viernes, 15 de noviembre de 2013

Capítulo 26°: "El pasado regresa". (2da Temporada).




Justin había cocinado pasta exquisita. Realmente, era un excelente cocinero. Mientras comíamos el timbre sonó. Ya que él había cocinado, le dije que yo iría a ver quién era. Caminé a través de la sala y abrí la puerta para quedarme atónita, ¿qué demonios estaba sucediendo?



—Buenos días —saludé preocupada por lo que iría a seguir—, ¿se les ofrece algo?
—Somos oficiales de la policía —me afirmó uno de los dos tipos—, ¿usted es la señorita ___________(tu nombre y apellido)? —yo asentí pasando saliva.
—¿Hay algún problema? —pregunté. Otra vez la cárcel no. No lo soportaría.
—Necesitamos hacerle algunas preguntas sobre un crimen que ocurrió anoche en la ciudad —un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, ¡demonios! Esta vez no tenía nada que ver.
—Soy inocente —alegué con autoridad—. No tengo por qué responder nada, ni siquiera sé por qué intentan hablar conmigo de esto. Como si yo supiera de todos los crímenes que ocurren en México.
—Puede que sí conozca —habló el otro tipo que hasta ese momento había guardado silencio.
—Estamos hablando de Humberto Flores, señorita ___________(tu apellido) —arqueé una ceja y esbocé una sonrisa irónica. Estos tipos estaban locos.
—Oh, ¿y? ¿Debo ir al funeral? —pregunté sarcásticamente— No sé quién demonios es ese tal Flores del que hablan. Apenas hace unos días me he mudado hacia México, ¿qué podría saber yo? —me encogí de hombros— Y por cierto, estaba almorzando, ¿podrían ser menos inoportunos?
—Usted sí conoce a Flores, señorita. Él es Paco —mi corazón se paralizó.
—¿Qué? —solté sorprendida— ¿Han matado a Paco? —no creo que haya sido alguien del Clan.
—Deberá acompañarnos —repitió el primer tipo.
—Está bien —acepté suspirando. Aguarden un momento.



No sabía exactamente por qué debía ir a declarar. Tampoco tenía idea de qué modo me había involucrado en ese embrollo, tal vez por el solo hecho de ser parte del Clan o algo de mi pasado tal vez me acercaba a esta mierda. No estaba demasiado segura. Caminé hacia el comedor directo hasta donde había dejado mi cartera el día anterior. Justin se me quedó viendo.



—¿Qué pasa? —preguntó confundido.
—Debo salir —sentencié de prisa—. Quedas a cargo, volveré cuanto antes.
—¿Sucede algo? —insistió.
—Solo cuida a Ade, te comentaré todo cuando regrese —sin escuchar algo más solo salí nuevamente hacia la sala—. Ya vamos —afirmé. Ellos comenzaron a caminar y salí detrás de ellos.






Recordaba a la perfección la última vez que había estado en una situación similar. Crucé detrás de los dos oficiales una sala llena de escritorios con papeles, computadoras y gente trabajando. Nadie se inmutó por el hecho de que yo pasara por allí. Al fondo una puerta se abrió y entramos a una oficina, la cual estaba vacía. Solo una silla y un escritorio la habitaban. Me senté a esperar que hablaran.



