viernes, 24 de enero de 2014

Capítulo 26°: "Yo no te veo como el chico famoso que no debe equivocarse".




—Es divertido hacer compras —dijeron al unísono alentando mi risa.
—Sí, puedo imaginarlas entrar y salir de cada una de las tiendas con bolsas y más bolsas —ellas me miraban con sus ceños fruncidos—, ¡es increíble de divertido! —imité la voz chillona de una mujer.
—Si no fuera por las compras no podríamos vernos lindas y arregladas —aseguró mi madre—, pues ustedes serían los primeros en quejarse, ¿sabes?
—Es cierto —me encogí de hombros—. Ustedes no son tan adictas a las compras, hay mujeres que compran el triple de ustedes.
—Mujeres y compras —sentenció mi novia—, van de la mano.
—Puedes apostarlo —mamá sonrió divertida.
—Hola —volteé para ver a Ryan parado en la puerta de la sala y algo me dijo que no me saludó ni a mí, ni a mamá. Sus ojos estaban quemando la piel de ___________(tu nombre) y supe cuando sus ojos se encontraron porque ella se puso rígida sobre mi regazo, aún así, me negué a soltarla.
—Hola —el silencio se vio interrumpido por la voz de mamá.



Narra ___________(tu nombre):



Hacía un poco más de un mes que no veía a Ryan, verlo entrar y pararse allí con su semblante distante, tan distante de mí como nunca lo estuvo, me puso nerviosa. No sentía la necesidad de abrazarlo y decirle que lo extrañaba, ni siquiera sentía la necesidad de sonreír, al menos por educación. Solo quería gritarle que era un imbécil, que se había burlado de mí y que por más que no lo amara como mi novio, jugó con el cariño que le tenía. Eso no era menor detalle para mí, claro que no lo era.

El agarre de Justin se apretó sobre mi cintura, intenté calmarme, relajar mi cuerpo, pero estaba tensa y pude imaginarme que Ryan lo notó, él me conocía demasiado bien, no en mi totalidad, pero sí mucho más que cualquier otra persona.



—Hola —murmuré después de Pattie.
—Es un gusto verte, ___________(tu nombre) —esbozó una sonrisa amarga como el infierno—. No supe nada de ti en mucho tiempo, pero sé que has ganado la competencia. Felicidades.
—Gracias —sentencié con sequedad—. Supe que estás bien con el trabajo de ayudante de director. Me alegra saberlo —y dudo que si no fuera porque lo solté él se hubiera dado cuenta. Mi voz era tajante, la tensión se acrecentaba entre nosotros.
—Bueno, chicos —interrumpió Pattie alegremente—. El almuerzo está listo y supongo que mueres de hambre, linda.
—Sí —le sonreí entre mis posibilidades.
—Estás de suerte, porque Etah cocina como los dioses —me comentó Justin mientras nos poníamos de pie. Su brazo rodeó mi cintura. No supe entender si marcaba terreno o era un acto natural.
—Eso es grandioso, porque tengo hambre —Ryan estaba inmóvil en la puerta.
—Disfruten la comida —deseó—. Tengo que salir —sonrió con menos amargura que antes y supuse que era porque tenía buenos planes fuera—. Los veré más tarde, hasta luego, chicos.
—Adiós, cariño —saludó Pattie alegremente.
—Adiós, viejo —yo guardé silencio mientras Ryan salía—. Ay, nena —soltó Justin un suspiro mientras comenzábamos a caminar por su gran sala decorada minimalistamente de blanco y morado oscuro—, eso fue incómodo.
—Lo sé —dejé escapar un suspiro entre labios—. No creí que iba a ser tan dura, pero lo vi allí y…
—La traición no es materia fácil —se entrometió Patricia—. Pero, no lo odies. Después de todo, él abrió camino hacia otra oportunidad —y supe que se refería a Justin casi sin pensarlo.
—Sí, eso debería agradecérselo —sonreí como sonsa mientras Justin besaba mi sien.



