miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 4°: "Tu hermano".




Caminé hasta mi coche (BMW M1 coupe), me subí al automóvil y comencé a conducir fuera de la casa. Puse la música fuerte en el reproductor, sonaba “The Ramones”. Conduje hasta el centro comercial, aparqué y bajé. Entré y caminé hasta el local de comida que me dijo Miley, entré y estaban en una mesa ella, Ryan y Jaden.

—Hola —saludé sentándome en la silla desocupada.
—Hola —saludaron al unísono.
—Creí que no vendrías —murmuró Miley, la miré y suspiré.
—Mi madre cree que puede controlarme ahora —le expliqué—. Me retrasó, la muy vil.
—¿No has visto a Justin? —preguntó Ryan, lo miré frunciendo el ceño.
—Sí, estuvo conmigo hoy —todos me miraron asombrados.
—¿Tú con Bieber? —cuestionó Jaden confundido, preferí creer que no eran celos. Me repugnaría entonces.
—Sí, es que fue a buscar a Sam a la casa y mi adorada madre —lo dije con sarcasmo—, lo dejó subir a esperar a mi habitación —Miley soltó una risa burlona.
—Con todo lo que lo quieres —soltó mi prima con sarcasmo, yo revoleé los ojos.
—Justin no es tan malo —habló Ryan, lo miré con desprecio.
—Enserio —aseguró Jaden—, ¿por qué no lo quieres?
—Es un patán y no pueden negarlo —les exigí.
—Odia que salga con Samanta —les explicó mi prima. Ryan sonrió.
—Sé que mi hermana está enamorada como una idiota y que Bieber solo quiere acostarse con ella —añadí.
—Con ella y contigo —murmuró Butler, pero alcancé a oírlo.
—Ya dejen de decir locuras sobre Justin —les pedí cabreada—. Justin no va a acostarse conmigo.
—Nadie dijo que sí —me recordó Miley—. Simplemente, quiere hacerlo —añadió victoriosa.
—Pues, es un patán —Jaden estaba de mi lado. Lo miré confundida.
—Es mejor no hablar de él —ofrecí. Ryan asintió.
—¿Qué comeremos? —preguntó Miley viendo el menú.
—Pues, no lo sé —habló Jaden—. Creo que quiero pastas.
—Yo quiero una ensalada —aseguré. Miley revoleó sus ojos.
—Yo también quiero pasta —se unió a Jaden.
—Yo me uno —afirmó Ryan—. Entonces, tres de pasta y una ensalada.

Pedimos las órdenes y comimos. Jaden y Miley se fueron, tenían otras cosas que hacer. Así que Ryan se ofreció a acompañarme a hacer los mandados que tenía pendiente. Yo conducía mientras él iba sentado en el asiento del copiloto.

