martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo 27°: "El día especial para cerrar esta herida". (2da. Temporada).




—¿Y tú qué mierda sabes de la vida? —cuestioné con rabia— Si solo eres una puta drogadicta, ¿o ahora porque estás casada crees que eres una señora hecha y derecha, Miley? Has cometido el peor error de tu vida con decirme lo que acabas de decirme. Sabes qué, vete. No quiero verte jamás en mi vida —nunca—. Ve a New York, haz lo que te plazca, dile a Zayn dónde estoy, cuéntale que soy una puta que ha escondido su verdad durante dos años y también dile que es un imbécil y que jamás lo amé. Solo lo utilicé para cubrir mi trasero. Anda, ve. Compórtate como lo que eres, una zorra —ella se puso de pie sin inmutarse y salió de la casa.




Jamás me había sentido más devastada. Miley había sido parte de mi vida, mi mejor amiga, la única persona que jamás se había puesto en plan de juzgarme, al menos no hasta ese día. Saber que me temía, quizás de todos, fue el golpe más grande de mi vida. Que tú mejor amiga te diga que tiene miedo a que la mates, es una gran mierda. Duele, como jamás nada ha dolido y eso es preocupante, porque más allá de doler comienzas a odiar. Estaba hundiéndome otra vez. Esta vez no sería nada fácil que saliera ilesa. Estaba segura. 



Una semana después.



La visita de Miley, casi milagrosamente, no había tenido demasiada repercusión. Justin se conformó con saber que ella vino a reclamar solamente por mi huída. Zayn, al parecer, todavía no tenía datos de mí. Y si los tenía, estaba demasiado quieto esperando el momento para atacar. El Clan estaba pacífico aún. Sobre Paco y su muerte, ninguna noticia nos había llegado. Estábamos tranquilos, podríamos decir.


Había llegado el día más esperado por cualquier persona del mundo, el cual yo aborrecía con todo mi ser. Tomé una ducha al despertar, supuse que Justin estaba con Ade abajo cuando yo desperté. Ellos se adoraban, muchísimo. Me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103970143&.locale=es, peiné mi cabello y lo dejé caer libremente y me maquillé como siempre, delineador negro, labial oscuro y rímel. Me llené de coraje, quizás, y bajé.



—¡Feliz cumpleaños, mamá! —exclamó Ade y se acercó a abrazarme con fuerza. La amaba.
—Gracias, mi pequeña princesa —le sonreí y besé su frente, ella devolvió el gesto en mi mejilla. Era demasiado linda.
—Hola, mi amor. Feliz cumpleaños —murmuró Justin y por primera vez desde que vivíamos juntos me besó delante de Ade. Ella no dijo nada.
—Gracias —murmuré algo apenada, tal vez—. Enserio, gracias —les sonreí a los dos.
—Te amamos —sonreí explotando de felicidad cuando mi preciosa hija dijo eso. La amaba, y amaba a Justin por darme tal regalo como era Adelaide.
—Bueno, pero te tenemos una gran sorpresa —me anticipó Justin—. Por empezar, te hemos preparado un desayuno especial —yo dirigí mi mirada a la mesa, la cual estaba repleta de cosas riquísimas.
—¡No debían hacerlo! —musité sentándome en una de las sillas, Ade se sentó a mi lado y Justin frente a nosotras.
—Pero aún no es nada —me afirmó él.
—¡Hay sorpresas! —comentó Ade divertida. Ella amaba las sorpresas.
—Oh, ¿enserio? —sonreí— ¿y cuáles son, cariño?
—¿Qué dices, princesa? —le preguntó Justin a Adelaide— ¿Se las digo?
—¡Solo una! —habló con algo de picardía la niña. Definitivamente, era el vivo retrato de Justin en miniatura y versión mujer.
—Está bien.
—¡Qué malos! —protesté, ella soltó una risilla— Pero bueno, cuéntenme de qué se trata.
—Ade me dijo que nunca habías celebrado tu cumpleaños —en sus años de vida, realmente no. No me sentía demasiado viva como para hacerlo—. Y como sé que tienes una gran pasión en la vida que es la música iremos al centro. Hay una convención de libros y CD’s clásicos, ¿qué me dices? —esbocé una enorme sonrisa.
—No deben hacer todo esto por mí —les recordé. Justin me miró divertido.
—Y esto recién comienza. Ahora desayunemos, así partimos pronto. No queremos llegar tarde.



El mejor regalo de cumpleaños que podía haber recibido era levantarme y verlos a ellos dos juntos y felices, tal como padre e hija. Realmente, era lo que había soñado desde el día en que Adelaide había nacido. Vernos juntos, a los tres, como una verdadera familia. A pesar del peligro, de los problemas, de todo, estábamos lográndolo y ese era el mayor y más lindo regalo de cumpleaños que tendría en la vida. Mi familia.


Luego de desayunar partimos camino al centro. Realmente, estaba feliz como en muchísimo tiempo no lo estaba. Justin aparcó unas calles antes de la feria, así que bajamos y comenzamos a caminar. Él llevaba a la niña en brazos y con su otra mano me llevaba tomada a mí. Compramos algunos CD’s, unos libros de cuentos para Ade y Justin se llevó unos vinilos de colección de bandas como The Who. Almorzamos en un restaurante del centro entre risas y anécdotas divertidas de nuestra niñez, jamás la había pasado tan sencillo y divertido con Justin. En realidad, él había cambiado. Estaba logrando el cambio que yo había sufrido hacía dos años y medio, cuando tuve a Ade.



Luego del almuerzo regresamos a casa. Vaya a saber qué prepararían ahora para este “gran día”. Ade estaba dormida, en realidad se había cansado y no la juzgo, caminamos mucho. Justin subió y la dejó durmiendo en la recamara, para luego regresar a la sala.



