miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 8°: "Mi mejor amiga directo desde Francia a New York otra vez".





—¿Querías humillarme? —preguntó cerrando la puerta, yo me senté con algo de furia.
—¿Crees que soy una cualquiera? —le pregunté ceñuda— Deberías tener en claro quién es tu novia, Rodrigo.
—Lo tenía —afirmó—, hasta que llegas ebria a las 5 de la mañana con Justin Bieber.
—¿Ebria? —pregunté y reí irónicamente— Puedes irte al demonio, ¡no estoy ebria, muchacho!
—¿Vas a engañarme con él? ¿Es así? ¿Tan bajo? —reí, otra vez, irónicamente.
—¿Qué clase de mujer crees que soy? —me puse de pie frente a él, estaba furiosa— No me acostaría con Bieber y deberías tenerlo claro, Justin —¿qué carajos acababa de decir? ¡estaba loca!— no es mi tipo —intenté solucionarlo. Rodrigo sonrió irónicamente, con cinismo.
—Hasta ya me confundes —protestó—, ¿tan poco hombre te fui, ___________(tu nombre)? —de alguna forma, moría por decirle que sí. Mi orgullo era fuerte y en Justin había encontrado la protección y la confianza que ninguna otra persona me había logrado inspirar, incluso Rodrigo.
—¡Lo suficiente! —me limité a responder— ¿y sabes qué? Ya deja de insinuar que tengo algo con mi propio cuñado. No soy yo quien sale de compras con su cuñada y luego se pasa un viaje de New York a Malibú hablando de cosas tan idiotas como solo a Sam se le pueden ocurrir e interesar. También tengo cosas por cuestionar, querido —imité su término.
—¿Crees que te engaño con Samanta? —preguntó con cinismo.
—No me interesa si lo haces —estaba hablando con rabia, no decía cosas muy claras, mucho menos ciertas—. Solo digo que no te engaño, como espero que tú tampoco.
—No quiero verte cerca de Bieber —me exigió casi como mi padre lo haría.




Desperté y miré en mi teléfono la hora, eran las 18:00 p.m., creo que había dormido muy bien. Me levanté, me di una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66949180&.locale=es . Bajé a la cocina y encontré una nota sobre la mesa: “Salimos a la playa, al parecer ninguno de los dos pensaba levantarse. Diviértanse hoy, como lo hicieron durante toda la noche.  
Rodrigo y Samanta”.

Abollé la carta y la metí en el basurero, jodidos ellos dos que se llenaban de odio sin sentido alguno, porque si supieran realmente lo que es Bieber para mí, se sentirían humillados totalmente. Busqué en la heladera, tomé una manzana, la enjuagué y comencé a comerla mientras miraba la playa por la mampara.


—Hola —escuché a una voz ronca decir, volteé y era Bieber. Solo vestía bóxers.
—Creo que Rodrigo trajo ropa demás, si quieres te doy algo —dije inspeccionando. No estaba nada mal.
—Lo lamento —dijo mirándose—, no acostumbro a desayunar vestido.
—Son las 6 de la tarde —le informé.
—Por lo visto, no han dejado solos —comentó sentándose frente a mí.
—No me molesta —Justin arqueó una ceja—, ¿crees que amo a Rodrigo? —él se encogió de hombros.
—No lo sé.
—Después de su idiotez de hoy —sus discusiones y eso—, sé que es un completo engendro.
—Lo pensé desde que lo vi —aseguró y me guiñó un ojo—. Deberías ser mía.
—Y tú deberías ser menos pendejo, pero son cosas que no pasan —ya estaba volviendo a ser el mujeriego de antes.
—¿Quieres hacer algo? —me preguntó cambiando de tema.
—Algo, ¿Cómo qué? —pregunté.
—No lo sé, ¿No quieres algo en especial? —me preguntó esperando que sí.
—Sí, pero deberás cambiarte —le informé. Él asintió—. Vamos, sube. Debo buscar algo.

Subimos, él detrás de mí, no quería imaginarme los pensamientos morbosos que pasarían por su cabeza en ese mismo momento. Él entró en su habitación y yo en la mía. Tomé la guitarra y salí, decidí esperarlo abajo. Quería escucharlo cantar, me encantaría. Se extrañó al verme con la guitarra, pero le dije que no lo haría cantar. Salimos y nos sentamos en el porche de la casa. El sol no estaba, había nubes negras y pesadas. El barrio se veía vacío y monótono.

