domingo, 22 de diciembre de 2013

Capítulo 2°: "La novia de mi amigo".




Casi media hora después, para ser exactos a las 07:35 a.m., arribamos en el hípico. Ryan estacionó y me indicó que lo siguiera hasta el restaurante del lugar.



—¿Qué haremos aquí? —realmente estaba confundido.
—Esperar a quien quiero presentarte —me respondió enviando un mensaje de texto—. Quien por cierto no tarda en llegar —me sonrió divertido.
—¿Quién es? —pregunté por primera vez.
—No comas ansias —me pidió—. Ya llegará y verás de quién hablo.
—Odio tus misterios, Ryan. Te lo confieso —dije frunciendo el ceño.
—Veo que alguien está de mal humor —comentó burlándose.



Vi una muchacha acercarse a nosotros muy simpáticamente. Vestía botas de montar, pantalón café claro, un sueter negro y un tapado azul oscuro (http://www.polyvore.com/cgi/set?id=106127766&.locale=es). Sus facciones eran muy lindas, tenía cabello castaño, ondulado y largo, lo traía recogido en una cola de caballo algo desordenada. Al divisarnos se quitó los lentes de sol dejando ver unos redondos y adorables ojos color miel. Ella sonrió al vernos y se acercó sin acelerar el paso. Era, realmente, preciosa.



—Buenos días —saludó. Se dirigió a Ryan y besó sus labios con confianza.
—Justin, ella es ___________(tu nombre y apellido) —me informó—. Amor, él es Justin Bieber, mi mejor amigo desde la infancia.
—Es un gusto, Justin —yo estaba mudo—. Ryan estaba entusiasmado porque te conociera.
—Hola —solté y sonreí como un imbécil—. El gusto es mío, ___________(tu nombre) —logré añadir.
—Siéntate —le indicó Ryan, su novio. De solo pensarlo, sentía envidia y no sabía el por qué.
—¿Ya desayunaron? —preguntó. Su voz era angelical y dulce.
—No —respondí—. En realidad, era a lo que veníamos —me atreví a decir.
—Mmh… el café de aquí es exquisito —me aconsejó ella simpática—. Si quieren voy a ordenar.
—No, descuida, bebé —le pidió Ryan—. Yo voy. Tres cafés y rosquillas, ¿qué dicen? —nos ofreció.
—Está bien por mí —hablé sonriendo amablemente.
—Yo solo quiero el café —le comentó ella. Ryan asintió y comenzó a caminar hacia la barra para pedir.
—¿Tú montas? —me animé a preguntar para no quedar en silencio.
—Oh, sí —dijo saliendo de seguir el caminar de Ryan—. Practico equitación desde los 12 años.
—¡Es genial! —comenté— ¿Te gusta hacerlo? —me maldije mentalmente por hacer una pregunta tan estúpida.
—Bueno, hace seis años que lo hago. Amo los caballos —me respondió con toda amabilidad. Era una persona dulce y angelical. Además, de claro, ser una hermosa mujer.
—Ryan no me había hablado de ti —comenté. Ella soltó una pequeña risa.
—Hace ocho meses estamos de novios, quizás solo esperaba que me conocieras en persona para contártelo —probablemente, era así.
—Sí, ya lo creo.
—¿Hasta cuándo estás, Justin? —me preguntó— Supongo que tu agenda está saturada.
—En realidad, estoy dos meses libre —gracias a Dios—. Me quedaré hasta la semana entrante, luego iré hacia Ontario.
—Ahora entiendo por qué Ryan también quiere ir —murmuró divertida—. Es genial que puedas tener tiempo para ti. Supongo que no siempre pasa.
—Siendo honesto, no —la miré detenidamente. Jamás había visto una mujer tan bella—. Pero al menos tengo para pasar unos buenos días en amigos, ¿no? Aún así pienso trabajar un poco en la música que haré —ella asintió sonriéndome— Supongo que conoces a Chaz.
—Desafortunadamente, sí —habló entre risas—. Es el novio de mi hermana, Sally. Además, es mejor  amigo de Ryan. Como de la familia, te diría —habló descontractudamente. Cada vez que movía sus labios pintados de rojos sumaba puntos en la columna de sexy.
—Ese Chaz es un payaso —hablé divertido—. Así que él también está enamorado.
—Oh, sí —habló ___________(tu nombre)—. Está loquito por Sally.
—Aquí tienen —habló Ryan dejándonos la bandeja en medio de la mesa—, ¿de qué hablaban? —preguntó pasándonos un café a cada uno para luego sentarse.
—Le contaba del amorío de Chaz con mi hermana —le explicó su novia.
—¡Ay, hermano, si tú lo vieras! —exclamó Ryan divertido— Está que ni él se conoce. Perdidamente enamorado de la pequeña Sally. Ni siquiera va al antro, imagínate. Es todo un señor.
—¿Pequeña Sally? —pregunté imaginándome que era una niñita.
—Tiene 17 —me explicó su hermana.
—Oh, solo son dos años, no es mucho —me tranquilicé a mí mismo.
—Deberías conocer a Sally —me aseguró Butler—. Es una mezcla rara entre Cailtin y Selena. Enserio, es raro.
—¡Qué dices! —exclamé entre risas.
—Enserio, es parecida a ellas —me confirmó su hermana—. Solo que no te enamores, porque Somers te mata.
—Deberíamos salir los cinco —les propuse simpáticamente. Me imaginé por un momento lo hermosa que se vería de vestido y tacones. Era absurdo que pensara de esa manera en la novia de mi mejor amigo.
—¡Sería genial! —nos aseguró ___________(tu nombre) emocionada.
—Sí, es cierto, porque casi nunca salimos —le sacó en cara disimuladamente Ryan.
—Sabes que entreno mucho —se defendió ella—. Además, Sally tiene que estudiar y tú y Chaz, aunque no lo hagan, también —lo regañó. Solté una pequeña risa ante la posición de Ryan.
—Venga, no peleen —les pedí.
—No, no —habló Ryan—. Pero saldremos —me aseguró—. Es para lo que vienes, ¿no? Divertirte.
—Sé que se encargarán de eso —le puse confianza.
—Oigan —interrumpió suavemente ___________(tu nombre)—, ¿les molestaría si me retiro? —preguntó dulcemente. Ryan detuvo su mirada en ella— Estaba entrenando —sonrió inocentemente—. Solo me escapé un rato.
—Quiero verte entrenar —solté sin pensarlo dos veces.
—Vamos —habló Ryan simpáticamente. Tomamos los vasos de café y salimos del restaurante.



