miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 29°: "No te dejaré sola".




Narra ___________(tu nombre):



Desperté temprano a pesar de que fuera sábado y no tuviera nada por hacer hasta el lunes. Me di una ducha y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111758485&.locale=es . Me peiné el cabello dejándolo suelto y bajé. Mis padres ya no estaban, solo Sally estaba en la sala.



—Hola —saludé simpáticamente, dado el hecho de que no la veía desde la competencia.
—Hola —saludó ella en respuesta.
—¿Qué tal todo? —la noté apagada.
—Todo bien, ¿tú? —quien hablaba era mi hermana, en sus días tristes.
—Tú no estás bien —evité responder sentándome frente a ella del otro lado de la mesa, me preocupaba verla así—, ¿has peleado con Chaz? —ella negó mirándome casi gritando con sus ojos, reclamando ayuda.
—No, no es eso —suspiró pesadamente.
—¿Qué es entonces? —cuestioné alarmada— Sally, habla.
—___________(tu nombre), prométeme que no vas a enojarte —arqueé una ceja confundida.
—¿Por qué me enojaría? ¿Qué has hecho? —sus ojos se humedecieron.
—Yo… yo… —pasó saliva.
—Sally —llamé su atención desesperada ante su silencio.
—¿Qué harías tú si estás embarazada? —mi estómago cayó al suelo y se secó mi boca instantáneamente.
—¿De qué hablas? —mi voz se apagó, a penas se oía.
—Tengo un retraso de casi tres semanas —soltó—. Soy muy regular. Es raro que esto me pase.
—¿Y…? —insistí para que hablara.
—Me hice un test casero y me dio positivo —las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas—. Estoy aterrada. Chaz me matará.
—¡Sally! —protesté incrédula— ¿Cómo demonios has dejado que esto suceda? —negué con la cabeza— ¡No puedo creerlo!
—Me olvidé la píldora, no creí que…
—¿Cómo demonios crees? —grité desesperada poniéndome de pie— ¿A caso no sabes una mierda de esto? —me giré a mirarla mientras ella lloraba desconsolada— ¿Qué harás? ¿Sabes cómo se pondrán mamá y papá cuando lo sepan? —suspiré intentando calmarme mientras miraba hacia el patio a través de la mampara.
—Lo siento —su voz pendía de un hilo—. No sé qué hacer.
—¿Has hablado con Chaz? —me volteé a verla. Ella negó con la cabeza— Pues debes hacerlo. Él también es partícipe de este lío.
—Él va a dejarme —escupió ella entre lágrimas—. No quiere niños, ¡no los quiere!
—Nadie los querría a esta edad —grité desesperada—. Pero lo tendrán, así que deben hacerse cargo de su mierda —apreté el puente de mi nariz cerrando mis ojos con fuerza.
—Tengo que hablar con nuestros padres —soltó en un susurro.
—No puedo ayudarte, Sally —elevé mis manos rindiéndome—. Tú sola te has metido en esto.
—Necesito tu apoyo —me confesó y al escarbar en lo profundo de su mirada noté su desesperación, su miedo.
—No puedo hacer nada, hermana —negué con la cabeza incrédula aún—. No podemos evitar la realidad, definitivamente no es un problema menor, es uno del cuál no puedes deshacerte. Así de simple, mira —ella suspiró enjuagando sus lágrimas con sus puños.
—Chaz me odiará —suspiró escondiendo su cabeza entre sus brazos para apoyarla en la mesa y no mirarme.
—Chaz no podrá odiarte —me senté nuevamente intentando no frustrarla más. No había retorno, solo había que enfrentar las cosas racionalmente—. Él sabía las posibles consecuencias de tener sexo, ¿no? Bien, ahora es hora de que se hagan cargo. Nada más, ni nada menos que eso.
—Fui una imbécil —se insultó a sí misma—. No sé cómo demonios pude atrasarme con la píldora. Jamás me pasó.
—Siempre hay una primera vez —me encogí de hombros soltando el aire rápidamente—. Supongo que Dios y el destino quisieron que así fuera y todo tiene un por qué. Solo no te tortures.
—No es tan fácil en mi lugar —escupió ella sentándose nuevamente bien.
—¿Y qué harás al respecto? —cuestioné severamente— ¿Castigarte, echarte toda la culpa y vivir con el remordimiento? ¿No sería mejor a caso disfrutar de la etapa que comienzas a vivir, sea la situación que sea? —ella me miró confundida— Sí, tienes diecisiete años, quizás no querías ser madre aún, pero así te tocó. Esta es tu historia. Es lo que te toca afrontar. Debes poner el pecho a la situación, enfrentar a quienes te rodean y disfrutarlo, porque vas a ser madre. No será fácil, lo apuesto —me encogí de hombros—, ¡pero no va a faltarte nada! —exclamé— Agradece que tenemos el dinero suficiente como para que no abandones los estudios y puedas tener una carrera. Vamos a ayudarte, Sally. Al menos yo lo haré —sus ojos brillaban húmedos y su respiración era entre cortada de tanto llorar.
—Van a matarme —susurró.
—Míralo por otro lado —le aconsejé—. Tendrás un niño o una niña, alguien que te ame incondicionalmente, alguien que deberás proteger. Alguien que te enseñará a amar de una manera distinta, no te cierres en las probables posibilidades de que todo salga mal, ¡Vamos, Sal! —intenté animarla esperanzada de que reaccionara— Te ayudaré. No te dejaré sola, hermana.
—Te lo agradezco —me sonrió amargamente—. No sé qué haría si no tuviera una hermana como tú.
—¿Quieres hablar con nuestros papás primero, con Chaz o ir al médico?
—Hablaré con Chaz —respondió temerosa al cabo de algunos segundos—. Quiero que él decida si va a acompañarme en esto o deberé hacerlo todo por mí misma.
—No, por ti sola no —la corregí—. Ya te he dicho que cuentas conmigo, ¿vale? Aquí estoy, soy tu hermana y voy a apoyarte.



