lunes, 24 de marzo de 2014

Capítulo 36°: "Paris".




Había pasado una semana desde que me habían dado el alta, Justin había hablado con mis padres para irnos a París, su idea era ir los cuatro, sin embargo, mis papás no aceptaron ir. Enfrentados entre nosotros ellos, mis padres, decidieron dejarme ir. Iríamos una semana a la ciudad del amor, los dos solos.


Mis maletas ya estaban en el maletero de la camioneta de Bieber, quien había pasado por mí (Yo vestía así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=115347277&.locale=es ). Yo me encontraba a punto de escuchar nuevamente las recomendaciones de mi agobiada y paranoica madre.



—Estaré bien —les recordé antes de que hablaran.
—No olvides tus pastillas —me recomendó papá—. Cualquier síntoma te diriges a un hospital, ¿entendido?
—Por favor, cariño, cuídate —repitió mamá arreglando el pañuelo que traía en mi cabeza.
—Estaré bien —volví a repetir.
—Yo cuidaré de ella —decidió añadir Justin.
—Por favor, Justin —le rogó mi madre—. Tengan mucho cuidado, ¿sí?
—Estaremos bien —repetí cansada de decir lo mismo—. Los veré en una semana, ¿vale?
—Llámanos —me pidió mi padre—. No se metan en problemas.
—Te quiero, nena —habló mamá sonriéndome.
—Los quiero, los veré luego —sonreí.
—Adiós, señores ___________(tu apellido), los veremos pronto —tras una sonrisa tranquilizadora hacia mis padres de parte de mi novio, nos dirigimos a la camioneta.



Justin abrió la puerta para que yo subiera, luego él se fue hacia el lado del conductor y una vez dentro comenzó a conducir camino al aeropuerto.



—Estoy realmente feliz de tener una semana entera para estar contigo —me aseguró él sonriendo, sin dejar de mirar el camino.
—También yo —confesé—. No pasamos mucho tiempo juntos últimamente.
—Bueno, ahora tenemos una semana entera para ponernos al día —me aseguró alegremente—. Vamos a pasarla genial, dalo por hecho.
—Apuesto que sí —me emocionaba pasar siete días completos con él, los dos solos.
—Iremos de compras, no te preocupes —solté una risa relajada. Él apoyó una de sus manos sobre mi rodilla.
—¡Qué malvado! —exclamé sin dejar de reír— Deberé comprar gorros y boinas —él arqueó una ceja sin entender.
—¿Eh?
—Estoy calva —le recordé. Justin no pareció divertirse.
—Pronto comenzará a crecerte el cabello —me recordó positivamente—. Apuesto a que te sentará muy bien el cabello corto.
—Apuesto a que van a criticarme cuando tengan fotos mías —es decir después de ser vista en el aeropuerto—. Tus beliebers pueden ser crueles a veces.
—Lo sé —me afirmó él—. Pero no puedo hacer nada, por más que les diga ellas solo son demasiado celosas a veces. Nena, no quiero que te lastimen, lo sabes. Necesito que confíes en mí.
—Lo hago —claro que confiaba en él—. Confío en ti a ojos ciegos. Jamás me diste razones para no hacerlo.
—No sabes cuán tranquilizante puede ser eso —me sonrió sin mirarme aún—. No te das una idea de cuánto pueden lastimarte una simples palabras.
—Claro que lo sé —le aseguré recordando cómo dolía que alguien te deseara la muerte—, pero no quiero ponerme mal, mucho menos ahora —sonreí para mí misma, reconfortándome—. No sabes cuánto deseo llegar a Paris.
—Te enseñaré la ciudad, es muy hermosa —me aseguró—. Conozco lugares muy buenos.




