Capítulo 187°: "Quiero buscarla".

Luego de que nos dejaran entrar y comprobar con nuestros propios ojos de que Lola era realmente hermosa, con Justin decidimos irnos a casa de mis padres al menos por una taza de té helado o algún bocadillo que pudiera hacernos saciar el hambre hasta que la hora de la cena llegaba, porque ninguno cargaba con el gusto de almorzar a las 02:30 de la tarde.

—¡Muchachos! —gritó uno de esos hombres mientras 3 o 4 más portadores de esas cámaras corrían hacia nosotros. Intentamos apresurarnos, pero no funcionó—, ¿están juntos otra vez?

—Preferimos no dar fianza a lo que puedan opinar —creo que las palabras de Justin me habían confundido hasta a mí.

—Vamos, ¿han regresado? —insistió mientras todos nos miraban como fieras hambrientas. Yo solo caminaba.

—Preferimos mantenernos al margen de esto un tiempo, hasta asegurarnos otra vez —abrí yo la boca sin dejar de mirar mi camino—. De todas formas, gracias —ni siquiera sé qué agradecí. Solo abrí la puerta del auto de Michael, quien me había dado la llave y me subí, le pasé la llave a Justin. Él cerró la puerta y en un trote rápido dio la vuelta y subió. Dio arranque y comenzó a conducir.

—Ellos, no nos dejan en paz —murmuró mientras maniobraba.

—Creo que nos atosigan más en Atlanta que en Los Ángeles —comenté mientras me acomodaba dentro del carro. Entonces la duda de antes de entrar a la sala a ver a la pequeña y recién nacida Lola llegó.

—Es verdad —aseguró Justin, quien ya no estaba tenso.

—Oye… ¿sabes algo de mi nueva estilista que yo no? —fui directa, quizás intimidé un poco. Bueno, no lo creo. Tenemos suficiente confianza como para ser directos, ¿no?

—En realidad, dudo que quieras saberlo —me respondió evasivamente. Era malo, eso era seguro.

—Eso suena mal —claro que sonaba mal.

—Dudo que tu nueva compañera, llegue a agradarte mucho —fue lo único que dijo él. A menos que fuera Selena, no pienso en nadie más aún.

—No creo que Selena vaya a ser mi nueva estilista —o eso esperaba. Mi carrera sería una catástrofe después de eso. Pero Alison no es tan ingenua.

—No, no está ni cerca de ser Selena —me corrigió él.

—Vamos, Justin, dímelo —le pedí. No quería cargar con las ansias de saber quién diablos se uniría a mi grupo.

—Está bien —aceptó doblando en una de las calles de Georgia—. Rosadela me dijo que estuvo trabajando en el equipo pero solo de prueba.

—¿Ro…Rosadela? —balbuceé. Mierda, ¿no le alcanzó con hacerme pasar los peores tres meses de mi vida?

—Sí —afirmó—. Solo me dijo que sería una buena oportunidad para entrar luego a la universidad —resumió lo sucedido Justin.

—¿Crees que estaré a gusto con ella? —ya estaba a punto de llamar a Alison para decirle lo que se me viniera en gana e irme del sello discográfico, despedirla y dedicarme a comprar cajas de cartón.

—No, no lo creo —aseguró Justin. Estaba muy en lo cierto—. Pero lo cierto es que no debes odiarla, yo fui quien se fue con ella, ¿va? Ella no tuvo culpas.

—¿La defiendes? —recién regresábamos y ya comenzaba a tornarse oscuro, otra vez.

—No, no —se negó él—. Simplemente que ella lo hace porque necesita entrar en la universidad. No la odies por ello —me repitió.

—No sé si estará contratada aún —murmuré—. Además, hasta marzo del próximo año tengo planeado no hacer nada —todo gracias al casamiento que debía planificar, por ahora, para el 14 de febrero.

—Oh —exclamó—, también yo, linda.

—Sí —afirmé.