—Cántame algo —me pidió él—. Que no sea triste.
—¿Algo como qué?
—Una canción dulce y feliz, no lo sé —se encogió de hombros.
—Después de lo complicado
Y todos los malos ratos
Creo que nada podría ser tan malo

Hay una luz que te hace especial
Y en tus ojos todo se ve feliz
Como me gustaría ser esa luz en ti

Como me gustaría que todo estuviera más cerca
Que todo fuera más fácil
Y mi corazón dejara de latir así
Esta noche te siento perfecto

Dime qué quieres correr bajo la lluvia
Besarme en la fría nieve de diciembre
Dime que la forma en que te amo
No está equivocada hoy
No puedo creer que esto esté tan cerca
Y después de un viento se vaya tan lejos
No puede caer mi reino, por solo amarte

Esa sonrisa en tu rostro
Y la brisa atravesando tu cabello
Creo que podría morir esta noche

Tú amor me hace fuerte
Y no hay persona que vaya a destruirme ahora
No podría ser mejor, ¡estoy viva!

Dime qué quieres correr bajo la lluvia
Besarme en la fría nieve de diciembre
Dime que la forma en que te amo
No está equivocada hoy
No puedo creer que esto esté tan cerca
Y después de un viento se vaya tan lejos
No puede caer mi reino, por solo amarte

¿Cuándo fue que me enamoré?
Si no veo tu rostro
Mi corazón estalla
No puedo creer que el amor
Me lleve tan lejos.
No puedo asimilar
Que quizás no te tenga siempre
Y que pudiera estar mal
La forma en que te amo

Dime qué quieres correr bajo la lluvia
Besarme en la fría nieve de diciembre
Dime que la forma en que te amo
No está equivocada hoy
No puedo creer que esto esté tan cerca
Y después de un viento se vaya tan lejos
No puede caer mi reino, por solo amarte
Por solo amarte.
Nunca creí que iba a amarte —era una dulce balada country que había escribido antes de entrar a la escuela de artes y tocar rock. Cuando era fresa.
—No creí que cantaras country —confesó. Yo me encogí de hombros sonriendo naturalmente.
—Eran mis viejas épocas de cantante, cuando creía que todo era rosa y feliz.
—Se te oye bien —me sonrió él ahora—. Dulce y pacífica.
—¿Me cantas algo? —le pregunté poniendo mi mueca más tierna. Nunca fallaba, no creo que él sea excepción.
—No, no puedo —dijo algo tímido.
—Vamos —insistí—. Conoces todo de mí, no debes cantar tan mal.
—Ya, pero si te burlas las pagarás —yo asentí pasándole la guitarra.
Regálame tu risa,
Enséñame a soñar.
Con solo una caricia
Me pierdo en este mar.

Regálame tu estrella
La que ilumina esta noche
Llena de paz y armonía
Y te entregaré mi vida.

Haces que mi cielo
Vuelva a ser de ese azul
Pintas de colores mis mañanas
Solo tú.
Navego entre las olas de tu voz
Y tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma se despierte con tu luz
Tú, y tú, y tú.

Enseña tus heridas
Así las curarás
Que sepa el mundo entero
Que tu voz guarda un secreto

No menciones tu nombre
Que en el firmamento se mueren de celos
Tus ojos son destellos
Tu garganta es un misterio