El viaje no fue demasiado largo, si tomamos en cuenta de que Justin se quedó dormido sobre mi pecho dejándome apreciarlo en el estado pacífico y profundo de sus sueños. Sus facciones me dieron mil poemas por escribir, sientas de melodías sordas en mi mente y me robaron los suspiros más cómodos que solté en meses. Cuando aterrizamos en Paris eran las 08:00 p.m., tenía hambre y quería descansar. Al llegar al hotel, luego de conocer la suite en la que estaríamos Justin me indicó que cenaríamos fuera y luego regresaríamos a dormir.



—Sabes, creo que la ciudad tiene un aire algo inspirador —comenté mirando hacia la calle a través de los grandes ventanales del lugar.
—Podrías asombrarte de lo que verías fuera del centro —dirigí mi mirada a Justin, confundida.
—¿A qué te refieres?
—Es París, bebé —me recordó—, ¿alguna vez has oído de lo liberales y asquerosos que pueden ser los parisinos? —sonrió divertido— Podrías sorprenderte.
—Debes tener mucha inspiración aquí para escribir, ¿no? —él me miró sonriéndome con dulzura.
—Tú me inspiras. En París, en Canadá, en Puerto Vallarta, en cualquier lado, nena —sentí mis mejillas arder y me percaté de la sonrisa sonsa que tenía en mis labios.
—A Tory le hubiese encantado venir aquí —Justin se quedó pensativo en mis palabras, quizás recordando quién era Tory.
—Scooter me ha pedido que hable contigo sobre trabajo —arqueé mi ceja, Justin sabía mi teoría cero de hacer música, mucho menos ahora que sabía que sus beliebers me odiaban.
—Sabes que…
—No tú sola, le dije que no querías —me interrumpió para decir—. Entonces el me propuso que trabajaras para mí. Que seas mi pianista.
—Pero, ¿tú no eres tu propio pianista? —o era lo que yo entendía.
—No tanto así —me corrigió. Estaba confundida—. No si tú aceptas serlo.
—No tiene lógica —musité y dirigí mi vista hacia la calle—. Ya te lo he explicado.
—Te vi hacerlo —volví mi mirada hacia él, sus ojos miel penetraban los míos  con una clase de dulzura aplastante—. Lo amas, te gusta, está en ti y no por una mal pasada del destino debes dejar de hacer lo que amas, ¿o a caso no eres tú quien me dijo que quería luchar por lo que ama? —suspiré ante sus palabras.
—No estoy segura de poder hacerlo, Justin —le recordé.
—Tenemos tiempo para hacer que lo logres —me recordó él a mí positivamente—. Tenemos más de un año para lograr que lo hagas como nunca jamás nadie lo hizo.
—Demonios —protesté sonriendo mientras negaba con mi cabeza—, es increíble el poder de chantaje que tienes sobre mí, Justin Bieber.
—¿Eso fue un sí? —una enorme sonrisa se dibujó en sus labios.
—Hablaremos con Scooter, me daré una oportunidad a mí misma —él no dejaba de sonreírme felizmente—. Aún así, no te aseguro nada, ¿vale?
—Vale, vale —los dos sabíamos que terminaría por hacerlo y eso me aterraba. Revivirlo todo nuevamente—. Tranquila, estaré apoyándote —me recordó.



Regresamos de cenar casi a media noche, entramos a la habitación, Justin seguía mis pasos protectoramente. Casi instantáneamente después de que cerrara la puerta sentí su calor acercándose y sus brazos rodear mi cintura, para luego apoyar su cabeza sobre mi hombro.



—No sabes cuánto he extrañado dormir contigo, nena —me confesó susurrando cerca de mi piel.
—También te he extrañado —le confesé. Sentí una sonrisa dibujarse en su rostro, haciendo que el aire chocara contra mi piel.
—Venga, cámbiate y vamos a la cama.
—Vale —sonreí mientras me dirigía a mi maleta soltándome de Justin.



Tomé una camiseta de Justin que tenía en mi propiedad y comencé a dirigirme hacia el baño. Antes de abrir la puerta, Justin me tomó de la cintura nuevamente.



—¿Qué sucede? —le pregunté confundida girándome para quedar frente a él.



