martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo 27°: "El día especial para cerrar esta herida". (2da. Temporada).




—¿Y tú qué mierda sabes de la vida? —cuestioné con rabia— Si solo eres una puta drogadicta, ¿o ahora porque estás casada crees que eres una señora hecha y derecha, Miley? Has cometido el peor error de tu vida con decirme lo que acabas de decirme. Sabes qué, vete. No quiero verte jamás en mi vida —nunca—. Ve a New York, haz lo que te plazca, dile a Zayn dónde estoy, cuéntale que soy una puta que ha escondido su verdad durante dos años y también dile que es un imbécil y que jamás lo amé. Solo lo utilicé para cubrir mi trasero. Anda, ve. Compórtate como lo que eres, una zorra —ella se puso de pie sin inmutarse y salió de la casa.




Jamás me había sentido más devastada. Miley había sido parte de mi vida, mi mejor amiga, la única persona que jamás se había puesto en plan de juzgarme, al menos no hasta ese día. Saber que me temía, quizás de todos, fue el golpe más grande de mi vida. Que tú mejor amiga te diga que tiene miedo a que la mates, es una gran mierda. Duele, como jamás nada ha dolido y eso es preocupante, porque más allá de doler comienzas a odiar. Estaba hundiéndome otra vez. Esta vez no sería nada fácil que saliera ilesa. Estaba segura. 



Una semana después.



La visita de Miley, casi milagrosamente, no había tenido demasiada repercusión. Justin se conformó con saber que ella vino a reclamar solamente por mi huída. Zayn, al parecer, todavía no tenía datos de mí. Y si los tenía, estaba demasiado quieto esperando el momento para atacar. El Clan estaba pacífico aún. Sobre Paco y su muerte, ninguna noticia nos había llegado. Estábamos tranquilos, podríamos decir.


Había llegado el día más esperado por cualquier persona del mundo, el cual yo aborrecía con todo mi ser. Tomé una ducha al despertar, supuse que Justin estaba con Ade abajo cuando yo desperté. Ellos se adoraban, muchísimo. Me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103970143&.locale=es, peiné mi cabello y lo dejé caer libremente y me maquillé como siempre, delineador negro, labial oscuro y rímel. Me llené de coraje, quizás, y bajé.



—¡Feliz cumpleaños, mamá! —exclamó Ade y se acercó a abrazarme con fuerza. La amaba.
—Gracias, mi pequeña princesa —le sonreí y besé su frente, ella devolvió el gesto en mi mejilla. Era demasiado linda.
—Hola, mi amor. Feliz cumpleaños —murmuró Justin y por primera vez desde que vivíamos juntos me besó delante de Ade. Ella no dijo nada.
—Gracias —murmuré algo apenada, tal vez—. Enserio, gracias —les sonreí a los dos.
—Te amamos —sonreí explotando de felicidad cuando mi preciosa hija dijo eso. La amaba, y amaba a Justin por darme tal regalo como era Adelaide.
—Bueno, pero te tenemos una gran sorpresa —me anticipó Justin—. Por empezar, te hemos preparado un desayuno especial —yo dirigí mi mirada a la mesa, la cual estaba repleta de cosas riquísimas.
—¡No debían hacerlo! —musité sentándome en una de las sillas, Ade se sentó a mi lado y Justin frente a nosotras.
—Pero aún no es nada —me afirmó él.
—¡Hay sorpresas! —comentó Ade divertida. Ella amaba las sorpresas.
—Oh, ¿enserio? —sonreí— ¿y cuáles son, cariño?
—¿Qué dices, princesa? —le preguntó Justin a Adelaide— ¿Se las digo?
—¡Solo una! —habló con algo de picardía la niña. Definitivamente, era el vivo retrato de Justin en miniatura y versión mujer.
—Está bien.
—¡Qué malos! —protesté, ella soltó una risilla— Pero bueno, cuéntenme de qué se trata.
—Ade me dijo que nunca habías celebrado tu cumpleaños —en sus años de vida, realmente no. No me sentía demasiado viva como para hacerlo—. Y como sé que tienes una gran pasión en la vida que es la música iremos al centro. Hay una convención de libros y CD’s clásicos, ¿qué me dices? —esbocé una enorme sonrisa.
—No deben hacer todo esto por mí —les recordé. Justin me miró divertido.
—Y esto recién comienza. Ahora desayunemos, así partimos pronto. No queremos llegar tarde.



