Mi tentación fue
mucho más grande que las ganas de hablar que tenía, mis labios aprisionaron los
suyos sin temor o preocupación alguna, su cuerpo se destensó entre mis brazos y
dejó su bolso caer para abrazarme por el cuello sin miedo alguno.
Jamás había
esperado con tantas ansias besar a alguien, excepto a ella. No entendía el por
qué, después de unos cuantos años, por qué justamente ella debía cambiarme y yo
cambiarla a ella; pero supongo, que en eso se basa, ¿no? Complementarse el uno
al otro, sin una razón específica. Sus labios temblorosos bailaban al compás de
los míos, sentí como algunas lágrimas se mezclaban en el beso, ya no tenía
definido si eran las mías o las suyas, solo no me interesaba nada más que
amarla.
Sus piernas se
enredaron a mi cintura con simpleza, como si jamás hubiésemos dejado de
hacerlo. Mis labios comenzaron a recorrer lentamente su cuello mientras me
dirigía al sillón de la sala. Sus manos jugaban desesperadas con el cabello de
mi nuca mientras gemía suavemente al sentir mis besos en su cuello.
…
—Jamás he extrañado
así —confesó ella recostada en mi pecho—. Jamás pensé en dejarte solo, Justin.
—Como tú misma me
has dicho —susurré acariciando su cabello—, las cosas ya han pasado, ¿no? No podemos
volver el tiempo atrás y hacer las cosas bien, definitivamente no podemos.
—Justin —mencionó
ella mi nombre, sabía que me preguntaría algo.
—Dime, bebé —le
pedí.
—¿Quién es Rebbeca?
—¿Rebbeca? —intenté
parecer calmado, como si ni siquiera conociera a alguien que se llamara así,
pero no podía.
—No intentes
engañarme —me pidió ella—. Sé que hay una tal Rebbeca en la vida de la
pandilla, ¿quién puta es?
—Nena, apenas
entras —suspiré acariciando su brazo con mi mano—. No intentes entender cosas
que solo te traerán problemas.
—Soy de la banda
ahora —me recordó algo que ya tenía presente—. Y corro el mismo peligro que tú,
Chaz, Jaden o quién quiera que esté en ella, ¿lo tienes no? Pues, merezco saber
de quién debo cuidar mi trasero —ella jamás paraba, ni siquiera después de
tener un momento tan lindo.
—Lo sé, claro que
tienes derecho —miré sus ojos los cuales me analizaban detalladamente, me
intimidaba un poco la profundidad que había adquirido en ellos. Si antes
lograba esconder todo detrás de su mirada, definitivamente ahora había
trabajado mucho más en ello. Era imposible descifrar algo a través de sus
luceros color marrón—. Pero, si te enteras de las cosas ahora, será mucho más
complicado. Te conozco, sé que querrás atacar antes de que te ataquen y no
podemos, debemos ser pacientes y hacer bien las cosas.
—¡Solo dime quién
carajos es Rebbeca McCanter! —me pidió con autoridad.
—Oye, nena, no me
grites —le sugerí con toda amabilidad, pero recordándole que debía tratarme
bien—. Quizás a ti te funcionaba así dentro de la cárcel, pero esto es
democracia y no puedes pegarme para que haga tu antojo —sus ojos se volvieron
dos torbellinos negros.
—¿Vas a sacarme en
cara toda la vida que estuve en cárcel, Justin? —y el tema la ponía sensible.
—No quiero pelear —le
recordé. Ella suspiró acomodándose en mi pecho.
—Si tan solo fueras
del todo honesto con…
—¡Soy honesto! —protesté,
ella se sentó para mirarme otra vez mientras se cubría con la sábana— No estoy
mintiéndote en nada.
—Solo lo ocultas —me
reprochó—. Solo no pretendo que me cuides tanto el culo, yo puedo sola, pero al
menos dime de quién diablos debo tener cuidado, Bieber.
—¿Quieres saber
quién es Rebbeca McCanter? —ella asintió con seguridad— Pues, mañana mismo lo
harás —y claramente, iba a mostrársela.