Hacía frío y había viento, aún así, de una forma bastante extraña, me moría por verla montar. Caminamos detrás de ella hasta la entrada de la pista de obstáculos. Ella abrió un pequeño portón y pasó cómodamente, con Ryan nos quedamos tras las vallas. Ella se quitó el abrigo y se lo pasó a Ryan. Nos sonrió y se dirigió hacia donde estaba un hombre con un precioso caballo color chocolate. Al llegar acarició al caballo mientras, al parecer escuchaba indicaciones del tipo. Con facilidad se subió al caballo y poco después comenzó a cabalgar con toda la naturaleza del mundo. Se veía realmente bella. Su cabello se movía gracias al viento y su cara expresaba concentración.


No la conocía, pero había algo que no iba a negar… ¡esa mujer me volvía totalmente loco!



—¿Sabes? —cortó el silencio Ryan— Ella es increíble —yo no podía sacarle los ojos de encima y él, tampoco—. Estoy enamorado como el primer día. Es dulce, amable, hermosa por dentro y por fuera. Desde la primera vez que la besé, supe que no debía conocer a nadie más, porque ella era el amor de mi vida —sus palabras, extrañamente, me dolían. Como si hablara de algo que me pertenecía a mí y me lo estaba robando. Era absurdo, era su novia.
—Me alegra verte feliz, Ryan —fingí estar contento y no sé qué tan bien estaba haciéndolo—. No dudo que sea genial. Se nota que es una buena chica.
—Es un ángel —me aseguró Ryan.
—No lo dudo. Me gusta verte así —aunque moría por saber qué se sentía besarla, no voy a negarlo.
—¿Y tú? —lo miré confundido y él acudió a mirarme también. Poco después volvimos la vista a la pista— ¿Qué hay de Selena, Miley, de alguna de aquellas muchachas con las que se te vincula?
—No hay nada —dije tranquilamente—. Estoy solo —y eso dolía.
—¿Solo tú? —soltó una risa irónica— No jodas. Yo sin ser famoso tengo novia, ¿cómo tú no?
—Ese es el punto —le expliqué—. Que tú no eres famoso. No puedo tener una relación en paz. Siempre se meten, siempre la cagan. Todas terminan por huir con parte de la fama que se crean —por muy frío que sonara, así era.
—No te preocupes —me aconsejó Ryan—. Llegará la indicada, te lo aseguro.