El mejor regalo de cumpleaños que podía haber recibido era levantarme y verlos a ellos dos juntos y felices, tal como padre e hija. Realmente, era lo que había soñado desde el día en que Adelaide había nacido. Vernos juntos, a los tres, como una verdadera familia. A pesar del peligro, de los problemas, de todo, estábamos lográndolo y ese era el mayor y más lindo regalo de cumpleaños que tendría en la vida. Mi familia.


Luego de desayunar partimos camino al centro. Realmente, estaba feliz como en muchísimo tiempo no lo estaba. Justin aparcó unas calles antes de la feria, así que bajamos y comenzamos a caminar. Él llevaba a la niña en brazos y con su otra mano me llevaba tomada a mí. Compramos algunos CD’s, unos libros de cuentos para Ade y Justin se llevó unos vinilos de colección de bandas como The Who. Almorzamos en un restaurante del centro entre risas y anécdotas divertidas de nuestra niñez, jamás la había pasado tan sencillo y divertido con Justin. En realidad, él había cambiado. Estaba logrando el cambio que yo había sufrido hacía dos años y medio, cuando tuve a Ade.



Luego del almuerzo regresamos a casa. Vaya a saber qué prepararían ahora para este “gran día”. Ade estaba dormida, en realidad se había cansado y no la juzgo, caminamos mucho. Justin subió y la dejó durmiendo en la recamara, para luego regresar a la sala.



—Gracias —musité cuando él entró—. Realmente el mejor regalo de cumpleaños es estar los tres juntos, como una familia —él me sonrió acariciando mi mejilla mientras se sentaba a mi lado.
—No hay nada que agradecer, mi princesa —me informó dulcemente—. Aún así, esto no termina todavía —lo suponía.
—¿Por qué siempre exageras tanto? —pregunté divertida— Sabes que odio el hecho de estar cumpliendo veintitrés hoy.
—No tiene nada malo tener veintitrés —me anticipó frunciendo el ceño, yo solté una pequeña risa.
—Venga, ¿y qué sigue? —le pregunté. Él sonrió pícaramente.
—Me odiarás por esto, ¿no? —yo me encogí de hombros.
—Depende qué sea —le respondí. Él se puso de pie y caminó hasta detrás del sillón individual y de allí sacó mi antigua guitarra acústica—, ¿qué demonios? —logré preguntar mirándolo incrédula.
—Lo sabía —sonrió victorioso.
—¿De dónde la has sacado? —pregunté tomándola entre mis manos. Era uno de mis mayores tesoros, el cuál consideraba perdido hace mucho tiempo.
—Pues —pasó saliva y se sentó a mi lado—… cuando te fuiste de la guarida, hace unos cuantos años ya, se quedó ahí. Te la habías olvidado. Siempre supe que debería dártela alguna vez y creo que hoy es la ocasión perfecta, ¿no, cariño? —mis ojos se llenaron de lágrimas y yo estaba repleta de recuerdos.
—Nada ha sido fácil, ¿verdad? —él suspiró y acarició mi mejilla secando mis lágrimas.
—Ni parecido, siquiera —confesó tenue—. Pero estamos juntos.
—Solo necesitaba alguien que me empuje un poco más —confesé—. Creía que podía llevármelo todo por delante, la cárcel había sido el pozo más oscuro y ¿sabes algo? —sonreí triste al recordar mi pasado—, en realidad jamás he salido de allí, ni siquiera ahora.
—Jamás has hablado de ello —Justin tenía razón y recordaba que algún día le prometí hacerlo cuando me sintiera cómoda.



Nunca me sentiría cómoda para hablar de eso. Sin embargo, algo en mí me decía que era momento de abrir esa herida para curarla, porque si seguía así terminaría por matarme. No quería morir.



