó sus labios.
—No es tan trágico —arqueé una ceja ante el repentino cambio de tema de John—. El tratamiento no es tan fuerte, solo unas sesiones de quimio después de la cirugía y un mes o dos y te irás a casa —aseguró con total seguridad.
—¿Estás hace mucho? —pregunté curiosamente.
—Cinco meses —arqueé una ceja ante su respuesta.
—¿Y por qué sigues aquí? —él carraspeó.
—Mi cáncer estaba avanzado, el tratamiento que te harán no funcionó conmigo. Sigo con quimio terapia —se encogió de hombros—. Estoy resignándome a ser trasplantado —mi corazón se paró. Pobre muchacho.
—Ya no lloriquees, Greck —le sugirió ligeramente Tucker—. Estarás bien, necesitas algunas sesiones más. Vas mejorando —le recordó positivamente.
—Las quimios son una mierda —protestó Kelsey uniéndose con nosotros en su silla.
—No la aterres —le sugirió John—. No son tan malas —se encogió de hombros—. Depende la cantidad y cómo tu sistema la tome.
—¿___________(tu nombre)? —miré hacia la puerta encontrándome con Alba, ella me sonrió y detrás de ella pude divisar la figura de Justin, me puse de pie automáticamente— Te buscan —añadió haciéndose a un lado.
—Regreso en un momento, chicos —les avisé amablemente.
—Tómate tu tiempo, cariño —bromeó Kelsey, yo sonreí divertida.
—¡Os habéis roto el corazón del pequeño, John, chicos! —exclamó Joanne hacia mí y Justin. Rodé los ojos mientras salía hacia el pasillo. Justin me miraba sonriendo mientras Alba cerraba la puerta después de entrar a la sala donde estaba antes.



Le sonreí algo tímida mientras él envolvía mi cuerpo en sus brazos. Vi como esbozaba una gran sonrisa.



—¿Qué ha pasado allí dentro que estás tan radiante? —me preguntó curiosamente.
—Conocí a un grupo de chicos grandiosos —le expliqué brevemente—. Al parecer no estaré sola aquí.
—Eso es genial —me aseguró Justin—. Pero deberé conocerlos primero, no quiero que nadie coquetee conmigo mientras no estoy —lo miré divertida, él se encogió de hombros—. Precaución.
—Vamos, vayamos a la habitación —lo invité. Comenzamos a caminar por el pasillo.
—Estuve hablando con Scooter —sacó tema mientras se aferraba a mi cintura—. Me tomaré un año sabático, nada de giras, ni estudios. Mamá fue a la inmobiliaria hoy para comprar una casa aquí en Toronto. Así que no deberemos separarnos —me sonrió ampliamente. No podía asimilar las palabras.
—¿Estás loco? —le pregunté confundida— No puedes solo dejarlo. Te ha costado mucho y yo…
—No te atrevas a decir que no vale la pena —me sugirió con voz firme—. Necesitaba esto. Así que intenta pensar que no solo lo hago por ti, sino también por mí mismo, ¿vale?
—Enserio, estás loco —esta vez lo afirmé. Él sonrió divertido y besó mi cabello.
—Por ti —añadió en un susurro.



Entramos a la habitación, Justin se tiró desenfadado en el sillón mientras yo lo hacía en la cama y encendía la televisión.



—Ven aquí —le sugerí haciendo espacio en mi cama. Él me miró analizando mi petición—. Ven, no muerdo.
—Vale, vale —se puso de pie y se recostó a mi lado mientras rodeaba mis hombros con uno de sus brazos y yo ponía mi cabeza sobre su pecho.
—¡Mira! —exclamé subiendo el volumen— Hablan de ti —sonreí mirándolo hacia arriba.
—Cámbialo, por favor —vi su expresión palidecer.
—Pero… —miré hacia el televisor y todo lo demás dejó de importarme.



Narra la escritora.



El ambiente del almuerzo familiar, después de tanto tiempo, en la casa de los ___________(tu apellido) era demasiado espeso y Sally estaba segura de que sería peor después de que ella hablara, pero ya no podía callar más.