Estuvimos allí hasta el medio día. Ryan debía irse a la universidad, así que había quedado en el hípico solo con ___________(tu nombre). Para ser franco, amaba la idea. Pero realmente, ¡era una locura que me encantara de tal forma la novia de mi mejor amigo!



—¿Te llevo a casa o quieres hacer algo? —le pregunté amablemente.
—Oh, emm… no lo sé —me sonrió volteándose a verme mientras caminábamos hacia la salida del hípico—. Vivo a unas pocas cuadras, si quieres nos vamos a la casa y te quedas a almorzar. De seguro Chaz y Sally están allí. Podrías ver a tu amigo —era una buena oferta.
—Me parece buena idea, solo si no te molesta, claro —no quería ser un pesado.
—¡No! Claro que no. Es por la derecha —me indicó. Yo me puse a su par.
—Eres buena montando —la alagué disimuladamente. Decirle que creía que era lo más hermoso que había visto, hubiese quedado mal. Muy mal.
—¡Oh, gracias! —exclamó— Podría enseñarte, si quieres.
—¿Enserio? —pasar tiempo con ella montando sería una locura, una hermosa locura la cual no podía hacer— No lo sé. Soy miedoso.
—¿Enserio? —preguntó ella esta vez— los caballos son amables, debes saber tratarlos. No te harán daño.
—Lo pensaré —me atreví a decir. No necesitaba pensarlo, por mucho que quisiera, debía decir que no—. Estaré varios días, puedo venir si acepto —le sonreí y ella me devolvió el gesto. Realmente, ante su sonrisa perdía como un idiota embobado.
—Ryan estaba tan emocionado por verte —me comentó ella con simpatía.
—Necesitaba venir a pasar tiempo con mis amigos —confesé.
—Sí, lo imagino.



La caminata se hundió en un silencio algo incómodo. Casi dos cuadras después entramos por un enorme portón de rejas negro y alto. Detrás de una arboleda pintoresca y poco verdosa, gracias a la época del año, se encontraba una enorme mansión blanca de techo azul de tejas y un gran hall con algunas plantas. Ella subió los escalones y yo la seguí, sacó las llaves y entró diciéndome “adelante”. Entramos a una enorme sala de suelos espejados de mosaicos blancos inmaculados. Hacia la izquierda se extendía la sala, había un plasma enorme, un juego de sillones marrón claro, una mesa de vidrio en medio, una gran alfombra marrón oscura, un piano de cola negro y unos cuantos cuadros de pinturas. Ella siguió en la dirección de entrada y salimos por una enorme puerta. Hacia la derecha se abrió paso una enorme escalera de barandas de maderas en forma curva hacia arriba a la izquierda. Hacia el otro lado, entramos a un enorme comedor con las paredes pintadas de un amarillo tenue. Allí había una gran mesa con alrededor de 12 sillas rodeándola. Pasamos por otra puerta blanca y entramos a lo que sería la cocina. Había una gran mesada, que se extendía a lo largo de toda la pared del fondo, hacia una esquina se posicionaba una gran mampara de vidrio que daba al jardín. En medio de la cocina había una mesa redonda de madera con seis sillas. Ella se volteó a verme con una linda sonrisa.