—Gracias —musité cuando él entró—. Realmente el mejor regalo de cumpleaños es estar los tres juntos, como una familia —él me sonrió acariciando mi mejilla mientras se sentaba a mi lado.
—No hay nada que agradecer, mi princesa —me informó dulcemente—. Aún así, esto no termina todavía —lo suponía.
—¿Por qué siempre exageras tanto? —pregunté divertida— Sabes que odio el hecho de estar cumpliendo veintitrés hoy.
—No tiene nada malo tener veintitrés —me anticipó frunciendo el ceño, yo solté una pequeña risa.
—Venga, ¿y qué sigue? —le pregunté. Él sonrió pícaramente.
—Me odiarás por esto, ¿no? —yo me encogí de hombros.
—Depende qué sea —le respondí. Él se puso de pie y caminó hasta detrás del sillón individual y de allí sacó mi antigua guitarra acústica—, ¿qué demonios? —logré preguntar mirándolo incrédula.
—Lo sabía —sonrió victorioso.
—¿De dónde la has sacado? —pregunté tomándola entre mis manos. Era uno de mis mayores tesoros, el cuál consideraba perdido hace mucho tiempo.
—Pues —pasó saliva y se sentó a mi lado—… cuando te fuiste de la guarida, hace unos cuantos años ya, se quedó ahí. Te la habías olvidado. Siempre supe que debería dártela alguna vez y creo que hoy es la ocasión perfecta, ¿no, cariño? —mis ojos se llenaron de lágrimas y yo estaba repleta de recuerdos.
—Nada ha sido fácil, ¿verdad? —él suspiró y acarició mi mejilla secando mis lágrimas.
—Ni parecido, siquiera —confesó tenue—. Pero estamos juntos.
—Solo necesitaba alguien que me empuje un poco más —confesé—. Creía que podía llevármelo todo por delante, la cárcel había sido el pozo más oscuro y ¿sabes algo? —sonreí triste al recordar mi pasado—, en realidad jamás he salido de allí, ni siquiera ahora.
—Jamás has hablado de ello —Justin tenía razón y recordaba que algún día le prometí hacerlo cuando me sintiera cómoda.



Nunca me sentiría cómoda para hablar de eso. Sin embargo, algo en mí me decía que era momento de abrir esa herida para curarla, porque si seguía así terminaría por matarme. No quería morir.



—Fueron los dos años y los seis meses más horribles que pude padecer —y recordaba todo a la perfección—. Empezando por la comida y terminando por la conciencia. Llegué al punto de creer que lo mejor hubiese sido morir allí dentro, era un reclutadero de víboras, y lo más triste era que yo pertenecía a la rama de las más venenosas. No hablaba con nadie, solo pensaba en Ronan y en su expresión si hubiese conocido mi destino, en la mueca victoriosa de Jenn al morir mientras yo cantaba victoria en vano, porque en realidad empezaba a hundirme como el Titanic pudo hundirse algún día —o peor aún, porque lo hacía más lento—. Canalizaba todo a través del boxeo y allí dentro me hice fama de destructora, quién se metiera conmigo salía herido, pues así lo cumplía. Yo… —suspiré y sonreí melancólicamente intentando no llorar—, no les temía. Todos me temían a mí. Estaba sola y no quería cambiarlo —lo recordaba perfectamente—. Pensaba en ti, en qué pensarías de mí, si me habrías olvidado, si me amarías aún. Pensaba en Miley, en cuán decepcionada se sentiría. Pensaba en Cait, en el dolor y la lástima que me tendría. Pensaba en Samanta y en su seguridad, en si alguien aún querría hacerle daño y solo lograba odiarme más y más —las lágrimas comenzaron a caer.
—No sigas si no quieres —me ofreció Justin—. Te he aceptado como eres, sin saber todo esto. No voy a juzgarte.
—Entonces, ¿sabes qué pasó? —las lágrimas caían más y más rápido— Pensé en que tal vez sí me amabas aún, en que esperabas por mí afuera. Y fue allí cuando las noticias comenzaron a llegar. Supe del Clan, de tu liderazgo, de que estabas metido en eso aún y deduje que lo hacías por mí. Me propuse ser el peligro mismo, aceptar mi puto destino y al salir de allí destruirlo todo a mí paso. Todo lo que me hiciera mal, debería irse —confesé—. Incluso esa filosofía llegó a destruirme, todo estaba mal cuando salí. Tú y yo, ya creí que no funcionaríamos jamás. Realmente cada día que pasaba junto a ti me sentía presa, porque creía que la libertad al salir iba a ser pelearme con todos, matar a quién quisiera y ser una perra patea traseros —sonreí irónicamente—, no podía entender que en realidad… —suspiré— lo que me pasaba era un exceso, no de drogas o alcohol, como antes. Sino un exceso de odio, de furia, de culpa. Te destruí, eso hice. En vez de destruir a quienes odiaba, destruí a quién amo y me amó con locura.
—Quien te ama con locura —me corrigió interrumpiéndome mientras tomaba mi mano.
—Quizás solo era parte de crecer, o prefiero creer eso. Simplemente, destruí unas cuantas páginas de esta historia y duele, ¿sabes? De solo pensarlo me duele —le confesé.
—No las has destruido —habló él mirándome—, solo están escritas con palabras que jamás creí que usaríamos. Con oraciones oscuras, tal vez con tinta mal usada. Pero… eso no lo hace malo, ¿sabes? Porque el libro continúa y estamos escribiendo la mejor parte y falta aún. Falta el final feliz, ¿sabes? Porque tendrá uno de esos, lo sé —mis lágrimas caían rápidamente, pero eran de emoción esta vez.
—Gracias, Justin —él me sonrió—. Gracias por curarme tantas veces.
—Te amo, siempre lo haré, siempre voy a curarte, nena —acarició mi mejilla.
—Te amo —besé fugazmente sus labios—. Siempre voy a amarte, Justin. Siempre.
—Oye —musitó—… con todo esto me he olvidado de lo que iba a hacer —arqueé una ceja algo confundida.
—¿Qué harías? —le pregunté.
—Mmmh —me sonrió levemente y acarició mi mejilla. Adoraba su tacto, debía admitirlo—, iba a pedirte que me cantes algo.
—¿Cantar? —cuestioné divertida y negué con mi cabeza— Ya no lo hago.
—¿Cómo que no? —me preguntó— Has cantado en el casino y también antes en el antro —me recordó mirándome inquisitivamente.
—No es lo mismo, ¿sabes? —suspiré y sonreí amargamente— cantarte, cantar así… —miré la guitarra—, no es lo mismo. Es el pasado.
—Uno el cuál te hace quien eres —me recordó y sí, tenía razón—. Vamos, cántame algo —insistió.
—Creo que va a gustarte —musité intentando hacerlo bien esta vez.