Él no respondió nada, simplemente se adueñó de mis labios, mi cuerpo se disolvió entre sus manos y dejando caer su camiseta al suelo desde mi mano, rodeé su cuello con mis brazos.  Apretó su agarre contra mí, apretándome entre sus brazos, haciéndome chocar con su cuerpo. Nuestras lenguas exploraban juntas un ritmo pasional, una pelea dulce y sensual.

Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda por debajo de mi blusa, mi piel se enchinaba con su tacto. Sus manos jalaron levemente mi remera hacia arriba desde el ruedo para quitármela, sabía hacia donde se dirigía esto y me daba pánico volver a mostrarme desnuda ante él después de mi enfermedad.



—No, Justin —susurré separando mis labios de los suyos, nuestras respiraciones eran desparejas, agitadas—. No puedo.
—¿Qué pasa, cariño? —cuestionó consternado.
—Tengo miedo —confesé temerosa.
—¿Miedo de qué? Ya lo hemos hecho antes —sus ojos me miraban pasivos pero agitados a la vez.
—De no ser lo suficientemente buena como antes —él se quedó mudo, sorprendido ante lo dicho.
—No repitas eso, nunca lo hagas, ¿vale? —sus ojos me miraban con dureza, severos, pero no enojados— Yo jamás creería que eres mala, ¿lo entiendes? Tú eres todo para mí y no me importa si el cabello se te ha caído o si tienes marca de los sueros o lo que sea, ¿entiendes? Te amo, tengo la necesidad de cuidarte y protegerte, y nada me hará cambiar de opinión, porque tú eres exactamente lo que necesito, lo único bueno que quiero. Lo eres, claro que lo eres —las lágrimas bordeaban mis ojos.
—Te amo.



Antes de que pudiera hacer algo, él volvió a besarme dulcemente, pero se detuvo luego de unos breves segundos. Tomó la camiseta desde el suelo y me la entregó. Quedé confundida ante aquél acto.



—Ve, cámbiate —me sugirió—. Luego vamos a la cama.



Me adentré en el baño y mientras me quitaba las prendas me maldije por hacerlo sentir así. Pasé la camiseta sobre mi cabeza y me cubrí con ella. Me quité el pañuelo de mi cabeza y ordené mi ropa en una pila para mandarla a la lavandería luego. Suspiré y salí de la habitación, Justin estaba recostado en la cama. Siguió mi recorrido hasta la cama y se me quedó viendo mientras me acurrucaba a mi lado. Por primera vez, lo sentía frío.



—Justin.
—Mmmh —murmuró.
—¿Estás enojado? —él tomó aire pesadamente.
—No —respondió. Esperaba que dijera algo más—. Me molesta que creas que no te querré por tu enfermedad, eso es todo.
—Lo lamento —musité y me volteé en la cama quedándome boca bajo cerca de él, cara a cara. Solo la luz de la mesa de noche nos alumbraba, sus ojos miel estaban apagados—. No quise herirte, mi amor. Solo… no es fácil, ¿sabes? Mi cuerpo ha cambiado mucho y ni siquiera yo me acostumbro a él.
—Para mi sigues siendo la misma —solo que sin cabello—. Y odio que seas tan cruel contigo misma. Detesto que me alejes de mí.
—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo —confesé tragándome el nudo en mi garganta. Me sentía mal por hacerle esto—. Me equivoco a menudo y lamento eso, Justin. No fue mi intención herirte.
—Está bien, nena. Duérmete —me sugirió—. Tuvimos un largo día, estás agotada.
—No —me negué—, no sin antes saber que estás bien conmigo. No sin antes sentirte apretujándome contra ti, no lo haré.
—Nena…
—Por favor —le rogué—. Hace mucho tiempo no te tengo conmigo, ¿crees que podré dormir así? —él me sonrió levemente.
—Ven aquí —me indicó jalándome hacia él. Recosté mi cabeza a su lado quedando mi nariz entre su mandíbula y su cuello. Posé mis labios suavemente y él se estremeció—. No hagas eso —me pidió—, no sabes cuánto te deseo ahora mismo. No me tientes.
—Hazme el amor —le pedí. Su cuerpo se tensó a mi lado.
—Duérmete —me pidió nuevamente.
—¿No es lo que quieres? —le cuestioné.
—Yo sí, pero tú no.
—Te estoy pidiendo que me ames, ¿a caso eso no es querer? —él sonrió levemente y besó mis labios.
—¿Confías en mí? —me preguntó. Yo asentí.

