…
—No sabes cuantas
veces he soñado con esto —murmuró acariciando mi espalda, yo estaba recostada
boca abajo con mi cabeza en su pecho. Nuestras respiraciones eran una armonía
pacífica.
—Ahora sí no
tenemos demasiado tiempo —le recordé—. Debemos salir de New York, pero antes
debemos lograr que Adelaide no nos encuentre así cuando despierte —añadí algo
divertida.
—Te amo,
___________(tu nombre).
—Te amo,
Justin.
Volvimos a
cambiarnos, no podíamos perder el tiempo. Debíamos irnos de New York, quien
sabe a dónde demonios, pero debíamos hacerlo. Desperté a Adelaide y la cargué
hasta el auto, donde Justin me esperaba. Subimos y él comenzó a conducir. Luego
de unos veinte minutos, tal vez, estábamos nuevamente en la guarida.
Todo estaba tal
como lo recordaba y eso me atormentaba de una manera inexplicable. Adelaide se
aferró a mi cuello cuando comenzamos a caminar detrás de Justin hacia la casa.
El viento nos pegaba de frente y la verdad, lo que menos quería hacer era
volver a esa casa. El pasado se grababa a fuego en mis retinas. Las imágenes recorrían
mi mente sagazmente. Dolía, solo eso. Honestamente, yo había sido una mierda.
Los recuerdos de
Jennifer muerta y yo con el arma ante mis ojos aparecían rápidamente, mi
corazón comenzaba a latir más rápido, jamás superaría eso. Las alucinaciones, ver
a Sam perseguirme durante noches y noches bañada en sangre por donde quiera que
fuera, era una tortura. Jamás nada me sacaría del pozo, ni siquiera mi hija. Ni
siquiera ella. El pasado era una sombra inamovible. Una cicatriz que jamás se
iría de allí, porque cada vez que recorriera un lugar ya transitado, volvería a
sentir esa mierda en mí, cada vez que Adelaide mirara mis brazos con curiosidad
por las cicatrices y las quemaduras de cigarrillos, recordaría la clase de
imbécil débil y estúpida que fui y siempre seré.
—¿Estás bien? —preguntó
Justin mirando que yo simplemente no avanzaba, sacudí la cabeza ante la mirada
atenta de él y la niña quien estaba en mis brazos.
—Sí, solo estaba
respirando un poco —confesé subiendo los escalones hacia la puerta. Él me
esperó y abrió la puerta.
—Adelante —murmuró,
yo pasé temerosa y él caminó detrás de mí.
—Justin —habló
Jaden mirándonos desde el sillón. Su cara expresaba total asombro.
—¿Está Chaz, Jaden?
—preguntó Justin seriamente, en realidad lo preocupaba esto y me parecía algo
bastante curioso. Sabía que no todo sería tan fácil, después de todo para mí
nada era tan fácil.
—Creo que está en
el despacho, estaba hablando con Willow —añadió sin dejar de mirarme—, ¿cómo
estás, ___________(tu nombre)?
—Bien, gracias —respondí
algo seca, tal vez.
—¿Ella es tu hija? —preguntó
mirando a Ade.
—Sí —respondí y
miré a la niña—. Ade, saluda.
—Hola —murmuró ella
algo penosa.
—Hola, linda —saludó
Jaden simpáticamente—. Es una sorpresa verte por aquí, ___________(tu nombre).
—¿Será que Willow
va a demorar demasiado? —preguntó Justin interrumpiéndolo—, porque tenemos
prisa.
—No lo sé —respondió
Jaden atentamente—, ¿pasó algo Justin?
—Debo mudarme lejos
de la ciudad —soltó Bieber con autoridad, Jaden solo lo miró en silencio.
—¿Oí bien? —Willow
apareció de la puerta con cara de desencajada, quizás era el verme allí.
—¿Qué quieres,
Willow? —le preguntó Justin con el ceño fruncido— No he venido aquí a hablar
contigo, solo guárdate lo que debas decir.
—¡Vete al jodido
demonio! —le gritó ella— Solo te vas porque de seguro la perra esta te ha
metido el cuento de que el bebé es tuyo, ¿no? —la rabia comenzó a correr por
mis venas, si no se callaba no iba a responder de mí— Lamento informarte que
nos estás cambiando por una persona enferma.
—Enferma estás tú —le
contesté—, ¿y sabes qué es lo peor? Que estás enferma de envidia, de odio.
