viernes, 10 de enero de 2014

Capítulo 17°: "Acabo de conocerte y tú a mí".




Justin me acercó con la mano que tenía en mi cintura, sus labios chocaron con los míos y rápidamente nos encontramos besándonos como hoy temprano, nuestras lenguas luchaban y nuestras respiraciones comenzaban a agitarse. Su mano levantó el dobladillo de mi remera y pude sentir sus dedos rozar el costado de mi cintura y subir exactamente hasta antes de llegar a mi brassier, pasé mi mano por detrás de su cuello atrayéndolo a mí, empezaba a necesitar sentirlo más cerca de mí.

Mi respiración era agitada y Justin bajó hasta mi mandíbula dejando dulces besos en ella hasta bajar a mi cuello. Me estremecí y sentí un millón de mariposas revolotear en mi estómago y empecé a sentir cosquillas en mi vientre. La atracción sexual crecía. Ahogué un gemido cuando sentí los dientes de Justin rozar mi piel, él estaba haciendo magia conmigo.

En un rápido movimiento se volteó sobre mí, repartiendo el peso para no asfixiarme. Sus manos subieron por mi cadera, hacia mi cintura y lentamente se movieron sobre la tela de mi sostén, él se apoderó de mis labios nuevamente y sentí cómo acariciaba sobre el encaje mis pechos haciéndome estremecer, ¡diablos! Inconscientemente mi cadera chocó contra su pelvis, clamando por algo de atención, mi vientre explotaría y mi respiración estaba un 100% agitada. Justin hizo presión haciéndome sentirlo sobre su pantalón y la tela de mis bragas. Sabía qué estaba haciendo y hacia dónde íbamos, pero no quería detenerme.

Tiré del borde de la camiseta de Justin, quería quitársela. Él se separó de mí, su cuerpo subía y bajaba, estaba apoyado en sus brazos, uno a cada lado de mí. Sus ojos me miraban fijamente, se veía demasiado caliente.



—Sabes qué estamos haciendo, ¿no? —yo asentí en silencio, no pensaba que se detendría—, ¿Quieres hacerlo, nena? Si dices que no yo…
—Sí, quiero hacerlo —él me miró atónito, esperando algo más.
—¿Estás segura? —asentí— Quiero oírlo, con palabras.
—Sí, Justin. Estoy segura —hablé con claridad, él me sonrió.



Rápidamente nuestra sesión de besos prosiguió. Sus labios se apoderaron de mí nuevamente, él recorrió con sus manos mis muslos desnudos y subió haciéndome estremecer con sus caricias. Tomó mi remera y separándose una fracción de segundo me la quitó para tirarla hacia un lado. Volvió a capturar mis labios y sus manos me rodearon para desenganchar el gancho de mi sostén, lo deslizó por mis hombros y arqueé mi espalda para que él lo quitara. Sentí su mirada quemar mi cuerpo solamente vestido por mis diminutas bragas, estaba expuesta y vulnerable.



—Ey —susurró volviéndose a mis labios—, eres hermosa. No te avergüences así.



Me besó en los labios y comenzó a bajar por mi cuello directo hasta el medio de mi pecho, suspiré y gemí en voz baja cuando sentí sus labios besar uno de mis pecho, con su mano rozaba el otro pezón, ¡Demonios! Sentía que estaba tocando el cielo con las manos. Justin sonrió al escucharme gemir cuando puso sus labios sobre mi pezón, sentí un cosquilleo envolverme en mi totalidad y me estremecí arqueando mi espalda.



—Mierda, Justin —suspiré su nombre tirando mi cabeza hacia atrás.



Él prosiguió su camino subiendo nuevamente hasta mis labios, se posicionó nuevamente a mi lado sin dejar de besarme, empujó mi pierna con la suya, haciendo que quedaran parcialmente abiertas, una de sus manos bajó por mi vientre y acarició con suavidad mi femineidad, ¡demonios! Gemí sobre los labios de Justin y él comenzó a trazar sobre la tela círculos cerca de mi clítoris. Mi cuerpo se estremecía ante su toque, movía mi cadera pidiendo desesperada por su toque, él sonrió sobre mis labios.



—Ey, ey —murmuró y besó mis labios castamente—, quieta —me sugirió cerca de mis labios, abrí mis ojos y me encontré con él mirándome fijamente—. Relájate, ¿sí? —asentí monótonamente y él esbozó una sonrisa.