—Sí.

lunes, 3 de marzo de 2014

Capítulo 35°: "Hogar, dulce hogar".




…Al día siguiente…
Narra Justin:



No estaba seguro de qué hora era, supuse que era temprano o bien, las horas de sueño no me habían alcanzado. Últimamente estaba cansado, no tenía mucho tiempo para reponer energías. Tomé el teléfono entre mis manos y sin mirar quién osaba a despertarme deslicé el dedo por la pantalla casi con los ojos cerrados y lo llevé hacia mi oreja.



#Vía telefónica#
—Bieber —no podía confundir esa voz después de cinco años de hacer lo mismo—, te necesito en el estudio ahora.
—¿Ahora? —pregunté irritándome—, ¿Enserio? Te dije que no podía ir hoy.
—Lo sé, lo sé. Tendrás dos días libres luego, pero por favor, necesito que estés aquí en media hora —miré mi reloj de mano. Eran las 07:00 a.m.
—No puedo —sentencié—. Debo ir al hospital, ___________(tu nombre) saldrá de quimioterapia enseguida, le prometí ir.
—Justin, déjate de pendejadas —me sugirió secamente—. Irás por la tarde. Si no vienes, iré a buscarte a donde estés.
—No puedo fallarle, Scooter —¡claro que no! Se lo había prometido. Era un momento difícil para ella. Debía ir.
—¡Me importa un demonio, Justin! —estaba alterado— Si no vienes en media hora iré a buscarte, no estoy dispuesto a perder más dinero por ti. Te he hecho unos cuantos favores, incluyendo solucionar tus putos problemas con la justicia, así que será mejor que muevas tu trasero hasta el estudio.
—Olvidas que te he llenado los bolsillos, Brown —sabía que ese comentario era mi perdición, pero estaba enojado. Scooter había logrado ponerme al límite.
—Si en media hora no estás aquí, tendrás muchos problemas, Bieber. Así que será mejor que en exactamente 28 minutos te vea entrar por la puerta del estudio —sin dejarme decir nada, él colgó.
#Fin vía telefónica#.



Me levanté con ganas de romper algo a mí alrededor, la rabia corría en mis venas. Me duché casi a la velocidad de la luz. Me vestí y salí camino al estudio sin esperar siquiera a Kenny. Cuando antes terminara podría ir al hospital. ___________(tu nombre) estaría furiosa.




Narra ___________(tu nombre):




El mundo se sentía distante cuando salí de la quimio. Pude ver a John esperando por mí. Él se posicionó detrás de la silla y no me molesté en escuchar qué le dijo a la enfermera. Pronto comenzamos a movernos. Me dolía el cuerpo, mi cabeza pesaba de una manera que jamás antes había pasado. No sentía ánimos de hablar, solo quería ir a mi cama y acurrucarme a dormir. Me sentía cansada, agotada, desanimada.



—¿Estás bien? —me preguntó John mientras rodaba mi silla por el pasillo. Negué suavemente con la cabeza— Vamos, me quedaré contigo un rato.



Pensé que no sería necesario, Justin seguramente estaba en mi habitación. Al llegar, John abrió la puerta y volvió a empujarme hacia adentro desde la silla. El lugar estaba vacío, Justin no estaba. Realmente, me pareció extraño, hasta me sentí algo decepcionada, pero era lo último que podía pensar. Me sentía mal y mi cabeza no tenía tiempo para redactar hipótesis sobre el por qué de su ausencia. Quería estar tranquila.