—Justin no se irá
contigo —me informó ella—, porque ya no te ama —añadió con toda la seguridad lo
que me hizo reír con mucha fuerza y rabia, quizás.
—¿Y qué es lo que
crees tú, cariño? —le pregunté irónicamente—, ¿Qué Justin te ama a ti y se
quedará a amarte por la eternidad? Si es que puede amarte, claro —ella frunció
el ceño y carraspeó suavemente, estaba por decir algo.
—Ya basta —habló
Chaz antes de que Willow dijera algo—. Demasiado ya es con tenerte aquí otra
vez, ___________(tu nombre). No quiero más peleas.
—Te lo dije —musité
mirando a Justin—. Hubiese sido mejor que me quedara en la ciudad.
—Necesito tu ayuda,
Chaz. No estoy bromeando, si hablamos contigo a solas será mejor.
—Está bien —accedió
Chaz a la petición de Justin—, acompáñenme al despacho.
Bajo la fría y
controladora mirada de Willow nos perdimos camino al despacho por el camino que
tantas veces había recorrido. Al entrar nos sentamos. Adelaide estaba tensa,
nerviosa, intimidada. En realidad, quizás solo le estaba contagiando mis
propios nervios, mi angustia, mi pasado oscuro y eso comenzaba a preocuparme.
—Bien, los escucho —murmuró
Chaz con seguridad—, ¿en qué puedo servirles?
—Necesitamos
mudarnos, los tres —aclaró Justin mirando a Adelaide con una mirada cálida—,
hacia otro lado que no sea la ciudad.
—Oh, ¿y por qué
eso? ¿De qué me perdí Justin? —Bieber suspiró intentando que no doliera lo que
iba a confesar, yo agaché mi cabeza con vergüenza, tal vez.
—Decidimos hacer
bien las cosas esta vez —se dignó a decir Justin—. Tener la familia que jamás
llegamos a planear, pero que tenemos.
—¿De qué diablos
hablan? —Chaz no entendía exactamente lo que Bieber decía.
—Adelaide es mi hija,
no de Zayn —soltó Justin chocando las palabras, tal vez para evitar el hecho de
que el problema conmigo no estaba del todo resuelto, en realidad del nada
resuelto—. No podemos quedarnos aquí, Malik no sabe nada de esto.
—Mierda —murmuró
Chaz procesando tanta información—, ¿no has recapacitado sobre ir a Inglaterra?
Sabes que Stratford es un buen lugar —Justin frunció el ceño, no estaba
conforme.
—No lo creo, Chaz —habló
con seguridad—. Los negocios van mal allí, ¿qué haría? No, no lo creo.
—¿Y México? —ofreció
Chaz rápidamente, Justin destensó su cara, señal de que para él era buena idea.
—¿Qué dices, nena? —me
miró fijamente.
—Sabes lo que
pienso —él sonrió a penas y lo miró a Chaz.
—Bien, iré a la
guarida de México —le aseguró a Somers—. Solo deberás llamarme para lo que
necesites, ¿vale?
—Suerte, viejo —Chaz
nos sonrió—. Y espero que esta vez puedan llevarse.
…Dos días después…
Me levanté esa
mañana algo preocupada, Justin me anticipó que los integrantes del Clan que
estaban en la ciudad llegarían ese mismo día. Me metí en el baño, Justin y
Adelaide aún dormían, tomé una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=97951756&.locale=es. Me maquillé como lo hacía habitualmente y
me dejé el cabello suelto. Salí a la habitación y Justin estaba cambiándose.
—Hola —saludé, él
se volteó a verme.
—Hola —saludó
respondiéndome—, ¿la niña duerme? —yo asentí.
—Sí, aún sí —le
respondí—. Iré a la cocina a preparar el desayuno —le anticipé.
—Voy contigo —me
aseguró poniéndose de pie—. Desayunemos juntos.
La casa era lo
suficientemente grande como para que yo me sintiera demasiado pequeña en ella.
Así que bajamos las escaleras en silencio hasta llegar a la cocina, yo me
dispuse a hacer café.
—¿Cómo le diremos a
Adelaide la verdad? —fue la simple pregunta que él soltó. Volteé a mirarlo
sorprendida de tanta espontaneidad— Porque espero que ella me llame papá algún
día.
—Ade es chica aún,
Just —le recordé—. A penas si tiene dos años, ¿qué podría entender? —él asintió
frustrado.
