—No sabemos si es
este —me digné a mencionar.
—¿Y si lo es? —me
hizo ver el otro lado ella— ¿Y si sí es él y está engañándonos? Muchos zafaron,
como pasó con mis compañeras de celda, pero hay muchos otros órganos esparcidos
en el mundo, con sus dueños bajo tierra, ¿lo entiendes, no? —no sabía qué
hacer. No podíamos enfrentar a Paco sin saber si era verdad o no, y si era
verdad debía organizar un plan muy bueno, pues Paco realmente sería peligroso
en tal caso.
—Debo hablar con
Cody y Nick al regresar a la ciudad. No hay que hacer mucho alboroto, pues… si
Joe, Demi o Avril se enteran será una cosa demasiado pública y por cautela y
seguridad hay que tener la mejor privacidad del mundo. Corremos riesgo si lo
que suponemos es cierto —y ya estaba alterándome.
—Justin…
—carraspeó—, no quiero quedarme fuera de esto —soltó con sutileza—. Sé que
temes que me pase algo, pero cariño, créeme que no puedo estar tranquila
sabiendo que estás corriendo peligro, que podría ayudarte y no hago nada.
Justin, estoy a tu altura, no debajo de ti, voy a tu par y haremos las cosas
juntos, por nuestra hija, ¿sí? No nos pongamos en guerra, amor. Sé cómo
hacerlo, cómo defenderme. No me pasará nada —la miré con la mirada cargada de
miedo. Debía admitirlo, no podía perderla otra vez. Debía ceder.
…
Esa misma noche
volvimos a la ciudad, Justin estaba hecho un puto manojo de nervios y
curiosidades, sabía que probablemente Paco era el tipo del cual yo hablaba,
estaba segura y no sabía por qué. Sin embargo, no podíamos hacer absolutamente
nada. Entré a la sala y me senté en uno de los sillones, para ser honesta, la
vida silvestre me agobiaba, necesitaba el humo y el ruido de la ciudad, no
había mucho qué decir.
Estuve algunos
minutos allí y me predispuse a subir cuando vi a Justin bajar por las escaleras
a grandes sancadas.
—¿Saldrás? —le
pregunté al ver que aún seguía cambiado y llevaba una chaqueta en su mano. Él
solo no se detuvo.
—Nos vamos —me
corrigió la idea—. Debemos hablar ya con Cody o Nick.
—No podemos salir —hablé
con autoridad, él frenó a verme frente a frente—. Adelaide no quedará sola.
—Demonios —maldijo
en voz baja, no la había tenido en cuenta.
—Además, hay
mejores opciones que actuar como desesperados —Justin me miró atentamente, algo
desesperado, justamente.
—¿Y si nos hace
daño? —yo sonreí algo divertida.
—Descuida, corremos
siempre el mismo peligro —obviamente—. Mira, no sabes si es o no él, pero ¿y si
no lo es y armas un lío enorme por nada? ¡Bingo! Te ganas un enemigo —era una
mínima opción, pero la era.
—¿Y qué diablos
haremos? —cuestionó algo nervioso.
—Saquemos
conclusiones —le pedí caminando hacia la sala, él comenzó a seguirme. Yo me
senté en el sillón individual.
—Tú dices —me
afirmó. Suspiré teniendo en cuentas algunas ideas.
—Es el mafioso más
grande de México, si es que es el mismo Paco —obviamente—. Por ende, va a
lugares donde los mafiosos irían un viernes —Justin arqueó una ceja confundido.
—¿Un casino? —buena
idea— Porque un antro sería poco lógico para negociar hoy viernes. Los negocios
se cierran hoy, siempre. No lo harían entre putas y alcohol —Justin estaba
entendiendo.
—¿Hay un solo
casino en toda la ciudad? —Bieber se encogió de hombros.
—Estamos al sur —claramente—,
debe haber alguno en la región.
—No sé si estarán allí
—en la región todos lo conocían, no negociaría allí—. Seguramente estarán al
norte —Justin asintió dándome la razón.