…Al día siguiente…
Era el amanecer
cuando habíamos regresado a casa, ___________(tu nombre) me dijo que iba a
ducharse, se cambiaría e iríamos a ver negocios. Definitivamente, no iba a
poder dejarla fuera, como planeaba, ni darle un papel mínimo. Ella quería estar
casi a la cabeza, junto conmigo.
Mientras ella subió
a ducharse, supongo, yo me quedé en la sala mirando mi teléfono.
—Bieber —me habló
Chaz entrando a la sala—, tengo noticias.
—Dime —le pedí
mirándolo fijo—, ¿sucede algo, Somers?
—Alfredo y Ryan G.,
llamaron hoy —pues, sí. Ellos también eran parte del clan.
—¿Hay noticas de la
perra? —claramente hablaba de Rebbeca.
—Nada —aseguró Chaz—,
solo que deberán cuidarse tú y ___________(tu nombre), porque ella ya sabe de
su llegada.
—Dime que bromeas —le
pedí. Mi amigo no gesticuló, lo que era un rotundo no—, ¡Qué gran mierda! —protesté
poniéndome de pie, tenía muchísima rabia fluyendo en mí— ¡Lo único que me falta
es poner en peligro a ___________(tu nombre)!
—Yo no me
preocuparía por ella —miré a Somers y él se encogió de hombros—. Sabe
defenderse.
—Jennifer y Rebbeca
son dos polos —me animé a comentarle—. Jennifer era de los juegos psicológicos
y la tortura lenta hasta lograr que quieras morir. Rebbeca, no necesita que
desees morir para disfrutarlo, ella solo te asesinará.
—¿Quieres mi
opinión? —yo solo no respondí nada. Sabía que debería escucharla, quiera o no—
Cuéntale las cosas a ___________(tu nombre). Dile cómo ensució tu nombre, dile
que es su culpa que Rebbeca nos odie, además de que el clan influye en su zona.
Enséñale de qué debe cuidarse ahora que está con el culo libre fuera de la
cárcel. Ella sabrá qué hacer —mi mente no pensaba con claridad. Solo quería
proteger a ___________(tu nombre). Rebbeca era diez veces peor que Jennifer,
eso era seguro.
—No lo sé, Chaz. Pero
si Rebbeca llega a hacerle algo a ___________(tu nombre), voy a matarla —sin
margen de error—. Sabes que soy capaz, no iré con regodeos.
—¿Saldrás ahora? —me
cuestionó inspeccionando mi aspecto— Porque parece que has tenido una noche
agitada hermano —sonrió divertido—, no regresaron.
—Estuvimos en la
casa de papá —podía confiar ciegamente en Chaz, era como mi hermano mayor—.
Iremos a la taberna ahora. Ella quiere adaptarse —revoleé los ojos, Chaz soltó
una pequeña risa.
—Viejo, lo mejor
que puedes hacer es no mentirle —en eso coincidía con Chaz—. Tú sabrás cómo
hacer para que no se pase del peligro y termine otra vez como terminó la
última. Confía en ti, lo harás bien, hermano.
Antes de que
pudiera responderle algo a Chaz, ___________(tu nombre) se apareció en la sala
vistiendo así http://www.polyvore.com/rm/set?id=83579074. Como un instinto masculino, mis ojos y los
de Chaz fueron directo a sus piernas. Tuve que contener mis ganas de pegarle a
Chaz, honestamente, él no tenía la culpa.
—¿Ya nos vamos? —preguntó
ella y carraspeó ante el silencio, entonces reaccioné.
—¿Puedo aconsejarte
algo? —habló Chaz antes de dejarme responder, mi chica lo miró atentamente.
—Dime —le pidió.
—Es una ley básica,
antes de que ellos te den miedo a ti, tú dales miedo a ellos, ¿vale? —___________(tu
nombre) sonrió irónicamente.
—Ley muy básica,
casi igual a respirar —aseguró—. Estuve en la cárcel, dos años. Sé a quién
intimidar, a quién seducir y con quién victimizarme. Podrían sorprenderse —y
tal vez, era cierto. Porque ella, no era de las muchachas egocéntricas.
