—Debes… —calló solo
unos segundos y luego me sonrió maliciosamente—, deberás besar a Justin, pero
no un besito, sino con un beso de novela.
—¿Estás loco? —dijo
Sam quejándose antes de que yo lo hiciera.
—¡No lo haré! —me
negué. Justin me miraba y en sus ojos notaba como disfrutaba esto.
—Un reto, es un
reto —dijeron al unísono Miley, Ryan, Jaden y Caitlin. Samanta estaba furiosa.
Volteé hacia el
lado de Justin, él me miró a los ojos con una mirada potente y seductora, diría
yo. Mágicamente, me comenzaron a temblar las piernas y sudar las manos; me
acerqué un poco más, debía besarlo yo; ¡era el peor castigo hacer esto delante
de todos! Lo odiaba, odiaba hacerlo. Con mis ojos fríamente abiertos, como los
de él, acordé la distancia reduciéndola a pocos milímetros. Sentí como Bieber
suspiró con deseo y lujuria y acorté la distancia hasta apoyar mis labios en
los suyos. Respondió al instante apretando sus labios más contra los míos y
abriendo sus labios para besarme “oficialmente”.
Me sentía sucia,
hipócrita y estúpida por hacerlo por un simple reto, pero después de tantos
años de sufrir y sentirme una basura, estaba completa. Sentía la emoción dentro
de mi cuerpo, cosa que no me había pasado nunca con nadie. Luego de unos
segundos me separé de él. Sus ojos estaban clavados en mí, estaban buscando
algo más. Volteé mi cara rápidamente, no esperaba nada más. Había sido un
error. Frente a mí la cara de Sam me miraba indignada y con los ojos húmedos;
¡qué gran mierda!
…
Sam, Jaden, Miley y
Ryan habían decidido quedar a dormir en el contry. Caitlin, Justin y yo
quisimos volver a la ciudad; Caitlin iba en el asiento del copiloto, Justin
conducía y yo iba atrás mirando los ojos de Bieber por el retrovisor. Nos
habíamos besado, por más reto que fuera, lo habíamos hecho y no sentí
repulsión, ganas de vomitar o lo que fuera.
—Van calladas
—irrumpió Bieber el silencio.
—No hay mucho de
qué hablar —aseguró Caitlin, ella era tímida con quienes no conocía.
—Enciende la radio
—le sugerí. Cait estiró su brazo y así lo hiso. Sonaba Avril Lavigne, hacía
buena música a veces.
—¿Van a tu casa?
—me preguntó Justin.
—Sí —respondí a las
secas desde atrás. Me causaba miedo pensar en él y creer que me gustó besarlo.
—¿Vives cerca de la
casa de ___________(tu nombre)? —mi amiga estaba tomando confianza.
—A unas 10 cuadras
—le respondió Justin. Por el retrovisor iba mirando su cabello rubio oscuro
peinado un poco revuelto y sus ojos mirar la carretera concentrados.
—Y… ¿siempre has
vivido en New York? —Cait solo hablaba para no hundirnos en el silencio. Mi
cabeza iba más concentrada en la música que en otra cosa.
—Sí, desde que
tengo memoria —habló Bieber—. Aunque viví un par de meses en Canadá. Tú,
¿también eres de aquí?
—Sí, pero me fui a
trabajar como modelo hace dos años a Francia —me sentía algo sola atrás sin que
nadie me hablara.
—¿Y qué tal
Francia? —preguntó Justin. Cait soltó una pequeña risa.
—No es tan especial
como mi New York —soltó algo melancólica Caitlin.
—New York apesta,
como Francia —me entrometí—. Sería mejor vivir en Inglaterra.
—¿Dices? —preguntó
Cait— Yo creo que London es aburrido.
—Sí, puede que sí
—afirmé—. Pero los ingleses son sexys.
—Es un buen punto,
amiga —esta vez Justin estaba esperando para opinar.
—¡Uh, súbele el
volumen! —le pedí cuando escuché que comenzaba a sonar Under The Water — The
Pretty Reckless.
Caitlin y Justin
siguieron hablando hasta llegar a casa; allí él estacionó.
—Gracias, Justin
—habló Cait y se bajó. Estaba a punto de hacer lo mismo, pero su voz me causó
un escalofrío.
—___________(tu
nombre) —mencionó mi nombre.
—Dime.