—¿Y qué haremos? —murmuró
Justin sin entender el plan, obviamente porque no le dije lo que pensaba.
—Debemos ir —hablé
con seguridad.
—Nos conoce —me
recordó.
—Por ello mismo —hablé
sonriendo maliciosamente—. Si nos conoce y está en cosas turbias intentando
hacernos caer hay dos opciones, atacará
o se irá. Si no está en nada, se quedará y nos invitará a jugar.
—¿Y con qué excusa
vamos? No es lógico ir por ir nada más. Además, ¿la niña? —y por primera vez me
causó ternura saber que él pensó en la niña con muchísimas responsabilidad.
—Descuida —le pedí—,
Ade estará bien. Iremos solo un rato con la excusa de que cantaré allí, ¿qué
dices? —sonreí esperando que se arriesgara.
—No lo sé…
—Si no arriesgamos
corremos más riesgo aún —él guardó silencio mientras yo esperaba que cediera.
—¿Y cantarás rock? —yo
solté una pequeña carcajada.
—Aún no sabes lo
que puedo hacer con mi voz, Bieber —le afirmé poniéndome de pie—. Vamos, saca
un smoking y cámbiate. En poco bajo y deberemos ser rápidos.
…
Bajé vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=102074039. Mi cabello venía recogido elegantemente y
mi maquillaje solo era un poco de delineador fino y pintura de labios color
roja. Justin estaba esperando vistiendo un smoking negro y zapatos a tono.
Estaba nervioso, podía notarlo… pero no había nada de qué preocuparse.
Sentía una adrenalina
bastante peculiar, quizás la misma que sentía hace tiempo cuando solía hacer la
misma mierda que iba a hacer. No era la mejor manera, pero era la única. La
justicia estatal era una mierda, solo servía la justicia de mano propia.
—¿Ya vamos? —me preguntó,
yo asentí.
—Quiero pedirte
algo —él me miró atentamente—. No quiero que actúes por instinto, ¿sí? Todo
debe ser acorde a lo que planeamos porque si nos salimos de la línea, podríamos
morir.
—Confío en ti —escucharlo
decir eso me hizo sentir segura de lo que haría. Le sonreí levemente y él besó
fugazmente mis labios.
Condujo hasta el
casino que se encontraba al norte de la ciudad, Justin le entregó las llaves al
botón el cuál aparcaría. Tomó mi brazo y nos dispusimos a entrar. El lugar
estaba lleno, la gente tomaba champagne y jugaba a la ruleta o en las mesas de
apuesta, tal como las películas de Hollywood.
—Si negociará, no
estará aquí, mucho menos solo —comentó Justin disimuladamente a mi oído, lo
miré como si nada sucediera, debíamos actuar como del montón.
—Tal vez esté en el
bar —murmuré—, y debe ser justo que vayamos ya que si vengo a cantar, cantaría
allí, ¿no lo crees? —Justin asintió mirándome fijamente.
—No dejaré que nada
te pase —me informó.
—Estoy tranquila,
cariño —le aseguré—. Descuida, ya vamos.
Entramos al bar y
tal como habíamos planeado debía ir hacia la banda que sonaba usualmente en
lugares como esos. Le indiqué al guitarrista qué debía hacer. Acató mis órdenes
simpáticamente, Justin tomaría una mesa. Todo comenzaba a convertirse en una
gran mierda y tenía el presentimiento de que comenzaría a caer pronto,
demasiado pronto como para ser cierto.
Me paré frente al
micrófono, lentamente subí mis manos hasta el micrófono y la guitarra comenzó a
sonar. Cerré los ojos y la imagen de Adelaide apareció en la oscuridad que
inundaba mis ojos en ese momento. Quizás la canción no era la mejor, tal vez
era la peor que pudiera haber elegido en mi vida, estaba lleno de hombres y
prácticamente era un trozo de carne indefenso, uno muy sabroso. (http://www.youtube.com/watch?v=wq3NcmSz_Yk). Terminé de cantar y muchos de ellos, en
su gran mayoría, aplaudieron con fervor.
