—¡Al diablo con lo
que eso sea! Mi nombre suena tan lindo en tus labios —dijo acariciándome con
una sonrisa dulce en el rostro. Eso había sido tan tierno.
—No te hagas la
idiota —le pedí divertido—, ¿desde cuándo eres tierna? —ella suspiró frustrada
y me miró fijo. Casi como una niña que acaba de ser regañada— Y enserio, queda
horrible que vayas escupiendo gente por doquier.
—Descuida —me
pidió—, si me agrada no voy a escupir a nadie —yo solté una pequeña risa
divertida.
—¿Y si no te agrada
sí? —ella asintió convencida.
—La vida no es
justa —me recordó—, pues yo tampoco entonces.
—¡Oh, qué cosa tan
profunda! —exclamé con sarcasmo— ¿No eras tú quién creía en el karma? —ella me
miró divertida.
—El karma es una
perra, una perra lenta —dijo con algo de cinismo y rencor en sus ojos—. Tanto
que para ver las personas que odias pagar el daño delante de ti, debes apurar
las causas que el karma haría en años, cuando ya no tendría sentido que las
personas esas paguen, ¿entiendes? —yo sonreí ante su deducción.
—El karma es una
perra —repetí sus palabras.
—Vas entendiendo
—dedujo y besó mis labios fugazmente.
…Al día siguiente…
Al despertar me
puse en marcha para hacer lo que tenía planeado. Quería pasar tiempo con
___________(tu nombre), pero en especial quería hacerlo con Adelaide, mi
pequeña y preciosa hija. Me levanté de la cama sin hacer tanto ruido, no quería
despertar a ___________(tu nombre) si no hasta que todo estuviera listo.
Me metí en el baño
y me di una corta ducha. Me puse unos jeans azules, una playera negra y unas
supras negras. Salí sigilosamente de la habitación y me dirigí hacia la
escalera, para preparar el desayuno en la cocina. Tendríamos un largo día y no
podíamos empezar con un desayuno liviano, por así decirlo, debíamos
alimentarnos bien.
Hice panqueques,
serví leche fría, también preparé algunas tostadas con dulce y jugo de
naranjas. Adelaide desayunaba leche con galletas de avena y luego jugo de
naranjas natural, por ende le preparé también su desayuno. Luego de dejar todo
listo subí hacia la habitación de Adelaide, hoy la despertaría y la cambiaría
yo.
—Ade —susurré
entrando a la habitación, la cual estaba un poco clara gracias al reflejo que
entraba por la ventana—. Ade, arriba, es hora de levantarse. Hoy tendremos un
gran día —dije acercándome a su cama. Ella lentamente abrió sus ojos.
—¿Mamá? —fue lo
primero que preguntó algo temerosa. Era notorio que estaba muy acostumbrada a
___________(tu nombre) y sus hábitos.
—Ella duerme aún —le
expliqué—. Le daremos una sorpresa, ¿sí? —mi pequeña y hermosa hija asintió
obediente.
—¿Cuál?
—Vamos a cambiarte
sin despertarla y luego iremos a dar un gran paseo por un lugar muy bonito,
¿qué dices? —Ade sonrió sentándose en la cama entusiasmada.
—Ya —aceptó.
Encendí la luz y ella se puso de pie.
Entramos al baño y
le lavé la cara y los dientes, luego salí porque ella me lo ordenó bajo las
palabras de: “Quiero hacer pipí solita”. Era demasiado dulce. Al salir del baño
la ayudé a cambiarse por una playera rosa con una inscripción que decía:
“Princess” en letras lilas, unos pequeños shorts blancos con florecillas
pequeñas en lila y unas zapatillas blancas. Me indicó cómo debía atar su sedoso
y largo cabello rubio-dorado.
Al terminar le
informé que debíamos despertar a ___________(tu nombre) de una manera muy
especial. Luego de entrar cantando a más no poder la canción favorita de
___________(tu nombre), la cual por cierto era “Polly — Nirvana”, ella dijo que
bajaría en cuanto termine de ducharse y arreglarse, así que decidimos esperarla
abajo.
—¡Aquí estoy! —se
anunció entrando al comedor vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=100368837&.locale=es.
—Debemos desayunar —les
informé a las dos—, porque tendremos un largo día por delante.
—¿Qué es lo que
planeas, Bieber? —preguntó ella algo divertida sentándose al lado de Adelaide.
La miraba atentamente.
—Es sorpresa —le
anticipó Ade.
—¡Exacto! —hablé yo
divertido—, no tiene sentido que te diga qué haremos. Es sorpresa —repetí, la
niña sonrió algo burlista. Era demasiado dulce la escena.
—¡Bien, bien! Veo
que planean hacerme sufrir todo el día —exageró ___________(tu nombre)
frunciendo el ceño.
—¿Sufrir? No —le
informó Adelaide.
—¿Quiere decir que
la sorpresa será todo el día? —cuestionó pensativa la mujer más grande.