—Necesito hablar
contigo —Cait ya estaba camino al porche de la casa. Ella tenía las llaves.
—¿Hay algo de lo
que tenemos que hablar? —creía que no, o aunque no fuera así, rogaba que no lo
hubiera.
—Yo creo que sí —me
informó él.
—Está bien
—accedí—. Baja, iremos al jardín.
Luego de que él
bajara caminamos hasta el jardín, Cait sabía que estaríamos allí. Nos sentamos
en la banca donde estuve con mi amiga esa misma tarde, notaba a Justin algo
raro.
—Mírame —me pidió.
Volteé mi rostro hasta toparme con su mirada mirándome tal como me miró cuando
acabó el beso.
—¿Por qué? —me
limité a pensar en voz alta.
—Hay algo mío que
tú tienes y es lo que me falta para ser yo —era lo que había sentido cuando lo
besé. Que él completaba algo que me hacía funcionar. Era el engranaje que me
faltaba.
—Justin, esto es
imposible —le recordé intentando mantener mi postura.
—¿No te pasó a ti?
—me cuestionó mirándome de la misma forma—, ¿no sentiste eso?
—Sinceramente, no
—mentí. Justin siguió mirándome de la misma manera, como si no le importara yo.
—¿Por qué debes ser
especial? —preguntó retóricamente— ¿por qué debes cambiarme tú?
—¿De qué hablas?
—había muchas preguntas y pocas respuestas.
—¿Crees que pienso
en acostarme con Sam o cualquier otra muchacha? —sonrió irónicamente y rascó su
nuca con nervios— Lo único en lo que pienso desde que hablamos en Malibú es en
lo estúpido que sería si me ganara tu odio, ¿crees que eso es normal en mí?
Pues, no.
—Hice mal en
hablarlo contigo —caí en cuentas—. Quizás irrumpí en el rumbo natural. Esto no
debería suceder.
—¿Quién dice que
no? —la actitud de este Justin cuestionador e intrépido me causaba pánico, no
me gustaba que fuera así.
—Tú eres novio de
Sam y yo no sirvo para las relaciones —le aseguré. Bieber sonrió cínicamente—.
No querría nada contigo, ¿entiendes Justin?
—Eres cruel, es
decir que ocultas algo —dedujo. Sonreí sarcásticamente.
—No soy cruel, soy
realista —era la verdad—. Tú no me quieres, tú quieres quitarte las ganas.
—No creo…
—Claro que es así
—afirmé—. Soy de las únicas que te ha dicho no, intentas acostarte conmigo para
saber “cómo” y presumirlo luego. No funciona así para mí.
—Tú no me conoces
—se dignó a decir. Sonreí irónicamente, otra vez.
—Y no intento
hacerlo, porque si lo hiciera sería absurdo. No quiero peleas, ¿va? —me refería
a Sam y debía aclararlo ahora—. No quiero meterme entre tú y Sam, ¿entiendes?
—No harás que deje
de pensar en ti —me advirtió.
—Eso es tú drama
—él exageraba.
—Sé que sientes lo
mismo —¿sentir algo? Más que confusión, nada.
—Estás confundido
—preferí decirle—. Crees que soy alguien especial y solo soy mierda —sonreí
algo triste—. Creí que serías distinto conmigo, pero solo intentas llevarme a
la cama.
—¿Sabes lo que
quiero? —yo negué con la cabeza a modo de respuesta— En este momento solo deseo
besarte, como lo hicimos hoy.
—No empeores las
cosas —le pedí—. Ni siquiera sé qué hacemos hablando de esto, Justin —me puse
de pie y él igual—. Gracias por traerme a casa, hasta luego —comencé a caminar
para entrar, pero él me tomó del brazo.
—Deja de hacerte la
fuerte y admítelo —arqueé una ceja—. Admite que quieres a alguien que te
contenga y sabes que podría ser yo.
—Crees que vas a
controlar mis sentimientos por saber cosas que las personas no saben de mí
—aseguré—, pero no Justin. Así no funciona mi vida. Solo trátame como a una
más, fue un simple beso que surgió de un reto, ¿crees que te habría besado de
otra forma? —antes de que él respondiera me digné a seguir—. No busques fuego
donde no hay nada, ¿vale? Eres novio de mi hermana, novio de Samanta,
recuérdalo —le aconsejé.