—Aún así —suspiró
poniéndose de pie mientras se acercaba a mí—, siento que esto no es lo mismo.
—¿De qué hablas? —me
intimidaba cuando se ponía tan cerca de mí. Todavía sentía culpa por lo que
hice.
—Me cuesta pensar
que estás conmigo y que no estás pensando en dañarme, otra vez —me confesó
apoyando sus manos en mi cintura.
—Me da demasiado
miedo que jamás logres perdonarme, Justin.
—No podría amarte
si estoy odiándote —me recordó él, yo arqueé una ceja—. Yo no estoy enojado ni
siento rencor, ___________(tu nombre) —confesó con tranquilidad—. Solo tengo
miedo.
—Me da vergüenza
saber que yo he hecho toda esta mierda, porque es lo que soy —agaché la cabeza
muriéndome de pena—, pero en realidad, ya no estoy dispuesta a irme, Justin.
—Prométeme que me
dejarás amarte —me pidió agarrándome del mentón para elevar mi cara hacia él,
yo evité mirar sus ojos, estaba muriéndome de pena.
—Prométeme que me
dejarás remendar todo el daño que te he hecho —cambié yo la petición.
—Quiero que seamos
felices, nosotros dos con nuestra hija, que podamos ser una familia que
disfruta de sí, por favor. Haré lo que sea, pero no hagas que me quede solo
otra vez, ya no —me destrozaba verlo así, ni siquiera podía mirarlo a los ojos.
—Lo prometo —murmuré
en un hilo de voz, no me costaría nada llorar.
—Mírame, por favor —me
pidió. Ante su pedido corrí mis ojos a su encuentro, diablos—. Te amo —murmuró
prolijamente.
—Perdóname —me
animé a decir soltando algunas lágrimas—. Perdóname por arruinarte así, sé que
fui una cobarde. Sin embargo, jamás me voy a perdonar haberte arruinado tanto.
No me negaré bajo ningún punto a que estés con Adelaide, es tu hija, es tanto
tuya como mía y compartimos los mismos derechos —él me miraba con compasión—.
Me equivoqué, cometí el peor de los errores y estoy más que arrepentida. No
merezco esto, pero aquí estoy otra vez ante ti —sonreí amargamente— y otra vez
tú decides dejarme estarlo. Solo quiero hacerlo todo por no caer a ser la misma
cínica y desalmada de Jenn.
—Empecemos de nuevo
—me pidió acariciando mi mejilla—. Hagamos como que nada sucedió, como que fue
un gran viaje en el que estuvimos separados y ahora retomamos lo que fuimos
para hacerlo mejor aún —él secó mis lágrimas con su dedo pulgar haciéndome
esbozar una dulce sonrisa.
—Bésame —le pedí,
él sonrió levemente y se acercó aún más chocando su frente con la mía.
—Como ordenes,
cariño —besó suavemente mis labios algunos segundos—. Cásate conmigo —susurró
casi sin separar su boca de la mía.
—¿Qué? —cuestioné
sorprendida— ¿Hablas enserio?
—No hay nada que lo
impida —me recordó y me robó un corto beso. No podía creerlo.
—Yo… yo… —pasé saliva
sonoramente, era demasiado confuso todo—. Yo no lo sé, ¿no deberíamos
afirmarnos bien todavía?
—¿Dónde ha quedado
la ___________(tu nombre) sagaz que yo he conocido? —me preguntó divertido.
—¿Sabes? —sonreí
divertida— Tienes razón —aseguré—. No sé donde he estado tanto tiempo, pero
debo volver.
—¿Entonces? ¿Qué me
dices? —me preguntó él.
—Pues… sí —sonreí
rodeándolo con mis brazos por su cuello—, acepto casarme contigo, Justin —sonreí
ampliamente, él me devolvió el gesto apretándome contra su cuerpo. Casi al
unísono sonó el timbre, Justin se quedó viéndome.
—Deben ser los
demás —me afirmó—. Iré a atender —añadió soltándome.
Mis piernas
temblaban y aún no podía dejar de sentirme débil ante el aroma de su varonil
perfume, jamás había esperado que en menos de una semana todo se solucionara de
tal manera, con tal rapidez. Era totalmente increíble, aún así no dejaba de ser
mi realidad.
Algunos segundos
después un murmullo comenzó escucharse acercarse a la cocina, poco después
entró un grupo de personas liderado por Justin.