—¿Conocías a Paco? —preguntó el único de los dos tipos que había quedado dentro conmigo.
—Solo sabía de su existencia —dije a la ligera.
—Sabemos que hace poco estás en México —su inglés era horrible, demonios—. Sin embargo, has tenido contacto con él y su gente. Debemos saber los movimientos, hay que encontrar un culpable de su muerte.
—Si lo que intenta saber es si soy de los suyos, pues no —hablé con claridad. No podía hundir al clan, después de todo ni siquiera sabía explicar qué negociábamos con él, ¿y si estábamos dentro de sus negocios sucios? Obviamente, si era él el tipo del tráfico. En realidad, estaba bastante desinformada.
—No me haga detenerla, señorita ___________(tu apellido). Si quiero hacerlo, podré. Debe tener antecedentes, aquí o del otro lado —suspiré pensando que seguramente Zayn había denunciado mi huída, podía quedarme allí dentro. Demonios—. Debo suponer que sabe quién era Flores.
—En realidad, está equivocado —y hablaba con toda mi sinceridad puesta en esa oración—. Sospecho quién puede ser, pero no estoy segura detrás de quién estaba.
—¡Bingo! —exclamó victorioso— Estaba detrás de él.
—Porque suponía que corría peligro después de tratar mínimo negocio con él al llegar a México —estaba diciendo la verdad, pero sabía que el tipo no creía eso. Era lógico. Tenía antecedentes, nadie me creería allí dentro.
—Cuénteme, señorita, ¿cuál fue su experiencia con Paco? —suspiré frustrada— Yo le diré así quién fue el tipo.
—Unos amigos me lo presentaron una noche en un antro que ni siquiera sé cómo se llama. Desde un principio supe que no sería bueno toparme con ellos. Ninguno de los que lo rodeaba se veía muy amistoso. Me enfrenté con una de las zorras que lo acompañaban, luego de ello había negocios por hacer y yo debía entretener al público. Me subí y canté una canción casi como una cabaretera lo haría —el tipo no se inmutó. Supuse que sabía toda la historia y no sé siquiera por qué había deducido eso, era raro—. Luego de aquella noche no supe nada más del tipo. No hay más por decir, es solo eso —le aseguré. Esperaba que me creyera, pues otra cosa no sabía.
—¿Qué clase de negocios? —me encogí de hombros.
—Soy nueva en ellos. Sabe las reglas, ¿no? —porque esperaba que sí lo hiciera. Él guardó silencio. Debía comentárselas— Si eres nuevo no participas al menos hasta tener la confianza de todos, así que yo no hice nada del trabajo. Solo canté. Ellos hicieron lo demás.
—¿Ellos? —no podía dar nombres de quienes eran del Clan.
—La gente de Paco —mencioné a modo de respuesta, con tranquilidad. Mentir era una habilidad nata. Herencia de Jen, supongo.
—Puede irse, señorita —la nebulosa sobre quién había sido Flores quedó en  mi cabeza. Lo miré confundida—. No espera que le diga quién fue, ¿no? Porque la tomaría por idiota si así fuera —me sonrió con cinismo. Me puse de pie aturdida, con rabia en realidad. Un trato era un trato, pero no podía pelear o me tocaría quedarme.
—Está bien.
—La llamaremos cualquier cosa, señorita —me anticipó—. Intente no meter su trasero en problemas.
—Adiós —sentencié y salí de la sala.



Me subí al auto, debía saber qué mierda estaba pasando. Había muchas hipótesis y mi cabeza, por alguna extraña razón me decía, que estábamos corriendo demasiado peligro allí. Conduje lo más rápido que pude hacia la casa. Estacioné y entré. Justin estaba en la sala con Ade, miraban televisión. Al entrar, Justin me regaló su atención, Ade solo siguió en la televisión.



—¿Qué pasó? —preguntó Justin, sin siquiera darme tiempo de dejar mi bolso. Dejé las llaves y me senté a su lado.
—Mataron a Paco —solté sin regodeos, gracias a Dios la niña no estaba al pendiente de mis palabras.
—¿Qu… Qué? —tartamudeó Justin— ¿Qué lo han matado? —yo asentí mirando atentamente su reacción.
—Dime por favor en qué mierda estaba metido el Clan con él —hablé con autoridad—. Si estaban en su mierda debemos irnos ya mismo de México, Justin.
—Para nuestra desgracia, no lo sé —suspiré frustrada.
—¡Esto es una gran mierda! —exclamé levantándome para ir hacia la cocina. Esperaba que la niña no me siguiera, sabía que Justin sí lo haría.