Me zafé de su
agarre y entré a mi casa bastante indignada. Subí las escaleras con un paso
pesado, Cait esperaba por mí arriba; de seguro iba a cuestionar qué diablos
había sucedido para que Justin estuviera así. Entré a mi habitación y mi amiga
esperaba sentada sobre mi cama, ansiosa.
—¿Qué sucedió?
—preguntó como principal punto.
—Justin —resumí.
Ella arqueó una ceja—. Debe cagarlo todo, está escrito y confirmado —me senté
en la cama de Sam—. Dice que “hay algo en mí que lo hace ser él mismo”, quiere
ligarme.
—Lo noté desde que
llegué y lo vi —me aseguró mi amiga riendo triunfante.
—Es un estúpido,
solo lo besé por el reto y él cree que podría pasar algo —Cait me sonrió otra
vez, tramaba algo o pensaba algo, lo que era aún peor.
—Te gusta
—sentenció. La miré desesperada.
—¿Cómo crees,
Caitlin? —ella sonrió pícaramente.
—No te culpo, es
sexy y te está siguiendo, ¿quién no se engancharía de tal cuero? —suspiré
frustrada.
—No me gusta Justin
Bieber —dejé en claro con algo de nervios—. Él es un idiota que quiere follarme
y ya, ¿es algo sexy eso?
—Puede que no sea
romántico o conveniente para ti, pero sí es sexy —me contradijo Caitlin.
—Soy del tipo que
se tiene que enamorar para acostarse con alguien —le recordé a mi amiga—. No me
acostaré con Bieber porque sea un cuero, ¿vale? Además, él solo está
deslumbrado porque sé decirle que no y ya. No es nada especial lo que siente
por mí. Eso es obvio, Cait.
—Cambiando de tema
—tituló—, ¿qué harás con Samanta?
—Está enojada, pero
se le pasará al rato —o eso esperaba—. Sabes lo sonsa que es, ni siquiera lo
recordará en una semana.
…Al día siguiente…
Desperté a las
09:00 a.m. me di un baño y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66961278&.locale=es . Caitlin dormía pesado todavía, decidí no
levantarla. Bajé las escaleras intentando no hacer ruido. Entré a la sala y la
imagen del sillón causó una guerra en mi cabeza, ¿podía pasar enserio? Samanta
sentada sobre la falda de Rodrigo, besándose. Sabía que mi hermana no era de
las que se conformaba con un solo tipo y los cambiaba cada un mes, pero ¡no
creí que traicionara su propia moral! Estaba engañándome a mí y a Justin, con
su propio cuñado en la casa que vive su hermana donde sabía que podía verlos.
Esto me sonaba a venganza.
—Me parece que la
revancha no es buena, cariño —rompí el silencio que los rodeaba. Ellos se
soltaron y quedaron algo atónitos al verme, lo que me confirmaba que no estaba
planeado.
—Creí que no
estabas en casa —dijo Sam pálida.
—¿Dónde pretendías
que esté? ¿Follándome a Justin? —cuestioné irónicamente— Desgraciadamente, tuve
que ver esta aberración. Me parece estúpido y más de tú parte, Samanta. Yo que
desconfiaba de Justin y eres tú la que le saca la vuelta —reí sarcástica.
—___________(tu
nombre) yo…
—Ni hablar de ti
—lo interrumpí—. Te hacías el herido porque pasé el día con Bieber y mírate,
¡estás besando a mi hermana! Quién sabe cuánto tiempo me tomaron por idiota.
Pero saben algo —suspiré y sonreí cínicamente—, no duele tanto como creen,
porque a ti, Rodrigo jamás te quise y a ti, Sam, bueno, no pude elegir mi
familia lamentablemente, eres como un regalo indevolvible que me dio la vida.
Ojalá pudiera devolverte.
—No seas cruel —me
pidió Sam—. Lo lamento, ___________(tu nombre). Enserio, no fue apropósito.
—No me interesa
oírte —le recordé—. Simplemente me encantaría que desaparecieras.
Me metí en la
cocina, sinceramente no estaba mal. Mis ánimos eran los normales, no sentía que
debía hacer algo o hacer nada; en todo caso, me había quitado un peso de
encima, y sí, me refería a Rodrigo. Salí de casa por la puerta del patio, me
monté en mi auto y conduje hasta casa de Bieber o al menos, hasta la dirección
de casa que tenía me entendida por suya.