Tomé la guitarra entre mis manos, como si fuera a tocar, después de todo era lo que haría. Me traía tantos recuerdos, como las veces que huía de casa a tocar en el subte o mis presentaciones en el centro cuando solo era una adolescente adicta a los alucinógenos. Demonios, ¡qué pasado horrible! La cicatrices aún estaban allí, tal cual siempre. Aún dolían y no física, sino moralmente cuando las veía en mis brazos. El placer y la descarga que me producía quemarme con un cigarro o pasarme la navaja por mis brazos, jamás había tenido una explicación lógica. Nunca.


Canté la canción que le había escrito hacía tiempo (http://www.youtube.com/watch?v=bjoaFK744mc). Los ojos de Justin estaban clavados en mí con atención, como si buscara descifrar algo en mí. Siempre había sido así, desde que lo conocí y jamás le pregunté qué buscaba. Debía hacerlo.


—Young & Beautiful —comentó y sonrió levemente acariciando mi mejilla.
—Siempre me pareció extraño que me miraras de esa manera —él arqueó una ceja mirándome divertido—. Buscas algo en mí, ¿qué es? —fui directa, lo sé.
—Tus ojos —respondió—. Tus ojos son algo bastante peculiar en ti. Jamás dicen nada.
—¿A qué te refieres? —pregunté confundida. Su respuesta no había sido nada coherente. Al menos, no para mí.
—Los ojos de una persona siempre reflejan algo —comenzó por introducirme al tema—. Expresan algún sentimiento, o al menos un indicio de ello. Desde que te conocí, jamás pude descifrar algo concreto en tus ojos. Son dos lagunas oscuras y misteriosas. Creo que es lo más sexy que he visto en el mundo, pero lo más desesperante a veces —sonreí divertida. Bieber estaba loco.
—Mis ojos son normales —le recordé—. Solo aprendí a no expresar nada, es eso.
—¿Y por qué es así? —me preguntó— Me desespera.
—El dolor me hizo lo que soy, incluyendo eso que tú admiras y aborreces al mismo tiempo —le respondí—. Odiaba que descifraran que tenía miedo, que estaba apenada o que quería a alguien o algo y me dolía lo que me hacían. Simplemente, debía esconder tanta mierda y encontré la forma. Supongo que Jenn me lo pasó en los genes —ella era igual en ese sentido.
—Ella también lo hacía —recordó Justin. Yo asentí sonriendo amargamente. Odiaba recordarla, mucho más saber que algo de ella quedaba en mí aún.
—Sí —afirmé—. Sin embargo, yo siempre pude descubrir que había en sus ojos celestes —solté orgullosa—. Supongo que entenderme a mí misma haciéndolo, me proporcionó la ventaja de leer sus ojos también. En eso éramos iguales, y me da asco decirlo —confesé.
—Después de todo fue tu madre —elevé mi vista para mirar a Justin duramente.
—Jamás lo repitas —le exigí—. Es lo último que quiero oír en lo que me queda de vida. Ella está muerta, siempre lo estuvo para mí.
—Si no la sueltas, no sanas la herida —cada palabra que decía me metía un poco más en la oscuridad. Estaba comenzando a desesperarme.
—Si la suelto, purgará su alma. Dios perdona, irá al cielo. Pues, lo que yo quiero es que se queme en el infierno toda la eternidad. Y si tengo que ir a ese mismo lugar para verla pagar y que lo haga del modo que merece, lo haré —sonaba demasiado frívola. Hacía demasiado tiempo no hablaba así. Pues, Ade me había llenado de luz—. No me importará sufrir más. Ya es parte de mí.
—No hables así —me exigió Justin con seriedad—. Odio escucharte hacerlo de nuevo. Te amo y no dejaría que seas una puta resentida toda tu vida, ¿olvidas quién lo hizo? ¿Recuerdas como terminó? —pasé saliva.
—Adelaide jamás me mataría, ¿sabes por qué? —clavé mis ojos en los suyos—, porque la amo y jamás le haría daño.
—Sé que eso no pasará —me aseguró—. Después de todo, no eres Jenn.
—Ojalá pudiera no llevar su sangre —deseé—. La odio.
—Sé que eso algún día cambiará, tengo fe en que puedas llenarte de luz todavía —sus palabras habían pegado bajo en mi corazón. Demonios, odiaba esa cursilería y positividad. Me destrozaban. Yo sabía que eso no sucedería.
—No sé si ese ser existe aún —mi negatividad era mucho más fuerte que yo.
—Adelaide sí existe, ella lo logra —me afirmó sonriéndome levemente y acarició mi mejilla luego.
—Jamás te lo dije —titulé lo que seguía—, pero debo hacerlo. Gracias, Justin. Gracias por darme una hija maravillosa —sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente, de orgullo tal vez.
—Te amo —murmuró—. Y gracias a ti, por hacer que yo dejara de ser un hombre moribundo —sonreí algo divertida y rápidamente me senté en su regazo frente a frente con él, rodeándolo con mis piernas.
—¿Mi hombre moribundo quiere despertar? —susurré sensualmente a su oído.
—Es lo único que quiero en este momento —susurró mientras su respiración pegaba contra mi cuello. Amaba que hiciera eso.




viernes, 15 de noviembre de 2013

Capítulo 26°: "El pasado regresa". (2da Temporada).




Justin había cocinado pasta exquisita. Realmente, era un excelente cocinero. Mientras comíamos el timbre sonó. Ya que él había cocinado, le dije que yo iría a ver quién era. Caminé a través de la sala y abrí la puerta para quedarme atónita, ¿qué demonios estaba sucediendo?



