sábado, 7 de junio de 2014

Capítulo 40°: "Lejos. Muy lejos".




Nada emocionante pasó al día siguiente, solo me la pasé en casa. Viendo tele, intentando escribir y evadiendo la soledad. Sally estaba con Chaz no sé dónde, mis padres estaban fuera. Así que oficialmente, estaba sola en casa. Como siempre. Después de almorzar lo que mi régimen alimentario dictaba, me sorprendí cuando el timbre sonó. Así que fui a atender.


—Hola, señorita ___________(tu nombre) —sonreí como una tonta sin ver su rostro, porque estaba escondido detrás de un enorme ramo de rosas rojas.
—Hola, señor Bieber —saludé divertida—, ¿desea pasar?
—Mmmh, sí —me hice a un lado y tomé las rosas, él me sonrió ampliamente—, ¡ay, qué hermosa eres! —sonreí divertida cerrando la puerta tras él.
—Hola, mi amor —volví a saludarlo—. Estás radiante.
—Venga, ponlas en agua —me aconsejó—, porque se marchitarán y luego regresa que quiero besarte hasta morir —solté una pequeña risa mientras salía hacia la cocina. Luego de dejar las flores dentro de un jarrón con agua regresé a la sala. Justin estaba sentado en el sillón.
—No te esperaba hasta la noche —hablé y me dirigí a sentarme en su regazo, él sonrió y rápidamente rodeó mi cintura con seguridad.
—Mmh, hay alguien que no vive sin verte más de un día, nena —sonreí y robé un corto beso de sus labios—. Demonios, te he extrañado demasiado.
—Solo nos dejamos de ver un día —él frunció el ceño.
—Y fue la peor noche, ¡no sabía que mi cama era tan enorme, cariño! —reí ante su tono sobre actuado.
—¿Insinúas que ocupo demasiado lugar, Justin Bieber? —esta vez él rió. Música para mis oídos.
—No, nena. Insinúo que necesito ver que duermes tranquila a mi lado para sentirme completo —no pude evitar el calor en mis mejillas, mucho menos el color. Así que me acurruqué en su pecho.
—También te eché de menos.
—Amo cuando sonrojas —susurró divertido y besó mi cabello. Solté una pequeña risilla.
—¿Has almorzado? —le pregunté.
—Sí, cariño —me aseguró—. Solo me falta el postre —me incorporé divertida, él soltó una carcajada.
—Justin Bieber —lo regañé—, ¿qué es lo que deseas?
—¿Qué deseo? —repitió sonriendo pícaramente, yo asentí divertida— Mmmh, bueno —se acercó peligrosamente a mi cuello—, primero que nada desnudarte, pequeña. Recorrerte enteramente con mis manos y besar cada centímetro de tu aterciopelada piel —me erizaba con su aliento chocando mi cuello, jodida sensibilidad. Este hombre me podía—. Luego quiero hacerte el amor, oírte pedir más, susurrar mi nombre complacida, tenerte entre mis brazos, quiero… quiero que seas mía, cariño —añadió.
—Mmh, me parece una buena idea —susurré sentándome a horcajadas sobre él. Justin sonrió—. Pero vamos arriba, no queremos que nos interrumpan.


Sin más que decir, conociendo el camino, Justin subió las escaleras llevándome prendida con mis piernas de su cintura y sujetándome del trasero, mientras reíamos como dos tontos. Al entrar cerró  con seguro, por si a caso.

Justin se sentó en mi cama conmigo a horcajadas.


—Bien, ¿en qué estábamos? —sonreí divertida mientras me quitaba la blusa que traía sin más que decir.
—Mmmh, ¿me lo recuerdas? —le pedí.
—Oh, sí. Te decía que quería que fueses mía —sus labios trazaron una suave línea de besos por mi clavícula hacia la base de mi cuello.
—Soy tuya —susurré llevando mis manos hacia mi nuca. Él besó mi cuello húmedamente, haciéndome soltar un suspiro.
—Adoro oírlo.
—Soy tuya —repetí mientras él seguía besando mi sensible cuello.