Luego de que almorzáramos solo los tres, Justin me mostró la enorme casa que poseía.



—Y bueno, ¿qué clase de músico sería si no tuviera una sala de música? —dijo divertido mientras abría la puerta hacia una sala pintada sus paredes de color crema, con toda clase de instrumentos en ella.



Había fotos colgadas en las paredes enmarcadas decorando las paredes, hacia un lado una especie de biblioteca, pero solo contenía CD’s de distintos artistas, supuse que los que Justin solía oír con frecuencia. También pude deducir que los coleccionaba. Mi vista se nubló al ver el piano descansando pacíficamente a un lado de la habitación, me contuve de ir a empezar mi trance sobre él, nuevamente. Estaba agotada de esos jodidos recuerdos.



—No creas que no noto que tienes un trance cada vez que ves uno —la voz de Justin cerca de mi oído me causó un escalofrío y me sobre salté al voltear y verlo tan cerca de mí—. Y sé que alguna vez me explicarás por qué te pones tan nerviosa y odias tener que cantar o tocar alguna pieza.
—Es que simplemente, no tiene importancia —sus brazos me rodearon por la cintura poniéndome de frente con él.
—No, sí la tiene —me corrigió con autoridad—. Por algo lo haces —entendí que se refirió a mi tristeza, mis nervios. Ese jodido conjunto de sentimientos—. No importa que sea, quiero que confíes en mí alguna vez para contármelo.
—Lo hago, confío en ti —mordí mi labio y concentré mi atención en la cadena que colgaba de su cuello—. Simplemente, jamás he hablado de esto con nadie.
—¿Y por qué no hacerlo conmigo? —insistió mientras su nariz rozaba la mía en una línea vertical desde arriba hacia abajo, para terminar robándome un casto beso en los labios.
—¿Podemos sentarnos? —le pregunté mirando los sillones hacia mi derecha.
—Claro —habló él. Soltándome se dirigió a cerrar la puerta, para que no nos interrumpan, supuse. Luego nos sentamos, uno al lado del otro. Él no dejaba de mirarme—. Es feo, ¿no?



Supuse que era tiempo de hacerlo, de abrir mi corazón a alguien. Entonces, Justin, mi primer hombre, la persona de la cual estaba enamorándome perdidamente me pedía que lo hiciera y algo en mí, algo que jamás nadie fue capaz de hacerme sentir, me lanzó hacia delante, dándome el valor necesario. Era hora.



—Sí, lo es —asentí sintiendo las imágenes recorrer mi cabeza—. Mis clases eran tan lindas, ¿sabes? Tory, era mi maestra de piano y hermana de mamá. Ella era adorable, muy dulce y simpática. Tenía una paciencia casi increíble. Apenas tenía seis cuando mis clases de piano comenzaron —sonreí recordando aquél hecho que me marcó para siempre—. Puedo recordar cómo llegó con sus pantalones negros, su camisa color pastel perfectamente arreglada y su cabello rubio recogido en una cola. Siempre admiré la manera de deslizar sus dedos sobre las teclas. Ella era experta en el tema —los ojos de Justin me miraban pacientes y curiosos—. Ella no solo era mi tía, era mi maestra, mi inspiración, mi amiga para aquél entonces. Todos en casa la amábamos, era la tía favorita, realmente. Las clases siguieron y mi pasión por las piezas de Chopin crecía cada vez que Tory me hacía practicarlas a margen de no tener algún diminuto error.



Cerré mis ojos conteniendo las lágrimas en su lugar. No quería llorar otra vez recordándola. No, ya no.