Llegué a la cocina y solo me quedé parada apoyando mi peso en mis manos sobre el pétril. Estaba repleta de rabia, inseguridad. Casi apostaba que ese mismo día terminaría cortándome o si encontraba drogas consumiendo hasta la sobredosis. Necesitaba tranquilizarme. De pronto unos brazos fuertes y varoniles abrazaron mi cintura, pude sentir un calor atraparme y supe que era Justin casi inconscientemente.



—No quiero saber que estés así, cariño —rogó cerca de mi oído. Solté algunas lágrimas, de rabia.
—Estoy harta de esto. Si no es Jenn, es Rebbeca, si no es ella es Zayn, ¡siempre hay algo, siempre! —hablé agachando la cabeza aún de espaldas a él. Justin hizo que girara, quedando de frente, aún así no lo miraba.
—Lo sé, nena. Lo sé —habló abrazándome contra su pecho. Se sentía tan seguro—. Amaría que nada de esto sucediera, tener una vida normal. Un empleo, una familia sin problemas. Y te prometo que eso haremos. Te lo juro, bebé.
—No podemos salir del Clan ahora —estaríamos fritos, literalmente.
—Solo hay que estar juntos, no te des por vencida —me suplicó—. No hagas algo de lo que vayas a arrepentirte. No ahora, jamás en realidad. No soportaría perderte, mucho menos a Adelaide —mi corazón se oprimió. Sí que dolió.
—Eso no pasará —lo negué entre lágrimas—. No pasará porque estamos juntos en esta, porque vamos a casarnos, porque seremos felices… Justin. Porque por única vez en la vida, tú me harás feliz. Solo quiero tener paz —sus ojos brillaban, sabía que iba a llorar y no quería eso—. No llores —le pedí.
—Voy a salvarte —me aseguró dulcemente—, voy a hacerlas felices.
—Te amo —solté, él sonrió cálidamente y prosiguió a besarme dulcemente.
—También te amo, hermosa.






Había sido un día raro, le dije a Justin que me daría una ducha, necesitaba distenderme. Era cierto, pero no iba a hacer lo correcto, estaba segura. Entré a la habitación, Justin y la niña estaban en la sala aún, casi eran las 06:00 p.m., llené la bañera de agua y me metí dentro. Estaba harta, cansada.


Salí del baño unos minutos después, mucho más calma que antes. Tomé algunas prendas y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103778830&.locale=es. Sabía que me esperaba una larga noche, estaba más que dicho. Bajé hacia el comedor, suponía que Justin y Adelaide estaban allí, pero no era así. Me dirigí hacia la sala.