Moví mis caderas contra él y pude sentir su erección debajo de mí. Dios mío, él me deseaba como yo a él. Sus manos me apretaron desde el trasero hacia él haciéndome sentirlo sobre las telas que aún nos vestían. Solté un suspiro pesado mientras él seguía besándome el cuello. Rápidamente, tomándolo por el mentón desvié sus labios hacia mi boca. Me aprisionó con certeza y confianza, nuestras conocidas bocas bailaban un ritmo apasionado, mientras sus manos recorrían mi espalda. Desprendió mi brassier y segundos después ya no sabía dónde estaba la prenda. Sus hábiles manos tocaban mis pechos mientras luchaba por no retorcerme, gemía dentro de su boca y él suavemente mordisqueaba mi labio inferior.

En un movimiento ágil, él me dejó de espalda sobre la cama y se dedicó a recorrer mi torso desnudo llenándolo de lentos y dulces besos, ¡demonios! ¡Cómo lo deseaba! Su lengua jugaba con mis pechos a su antojo, sus manos me recorrían la piel desnuda, estremeciéndome. Su boca bajó hasta mi vientre y dejó unos dulces besos mientras desabrochaba mi jean. Haciéndose hacia tras e incorporándose mientras me miraba con adoración, me quitó el jean entre sonrisas cómplices de ambas partes. Rápidamente se quitó la camiseta negra que traía, las zapatillas y el jean, quedando semidesnudo como un dios griego ante mí, solo su bóxer cubría parte de su majestuosidad.

Se tumbó cuidadosamente sobre mí, otra vez. Aprisionó mis labios mientras sus traviesas manos me recorrían nuevamente, se apretó contra mí haciéndome sentir como lo traía. Mis manos viajaban por los músculos de su espalda mientras nuestras bocas se fundían en un precioso beso. Lentamente comenzó a bajar, hasta llegar a mis bragas. Me abrió las piernas y suavemente apoyó su boca sobre mi sexo. Sentir su aliento a través de la tela me hizo estremecer y soltar un gemido. Sus dedos rozaron mi femineidad caliente sobre la tela y él comenzó a jugar mientras los gemidos salían dispersos por mi boca.  Después de unos segundos elevó suavemente mi cadera y bajó mis bragas. Haciéndolas recorrer todas mis piernas, las quitó y las tiró hacia un lado.


—Eres preciosa —aseguró parado frente a mí sonriéndome.
—Te amo —él regresó a la posición anterior entre mis piernas.


Sus manos apartaron mis extremidades, dejándome totalmente expuesta a él. Sentía su respiración chocar con mi piel y segundos después apoyó su boca en mi sexo. Su barba de dos días me hacía cosquillas y su lengua comenzó a jugar con mi clítoris. Retorcía mis caderas, esperando más. Ansiosa. Sus manos viajaban libremente por mi piel desnuda, mientras su trabajo en mi sexo con su lengua hacía que mis terminaciones nerviosas quisieran explotar. Mi cuerpo se tensó mientras Justin seguía jugando con mi clítoris, rápidamente sentí el cosquilleo en mi vientre y sentí mis piernas aflojarse a su lado mientras me apretaba para liberarme y llegar a mi climax, pude deducir la sonrisa de Justin sobre mí y rápidamente se puso a la altura de mi boca para capturar mis labios. Sabía a mí, a nosotros. A nuestro juego.

Nuestros besos continuaban mientras yo me recuperaba de mi devastador orgasmo. Luego de unos segundos, separé mis labios de los suyos y sonriendo divertida empujé su pecho y me abalancé sobre él, para caer hacia un lado y cambiar de posiciones. Ahora yo estaba sobre él.