—Tenía casi ocho cuando mamá me ofreció ir a gimnasia, así que comencé. Tory se adaptó a mis horarios y aún así, ella seguía dándome las clases que tanto amaba. Un día, cuando estaba con once, casi por cumplir los doce, en un plan de “tía y sobrina”, ella me ofreció buscarme del entrenamiento de gimnasia para ir a comer juntas—casi podría recordar lo que sentí aquél día—. Cuando salíamos del gimnasio camino al estacionamiento —no pude evitar un sollozo y las lágrimas comenzar a caer sobre mis mejillas. Justin tornó su semblante a preocupación y tristeza—, un imbécil llegó apuntándonos con un arma, gritándonos que le diéramos todo. Tory le tiró su bolso sin pensarlo dos veces y me metió tras su espalda. El tipo, al ver que el bolso estaba prácticamente vacío y que nada le serviría se puso furioso —me estremecí al reproducir el recuerdo en mi mente—. Él jaló el gatillo y se fue corriendo mientras mi tía caía muerta frente a mí —mi voz desaparecía con cada palabra y me comenzaba a ahogar en mis propias lágrimas—. Una semana después, caí de la barra y me fracturé la pierna. Cada vez que veo la barra, recuerdo que ella murió, prácticamente por mi culpa. Si ella no hubiese ido a buscarme —negué con mi cabeza mirando hacia abajo para que el cabello fuera una cortina tapando mis lágrimas—. Y desde ese día, yo jamás pude volver a tocar un piano sin sacarme la imagen de ella muerta de mi cabeza —suspiré con profundidad y no pude evitar temblar sollozando—. Logré superar la etapa oscura con ayuda de Edward y la equitación. Fue difícil y ver que puedo revivirlo todo en un momento —negué febrilmente con la cabeza—. Duele, solo eso. Soy temerosa, le temo demasiado al dolor. Por eso no tocaría jamás el piano para vivir, porque sería lastimarme a mí misma y no, no puedo. No solo por mí, sino por el recuerdo a mi hermosa y fallecida tía Tory.



Justin no dijo nada, solo me estrechó entre sus brazos tirándome hacia él para que quedara escondida en su pecho. Las lágrimas caían contra mi voluntad. Él solo se encargaba de acariciar mi espalda desde arriba hacia abajo, una y otra vez.



—Lo siento mucho —susurró y besó mi pelo al cabo de algunos segundos—. Cada vez que te insistí, no sabía que todo esto estaba detrás. Solo creía que era vergüenza.
—No importa —murmuré alejándome de él y secando mis lágrimas con mis puños—. Realmente, jamás creí que fuera a hacerlo de nuevo. A pesar de que a veces lo hacía en la soledad del ático, donde está mi viejo piano en casa, jamás lo había hecho con alguien más viéndome.
—No quiero que llores —susurró y enmarcando mi cara me robó un corto beso—. Odio ver esa imagen.
—Pues, está bien —sonreí levemente—. Ya lo he confesado y no hay razón para hablar de esto. Hagamos algo —le propuse tomándolo por sorpresa.
—¿Qué deseas hacer, nena? —me preguntó con una acaramelada voz.
—No lo sé —me encogí de hombros y solté un suspiro removiendo mi mente para guardar los recuerdos donde no salieran por algún largo rato—, ¿qué me ofreces hacer?
—Bueno —él carraspeó pensativo—…
—¡Viejo! —exclamó Lil Twist entrando a la sala de música, Justin lo miró divertido— Lamento si…
—Pasa, Lil —le indicó Justin—. No has interrumpido nada.
—Hola, chica —me saludó divertido.
—Hola, Lil —le sonreí levemente.
—No creas que porque estás aquí él me dejará, ¿sabes? —bromeó Lil con un tono celoso— Sigo siendo su amigo —elevé mis manos en son de inocencia.
—No te preocupes, está todo de maravillas. No soy celosa de sus amigos —me encogí de hombros divertida.
—¿Qué planean hacer, chicos? —preguntó Lil. Me encogí de hombros.
—Realmente, no sabemos —habló Justin—.  Qué nos propones, Twist.
—Apuesto a que ella quiere ir de compras —yo reí negando con la cabeza.
—No, realmente —le respondí.
—Podríamos —guardó silencio pensativo—… tú nunca has venido a Los Ángeles —pareció recordar Lil hacia mí—, podríamos llevarte a conocer la ciudad.
—¡Es una buena idea! —alagó Justin, yo sonreí.
—Vale —acepté—. Me gustará ir.



