lunes, 1 de julio de 2013

Capítulo 9°: "Virginie Brun". (2da. Temporada).



Subí a la habitación sin encontrar si quiera un rastro de Justin, poco me importó. La adrenalina ya corría rápidamente por mis venas al pensar en el peligro. Definitivamente, comenzaba a amarlo. Metí un par de vestidos y unos zapatos en una mochila y bajé hacia el auto. Debía ir preparada y Chaz ya me había ambientado al lugar sin dar muchos detalles, aunque me imaginaba en qué iba a meterme.

Arranqué el auto y marqué la dirección en el GPS, tenía al menos dos horas de viaje. Encendí la radio y comencé a viajar al ritmo de Pink Floyd, una de mis bandas favoritas. Sabía que el negocio no sería demasiado difícil, tampoco fácil, pero tenía demasiadas ganas de ir al lugar y hacerlo.

Luego de exactamente dos horas y cinco minutos de viaje aparqué en el estacionamiento del hotel. Tomé mi mochila y en la parte trasera del carro me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=87800555&.locale=es. Acomodé mi cabello un poco y mi maquillaje también. Debía verme sexy, provocativa, pero no vulgar. Salí del carro y puse la alarma. Tomé mi bolso y caminé hasta la entrada. Subí los dos escalones que daban entrada a un sofisticado loft, donde se encontraba la recepcionista.

Una rubia de unos aproximados 26 estaba del otro lado del mostrador. Me miró debajo de los anteojos modelo hippster que traía y acomodó un mechón de su laceado cabello color oro. Esbozó una media sonrisa y tomó una pluma.


Señorita, ¿en qué puedo ayudarla? —debía parecer sofisticada, así que decidí utilizar mis antiguas clases de idiomas.
Bonjour —hablé con claridad y haciéndolo parecer natural y fluido. Mi primer palabra fue victoriosa—, je voudrais obtenir quelques informations (Buenos días, me gustaría obtener cierta información) —la muchacha luego de unos segundos sonrió asimilando mis palabras. Suspiré al saber que entendía lo que dije.
¿Entiende inglés? —me preguntó Rox, como decía el cartel de su uniforme. Yo asentí delicadamente.
Oui (sí).
De acuerdo, dígame qué es lo que necesita saber, señorita —carraspeé un poco y le sonreí amablemente.
On m’a dit que rester dans cet hotel à quelqu’un qui veut me voir (Me dijeron que en este hotel se hospeda alguien que quiere verme) —mi plan era entrar a su habitación costara lo que costada.
Oh, pero… —frunció un poco sus labios, quizás no quería hablar con rapidez—, el reglamento del hotel no permite darle datos a las personas que vengan a solicitarlos —ella parecía con ganas de seguir hablando, pero un tipo de unos 30 se paró a mi lado. Debía admitir que era muy buen mozo.


Parecía un tipo salido de una película de mafiosos, automáticamente lo asocié con quién estaba buscando. Sus ojos eran azules y profundos como el mar en verano cuando el sol lo alumbra, sus labios gruesos y perfectamente definidos, casi en forma de un corazón, su nariz era un poco aguileña, en su tamaño normal, haciéndolo ver rústico pero fino a la vez. Definitivamente, era demasiado sexy. Traía un entallado traje color azul oscuro, combinado con una camisa blanca y una corbata a tono. Todo un galán.