—¿Nunca has presentado un demo? —cuestionó Ryan. Carraspeé.
—Tengo apenas diecisiete. Nadie intenta grabar con una muchacha menor de edad —por muy poco que pareciera coherente—. Debes tener un Dios aparte.
—¿Y tú no lo tienes? —cuestionó Ryan, eso fue raro, ¿a qué se refería?
—¿De qué hablas? —cuestioné.
—Tienes una beca en una de las mejores escuelas de artes del mundo, ¿eso es poco para ti? —nunca nadie me había planteado ciertas cosas.
—No, pero eso no me asegura que vaya a triunfar —Ryan parecía ser muy poco conformista.
—Pero es un buen comienzo —murmuró—. Sabes lo que muchos darían por estar en tu lugar.
—Mucho —afirmé—. Pero no todos lo tienen —soné egocéntrica, pero solo era realista.
—Cambiando de tema, ¿cómo va lo del concurso? —al parecer, le interesaba.
—Bien, bueno eso creo —sonreí sin dejar de mirar las calles de New York—. Hay buenas voces en la escuela, pero ninguno ama cantar. O es lo que dan a entender.
—No soy bueno para el canto —comentó Butler divertido.
—Dicen que Bieber sí —aunque no quisiera traerlo a la conversación, lo solté sin pensarlo.
—Canta muy bien —era su amigo, no diría lo contrario—. Jaden también lo hace, solo que él se dedica más a rapear.
—No se anotaron —era miércoles y había tiempo hasta el viernes.
—Aún hay dos días —¿a caso sí lo harían?
—No creo que se anoten —confesé—. Jaden va detrás de Justin, y no creo que intentes saber qué pienso de tu amigo.
—Ya no hablemos de Justin —me pidió. Estaba bien por mí.
—Mejor.
—¿Haces algo más además de cantar? —me pareció rara esa pregunta, nadie la hacía.
—Componer —comenté.
—Sí, creo que lo recuerdo de algún lado —Butler… era simpático.
—¿Y tú? ¿Te dedicas a algo? —no sé porqué pero era simpática con el muchacho. Me salía natural.
—Sí —afirmó, por un momento creí que era de las mismas respuestas que yo—. Hago fútbol.
—Oh, ¿en el colegio? —claro, con el equipo del colegio.
—Sí y fuera de él también —me respondió—. Estoy en una liga.
—Eso es genial —sonreí sin dejar de prestar atención al manejar—. Cuando era pequeña era porrista —confesé. Ryan largó una carcajada.
—¿Ya eras punky? —nunca nadie me había dicho punky. Todos me trataban de dark o emmo.
—No, aún no —respondí divertida—. Era fresita, pero sufría bullying.
—¿Por qué? —preguntó algo afligido, quizás.
—Prefiero hablar de mi vida desde mis 15 años en adelante, por favor —apuesto a que su cara era demasiado rara.
—¿Sufriste bullying hasta los 15 años? —esperaba que fuera lo único que no preguntara. No quería hablar de mis años de tristeza, soledad y acoso.
—No, Ryan. No quiero hablar de eso —quizás soné grosera, pero me hacía mal. Y él, sin ofenderlo, no era nadie para saber de mí y mi pasado. Sinceramente, ni siquiera con mi hermana lo había hablado.
—Ya, está bien —habló comprensivamente. Era amable y simpático, agradable.
—Bien —dije estacionando frente a un estudio fotográfico—, ¿me esperas aquí? —le pregunté. Él me miró arqueando una ceja—, descuida —le pedí y sonreí amablemente—. Aquí vive Rodrigo, mi novio —añadí explicándole—. Buscaré mi bolso que olvidé ayer y vamos.
—Ve —me indicó sonriendo.

Bajé del automóvil y entré al estudio. Anne estaba allí, la mamá de Rodrigo. Llamé novio a Rodrigo, sí. En realidad, no era muy novio, con todas las letras, que digamos. Salíamos a veces y lo quería. Anoche, había venido a verlo porque él me lo pidió y por despistada olvidé mi bolso allí.

—¡Cariño! —habló Anne, le sonreí levemente.
—Hola, Anne —saludé.
—Rodrigo salió —me explicó—, ¿lo buscas a él, verdad?
—En realidad, busco mi bolso —le sonreí amablemente, era una mujer encantadora—. Lo olvidé anoche.
—¡Oh, sí! Lo vi hoy y no sabía de quién era —comentó yéndose hacia la parte de atrás por una de las puertas—, Rodrigo me comentó que querían irse a Malibú la semana entrante —añadió casi a los gritos desde atrás.
—Sí, aún no hablé con mis padres al respecto, pero teníamos pensado irnos —le respondí de la misma manera.
—¿Creen que es fructífero? —me preguntó y regresó con mi bolso. Lo puso sobre el mostrador y sonrió encantadoramente—, llevan poco tiempo juntos.
—Lo sé —apenas unos dos o tres meses—. Hablamos de eso con Rodrigo y creo que sería la oportunidad perfecta para consolidarnos.
—Me agradas, ___________(tu nombre) y mi hijo te quiere, pero no se arriesguen a cosas que no podrán solucionar —le sonreí levemente.
—Descuida, Anne —tomé mi bolso mientras le decía—, debo irme. Mi amigo espera por mí en el carro.
—Adiós, cariño.

Caminé nuevamente hasta el carro y entré. Ryan estaba con su celular, al verme entrar me miró.