—Pues, sí —sonreí
ampliamente.
—Venga, desayunemos
entonces —tenía muy claro que la paciencia no era el fuerte de mi futura
esposa.
Luego de desayunar
nos subimos a la camioneta, por suerte no debía conducir mucho, solo unos
veinte minutos. Las preguntas de ___________(tu nombre) fueron las mismas
durante todo el viaje: “¿Falta mucho? ¿A dónde vamos? ¿Alguien dirá algo?”. Ade
se dedicó a jugar con su muñeca durante todo el trayecto y yo a quedarme en
silencio viendo como ___________(tu nombre), prácticamente, comenzaba a
rasguñar el interior del automóvil de la desesperación. Era algo gracioso verla
tan nerviosa.
—¿Qué hay aquí? —preguntó
___________(tu nombre) después de un largo silencio tras no conseguir
respuesta. Supuse que le causó curiosidad ver la enorme reja negra que
delimitaba el lugar luego de tanta naturaleza.
—Aquí pasaremos el
día —le informé—, créeme que va a gustarles el lugar.
—Genial —murmuró
mirando atentamente hacia afuera del auto. Ade venía entretenida en el asiento
trasero—. Pero ¿qué hay aquí? —me preguntó—, porque al parecer es un lugar
privado, Justin.
—¿Y desde cuando te
gustan las reglas, bebé? —ella carraspeó.
—Me gustan las reglas
—dijo algo pícara—, solo para romperlas.
—Bien, porque hoy
romperemos unas cuantas —le advertí, prácticamente, en doble sentido.
—Eres un pervertido
—me acusó a medida que se dio cuenta del tono de mi voz.
—¡No he dicho nada
de lo que puedas quejarte! —me defendí divertido. Pude deducir como ella
fruncía su ceño. Efectivamente, estaba en lo correcto y lo corroboré segundos
después cuando la miré y estaba frunciendo su ceño al igual que sus labios. Era
gracioso verla así.
—Venga que ya no
estamos solos —me recordó—. A penas es un bebé, Justin.
—¡Dos años y medio!
—le recordé. Ella suspiró sonoramente.
—¿Y qué crees? ¿Qué
la niña ha sido educada sexualmente a su primer año de nacimiento por si acaso
decide tener relaciones sexuales? ¿Enserio eres tan troglodita? —yo fruncí el
ceño. Tenía razón. No sería tan fácil tener sexo despreocupadamente teniendo a
Adelaide con nosotros. Pero el punto no era ese, el fin del día era pasar
tiempo con las dos.
—¡Venga, vale! He
entendido a perfección al punto que quieres llegar, ___________(tu nombre) —ella
solo guardó silencio y se concentró en los árboles.
Cuando no vives lo
de antes con una persona durante mucho tiempo, como lo son poco más de dos años
y medio, entiendes que cuando la has conocido ha marcado tu vida. Y aún así,
como si eso no fue suficiente lo sigue haciendo. Quizás no del mejor modo ni
con los mejores modales. La historia ha sido un sinfín de problemas que
solucionamos de la peor manera que pudimos solucionarlos. Sin embargo, muchos
de aquellos resultados insatisfactorios fueron consecuencia de pasados oscuros,
sombríos donde nos seguíamos recostando.
___________(tu
nombre) era una muchacha rebelde, de modales poco femeninos, sin miedo de
enfrentar a quien tuviera que enfrentar, quizás todas estas modalidades las
había heredado en su sangre. Tal vez todo era genética o simplemente era como
había querido ser toda su adolescencia y lo estaba demostrando. Estaba
demostrando que podía pisar a quién quisiera, aún así no era la mejor manera.
Drogas, alcohol, rock, sexo; un mundo en el cuál muchos entran y pocos salen.
Aún así, por más audacia e instinto que ___________(tu nombre) tenía cuando la
conocí, no sabía empuñar un arma o tener en cuenta ciertos detalles para
progresar en el peligro y seguir con su culo en lo alto.
Sonreí mentalmente
cuando recordé el día en que le indiqué que siempre que fuera a dónde fuera
debería tener un punto de referencia de dónde demonios estaba. Por si a caso.
En realidad, cuando vives en lo oscuro, jamás sabes cuándo podrán hacerte daño.
Curioso fue ver cómo había naturalizado eso, pues estaba analizando
perfectamente el lugar dónde estábamos.
Aparqué frente a la
cabaña y me dediqué a bajar. ___________(tu nombre) no esperó a que yo abriera
su puerta, ella solo bajó. Luego se dirigió a la puerta trasera.
—Cariño, baja —le
indicó dulcemente, Adelaide se acercó hacia ella y así la sacó del auto en
brazos.
—Ven —le indiqué
para que caminara detrás de mí.
—¿Quedaremos aquí? —me
preguntó ella. No la noté temerosa, más bien curiosa. Fue digno de recordar a
la ___________(tu nombre) de la cual me enamoré perdidamente años atrás.
