Subí a la
habitación sin encontrar si quiera un rastro de Justin, poco me importó. La
adrenalina ya corría rápidamente por mis venas al pensar en el peligro.
Definitivamente, comenzaba a amarlo. Metí un par de vestidos y unos zapatos en
una mochila y bajé hacia el auto. Debía ir preparada y Chaz ya me había
ambientado al lugar sin dar muchos detalles, aunque me imaginaba en qué iba a
meterme.
Arranqué el auto y
marqué la dirección en el GPS, tenía al menos dos horas de viaje. Encendí la
radio y comencé a viajar al ritmo de Pink Floyd, una de mis bandas favoritas.
Sabía que el negocio no sería demasiado difícil, tampoco fácil, pero tenía
demasiadas ganas de ir al lugar y hacerlo.
Luego de
exactamente dos horas y cinco minutos de viaje aparqué en el estacionamiento
del hotel. Tomé mi mochila y en la parte trasera del carro me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=87800555&.locale=es. Acomodé mi cabello un poco y mi maquillaje
también. Debía verme sexy, provocativa, pero no vulgar. Salí del carro y puse
la alarma. Tomé mi bolso y caminé hasta la entrada. Subí los dos escalones que
daban entrada a un sofisticado loft, donde se encontraba la recepcionista.
Una rubia de unos
aproximados 26 estaba del otro lado del mostrador. Me miró debajo de los
anteojos modelo hippster que traía y acomodó un mechón de su laceado cabello color
oro. Esbozó una media sonrisa y tomó una pluma.
—Señorita, ¿en qué
puedo ayudarla? —debía parecer sofisticada, así que decidí utilizar mis
antiguas clases de idiomas.
—Bonjour —hablé
con claridad y haciéndolo parecer natural y fluido. Mi primer palabra fue
victoriosa—, je voudrais obtenir quelques informations (Buenos días, me
gustaría obtener cierta información) —la muchacha luego de unos segundos
sonrió asimilando mis palabras. Suspiré al saber que entendía lo que dije.
—¿Entiende inglés? —me
preguntó Rox, como decía el cartel de su uniforme. Yo asentí delicadamente.
—Oui (sí).
—De acuerdo, dígame qué
es lo que necesita saber, señorita —carraspeé un poco y le sonreí
amablemente.
—On m’a dit que rester
dans cet hotel à quelqu’un qui veut me voir (Me dijeron que en este hotel se
hospeda alguien que quiere verme) —mi plan era entrar a su habitación
costara lo que costada.
—Oh, pero… —frunció
un poco sus labios, quizás no quería hablar con rapidez—, el reglamento
del hotel no permite darle datos a las personas que vengan a solicitarlos —ella
parecía con ganas de seguir hablando, pero un tipo de unos 30 se paró a mi
lado. Debía admitir que era muy buen mozo.
Parecía un tipo salido de una
película de mafiosos, automáticamente lo asocié con quién estaba buscando. Sus
ojos eran azules y profundos como el mar en verano cuando el sol lo alumbra,
sus labios gruesos y perfectamente definidos, casi en forma de un corazón, su
nariz era un poco aguileña, en su tamaño normal, haciéndolo ver rústico pero
fino a la vez. Definitivamente, era demasiado sexy. Traía un entallado traje
color azul oscuro, combinado con una camisa blanca y una corbata a tono. Todo
un galán.
—Disculpe señorita —habló
con un tono británico el hombre—, necesitaría una réplica de la llave de
mi suite —deduje que efectivamente era él. Pues, en el hotel apostaba
haber una sola suite y la tenía él—. La perdí en un paseo por la ciudad —añadió
algo apenado.
—¡Señor Collins! —dijo
desesperada la recepcionista. Definitivamente la ponía nerviosa su presencia.
No la juzgaba, el tipo era un poco intimidante con sus ojos mirándola. Mi
mirada no se apartaba de él. Estaba conociendo al enemigo, literalmente—
Disculpe mi torpeza —añadió Rox—, no estaba preparada —sonrió
como una idiota.
—¡Oh, lo lamento! —murmuró
el tipo mirándome detenidamente— no me percaté de su presencia aquí.
—Ce n’est pas un
problème, Monsieur (no es ningún problema, caballero) —dije con un tono
calmo y sonreí como una dama francesa lo haría.
—Atiéndala primero,
por favor —le sugirió el tipo. La rubia me miró en la cara.
—Non, s’il vous plaît.
Je suppose que ce qu’ils veulent, c’est un peu moins compliqué que mon désir.