Sally habló unos segundos más conmigo y luego me informó que iría a la biblioteca para terminar un informe de las últimas materias del colegio. Era difícil de asimilarlo, realmente, una noticia así para comenzar el día no era nada fácil. Me hice una taza de café caliente para luego dirigirme a la sala y sentarme en el sillón a meditar todo lo que había escuchado antes.

Mi hermana menor estaba embarazada. Mamá iba a querer morirse al enterarse de la flamante noticia. Nos consternaría a todos con su llanto interminable y sus palabras a medio oír gracias a sus lágrimas. Ella querría saber qué hizo mal y se lo cuestionaría en cualquier ocasión a cualquier integrante de la familia. Intentaría hablar con Chaz, y pensé vagamente en la idea de que ella querría que se casaran.

Papá, por otro lado, quizás como en la mayoría de los casos, sería el más comprensivo, intentaría resolver las cosas de otra manera. Y no porque haya algo que resolver necesariamente, nada podía hacerse, pero esa era su manía por tener todas las cosas en calma y creer que absolutamente todo lo que pasara en la vida de cualquier integrante de nuestra familia era un problema a punto de estallar y debía ser resuelto con la velocidad en que terminaba de ser dicho a su persona.

No quería que bloquearan la cabeza de Sally, no podían hacerlo. Ella debía mantenerse en una postura neutral, sabiendo que no hay regreso de lo que está viviendo y que deberá cambiar muchas cosas, aún así, que valdrá la pena porque el hijo o la hija, independientemente de qué sea, es el fruto del amor que siente por Chaz y viceversa.

Al terminar mi café dejé la taza en el lavabo y me dirigí a mi habitación, me encontraba asombrada, deslumbrada por la información nueva. No podía adaptarme a la idea de un bebé en casa, un sobrino mío, un nieto de mis padres, un hijo de mi pequeña y dulce hermana menor, Sally.

Mi teléfono irrumpió mi pensamiento, me estiré del sillón para tomarlo entre mis manos de sobre el escritorio. Deslicé mi dedo y sonreí por primera vez esa mañana al ver el nombre en la pantalla.



“Espero que estés despierta y hayas amanecido muy, muy, muy bien (: Me gustaría darte el beso del “Buenos días”, pero aún no puedo despertar a tu lado todas las mañanas. Hazme saber cuándo me has leído y cómo estás. Te quiero, bonita”.

“Quizás me he contagiado de ti, pero no puedo dormir demasiadas horas desde hace unos cuantos días xP Estoy bien, algo consternada, pero no se debe a nada que deba preocuparte. Espero que tengas un sábado grandioso, también te quiero, bonito”.

“No será fácil un sábado grandioso si no estás aquí, intentaré lo posible :( *MalditaDistancia*. Ahora, ¿qué es lo que te preocupa, nena? Sabes que no pararé hasta que hables, así que hagámoslo fácil. Habla conmigo, dime si quieres que te llame. Pediré un receso en el estudio para hablarte. Cuéntame”.

