miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 10°: "La revancha no es buena, cariño".




—Debes… —calló solo unos segundos y luego me sonrió maliciosamente—, deberás besar a Justin, pero no un besito, sino con un beso de novela.
—¿Estás loco? —dijo Sam quejándose antes de que yo lo hiciera.
—¡No lo haré! —me negué. Justin me miraba y en sus ojos notaba como disfrutaba esto.
—Un reto, es un reto —dijeron al unísono Miley, Ryan, Jaden y Caitlin. Samanta estaba furiosa.


Volteé hacia el lado de Justin, él me miró a los ojos con una mirada potente y seductora, diría yo. Mágicamente, me comenzaron a temblar las piernas y sudar las manos; me acerqué un poco más, debía besarlo yo; ¡era el peor castigo hacer esto delante de todos! Lo odiaba, odiaba hacerlo. Con mis ojos fríamente abiertos, como los de él, acordé la distancia reduciéndola a pocos milímetros. Sentí como Bieber suspiró con deseo y lujuria y acorté la distancia hasta apoyar mis labios en los suyos. Respondió al instante apretando sus labios más contra los míos y abriendo sus labios para besarme “oficialmente”.

Me sentía sucia, hipócrita y estúpida por hacerlo por un simple reto, pero después de tantos años de sufrir y sentirme una basura, estaba completa. Sentía la emoción dentro de mi cuerpo, cosa que no me había pasado nunca con nadie. Luego de unos segundos me separé de él. Sus ojos estaban clavados en mí, estaban buscando algo más. Volteé mi cara rápidamente, no esperaba nada más. Había sido un error. Frente a mí la cara de Sam me miraba indignada y con los ojos húmedos; ¡qué gran mierda!






Sam, Jaden, Miley y Ryan habían decidido quedar a dormir en el contry. Caitlin, Justin y yo quisimos volver a la ciudad; Caitlin iba en el asiento del copiloto, Justin conducía y yo iba atrás mirando los ojos de Bieber por el retrovisor. Nos habíamos besado, por más reto que fuera, lo habíamos hecho y no sentí repulsión, ganas de vomitar o lo que fuera.


—Van calladas —irrumpió Bieber el silencio.
—No hay mucho de qué hablar —aseguró Caitlin, ella era tímida con quienes no conocía.
—Enciende la radio —le sugerí. Cait estiró su brazo y así lo hiso. Sonaba Avril Lavigne, hacía buena música a veces.
—¿Van a tu casa? —me preguntó Justin.
—Sí —respondí a las secas desde atrás. Me causaba miedo pensar en él y creer que me gustó besarlo.
—¿Vives cerca de la casa de ___________(tu nombre)? —mi amiga estaba tomando confianza.
—A unas 10 cuadras —le respondió Justin. Por el retrovisor iba mirando su cabello rubio oscuro peinado un poco revuelto y sus ojos mirar la carretera concentrados.
—Y… ¿siempre has vivido en New York? —Cait solo hablaba para no hundirnos en el silencio. Mi cabeza iba más concentrada en la música que en otra cosa.
—Sí, desde que tengo memoria —habló Bieber—. Aunque viví un par de meses en Canadá. Tú, ¿también eres de aquí?
—Sí, pero me fui a trabajar como modelo hace dos años a Francia —me sentía algo sola atrás sin que nadie me hablara.
—¿Y qué tal Francia? —preguntó Justin. Cait soltó una pequeña risa.
—No es tan especial como mi New York —soltó algo melancólica Caitlin.
—New York apesta, como Francia —me entrometí—. Sería mejor vivir en Inglaterra.
—¿Dices? —preguntó Cait— Yo creo que London es aburrido.
—Sí, puede que sí —afirmé—. Pero los ingleses son sexys.
—Es un buen punto, amiga —esta vez Justin estaba esperando para opinar.
—¡Uh, súbele el volumen! —le pedí cuando escuché que comenzaba a sonar Under The Water — The Pretty Reckless.


Caitlin y Justin siguieron hablando hasta llegar a casa; allí él estacionó.