—Ella es
___________(tu nombre) —oí decir a Justin, sonreí mirando sus caras.
—Hola —musitaron al
unísono, seriamente.
—Hola —me digné a
pronunciar.
—Nena, ellos son… —aguardó
a mirar sus rostros—, Avril Lavigne —dijo señalando a una esbelta rubia que me
sonrió naturalmente—. El primo de Chaz, Cody Simpson —el muchacho musculoso y
de cabellos dorados parado al lado de Avril me sonrió amistosamente—. Ellos son
los hermanos Jonas, Nick y Joe —señaló uno por uno a los chicos de cabellos
enrulados y renegridos, quienes me saludaron amablemente con un gesto de cabeza—.
Y por último, una gran amiga, Demi Lovato, novia de Joe —presentó a una hermosa
muchacha con cabellos rubios y algo enrulados.
—Es un gusto —aseguré—.
Soy ___________(tu nombre y apellido).
—El gusto es
nuestro, ¿no? —habló Nick cortésmente.
—Sí, en realidad
cuando Chaz llamó nos extrañó que quisieran venirse hacia aquí —escuché la voz
de Avril pronunciar.
—¿Por qué? —pregunté
curiosamente mientras me sentaba en una de las sillas, al igual que todos.
—México es más
peligroso que New York, cariño —me informó Demi—. Aquí no andas libremente
siendo de un Clan, las pandillas son exageradamente tediosas y odiables entre
sí.
—Si no sabes en qué
estás, ni siquiera intentes hacer una vida normal. Debes cuidarte a más no
poder —me advirtió Cody.
—O terminas con tu
cabeza echa humo —añadió Joe.
—Pero… ¿tú sabes de
esto, no? —prefirió preguntarme Nick, tal vez solo para saber de mi pasado.
—Más de lo que creen
—estaba alejada pero mis años de cárcel no iba a olvidarlos. Mucho menos mi
forma de combatir.
—Aún así debemos
tener cuidado —habló Bieber.
Todos almorzamos en
casa, descubrimos que Demi podría ser la niñera ideal en cualquier ocasión para
Adelaide, después de todo se llevaban de maravillas. Joe tenía un gran sentido
del humor, era un muchacho agradable que planeaba casarse a sus 24 años con la
mujer de su vida, según él. Es decir, planeaba casarse en pocos meses con Demi.
Nick era un tipo más centrado que su hermano, compartía algunas bromas, pero
era más serio y maduro, a pesar de ser menor que Joe. Cody era, algo así, como
el vanidoso de ellos; aún así era simpático y bromista, aunque podía ser serio
si quería también. Avril era explosiva y no podía controlar demasiado sus
ataques de sinceridad, algo que en realidad me agradaba demasiado. Más allá de
todo, eran una buena compañía para lo poco que podía haber llegado a
conocerlos.
—Justin —habló
Adelaide desde el sillón de al lado al de Bieber—, juguemos otra vez.
—Mmmh —gruñó Justin
bromeando—, ¡venga! Si vas a perder otra vez —Ade rió divertida.
—¡Tú pierdes! —lo
retó— Atrápame.
Justin claramente
le dio distancia y ella desapareció hacia la cocina, entonces él comenzó a
correrla, oía los gritos divertidos de la pequeña y las risas contagiosamente
felices de Justin, ¡no podía ser más perfecto! Era admirable ver qué tan bien
se podían llevar, realmente no había mayor placer, mayor satisfacción… en
simples palabras, era la felicidad en estado puro.
—¡Adivina quién
acaba de confesarme que quiere ser ballerina como su madre! —entró Justin
exclamando divertido a la sala con Ade cargada en su espalda como caballito.
—¡No puedo creerlo!
—sonreí divertida, feliz después de tanto tiempo—, ¿Ade tú has dicho eso? —ella
asintió algo vergonzosa.
—Y tal vez sea
mejor que tú, ¿no crees ___________(tu nombre)? —yo asentí convencida.
—Mucho mejor —afirmé
mientras ella corría a mis brazos.
—Pero quiero que tú
enseñes, mami —dijo sonriéndome.
—Te enseñaré todo
lo que desees aprender, lindura —no podía negarme a nada con ella.
—Iré a buscar mis
juguetes —me anticipó Ade.
—Con cuidado —le
grité mientras se iba, Justin se sentó a mi lado.
—Por fin, por fin
somos una familia —sentenció en voz baja viendo a Adelaide irse hacia las
escaleras.