—¿Ya vamos? —yo asentí arrancando el carro.
—¿Te llevo a casa? —pregunté mirándolo.
—¿Qué dices de ir a los bolos? —me ofreció simpático. Lo miré raro.
—Solo somos dos —le anticipé y solté una pequeña risa—. ¿una partida de pool?
—Tengo una mejor idea —sonrió divertido.
—Dila —exigí.
—Pues, ¿te gustan los niños? —lo miré extrañada, ¿qué querría decir con aquello?
—Sí, me gustan —amaba los niños, lo sé. No aparentaba eso.
—Entonces me ayudarás con mi hermano —lo miré arqueando una ceja.
—¿Deberé cuidar a tu hermano? —cuestioné confundida.
—Los dos —sonreí, amaba los niños y tenía la tarde libre. Me parecía una buena idea.
—Ya, dame tu dirección e iremos —le pedí.
—__________(dirección).

Mientras escuchábamos rap, la música favorita de Butler, llegamos a su casa. Una enorme mansión blanca con tejas negras. Pintoresca. Allí estacioné y bajamos.

—La niñera de Tom se enfermó, por eso no vino hoy —comentó mientras entrábamos a la casa.
—¿Nunca lo cuidas? —le pregunté. Él negó con la cabeza mientras cerraba la puerta.
—Tom odia que lo cuide —me explicó—. Por eso te invité, le gustan las mujeres.
—¡Oh, tan pendejo como cualquier otro! —comenté. Ryan soltó una carcajada.
—Solo tiene 5 —me anticipó.
—¡Encantador! —aseguré, Ryan me sonrió maliciosamente.
—Ya veremos cuánto tiempo conservas esa idea —volteó hacia una enorme escalera blanca y larga—. ¡Tom! Baja.
—¿Tan difícil era que lo subas a buscar, Butler? —protesté por sus gritos.
—Soy flojo —me respondió. En menos de un suspiro un niño de cabellos rubios y ojos celestes llegó donde nosotros. Era encantador, tenía cara de ángel.
—Hola —saludó mirándome.
—Hola —respondí y le dediqué una sonrisa.
—Ella es ___________(tu nombre) —Tom me sonrió ante la presentación de Ryan—. Él es mi hermano menor, Tomas.
—Pero dime Tom —me pidió el niño.
—Vamos, sentémonos —nos ofreció Ryan. Así lo hicimos. Nos sentamos en los enormes sillones negros de la sala—. Ella me ayudará a cuidarte hoy, es una amiga.
—¿No es tu novia? —preguntó Tom. Ryan se sonrojó al instante.
—No, Tom —respondió severamente—. No es mi novia.
—Pero es guapa.
—Gracias, pequeñín —sonreí—. Pero enserio, no soy novia de Ryan.
—Sabes Tommy —lindo apodo, sonó tierno en Ryan—, le gusta cantar.
—¿Enserio? —preguntó el niño con los ojos iluminados. Casi maldecí a Ryan por un momento. Yo no podía cantarle rock al niño, las canciones eran morbosas.
—Sí, me gusta cantar —afirmé—, ¿te gusta a ti? —Tom asintió emocionado.
—Canta algo —me pidió.
—Hoy no puedo —Ryan sonrió divertido, sabía que era una excusa—. Pero vendré más seguido a cantar, ¿qué dices?
—¡Claro que sí! —aceptó Tommy, el hermano de Ryan.
—Y bien, ¿qué haremos? —preguntó Ryan. Al parecer, quería hacer algo.
—¿Qué quieren hacer? —pregunté yo sonriendo.
—¡Vamos por un helado! —exclamó su hermano— y luego al parque —Ryan me miró buscando una respuesta.
—Me agrada la idea —me gustaban los niños. Creía adorable a Tom, no veía el lado negativo para ir al parque y por un helado.
—Bien, vamos entonces.

Salimos de la casa de los Butler luego de que Ryan tomara su billetera y su celular. Tom iba emocionado tomado de mi mano, creo que le gustaba que fuera con ellos, más bien… le gustaba la presencia de una mujer con ellos.