—Venga, ya vamos —le
pedí.
Salimos de la casa
y recordé que no podíamos ir en la camioneta, Rebbeca la conocía, por lo que
toqué mi bolsillo y encontré la llave de mi moto. Sonreí divertido, pensé qué
tan emocionante sería montar una motocicleta con ___________(tu nombre). Ella
se desconcertó un poco viendo que me dirigí a entrar al garaje. Subí mi moto y
la encendí, hice rugir el motor y salí. Le hice un gesto y ella solo se subió a
la moto.
—Bien, nena —sonreí
divertido mirándola de reojo—, aférrate a mi cintura y prepárate —le sugerí.
Amaba la velocidad sobre esa hermosura.
—Vale —dijo ella y
se aferró a mi cintura apoyando su rostro sobre mi espalda.
Aceleré y salimos
rápidamente del lugar. Íbamos casi a 80 km. por hora, y para ser sincero, no
sentía tensión por parte de ella. Al parecer, la velocidad, no la intimidaba.
—La ciudad es para
el otro lado —dijo divertida cuando me vio doblar a la izquierda.
—¿Y quién dijo que
íbamos a la ciudad, cariño? —ella soltó una pequeña risa.
—Por cierto, lindo
aroma, Bieber —sonreí divertido mientras aceleraba un poco más. La taberna
estaba casi a media hora, pero no había transito, así que quizás en veinte
minutos estaríamos allí.
La noté
profundamente entretenida en los paisajes que nos rodeaban, los cuales no eran
muy interesantes, pero supongo que después de dos años de solo ver paredes
grises, eran casi como un cuadro del mismísimo Picasso. Aparqué en el
estacionamiento de la taberna, la cual estaba abierta y con gente, las 24 hs.
del día. Bajamos de la moto y ella se quedó viéndome.
—Y aquí, de seguro,
es una especie de guarida de mafiosos —yo solté una pequeña risa abrazándola
por la cintura.
—Aquí me conocen
todos —le anticipé—, pero nadie me busca pleitos, así que, por favor, no hagas
locuras —ella sonrió divertida y besó la comisura de mis labios.
—Descuida —me pidió—,
sé cómo jugar a este juego peligroso.
Sin soltar su
cintura, comenzamos a caminar hacia la taberna. Abrí la puerta y todos
voltearon a ver, casi como en una película y quizás, era por quien me
acompañaba, porque aseguro que ella ya no era desconocida en el lugar. Tenía su
fama y se la había ganado.
—Bieber —dijo Edith
desde la barra.
—Ven —le indiqué a
___________(tu nombre)—, te presentaré a una amiga —al llegar a la barra noté
la mirada fría y distante de mi chica. Había tomado literal el consejo de
Somers—. Edith, ella es mi novia…
—___________(tu
nombre y apellido) —terminó la oración mi amiga—. La conozco, todo mundo la
nombró en su momento —___________(tu nombre) le hizo una media sonrisa bastante
cínica.
—Nena, ella es
Edith, una amiga de la taberna —Edith le extendió la mano, ___________(tu
nombre) la inspeccionó y luego subió a su cara.
—Un gusto, Edith —musitó
sin tomar su mano—. Te saludaría, pero temo que salgan a decir que voy a
matarte por tocar tu mano —sonrió cínicamente, Edith quedó algo desconcertada.
—No le hagas caso —le
aconsejé a Edith—, su humor es algo pesado.
—Es raro verte aquí
a esta hora, cuando sabes que Rebbeca aparecerá y también cuando conoces que
odia verte aquí cuando está ella —___________(tu nombre), no le quitaba los
ojos de encima a la morena encargada de los tragos.
—Rebbeca tendrá con
quien pelear hoy si quiere guerra —aseguré y no lo decía por ___________(tu
nombre), lo decía por mí.
—¿Y quién diablos
es Rebbeca como para que todo mundo tiemble al pronunciar su asqueroso nombre? —la
voz de quien me acompañaba se vio opacada al final con un carraspeo que jamás
desconocería.
Volteé a ver sin
soltar a ___________(tu nombre) de su cintura, entonces me encontré con la
imagen de Rebbeca parada allí mirándonos fijamente, intentando intimidarnos.