—¿Alguna vez comenté cuánto me gustan tus tatuajes? —susurré acercándome a su cuello, él instintivamente puso sus manos en mi cadera.
—Eres jodidamente hermosa —habló con voz entrecortada mientras mis labios se apoyaban en su cuello y jugueteaba con mis dientes sobre su piel.
—Adoro tu aroma a colonia y gel —su respiración era pesada y entrecortada. Le gustaba que le dijera cosas—. Adoro tus músculos, adoro tus abdominales. Amo cuando me abrazas porque me siento pequeña entre tus brazos, protegida —él me apretó contra su cuerpo mientras mis labios jugaban en su clavícula derecha.
—Me estás enloqueciendo —confesó en un susurro lleno de erotismo.


Apoyé mis manos en sus abdominales para incorporarme sentada a horcajadas sobre él. Sus ojos quemaban mi piel, llenos de lujuria y deseo. Sonreí y me bajé de él. Parada al borde de la cama tiré de sus piernas arrastrándolo hasta que sus pies tocaban el suelo. Justin se sentó mirándome curiosamente, me arrodillé entre sus piernas y pasé mi mano por su erección sobre el bóxer. Un jadeo salió de su boca al sentir mi tacto sobre la tela.


—Ay, nena… me vas a matar.


Rápidamente quité el bóxer de en medio de nuestra piel, y sin pensarlo dos veces, llevé su majestuosa y gran erección a mi boca. Justin gemía, mientras yo jugaba con mi lengua en su longitud. Me encantaba saborearlo, mucho más ver su cara de deseo al sentir lo que mi  boca hacía con él. Una de mis manos acariciaban sus abdominales marcados y mi vista no salía de su boca semi-abierta soltando gemido tras gemido.


—Cariño, si no dejas acabaré en tu boca —me informó, pero estaba decidida a probar de él.


Moví mi cabeza con más rapidez, su miembro entraba y salía de mi boca mientras yo chupaba y lamía. Justin apoyó sus manos en mi cabello marcando el ritmo, hasta que me soltó de él y rápidamente su líquido saltó a mi boca mientras oía a Justin gruñir.


—Demonios, nena —habló al verme tragar sin ninguna dificultad. Yo solo sonreí—. Ven aquí —habló.


Me puse de pie y nos tumbamos en la cama, yo sobre él. Limpió mis labios con sus dedos y sonrió. Rápidamente me abalancé sobre su suave y tentadora boca. Sus besos eran mi droga, en especial los dulces, lentos y amorosos besos que me daba en ese momento. Rotando las posiciones, se quedó sobre sus rodillas mientras se ponía el condón que había dejado hacia un lado en la cama. Volviendo a sus maravillosos besos, sentí como entraba en mí dulcemente.


—Te amo, ___________(tu nombre) —habló cerca de mi oído.
—Y yo a ti —solté seguido de un gemido cuando Justin me daba profundidad.
—Sí, así —me indicó—. Gime para mí, demuéstrame cuánto te gusta.


Sus caderas llevaban un ritmo tortuoso, dulcemente enloquecedor, mis caderas chocaban con las suyas en busca de más, pero él estaba empecinado en el ritmo lento. Sonriendo por mi anterior arrebato, Justin me miraba divertido mientras estaba ahora debajo de mí.


—Venga, nena —habló divertido—, ¡quieres rudo!
—Ah, sí, Bieber —hablé entrecortada. Él rió, pero no pudo aguantar el gemido cuando restregué mis caderas con él dentro. Sonreí vengativa.
—Me encanta verte disfrutar —le aseguré mientras él me tomaba por la cintura y me movía a su ritmo.
—Yo te amo a ti, preciosa —habló jalándome hacia él. Abrazando mi cintura para inmovilizarme sobre su pecho, aumentó el ritmo dentro de mí elevando y bajando sus caderas.
—Oh, sí, Justin. Así, así —gemí en su oído, él sonrió y comenzó a besar mi cuello sensualmente. Definitivamente, era el paraíso.