Me humour avec plaisir pour vous servir (No, por favor. Supongo que lo que él
desea es un poco menos complicado que mi deseo. Compláceme con el placer de
atenderlo) —le sugerí a Rox ante la atenta mirada del tipo de ojos
celeste, llamado Sr. Collins.
—Disculpe mi
atrevimiento, señorita —habló el tipo. Rox comenzaba a desesperarse—,
pero ¿de qué parte de Francia viene? —gran pregunta a la que debía
encontrar pronta y astuta respuesta.
—Je préfère dire que
Paris, comme semble d’ailleurs insignifiante si je ne résponds pas à cette
question (Prefiero decir que Paris, pues otra parte parecería insignificante si
no respondo con aquello) —le dediqué una sonrisa bastante coqueta, a lo
que él respondió con un gesto bastante similar.
—Señor Collins, aquí
tengo su llave —aseguró Rox mientras le pasaba una tarjeta—.
Espero poder servirle en lo que guste cuando lo necesite —Collins ni siquiera
intentó moverse de allí.
—Disculpe mi
atrevimiento, preciosa señorita, pero… ¿está sola en New York? —yo
asentí bastante pícara. Rox estaba desencajada en la escena. Quizás notaba el
insinuamiento que había por parte de ambos. De mi parte, estaba todo cubierto
bajo el lema: “Las francesas son ardientes”—. Entonces no la creo capaz
de negarme una cena esta noche —carraspeé divertida. No me convenía
salir del lugar, el microchip estaba dentro de la habitación. En su maleta,
seguramente.
—Me vendría mejor un
almuerzo —hablé fingiendo un inglés muy malo, demasiado malo diría yo—.
Tengo planes para esta noche con unas nuevas amigas.
—Será ahora entonces —aceptó
Collins, ¡las cosas salían mejor de lo que pensaba!
Narra Justin:
Entré desesperado al despacho
de Chaz, él estaba allí, haciendo lo de siempre… nada. Lo miré fijamente, él no
se inmutó.
—Somers —grité,
él elevó la vista como si el grito no lo hubiese perturbado.
—Dime, Justin, ¿qué te
altera así? —fruncí el ceño ante su actitud de filósofo. Estaba
cagándome, lo sabía.
—Tú dime, ¿dónde
demonios está metida ___________(tu nombre)? —solté entre dientes—
no la encontré por ningún lado.
—Deberías estar en
cama, Justin. Debes reposar. Te dieron una fuerte golpiza —fruncí mi
ceño apretando mis puños, dispuesto a pegarle por saber en dónde mierda estaba
mi novia.
—¡Dime dónde está! —le
exigí apoyando con fuerza mis manos sobre el escritorio. Él me miró sin
inmutarse.
—Deberías ir a un
lugar de control de fu…
—¡Mierda, Chaz!
Maldito hijo de puta —le grité exasperado. Me cabreaba demasiado que
fuera así de pendejo—. Dime dónde está.
—La mandé a hacer
negocios —dijo con toda tranquilidad. En ese segundo mi corazón se
aceleró y mi sangre comenzó a quemar en mis venas.
—¿Con quién diablos la
has mandado a negociar, Somers? —escupí con mi mandíbula tensa. No se lo
perdonaría, una sola marca que le quedara a mi chica de esto y Chaz la pagaría
cada segundo de su absurda vida.
—Collins. David
Collins —musitó con toda tranquilidad. Apostaba a que estaba bajo los
efectos de la marihuana, por eso su actitud de idiota—. Descuida, estará
bien. La noté emocionada.
—¡Claro que sí! —le
grité— Ella cree que es un juego. No sabe nada de lo que hace.
—Estuvo dos años y
medio en la cárcel Justin, te apuesto a que sabe mejor que tú como negociar sin
caer —me informó Chaz. Él lo tomaba con tanta tranquilidad que comenzaba
a odiarlo por solo su existir.
—Te lo advierto, si
llega a pasarle algo… tú lo pagarás, ¿venga? —él sonrió amablemente.
—Capté el mensaje,
querido Justin —furioso ante esa respuesta de mierda salí de la oficina.
Narra ___________(tu nombre):
Habíamos subido por el
ascensor hasta el piso cinco y entramos en su suite. Collins era un tipo que
olía a colonia mezclada con la nicotina de un cigarro caro de chocolate. Era
demasiado fácil deducir que consumía whisky. Repensé lo que haría dentro de esa
habitación y me aseguré de que iba a hacer lo correcto. Definitivamente, estaba
bien parada.
—Olvidé un ligero
detalle —dijo con una diversión tranquila—, ¿cómo te llamas? —me
preguntó. No podía decir mi nombre de pila. Debía ser rápida y tener un nombre
francés.