Al llegar a casa Justin aparcó y bajamos. Tomé las llaves que mamá me había dado y entré a casa. El aroma era el mismo, las cosas seguían en el mismo lugar, los recuerdos eran los mismos, yo… ya no. Ya no era la misma que hace años cuando vivía aquí. Como extrañaba esa vida, lo sé. La estaba pasando mal, fueron años muy malos para mí, pero amaba solo ser ___________(tu nombre), una chica más del montón. Amo mi vida actual, pero… a veces necesito volver a ser invisible (aunque sea tan imposible como llegar al sol). Una ola de recuerdos, de aromas, de sensaciones regresaron a mí. Estúpidamente, sentía la necesidad de aferrarme a las cosas de aquí dentro y llorar como una niña perdida. Mi vida había comenzado aquí y mis más tristes penas solo las habían visto estas paredes.

—Pasa —le indiqué a Justin mientras cerraba la puerta.

—Hacía muchísimo no venía a esta casa —comentó Justin, inspeccionando con su vista toda la casa.

—Tampoco yo —y me refería a mucho, mucho tiempo.

—¿No hay nadie? —creo que la pregunta fue sonsa, claro que no había nadie. Mamá y papá estaban en el hospital, Michael y José, también.

—No, claro que no —a menos que hayan adoptado a alguien más. Eso era imposible.

—Nos quedaremos unos días, ¿verdad? —preguntó Justin sonriendo—, porque debemos comenzar a planear la boda.

—Es verdad —lo de la boda—. Y no sé cuando regresaremos a Los Ángeles.

—Tenía planeado viajar a Canadá en una semana —me explicó mientras nos sentábamos en los sillones—. Ahora, tú puedes venir conmigo.

—No tengo nada mejor —ni mucho menos. En realidad, no tenía nada por hacer.

—Jazzy estará encantada de verte —igual que yo a ella. Esa niña era muy dulce.

—Y yo —murmuré yo—. Me encantará volver a ver a mi cuñada —hacía casi 1 año no veía a la linda Jazmine.

—Entonces, ¿nos iremos el martes próximo? —hoy solo era domingo.

—Claro, lindo —respondí—. El martes, nos iremos a Canadá a ver a tu familia —sonreí ampliamente mientras él me abrazaba por los hombros.

—Sabes… me han dado ganas de escucharte cantar —me comentó él con una amplia curva en sus labios. Amaba esa curva.

—¿Cantar? —cuestioné divertida. Desde que me bajé de la gira, ni siquiera había cantado un Do. No quería hacerlo, simplemente porque sabía que extrañaría estar lejos de Justin, pero ahora que estoy cerca de él y todo está como debería estar, ¿qué más da?

—Como si lo hicieras pésimo —bromeó él entre risas. Yo también reí.

—Encontraría más divertido jugar a —sé que no se resistiría, claro que no—… la X-box.

—¿Has dicho X-box? —dulce remedio. Mencionar eso era incitar a Justin a olvidarlo todo.

—He dicho X-box —aseguré mis palabras sonriendo. Él me jaló sonriendo tan ampliamente que creo iluminó toda la casa. Yo solo reí divertida—. Va, iré a ver en la habitación de José para traerla y conectarla aquí —le avisé.

Subí y entré a la habitación donde antes era la de José. Todo seguía allí más o menos como mi mente me recordaba y era. Desconecté la X-box del TV y volví a salir. La puerta de mi antigua habitación estaba abierta. Aunque sabía que no debía entrar, lo hice. Todo estaba como esperaba que esté. Los posters colgados en la pared. Solo posters de bandas metálicas o rockeras. Mis muebles en los mismos lugares de cuando me fui. Las cosas que dejé, seguían allí como si nunca nadie habría entrado a mover algo. Los recuerdos aparecieron rápidamente, malos y buenos. Me habría encantado tener el poder de haber decidido por mí misma y bien cuando tenía 14 y mi vida estaba hundiéndose. Sé que todo lo que he hecho me ha llevado a ser lo que soy eso, y eso me gusta, pero… no me habría dejado sufrir tanto.