Las embestidas me volvían loca, hasta el punto de sentir quemarme en calor y liberarme, para que segundos después Justin lograra hacerlo también. Me quedé recostada sobre su pecho, con nuestras respiraciones alteradas y desparejas.


—Ve a darte una ducha —le aconsejé—. Yo ordenaré el tiradero que has hecho, Bieber —pude sentir la vibración de su pecho y oír su mágica risa.
—No, ven a ducharte conmigo —me pidió. Lo miré directo a los ojos apoyando mis codos en su pecho. Él me sonreía fascinado.
—Tardaremos el doble —fruncí el ceño.
—¡Venga, nena! —hizo un adorable pucherito.
—Ash —protesté—, pero luego me ayudas con el tiradero, ¿vale?
—Vale, vale —sonrió y besó mi frente. Acto seguido se levantó conmigo alzada y me llevó al baño.




Luego de ducharnos en medio de risas, nos vestimos y bajamos al comedor. Preparé café y encontré tarta de manzana en la heladera, así que nos sentamos a merendar.


—Así que has almorzado con Ryan ayer —fruncí el ceño divertida. Justin se quedó viéndome.
—¿Te molesta? —pregunté aguantando la risa.
—No —sonrió ampliamente—. Es raro que salgas con tu ex, pero no.
—Me gusta eso.
—Cambiando de tema —tituló—, ¿quieres ir mañana al hípico? —lo miré aterrorizada.
—Just…
—Cait me invitó —añadió— y creí que deberías venir. No vas a montar —el nudo en mi estómago no me permitió seguir merendando.
—No lo sé, me trae malos recuerdos —le confesé bajando mi vista hacia la mesa.
—Ey, no irás sola —habló tomándome la mano por sobre la mesa. Alcé la mirada y sus ojos miel me aseguraban que no me dejaría sola—. Iré contigo, y si no quieres montar, no lo haces. Además, podrías ver a Donato y a Tania. De seguro te echan mucho de menos, mi amor. Vamos, debes ir.
—Está bien —murmuré pasando saliva—. Iré.
—Adoro esa valentía —me aseguró sonriendo—. Eres mi guerrera.



Justin se quedó a cenar en casa y luego de cenar mis padres se fueron al despacho y Sally estaba en la cocina con Chaz. Así que con Justin nos fuimos a la sala.



—¿Otra noche que debo dormir lejos de ti? —solté una risa vergonzosa mientras él me acariciaba el cuello dulcemente.
—Bueno… si solo vas a dormir puedes quedarte —él sonrió ampliamente.
—Debo ir al estudio mañana temprano —frunció el ceño—. Pero si quieres te busco para almorzar y luego vamos al hípico.
—Vale —acepté—. Aunque prefería que te quedaras —añadí susurrando, él me robó un beso corto.
—Y yo —me aseguró—, pero si debo irme temprano me cruzaré con tus padres y… no queremos eso, ¿o sí? —yo reí negando.
—Solo avísame a qué hora pasas por mí.
—Te escribiré un texto, ¿sí? —asentí— Debo irme.
—Te veré mañana —hablé mientras caminábamos a la puerta.
—Adiós, linda. Te amo —besó mis labios.
—Adiós, chiquito. Te amo —sonrió y salió de la casa. Lo miré hasta que subió a su auto y se marchó.


Lo amaba locamente.






Desperté temprano, casi sobre las 08:00 a.m. y eso para una recién paciente del cáncer, era genial. Tomé una ducha y al mirarme al espejo me percaté de que había recuperado algunos kilos, casi estaba en el peso que tenía antes de enfermar, y que mi cabello ya hacía una inminente sombra en mi cuero cabelludo. Quizás dentro de un mes tendría cabello como para lograr tapar la piel de mi cabeza. Sonreí. Me veía bien, saludable, feliz.