—Tengo que… tengo que confesar algo —soltó tartamudeando nerviosa Sally. Sus padres le brindaron su atención.
—Dinos —le pidió su padre mirándola atentamente. Sally pasó saliva intentando que sus lágrimas no cayeran.
—Sé que no es una situación buena como para que yo siga poniéndole problemas, pero realmente no lo busqué —un sollozo desgarrador salió sin pedirlo de su boca mientras las lágrimas corrían desesperadas por sus mejillas.
—¡Sally! ¿Qué te pasa? —le preguntó su madre soltando el tenedor para mirarla alarmada.
—Papá, mamá —los miró respectivamente al decir sus seudónimos—, lo siento.
—Ya habla —le exigió tu padre—. Me preocupas.
—Estoy… —sacudió su cabeza cerrando los ojos—. Estoy embarazada —escupió y abrió los ojos para ver la cara de sorpresa de sus padres.
—¿Qué acabas de decir? —soltó su madre intentando sosegar sus ganas de darle una bofetada.
—Mataré a Somers —añadió ___________(tu papá) mentalmente a su lista de actividades violentas jamás cometidas.
—¡No puede ser cierto, Sally! —gritó su madre poniéndose de pie con furia mientras las lágrimas invadían sus ojos— ¡Eres una maldita irresponsable! Crié una dama, con principios, que discernía lo bueno de lo malo, ¿crees que tener un hijo tan joven es bueno? —exhaló frustrada.
—Yo no pedí esto…
—¡Pero tú lo sabías! Sabías las consecuencias de acostarte con Chaz —sacó en cara su madre.
—Cálmate —le pidió su esposo jalándola suavemente para que volviera a sentarse.
—¡No, no lo haré! —gritó furiosa ___________(tu mamá)— Nada en esta familia sale bien últimamente. Primero la enfermedad de __________(tu nombre), ahora la insolencia de esta muchachita nos acarreará una criatura a la casa, ¿cómo coño esperas que me calme? —sus ánimos estaban al borde desde el diagnóstico de su hija mayor, no era para menos.
—¿Has hablado con Chaz? —el hombre de la casa, en cambio, optó por la paciencia. Sabía que era un tema inevitable, no había otra opción que aceptarlo. Era mejor conservar la calma.
—Él… él está enojado, pero no puede negarse a la realidad —Sally se encogió de hombros secándose las lágrimas.
—¿Y lo tomas así? —preguntó su madre indignada sin preocuparse por las lágrimas cayendo de su rostro— No puedo creerlo —negó con la cabeza incrédula tomando asiento otra vez—. No sé qué demonios he hecho mal contigo, Sally, ¿quieres matarme? ¿Es eso?
—No exageres —le pidió su hija tomando coraje—. También tuviste a ___________(tu nombre) de joven.
—¡Tu padre al menos tenía trabajo! —protestó— ¿Qué harán tú y Chaz? ¿Trabajar? ¿Dejar los estudios?
—Buscaré un empleo —murmuró Sally y se encogió de hombros—. No lo sé, pero criaré al bebé, ¿vale?
—Yo voy a ayudarte —aunque la idea no lo emocionaba en lo absoluto, pero su padre no la dejaría sola.
—No sé qué clase de mierda crié —volvió a ponerse de pie desesperada—, ¿pero sabes algo? La pobre ___________(tu nombre) está internada, con miedo a qué pueda pasarle y no lo merece, ella es la hija perfecta. No como tú, tú andas acostándote por ahí con un noviecillo que apenas conoces y no mides las consecuencias —las lágrimas de Sally volvieron a caer. Las palabras de su furiosa y agobiada madre, le dolían.
—Lo lamento —escupió su hija indignada—. Lamento que te avergüences así de mí. Tampoco creo que mi hermana merezca la mierda que le pasa.
—Erica —llamó ___________(tu papá) a su esposa—, cálmate. No la lastimes así. Estás alterada, no…
—¿Cómo demonios quieres que esté? —gritó superada por la situación— Mi hija mayor tiene cáncer y mi hija menor es una desgracia.
—¡Ya basta! —alzó la voz él— Basta. Las cosas están así, deja de tirarle mierda, ¿vale? —la mujer se sentó sollozando mientras secaba sus lágrimas con sus manos. Sally la miraba ausente, carente de algún buen sentimiento, solo sentía dolor y vacío. Abandono.
—No quiero que me ayuden —sentenció—. Me las arreglaré sola.
—Me parece bien —escupió su madre.




Narra ___________(tu nombre):




—¿De qué hablan? —pedí sintiendo el nudo formarse en mi garganta.
—No lo escuches —me suplicó Justin, me negué a hacerle caso. Subí el volumen para oír claramente.


El ídolo canadiense ha admitido que tiene un romance con la simpática chica de su misma nacionalidad, la jugador de polo y equitación oriunda de Toronto es muy afortunada, ella conquistó el corazón del galán Justin Bieber.
Aún así, con toda su suerte incluida, sabemos que las Beliebers no son un hueso fácil de roer. Ellas se encargaron de comenzar el bullying en Twitter, por más que la flamante novia de Bieber no tenga acceso a una cuenta en la red social. Los comentarios harían trizas a cualquier persona, solo esperamos que ella sea fuerte. No es fácil lidiar con la enfermedad que está padeciendo y las fans de Justin parecen no tomar consciencia de aquel hecho. Solo queremos que Justin ponga un freno a la situación, la cual no es nada linda y las Beliebers están saliéndose de control”.



Ante mis lágrimas Justin me arrebató el control y apagó el televisor. Suspiró mirándome, dirigí mi vista hacia él encontrándome con sus ojos miel culpables.



—Te dije que no lo miraras —habló algo enojado—. No debes mirar la televisión cuando sabes que escucharás algo que no deseas escuchar.
—¿Qué dicen de mí? —pregunté tenuemente secando mis lágrimas con mis puños.
—No me interesa qué digan de ti —él no iba a decírmelo.
—A ti no, pero a mí sí —él suspiró con pesadez.
—No interesa lo que ellas digan —su voz se calmó un poco mientras acariciaba mi mejilla—. Ellas son celosas, no te odian. Solo están enojadas conmigo.
—Soy débil —alegué entre lágrimas—, no soporto que la gente me odie. Ellas querrán hacerme daño.
—No lo harán —me aseguró Justin apretándome contra su cuerpo—. Ellas creen que las dejaré por ti, pero no haré eso. Deben confiar en mí y no voy a dejarte, por más que la prensa, las Beliebers y todo el mundo hablen, no me iré. Entiéndelo.
—No soportaría perderte en este momento —confesé escondiendo mi rostro en su pecho—. Realmente, no lo haría.



La puerta de la habitación fue golpeada por alguien desde afuera con un toque pacífico y algo abatido, quizás. Justin salió de la cama algo confundido y se dedicó a abrir.



—¡Viejo! —exclamó haciéndose a un lado—, pasa.
—Hola —saludó él mirándome detenidamente con angustia.

—Ryan —murmuré sorprendida—, hola.

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