Me senté allí, en mi vieja cama dejando la X-box a un lado. Las lágrimas no tardaron en llegar, estaba sintiéndome una idiota, sentía que de alguna forma, había hecho todo mal. Quizás esté en lo más alto ahora, quizás todo lo que tenga sea de lo bueno, pero sentía que en el camino había perdido tanta cosa quisiera tener aquí ahora. Algo brillando bajo del mueble al lado de la puerta blanca semi-abierta aún brillaba, sacándome de mis pensamientos. Enjuagué mis lágrimas con los puños de mis manos, me puse de pie y me agaché a recoger aquello brillando, era un colgante. Lo tomé entre mis dedos, papá me lo había regalado hace años, muchos años. Quizás cuando solo tenía 6 o 7, no más. Era una espada, blanca, era de oro blanco. Tenía una cadena fina y delicada, solía usarla de chica, pero luego dejé de hacerlo y la había olvidado por completo. Alguna vez mamá dijo que ella era parte de mí, vaya a saber uno por qué. Sin pensarlo, me la colgué del cuello. Quizás, quería tener un poco de mi niñez presente hoy. Tomé la X-box antes de que Justin subiera y me encontrara aquí y bajé.

—La pieza de José era un desastre —me digné a mentir. Me sentía sucia haciéndolo, pero no quería que se enterara de mis viejos recuerdos atormentándome.

—Acaba de colgar papá —me avisó él. Claro, creo se refería a Jeremy.

—Oh, ¿qué dice Jeremy? —claro, era una buena escusa para yo cambiar de tema sin explicar la demora, mis ojos vidriosos o simplemente el colgante.

—Pues —sonrió—, nos espera la semana entrante —murmuró Justin. Gran idea. Me agradaba saber que iría a Canadá otra vez.

—Estabas llorando —era cuando creía una mala idea que Justin me conociera tanto o más que yo a él.

—No —me negué dejando la X-box al lado del televisor—. No estaba llorando.

—___________(tu nombre) te conozco y lo sabes, dime —me exigió—, ¿qué sucede?

—Nada, son tonterías —quizás sí, pero tonterías que dolían mucho. A tal punto que llore por ellas.

Lo sé, llamé tonterías a recuerdos, recuerdos que claro que forman parte de mí. Tal como todo mundo tiene los suyos, sus recuerdos, sus vivencias, sus dolores. Esas cicatrices que nunca se irán de la piel o más bien, del corazón de cada persona. Y nada puede remediarlo, nada puede quitarte ello. Nadie, ni siquiera tú mismo, puedes obligarte a olvidar, a no recordar. Porque lo que vives es parte de lo que eres. Lo que vives hace a quien eres y eso es lógico, es natural.

—No lo creo, cariño —su voz era dulce, pero… me sentía una tonta de solo pensar de decirle: “Lloré en mi habitación recordando todo lo malo que sucedió aquí”—. Es lo suficientemente doloroso como para hacerte llorar.

—Me siento una sonsa.

—¿Es el Bullying otra vez? —cuestionó poniéndose de pie rápidamente.

—No, no es eso —gracias a Dios no lo era—. Es que…

—Vamos —insistió ante mi silencio—, sabes que confiar en mí no es malo —claro que no lo es.

—Claro que no lo es —murmuré yo. Entonces, me percaté que él ya estaba parado frente a mí.

—Espera, ¿y ese colgante? —mis lágrimas no tardaron en inundar mis ojos.

—Papá me lo dio cuando chica —murmuré tomándolo entre mis manos—. Nunca entendí porqué detrás tenía grabada una S.

—¿Una S? —cuestionó Justin. Seguramente, habría sido de otra persona, ¿no?

—Sí —afirmé.

—Bien, ahora dime, ¿por qué llorabas? —volvió al tema, sin saber que todo se relacionaba.

—No lo sé —me encogí de hombros intentando no volver a llorar—. Entré a mi habitación, estaba todo allí tan igual a como lo recordaba. Los malos recuerdos se apoderaron de mí. Yo… me siento una tonta —sí, ya estaba llorando.

—Ay, cariño —sus ojos solo expresaban lástima, compasión—, no debes llorar.

—Justin, lo he hecho todo mal —quizás sonaba pesimista, pero no puedes precipitarte a pensar otra cosa. No porque no puedas, solo porque no quieres que cambie más de lo que ya cambió durante 19 años.