—Fueron los dos años y los seis meses más horribles que pude padecer —y recordaba todo a la perfección—. Empezando por la comida y terminando por la conciencia. Llegué al punto de creer que lo mejor hubiese sido morir allí dentro, era un reclutadero de víboras, y lo más triste era que yo pertenecía a la rama de las más venenosas. No hablaba con nadie, solo pensaba en Ronan y en su expresión si hubiese conocido mi destino, en la mueca victoriosa de Jenn al morir mientras yo cantaba victoria en vano, porque en realidad empezaba a hundirme como el Titanic pudo hundirse algún día —o peor aún, porque lo hacía más lento—. Canalizaba todo a través del boxeo y allí dentro me hice fama de destructora, quién se metiera conmigo salía herido, pues así lo cumplía. Yo… —suspiré y sonreí melancólicamente intentando no llorar—, no les temía. Todos me temían a mí. Estaba sola y no quería cambiarlo —lo recordaba perfectamente—. Pensaba en ti, en qué pensarías de mí, si me habrías olvidado, si me amarías aún. Pensaba en Miley, en cuán decepcionada se sentiría. Pensaba en Cait, en el dolor y la lástima que me tendría. Pensaba en Samanta y en su seguridad, en si alguien aún querría hacerle daño y solo lograba odiarme más y más —las lágrimas comenzaron a caer.
—No sigas si no quieres —me ofreció Justin—. Te he aceptado como eres, sin saber todo esto. No voy a juzgarte.
—Entonces, ¿sabes qué pasó? —las lágrimas caían más y más rápido— Pensé en que tal vez sí me amabas aún, en que esperabas por mí afuera. Y fue allí cuando las noticias comenzaron a llegar. Supe del Clan, de tu liderazgo, de que estabas metido en eso aún y deduje que lo hacías por mí. Me propuse ser el peligro mismo, aceptar mi puto destino y al salir de allí destruirlo todo a mí paso. Todo lo que me hiciera mal, debería irse —confesé—. Incluso esa filosofía llegó a destruirme, todo estaba mal cuando salí. Tú y yo, ya creí que no funcionaríamos jamás. Realmente cada día que pasaba junto a ti me sentía presa, porque creía que la libertad al salir iba a ser pelearme con todos, matar a quién quisiera y ser una perra patea traseros —sonreí irónicamente—, no podía entender que en realidad… —suspiré— lo que me pasaba era un exceso, no de drogas o alcohol, como antes. Sino un exceso de odio, de furia, de culpa. Te destruí, eso hice. En vez de destruir a quienes odiaba, destruí a quién amo y me amó con locura.
—Quien te ama con locura —me corrigió interrumpiéndome mientras tomaba mi mano.
—Quizás solo era parte de crecer, o prefiero creer eso. Simplemente, destruí unas cuantas páginas de esta historia y duele, ¿sabes? De solo pensarlo me duele —le confesé.
—No las has destruido —habló él mirándome—, solo están escritas con palabras que jamás creí que usaríamos. Con oraciones oscuras, tal vez con tinta mal usada. Pero… eso no lo hace malo, ¿sabes? Porque el libro continúa y estamos escribiendo la mejor parte y falta aún. Falta el final feliz, ¿sabes? Porque tendrá uno de esos, lo sé —mis lágrimas caían rápidamente, pero eran de emoción esta vez.
—Gracias, Justin —él me sonrió—. Gracias por curarme tantas veces.
—Te amo, siempre lo haré, siempre voy a curarte, nena —acarició mi mejilla.
—Te amo —besé fugazmente sus labios—. Siempre voy a amarte, Justin. Siempre.
—Oye —musitó—… con todo esto me he olvidado de lo que iba a hacer —arqueé una ceja algo confundida.
—¿Qué harías? —le pregunté.
—Mmmh —me sonrió levemente y acarició mi mejilla. Adoraba su tacto, debía admitirlo—, iba a pedirte que me cantes algo.
—¿Cantar? —cuestioné divertida y negué con mi cabeza— Ya no lo hago.
—¿Cómo que no? —me preguntó— Has cantado en el casino y también antes en el antro —me recordó mirándome inquisitivamente.
—No es lo mismo, ¿sabes? —suspiré y sonreí amargamente— cantarte, cantar así… —miré la guitarra—, no es lo mismo. Es el pasado.
—Uno el cuál te hace quien eres —me recordó y sí, tenía razón—. Vamos, cántame algo —insistió.
—Creo que va a gustarte —musité intentando hacerlo bien esta vez.



Tomé la guitarra entre mis manos, como si fuera a tocar, después de todo era lo que haría. Me traía tantos recuerdos, como las veces que huía de casa a tocar en el subte o mis presentaciones en el centro cuando solo era una adolescente adicta a los alucinógenos. Demonios, ¡qué pasado horrible! La cicatrices aún estaban allí, tal cual siempre. Aún dolían y no física, sino moralmente cuando las veía en mis brazos. El placer y la descarga que me producía quemarme con un cigarro o pasarme la navaja por mis brazos, jamás había tenido una explicación lógica. Nunca.


Canté la canción que le había escrito hacía tiempo (http://www.youtube.com/watch?v=bjoaFK744mc). Los ojos de Justin estaban clavados en mí con atención, como si buscara descifrar algo en mí. Siempre había sido así, desde que lo conocí y jamás le pregunté qué buscaba. Debía hacerlo.