—Bueno… Sally llega en 15 minutos, por ende Chaz también —me afirmó con seguridad—. Almorzaremos entonces, ¿vale?
—Está bien —sonreí. No podía decir más, me perdía mirándola y quedaba como un idiota tartamudeando.
—¿Me permites que tome un baño? —me preguntó.
—¡Claro, ve! —no me negaría. Era su casa.
—Ten —dijo y me pasó un control remoto—. Si quieres ve tele, o no lo sé. Te presto mi laptop si prefieres —me sonrió.
—Estoy bien, ve tranquila —le aseguré—. Te espero.




Narra ___________(tu nombre):




Estaba desesperada por conseguir un poco de paz. Mi cabeza era una tormenta de pensamientos referidos a Bieber que no debían estar en mí. Me metí en la ducha esperando quitarme todo de la cabeza, pero no podía. Sus ojos miel estaban clavados en mí, su sonrisa, su cabello, su perfume, ¡Jodido Justin Bieber! Era demasiado lindo, demasiado dulce y educado. No podía pensar en él. Era una locura. No podía pensar en el mejor amigo de mi novio, era una forma de traicionarlo y Ryan, efectivamente, no se merecía nada parecido a una mentira, por el contrario. Aún así, la sonrisa y los ojos perfectamente alineados y miel de Justin me estaban volviendo loca; ¿podía él ser tan lindo? Tanto como para enamorarme sin siquiera conocerlo, quizás sí.

Salí de la ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=106149693&.locale=es. Me dejé el cabello suelto y decidí no maquillarme. Baje rápidamente, de seguro Sally y Chaz ya estaban allí y debíamos almorzar.



—¡Ey! —exclamé al ver a Sally— ¿Cómo están chicos? —sentí cómo los ojos de Justin se pegaron en mí.
—Hola —me dijeron al unísono.
—¿Ryan está en la universidad? —preguntó Chaz.
—Sí —hablé—. Por eso traje a Justin a almorzar, para que se vean —expliqué a brevedad.
—¿Vas a salir? —me preguntó Sally— Estás muy arreglada para ser tú —añadió divertida. Yo me senté a su lado. Frente a Justin y Chaz.
—Iré a la oficina de papá después de almorzar —le respondí—. Necesito hablar con él.
—Apuesto a que te han llevado al hípico —supuso Chaz respecto a Justin en un tono divertido.
—Sí —respondió Justin—. Fui con Ryan.
—Él y su amada ___________(tu nombre) —dijo en un tono adulador.
—¡Ya calla, Somers! —le pedí divertida— Tú y tu Sa-linda —Chaz la apodaba así—, son iguales, o peores aún.
—¡También te quiero, hermana! —protestó Sally con sarcasmo.
—Tenía un amigo igual a ti —bromeó Justin—, ¿qué te hizo el amor, viejo? —culminó. Somers soltó una risa divertida.
—Ya lo entenderás cuando te enamores, Bieber —mi mirada y la de Justin se cruzaron y sentí mariposas recorrerme desde los pies hasta la cabeza, ¡demonios!
—Sí, lo mismo digo —se entrometió Sally, haciéndome salir de la electricidad que había sentido—. Si no, mira a Butler. Él es todo un señor ahora.
—¡Siempre lo fue! —lo defendí.
—¡Sí, claro! —dijo Justin con sarcasmo y entre risas.
—En especial porque se ligaba a dos o tres muchachas por semana, ¡todo un caballero! —fruncí el ceño sin poder decir nada más. No se defiende lo indefendible, ¿no?


Almorzamos entre charlas y risas, Justin era divertido, tenía un humor genial. Chaz, como siempre, no paraba de decir huevadas. Sally y yo no podíamos dejar de reír en una situación así. Luego de almorzar, tomé mi bolso, me despedí de quienes estaban allí y salí hacia el garaje. Tomé las llaves de la hummer negra de mamá y me dispuse a conducir hacia la oficina de papá.

Al llegar al edificio aparqué y bajé.



—Buenos días, señorita ___________(tu apellido) —me saludó Helen, la recepcionista.
—Hola, Hel —saludé simpáticamente—, ¿papá está? —me animé a preguntarle.
—Oh, sí, cariño —me respondió—. Pasa si quieres, estaba solo.
—Gracias —le dije caminando hacia el ascensor.