Él tiró del elástico de mi ropa interior y elevando mis caderas bajó  hasta la mitad de mis muslos, ayudé con mis piernas, hasta que quedé completamente desnuda ante él. Capturó nuevamente mis labios y su mano esta vez se apoyó sobre mi sexo desnudo y entregado a su gusto. Sus largos dedos se metieron débilmente entre mis labios, me estremecí cuando las cosquillas subieron a mi vientre, él era increíble. Sin apartar su boca de la mía, con nuestras lenguas jugando un baile sensual, él introdujo un dedo lentamente dentro de mí. Arqueé mi espalda, él bajó por mi cuello besándome dulcemente, suspiré y no pude ahogar un gemido cuando él movió su dedo dentro de mí. Mis piernas estaban flojas y estaba demasiado excitada como para pensar que Justin estaba haciéndome el amor.

Él sacó su dedo de mí y subió su mano hasta vientre, estaba jadeando, necesitaba tenerlo dentro de mí, quería que Justin fuera mi primera vez.



—Si continúo, no podré detenerme —me advirtió mirándome fijo, nuestros pechos subían y bajan a destiempo.



Me adueñé de sus labios y no sé cómo, pero empujando con mis manos sobre su pecho, nos di vuelta quedando yo sobre él, me senté a horcajadas teniendo vía libre para besarlo a mi antojo, sentía su gran erección bajo de mí y me preguntaba si podría soportarla dentro. Dolería, pero no me percaté de eso, volví a capturar sus labios mientras sus manos viajaban vía abajo por mi espalda, apretando mi trasero, subiendo nuevamente, acariciándome con sus dulces manos. Me restregué sobre él, haciendo que gimiera mientras bajaba besando su cuello, él levantó sus caderas presionándose contra mí.



—No te restriegues —me aconsejó—, harás que me venga sin siquiera probarte —murmuró y con sus manos tirando de mi mentón volvió a capturar mis labios—. Eres hermosa.



Él volvió a la posición inicial, volvió a recorrerme con sus manos y besar mis pechos, pasando por mi vientre, volviendo a subir hasta mis pechos.



—¿Estás segura de que quieres esto? —volvió a preguntarme, su voz estaba agitada, entrecortada.
—Enserio quiero esto, Justin —repetí.
—Bien, buscaré un condón —me informó—. Relájate, ¿sí? —besó mis labios fugazmente y se bajó de la cama. Oí algunos pasos y segundos después regresó.



Rasgó un papel y sonó a algo como aluminio, él colocó el condón sobre su longitud que había dejado al desnudo en no sé qué momento. Él volvió a la cama cerniéndose sobre mí, otra vez. Sonreí y él besó la punta de mi nariz.



—Oye, relaja la pelvis, ¿sí? —me aconsejó—, venga, abre bien tus piernas —me pidió, así lo hice, abriéndome al máximo—. Tranquila —murmuró y besó mi cuello castamente—, tranquila —repitió.



Pude sentirlo en mi entrada, lentamente él se empujó sobre mí y una punzada de dolor insoportable viajó hacia mi vientre y bajó hacia mis muslos. Me quejé cerrando los ojos y apretando con mis brazos sobre los hombros de Justin para que él bajara sobre mí. Él quedó quieto, sin moverse, dejando que me adaptara. Lentamente empujó más dentro de mí, fue cuando me percaté que prácticamente no había entrado en mí. Demonios, dolía y mucho. Suspiré mientras mi respiración volvía a agitarse, él besó mis labios y su cuerpo cayó sobre mí.



—¿Quieres que pare? —me ofreció.
—No, estoy bien —susurré cerca de su oído. Él besó mi cuello—. Solo duele un poco.
—Sí, lo sé, nena —susurró dulcemente a mi oído—. Seré lento, ¿sí? No quiero lastimarte.



Sus ojos miel me miraban con una expresión dulce y volvió a forzar su movimiento para entrar, esta vez entró mucho más que antes y sentí un gemido de su parte adaptándose a mí, salió lentamente y volvió a embestirse en mí. Gemí rozando mis uñas por su espalda desnuda, él sonrió sobre mi cuello y volvió a besarlo desesperado. Alcé mis piernas flojas y las envolví a su alrededor, él se acomodó y empujó dentro otra vez, seguía doliendo, pero la sensación de dulzura, de amor, de estar en sus brazos, me hacía querer seguir.