—Te ayudaré a recostarte —me informó Jhon. Él me levantó desde la cintura haciendo que uno de mis brazos rodeara sus hombros mientras él aferraba su agarre. En dos o tres pasos estuve en mi cama, lentamente me recosté.
—Esto es una gran mierda —le aseguré con voz tenue.
—Lo sé —él se sentó en una silla cerca de la cama—. Pero estarás bien en un rato, ya verás.
—Eso espero —no pude contener un poco de tos.
—No dejarán que mucha gente venga, ¿sabes? —carraspeó John—. Especialmente tu familia, es una regla bastante particular del hospital.
—No lo sabía —intenté juntar ganas de hablar, pero realmente me sentía fuera de mí—. De todas formas, creo que nadie vino a verme.
—Apuesto a que Bieber vendrá enseguida —sonreí amargamente con mi mayor esfuerzo—. Él siempre viene.
—Hola chicos —habló después de que la puerta se abriera la voz de Tucker.
—Pasa, Tuck —lo invitó John, yo le sonreí tenuemente.
—¿Te sientes muy mal? —preguntó el recién llegado.
—Algo así —musité—, ¿cuándo empezará a caerse mi pelo?
—A la tercer o cuarta sesión, pero te aconsejamos raparte antes —¿John hablaba enserio?
—Sí, será menos doloroso e impactante que si se te empieza a caer cuando te peinas o algo —añadió Tucker.
—¿No quieres ir a la sala? —me ofreció John, quizás te levante un poco el ánimo.
—No me siento bien, John. Iré más tarde, lo prometo —John se puso de pie.
—Te esperaré allí —me indicó—. Tengo quimio enseguida —se encogió de hombros.
—Suerte, viejo —habló Tucker.
—Los veo luego —él se fue.



Narra Justin:



Eran casi las 06:00 p.m. cuando comencé mi camino hacia el hospital. Iba realmente preocupado y muy enojado con Scooter. Él la había cagado ese día. Estacioné en el aparcamiento del hospital y bajé con el ramo de rosas del auto. Deseaba que ella no me odiara. Caminé los pasillos con prisa y al llegar a la puerta de la habitación de mi novia entré.



—¿___________(tu nombre)? —pregunté cerrando la puerta detrás de mí— ¿Dónde estás? —ella no respondió, pude ver la puerta del baño entre abierta, así que me dirigí hacia allí.



Ella estaba en el suelo sentada al lado del inodoro, su cabeza estaba totalmente calva y frente al lavabo en el suelo descansaban muertos sus mechones largos de cabello castaño. Traía la bata celeste profunda del hospital y sus brazos estaban repletos de moretones negros mezclados con azul profundo. Sus ojos cafés me encontraron armando un semblante triste y agotado en su rostro. Mi corazón se revolcó en el suelo, me sentía fatal. Era uno de sus peores momentos y yo la había dejado sola.



—¡Nena! —exclamé, ella solo se quedó viéndome.
—No quería que me vieras así —me informó—, pero las nauseas son fatales —ella intentó ponerse de pie, pero fue en vano. Estaba débil. Me moví rápido dejando las rosas sobre el sillón de la esquina, me dirigí a ella y la ayudé a ponerse de pie. Luego la cargué en mis brazos—. Déjame en la cama —me pidió.
—Lamento no poder venir antes, Scooter me exigió ir al estudio. Estoy realmente enojado con él —ella solo me miraba—, ¿tú como estás?
—Calva y débil —sentenció.
—¿Te has rapado? —ella asintió tristemente.
—No sabes cuánto he llorado haciéndolo —negó con la cabeza mientras me sentaba a su lado en la cama—. Pero, ya estoy calva. Ni modo.
—Ey —susurré tomándola por el mentón—, no quiero que estés triste.
—No esperaba que fuera tan difícil —me confesó. Era duro verla así, triste y decaída.
—Lo sé, estoy seguro de que no es fácil, nena —apoyé mi mano sobre su rodilla, ella me miró repleta de miedo y angustia.
—Y no sabes cuánto lamento que estés tan empecinado en atarte a mí en este momento, Justin —fruncí el ceño—. Pattie debe odiarme.
—¿De qué hablas? —pregunté incrédulo.
—Ella debe creer que te robo todo tu tiempo —sonreí frustrado negando con la cabeza.
—Ella te quiere mucho, ___________(tu nombre). Nadie sería capaz de odiarte por tu enfermedad, sabes eso, ¿verdad? —suspiré pesadamente.
—No pienso igual, Justin —sonaba segura—. Claro que no lo hago.