Apreté el botón hasta el piso 4, al llegar me dirigí a la oficina de papá. Golpeé y después de oír su “adelante”, me dispuse a entrar.



—Buenos días, papá —saludé cerrando la puerta. Él me sonrió alegremente.
—Hola, pequeña —me saludó—. Pasa, siéntate.
—Gracias, pa —así lo hice, me senté frente a él—, ¿qué tal tu día?
—Oh, lo de siempre —murmuró—. Expedientes, expedientes y más expedientes. El bufete está trabajando de maravilla —papá era el director de un bufete de abogados en Toronto—, ¿y el tuyo?
—Bueno, estuve entrenando y almorcé en casa con Sally, Chaz y Justin, un amigo —me atreví a mencionarlo—. Pero… vengo a hablar de algo contigo.
—Mmmh —me sonrió pícaramente—, ¿qué vas a pedirme ahora, princesa?
—Bueno… —sonreí dulcemente—, Ryan me invitó para viajar a Ontario y pasar navidad allí —solté atropellando mis palabras—. Me dijo que si accedías Sally podía venir con nosotros. Iríamos a casa de su padre.
—¡Tranquila, linda! —me pidió entre risas— Deberé hablar con Martin —el papá de Ryan—. Si él está de acuerdo, podrás ir.
—¿Y Sally? —pregunté.
—Ella también, si es lo que quiere —sonreí ampliamente.
—¿Te he dicho que eres el mejor papá del mundo? —él sonrió divertido.
—No es necesario que me mientas, ya te he dado el permiso sin eso —reí divertida. Papá era genial—. Y dime, ¿qué tal las cosas en el hípico? Hace mucho no hablo con Edward.
—Oh, bien —le respondí—. Donato está en su mejor estado —él era mi caballo de competición—. La competencia es en febrero, realmente el grupo está muy bien.
—Me alegra oír eso. Tenía planeado regalarte una yegua, como me habías pedido hace unos meses —me informó—. No encontraba una en buen estado, pero sabes… ayer me llamaron y me dijeron que tenían una que sería especial para el entrenamiento —por eso mismo decía que papá era genial. Él siempre se preocupaba por verme feliz.
—No es necesario, papá —le informé—. Donato rinde muy bien.
—Pero está viejo, ___________(tu nombre) —me recordó papá—. Dentro de poco tiempo ya no podrá competir.
—Es cierto —aunque me doliera que así fuera. Amaba a ese caballo. Era parte de mí.
—Veré qué puedo hacer. Voy a conseguirte el mejor caballo del mundo —yo reí algo divertida.
—Está bien. Te dejaré trabajar —le informé poniéndome de pie—. Te veo en la cena, te amo —me acerqué a él y besé su mejilla.
—Adiós, princesa.



Salí del edificio de papá y sabía que no era necesario ver a mamá, ella estaría de acuerdo. Me subí a la Hummer y comencé a conducir sin prisa alguna hacia casa. Quería ver a Ryan, necesitaba estar con él. Quizás para sacarme de la cabeza a Justin, realmente no sabía qué estaba haciendo y quería centrarme en lo que sí era mío, en mi novio, no en su mejor amigo. Aún así, por mucho que lo quisiera, él estaba en la universidad y no lo vería hasta el día siguiente, si eso con suerte pasaba.




…Al día siguiente…




Desperté temprano, debía entrenar y luego pasar por el departamento de Ryan. Almorzaríamos allí y, desde luego, debía comunicarle que sí iríamos con él a Ontario. Me di una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=106331005&.locale=es, me dejé el cabello suelto y no quise maquillarme, después de todo solo iba a entrenar.