—Buenos días —saludé preocupada por lo que iría a seguir—, ¿se les ofrece algo?
—Somos oficiales de la policía —me afirmó uno de los dos tipos—, ¿usted es la señorita ___________(tu nombre y apellido)? —yo asentí pasando saliva.
—¿Hay algún problema? —pregunté. Otra vez la cárcel no. No lo soportaría.
—Necesitamos hacerle algunas preguntas sobre un crimen que ocurrió anoche en la ciudad —un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, ¡demonios! Esta vez no tenía nada que ver.
—Soy inocente —alegué con autoridad—. No tengo por qué responder nada, ni siquiera sé por qué intentan hablar conmigo de esto. Como si yo supiera de todos los crímenes que ocurren en México.
—Puede que sí conozca —habló el otro tipo que hasta ese momento había guardado silencio.
—Estamos hablando de Humberto Flores, señorita ___________(tu apellido) —arqueé una ceja y esbocé una sonrisa irónica. Estos tipos estaban locos.
—Oh, ¿y? ¿Debo ir al funeral? —pregunté sarcásticamente— No sé quién demonios es ese tal Flores del que hablan. Apenas hace unos días me he mudado hacia México, ¿qué podría saber yo? —me encogí de hombros— Y por cierto, estaba almorzando, ¿podrían ser menos inoportunos?
—Usted sí conoce a Flores, señorita. Él es Paco —mi corazón se paralizó.
—¿Qué? —solté sorprendida— ¿Han matado a Paco? —no creo que haya sido alguien del Clan.
—Deberá acompañarnos —repitió el primer tipo.
—Está bien —acepté suspirando. Aguarden un momento.



No sabía exactamente por qué debía ir a declarar. Tampoco tenía idea de qué modo me había involucrado en ese embrollo, tal vez por el solo hecho de ser parte del Clan o algo de mi pasado tal vez me acercaba a esta mierda. No estaba demasiado segura. Caminé hacia el comedor directo hasta donde había dejado mi cartera el día anterior. Justin se me quedó viendo.



—¿Qué pasa? —preguntó confundido.
—Debo salir —sentencié de prisa—. Quedas a cargo, volveré cuanto antes.
—¿Sucede algo? —insistió.
—Solo cuida a Ade, te comentaré todo cuando regrese —sin escuchar algo más solo salí nuevamente hacia la sala—. Ya vamos —afirmé. Ellos comenzaron a caminar y salí detrás de ellos.






Recordaba a la perfección la última vez que había estado en una situación similar. Crucé detrás de los dos oficiales una sala llena de escritorios con papeles, computadoras y gente trabajando. Nadie se inmutó por el hecho de que yo pasara por allí. Al fondo una puerta se abrió y entramos a una oficina, la cual estaba vacía. Solo una silla y un escritorio la habitaban. Me senté a esperar que hablaran.



—¿Conocías a Paco? —preguntó el único de los dos tipos que había quedado dentro conmigo.
—Solo sabía de su existencia —dije a la ligera.
—Sabemos que hace poco estás en México —su inglés era horrible, demonios—. Sin embargo, has tenido contacto con él y su gente. Debemos saber los movimientos, hay que encontrar un culpable de su muerte.
—Si lo que intenta saber es si soy de los suyos, pues no —hablé con claridad. No podía hundir al clan, después de todo ni siquiera sabía explicar qué negociábamos con él, ¿y si estábamos dentro de sus negocios sucios? Obviamente, si era él el tipo del tráfico. En realidad, estaba bastante desinformada.
—No me haga detenerla, señorita ___________(tu apellido). Si quiero hacerlo, podré. Debe tener antecedentes, aquí o del otro lado —suspiré pensando que seguramente Zayn había denunciado mi huída, podía quedarme allí dentro. Demonios—. Debo suponer que sabe quién era Flores.
—En realidad, está equivocado —y hablaba con toda mi sinceridad puesta en esa oración—. Sospecho quién puede ser, pero no estoy segura detrás de quién estaba.
—¡Bingo! —exclamó victorioso— Estaba detrás de él.
—Porque suponía que corría peligro después de tratar mínimo negocio con él al llegar a México —estaba diciendo la verdad, pero sabía que el tipo no creía eso. Era lógico. Tenía antecedentes, nadie me creería allí dentro.
—Cuénteme, señorita, ¿cuál fue su experiencia con Paco? —suspiré frustrada— Yo le diré así quién fue el tipo.
—Unos amigos me lo presentaron una noche en un antro que ni siquiera sé cómo se llama. Desde un principio supe que no sería bueno toparme con ellos. Ninguno de los que lo rodeaba se veía muy amistoso. Me enfrenté con una de las zorras que lo acompañaban, luego de ello había negocios por hacer y yo debía entretener al público. Me subí y canté una canción casi como una cabaretera lo haría —el tipo no se inmutó. Supuse que sabía toda la historia y no sé siquiera por qué había deducido eso, era raro—. Luego de aquella noche no supe nada más del tipo. No hay más por decir, es solo eso —le aseguré. Esperaba que me creyera, pues otra cosa no sabía.
—¿Qué clase de negocios? —me encogí de hombros.
—Soy nueva en ellos. Sabe las reglas, ¿no? —porque esperaba que sí lo hiciera. Él guardó silencio. Debía comentárselas— Si eres nuevo no participas al menos hasta tener la confianza de todos, así que yo no hice nada del trabajo. Solo canté. Ellos hicieron lo demás.
—¿Ellos? —no podía dar nombres de quienes eran del Clan.
—La gente de Paco —mencioné a modo de respuesta, con tranquilidad. Mentir era una habilidad nata. Herencia de Jen, supongo.
—Puede irse, señorita —la nebulosa sobre quién había sido Flores quedó en  mi cabeza. Lo miré confundida—. No espera que le diga quién fue, ¿no? Porque la tomaría por idiota si así fuera —me sonrió con cinismo. Me puse de pie aturdida, con rabia en realidad. Un trato era un trato, pero no podía pelear o me tocaría quedarme.
—Está bien.
—La llamaremos cualquier cosa, señorita —me anticipó—. Intente no meter su trasero en problemas.
—Adiós —sentencié y salí de la sala.