…Un mes después…





Entré al baño luego de despertar, sería un grandioso día. Hoy tendría la oportunidad de darle una gran sorpresa a todos los que me querían. Me duché rápidamente y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=115221024 , até un pañuelo azul profundo y oscuro de una manera algo arreglada a mi cabello y salí hacia la sala de juegos. Eran casi las 09:00 a.m. y el clima cambió profundamente en los últimos días. La primavera era notoria, la calidez podía empezar a sentirse.



—Hola chicos —saludé entrando a la sala.
—¡Ey, ___________(tu nombre)! —exclamó Hilary.
—¿Qué haces vestida así? —me preguntó John.
—Me voy a casa, chicos —les aseguré a ellos dos, los únicos que estaban allí.
—¿Enserio? —murmuró John sonriéndome, aunque detrás de aquella mueca se notaba algo de tristeza, no por mí, si no por él mismo.
—No se preocupen, volveré seguido —me encogí de hombros resignada. Al menos ya me iría a casa.
—Solo queremos que nos visites, cariño —me aseguró Hilary—. No sé cuánto tiempo me quede aquí, pero quiero verte, te tomé cariño.
—Volveré chicos, no se preocupen —les repetí—. Pensaba despedirme de los demás, pero sinceramente, estoy emocionada por irme.
—Lo imagino —me sonrió la muchacha de vivaces ojos cafés.
—Les dan mi saludo a los demás, ¿sí? Los quiero, chicos —sonreí antes de volver a caminar el pasillo.



Tomé mi bolso al pasar por mi habitación y presenté en la recepción la orden de alta que me habían dado la noche anterior. Con un gesto demasiado simpático para mis últimas semanas, saludé a la recepcionista y salí hacia la calle de la ciudad, nuevamente. Sonreí al sentir el aire fresco pegar en mi rostro, nuevamente podría vivir en mi casa, con algunos cuidados, pero prácticamente en la normalidad, nuevamente.

Recorrí las calles de camino a casa sin prisa alguna, sin pensar en el molesto peso de mi bolso. Disfrutaba de cada paso, de cada poco de aire llenando mis pulmones. Me sentía viva, estaba viva, pero lo más importante de todo, me creía y me sentía viva.

Pocos minutos después de pasada la media hora de mi partida del hospital, me encontré de pie frente a mi casa. Subí las escaleras hasta el porche, mi corazón se aceleraba mientras giraba la manilla de la puerta. Me adentré en la sala después de un mes y algunos días de ausencia, el olor a pino, lavanda y perfume a limón me invadió. Hogar, dulce hogar.