—Es la cabaña de
Paco, descuida —no podía tenerla con el corazón en la boca, más que nada por la
niña.
—Há-há —dijo
sarcástica—, nadie me asegura que Paco no sea un mafioso que esté cagándolos a
ti y al Clan —volteé a verla sin preocuparme por estar parados en la puerta
esperando a entrar. La miré fijamente y ella me sostuvo la mirada, como si
realmente supiera algo relevante.
—¿De qué hablas? —pregunté
a secas.
—De nada —no le
creí ni una palabra.
—No podrás mentirme
—le recordé—. Sabes que te conozco demasiado y sé que sí sabes algo. Vamos,
dímelo.
—Entremos —me
sugirió. Fruncí el ceño y resoplé, abrí la puerta y entramos.
La cabaña era una
cabaña típica, tenía una sala, el comedor, una pequeña cocina y dos dormitorios.
En la parte trasera contaba con una galería muy peculiar con un juego de
jardín, masetas con plantas verdosas y una mampara de vidrio la cuál abriéndola
daba a un jardín perfectamente podado con árboles verdes y césped espumoso.
—Qué lindo lugar —comentó
mirando el ambiente y dejando a Adelaide en el suelo.
—No importa eso
ahora —hablé seriamente—. Necesito saber qué demonios sabes, ___________(tu
nombre) —quizás corríamos peligro por demasía.
—No estoy metida en
esto tanto así, Justin.
—¿De qué mierda
hablas? —estaba exasperándome. Adelaide estaba jugando hacia un lado con una de
sus muñecas, entretenida.
—No sé nada —estaba
encaprichada en ocultarme las cosas. Estaba dándome coraje.
—¿Vas a seguir
teniéndome secretos, ___________(tu nombre)? —solté exasperado— porque si
quieres volver al plan de manejarte tú sola sin pensar en nadie más, ya mismo
te devuelvo a New York con Zayn y listo, ¿es eso? —ella me miró llena de rabia—
Necesito saber qué sabes de Paco, es nuevo negociando en el Clan, ¿y qué sucede
si nos tiende una puta trampa y nos mata a todos? —suspiré frustrado, debía
hacer que hable— También estás metida en esto y si tú también mueres, junto
conmigo, ¿no piensas en Adelaide? —sus ojos se ablandaron instantáneamente, fue
algo bastante raro en ella.
—Siéntate —me
sugirió—. Te contaré cómo sé lo que sé —seguí sus indicaciones y nos sentamos
en el sillón de la sala.
Podía notarla
nerviosa y eso me ponía los pelos de punta. Diablos, ¿qué mierda sabía para estar
así?
—Habla, me estoy
desesperando —le exigí.
—Cuando estuve en
la cárcel —su voz era tensa y su mirada frívola y perdida, como protectora.
Algo raro—, mi jerarquía solía hablar sobre un tal “Paco” que radicaba en
México.
—¿Y eso qué? —cuestioné
ago decepcionado de la información de ___________(tu nombre)— Hay muchos Paco’s
en México.
—El tal Paco que
mencionaban era un mafioso con todas las letras. Buscaba personas, las metía en
el negocio falso y luego las asesinaba para el contrabando de órganos con
Estados Unidos y China, no sé si será o no este Paco, pero si lo es estamos perdiéndonos
lentamente. Digo, si el tipo sabe que sabemos su verdad, va a matarnos de
cualquier forma, ¿lo tienes? —era mucha información negativa para tan poco
rato.
—No sabemos si es
este —me digné a mencionar.
—¿Y si lo es? —me
hizo ver el otro lado ella— ¿Y si sí es él y está engañándonos? Muchos zafaron,
como pasó con mis compañeras de celda, pero hay muchos otros órganos esparcidos
en el mundo, con sus dueños bajo tierra, ¿lo entiendes, no? —no sabía qué
hacer. No podíamos enfrentar a Paco sin saber si era verdad o no, y si era
verdad debía organizar un plan muy bueno, pues Paco realmente sería peligroso
en tal caso.
—Debo hablar con
Cody y Nick al regresar a la ciudad. No hay que hacer mucho alboroto, pues… si
Joe, Demi o Avril se enteran será una cosa demasiado pública y por cautela y
seguridad hay que tener la mejor privacidad del mundo. Corremos riesgo si lo
que suponemos es cierto —y ya estaba alterándome.
—Justin… —carraspeó—,
no quiero quedarme fuera de esto —soltó con sutileza—. Sé que temes que me pase
algo, pero cariño, créeme que no puedo estar tranquila sabiendo que estás
corriendo peligro, que podría ayudarte y no hago nada. Justin, estoy a tu
altura, no debajo de ti, voy a tu par y haremos las cosas juntos, por nuestra
hija, ¿sí? No nos pongamos en guerra, amor. Sé cómo hacerlo, cómo defenderme.
No me pasará nada —la miré con la mirada cargada de miedo. Debía admitirlo, no
podía perderla otra vez. Debía ceder.