miércoles, 7 de agosto de 2013

Capítulo 14°: "Su vida es un infierno, al cual seguirá sumándole demonios". (2da. Temporada).



Después de unos minutos nos encontrábamos con Miley camino a algún Starbuks cercano. Pasamos casi toda la tarde allí, ella me había jurado y re jurado que lo que haríamos esa noche no sería una locura. Había planeado una cena con Caitlin y Ryan esa misma noche, quería que nos volviéramos a ver. Eran las nueve en punto cuando abordamos en casa de Miley, los chicos nos esperaban en el restaurante. Venía vistiendo asíhttp://www.polyvore.com/cgi/set?id=90883781&.locale=es. Traía mi corto cabello peinado como todos los días y venía cargada de delineador negro, como habituaba a hacerlo.



—Esto es una locura —confesé a punto de retractarme antes de abrir la puerta del restaurante. Luego, sería tarde.
—Créeme que estarán felices de verte —insistió mi amiga.
—Soy una asesina, Miley, ¿quién podría estar feliz de verme? —le cuestioné y suspiré con ganas de largarme de allí.
—Yo —dijo con autoridad—, y sé que Caitlin y Ryan también.
—Pero…
—¡Eres nuestra amiga! Todos cometemos errores y todos sabemos qué pasó con Jen —sentenció con seguridad—. Así que vamos, mueve tu trasero hacia el interior del restaurante.



Como tantas otras veces en mi vida, había pensado en salir corriendo de allí, comprar un par de cervezas y quedarme en casa, más bien en la casa de Zayn, mirando una película hasta la madrugada. Huyendo, en simple término. Pero si había algo que debía aprender a naturalizar, más aún en mí, era a enfrentarme a los agujeros que había dejado en mi pasado, en mi asqueroso y maldito pasado.

Entramos al restaurante y divisé rápidamente en una mesa a Caitlin y Ryan hablando divertidos, vaya a saber de qué diablos. No podía dejar de pensar que cuando me viesen saldrían corriendo o armarían un escándalo, pues personas como Samanta, mi asquerosa hermana, lo harían.

Caitlin estaba tal como la recordaba. Quizás un poco más bronceada, deduje que había estado de vacaciones hace poco en el Caribe, como acostumbraban ella y Sandy, su madre. Traía una delicada blusa de seda color piel, una enorme sonrisa decoraba su rostro y sus ojos verdes resaltaban gracias al delineado que traía. Ryan, por su parte, se veía mucho más masculino que como lo recordaba. Su traje se ajustaba a sus hombros con precisión, sugiriendo la idea de que sus músculos estaban bien definidos bajo la camisa blanca y el saco azul marino que traía sobre ella. Su cabello estaba algo despeinado, como lo usaba cuando lo conocí, pero su mandíbula se veía más varonil, al igual que su expresión. Miley venía delante de mí, yo estaba, básicamente, muriendo de los nervios y la angustia de tener a mi pasado allí mismo.



—Buenas noches —saludó Miley llegando a la mesa. Los dos alzaron la vista y sonrieron hacia Miley, lo segundo que vieron fui yo, lo deduje en sus expresiones—. Creo que la recuerdan, ¿no?
—¡No puedes ser tú! —habló Ryan poniéndose de pie, pero no con odio ni miedo, más bien con asombro—, ¿___________(tu nombre)? —cuestionó incrédulo.
—¡Estás aquí! —añadió Caitlin con sus ojos húmedos.
—Hola —musité en un hilo de voz y esbocé una pequeña sonrisa, rápidamente Ryan me abrazó por la cintura. Fue raro, se sintió familiar.
—¡Venga! —exclamó Caitlin luego de que Ryan me soltara para estrecharme en sus brazos—, creí que jamás te volvería a ver.
—Sentémonos —nos indicó Miley, así lo hicimos. Yo tenía de un lado a mi prima y del otro a Caitlin.
—¿Y qué tal has estado? —Miley se sobre saltó un poco ante la pregunta de Ryan, supuse que no esperaba que le contara la verdad.
—Todo está bien —mentí descaradamente—. Intento hacer que las cosas funcionen —le confesé—, ¿ustedes, qué tal?
—Pues, llegué de Paris hace unos días —confesó Caitlin sonriéndome alegremente—. Las cosas están fáciles, digo… sigue siendo lo mismo. Es costumbre hacerlo.
—Nosotros en planes de boda —me respondió luego Ryan.
—Lo sé, Miley me comentó algo de aquello —musité mirándolo divertida—. Mis felicitaciones.
—¿Y Justin? —cuando Cait preguntó eso mi corazón se oprimió llenándome de odio, rabia.
—Caitlin no… —comenzó diciendo Miley.
—Eso es una mierda —la interrumpí para decir secamente—. Justin es la mierda.
—Hace mucho tiempo no lo veo —comentó algo melancólico Ryan nadando con su mirada en la copa de vino que tenía entre sus manos—, ¿sabes algo de él?
—Además de lo que supongo que ya saben, no —no pensaba hacer un cuento de aquello. No quería si quiera nombrarlo, pues saber que al día siguiente sabría si estaba o no embarazada de él, me ponía demasiado histérica y odiosa, contra mí misma.
—Pattie y Jazzy se han mudado —me comentó Caitlin—. La chiquilla no quiso volver a Canadá, sigue en el ballet. Patricia, por su parte, se ha mudado al otro lado de la ciudad.
—No he recibido noticias casi de ninguno de ellos, ni de Samanta, mucho menos de mi padre o alguno de ustedes —carraspeé pasando aire. Me costaba asumir algunos hechos.
—Pero aquí estamos —me recordó mi prima sonriendo, quería salir de la tensión. Podía notarlo.