Bajé de la tarima
directo a donde estaba Justin. Él solo se quedó allí para que yo me sentara.
—¿Está aquí? —pregunté,
él negó sin perder su mirada del punto cuál miraba desde que llegué—. Demonios —maldije—,
¿qué ves? —me animé a preguntar. Él salió de su trance y me miró fijamente.
—Samanta está aquí —logró
que mi corazón se paralizara leves segundos, ¿Samanta, mi hermana, aquí? ¿Qué
demonios?
—¿Samanta? —cuestioné
incrédula— ¿en México? No debe ser cierto, debes de ver mal, Justin —afirmé
mirando en la dirección que él miraba antes.
—No sé qué haga
aquí, pero allí está, mira —me repitió mirando hacia donde antes—. Está allí,
cabello rubio, vestido azul.
—Justin, me ha
visto —deduje, él asintió volviendo su vista a mí, como yo a él—. No quiero
verla —añadí desesperada—. Debemos irnos.
—Será demasiado
obvio, ___________(tu nombre). No por ella, por todos —habló con autoridad Justin—.
Debemos quedarnos unos leves segundos, después nos iremos, ¿vale? —yo suspiré
frustrada.
—No es justo que la
maldita perra deba estar aquí —protesté—, ¿a caso el mundo es tan pequeño?
—No lo sé —murmuró
Justin—. Lo importante es que no sepa dónde estamos —creo que se refirió a que
no conociera dónde vivíamos.
—No la soportaría —hablé
entre dientes—. Solo veo el puto reflejo de Jenn en ella.
—Cálmate —me pidió
Justin—. No te alteres tanto, ni siquiera ha intentado venir hacia aquí. Quizás
zafamos.
—De todas formas,
dejamos a Adelaide sola —le recodé—. Debemos volver cuando antes. No
encontramos nada aquí —nada.
—Solo nos queda
hablar con los demás, mañana —él tenía razón. No había otra opción para
implementar.
—Ojalá no sea el
jodido del cuál hablaban en la cárcel —deseé—. Si no deberemos hacer miles de
planes para salir bien de esta.
—Vámonos —me indicó
él poniéndose de pie, yo atiné a hacer lo mismo.
Caminamos hasta el
estacionamiento, ninguno de los dos hablábamos. Estaba furiosa, no habíamos
conseguido nada y eso me frustraba de una manera indescriptible, supuse que
Justin sentía lo mismo, en peor grado aún.
—¿Qué demonios
hacen aquí? —oí gritar, volteé automáticamente a ver de quién se trataba.
—¡Jodida perra! —exclamé
viendo a Samanta acercándose a nosotros con prisa— Vete, has como si no me has
visto, porque no necesito de ti para seguir viviendo.
—Samanta, aléjate —le
exigió Justin—. Nadie te ha llamado.
—¡Eres una perra! —me
insultó— has matado a mi madre solo por querer ser valiente, ¡me has jodido la
vida! Y lo peor es que tú sigues feliz y coleando, ¡eres una maldita desalmada,
___________(tu nombre)! —reí con cinismo, fue lo único que pude hacer ante su hipocresía.
—Debe ser que tú
eres igual que ella porque sabiendo todo lo que Jenn le hacía a tu propia
hermana sigues defendiéndola —habló Justin. Estaba furioso, podía notarlo. No
solo por el hecho de encontrarnos a Samanta, sino por el hecho de no tener nada
acerca de Paco.
—Eres un imbécil,
un iluso —lo insultó Samanta, mi cuerpo, mientras tanto, estaba en una especie
de disociación y eso comenzaba a preocuparme. Eso solo supo sucederme cuando
estaba en rehabilitación—. Te dejas engañar y usar por esta criminal —añadió
mirándome. Samanta estaba loca—. Tú podrías haber sido feliz conmigo, Bieber. Claro
que sería mejor que esta mierda que te da la perra de mi hermana —mi corazón
latía con furia. Demonios, ¿qué me pasaba?