—Creí que te habías quedado dormida —habló Justin mirándome, yo estaba atónita—. Estaba por decirle que regrese mañana.
—¿Por qué estás aquí? —fue lo único que pude escupir.
—Porque otra vez has dejado un desastre en New York, ___________(tu nombre) —me respondió. Justin se dedicó a guardar silencio. No quería que Adelaide escuchara todo lo demás.
—Ade, ve a la cocina con Justin, ¿sí? —le rogué.
—¡Quiero estar con la tía! —me reclamó ella. Suspiré, no podía negarme pero debía hacerlo.
—Adelaide, por favor —sentencié—. Estarás con ella luego. Justin… —solo mencioné su nombre. Él se puso de pie.
—Ven un rato, luego regresamos —le dijo dulcemente a Adelaide, él no estaba demasiado bien. Salieron de la sala segundos después.
—No quiero que hables —sentenció con rudeza. Miley estaba bastante cabreada, era notorio—, ¿a caso estás loca? Te has llevado la niña, has huido del país, no has aclarado las cosas con Zayn. Sabes que la niña apellida Malik, ¿no? Si él quiere te mete a la cárcel, ¿lo entiendes, ___________(tu nombre)? —la miré con autoridad, sin decir nada aún. Sabía que seguiría— ¡Podría acusarte de secuestro!
—Pues sería para pasar vergüenza nada más —hablé fríamente—. Bien sabemos que Adelaide es hija de Justin, no de Zayn. Aún no sé qué haces aquí, Miley —suspiré mientras me sentaba en uno de los sillones. Tenía para rato.
—¿Y Zayn sabe eso? —me miró severamente. Enserio estaba enojada— Ni él, ni la niña merecen estar enredados en esto. Ni siquiera decir que Justin tampoco. Estás jugando, no sé cómo terminará esto.
—¡No estoy haciendo las cosas mal, Miley! —hablé con dureza— Si no venía con Justin él iba a robarme la niña, ¿entiendes?
—Es decir que estás aquí porque Justin te lo exigió en cierto punto —quizás eso la llenaba más de rabia.
—¿Qué preferías? ¿Qué estuviera muerta ahora mismo acompañando a mi madre en el infierno? —ella guardó silencio.
—Él no te mataría, porque te ama —soltó.
—Lo sé —afirmé—. Él me ama, tanto como para dejarme ir, por mucho que me odiara toda la vida, ¿pero Zayn? Zayn no —claro que no—. Él me destruye siempre que puede, ¿por qué no me mataría si se entera que Adelaide no es su hija? Dímelo.
—No lo sé —me respondió con total soltura—. No sé si te mataría o no. Realmente, no tengo idea. Lo que sí sé es que tú sola te has metido en esto, ___________(tu nombre). Ya tienes veintidós años, debes dejar de actuar como una niña. Las cosas ya no son iguales, debes entenderlo. Nada es igual ahora. No estás tú sola, tienes una hija que te necesita y no necesariamente necesita que andes mudándote y cambiándole de padre cada dos años, ¿sabes? —tenía demasiada ira. Probablemente si no hubiese sido Miley quién me dijera las cosas, ya le habría pegado.
—Sé que no estoy sola, Miley. Sin embargo, hubiese sido mucho peor que le mintiera toda una vida, ¿no lo crees? —ella esperó que siguiera, solo guardó silencio—.Tú no sabes lo que se siente, tú no entiendes esto porque no te has pasado los últimos años con tu moral apuntándote en la sien, porque no tienes idea de lo que se siente correr peligro, estés donde estés. No lo sabes, no entiendes por qué tengo la necesidad de estar con Justin —ella sonrió irónicamente.
—¿Crees que no temo por mi vida cuando estoy contigo? —la miré confundida. Solo esperaba que no la cagara— Bueno, debes saber que no es nada fácil estar contigo, nunca sé cuando podrás sacar un arma y dejarme un tercer ojo en la frente, ____________(tu nombre). Creo que aquí bien sabemos las dos que el problema eres tú, no Jenn —mi corazón se oprimió. Por primera vez en años sentí la necesidad de ver muerto a alguien, puntualmente a Miley. Me había herido en lo más profundo de mí, debía atacar.
—¿Y tú qué mierda sabes de la vida? —cuestioné con rabia— Si solo eres una puta drogadicta, ¿o ahora porque estás casada crees que eres una señora hecha y derecha, Miley? Has cometido el peor error de tu vida con decirme lo que acabas de decirme. Sabes qué, vete. No quiero verte jamás en mi vida —nunca—. Ve a New York, haz lo que te plazca, dile a Zayn dónde estoy, cuéntale que soy una puta que ha escondido su verdad durante dos años y también dile que es un imbécil y que jamás lo amé. Solo lo utilicé para cubrir mi trasero. Anda, ve. Compórtate como lo que eres, una zorra —ella se puso de pie sin inmutarse y salió de la casa.




Jamás me había sentido más devastada. Miley había sido parte de mi vida, mi mejor amiga, la única persona que jamás se había puesto en plan de juzgarme, al menos no hasta ese día. Saber que me temía, quizás de todos, fue el golpe más grande de mi vida. Que tú mejor amiga te diga que tiene miedo a que la mates, es una gran mierda. Duele, como jamás nada ha dolido y eso es preocupante, porque más allá de doler comienzas a odiar. Estaba hundiéndome otra vez. Esta vez no sería nada fácil que saliera ilesa. Estaba segura. 

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