Estuvimos toda la tarde recorriendo diversas tiendas y paseando por algunos lugares, al llegar a la casa, Justin me indicó que me cambiara, porque iríamos a cenar y tendríamos una gran noche.

Luego de ducharme, tomé el vestido que Caitlin me había hecho elegir antes de viajar a Georgia y luego a Los Ángeles, algo en mí me dijo que ella sabía que lo necesitaría y conociéndola, claramente ella era cómplice de algún plan de Justin. Sacudí mi cabeza riéndome divertida ante el recuerdo de Caitlin buscando un vestido “perfecto” para mí, debí sospecharlo desde el principio. Ella era una amiga que no dejaba pasar detalle.

Me enfundé en el vestido (http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111296594&.locale=es ), peiné mi cabello para plancharlo rápidamente y que cayera libre por mis hombros. Me puse máscara en las pestañas, delineé mis ojos delicadamente, pinté mis labios de rojo carmesí y les puse brillo transparente por encima. Me paré sobre mis tacones y admiré el resultado en la habitación de huéspedes que estaba ocupando en casa de mi novio. Sonreí complacida y tomé mi bolso para bajar.



—Estoy lista —comenté y cuando vi quiénes estaban allí sentí los ojos de Ryan quemar mi piel.
—¡Oh, qué bonita! —exclamó Jaden divertido, Justin lo miró frunciendo el ceño.
—Cariño, ya nos vamos, ¿sí? —me indicó— Kenny viene enseguida, la reservación es a las nueve —apenas eran las 08:30 p.m.
—Vale —acepté incómoda.
—No te intimides —me sugirió Ryan tomándome por sorpresa, lo miré sin moverme de mi lugar—. Sé que están juntos, ya hablé con Justin. Tómatelo con calma.
—No es eso —carraspeé después de hablar secamente—. No es nada en realidad, olvídalo. Estoy bien.
—Como les decía —prosiguió Justin, yo caminé y me senté a su lado tomándolo por sorpresa para que me regalara una sonrisa—, ellos no dejan de joder con el tema.
—Es que, viejo —suspiró Jaden meneando la mano abrumado—, el lío se armó gracias a la mierda que soltaron los polis.
—¡Es que jamás lo olvidan! —protestó mi novio— Fue en enero, ya estamos casi a finales de febrero, digo… supérenlo, ¿no?
—No es tan fácil, Bieber —repitió Jaden mirándolo con comprensión.
—Han sido demasiados chismes para tan poco tiempo —le recordó mi ex novio sentado frente a mí. Era incómodo. Usualmente, me hubiese imaginado del lado de Ryan, no enfrente de él—. Ni siquiera el propio Scooter lo ha dejado ir, menos lo harán tus fans, ni siquiera pensemos en la prensa.
—Estoy haciendo las cosas bien ahora —escupió Justin frustrado.
—Eso no les importa —le recordó Butler.
—Los conoces, Justin —sentenció Jaden—. Jamás dejarán de joderte.
—Solo esperemos que mañana la entrevista esté calmada.



Segundos después, Kenny llegó a buscarnos. Nos despedimos de los chicos y sentí mis hombros aliviarse cuando salimos camino a la camioneta. Justin abrió la puerta trasera y subí, él se arrastró a mi lado y luego de cerrar la puerta, Kenny comenzó a conducir. La ciudad estaba bajo la noche y las luces la hacían lucir linda, divertida y elegante.