Disculpe señorita —habló con un tono británico el hombre—, necesitaría una réplica de la llave de mi suite —deduje que efectivamente era él. Pues, en el hotel apostaba haber una sola suite y la tenía él—. La perdí en un paseo por la ciudad —añadió algo apenado.
¡Señor Collins! —dijo desesperada la recepcionista. Definitivamente la ponía nerviosa su presencia. No la juzgaba, el tipo era un poco intimidante con sus ojos mirándola. Mi mirada no se apartaba de él. Estaba conociendo al enemigo, literalmente— Disculpe mi torpeza —añadió Rox—, no estaba preparada —sonrió como una idiota.
¡Oh, lo lamento! —murmuró el tipo mirándome detenidamente— no me percaté de su presencia aquí.
Ce n’est pas un problème, Monsieur (no es ningún problema, caballero) —dije con un tono calmo y sonreí como una dama francesa lo haría.
Atiéndala primero, por favor —le sugirió el tipo. La rubia me miró en la cara.
Non, s’il vous plaît. Je suppose que ce qu’ils veulent, c’est un peu moins compliqué que mon désir. Me humour avec plaisir pour vous servir (No, por favor. Supongo que lo que él desea es un poco menos complicado que mi deseo. Compláceme con el placer de atenderlo) —le sugerí a Rox ante la atenta mirada del tipo de ojos celeste, llamado Sr. Collins.
Disculpe mi atrevimiento, señorita —habló el tipo. Rox comenzaba a desesperarse—, pero ¿de qué parte de Francia viene? —gran pregunta a la que debía encontrar pronta y astuta respuesta.
Je préfère dire que Paris, comme semble d’ailleurs insignifiante si je ne résponds pas à cette question (Prefiero decir que Paris, pues otra parte parecería insignificante si no respondo con aquello) —le dediqué una sonrisa bastante coqueta, a lo que él respondió con un gesto bastante similar.
Señor Collins, aquí tengo su llave —aseguró Rox mientras le pasaba una tarjeta—. Espero poder servirle en lo que guste cuando lo necesite —Collins ni siquiera intentó moverse de allí.
Disculpe mi atrevimiento, preciosa señorita, pero… ¿está sola en New York? —yo asentí bastante pícara. Rox estaba desencajada en la escena. Quizás notaba el insinuamiento que había por parte de ambos. De mi parte, estaba todo cubierto bajo el lema: “Las francesas son ardientes”—. Entonces no la creo capaz de negarme una cena esta noche —carraspeé divertida. No me convenía salir del lugar, el microchip estaba dentro de la habitación. En su maleta, seguramente.
Me vendría mejor un almuerzo —hablé fingiendo un inglés muy malo, demasiado malo diría yo—. Tengo planes para esta noche con unas nuevas amigas.
Será ahora entonces —aceptó Collins, ¡las cosas salían mejor de lo que pensaba!




Narra Justin:




Entré desesperado al despacho de Chaz, él estaba allí, haciendo lo de siempre… nada. Lo miré fijamente, él no se inmutó.


Somers —grité, él elevó la vista como si el grito no lo hubiese perturbado.
Dime, Justin, ¿qué te altera así? —fruncí el ceño ante su actitud de filósofo. Estaba cagándome, lo sabía.
Tú dime, ¿dónde demonios está metida ___________(tu nombre)? —solté entre dientes— no la encontré por ningún lado.
Deberías estar en cama, Justin. Debes reposar. Te dieron una fuerte golpiza —fruncí mi ceño apretando mis puños, dispuesto a pegarle por saber en dónde mierda estaba mi novia.
¡Dime dónde está! —le exigí apoyando con fuerza mis manos sobre el escritorio. Él me miró sin inmutarse.
Deberías ir a un lugar de control de fu…
¡Mierda, Chaz! Maldito hijo de puta —le grité exasperado. Me cabreaba demasiado que fuera así de pendejo—. Dime dónde está.
La mandé a hacer negocios —dijo con toda tranquilidad. En ese segundo mi corazón se aceleró y mi sangre comenzó a quemar en mis venas.
¿Con quién diablos la has mandado a negociar, Somers? —escupí con mi mandíbula tensa. No se lo perdonaría, una sola marca que le quedara a mi chica de esto y Chaz la pagaría cada segundo de su absurda vida.
Collins. David Collins —musitó con toda tranquilidad. Apostaba a que estaba bajo los efectos de la marihuana, por eso su actitud de idiota—. Descuida, estará bien. La noté emocionada.
¡Claro que sí! —le grité— Ella cree que es un juego. No sabe nada de lo que hace.
Estuvo dos años y medio en la cárcel Justin, te apuesto a que sabe mejor que tú como negociar sin caer —me informó Chaz. Él lo tomaba con tanta tranquilidad que comenzaba a odiarlo por solo su existir.
Te lo advierto, si llega a pasarle algo… tú lo pagarás, ¿venga? —él sonrió amablemente.
Capté el mensaje, querido Justin —furioso ante esa respuesta de mierda salí de la oficina.




Narra ___________(tu nombre):




Habíamos subido por el ascensor hasta el piso cinco y entramos en su suite. Collins era un tipo que olía a colonia mezclada con la nicotina de un cigarro caro de chocolate. Era demasiado fácil deducir que consumía whisky. Repensé lo que haría dentro de esa habitación y me aseguré de que iba a hacer lo correcto. Definitivamente, estaba bien parada.