—Gracias, Justin —habló Cait y se bajó. Estaba a punto de hacer lo mismo, pero su voz me causó un escalofrío.
—___________(tu nombre) —mencionó mi nombre.
—Dime.
—Necesito hablar contigo —Cait ya estaba camino al porche de la casa. Ella tenía las llaves.
—¿Hay algo de lo que tenemos que hablar? —creía que no, o aunque no fuera así, rogaba que no lo hubiera.
—Yo creo que sí —me informó él.
—Está bien —accedí—. Baja, iremos al jardín.


Luego de que él bajara caminamos hasta el jardín, Cait sabía que estaríamos allí. Nos sentamos en la banca donde estuve con mi amiga esa misma tarde, notaba a Justin algo raro.


—Mírame —me pidió. Volteé mi rostro hasta toparme con su mirada mirándome tal como me miró cuando acabó el beso.
—¿Por qué? —me limité a pensar en voz alta.
—Hay algo mío que tú tienes y es lo que me falta para ser yo —era lo que había sentido cuando lo besé. Que él completaba algo que me hacía funcionar. Era el engranaje que me faltaba.
—Justin, esto es imposible —le recordé intentando mantener mi postura.
—¿No te pasó a ti? —me cuestionó mirándome de la misma forma—, ¿no sentiste eso?
—Sinceramente, no —mentí. Justin siguió mirándome de la misma manera, como si no le importara yo.
—¿Por qué debes ser especial? —preguntó retóricamente— ¿por qué debes cambiarme tú?
—¿De qué hablas? —había muchas preguntas y pocas respuestas.
—¿Crees que pienso en acostarme con Sam o cualquier otra muchacha? —sonrió irónicamente y rascó su nuca con nervios— Lo único en lo que pienso desde que hablamos en Malibú es en lo estúpido que sería si me ganara tu odio, ¿crees que eso es normal en mí? Pues, no.
—Hice mal en hablarlo contigo —caí en cuentas—. Quizás irrumpí en el rumbo natural. Esto no debería suceder.
—¿Quién dice que no? —la actitud de este Justin cuestionador e intrépido me causaba pánico, no me gustaba que fuera así.
—Tú eres novio de Sam y yo no sirvo para las relaciones —le aseguré. Bieber sonrió cínicamente—. No querría nada contigo, ¿entiendes Justin?
—Eres cruel, es decir que ocultas algo —dedujo. Sonreí sarcásticamente.
—No soy cruel, soy realista —era la verdad—. Tú no me quieres, tú quieres quitarte las ganas.
—No creo…
—Claro que es así —afirmé—. Soy de las únicas que te ha dicho no, intentas acostarte conmigo para saber “cómo” y presumirlo luego. No funciona así para mí.
—Tú no me conoces —se dignó a decir. Sonreí irónicamente, otra vez.
—Y no intento hacerlo, porque si lo hiciera sería absurdo. No quiero peleas, ¿va? —me refería a Sam y debía aclararlo ahora—. No quiero meterme entre tú y Sam, ¿entiendes?
—No harás que deje de pensar en ti —me advirtió.
—Eso es tú drama —él exageraba.
—Sé que sientes lo mismo —¿sentir algo? Más que confusión, nada.
—Estás confundido —preferí decirle—. Crees que soy alguien especial y solo soy mierda —sonreí algo triste—. Creí que serías distinto conmigo, pero solo intentas llevarme a la cama.
—¿Sabes lo que quiero? —yo negué con la cabeza a modo de respuesta— En este momento solo deseo besarte, como lo hicimos hoy.
—No empeores las cosas —le pedí—. Ni siquiera sé qué hacemos hablando de esto, Justin —me puse de pie y él igual—. Gracias por traerme a casa, hasta luego —comencé a caminar para entrar, pero él me tomó del brazo.
—Deja de hacerte la fuerte y admítelo —arqueé una ceja—. Admite que quieres a alguien que te contenga y sabes que podría ser yo.
—Crees que vas a controlar mis sentimientos por saber cosas que las personas no saben de mí —aseguré—, pero no Justin. Así no funciona mi vida. Solo trátame como a una más, fue un simple beso que surgió de un reto, ¿crees que te habría besado de otra forma? —antes de que él respondiera me digné a seguir—. No busques fuego donde no hay nada, ¿vale? Eres novio de mi hermana, novio de Samanta, recuérdalo —le aconsejé.