“No es necesario que llames, solo concéntrate, no quiero que Scooter me odie. Hablaremos más tarde, ¿sí?”

“Dejo para ti la tarea de que me imagines frunciéndote el ceño, eres rebelde, ¿sabes? Bah, llamaré a la hora del almuerzo. No quiero saber que estés mal. Te quiero”.



Decidí que era justo que dejara de responder, él tenía responsabilidades por cumplir. No podía interrumpirlo.






#Vía telefónica#
—Nena —habló automáticamente cuando respondí el teléfono. Él parecía preocupado.
—Justin, tranquilo —mencioné cerrando la puerta de mi habitación—. Cálmate, no pasa nada.
—¿Estás bien? —me preguntó exasperado.
—Sí, yo sí. Bueno, no en realidad —pude imaginarme su cara de confusión.
—Háblame —me pidió pacientemente—, ¿qué es lo que sucede?
—Es Sally —susurré tenuemente.
—¿Qué pasó con ella?
—Ella… ella —carraspeé—. Ella está embarazada de Chaz —hablé con un tono bajo, temerosa de que alguien más escuchara.
—¿Qué? —preguntó sorprendido segundos después de un pálido silencio.
—Sí, pareciera una broma de mal gusto. Pero no es así. Son unos idiotas —suspiré con pesadez.
—No puedo creerlo —murmuró—. Creí que Chaz era un poco más inteligente, enserio.
—Ahora ya pasó. No hay vuelta atrás. Me preocupa qué vaya a pasar en casa. Mis padres querrán matar a Chaz, ni se diga de Sally.
—Ellos deberán entender, nena —oí un suspiro de su parte—. Realmente, no es una situación muy buena. Sally es joven, cualquiera se enojaría con ella. Ni se diga con Chaz. Pero deberán afrontar lo que les toca.
—Ella está mal —le confesé—. Se echa la culpa de todo y lo peor es que tiene pánico a que Chaz la odie.
—Chaz no haría eso —me aseguró su amigo—. Él será un imbécil, pero ama a tu hermana. Le costará aceptar lo que pasará dentro de unos meses, sí. A cualquiera le cuesta en su situación —era normal, ¿no?—. Pero él no es ningún monstruo como para abandonarla a su suerte. Sabe que el bebé es suyo.
—La situación me supera —le aseguré recostándome en mi cama mirando hacia el techo.
—No sabes lo que me gustaría estar allí —pensó en voz alta a través del teléfono.
—No sé cómo haré. No quiero dejar a Sally sola, pero el lunes comienzo los entrenamientos de polo —y no podía faltar.
—¿Y ella qué hará? —supe que se preguntaba por Sally.
—Quiere hablar con Chaz, luego no lo sé. Tal vez ir al médico y hablar con mis papás. Realmente, no me comentó qué haría después de contarle la situación a él —Chaz.
—No quiero saber que estás así —notaba la preocupación en su voz. Él se sentía atado por no poder estar conmigo, era entendible. Pero no era su culpa.
—No te preocupes —le aconsejé—. Debes concentrarte en tu música, en el álbum. Enserio, no quiero ser una carga.
—¡No lo eres! —soltó rápidamente— Ni siquiera pienses que lo eres, ¿vale? Me preocupo porque no puedo hacerlo de otra manera, me importas, te quiero, no podría no preocuparme porque estás mal, es eso.
—Quiero mudarme a Los Ángeles —solté, pude imaginarlo esbozar una sonrisa.
—¿De qué hablas? —cuestionó emocionado— ¿Dices enserio?
—Sí, me encantaría ir —no necesariamente a su casa—, pero con todo esto de Sally, no será fácil.
—Sí, lo imagino —murmuró pensativo—. Quizás puedas venir una vez al mes y yo voy otra vez al mes a Canadá, así nos veríamos más. Por el dinero no deberás preocuparte yo…
—Justin —lo interrumpí—, no quiero que me pagues nada. Y sí, la idea es buena.
—Vale, vale —apostaba a que sacudió la cabeza negando mientras sonreía—. Quiero que me mantengas informado, ¿sí? Debo ir a grabar ahora, pero necesito que me prometas que vas a llamarme si algo pasa.
—Lo prometo —susurré.
—Vale, te quiero, ¿sí? —sonreí inconsciente ante sus palabras.
—También te quiero —murmuré y colgué la línea.
#Fin vía telefónica#



Colgué el teléfono y me quedé mirando el techo de mi habitación. Sería lindo vivir cerca de Justin. Verlo todos los días, ver su sonrisa, sentir su aroma. Pero las cosas, ahorita, no estaban así. Yo estaba en Canadá y él en Estados Unidos. Suspiré sentándome en la cama, salí de mi habitación camino a la escalera entonces los gritos se escucharon. Me acerqué al borde sin dejar que me vieran, Chaz y Sally acababan de llegar.