Haces que mi cielo
Vuelva a ser de ese azul
Pintas de colores mis mañanas
Solo tú.
Navego entre las olas de tu voz
Y tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma se despierte con tu luz
Tú, y tú, y tú. (bis) —su voz era angelical y la letra de lo que cantaba era tan perfecta. De alguna forma, sentía especial a esa canción y la forma en que él me miraba, ¿por qué lo hacía? ¿Por qué Justin ponía esa dulzura al cantar y me miraba profundamente a los ojos? ¿Qué significaba?
—Woow —logré decir, él me sonrió algo apenado.
—¿Qué dices? —pidió una opinión. Sinceramente, si debía juzgarlo le ponía un 10.
—Creo que cantas maravilloso —aseguré—. Tu voz es angelical y la canción es preciosa.
—Gracias —bajó sus ojos algo nervioso, quizás estaba intimidándole.
—Sería un error que no te dedicaras a esto, Justin —estaba siendo un poco más distante, no quería atosigarlo y que pensara cualquier cosa. Demasiadas raro ya estaban las cosas desde ayer.
—No creo que sea lo mío —era absurdo escucharlo decir eso después de oír como cantaba—, no creo llegar lejos haciéndolo —añadió y elevó su vista para chocarla con la mía.
—¿Y por qué no? —cuestioné yo— Quién sabe, podrías ser alguien famoso algún día si te lo propusieras. Tienes talento.
—Tú tienes talento —me contradijo, como diciendo que él no.
—No es el punto —al contrario, intentaba después de tantos años, olvidarme de mi solo un poco—. Estamos hablando de ti, aunque no quieras creerlo tienes mucho talento.
—Me prometiste que no intentarías convencerme —era cierto, lo había dicho justo antes de salir al porche, pero ¿qué más da? Él tenía talento, no creí que cantara así de angelical.
—Sí, es cierto —aseguré—, pero no creí que tuvieras tanto talento, Justin.
—No es para tanto, ___________(tu nombre) —se menospreció con algo de pena.
—Canta conmigo en la presentación de apertura del verano en la playa —le pedí. Él me miró arqueando una ceja—. Es en 2 meses, podremos ensayar y te enseñaré a llegar a las notas que llegas con poca aire y todo. Vamos, no puedes negarte.
—No es lo mío —volvió a decir.
—¡Vamos! —insistí— Me gustaría cantar contigo.
—Ya, pero solo con una condición —me pidió. Yo asentí esperando a escucharla—. No dirás nada y no volverás a cortarte, ¿vale?
—Vale, no diré nada y no volveré a hacerme daño otra vez —él tendió su mano y yo la mía. Las batimos en forma de pacto y una sonrisa se dibujó en su cara.
—También deberé combatir el pánico escénico —bromeó. Yo reí sonsamente—. Qué linda eres cuando ríes así.
—No coquetees —le pedí de buen modo.
—Lo lamento —se disculpó—. No quiero causar más problemas con tu novio —yo reí irónicamente esta vez.
—Descuida —le pedí—. Rodrigo es un idiota y volverá, volverá solo hacia donde estoy.
—¿Y si eso no sucede? —creo que a él le preocupaba.
—Pues, no sucede y ya —me encogí de hombros—. No lloraré por un idiota, no merezco eso.
—Sabes algo —suspiró y sonrió divertido—. Ojalá te habría encontrado antes de ser este tremendo pendejo que soy —lo miré arqueando una ceja.
—¿Qué insinúas? —no entendía bien a qué se refería.
—No habría dañado a tanta gente y me habría enamorado de ti —sonreí como una estúpida, fue absurdo.
—Las cosas son así, no puedes cambiar el pasado —le recordé—. Además, iba a tu misma escuela hasta hace dos años.
—Lo sé —afirmó—, y jamás reconocí lo bueno en ti.
—Qué loco, ¿no? —sonreí divertida— cuando mis padres dijeron que debían venir Sam y tú, me negué y no quería. No quería verte y mira, eres la única persona con la que puedo hablar como yo realmente soy.
—La vida da vueltas inesperadas —en eso Bieber tenía razón—. Tampoco tenía ánimos de toparme con la antigua ___________(tu nombre).
—Sigo siendo la misma —le aseguré.
—Conmigo no.
—Eso no quiere decir que haya cambiado —murmuré—. Ya verás cuando regresemos a New York.




La semana pasó rápido, mucho más rápido mucho más rápido de lo que esperábamos. Habíamos llegado a New York casi a las 06:00 a.m. aún estaba peleada con Rodrigo. No soportaría sus actos inmaduros y celosos. Entré a casa, Samanta no sé a dónde iría con Bieber. Subí a mi habitación cargando mi maleta y me tiré en la cama pesadamente. Encendí mi celular y me llegó un mensaje:
“Sé que es tu hermana y todo, pero necesito quitármela de encima! Por favor, ayúdame”.
Era Bieber. Reí al leer eso, no haría nada por separarlos ese era su propio rollo. Además, ¿qué podía hacer yo? Básicamente, nada.

Después de unos minutos me levanté, me di una ducha y bajé vistiendo así http://www.polyvore.com/desarreglada/set?id=66949741 . Era lunes y no tenía nada emocionante por hacer. Desayuné y me quedé allí, sentada haciendo la nada misma. La última semana había sido rara. Justin se había convertido en una especie de amigo para mí, creo que era lo más raro; Rodrigo se había aferrado mucho a Samanta, como ella a él y aunque eso no me molestara, moralmente estaba mal. Debían opinar lo mismo de Bieber y yo, pero no era lo que creían. Yo no iba a la playa con él, simplemente hablábamos o nos pasábamos las horas tocando la guitarra y cantando.

Escuché unas risillas bajas entrando a la cocina y volteé desesperada. Estaba demasiado desarreglada como para que alguien me viera. Entraron a la cocina Samanta, Justin, Ryan, Miley y Jaden; me quedé allí sentada. Ellos sonrieron.

—Hola —saludaron.
—Hola —respondí, no estaba de un humor muy favorable.
—¿Y a ti qué te pasó? —cuestionó mi hermana refiriéndose a mi look.
—No esperaba socializar hoy —respondí y carraspeé mi garganta—. Además, vine así al mundo, ¿qué podría hacer para complacerte? ¿Trasplantarme la cara? —pregunté con sarcasmo.
—Uy, parece que alguien no está de humor hoy —dijo Ryan acercándose por detrás de la silla y abrazándome por los hombros. Sonreí como una idiota, otra vez.
—No jodas —le pedí zafándome de él. Ryan soltó una risa y la cara de Bieber me miraba detenidamente—, ¿pasa algo, Justin? —le cuestioné.
—No, ¿por qué dices? —preguntó tranquilamente.
—¡Diablos! —exclamó Miley— uno no los ve una semana y luego se llevan de maravillas.
—Lamento arruinar tal acontecimiento —dije poniéndome de pie. Y sí, estaba en bragas frente a Justin, Jaden y Ryan.
—¡Diablos! —protestó Jaden esta vez—, ¿así te pasearás siempre que venga a esta hora por tu casa?
—Ya quisieras.