Salí del baño y me puse un top negro con pequeñas florecillas rosa pálido, una falda a juego con las florcillas y unos zapatos abiertos bajos (http://www.polyvore.com/cgi/set?id=124371750&.locale=es), bajé con mi pequeña bandolera y mis lentes de sol. Desayuné lo que tenía previsto y me senté en la sala a mirar televisión. Mi teléfono sonó casi sobre las 11:00 a.m.


“Mi amor, buen día. Espero que estés de lo mejor, porque hace un día grandioso. Paso por ti sobre las 12:30 y almorzamos en el hípico con Cait. Te amo :)”.


Por si estaba ocupado decidí no responder. A las 12:27 la bocina de Justin sonó desde afuera, corrí hacia la camioneta y me subí. Conducía él.


—Hola, preciosa —me saludó.
—Hola, mi amor —sonreí nerviosa.
—¿Estás bien?
—Sí, solo ansiosa —respondí. Él sonrió y comenzó a conducir—, ¿qué tal tu día?
—Bueno, lo de siempre —se encogió de hombros conduciendo—, estuve viendo algunos contratos para el año entrante.



Mientras me contaba lo que sucedió en su mañana, nos encontramos entrando al restaurante del hípico. Mi estómago estaba encogido y sentía ganas de irme, pero debía superarlo. Así que entramos y al divisar a Caitlin con otra muchacha nos dirigimos a ella.


—¡Oh, los tortolitos! —exclamó Cait sonriéndonos. Justin apretó mi mano dulcemente.
—Hola —saludé.
—Hola —repitió Justin detrás de mí.
—Siéntense chicos —nos ofreció nuestra amiga—. Ella es Keyla.
—Hola —murmuró simpáticamente clavando los ojos en Justin.
—Un gusto —respondió mi novio mientras me abría la silla. Me senté y él a mi lado.
—Comeremos ¡enchiladas! —exclamó Beadles— Keyla es de México y pidió eso para los cuatro, así que deben de ser buenas —esa tal Keyla no me caía bien.
—Son buenas —aseguró la morena de ojos profundamente cafés.
—Apuesto que sí —murmuré analizando la actitud de la mexicana. Ella estaba clavada con Justin, éste ni siquiera sabía ese hecho. Cait rebosaba felicidad.
—¡Es emocionante tenerte aquí de nuevo! —habló mi amiga alegremente.
—Oh, ¡tú eres ___________(tu nombre y apellido)! —exclamó Kayla, le sonreí cortésmente.
—La más hermosa de todas —habló Justin sonriéndome, pude sentir como me sonrojaba, así que aparté la mirada, Cait sonreía, Keyla estaba como asqueada.
—Yo estoy ocupando tu lugar en el equipo —y allí la mexicanita quería sobre salir.
—Oh, es un puesto difícil de llenar —la tensión comenzaba a abrazarnos. Caitlin me miró fijo, Justin apretó mi mano debajo de la mesa.
—Sin duda —murmuró y volvió su vista a Justin para mirarme nuevamente—. Tienes suerte, tu novio es un bombonazo.
—Kayla —la regañó Cait susurrando.
—¡Ey! Solo fue un cumplido —se defendió Keyla cínicamente.
—Mira, mamita —largué la palabra en español—, es MI novio, y sí es un bombón. Pero mantente lejos, muy lejos, ¿vale? —ella sonrió burlista.
—Ey, tranquila —habló Justin rodeando mis hombros con su brazo—. Gracias, Keyla, pero soy un hombre enamorado de mi novia y no tengo ojos para nadie más —habló Justin cortándola por lo sano.
—Qué lástima, precioso. Las latinas ardemos mucho más —fruncí el ceño con ganas de darle un puñetazo, pero Justin me apretó de los hombros intentando contenerme.




Kayla. La quería fuera. Lejos. Muy lejos.