—Hola, mi amor —saludé entrando al departamento de Ryan. Ya eran casi la 01:00 p.m.
—Hola, belleza —me respondió Chaz desde el sillón, Butler le tiró un almohadón desde el sillón del frente.
—Pasa, linda —me informó—. Almorzaremos con los chicos —me anticipó. Entonces divisé a Bieber sentado hacia un lado mirándome simpáticamente, ¡maldición! Era hermoso.
—Hola chicos —los saludé—. No sabía que estaban aquí —añadí divertida.
—No te preocupes. Si quieren vayan a tener sexo a la habitación, con Bieber no molestaremos ni filmaremos —yo solté una risa apenada ante el comentario de Chaz mientras me sentaba al lado de Ryan.
—Al menos yo sí te dejaré dormir —me burlé de él—. Pobre Sally…
—¡Eres un campeón! —exclamó Bieber entre risas— Todo un semental.
—¡Ya calla! —le exigió Somers apenado.
—¿Qué tal te fue? —me preguntó Ryan.
—Oh, genial —le respondí—. Tanto que no debo ir hasta volver de Ontario —Ryan sonrió emocionado.
—¿Eso quiere decir que…? —yo asentí divertida.
—Ya hablé con papá, con Ed y con mamá, dijeron que sí —Ryan me abrazó feliz.
—¡Qué bien, hermosa! —exclamó.
—¿Sally también va? —preguntó Chaz desconcertado.
—Sí, Somers. Ella también —hablé sonriéndole. Entonces, su cara se transformó en una alegría indescriptible.
—¡Sí, sí, sí! —gritó emocionado. Justin comenzó a reír.
—Podrás terminar el kamasutra, Chaz —Somers lo miró aguantándose la risa, intentando parecer enojado.
—¡Demonios! —exclamé riéndome a carcajadas.
—Despreocúpate, Chaz. Llevaré muchos condones —entonces Somers ya no pudo aguantarse la risa y comenzó a reír ante el comentario de Ryan.
—Oye, cambiando de tema —dije entre risas—, ¿qué almorzaremos? Porque yo muero de hambre.
—¡Te toca cocinar! —aseguró Chaz— Siempre que cocinas lo haces realmente exquisito. Por favor —hizo un pucherito bastante cómico.
—Venga, ¿y qué quieren que les cocine? —me gustaba hacerlo, no me negaría.
—¿Sabes hacer pasta? —preguntó Justin como un niño emocionado— ¡Hace mucho no como mi comida preferida! —añadió.
—Hace mucho no nos cocinas pastas, linda —susurró Ryan dulcemente a mi oído. Sonreí como una estúpida. Odiaba que me hiciera eso en público.
—Mmmh, vale —dije poniéndome de pie—. Necesito harina, huevos, leche, sal, tomates y condimentos.
—Emmm… en la cocina —me indicó Ryan sonriendo cómodamente.
—¡Son unos aplastados! —añadí en son de broma mientras me iba hacia la cocina.



Luego de casi una hora y media, después de lograr que los chicos pusieran la mesa, llevé la pasta hacia allí y nos sentamos para degustar lo que había cocinado.



—Quiero casarme contigo para que me cocines siempre —Ryan era fan de mis comidas.
—¡Exageran! Solo es comida —hablé entre risas para meter un bocado a mi boca. Me habían salido ricas.
—Mmmh —Bieber soltó un suspiro—, ¡está delicioso!
—Se los dije —cantó victoria Somers—. Mi cuñadita cocina como los dioses.
—¿Y Sally, se mueve como los dioses? —no entendía por qué Ryan lo jodía tan arduamente con eso a Chaz.
—¿Por qué lo joden con eso? —pregunté inocentemente— Realmente, no lo entiendo.
—No es nada —se apresuró a decir Chaz. Justin y Ryan se reían divertidos.
—¡Cuéntale! —insistió divertido Justin— Ella entenderá, bro.
—¡Váyanse al demonio! —los maldijo Chaz algo enojado— Jamás ha sido cierto, así que no jodan.
—¡Vale, vale! —Ryan alzó las manos en son de inocencia. Yo seguía sin entender.



Luego de comer en casa de Ryan, los chicos se fueron. Él me pidió que me quedara, sabía que necesitaba decirme algo importante, aún así no podía imaginarme qué era.



—¿Pasa algo, mi amor? —le pregunté sentándome a su lado en el sillón.
—Linda… —pasó aire como si fuera a decir algo difícil.
—¿Qué pasa? —pregunté ante su silencio. Comenzaba a alarmarme.

—Nena… hace casi ocho meses estamos de novios —no sabía hacia qué apuntaba la charla—, ¿sabes? Te amo y, no quiero que lo tomes a mal, pero…

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