Salí de la cocina y subí las escaleras. Entré en mi habitación y volví a acostarme a mirar el techo y ya. Estaba aburrida, así que tomé las puntas que escondía en mi mochila en un rincón del armario. Me puse unas medias y un short, luego me puse también las puntas. No me costaba hacer el calentamiento de clásico, tampoco las posturas, ni los plies. Bailar era casi mi pasión como cantar, solo que a ésta nadie la sabía, nadie además de Bieber.

Sonaba Dans ma rue, un cover echo por Zaz. Mis pies se movían al ritmo de la música, amaba los giros y más que tener una coreografía amaba interpretar lo que la letra decía. Lo hacía desde muchísimo tiempo y amaba hacerlo, así sea a escondidas y sola. No iba a cambiarlo nadie. No usaba tutú ni peinados extraños y estirados, simplemente hacía lo que mi corazón y mis piernas sentían.

La perfección en una bailarina clásica no estaba en ser tensa y dura, si no en encontrar el equilibrio entre la libertad y la elegancia. Llevaba trabajo, dolores y mucho esfuerzo; pero si amar la danza es vida, valía la pena para mí. Giré sobre mis puntas como acostumbraba a hacerlo, pero mi pie falló y caí. Dolía, más de lo que solía doler las demás veces cuando sucedía. Me quité la punta sentada en el suelo y comencé a masajear mi pie.

Me quité las puntas y bajé, mi pie ya no dolía tanto. Todos seguían en la cocina después de casi una hora y media. Hablaban divertidos cuando entré a la cocina, solo no me entrometí. Esta vez sí venía vestida. Tomé un vaso y lo llené con jugo de naranjas.

—Cállate perra, lo amas
Cállate perra, lo amas
La revancha, no es buena cariño
La venganza matará tu alma
Y no soy la reina
De todo lo estúpido
Que hay en tu corazón —tarareaba una letra que se me había cruzado en ese momento por la cabeza. Sin darme cuenta del hecho, todos estaban prestándome atención a mí y mi canto.
—Es bueno que uses mis frases —presumió Bieber, lo miré arqueando una ceja.
—No porque sea tuya debería ser una perra y amarla —dije con un poco de cinismo y metafóricamente.
—Está buena —se entrometió Jaden.
—A ti todo lo que ella haga te agrada, Jaden —comentó Miley. Smith la asesinó con la mirada.
—Es solo perder el tren —me quitó las palabras de la boca mi amigo, Ryan Butler.
—Lo dices de envidia —presumí y solté una risa irónica. Ryan entendía, los demás no—. Ya, no quiero irrumpir reuniones de gente tan importante —añadí. Todos me miraban raro, ¿tan rara era?


Regresé a mi habitación y me volví a tirar en la cama, hacía calor y estaba cansada de tanto viaje. Mis padres no estaban en la casa y no estarían hasta el viernes, es decir que tenía libre entrada y salida, al igual que Sam. Aunque ella optaría por traer a Justin a casa. Yo, no sabía qué diablos haría esta semana. Había peleado con Rodrigo, no iba a tragarme mi orgullo por su ineptitud. Sinceramente, si alguien debía retroceder a pedir perdón era él; me daba totalmente igual, había entendido que no lo quería y si no lo quería… ¿para qué diablos luchar?


—¡Permiso! —oí decir, me senté en la cama estática. No podía creerlo.
—¿Qué haces aquí? —pregunté asombrada, ¡no podía creerlo!
—Me vine a vivir con mi mejor amiga —corrí a abrazarla.
—¡No puedo creerlo, Caitlin! —estaba a punto de llorar abrazándola.


Caitlin Beadles era mi mejor amiga desde kínder, aunque hacía 2 años se había ido a modelar a Francia, ya que era modelo de pasarela. Tenía mi edad, 17. En todos los pocos años que llevaba vividos ella era la mejor persona que había conocido. Era alta, de cabello largo y castaño, piernas largas y una sonrisa angelical; los ojos más lindos que había conocido, verdes y dulces. Caitlin era, oficialmente, mi mejor amiga y estaba en New York otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Te gusta mi nove? ¿Debo cambiar algo? Dímelo :) Espero tu opinión :D