—¡Ya cállate! —le
gritó Justin— Cállate porque terminarás con el cuello roto, maldita estúpida.
Lárgate y déjanos en paz ¿ya? Vete —le exigió Justin.
Samanta solo se dio
la vuelta y comenzó a caminar hacia el casino otra vez y allí estaba yo, inmóvil.
Justin me rodeó con sus brazos parándose frente a mí. Supe instantáneamente que
él se dio cuenta de que yo no estaba nada bien.
—¿Qué pasa, bebé? —me
preguntó mirándome fijo a los ojos, haciéndome salir de mi trance. Él estaba
tenso, podía notarlo.
—Odio tener a mi
pasado tan cerca —sentencié frívola.
—La próxima vez voy
a matarla —me afirmó él apretándome contra su pecho. Su corazón latía
rápidamente.
—Quiero ir a casa —le
informé. Él volvió a analizar mi rostro.
—¿Estás bien? —me
preguntó.
—Algo malo va a
pasar, llévame a casa —le ordené.
Casi inmediatamente
Justin comenzó a conducir, luego de que abordáramos la camioneta, obvio. Después
de algunos minutos nos encontrábamos ya en casa, bajé y subí rápidamente.
Adelaide dormía plácidamente en su cama, sentí mi corazón volver a la
normalidad, pero sabía que algo andaba mal.
…Al día siguiente…
Desperté algo
tarde, quizás. Tomé una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=103583366&.locale=es. Peiné mi cabello, me maquillé como siempre
lo hacía y bajé hacia la cocina. Adelaide y Justin estaban allí.
—¡Miren quién
despertó! —comentó Justin divertido, Ade esbozó una hermosa sonrisa.
—Hola, mami —saludó
simpáticamente, yo me acerqué a besar su frente.
—Hola, cariño —saludé—,
¿qué tal estás hoy?
—Bien —me respondió—.
Justin cocinó.
—Creí que tendrías
hambre —miré el reloj en la pared, honestamente no sabía que me había quedado
tan dormida. Ya era hora de almorzar.
—¡Demonios, he
dormido una vida! —Justin sonrió comprensivamente.
—Descuida —me pidió
él—, tenemos un día tranquilo en casa.
—¿Sí? —pregunté
sentándome al lado de mi hija.
—Pues, está
lloviendo —comentó Justin— y Ade me propuso mirar una película por la tarde,
¿qué nos dices, ___________(tu nombre)? —verlos sonreír a los dos juntos era un
pecado. Tanta belleza debía ser ilegal.
—Mmmh… pues solo si
me dejan hacerles palomitas —Ade hizo una mueca de felicidad.
—¡Son su
especialidad! —le explicó a Justin— Sí, sí, sí —exclamó divertida.
Justin había
cocinado pasta exquisita. Realmente, era un excelente cocinero. Mientras
comíamos el timbre sonó. Ya que él había cocinado, le dije que yo iría a ver
quién era. Caminé a través de la sala y abrí la puerta para quedarme atónita,
¿qué demonios estaba sucediendo?
—Buenos días —saludé
preocupada por lo que iría a seguir—, ¿se les ofrece algo?
—Somos oficiales de
la policía —me afirmó uno de los dos tipos—, ¿usted es la señorita
___________(tu nombre y apellido)? —yo asentí pasando saliva.
—¿Hay algún
problema? —pregunté. Otra vez la cárcel no. No lo soportaría.
—…
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Chicas, les debo
unas disculpas ENORMES. Me desaparecí sin avisar nada y es que no fue mi
intención no subir en tanto tiempo. Pero entre las competencias de baile, el
colegio y algunos problemas personales me fue imposible hacerme tiempo como para
escribir algo. Lo lamento, pero… no teman, ¡ya he regresado y terminaré lo que
he empezado! Las amo (:
Poli.
P/D: COMENTENN!
¿La policía? O_O ¿por qué? ¿qué ha pasado?
ResponderEliminarNo puedes dejarme así!!!! jaja
Necesito leer el siguiente capitulo!! Espero impaciente :)
Siguela
ResponderEliminar