—Estás tan apretada —susurró y sonrió contra mi piel ardiendo—. Eres hermosa.



Él se movía dulcemente dentro de mí, era agonizante, mis caderas se empujaban contra él y sentí como pudo entrar en su totalidad, adaptándome a la profundidad y al dolor. Cerré mis ojos y dejé escapar un gemido cerca de su oído, él subió hasta mis labios y los capturó rápidamente. Empezó a salir y entrar de mí nuevamente esta vez con un poco más de velocidad, gemía en mis labios y yo en los suyos.

Sentía mi cuerpo derretirse en él, mi cabeza estaba volando y mis sentidos estaban adormecidos de tanto placer, rápidamente pude darme cuenta que me apretaba contra Justin y me liberaba, él me embistió una vez más gimiendo mi nombre y sentí como se dejaba caer sobre mí dándome cuenta que acababa de correrse.



—Te quiero, princesa —habló segundos después mientras se acomodaba a un lado en la cama otra vez, me jaló dulcemente y me abrazó rodeándome con un brazo por los hombros y con la otra por la cintura, apoyé mi cabeza en su pecho mientras su respiración se normalizaba.
—También te quiero, Justin —confesé aferrándome a él y apoyando uno de mis brazos sobre su marcado abdomen. Él besó mi cabello.
—Acabamos de hacer el amor —sonreí agotada escuchando su comentario.
—Y me siento feliz por ello —confesé, sentí su sonrisa sobre mi cuero cabelludo cubierto de cabello, él acarició mi piel desnuda. Se movió un poco y mientras se quitaba el condón tiró de la sábana para cubrirnos. Hizo un nudo a la funda de látex y la tiró a un lado de la cama acomodándose nuevamente como antes.
—¿Estás bien, preciosa? —me preguntó.
—Mmh —gemí adormilada.
—Duérmete —me aconsejó—. Estás agotada.
—Buenas noches, precioso —susurré cerrando mis ojos sobre su pecho.




Narra Justin:




No podía creer que acababa de entregarse a mí. No podía asimilar que con apenas conocerme y apenas entablar algo parecido a una relación ella entregó su cuerpo. Ni siquiera lo hizo así con Ryan, con quien llevaba meses de noviazgo. Le importaba, eso estaba claro. No podía lastimarla, debía amarla y quererla, no podía dejar que nadie le hiciera daño, claro que no.

Miré hacia abajo, ella dormía con su respiración tranquila sobre mi pecho, acaricié su espalda desnuda bajo la sábana, ella se removió acomodándose y abrazándome con ella. Sonreí enternecido. Ella era preciosamente dulce, inocente, angelical y acababa de darme algo que jamás podría volver a darle a alguien.



…Al día siguiente…



Abrí mis ojos y me encontré con la espalda de ___________(tu nombre) pegada a mi pecho y mi brazo rodeándola por la cintura. Besé su hombro sin poder contener la necesidad de detener el tiempo y quedarme así por siempre. Ella se removió y volteó sobre su hombro con una sonrisa.



—Hola —me saludó en voz baja, casi en un susurro. Le sonreí admirándola.
—Hola, linda —saludé y me estiré para apoyar mis labios sobre los suyos—, ¿cómo estás?
—Bien, ¿tú? —dijo tranquilamente, sonreí ante su inocencia.
—¿Segura estás bien? —ella sonrió y ante mi mirada arqueó una ceja—, No te he hecho daño, ¿verdad?
—Solo un poco molesta, ya sabes —dijo sonrojándose y agachando su cabeza hacia mí pecho—. Estoy bien.
—No te apenes —le pedí, ella sonrió sin volver a mirarme fijo—. No hay por qué hacerlo, cariño.
—No estoy apenada —me mintió en un hilo de voz.
—Hicimos el amor —le recordé levantando su rostro tomándola por el mentón, nuestros ojos se encontraron y le sonreí con amor—, acabo de conocerte y tú a mí —ella estaba sonrojándose aún más—. Eres hermosa y no hay motivo para que te escondas. Te quiero tal y como eres, que por cierto eres perfecta —me sonrió apenada.
—Gracias, Justin —susurró—. Te quiero mucho, ¿sabes?
—No dudo de eso —le aseguré—. Y no quiero que dudes de que te quiero muchísimo yo a ti, ¿lo tienes? —ella soltó una pequeña risa adorable.
—¿Qué hora es? —me preguntó. Me estiré para ver el reloj de la mesa de noche.
—A penas las 05:35 a.m. —le respondí y besé fugazmente sus labios.
—Es temprano —comentó. La claridad se filtraba por las ventanas, la habitación estaba mínimamente clara. Ella carraspeó un poco—, ¿habrán vuelto los chicos? —me preguntó.
—No lo sé, cariño —le respondí—. No los he escuchado entrar. Por cierto, ¿quieres ir a caminar un rato?
—Está lloviendo —agudicé mi oído, ella tenía razón. Sonreí divertido—. Oído de halcón —se encogió de hombros juguetona.
—¿Quieres hacer algo o prefieres quedarte en cama y mirar alguna película? —ella sonrió ampliamente y aposté a que elegiría la segunda opción.
—Me gustaría quedarme en cama —me informó—, pero primero quiero darme una ducha —me informó.
—Vale —acepté y besé su frente dulcemente—. Ve, te espero aquí, cariño.