Me subí al auto, debía saber qué mierda estaba pasando. Había muchas hipótesis y mi cabeza, por alguna extraña razón me decía, que estábamos corriendo demasiado peligro allí. Conduje lo más rápido que pude hacia la casa. Estacioné y entré. Justin estaba en la sala con Ade, miraban televisión. Al entrar, Justin me regaló su atención, Ade solo siguió en la televisión.



—¿Qué pasó? —preguntó Justin, sin siquiera darme tiempo de dejar mi bolso. Dejé las llaves y me senté a su lado.
—Mataron a Paco —solté sin regodeos, gracias a Dios la niña no estaba al pendiente de mis palabras.
—¿Qu… Qué? —tartamudeó Justin— ¿Qué lo han matado? —yo asentí mirando atentamente su reacción.
—Dime por favor en qué mierda estaba metido el Clan con él —hablé con autoridad—. Si estaban en su mierda debemos irnos ya mismo de México, Justin.
—Para nuestra desgracia, no lo sé —suspiré frustrada.
—¡Esto es una gran mierda! —exclamé levantándome para ir hacia la cocina. Esperaba que la niña no me siguiera, sabía que Justin sí lo haría.



Llegué a la cocina y solo me quedé parada apoyando mi peso en mis manos sobre el pétril. Estaba repleta de rabia, inseguridad. Casi apostaba que ese mismo día terminaría cortándome o si encontraba drogas consumiendo hasta la sobredosis. Necesitaba tranquilizarme. De pronto unos brazos fuertes y varoniles abrazaron mi cintura, pude sentir un calor atraparme y supe que era Justin casi inconscientemente.



—No quiero saber que estés así, cariño —rogó cerca de mi oído. Solté algunas lágrimas, de rabia.
—Estoy harta de esto. Si no es Jenn, es Rebbeca, si no es ella es Zayn, ¡siempre hay algo, siempre! —hablé agachando la cabeza aún de espaldas a él. Justin hizo que girara, quedando de frente, aún así no lo miraba.
—Lo sé, nena. Lo sé —habló abrazándome contra su pecho. Se sentía tan seguro—. Amaría que nada de esto sucediera, tener una vida normal. Un empleo, una familia sin problemas. Y te prometo que eso haremos. Te lo juro, bebé.
—No podemos salir del Clan ahora —estaríamos fritos, literalmente.
—Solo hay que estar juntos, no te des por vencida —me suplicó—. No hagas algo de lo que vayas a arrepentirte. No ahora, jamás en realidad. No soportaría perderte, mucho menos a Adelaide —mi corazón se oprimió. Sí que dolió.
—Eso no pasará —lo negué entre lágrimas—. No pasará porque estamos juntos en esta, porque vamos a casarnos, porque seremos felices… Justin. Porque por única vez en la vida, tú me harás feliz. Solo quiero tener paz —sus ojos brillaban, sabía que iba a llorar y no quería eso—. No llores —le pedí.
—Voy a salvarte —me aseguró dulcemente—, voy a hacerlas felices.
—Te amo —solté, él sonrió cálidamente y prosiguió a besarme dulcemente.
—También te amo, hermosa.






Había sido un día raro, le dije a Justin que me daría una ducha, necesitaba distenderme. Era cierto, pero no iba a hacer lo correcto, estaba segura. Entré a la habitación, Justin y la niña estaban en la sala aún, casi eran las 06:00 p.m., llené la bañera de agua y me metí dentro. Estaba harta, cansada.


Salí del baño unos minutos después, mucho más calma que antes. Tomé algunas prendas y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103778830&.locale=es. Sabía que me esperaba una larga noche, estaba más que dicho. Bajé hacia el comedor, suponía que Justin y Adelaide estaban allí, pero no era así. Me dirigí hacia la sala.