—Virginie Brun —el
apellido de mi abuela (Brun) era francés, por lo que su madre era francesa y
recordé que se llamaba Virginie. Conocer el álbum familiar en situaciones como
estas, era de gran ayuda, definitivamente—, ¿Vous? (¿Tú?)
—David Collins —no
pareciera querer ocultar que era del negocio. Quizás solo lo hacía porque
pensaba que era una francesa idiota y ardiente. Me beneficiaba de cualquier
manera—, ¿qué te trae por aquí sola? New York no es una ciudad fácil.
—Un paseo —dije
toscamente fingiendo mi inglés—. No sé hablar mucho inglés —él me
sonrió.
—Te vez sexy
hablándolo así —pensó en voz alta. Le sonreí coquetamente mientras
analizaba el panorama.
El lugar era una de las
suites de películas. Blanca y pulcra, flores en floreros caros de cerámica,
mesas de cristal, sillas de tapiz crema, cuadros caros, sillones de cuero,
grandes ventanales con cortinas rojas, una gran puerta blanca que se encontraba
abierta dejando ver una enorme cama de dos enormes plazas con mantas sobre
ellas haciendo tono con las cortinas. En fin, todo ordenado y perfecto. Intenté
tener algún indicio de un microchip, pero nada se apareció por allí.
—¿Y tú? —recordé
re-preguntar algo crucial.
—Yo… —carraspeó
un poco mirándome fijo—, negocios. New York es un buen cliente.
—¿New York? —pregunté
divertida y solté una pequeña risilla mientras me acomodaba en el sillón, él no
quitaba la vista de mis piernas, para luego subir a mi cara y repetir la
secuencia.
—No quiero hablar de
trabajo —intentó cerrar el tema. Definitivamente era él el tipo del chip
y apuesto a que lo tenía en la maleta que había dejado a su lado al sentarse.
—Lo lamento, soy un
poco torpe a veces —fingir el inglés me costaba cada vez menos, pero me
sentía una idiota—. Me siento una estúpida hablando así.
—Vuelvo a decirte que
te vez sexy haciéndolo —admito que su acento británico y su media
sonrisa, comenzaban a volverse demasiado sexys. El tipo era un buen partido.
—Vous êtes sexy (Tú
eres sexy) —y no, no estaba ligándome al tipo. En ningún momento había
olvidado a Justin, lo amaba y le sería fiel. Pero negocios, eran negocios y
algunas cosas eran necesarias para hacer lo que uno debía hacer. Ya estaba
metida en el baile, ahora solo debía bailar.
—No estaré en
problemas si hago lo que quiero hacer, ¿verdad? —rápidamente deduje sus
intenciones en su tono pícaro. Sonreí y negué sensualmente con la cabeza.
—Soy una mujer libre —le
expliqué. Él sonrió y se puso de pie.
—Bajaré por champagne —me
anticipó—. Espérame aquí, preciosa. En cinco minutos vuelvo —los
más útiles y mejores utilizados cinco minutos de mi vida.
David se levantó del sillón y
salió de la habitación. Esperé menos de un segundo para cambiarme al sillón del
frente. Su maletín, curiosamente, no tenía seguro. Lo abrí y debajo de unos
cuantos papeles había algo parecido a un sobre de metal con un código y un
grabado que decía: “Microchip 2013”, efectivamente, era lo que buscaba. Ordené
todo tal cual estaba antes de que lo tocara, rápidamente metí la pequeña cosa
de metal en mi bolso y me vi dispuesta a huir de allí. Ya no había nada que
pudiera hacer.
Iba casi disparada por los
pasillos hasta el ascensor, pero sería una mala idea bajar por allí, por lo que
decidí usar las escaleras. Rápidamente bajé por una de ellas y salí del hotel
casi disparada como un rayo. Corrí por el estacionamiento y me subí al carro,
arranqué y me dirigí a la acera.
Había triunfado.
Narra Justin:
Eran casi las 04:00 p.m. y
aún ___________(tu nombre) no aparecía. Estaba comenzando a desesperarme y
sabía que Chaz iba a pagar por ello. Después de todo él la mandó sin consultármelo
primero a mí.
—Tranquilo viejo —me
habló Jaden—. Ella llegará pronto, estoy seguro.
—¡Todo esto es tu
maldita culpa, Chaz! —le grité desesperado caminando de un lado hacia
otro— Simplemente, ¿tanto te costaba mandar a Willow? Pero no, claro.
Como ella es quien te follas, no la arriesgas tanto, ¿verdad? Es eso.
—¡No soy como tú! —protestó
Chaz defendiéndose— Eres tú quien protege como carne fresca a quien se
folla, ¿no lo ves?