—¡No puedo creerlo, Sally! —Chaz estaba sacado de sí mismo. Los nervios se habían apoderado—, ¿Cómo coño te puedes olvidar la puta píldora? ¿Estás loca? ¿Sabes la mierda que has hecho? —mi hermana sollozaba frente a él, débil como un papel arrastrado por el viento.
—Lo siento, Chaz —sus palabras apenas se escuchaban desde dónde yo intentaba oír.
—Y eso ahora, realmente, me sirve para la nada misma —él comenzó a caminar de un lado al otro mientras pasaba la mano por su cabello con nervios—. No sé qué demonios haremos. Tus padres van a matarnos, ni se diga los míos, además, no sé como haremos. Sally, debemos criar un bebé y no tenemos dinero propio, ni tú, ni yo.
—Mis padres van a ayudarnos —la esperanza no aparecía en la voz de mi hermana, solo lo soltaba por suponer y esperar a que la suerte la acompañara esta vez.
—¿Estás segura, Sally? —él negó con la cabeza sonriéndole amargamente, lo más que pudo— Ya nada será igual. Tendremos una criatura de por medio, lo cambiará todo.
—No está bien oír a escondidas —me exalté casi tropezando hacia el barandal de las escaleras, luego divisé a Amelia sonriéndome algo divertida.
—¡Ame! —exclamé en voz baja— La próxima me haces caer por las escaleras y eso estará bien feo.
—Déjalos resolver sus cosas —me sugirió—. Ellos lo harán bien, solo deben adaptarse.
—¿Has oído? —le pregunté temerosa. Mi nana asintió.
—¿Quién no? —sonrió divertida— Hoy temprano gritabas tú, luego viene Chaz a gritar —se encogió de hombros—. Si quieres te preparo el almuerzo y hablamos, porque debes comer, sabes —habló maternalmente.
—Vale, vale —fruncí el ceño—. Te sigo —le indiqué.



Bajamos las escaleras y pasamos hacia la cocina, creo que sin ser vistas. Amelia cocinó para nosotras tocino, macarrones con queso y jugo de naranja. Sirvió la comida y se sentó frente a mí.



—Mis papás van a matarla —ella me miró detenidamente, esperando más—. Y también a Chaz.
—Lo hecho, hecho está —se encogió de hombros—. Será difícil aceptar que ella va a tener un bebé, sí. Pero no podemos hacer nada ahora, ni tú, ni yo, ni tus papás, ni siquiera la propia Sally —Ame tenía razón.
—Mamá me tuvo de joven a mí —Amelia asintió sonriéndome.
—A los veinte —me aseguró. Y sí, Amelia conocía a mamá desde hacía mucho tiempo—. Por eso te digo que las cosas no serán tan malas, nena. Ella entenderá a Sally. Quizás primero se enoje, es lógico, pero todo estará bien.
—Papá ya tenía trabajo —ya tenía el buffete, recién comenzaba.
—Sí, él ya tenía 25, pero ¿sabes algo? —la miré para que prosiguiera— Nada de lo que pase quita que sean sus hijas y que las apoyen en cualquier cosa. Ellos son muy buenos con ustedes, no dejarán sola a su hija menor en esto, lo sabes —me encogí de hombros tragando mi bocado para hablar.
—Tengo un mal presentimiento, Ame —confesé dejando mi tenedor sobre el borde del plato para apoyarme en mis codos—. Algo me dice que las cosas comenzarán a ir mal y no sé por qué.
—Si no comes va a irte mal —me regañó—, ¡Vamos! Cociné para que lo terminaras —me exigió, frustrada tomé el tenedor y metí otro bocado en mi boca—. Y sí, quizás. No lo sé —se encogió de hombros—. Realmente, puede que esto sea un problema o puede que estés pensándolo demasiado.

—Ojalá solo sea mi jodida mente dándome una mala jugada —murmuré. 

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