—Creí que te habías quedado dormida —habló Justin mirándome, yo estaba atónita—. Estaba por decirle que regrese mañana.
—¿Por qué estás aquí? —fue lo único que pude escupir.
—Porque otra vez has dejado un desastre en New York, ___________(tu nombre) —me respondió. Justin se dedicó a guardar silencio. No quería que Adelaide escuchara todo lo demás.
—Ade, ve a la cocina con Justin, ¿sí? —le rogué.
—¡Quiero estar con la tía! —me reclamó ella. Suspiré, no podía negarme pero debía hacerlo.
—Adelaide, por favor —sentencié—. Estarás con ella luego. Justin… —solo mencioné su nombre. Él se puso de pie.
—Ven un rato, luego regresamos —le dijo dulcemente a Adelaide, él no estaba demasiado bien. Salieron de la sala segundos después.
—No quiero que hables —sentenció con rudeza. Miley estaba bastante cabreada, era notorio—, ¿a caso estás loca? Te has llevado la niña, has huido del país, no has aclarado las cosas con Zayn. Sabes que la niña apellida Malik, ¿no? Si él quiere te mete a la cárcel, ¿lo entiendes, ___________(tu nombre)? —la miré con autoridad, sin decir nada aún. Sabía que seguiría— ¡Podría acusarte de secuestro!
—Pues sería para pasar vergüenza nada más —hablé fríamente—. Bien sabemos que Adelaide es hija de Justin, no de Zayn. Aún no sé qué haces aquí, Miley —suspiré mientras me sentaba en uno de los sillones. Tenía para rato.
—¿Y Zayn sabe eso? —me miró severamente. Enserio estaba enojada— Ni él, ni la niña merecen estar enredados en esto. Ni siquiera decir que Justin tampoco. Estás jugando, no sé cómo terminará esto.
—¡No estoy haciendo las cosas mal, Miley! —hablé con dureza— Si no venía con Justin él iba a robarme la niña, ¿entiendes?
—Es decir que estás aquí porque Justin te lo exigió en cierto punto —quizás eso la llenaba más de rabia.
—¿Qué preferías? ¿Qué estuviera muerta ahora mismo acompañando a mi madre en el infierno? —ella guardó silencio.
—Él no te mataría, porque te ama —soltó.
—Lo sé —afirmé—. Él me ama, tanto como para dejarme ir, por mucho que me odiara toda la vida, ¿pero Zayn? Zayn no —claro que no—. Él me destruye siempre que puede, ¿por qué no me mataría si se entera que Adelaide no es su hija? Dímelo.
—No lo sé —me respondió con total soltura—. No sé si te mataría o no. Realmente, no tengo idea. Lo que sí sé es que tú sola te has metido en esto, ___________(tu nombre). Ya tienes veintidós años, debes dejar de actuar como una niña. Las cosas ya no son iguales, debes entenderlo. Nada es igual ahora. No estás tú sola, tienes una hija que te necesita y no necesariamente necesita que andes mudándote y cambiándole de padre cada dos años, ¿sabes? —tenía demasiada ira. Probablemente si no hubiese sido Miley quién me dijera las cosas, ya le habría pegado.
—Sé que no estoy sola, Miley. Sin embargo, hubiese sido mucho peor que le mintiera toda una vida, ¿no lo crees? —ella esperó que siguiera, solo guardó silencio—.Tú no sabes lo que se siente, tú no entiendes esto porque no te has pasado los últimos años con tu moral apuntándote en la sien, porque no tienes idea de lo que se siente correr peligro, estés donde estés. No lo sabes, no entiendes por qué tengo la necesidad de estar con Justin —ella sonrió irónicamente.
—¿Crees que no temo por mi vida cuando estoy contigo? —la miré confundida. Solo esperaba que no la cagara— Bueno, debes saber que no es nada fácil estar contigo, nunca sé cuando podrás sacar un arma y dejarme un tercer ojo en la frente, ____________(tu nombre). Creo que aquí bien sabemos las dos que el problema eres tú, no Jenn —mi corazón se oprimió. Por primera vez en años sentí la necesidad de ver muerto a alguien, puntualmente a Miley. Me había herido en lo más profundo de mí, debía atacar.
—¿Y tú qué mierda sabes de la vida? —cuestioné con rabia— Si solo eres una puta drogadicta, ¿o ahora porque estás casada crees que eres una señora hecha y derecha, Miley? Has cometido el peor error de tu vida con decirme lo que acabas de decirme. Sabes qué, vete. No quiero verte jamás en mi vida —nunca—. Ve a New York, haz lo que te plazca, dile a Zayn dónde estoy, cuéntale que soy una puta que ha escondido su verdad durante dos años y también dile que es un imbécil y que jamás lo amé. Solo lo utilicé para cubrir mi trasero. Anda, ve. Compórtate como lo que eres, una zorra —ella se puso de pie sin inmutarse y salió de la casa.




Jamás me había sentido más devastada. Miley había sido parte de mi vida, mi mejor amiga, la única persona que jamás se había puesto en plan de juzgarme, al menos no hasta ese día. Saber que me temía, quizás de todos, fue el golpe más grande de mi vida. Que tú mejor amiga te diga que tiene miedo a que la mates, es una gran mierda. Duele, como jamás nada ha dolido y eso es preocupante, porque más allá de doler comienzas a odiar. Estaba hundiéndome otra vez. Esta vez no sería nada fácil que saliera ilesa. Estaba segura. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 25°: "¿A caso el mundo es tan pequeño?". (2da. Temproada).




—No sabemos si es este —me digné a mencionar.
—¿Y si lo es? —me hizo ver el otro lado ella— ¿Y si sí es él y está engañándonos? Muchos zafaron, como pasó con mis compañeras de celda, pero hay muchos otros órganos esparcidos en el mundo, con sus dueños bajo tierra, ¿lo entiendes, no? —no sabía qué hacer. No podíamos enfrentar a Paco sin saber si era verdad o no, y si era verdad debía organizar un plan muy bueno, pues Paco realmente sería peligroso en tal caso.
—Debo hablar con Cody y Nick al regresar a la ciudad. No hay que hacer mucho alboroto, pues… si Joe, Demi o Avril se enteran será una cosa demasiado pública y por cautela y seguridad hay que tener la mejor privacidad del mundo. Corremos riesgo si lo que suponemos es cierto —y ya estaba alterándome.
—Justin… —carraspeó—, no quiero quedarme fuera de esto —soltó con sutileza—. Sé que temes que me pase algo, pero cariño, créeme que no puedo estar tranquila sabiendo que estás corriendo peligro, que podría ayudarte y no hago nada. Justin, estoy a tu altura, no debajo de ti, voy a tu par y haremos las cosas juntos, por nuestra hija, ¿sí? No nos pongamos en guerra, amor. Sé cómo hacerlo, cómo defenderme. No me pasará nada —la miré con la mirada cargada de miedo. Debía admitirlo, no podía perderla otra vez. Debía ceder.








Esa misma noche volvimos a la ciudad, Justin estaba hecho un puto manojo de nervios y curiosidades, sabía que probablemente Paco era el tipo del cual yo hablaba, estaba segura y no sabía por qué. Sin embargo, no podíamos hacer absolutamente nada. Entré a la sala y me senté en uno de los sillones, para ser honesta, la vida silvestre me agobiaba, necesitaba el humo y el ruido de la ciudad, no había mucho qué decir.

Estuve algunos minutos allí y me predispuse a subir cuando vi a Justin bajar por las escaleras a grandes sancadas.