Luego de cenar con ellos, regresé a casa de Zayn. Abrí la puerta y entré, en la sala estaba Zayn en el sillón, recostado plácidamente, mirando algún absurdo programa de lucha libre.



—Hola —saludé dejando mi bolso en el sillón individual—, ¿todo en orden?
—Sí —musitó él—. Qué sexy vienes, ¿saldrás ahora? —me preguntó. No lo había considerado. Recién era media noche, podía hacer algunas cosas. Divertirme, por ejemplo.
—No —musité recordando que si estaba embarazada no podía consumir alcohol o fumar.
—Creí que me dirías que sí —me miró fijamente mientras se sentaba en el sillón—, ¿pasó algo?
—Está todo bien —sonreí levemente acercándome a él.
—Venga —carraspeó mientras yo me sentaba a su lado—, ¿me acompañarás mañana al centro por la tarde? —yo asentí sin ningún inconveniente.
—¿A qué? —le pregunté.
—A hacer algunas compras —sentí como su mano se posaba en mi muslo, sus ojos me miraban profundamente. Era la única mirada que lograba despertar deseo en mí de una manera tan lujuriosa. Era raro, porque Justin me despertaba deseo pero un deseo de amarlo y que me ame. En cambio, Zayn me despertaba el deseo como mujer.
—No lo hagas Zayn —le sugerí—. No me hagas desearte.
—¿Y por qué no lo haría? —me preguntó acercándose sensualmente a mi oído. Sus palabras se oían tan sexys.
—Porque sabes que no podré controlarme —musité pasando mi mano por la parte que la camisa dejaba descubierta de su pecho. Sentía como su cuerpo se tensionaba ante mi tacto.
—No quiero que te controles.
—Bien —sonreí maliciosamente y me senté en su regazo quedando de frente a él con mis piernas rodeándolo—. Tú mandas ahora, cariño —susurré a su oído, rápidamente las manos de Zayn apretaron mi trasero contra su erección, la cual sentía debajo de su jean.
—Diablos —musitó algo entrecortado—. No puedo creer el poder que ejerces en mí.
—No, bebé —él besó mi cuello deseoso de mí—. El poder lo tienes tú hoy.



…Al día siguiente…




Desperté la mañana siguiente acostada en la misma cama que Malik, me pregunté qué diablos había hecho, pues, ¡Bingo! Era lo que creía. Intenté tranquilizarme bajo el estúpido pensamiento de: “Una mujer libre hace de sí lo que quiere”. Era absurdo y me catalogaba en un punto de regalarme al hombre que vivía conmigo ahora por una simple situación de tentación, de placer, prácticamente de inmadurez de mi parte.


Sigilosamente salí de la cama y me metí en la ducha. Los nervios me estaban por volver loca. No podía pensar en algo que no sean los resultados que ese mismo día recibiría. Definitivamente, hoy sabría si la mierda seguirá por siempre o puedo revertirlo, al menos un poco. Salí de ducharme y me vestí por algo así http://www.polyvore.com/yon/set?id=92339318. Me maquillé y acomodé un poco mi cabello. Tomé las llaves, dinero y mi celular. Simplemente así, salí de la casa en la cual habitaba esos días.


