Después de unos
minutos nos encontrábamos con Miley camino a algún Starbuks cercano. Pasamos
casi toda la tarde allí, ella me había jurado y re jurado que lo que haríamos
esa noche no sería una locura. Había planeado una cena con Caitlin y Ryan esa
misma noche, quería que nos volviéramos a ver. Eran las nueve en punto cuando
abordamos en casa de Miley, los chicos nos esperaban en el restaurante. Venía
vistiendo asíhttp://www.polyvore.com/cgi/set?id=90883781&.locale=es.
Traía mi corto cabello peinado como todos los días y venía cargada de
delineador negro, como habituaba a hacerlo.
—Esto es una locura
—confesé a punto de retractarme antes de abrir la puerta del restaurante.
Luego, sería tarde.
—Créeme que estarán
felices de verte —insistió mi amiga.
—Soy una asesina,
Miley, ¿quién podría estar feliz de verme? —le cuestioné y suspiré con ganas de
largarme de allí.
—Yo —dijo con
autoridad—, y sé que Caitlin y Ryan también.
—Pero…
—¡Eres nuestra
amiga! Todos cometemos errores y todos sabemos qué pasó con Jen —sentenció con
seguridad—. Así que vamos, mueve tu trasero hacia el interior del restaurante.
Como tantas otras
veces en mi vida, había pensado en salir corriendo de allí, comprar un par de
cervezas y quedarme en casa, más bien en la casa de Zayn, mirando una película
hasta la madrugada. Huyendo, en simple término. Pero si había algo que debía aprender
a naturalizar, más aún en mí, era a enfrentarme a los agujeros que había dejado
en mi pasado, en mi asqueroso y maldito pasado.
Entramos al
restaurante y divisé rápidamente en una mesa a Caitlin y Ryan hablando
divertidos, vaya a saber de qué diablos. No podía dejar de pensar que cuando me
viesen saldrían corriendo o armarían un escándalo, pues personas como Samanta,
mi asquerosa hermana, lo harían.
Caitlin estaba tal
como la recordaba. Quizás un poco más bronceada, deduje que había estado de vacaciones
hace poco en el Caribe, como acostumbraban ella y Sandy, su madre. Traía una
delicada blusa de seda color piel, una enorme sonrisa decoraba su rostro y sus
ojos verdes resaltaban gracias al delineado que traía. Ryan, por su parte, se
veía mucho más masculino que como lo recordaba. Su traje se ajustaba a sus
hombros con precisión, sugiriendo la idea de que sus músculos estaban bien
definidos bajo la camisa blanca y el saco azul marino que traía sobre ella. Su
cabello estaba algo despeinado, como lo usaba cuando lo conocí, pero su
mandíbula se veía más varonil, al igual que su expresión. Miley venía delante
de mí, yo estaba, básicamente, muriendo de los nervios y la angustia de tener a
mi pasado allí mismo.
—Buenas noches —saludó
Miley llegando a la mesa. Los dos alzaron la vista y sonrieron hacia Miley, lo
segundo que vieron fui yo, lo deduje en sus expresiones—. Creo que la
recuerdan, ¿no?
—¡No puedes ser tú!
—habló Ryan poniéndose de pie, pero no con odio ni miedo, más bien con asombro—,
¿___________(tu nombre)? —cuestionó incrédulo.
—¡Estás aquí! —añadió
Caitlin con sus ojos húmedos.
—Hola —musité en un
hilo de voz y esbocé una pequeña sonrisa, rápidamente Ryan me abrazó por la
cintura. Fue raro, se sintió familiar.
—¡Venga! —exclamó
Caitlin luego de que Ryan me soltara para estrecharme en sus brazos—, creí que
jamás te volvería a ver.
—Sentémonos —nos
indicó Miley, así lo hicimos. Yo tenía de un lado a mi prima y del otro a
Caitlin.
—¿Y qué tal has
estado? —Miley se sobre saltó un poco ante la pregunta de Ryan, supuse que no
esperaba que le contara la verdad.
—Todo está bien —mentí
descaradamente—. Intento hacer que las cosas funcionen —le confesé—, ¿ustedes,
qué tal?
—Pues, llegué de
Paris hace unos días —confesó Caitlin sonriéndome alegremente—. Las cosas están
fáciles, digo… sigue siendo lo mismo. Es costumbre hacerlo.
—Nosotros en planes
de boda —me respondió luego Ryan.
—Lo sé, Miley me
comentó algo de aquello —musité mirándolo divertida—. Mis felicitaciones.