Me bajé del
automóvil encontrándome con una mansión intimidante y grande, tanto como la
mía. Subí los escalones hasta el porche y toqué timbre. Una mujer de ojos
celestes, cabello castaño perfectamente recogido y vestido plisado de seda
color uva me atendió.
—Buenos días
—saludé. Ella inspeccionó mi persona.
—¿Qué se le ofrece,
señorita? —dijo algo despectiva.
—¿Aquí vive Justin
Bieber? —ella asintió.
—Pasa, lo llamaré
—me indicó. Así lo hice. Entré a la sala, la cual estaba pulcra y lustrosa. La
mujer se retiró dejando solo el eco de sus tacones. A los pocos minutos llegó
Justin, vistiendo una camiseta y unos shorts, tenía cara de recién levantado,
su cabello estaba revuelto y sus ojos entrecerrados.
—Lamento que mamá
haya sido algo grosera, ella es así con quienes no conoce —dijo rascándose la
nuca—, ¿qué se te ofrece?
—Vengo a pedir
disculpas —los ojos de Justin me miraron confundidos, pero con sorpresa a la
vez.
—No entiendo, ¿qué
has hecho para pedirme disculpas? —cuestionó confundido.
—Te juzgué, creí
que tú la cagarías primero, pero no fue así. Sam te engaña —solté sin regodeos,
Justin sonrió cínicamente.
—¿Enserio? —creo
que no estaba creyéndome—, ¿no era más fácil que me dijeras anoche que sí
querías estar conmigo? Inventas todo esto para que deje a Sam y corra detrás de
ti, ¿no es así?
—¿De qué carajos
hablas? —le pregunté indignada— Si quieres creerme hazlo, también si decides
dejar a Sam. Yo no voy a acostarme contigo si la dejas o si no la dejas,
¿entiendes? Solo lo decía, porque eres de una familia de clase y con tu madre
toda de nariz respingada y ojos cínicos, debe tapar tu culo y tu dignidad con
todas las manos que encuentre en la casa, no creo que se le vea bien a tu
imagen que seas un ciervo, llevando tus cuernos y todo —él no dejaba de mirarme
confundido.
—¿Y con quién me
engaña Sam? —se dignó a preguntar.
—La vi besándose en
la sala de mi propia casa con Rodrigo —los ojos de Justin se enfurecieron y
apostaba a que no era por la actitud de Sam, si no por su propio orgullo de que
Rodrigo le había “ganado” algo.
—Ese idiota —susurró
entre dientes. Notaba odio en sus labios.
—Lo sé, hay una
competencia absurda entre ustedes, por eso decidí decírtelo, Justin —y de
alguna forma, era otra manera de vengar a Samanta.
—Quieres que la
deje, ¿verdad? —sonreí cínicamente.
—Es tu vida, Justin
—le recordé obviamente—. Me da igual si dejas o no a Sam. Yo no espero alguna
reacción en especial de ti, porque mi vida no cambiaría en lo absoluto y lo
sabes. Solo te hice un favor, porque te lo debía por escucharme en Malibú, pero
no sale de eso.
Narra Justin:
___________(tu
nombre) ya se había marchado cuando mamá entró a la sala mirándome raro.
—¿Quién era? —me
preguntó— se parecía mucho a Samanta —mamá conocía a Sam por lo del viaje,
porque no le presentaba a todas mis novias.
—Es hermana de Sam
—me limité a decirle.
—Tiene mal aspecto
—me informó—. Es linda, pero descuidada.
—Es mejor que Sam,
aunque no lo creas —ni siquiera sabía por qué la defendía—. Sam, es muy hermosa
y fina, pero es una zorra.
—No hables así —me
ordenó mi madre—. Debes tener respeto por tu novia.
—Ex novia, querrás
decir —mencioné—. Porque voy a terminarle hoy mismo.
—Estás obsesionado
con ___________(tu nombre), ¿no? —no le diría que sí, porque enloquecería en
vano.
—Estás viendo cosas
donde no las hay —evadí su pregunta.
—Justin, te conozco
hace 17 años, casi 18. No vas a engañarme —me recordó.
—Creo que es sexy y
hermosa —confesé a las puras.
—Pues, quítate esa
idea de la cabeza —me ordenó con severidad—. Te prohíbo que vuelvas a ver a esa
muchacha rara y atrevida.
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