—Young & Beautiful —comentó y sonrió levemente acariciando mi mejilla.
—Siempre me pareció extraño que me miraras de esa manera —él arqueó una ceja mirándome divertido—. Buscas algo en mí, ¿qué es? —fui directa, lo sé.
—Tus ojos —respondió—. Tus ojos son algo bastante peculiar en ti. Jamás dicen nada.
—¿A qué te refieres? —pregunté confundida. Su respuesta no había sido nada coherente. Al menos, no para mí.
—Los ojos de una persona siempre reflejan algo —comenzó por introducirme al tema—. Expresan algún sentimiento, o al menos un indicio de ello. Desde que te conocí, jamás pude descifrar algo concreto en tus ojos. Son dos lagunas oscuras y misteriosas. Creo que es lo más sexy que he visto en el mundo, pero lo más desesperante a veces —sonreí divertida. Bieber estaba loco.
—Mis ojos son normales —le recordé—. Solo aprendí a no expresar nada, es eso.
—¿Y por qué es así? —me preguntó— Me desespera.
—El dolor me hizo lo que soy, incluyendo eso que tú admiras y aborreces al mismo tiempo —le respondí—. Odiaba que descifraran que tenía miedo, que estaba apenada o que quería a alguien o algo y me dolía lo que me hacían. Simplemente, debía esconder tanta mierda y encontré la forma. Supongo que Jenn me lo pasó en los genes —ella era igual en ese sentido.
—Ella también lo hacía —recordó Justin. Yo asentí sonriendo amargamente. Odiaba recordarla, mucho más saber que algo de ella quedaba en mí aún.
—Sí —afirmé—. Sin embargo, yo siempre pude descubrir que había en sus ojos celestes —solté orgullosa—. Supongo que entenderme a mí misma haciéndolo, me proporcionó la ventaja de leer sus ojos también. En eso éramos iguales, y me da asco decirlo —confesé.
—Después de todo fue tu madre —elevé mi vista para mirar a Justin duramente.
—Jamás lo repitas —le exigí—. Es lo último que quiero oír en lo que me queda de vida. Ella está muerta, siempre lo estuvo para mí.
—Si no la sueltas, no sanas la herida —cada palabra que decía me metía un poco más en la oscuridad. Estaba comenzando a desesperarme.
—Si la suelto, purgará su alma. Dios perdona, irá al cielo. Pues, lo que yo quiero es que se queme en el infierno toda la eternidad. Y si tengo que ir a ese mismo lugar para verla pagar y que lo haga del modo que merece, lo haré —sonaba demasiado frívola. Hacía demasiado tiempo no hablaba así. Pues, Ade me había llenado de luz—. No me importará sufrir más. Ya es parte de mí.
—No hables así —me exigió Justin con seriedad—. Odio escucharte hacerlo de nuevo. Te amo y no dejaría que seas una puta resentida toda tu vida, ¿olvidas quién lo hizo? ¿Recuerdas como terminó? —pasé saliva.
—Adelaide jamás me mataría, ¿sabes por qué? —clavé mis ojos en los suyos—, porque la amo y jamás le haría daño.
—Sé que eso no pasará —me aseguró—. Después de todo, no eres Jenn.
—Ojalá pudiera no llevar su sangre —deseé—. La odio.
—Sé que eso algún día cambiará, tengo fe en que puedas llenarte de luz todavía —sus palabras habían pegado bajo en mi corazón. Demonios, odiaba esa cursilería y positividad. Me destrozaban. Yo sabía que eso no sucedería.
—No sé si ese ser existe aún —mi negatividad era mucho más fuerte que yo.
—Adelaide sí existe, ella lo logra —me afirmó sonriéndome levemente y acarició mi mejilla luego.
—Jamás te lo dije —titulé lo que seguía—, pero debo hacerlo. Gracias, Justin. Gracias por darme una hija maravillosa —sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente, de orgullo tal vez.
—Te amo —murmuró—. Y gracias a ti, por hacer que yo dejara de ser un hombre moribundo —sonreí algo divertida y rápidamente me senté en su regazo frente a frente con él, rodeándolo con mis piernas.
—¿Mi hombre moribundo quiere despertar? —susurré sensualmente a su oído.
—Es lo único que quiero en este momento —susurró mientras su respiración pegaba contra mi cuello. Amaba que hiciera eso.




2 comentarios:

  1. Poli me encantooo siguela, me encanta que justin sea tan tierno con ella y que ella ya comenzo a ser tierna me encanta enserio siguela y SALUDOS

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  2. http://asyoulongasyouloveme.blogspot.com es mi primera novela. ¿te podras pasar y decirme que te parecio por favoooooooooooooooooooooooooooooooor?

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