—¿Y Justin? —cuando
Cait preguntó eso mi corazón se oprimió llenándome de odio, rabia.
—Caitlin no… —comenzó
diciendo Miley.
—Eso es una mierda —la
interrumpí para decir secamente—. Justin es la mierda.
—Hace mucho tiempo
no lo veo —comentó algo melancólico Ryan nadando con su mirada en la copa de
vino que tenía entre sus manos—, ¿sabes algo de él?
—Además de lo que
supongo que ya saben, no —no pensaba hacer un cuento de aquello. No quería si
quiera nombrarlo, pues saber que al día siguiente sabría si estaba o no
embarazada de él, me ponía demasiado histérica y odiosa, contra mí misma.
—Pattie y Jazzy se
han mudado —me comentó Caitlin—. La chiquilla no quiso volver a Canadá, sigue
en el ballet. Patricia, por su parte, se ha mudado al otro lado de la ciudad.
—No he recibido
noticias casi de ninguno de ellos, ni de Samanta, mucho menos de mi padre o
alguno de ustedes —carraspeé pasando aire. Me costaba asumir algunos hechos.
—Pero aquí estamos —me
recordó mi prima sonriendo, quería salir de la tensión. Podía notarlo.
…
Luego de cenar con
ellos, regresé a casa de Zayn. Abrí la puerta y entré, en la sala estaba Zayn
en el sillón, recostado plácidamente, mirando algún absurdo programa de lucha
libre.
—Hola —saludé
dejando mi bolso en el sillón individual—, ¿todo en orden?
—Sí —musitó él—.
Qué sexy vienes, ¿saldrás ahora? —me preguntó. No lo había considerado. Recién
era media noche, podía hacer algunas cosas. Divertirme, por ejemplo.
—No —musité
recordando que si estaba embarazada no podía consumir alcohol o fumar.
—Creí que me dirías
que sí —me miró fijamente mientras se sentaba en el sillón—, ¿pasó algo?
—Está todo bien —sonreí
levemente acercándome a él.
—Venga —carraspeó
mientras yo me sentaba a su lado—, ¿me acompañarás mañana al centro por la
tarde? —yo asentí sin ningún inconveniente.
—¿A qué? —le
pregunté.
—A hacer algunas
compras —sentí como su mano se posaba en mi muslo, sus ojos me miraban
profundamente. Era la única mirada que lograba despertar deseo en mí de una manera
tan lujuriosa. Era raro, porque Justin me despertaba deseo pero un deseo de
amarlo y que me ame. En cambio, Zayn me despertaba el deseo como mujer.
—No lo hagas Zayn —le
sugerí—. No me hagas desearte.
—¿Y por qué no lo
haría? —me preguntó acercándose sensualmente a mi oído. Sus palabras se oían
tan sexys.
—Porque sabes que
no podré controlarme —musité pasando mi mano por la parte que la camisa dejaba
descubierta de su pecho. Sentía como su cuerpo se tensionaba ante mi tacto.
—No quiero que te
controles.
—Bien —sonreí
maliciosamente y me senté en su regazo quedando de frente a él con mis piernas
rodeándolo—. Tú mandas ahora, cariño —susurré a su oído, rápidamente las manos
de Zayn apretaron mi trasero contra su erección, la cual sentía debajo de su
jean.
—Diablos —musitó
algo entrecortado—. No puedo creer el poder que ejerces en mí.
—No, bebé —él besó
mi cuello deseoso de mí—. El poder lo tienes tú hoy.
…Al día siguiente…
Desperté la mañana
siguiente acostada en la misma cama que Malik, me pregunté qué diablos había
hecho, pues, ¡Bingo! Era lo que creía. Intenté tranquilizarme bajo el estúpido
pensamiento de: “Una mujer libre hace de sí lo que quiere”. Era absurdo y me
catalogaba en un punto de regalarme al hombre que vivía conmigo ahora por una
simple situación de tentación, de placer, prácticamente de inmadurez de mi
parte.
Sigilosamente salí
de la cama y me metí en la ducha. Los nervios me estaban por volver loca. No
podía pensar en algo que no sean los resultados que ese mismo día recibiría.
Definitivamente, hoy sabría si la mierda seguirá por siempre o puedo
revertirlo, al menos un poco. Salí de ducharme y me vestí por algo así http://www.polyvore.com/yon/set?id=92339318. Me maquillé y acomodé un poco mi cabello.