Luego de aparcar, casi en un mar de automóviles, en el estacionamiento del hospital de New York, entré casi disparada, a la velocidad de la luz, hacia la dirección de la sala del médico que debería darme los resultados de mi jodido análisis. Sí, el mismo tipo simpáticamente patético y aborrecible de ayer. Alguna vieja melodía de The Kills retumbaba en mi cabeza, ¿qué pasaba si me iba al diablo, tomaba alguna píldora de “Por si acaso estás embarazada… adiós bebé”, me emborrachaba hasta que me explotara la cabeza y cantaba semi-desnuda sobre alguna tarima en un viejo bar de las calles bajas? Probablemente, mi conciencia.



—¿Señorita ___________(tu apellido)? —entendí que me hablaba a mí. Alcé mi mirada y me puse de pie casi instantáneamente.
—Sí, disculpe —musité ásperamente mientras entraba detrás de él hacia el consultorio—. Buenos días —dije educadamente.
—Tome asiento, por favor —me indicó. Yo así lo hice—. Me preocupa lo que tengo que decirle, señorita.
—Pues, dígalo —le sugerí sin alguna emoción colmando mis palabras. Honestamente, si debía morir me sentiría a gusto. Con una salida cobarde, fácil, simple como lo era la mismísima y aterradoramente inofensiva muerte.
—Vino por un análisis de embarazo —eso lo sabía—. Sin embargo, sus defensas son bajas, su sangre está, por así decirlo, licuada y, deduzco por su voz áspera, que fuma. Es peligroso lo que le estoy diciendo, ¿lo sabe?
—Sufrí dos sobre dosis, creo que lo ha leído —en el parte médico lo decía—. No puedo esperar que me diga que soy una chica sana y saludable, pues no lo soy. Aún así, sigo viva.
—Y está concibiendo vida —¡Jodida vida! Jodida—. Si pretende que la criatura sea sana deberá tomar vitaminas, dejar de beber, fumar o drogarse, lo que sea que haga. No puedo decirle que aborte, pues estoy muy en contra de aquel hecho. Pero sí puedo decirle que por favor, tome las cosas con la seriedad que tener un bebé implica.
—Es decir que sí estoy embarazada —aún intentaba procesar ese “pequeño” (nótese el sarcasmo) detalle.
—Tiene una gestación de tres semanas y media. Debemos hacer las primeras ecografías la semana entrante, más tardar, la siguiente a esa, pues debemos saber el estado del bebé.
—Solo dígame cuando —le sugerí saturada de tanta mierda, debía estar soñando. Era justo que lo hiciera. No podía pasarme—. Haré lo que deba hacer.
—¿El padre? —mis ojos ardieron ante aquél concepto, elevé mi vista bruscamente y la clavé en sus ojos.
—No es de su asunto —respondí entre dientes—. Dígame cuándo me hará la jodida ecografía y ya.



Me dio fecha para dos viernes después del de aquella semana. Tomé el sobre de los análisis y salí del consultorio con ganas de matar a toda aquella persona que me mirara con algún indicio de preocupación o curiosidad. Mi cara habrá sido la misma que la de una persona que: “Está embarazada de su ex, al cual ama pero no soporta, y no quiere estarlo, porque su vida es un infierno, al cual seguirá sumándole demonios”.


Me subí al automóvil y comencé a conducir casi como una psicópata lo hacía. Prácticamente, era de la única manera en la cuál podía descargar mi ira. No podía fumar, drogarme, beber, quizás ni siquiera bailar. El dilema en ese momento era qué diablos haría de mi vida.



Decirle lo que sucedía a Justin era una total y descabellada idea en ese momento, ¡no lo haría! No se lo diría, se lo escondería si fuera necesario. No podría decirle que estoy embarazada y que no regresaré con él porque no soporto su inmadurez respecto a cuidarme como a una caja de cristal. Nadie debía saber que ese jodido bebé que esperaba era de Justin, nadie. Ni siquiera algún conocido mío. Tenía que encontrar la manera de que nadie conociera el bebé. Aunque, pensándolo bien, sería algo prácticamente imposible que no notaran la panza que tendría en unos escasos tres o cuatro meses.

1 comentario:

  1. No puedo creer q este embarazada porfavor tienes q seguirla :D porfavor me muero de la curiosidad

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