—¿Saldrás? —le pregunté al ver que aún seguía cambiado y llevaba una chaqueta en su mano. Él solo no se detuvo.
—Nos vamos —me corrigió la idea—. Debemos hablar ya con Cody o Nick.
—No podemos salir —hablé con autoridad, él frenó a verme frente a frente—. Adelaide no quedará sola.
—Demonios —maldijo en voz baja, no la había tenido en cuenta.
—Además, hay mejores opciones que actuar como desesperados —Justin me miró atentamente, algo desesperado, justamente.
—¿Y si nos hace daño? —yo sonreí algo divertida.
—Descuida, corremos siempre el mismo peligro —obviamente—. Mira, no sabes si es o no él, pero ¿y si no lo es y armas un lío enorme por nada? ¡Bingo! Te ganas un enemigo —era una mínima opción, pero la era.
—¿Y qué diablos haremos? —cuestionó algo nervioso.
—Saquemos conclusiones —le pedí caminando hacia la sala, él comenzó a seguirme. Yo me senté en el sillón individual.
—Tú dices —me afirmó. Suspiré teniendo en cuentas algunas ideas.
—Es el mafioso más grande de México, si es que es el mismo Paco —obviamente—. Por ende, va a lugares donde los mafiosos irían un viernes —Justin arqueó una ceja confundido.
—¿Un casino? —buena idea— Porque un antro sería poco lógico para negociar hoy viernes. Los negocios se cierran hoy, siempre. No lo harían entre putas y alcohol —Justin estaba entendiendo.
—¿Hay un solo casino en toda la ciudad? —Bieber se encogió de hombros.
—Estamos al sur —claramente—, debe haber alguno en la región.
—No sé si estarán allí —en la región todos lo conocían, no negociaría allí—. Seguramente estarán al norte —Justin asintió dándome la razón.
—¿Y qué haremos? —murmuró Justin sin entender el plan, obviamente porque no le dije lo que pensaba.
—Debemos ir —hablé con seguridad.
—Nos conoce —me recordó.
—Por ello mismo —hablé sonriendo maliciosamente—. Si nos conoce y está en cosas turbias intentando hacernos caer hay  dos opciones, atacará o se irá. Si no está en nada, se quedará y nos invitará a jugar.
—¿Y con qué excusa vamos? No es lógico ir por ir nada más. Además, ¿la niña? —y por primera vez me causó ternura saber que él pensó en la niña con muchísimas responsabilidad.
—Descuida —le pedí—, Ade estará bien. Iremos solo un rato con la excusa de que cantaré allí, ¿qué dices? —sonreí esperando que se arriesgara.
—No lo sé…
—Si no arriesgamos corremos más riesgo aún —él guardó silencio mientras yo esperaba que cediera.
—¿Y cantarás rock? —yo solté una pequeña carcajada.
—Aún no sabes lo que puedo hacer con mi voz, Bieber —le afirmé poniéndome de pie—. Vamos, saca un smoking y cámbiate. En poco bajo y deberemos ser rápidos.






Bajé vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=102074039. Mi cabello venía recogido elegantemente y mi maquillaje solo era un poco de delineador fino y pintura de labios color roja. Justin estaba esperando vistiendo un smoking negro y zapatos a tono. Estaba nervioso, podía notarlo… pero no había nada de qué preocuparse.

Sentía una adrenalina bastante peculiar, quizás la misma que sentía hace tiempo cuando solía hacer la misma mierda que iba a hacer. No era la mejor manera, pero era la única. La justicia estatal era una mierda, solo servía la justicia de mano propia.



—¿Ya vamos? —me preguntó, yo asentí.
—Quiero pedirte algo —él me miró atentamente—. No quiero que actúes por instinto, ¿sí? Todo debe ser acorde a lo que planeamos porque si nos salimos de la línea, podríamos morir.
—Confío en ti —escucharlo decir eso me hizo sentir segura de lo que haría. Le sonreí levemente y él besó fugazmente mis labios.



Condujo hasta el casino que se encontraba al norte de la ciudad, Justin le entregó las llaves al botón el cuál aparcaría. Tomó mi brazo y nos dispusimos a entrar. El lugar estaba lleno, la gente tomaba champagne y jugaba a la ruleta o en las mesas de apuesta, tal como las películas de Hollywood.



—Si negociará, no estará aquí, mucho menos solo —comentó Justin disimuladamente a mi oído, lo miré como si nada sucediera, debíamos actuar como del montón.
—Tal vez esté en el bar —murmuré—, y debe ser justo que vayamos ya que si vengo a cantar, cantaría allí, ¿no lo crees? —Justin asintió mirándome fijamente.
—No dejaré que nada te pase —me informó.
—Estoy tranquila, cariño —le aseguré—. Descuida, ya vamos.



Entramos al bar y tal como habíamos planeado debía ir hacia la banda que sonaba usualmente en lugares como esos. Le indiqué al guitarrista qué debía hacer. Acató mis órdenes simpáticamente, Justin tomaría una mesa. Todo comenzaba a convertirse en una gran mierda y tenía el presentimiento de que comenzaría a caer pronto, demasiado pronto como para ser cierto.

Me paré frente al micrófono, lentamente subí mis manos hasta el micrófono y la guitarra comenzó a sonar. Cerré los ojos y la imagen de Adelaide apareció en la oscuridad que inundaba mis ojos en ese momento. Quizás la canción no era la mejor, tal vez era la peor que pudiera haber elegido en mi vida, estaba lleno de hombres y prácticamente era un trozo de carne indefenso, uno muy sabroso. (http://www.youtube.com/watch?v=wq3NcmSz_Yk). Terminé de cantar y muchos de ellos, en su gran mayoría, aplaudieron con fervor.

Bajé de la tarima directo a donde estaba Justin. Él solo se quedó allí para que yo me sentara.



—¿Está aquí? —pregunté, él negó sin perder su mirada del punto cuál miraba desde que llegué—. Demonios —maldije—, ¿qué ves? —me animé a preguntar. Él salió de su trance y me miró fijamente.
—Samanta está aquí —logró que mi corazón se paralizara leves segundos, ¿Samanta, mi hermana, aquí? ¿Qué demonios?
—¿Samanta? —cuestioné incrédula— ¿en México? No debe ser cierto, debes de ver mal, Justin —afirmé mirando en la dirección que él miraba antes.
—No sé qué haga aquí, pero allí está, mira —me repitió mirando hacia donde antes—. Está allí, cabello rubio, vestido azul.
—Justin, me ha visto —deduje, él asintió volviendo su vista a mí, como yo a él—. No quiero verla —añadí desesperada—. Debemos irnos.
—Será demasiado obvio, ___________(tu nombre). No por ella, por todos —habló con autoridad Justin—. Debemos quedarnos unos leves segundos, después nos iremos, ¿vale? —yo suspiré frustrada.
—No es justo que la maldita perra deba estar aquí —protesté—, ¿a caso el mundo es tan pequeño?
—No lo sé —murmuró Justin—. Lo importante es que no sepa dónde estamos —creo que se refirió a que no conociera dónde vivíamos.
—No la soportaría —hablé entre dientes—. Solo veo el puto reflejo de Jenn en ella.
—Cálmate —me pidió Justin—. No te alteres tanto, ni siquiera ha intentado venir hacia aquí. Quizás zafamos.
—De todas formas, dejamos a Adelaide sola —le recodé—. Debemos volver cuando antes. No encontramos nada aquí —nada.
—Solo nos queda hablar con los demás, mañana —él tenía razón. No había otra opción para implementar.
—Ojalá no sea el jodido del cuál hablaban en la cárcel —deseé—. Si no deberemos hacer miles de planes para salir bien de esta.
—Vámonos —me indicó él poniéndose de pie, yo atiné a hacer lo mismo.