—Mejor cierra la boca —me
pidió Willow desde el sillón con total repudio hacia todo—. La perra que
llamas novia estará bien. Es una víbora, quien intente morderla morirá
envenenado.
—¿Qué haremos? —pregunté
desesperado.
—Nada —oí su
voz decir abriendo la puerta—. No harán nada porque estoy de regreso —la
tensión seguía allí. Volteé a verla, estaba sana.
—¿Y qué tal? —cuestionó
Chaz sonriéndole. Ella lo miró seria aún y le tiró algo parecido a un paquete
de cigarrillos, pero más sólido.
—El tipo es un idiota —aseguró—.
Como cualquier hombre se dejó caer bajo los encantos de una culta francesa
hablándole un poco soñadora —sonrió divertida—. Me gusta esto de
negociar, llámame más seguido, Somers —sin decir nada más ella
desapareció de la sala.
—Allí la tienes —me
señaló Chaz a mi novia. Yo lo miré asesinamente.
—Que sea la última
vez.
—Tú la escuchaste —me
recordó él—. Ella quiere más.
—Pero yo no la dejaré —le
informé con voz rígida.
—Le debes una
explicación —me recordó Somers—. Deberás hablar.
La rabia abundaba en mí,
debía aclarar las cosas otra vez. Sabía que esto no terminaría bien.
—Debemos hablar —dije
entrando detrás de ella a la habitación, luego cerré la puerta y me quedé
viéndola. Ella salió del baño en ropa interior y el vestido en mano.
—Me debes una
explicación —dijo ella con un tono firme.
—¿Qué esperas saber? —le
pregunté sentándome en la cama.
—¿Qué diablos pasó
para que te dejaran así? —cuestionó parándose frente a mí—
Mírate, estás todo golpeado.
—Rebbeca, eso pasó —fui
sincero—. Ella está detrás de mí.
—¡Es una perra! —habló
ella comenzando a caminar de un lado para el otro— Va a comer polvo, lo
aseguro. Voy a hacerla trizas.
—No —hablé con
autoridad—. No harás nada hasta que no sea el momento justo,
___________(tu nombre), porque si te atreves a cagar algo de lo que haremos yo
mismo te sacaré del clan y me encargaré de que te comportes como una dama en
New York, ¿es lo que quieres? —ella me miró desafiante mientras se
quedaba quieta y se cruzaba de brazos frente a mí.
—No eres mi padre,
Justin —yo sonreí irónicamente.
—Pero estás bajo mis
órdenes porque yo soy el capitán del Clan, ¿vale? —ella suspiró frustrada.
—No quiero que te
hagan daño —era raro oírla admitir algo.
—Tampoco quiero que te
hagan daño —le dije tirándola por la cintura hacia mí, haciendo que ella
quedara sentada en mi regazo de frente a mí con sus piernas a mis costados—,
por eso no quiero que hagas locuras como las de hoy —ella me miró
fijamente mientras yo acariciaba la piel desnuda de su cintura.
—Justin, no es justo
que me sobre protejas de esa manera, ya no soy una niña. Puedo cuidarme por mí
misma —suspiré abrazándola, mi cabeza daba justo en su pecho. Ella pasó
una de sus manos por mi espalda haciendo que me sobresaltara.
—Auch —me
quejé, ella quitó el tacto y se separó unos milímetros de mí sin moverse de la
posición—. No es nada, descuida.
—Estás golpeado —me
recordó—. Juro que detesto a esa mujer. Debes descansar.
—Quiero amarte —le
confesé. Ella me sonrió levemente y besó mi frente acomodando mi cabello. Se
vio tierna.
—Debes descansar un
rato, Justin —repitió mirándome acusadoramente.
—Necesito paz y esa me
la das tú —ella me empujó suavemente contra el colchón y me sonrió
divertida.
—Está bien, señor
Bieber.
Nuestros labios se hicieron
uno solo y pronto nuestros cuerpos también pasarían a ese estado.
___________(tu nombre) era mi droga, lo único que podía meterme en mis carriles
y estabilizarme otra vez, no importase la situación que fuera. Ella, solo ella,
podía.
Soy nueva lectora y la verdad quedé enganchada con la nove, llevo varios días leyendo y me ha encantado, debes seguirla sin palabras xD... Muy buena, te apoyo en todo, me haces suspirar jajaja.. Seguila que desde el primer capitulo quiero mas :D...
ResponderEliminarP.D: Yo igual hago una nove, espero te pases y que te guste http://kidrauhlnovelajbytu.blogspot.com...
Nos hablamos pronto... Bye
me encanto continuala please :)
ResponderEliminarNECESITO EL SIGUIENTE CAPÍTULO.
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