Me zafé de su agarre y entré a mi casa bastante indignada. Subí las escaleras con un paso pesado, Cait esperaba por mí arriba; de seguro iba a cuestionar qué diablos había sucedido para que Justin estuviera así. Entré a mi habitación y mi amiga esperaba sentada sobre mi cama, ansiosa.


—¿Qué sucedió? —preguntó como principal punto.
—Justin —resumí. Ella arqueó una ceja—. Debe cagarlo todo, está escrito y confirmado —me senté en la cama de Sam—. Dice que “hay algo en mí que lo hace ser él mismo”, quiere ligarme.
—Lo noté desde que llegué y lo vi —me aseguró mi amiga riendo triunfante.
—Es un estúpido, solo lo besé por el reto y él cree que podría pasar algo —Cait me sonrió otra vez, tramaba algo o pensaba algo, lo que era aún peor.
—Te gusta —sentenció. La miré desesperada.
—¿Cómo crees, Caitlin? —ella sonrió pícaramente.
—No te culpo, es sexy y te está siguiendo, ¿quién no se engancharía de tal cuero? —suspiré frustrada.
—No me gusta Justin Bieber —dejé en claro con algo de nervios—. Él es un idiota que quiere follarme y ya, ¿es algo sexy eso?
—Puede que no sea romántico o conveniente para ti, pero sí es sexy —me contradijo Caitlin.
—Soy del tipo que se tiene que enamorar para acostarse con alguien —le recordé a mi amiga—. No me acostaré con Bieber porque sea un cuero, ¿vale? Además, él solo está deslumbrado porque sé decirle que no y ya. No es nada especial lo que siente por mí. Eso es obvio, Cait.
—Cambiando de tema —tituló—, ¿qué harás con Samanta?
—Está enojada, pero se le pasará al rato —o eso esperaba—. Sabes lo sonsa que es, ni siquiera lo recordará en una semana.


…Al día siguiente…


Desperté a las 09:00 a.m. me di un baño y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66961278&.locale=es . Caitlin dormía pesado todavía, decidí no levantarla. Bajé las escaleras intentando no hacer ruido. Entré a la sala y la imagen del sillón causó una guerra en mi cabeza, ¿podía pasar enserio? Samanta sentada sobre la falda de Rodrigo, besándose. Sabía que mi hermana no era de las que se conformaba con un solo tipo y los cambiaba cada un mes, pero ¡no creí que traicionara su propia moral! Estaba engañándome a mí y a Justin, con su propio cuñado en la casa que vive su hermana donde sabía que podía verlos. Esto me sonaba a venganza.


—Me parece que la revancha no es buena, cariño —rompí el silencio que los rodeaba. Ellos se soltaron y quedaron algo atónitos al verme, lo que me confirmaba que no estaba planeado.
—Creí que no estabas en casa —dijo Sam pálida.
—¿Dónde pretendías que esté? ¿Follándome a Justin? —cuestioné irónicamente— Desgraciadamente, tuve que ver esta aberración. Me parece estúpido y más de tú parte, Samanta. Yo que desconfiaba de Justin y eres tú la que le saca la vuelta —reí sarcástica.
—___________(tu nombre) yo…
—Ni hablar de ti —lo interrumpí—. Te hacías el herido porque pasé el día con Bieber y mírate, ¡estás besando a mi hermana! Quién sabe cuánto tiempo me tomaron por idiota. Pero saben algo —suspiré y sonreí cínicamente—, no duele tanto como creen, porque a ti, Rodrigo jamás te quise y a ti, Sam, bueno, no pude elegir mi familia lamentablemente, eres como un regalo indevolvible que me dio la vida. Ojalá pudiera devolverte.
—No seas cruel —me pidió Sam—. Lo lamento, ___________(tu nombre). Enserio, no fue apropósito.
—No me interesa oírte —le recordé—. Simplemente me encantaría que desaparecieras.


Me metí en la cocina, sinceramente no estaba mal. Mis ánimos eran los normales, no sentía que debía hacer algo o hacer nada; en todo caso, me había quitado un peso de encima, y sí, me refería a Rodrigo. Salí de casa por la puerta del patio, me monté en mi auto y conduje hasta casa de Bieber o al menos, hasta la dirección de casa que tenía me entendida por suya.