Caminamos hasta el estacionamiento, ninguno de los dos hablábamos. Estaba furiosa, no habíamos conseguido nada y eso me frustraba de una manera indescriptible, supuse que Justin sentía lo mismo, en peor grado aún.



—¿Qué demonios hacen aquí? —oí gritar, volteé automáticamente a ver de quién se trataba.
—¡Jodida perra! —exclamé viendo a Samanta acercándose a nosotros con prisa— Vete, has como si no me has visto, porque no necesito de ti para seguir viviendo.
—Samanta, aléjate —le exigió Justin—. Nadie te ha llamado.
—¡Eres una perra! —me insultó— has matado a mi madre solo por querer ser valiente, ¡me has jodido la vida! Y lo peor es que tú sigues feliz y coleando, ¡eres una maldita desalmada, ___________(tu nombre)! —reí con cinismo, fue lo único que pude hacer ante su hipocresía.
—Debe ser que tú eres igual que ella porque sabiendo todo lo que Jenn le hacía a tu propia hermana sigues defendiéndola —habló Justin. Estaba furioso, podía notarlo. No solo por el hecho de encontrarnos a Samanta, sino por el hecho de no tener nada acerca de Paco.
—Eres un imbécil, un iluso —lo insultó Samanta, mi cuerpo, mientras tanto, estaba en una especie de disociación y eso comenzaba a preocuparme. Eso solo supo sucederme cuando estaba en rehabilitación—. Te dejas engañar y usar por esta criminal —añadió mirándome. Samanta estaba loca—. Tú podrías haber sido feliz conmigo, Bieber. Claro que sería mejor que esta mierda que te da la perra de mi hermana —mi corazón latía con furia. Demonios, ¿qué me pasaba?
—¡Ya cállate! —le gritó Justin— Cállate porque terminarás con el cuello roto, maldita estúpida. Lárgate y déjanos en paz ¿ya? Vete —le exigió Justin.



Samanta solo se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el casino otra vez y allí estaba yo, inmóvil. Justin me rodeó con sus brazos parándose frente a mí. Supe instantáneamente que él se dio cuenta de que yo no estaba nada bien.


—¿Qué pasa, bebé? —me preguntó mirándome fijo a los ojos, haciéndome salir de mi trance. Él estaba tenso, podía notarlo.
—Odio tener a mi pasado tan cerca —sentencié frívola.
—La próxima vez voy a matarla —me afirmó él apretándome contra su pecho. Su corazón latía rápidamente.
—Quiero ir a casa —le informé. Él volvió a analizar mi rostro.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Algo malo va a pasar, llévame a casa —le ordené.



Casi inmediatamente Justin comenzó a conducir, luego de que abordáramos la camioneta, obvio. Después de algunos minutos nos encontrábamos ya en casa, bajé y subí rápidamente. Adelaide dormía plácidamente en su cama, sentí mi corazón volver a la normalidad, pero sabía que algo andaba mal.



…Al día siguiente…



Desperté algo tarde, quizás. Tomé una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103583366&.locale=es. Peiné mi cabello, me maquillé como siempre lo hacía y bajé hacia la cocina. Adelaide y Justin estaban allí.



—¡Miren quién despertó! —comentó Justin divertido, Ade esbozó una hermosa sonrisa.
—Hola, mami —saludó simpáticamente, yo me acerqué a besar su frente.
—Hola, cariño —saludé—, ¿qué tal estás hoy?
—Bien —me respondió—. Justin cocinó.
—Creí que tendrías hambre —miré el reloj en la pared, honestamente no sabía que me había quedado tan dormida. Ya era hora de almorzar.
—¡Demonios, he dormido una vida! —Justin sonrió comprensivamente.
—Descuida —me pidió él—, tenemos un día tranquilo en casa.
—¿Sí? —pregunté sentándome al lado de mi hija.
—Pues, está lloviendo —comentó Justin— y Ade me propuso mirar una película por la tarde, ¿qué nos dices, ___________(tu nombre)? —verlos sonreír a los dos juntos era un pecado. Tanta belleza debía ser ilegal.
—Mmmh… pues solo si me dejan hacerles palomitas —Ade hizo una mueca de felicidad.
—¡Son su especialidad! —le explicó a Justin— Sí, sí, sí —exclamó divertida.



Justin había cocinado pasta exquisita. Realmente, era un excelente cocinero. Mientras comíamos el timbre sonó. Ya que él había cocinado, le dije que yo iría a ver quién era. Caminé a través de la sala y abrí la puerta para quedarme atónita, ¿qué demonios estaba sucediendo?



—Buenos días —saludé preocupada por lo que iría a seguir—, ¿se les ofrece algo?
—Somos oficiales de la policía —me afirmó uno de los dos tipos—, ¿usted es la señorita ___________(tu nombre y apellido)? —yo asentí pasando saliva.
—¿Hay algún problema? —pregunté. Otra vez la cárcel no. No lo soportaría.
—…




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Chicas, les debo unas disculpas ENORMES. Me desaparecí sin avisar nada y es que no fue mi intención no subir en tanto tiempo. Pero entre las competencias de baile, el colegio y algunos problemas personales me fue imposible hacerme tiempo como para escribir algo. Lo lamento, pero… no teman, ¡ya he regresado y terminaré lo que he empezado! Las amo (:




Poli.






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