—¿El parque es lejos? —solo quería saber.
—Dos o tres cuadras —me respondió Butler.

El barrio lujoso y elegante, un barrio privado, contrastaba mucho con lo que opinaba de él. La oligarquía no me parecía un poder, más bien una injusticia de repartos; eso no quiere decir que odie a Ryan por tener dinero, sería absurdo ya que también pertenezco a la oligarquía. Mamá sigue creyendo que el dinero lo es todo, papá siempre fue un tipo que creyó que todo lo que ___________(tu mamá) dijera estaría más que bien, por lo que siempre consideró el dinero como algo esencial. Samanta, ella es tan inocente. No entiende el peligro, ni mucho menos la vida asquerosa que llevamos; y si lo hace, sabe actuar demasiado bien. En mi familia, la única descarriada, soy yo. Es claro.

—¿Vas a venir seguido, ___________(tu nombre)? —me preguntó Tom. Bajé mi mirada y sus ojos celestes me miraban sobre la sonrisa hermosa que traía.
—¿Te agradaría la idea? —él asintió—. Entonces vendré cuando tenga un tiempo, ¿va?

Llegamos al parque y compramos helados. Tom, luego de tomar su helado, se fue a las hamacas. Con Ryan quedamos sentados a la sombra de un árbol enorme en una banca blanca y pintoresca.

—Es raro —musitó Ryan. Lo miré confundida, ¿a qué se refería?
—¿De qué hablas? —le pregunté mirándolo.
—No pareces poder ser adorable —fruncí el ceño ante su respuesta.
—¿Por ser fuerte y sexy, no puedo ser dulce? Es un error, Ryan —sus ojos no se despegaban de mí.
—No, no pienso eso —aseguró—. Simplemente, me planteo cómo haces para parecer tan dura, cuando escondes esa dulzura detrás —Butler estaba diciendo locuras.
—Ya calla —le exigí—, ¿qué esperas? ¿Qué sea un monstruo con Tom?
—No, en realidad, no —se negó—. Simplemente, esperaba que no quisieras ir a mi casa y cuando aceptaste, creí que lo hacías para acostarte conmigo.
—Yo no quiero acostarme contigo, ni con nadie —le advertí algo cabreada. Butler ya estaba demostrando ser un pendejo—. Soy como soy, por algo. No intentes cambiarme o cuestionar el por qué.
—Deduzco que es por el bullying —preferí creer que, sinceramente, pensó en voz alta.
—¡Ya cállate! —le exigí. Y sí, tenía razón. Pero me daba tanto odio recordar lo que había sufrido y a todos los métodos destructivos que llegué, que solo podía ponerme a llorar y no quería eso. No quería llorar. No quería abrir mi corazón ante alguien más que no fuera yo misma— No te tomes el atrevimiento de pensar sobre mi vida, no quiero hablarte de mí y no quiero que pienses sobre mí, ¿está bien, Ryan? —mis fuerzas se iban yendo, era tarde. El jodido había tocado un punto débil.
—Espera —me pidió cuando notó mi voz quebrándose—, no llores —añadió.
—No lo haré —aseguré tragándome mis lágrimas.
—Lo lamento —lo miré, él no dejaba de mirarme, ¿acaso era así? ¿O actuaba así conmigo?—, a veces no mido lo que digo.
—¡Ryan! —miramos hacia delante, los dos. Allí venía Tom corriendo y con una enorme sonrisa en el rostro.
—Campeón —murmuró Butler.
—Mira —abrió la mano y tenía un caracol dentro—, es lindo, ¿no crees?
—Sí, es lindo —le respondí sonriendo.
—¿Por qué no vienen a jugar conmigo? —preguntó Tommy.
—Somos grandes para jugar —le recordó Ryan. Yo solté una risa, aunque por dentro moría.


…Por la noche…


Era tarde, casi las 11:00 p.m. Sam, al parecer, no volvería a dormir. Tomé mi guitarra y salí a la terraza de mi habitación vistiendo así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66937443&.locale=es. La noche era algo fría, estrellada y ventosa, para primavera, las noches eran lindas. Me senté en el puf blanco que había dejado allí hacía tiempo y comencé a tocar.