Olvidé un ligero detalle —dijo con una diversión tranquila—, ¿cómo te llamas? —me preguntó. No podía decir mi nombre de pila. Debía ser rápida y tener un nombre francés.
Virginie Brun —el apellido de mi abuela (Brun) era francés, por lo que su madre era francesa y recordé que se llamaba Virginie. Conocer el álbum familiar en situaciones como estas, era de gran ayuda, definitivamente—, ¿Vous? (¿Tú?)
David Collins —no pareciera querer ocultar que era del negocio. Quizás solo lo hacía porque pensaba que era una francesa idiota y ardiente. Me beneficiaba de cualquier manera—, ¿qué te trae por aquí sola? New York no es una ciudad fácil.
Un paseo —dije toscamente fingiendo mi inglés—. No sé hablar mucho inglés —él me sonrió.
Te vez sexy hablándolo así —pensó en voz alta. Le sonreí coquetamente mientras analizaba el panorama.


El lugar era una de las suites de películas. Blanca y pulcra, flores en floreros caros de cerámica, mesas de cristal, sillas de tapiz crema, cuadros caros, sillones de cuero, grandes ventanales con cortinas rojas, una gran puerta blanca que se encontraba abierta dejando ver una enorme cama de dos enormes plazas con mantas sobre ellas haciendo tono con las cortinas. En fin, todo ordenado y perfecto. Intenté tener algún indicio de un microchip, pero nada se apareció por allí.


¿Y tú? —recordé re-preguntar algo crucial.
Yo… —carraspeó un poco mirándome fijo—, negocios. New York es un buen cliente.
¿New York? —pregunté divertida y solté una pequeña risilla mientras me acomodaba en el sillón, él no quitaba la vista de mis piernas, para luego subir a mi cara y repetir la secuencia.
No quiero hablar de trabajo —intentó cerrar el tema. Definitivamente era él el tipo del chip y apuesto a que lo tenía en la maleta que había dejado a su lado al sentarse.
Lo lamento, soy un poco torpe a veces —fingir el inglés me costaba cada vez menos, pero me sentía una idiota—. Me siento una estúpida hablando así.
Vuelvo a decirte que te vez sexy haciéndolo —admito que su acento británico y su media sonrisa, comenzaban a volverse demasiado sexys. El tipo era un buen partido.
Vous êtes sexy (Tú eres sexy) —y no, no estaba ligándome al tipo. En ningún momento había olvidado a Justin, lo amaba y le sería fiel. Pero negocios, eran negocios y algunas cosas eran necesarias para hacer lo que uno debía hacer. Ya estaba metida en el baile, ahora solo debía bailar.
No estaré en problemas si hago lo que quiero hacer, ¿verdad? —rápidamente deduje sus intenciones en su tono pícaro. Sonreí y negué sensualmente con la cabeza.
Soy una mujer libre —le expliqué. Él sonrió y se puso de pie.
Bajaré por champagne —me anticipó—. Espérame aquí, preciosa. En cinco minutos vuelvo —los más útiles y mejores utilizados cinco minutos de mi vida.


David se levantó del sillón y salió de la habitación. Esperé menos de un segundo para cambiarme al sillón del frente. Su maletín, curiosamente, no tenía seguro. Lo abrí y debajo de unos cuantos papeles había algo parecido a un sobre de metal con un código y un grabado que decía: “Microchip 2013”, efectivamente, era lo que buscaba. Ordené todo tal cual estaba antes de que lo tocara, rápidamente metí la pequeña cosa de metal en mi bolso y me vi dispuesta a huir de allí. Ya no había nada que pudiera hacer.

Iba casi disparada por los pasillos hasta el ascensor, pero sería una mala idea bajar por allí, por lo que decidí usar las escaleras. Rápidamente bajé por una de ellas y salí del hotel casi disparada como un rayo. Corrí por el estacionamiento y me subí al carro, arranqué y me dirigí a la acera.


Había triunfado.





Narra Justin:




Eran casi las 04:00 p.m. y aún ___________(tu nombre) no aparecía. Estaba comenzando a desesperarme y sabía que Chaz iba a pagar por ello. Después de todo él la mandó sin consultármelo primero a mí.