—¿Eso crees? —él siempre tan optimista— yo no, porque si no, no estarías aquí, ___________(tu nombre), mi amor. Todo lo que has hecho, cada cosa que te ha pasado en tu vida te ha conducido a ser lo que eres hoy.

—Dicen que la infancia es lo que marca, Justin —y si es así, seré una fracasada.

—¿Crees que eres una fracasada? —preguntó Justin básicamente, adivinando lo que yo pensaba en ese mismo momento.

—No sé si tanto —solo me daba pena admitirlo. Pero a pesar de estar en la cima, suelo sentirme como una fracasada—. Pero… lo que más me duele y ahora ha despertado duda es saber de quién seré hija.

—Linda, cuando yo mencioné eso hace poco, no pretendía hacerte sentir así —claro que sabía eso, o al menos era lo que esperaba sucediera.

—Es que… ¿quién será la persona que lleva la misma sangre que yo? —¿de quién tendré rasgos y caracteres parecidos? Aunque intentes decir que no, es algo que te da mucha intriga.

—¿Quieres buscar por ella? —cuestionó Justin. Sé que sería sorprendente y hasta doloroso, mayormente para mis padres. Pero es algo que siento y debo hacer.

—No encuentro otra respuesta —solté sin ponerme a pensar la reacción de nadie. Ni siquiera la de mi “madre biológica”.

Había muchas opciones. Estaba presa, tal como dijeron mis padres alguna vez cuando confesaron lo de la adopción, está en rehabilitación, sigue siendo una perdida, quizás ella simplemente ni siquiera quiera verme. Yo solo necesitaba saber quien fue, quien es. No sé, no quería pensar en lo que sucedería después de que la encontrara, era algo que en realidad, no me preocupaba lo suficiente ahora como para sentarme a pensarlo detenidamente.

—Linda —me habló Justin jalándome hacia el sillón, donde caímos sentados—, debes recordar que no solo es buscarla y ya. Luego, ¿cómo quedará todo?

—No lo sé —me precipité a responder, estaba encaprichada—. Yo voy a ayudarte, lo sabes. Pero, debes decírselos a tus padres.

—¿Estás loco? —cuestioné sobre saltada.

—¿Qué? —cuestionó esta vez, él— piensas ir pedir papeles y hacer las cosas, sin decírselos a ellos.

—Ya, Justin, estoy lo suficientemente grande como para manejarme sola, ¿no crees? —con 19 años no me sería tan imposible. Soy mayor de edad.

—Estarás cometiendo un error y lo sabes —insistió Justin.

—¿Vas a ayudarme o vas a ser cómplice de la razón y la moral? —cuestioné poniéndome firme en no decir nada, nada a nadie más que Justin.

—Está bien, está bien —aceptó—. Iremos mañana a primera hora al hospital local, ¿vale? —sonreí levemente, complacida.

—Está bien —acepté yo.

—Bien, ahora cambiándote de tema —sonrió ampliamente—. Mamá me pasó el número de una empresa aquí que organizan bodas y pues, no falta muchísimo tiempo para la nuestra, solo 5 meses —especulaba que él quisiera comenzar con las cosas desde ya.

—¡Oh! —sonreí—, ¿quieres planearla allí, verdad?

—Es que ellos sí saben cómo hacer una boda —claro, viven de eso. Es lógico—. Necesitamos alguien que nos ayude.

—Recuerda que no haremos nada extravagante, solo algo íntimo —o es lo que teníamos pensados.

—Sí, claro, linda —me sonrió—. No quiero hacer algo tan público —a pesar de que sería algo difícil, también lo quería así.

—Bien, vamos —acepté yo.

Nos pusimos de pie y salimos de casa.

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Lindas, lo lamento. Estoy con prisa. Es de noche y debo dormir para mañana, pero no sin antes colgarles el capítulo. Lamento mucho la demora, prometo responder los comentarios mañana en una entrada especial y si puedo subirles capítulo. Las amo, gracias por desearme feliz cumpleaños. Son lo máximo. Las veo pronto.

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—Poly—

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