—El pasado cae en mis pies
Las lágrimas mojan mi cara
El tiempo se cierra ante mí
Voy cayendo

Pero todo gira en torno a ti
Ya no puedo respirar
Cuando mi pecho se cierra
Gracias al dolor, ¿puedes salvarme?

Me estás tirando
El olvido es más grande
Todo se hace negro
Mi mundo se está hundiendo
Todo se hace negro
Y la noche es un lugar
Dónde vas a besar mis pies
Todo se hace negro —canté, pero las lágrimas fueron más fuerte y tuve que romper en llanto.
—Bebé —volteé al escuchar esa voz, sus ojos verdes se veían tan hermosos con el reflejo de la luna.

Rodrigo era alto, casi me llevaba una cabeza, tenía ojos verdes y enormes, dulces diría yo. Una sonrisa que podría iluminar a todo el vecindario en una noche oscura, dientes perfectos. Su nariz respingada y delicada. Labios ni muy gruesos, ni muy finos, perfectos. Tenía rulos, unos algo alborotados siempre, color dorado. Era casi salido de un catálogo de modelos sexys ingleses.
Lo había conocido en un club, un martes por la noche. Yo tocaba allí esa noche y como de costumbre, mi forma de vestir no era la más convencional y adecuada para el lugar. Él contaba con una enorme cámara colgada de su cuello y estaba sentada en la primera mesa cercana a la tarima; estaba con una mujer bella y simpática, la cual luego conocería que era Anne, también estaba una muchacha menor que yo de cabello negro y ojos marrones divertidos, quien era su hermana, Taylor. Él encendió la cámara cuando comencé a cantar “My Girl — Nirvana”. En la tarima solo estábamos mi guitarra y yo, la gente lo veía normal. En New York si no hacías shows en los cuales corras peligro, no era muy especial. Yo solo cantaba canciones, no me encendía en fuego, ni bailaba en bikini; muchos ni siquiera me prestaban atención.
Pero sus ojos terminaron de conquistarme cuando comencé a cantar y él comenzó a tomar fotos. Al terminar la presentación, mientras guardaba mi guitarra noté su mirada sobre mí. Salí del lugar y en la vereda, él tomó mi brazo y fue cuando lo oí decir: “Sé que las personas no te ven distinta, pero para mí eres perfectamente linda”.

—¿Por qué lloras? —preguntó sentándose a mi lado. Dejé la guitarra a un lado y proseguí a secarme las lágrimas, pero él lo hizo antes.
—No, no es nada —él me apretó contra su pecho.
—¿Por qué nunca quieres hablar de qué te hace mal? —Rodrigo, era especial. Dulce, simpático y comprensivo— No es bueno que te lo guardes —quizás su actitud se debía a que tenía tres años más que yo y estaba estudiando psicología.
—¿Alguna vez se cierran las heridas del pasado? —cuestioné. Sus ojos me miraron confundidos.
—Eres quien eres, no importa qué haya pasado antes. Ahora eres una preciosa muchacha que es fuerte y sabe como triunfar, ¿necesitas algo más? —solté una pequeña sonrisa.
—Eres genial, ¿sabes? —él sonrió y besó mi frente.
—Vine para hablar con tus padres —lo miré arqueando una ceja.
—¿A esta hora? —él soltó una risilla.
—Bueno, también quería estar contigo —confesó.
—Quédate a dormir —él me miró abriendo sus ojos como platos. Yo solté una risa, por su cara de payaso. Lo dije porque sabía que Sam no vendría a dormir—. Sam no está y si ella no te ve, mis padres ni siquiera lo sabrán.
—Ya, está bien —me sonrió—. Pero solo porque no te veo bien —y veía bien.
—Además, así mañana hablamos con mis padres sobre Malibú.
—Genial.



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¡Chicas, hola! Por fin tengo Internet nuevamente. Las eché mucho de menos, pero tengo más capítulos por subir, así que haré un maratón ahora mismo. Espero les guste :) las amo!




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— Poly—




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