Era una lástima, porque podía sentir que ___________(tu nombre) no sentía
miedo, más bien estaba emocionada por lo que sucedería de ahí en más.
—La pregunta es —el
acento inglés de Rebbeca invadió el lugar dejándolo en silencio—, ¿quién puta
eres tú, borreguita, para hablar con tanta seguridad de quien no conoces, pero
por lo visto has oído hablar? —le sonrió cínicamente, sentí como la rabia se
apoderó de mi chica.
—Creí que sería más
—carraspeó—, como decirlo —susurró para mirarla nuevamente y sonreírle con todo
su cinismo—, intimidante, pero honestamente, es como una ramera recién llegada
de su último servicio.
—¡Lo lamento! —Rebbeca
estaba totalmente en blanco, se lo notaba por sus vacilaciones, ella jamás
sonreía burlista. Era su signo de desconcierto— Habla la muchacha que mató tan
desprolijamente que hasta cayó a la cárcel —___________(tu nombre) soltó una
gran carcajada cínica.
—Creí que subiría
de nivel al salir de la cárcel —musitó mi chica—, pero honestamente —miró de arriba hacia abajo
a Rebbeca, como despreciándola—, lo único que logré es seguir peleando con
putas baratas —Rebbeca, en un manotazo de ahogado, desesperada, escupió la cara
de ___________(tu nombre). Todo mundo, incluyéndome estaba atento a la
reacción, yo solo esperaba el momento para detener a mi chica.
—Perra —musitó
Rebbeca con odio. ___________(tu nombre) sacó la saliva de su cara con su mano
y la sacudió con asco. Fue casi en una milésima de segundo cuando el puño de
___________(tu nombre) se vio estampado en la nariz de Rebbeca, al parecer la
morena que me traía loco desde hacía tres años, tenía su derecha muy bien
entrenada. De la misma manera en la cual le había roto la nariz a Willow, le
acababa de romper la nariz a la peor enemiga que tenía el clan.
Definitivamente, si
queríamos que la guerra comenzara, ese golpe fue el inicio.
—¡Maldita mojigata!
—gritó Rebbeca mirando su mano ensangrentada.
—¿No te bastó,
perra? —todo el mundo esperaba más, pero yo me aseguré de agarrar con fuerza a
___________(tu nombre).
—¡Vete! —le grité a
Rebbeca.
—Es mi lugar,
váyanse ustedes, imbéciles —estaba desesperada, jamás nadie la había humillado
así.
—Vete o te saco yo,
¿vale? —ya me estaba enfureciendo, no me costaría mucho trabajo sacarla del
lugar— Vete, porque no querrás que te saque, vete —le repetí.
—Esto recién
comienza —le advirtió a mi novia caminando hacia la puerta.
—¡Adiós cariño! —saludó
___________(tu nombre) con ironía— luego cuéntame qué tal tu cirugía plástica
de nariz —Rebbeca solo salió furiosa mientras mi chica se reía burlándose.
—Estás loca —le
informé.
—A mí nadie me
humilla, Bieber —me recordó ella—. Ya no más.
—¡Qué cojones, tía!
—Edith, estaba muy impresionada— Pegarle así a Rebbeca McCanter, mereces todo
mi respeto y más, tengo por hecho.
—Rebbeca McCanter
va a rogar piedad —aseguró mi chica.
—No es tan fácil —le
aseguré—. La has agarrado desprevenida.
—Nadie sabe de lo
que soy capaz. Créeme que estar en la cárcel no solo es aprender lo que debes
hacer y lo que no. Por el contrario, es casi la inmunidad al peligro y al miedo
—daba escalofríos oírla hablar así, frívola y dura consigo misma—. Rebbeca
quiere guerra, ¿y adivina quién estuvo en campo de concentración durante dos
años? —sonrió divertida y cínica a la vez.
—Solo espero que no
termines como el resto —dijo Edith, yo solo la miré detenidamente.
—Eso no va a pasar —afirmé
yo.
—¿Terminar? ¿De qué
manera? —preguntó curiosamente ella.