—¿De qué hablaban en la sala? —no pude controlar mi curiosidad.
—Nada importante —supe que sí era importante.
—¿Seguro? —lo miré inquisitivamente, él suspiró y me miró.
—¿Quieres oír? —yo asentí.
—Sí, quiero hacerlo.
—Prométeme que no te enojarás —me rogó. Lo miré arqueando una ceja.
—¿De qué hablas?
—De que no debes creer todo lo que dicen de mí.
—¿Y qué dicen?
—Bueno, hace unos meses me arrestaron por conducir con la licencia vencida y con un pequeño grado de alcohol encima —yo solo lo miré sin decir nada. Quería seguir oyendo—. La prensa salió a decir que estaba drogado y alcoholizado a más no poder jugando carreras ilegales en la autopista con mis amigos, es absurdo —suspiré frustrado—. Mis Beliebers salieron a armar guerra y las fansbases se unieron para luchar en contra de la prensa. Desde entonces me tienen tachado por un drogadicto alcohólico Justin Bieber y a mis fans por ingenuas.
—¿Y cuánto de todo es verdad? —cuestioné inocentemente.
—No voy a mentirte —me advirtió sin despegar sus ojos de los míos—. Fumé marihuana hace un par de meses, como a mitad del año pasado, muchas veces me alcoholicé hasta prácticamente olvidarlo todo con Lil, Za y Milk —supuse que eran sus amigos, evitando el hecho de que sabía quién era Lil—. Pero lo dejé —analicé sus ojos—, hace meses no me pongo borracho o fumo, siquiera un cigarro —suspiró pesadamente—. La prensa apesta, realmente lo hace. No soy drogadicto o borracho, simplemente, necesité un escape y lo hice mal. Me equivoqué.
—¿Escape a qué? —intentaba asimilar todos esos jodidos datos.
—A estar solo en un mundo donde todo el mundo quiere derribarte. A olvidar a Selena y toda su mierda. Olvidar que todo el mundo me tenía bajo la lupa y que criticarían todo, lo hiciera bien o lo hiciera mal. A los jodidos noticieros, las malditas revistas hablando de mi relación con ella. Solo quería encontrar una forma de reconstruirme y admito que solo me destruí un poco más.
—Justin —oí que interrumpió su guardaespaldas desde adelante—, no debes…
—¡Es mi novia, Kenny! —escupió él recordándoselo— ¿Si no me descargo y confío en ella, entonces qué deberá tener sentido? —apoyé mi mano sobre la suya tranquilizándolo.
—Tranquilo —le pedí—. Eso ya pasó —sus ojos estaban extraviados, tormentosos, en realidad, reflejaban miedo—. Quizás yo no sea Selena, y no sé qué tan bueno o malo es eso. Pero el hecho es que, no te dejaré caer. Ya te lo he dicho, estás en el camino correcto y por muchas caídas que tengas, estoy dispuesta a mantenerte en él —él mojó su labio inferior recorriéndolo con la lengua, abrió su boca para decir algo—. No me interesa cuánto quieras culparte —añadí antes de que él prosiguiera—, todos tenemos errores, ¿entiendes? Tú, yo, Selena, el mundo entero los tiene. Eso no cambia el hecho de que seas persona, la fama no lo hace —acaricié su mejilla vacilando un poco, pero luego tomé confianza. Cerró sus ojos ante mi tacto y suspiró—. Yo no te veo como el chico famoso que no debe equivocarse. Solo eres mi novio, el chico guapo, lindo, dulce y simpático que me enamoró, ¿entiendes eso, Justin? —él volvió a encontrarse con mi mirada, esta vez la suya reflejaba amor y adoración, nada más— Te quiero y confío en tu palabra. Si me dices que no lo haces, me importará una mierda lo que la prensa diga, así que… ahí tienes. Solo he conocido un pedazo de tu pasado, eso no cambia mi confianza hacia ti. Te quiero, nada cambiará eso —él sonrió ampliamente—. Mucho menos la jodida prensa, ¿vale? —él tomó mi rostro entre sus manos.

—No eres como ella y eso es jodidamente bueno —él sonrió y besó fugazmente mis labios.

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