Tranquilo viejo —me habló Jaden—. Ella llegará pronto, estoy seguro.
¡Todo esto es tu maldita culpa, Chaz! —le grité desesperado caminando de un lado hacia otro— Simplemente, ¿tanto te costaba mandar a Willow? Pero no, claro. Como ella es quien te follas, no la arriesgas tanto, ¿verdad? Es eso.
¡No soy como tú! —protestó Chaz defendiéndose— Eres tú quien protege como carne fresca a quien se folla, ¿no lo ves?
Mejor cierra la boca —me pidió Willow desde el sillón con total repudio hacia todo—. La perra que llamas novia estará bien. Es una víbora, quien intente morderla morirá envenenado.
¿Qué haremos? —pregunté desesperado.
Nada —oí su voz decir abriendo la puerta—. No harán nada porque estoy de regreso —la tensión seguía allí. Volteé a verla, estaba sana.
¿Y qué tal? —cuestionó Chaz sonriéndole. Ella lo miró seria aún y le tiró algo parecido a un paquete de cigarrillos, pero más sólido.
El tipo es un idiota —aseguró—. Como cualquier hombre se dejó caer bajo los encantos de una culta francesa hablándole un poco soñadora —sonrió divertida—. Me gusta esto de negociar, llámame más seguido, Somers —sin decir nada más ella desapareció de la sala.
Allí la tienes —me señaló Chaz a mi novia. Yo lo miré asesinamente.
Que sea la última vez.
Tú la escuchaste —me recordó él—. Ella quiere más.
Pero yo no la dejaré —le informé con voz rígida.
Le debes una explicación —me recordó Somers—. Deberás hablar.


La rabia abundaba en mí, debía aclarar las cosas otra vez. Sabía que esto no terminaría bien.


Debemos hablar —dije entrando detrás de ella a la habitación, luego cerré la puerta y me quedé viéndola. Ella salió del baño en ropa interior y el vestido en mano.
Me debes una explicación —dijo ella con un tono firme.
¿Qué esperas saber? —le pregunté sentándome en la cama.
¿Qué diablos pasó para que te dejaran así? —cuestionó parándose frente a mí— Mírate, estás todo golpeado.
Rebbeca, eso pasó —fui sincero—. Ella está detrás de mí.
¡Es una perra! —habló ella comenzando a caminar de un lado para el otro— Va a comer polvo, lo aseguro. Voy a hacerla trizas.
No —hablé con autoridad—. No harás nada hasta que no sea el momento justo, ___________(tu nombre), porque si te atreves a cagar algo de lo que haremos yo mismo te sacaré del clan y me encargaré de que te comportes como una dama en New York, ¿es lo que quieres? —ella me miró desafiante mientras se quedaba quieta y se cruzaba de brazos frente a mí.
No eres mi padre, Justin —yo sonreí irónicamente.
Pero estás bajo mis órdenes porque yo soy el capitán del Clan, ¿vale? —ella suspiró frustrada.
No quiero que te hagan daño —era raro oírla admitir algo.
Tampoco quiero que te hagan daño —le dije tirándola por la cintura hacia mí, haciendo que ella quedara sentada en mi regazo de frente a mí con sus piernas a mis costados—, por eso no quiero que hagas locuras como las de hoy —ella me miró fijamente mientras yo acariciaba la piel desnuda de su cintura.
Justin, no es justo que me sobre protejas de esa manera, ya no soy una niña. Puedo cuidarme por mí misma —suspiré abrazándola, mi cabeza daba justo en su pecho. Ella pasó una de sus manos por mi espalda haciendo que me sobresaltara.
Auch —me quejé, ella quitó el tacto y se separó unos milímetros de mí sin moverse de la posición—. No es nada, descuida.
Estás golpeado —me recordó—. Juro que detesto a esa mujer. Debes descansar.
Quiero amarte —le confesé. Ella me sonrió levemente y besó mi frente acomodando mi cabello. Se vio tierna.
Debes descansar un rato, Justin —repitió mirándome acusadoramente.
Necesito paz y esa me la das tú —ella me empujó suavemente contra el colchón y me sonrió divertida.
Está bien, señor Bieber.



Nuestros labios se hicieron uno solo y pronto nuestros cuerpos también pasarían a ese estado. ___________(tu nombre) era mi droga, lo único que podía meterme en mis carriles y estabilizarme otra vez, no importase la situación que fuera. Ella, solo ella, podía.

3 comentarios:

  1. Soy nueva lectora y la verdad quedé enganchada con la nove, llevo varios días leyendo y me ha encantado, debes seguirla sin palabras xD... Muy buena, te apoyo en todo, me haces suspirar jajaja.. Seguila que desde el primer capitulo quiero mas :D...
    P.D: Yo igual hago una nove, espero te pases y que te guste http://kidrauhlnovelajbytu.blogspot.com...
    Nos hablamos pronto... Bye

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  2. NECESITO EL SIGUIENTE CAPÍTULO.

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