Ella se arrastró por la cama y se sentó dándome la espalda, tomó la remera que le había dado anoche y se la puso ágilmente, se puso de pie y se estabilizó, supuse que se acostumbraba al dolor. Ella caminó hasta el baño y oí como se cerró la puerta.

Pasé una mano por mi cabello y sonreí solo recordando la forma en que la había amado la noche anterior. Estaba feliz, realmente feliz. Me puse de pie y me volví a poner mis bóxers, luego busqué una manta en el armario, estaba haciendo bastante frío, encendí la televisión y busqué alguna película en el Blue Ray. Encontré Diario de una Pasión y creí que sería lindo verla. Así que puse esa en la selección para que se cargara. Algunos segundos después ella salió del baño vistiendo solamente la remera que le había dado. Me sonrió con el cabello mojado cayendo sobre sus hombros, se acercó a la cama y volvió a acurrucarse a mi lado debajo de los edredones.



—¿Quieres verla? —ella leyó la pantalla y asintió sin dejar de sonreír y mirarme con admiración—, ¿estás bien? —pregunté divertido.
—Sí, ¿por qué dices? —la sonrisa, simplemente, no se borraba de su rostro.
—Pues, tienes la sonrisa pintada y no se te quita, ¡eh! —ella soltó una pequeña risilla entre dientes.
—Estoy feliz —confesó.
—¿Por qué?
—Porque me has hecho el amor —susurró apenada, sonreí divertido y besé su frente.
—Y volvería a hacértelo las veces que quieras —susurré cerca de su oído, ella volvió a reír como una niña.
—¡Ey, tranquilo, tigre! —dijo divertida— Demasiado dolor tengo por hoy —le miré desesperado, no me gustó oír eso.
—¿Te duele demasiado? ¿Te lastime? —pregunté apresurado, ella me sonrió y acarició mi pecho tranquilizándome.
—Ey, no te alteres así —me aconsejó—. Estoy bien —repitió—. No me has hecho daño, supongo que estaba demasiado estrecha o…
—¿Ó? —pregunté divertido haciendo que se ruborizara.
—Nada, olvídalo —me aconsejó apenada.
—No, ahora deberás decirlo —le advertí sonriendo pícaramente, ella negó apenada.
—No, no lo diré —mantuvo.
—¿Segura? —ella sonrió divertida.
—Olvídalo —repitió.
—Estabas muy estrecha, ¿ó? —insistí.
—¡Oh, venga! —protestó— Era eso o tus medidas no son las indicadas para una primera vez —reí divertido intentando no explotar a carcajadas.
—¿Qué quieres decir con eso? —ella estaba totalmente roja.
—¡Ya has entendido! —dijo frunciendo el ceño.

—Eres adorable —le aseguré y besé sus labios—. Te quiero, preciosa.

3 comentarios:

  1. Dios haces hermosos los capítulos
    eres una gran escritora

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  2. WOUUU que ternuraa¡¡¡ me encanta como escribes ¡¡¡¡ y lo que me he podido reir con lo de "Era eso o tus medidas no son las indicadas para una primera vez " ES BUENISIMO¡¡¡¡¡¡

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  3. Siguela me ipercanto los capi muero por saber mas de.lo que pasara entre.ellos estuvo super

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