Me bajé del automóvil encontrándome con una mansión intimidante y grande, tanto como la mía. Subí los escalones hasta el porche y toqué timbre. Una mujer de ojos celestes, cabello castaño perfectamente recogido y vestido plisado de seda color uva me atendió.

—Buenos días —saludé. Ella inspeccionó mi persona.
—¿Qué se le ofrece, señorita? —dijo algo despectiva.
—¿Aquí vive Justin Bieber? —ella asintió.
—Pasa, lo llamaré —me indicó. Así lo hice. Entré a la sala, la cual estaba pulcra y lustrosa. La mujer se retiró dejando solo el eco de sus tacones. A los pocos minutos llegó Justin, vistiendo una camiseta y unos shorts, tenía cara de recién levantado, su cabello estaba revuelto y sus ojos entrecerrados.
—Lamento que mamá haya sido algo grosera, ella es así con quienes no conoce —dijo rascándose la nuca—, ¿qué se te ofrece?
—Vengo a pedir disculpas —los ojos de Justin me miraron confundidos, pero con sorpresa a la vez.
—No entiendo, ¿qué has hecho para pedirme disculpas? —cuestionó confundido.
—Te juzgué, creí que tú la cagarías primero, pero no fue así. Sam te engaña —solté sin regodeos, Justin sonrió cínicamente.
—¿Enserio? —creo que no estaba creyéndome—, ¿no era más fácil que me dijeras anoche que sí querías estar conmigo? Inventas todo esto para que deje a Sam y corra detrás de ti, ¿no es así?
—¿De qué carajos hablas? —le pregunté indignada— Si quieres creerme hazlo, también si decides dejar a Sam. Yo no voy a acostarme contigo si la dejas o si no la dejas, ¿entiendes? Solo lo decía, porque eres de una familia de clase y con tu madre toda de nariz respingada y ojos cínicos, debe tapar tu culo y tu dignidad con todas las manos que encuentre en la casa, no creo que se le vea bien a tu imagen que seas un ciervo, llevando tus cuernos y todo —él no dejaba de mirarme confundido.
—¿Y con quién me engaña Sam? —se dignó a preguntar.
—La vi besándose en la sala de mi propia casa con Rodrigo —los ojos de Justin se enfurecieron y apostaba a que no era por la actitud de Sam, si no por su propio orgullo de que Rodrigo le había “ganado” algo.
—Ese idiota —susurró entre dientes. Notaba odio en sus labios.
—Lo sé, hay una competencia absurda entre ustedes, por eso decidí decírtelo, Justin —y de alguna forma, era otra manera de vengar a Samanta.
—Quieres que la deje, ¿verdad? —sonreí cínicamente.
—Es tu vida, Justin —le recordé obviamente—. Me da igual si dejas o no a Sam. Yo no espero alguna reacción en especial de ti, porque mi vida no cambiaría en lo absoluto y lo sabes. Solo te hice un favor, porque te lo debía por escucharme en Malibú, pero no sale de eso.



Narra Justin:



___________(tu nombre) ya se había marchado cuando mamá entró a la sala mirándome raro.


—¿Quién era? —me preguntó— se parecía mucho a Samanta —mamá conocía a Sam por lo del viaje, porque no le presentaba a todas mis novias.
—Es hermana de Sam —me limité a decirle.
—Tiene mal aspecto —me informó—. Es linda, pero descuidada.
—Es mejor que Sam, aunque no lo creas —ni siquiera sabía por qué la defendía—. Sam, es muy hermosa y fina, pero es una zorra.
—No hables así —me ordenó mi madre—. Debes tener respeto por tu novia.
—Ex novia, querrás decir —mencioné—. Porque voy a terminarle hoy mismo.
—Estás obsesionado con ___________(tu nombre), ¿no? —no le diría que sí, porque enloquecería en vano.
—Estás viendo cosas donde no las hay —evadí su pregunta.
—Justin, te conozco hace 17 años, casi 18. No vas a engañarme —me recordó.
—Creo que es sexy y hermosa —confesé a las puras.
—Pues, quítate esa idea de la cabeza —me ordenó con severidad—. Te prohíbo que vuelvas a ver a esa muchacha rara y atrevida.

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