—¿Sally? —era raro oír la voz de papá por la mañana en la casa.
—No, papá. Soy ___________(tu nombre) —hablé dejando mi bolso en un sillón de la sala esperando por su aparición desde la cocina o el despacho.
—¡Cariño! —él corrió disparado al verme parada allí, sonreí mientras él me estrujaba aplastantemente entre sus brazos.
—Hola papá —saludé, él me puso de pie frente a él. Incrédulo de verme allí.
—Te ves bien —me aseguró casi intentando convencerse a sí mismo de que yo lo estaba—. No creí que vendrías.
—Me dieron el alta, anoche —le expliqué—. No les avisaron nada, por las reglas, ¿sabes, no? —él asintió— Pero, ¿qué haces en casa?
—Bueno, espero a Sally para ver las ecografías —me respondió encogiéndose de hombros.
—Mamá sigue en el mismo plan —deduje. Él asintió—. Fue hace unos días en el horario de visita, realmente no procuré escuchar demasiado. Mi cabeza estallaba gracias a la quimio y solo logré distinguir que decía algo sobre bebés que no quiere y cosas así.
—Al parecer Sally tendrá mellizos —sonreí ampliamente ante la noticia. Aún así mi padre se veía agobiado con el tema—. Tu madre está enloqueciéndome.
—Puedo imaginarlo —carraspeé—, ¿Chaz?
—Él está asimilándolo aún. Ojalá tu madre pudiera hacerlo —negó con la cabeza—. Vamos a la cocina —me ofreció—. Si quieres te preparo un té o un café.
—Un té estará bien —le respondí camino a la cocina.
—Las cosas no han sido demasiado sencillas en la casa —él estaba usándome como un psicólogo.
—Mamá debe estar atormentando a Sally, eso es la mierda.
—Quiere que se mude —me explicó mi padre. Me ahogué con mi propia saliva—, ¿estás bien?
—Sí, descuida —carraspeé—. No puedo creer que mamá haya llegado a ese extremo —sentencié sentándome en una de las sillas viendo como papá buscaba un saco de té— . Creí que sería cuestión de tiempo. Apuesto que hasta ha pensado en que se casen, ¿no?
—Ella piensa en el “qué dirán” —papá no era partidario de ese lujo o vulgaridad, depende quién lo viese, moral.
—Puedo imaginar qué tan frustrante es oírla hablar de eso, no la juzgo, pero a veces ella puede ser demasiado cruel en ese plan —mi padre guardó silencio.
—Has estado saliendo con Justin, ¿verdad? —mis ojos se abrieron en sorpresa, agradecí que él estuviera de espaldas.
—¿Por qué me preguntas eso? —me atreví a responder con otra pregunta.
—Eres mi hija —sentenció volteándose a verme—, necesito saberlo.
—Él es un buen chico —mi padre alzó las manos en son de inocencia.
—No he dicho lo contrario —me informó—. Sé que ha estado muy al pendiente de ti —excepto la última semana—, pero no es como tú. Él no es un chico normal.
—No para ti —le retruqué—. Yo jamás he tenido problemas con él, papá. Me quiere y yo a él.
—Es un chico problemático, ¿no lo has notado? —reí irónicamente, sus ojos me miraron con severidad.
—¿Eso crees? —negué con la cabeza— Pensé que eras un poco más inteligente, pero al parecer igual que mi madre con Sally, tú estás paranoico conmigo. No estoy haciendo nada malo, ¿vale? En Justin encontré muchas cosas que nadie supo darme antes —él no se inmutó.
—¿Sexo, drogas, alcohol? —eso dolió.
—¿Crees que me drogo o bebo? ¿Enserio? —escupí poniéndome de pie— Porque no he estado fuera en el sueño americano de sexo, drogas y rock and roll, ¿sabes? ¡He tenido cáncer! Lo tendré toda mi vida, ¿eso te parece poco? —su semblante cedió, el mío, no— Si quieres creer que una de las pocas personas que me hacen bien es mierda, pues me vale. Estás enloqueciéndote por problemas que no tienen nada que ver conmigo, ¿sabes qué debes hacer? No solucionarlos o descargarte conmigo, porque yo no le he dicho a Sally que sea descuidada o a mi madre que no acepte la realidad.
—¿Estás defendiendo a Justin Bieber? ¿Un muchacho que conoces hace poco? ¿Un criminal que fue a prisión por conducir drogado? —negué con la cabeza indignada.

—Estoy defendiendo a la persona que amo, pero parece importarte más cualquier problema que el hecho de que esté viva en mi propia casa.