Tomé las llaves, dinero y mi celular. Simplemente así, salí de la casa en la
cual habitaba esos días.
Luego de aparcar, casi
en un mar de automóviles, en el estacionamiento del hospital de New York, entré
casi disparada, a la velocidad de la luz, hacia la dirección de la sala del
médico que debería darme los resultados de mi jodido análisis. Sí, el mismo
tipo simpáticamente patético y aborrecible de ayer. Alguna vieja melodía de The
Kills retumbaba en mi cabeza, ¿qué pasaba si me iba al diablo, tomaba alguna
píldora de “Por si acaso estás embarazada… adiós bebé”, me emborrachaba hasta
que me explotara la cabeza y cantaba semi-desnuda sobre alguna tarima en un
viejo bar de las calles bajas? Probablemente, mi conciencia.
—¿Señorita
___________(tu apellido)? —entendí que me hablaba a mí. Alcé mi mirada y me
puse de pie casi instantáneamente.
—Sí, disculpe —musité
ásperamente mientras entraba detrás de él hacia el consultorio—. Buenos días —dije
educadamente.
—Tome asiento, por
favor —me indicó. Yo así lo hice—. Me preocupa lo que tengo que decirle,
señorita.
—Pues, dígalo —le
sugerí sin alguna emoción colmando mis palabras. Honestamente, si debía morir
me sentiría a gusto. Con una salida cobarde, fácil, simple como lo era la mismísima
y aterradoramente inofensiva muerte.
—Vino por un
análisis de embarazo —eso lo sabía—. Sin embargo, sus defensas son bajas, su
sangre está, por así decirlo, licuada y, deduzco por su voz áspera, que fuma.
Es peligroso lo que le estoy diciendo, ¿lo sabe?
—Sufrí dos sobre
dosis, creo que lo ha leído —en el parte médico lo decía—. No puedo esperar que
me diga que soy una chica sana y saludable, pues no lo soy. Aún así, sigo viva.
—Y está concibiendo
vida —¡Jodida vida! Jodida—. Si pretende que la criatura sea sana deberá tomar
vitaminas, dejar de beber, fumar o drogarse, lo que sea que haga. No puedo
decirle que aborte, pues estoy muy en contra de aquel hecho. Pero sí puedo
decirle que por favor, tome las cosas con la seriedad que tener un bebé
implica.
—Es decir que sí
estoy embarazada —aún intentaba procesar ese “pequeño” (nótese el sarcasmo)
detalle.
—Tiene una gestación
de tres semanas y media. Debemos hacer las primeras ecografías la semana
entrante, más tardar, la siguiente a esa, pues debemos saber el estado del
bebé.
—Solo dígame cuando
—le sugerí saturada de tanta mierda, debía estar soñando. Era justo que lo
hiciera. No podía pasarme—. Haré lo que deba hacer.
—¿El padre? —mis
ojos ardieron ante aquél concepto, elevé mi vista bruscamente y la clavé en sus
ojos.
—No es de su asunto
—respondí entre dientes—. Dígame cuándo me hará la jodida ecografía y ya.
Me dio fecha para
dos viernes después del de aquella semana. Tomé el sobre de los análisis y salí
del consultorio con ganas de matar a toda aquella persona que me mirara con
algún indicio de preocupación o curiosidad. Mi cara habrá sido la misma que la
de una persona que: “Está embarazada de su ex, al cual ama pero no soporta, y
no quiere estarlo, porque su vida es un infierno, al cual seguirá sumándole
demonios”.
Me subí al
automóvil y comencé a conducir casi como una psicópata lo hacía. Prácticamente,
era de la única manera en la cuál podía descargar mi ira. No podía fumar,
drogarme, beber, quizás ni siquiera bailar. El dilema en ese momento era qué
diablos haría de mi vida.
Decirle lo que
sucedía a Justin era una total y descabellada idea en ese momento, ¡no lo
haría! No se lo diría, se lo escondería si fuera necesario. No podría decirle
que estoy embarazada y que no regresaré con él porque no soporto su inmadurez
respecto a cuidarme como a una caja de cristal. Nadie debía saber que ese
jodido bebé que esperaba era de Justin, nadie. Ni siquiera algún conocido mío.
Tenía que encontrar la manera de que nadie conociera el bebé. Aunque,
pensándolo bien, sería algo prácticamente imposible que no notaran la panza que
tendría en unos escasos tres o cuatro meses.
No puedo creer q este embarazada porfavor tienes q seguirla :D porfavor me muero de la curiosidad
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