—¿Querías
humillarme? —preguntó cerrando la puerta, yo me senté con algo de furia.
—¿Crees que soy una
cualquiera? —le pregunté ceñuda— Deberías tener en claro quién es tu novia,
Rodrigo.
—Lo tenía —afirmó—,
hasta que llegas ebria a las 5 de la mañana con Justin Bieber.
—¿Ebria? —pregunté
y reí irónicamente— Puedes irte al demonio, ¡no estoy ebria, muchacho!
—¿Vas a engañarme
con él? ¿Es así? ¿Tan bajo? —reí, otra vez, irónicamente.
—¿Qué clase de
mujer crees que soy? —me puse de pie frente a él, estaba furiosa— No me
acostaría con Bieber y deberías tenerlo claro, Justin —¿qué carajos acababa de
decir? ¡estaba loca!— no es mi tipo —intenté solucionarlo. Rodrigo sonrió
irónicamente, con cinismo.
—Hasta ya me
confundes —protestó—, ¿tan poco hombre te fui, ___________(tu nombre)? —de
alguna forma, moría por decirle que sí. Mi orgullo era fuerte y en Justin había
encontrado la protección y la confianza que ninguna otra persona me había
logrado inspirar, incluso Rodrigo.
—¡Lo suficiente!
—me limité a responder— ¿y sabes qué? Ya deja de insinuar que tengo algo con mi
propio cuñado. No soy yo quien sale de compras con su cuñada y luego se pasa un
viaje de New York a Malibú hablando de cosas tan idiotas como solo a Sam se le
pueden ocurrir e interesar. También tengo cosas por cuestionar, querido —imité
su término.
—¿Crees que te
engaño con Samanta? —preguntó con cinismo.
—No me interesa si
lo haces —estaba hablando con rabia, no decía cosas muy claras, mucho menos
ciertas—. Solo digo que no te engaño, como espero que tú tampoco.
—No quiero verte
cerca de Bieber —me exigió casi como mi padre lo haría.
…
Desperté y miré en
mi teléfono la hora, eran las 18:00 p.m., creo que había dormido muy bien. Me
levanté, me di una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66949180&.locale=es
. Bajé a la cocina y encontré una nota sobre la mesa: “Salimos a la playa, al parecer ninguno de los dos pensaba levantarse.
Diviértanse hoy, como lo hicieron durante toda la noche.
Rodrigo y Samanta”.
Abollé la carta y
la metí en el basurero, jodidos ellos dos que se llenaban de odio sin sentido
alguno, porque si supieran realmente lo que es Bieber para mí, se sentirían
humillados totalmente. Busqué en la heladera, tomé una manzana, la enjuagué y
comencé a comerla mientras miraba la playa por la mampara.
—Hola —escuché a
una voz ronca decir, volteé y era Bieber. Solo vestía bóxers.
—Creo que Rodrigo
trajo ropa demás, si quieres te doy algo —dije inspeccionando. No estaba nada
mal.
—Lo lamento —dijo
mirándose—, no acostumbro a desayunar vestido.
—Son las 6 de la
tarde —le informé.
—Por lo visto, no
han dejado solos —comentó sentándose frente a mí.
—No me molesta
—Justin arqueó una ceja—, ¿crees que amo a Rodrigo? —él se encogió de hombros.
—No lo sé.
—Después de su
idiotez de hoy —sus discusiones y eso—, sé que es un completo engendro.
—Lo pensé desde que
lo vi —aseguró y me guiñó un ojo—. Deberías ser mía.
—Y tú deberías ser
menos pendejo, pero son cosas que no pasan —ya estaba volviendo a ser el
mujeriego de antes.
—¿Quieres hacer
algo? —me preguntó cambiando de tema.
—Algo, ¿Cómo qué?
—pregunté.
—No lo sé, ¿No
quieres algo en especial? —me preguntó esperando que sí.
—Sí, pero deberás
cambiarte —le informé. Él asintió—. Vamos, sube. Debo buscar algo.
Subimos, él detrás
de mí, no quería imaginarme los pensamientos morbosos que pasarían por su
cabeza en ese mismo momento. Él entró en su habitación y yo en la mía. Tomé la
guitarra y salí, decidí esperarlo abajo. Quería escucharlo cantar, me
encantaría. Se extrañó al verme con la guitarra, pero le dije que no lo haría
cantar. Salimos y nos sentamos en el porche de la casa. El sol no estaba, había
nubes negras y pesadas. El barrio se veía vacío y monótono.
—Cántame algo —me
pidió él—. Que no sea triste.
—¿Algo como qué?
—Una canción dulce
y feliz, no lo sé —se encogió de hombros.
—Después de lo
complicado
Y todos los malos
ratos
Creo que nada
podría ser tan malo
Hay una luz que te
hace especial
Y en tus ojos todo
se ve feliz
Como me gustaría
ser esa luz en ti
Como me gustaría
que todo estuviera más cerca
Que todo fuera más
fácil
Y mi corazón dejara
de latir así
Esta noche te
siento perfecto
Dime qué quieres
correr bajo la lluvia
Besarme en la fría
nieve de diciembre
Dime que la forma
en que te amo
No está equivocada
hoy
No puedo creer que
esto esté tan cerca
Y después de un
viento se vaya tan lejos
No puede caer mi
reino, por solo amarte
Esa sonrisa en tu
rostro
Y la brisa
atravesando tu cabello
Creo que podría
morir esta noche
Tú amor me hace
fuerte
Y no hay persona
que vaya a destruirme ahora
No podría ser
mejor, ¡estoy viva!
Dime qué quieres
correr bajo la lluvia
Besarme en la fría
nieve de diciembre
Dime que la forma
en que te amo
No está equivocada
hoy
No puedo creer que
esto esté tan cerca
Y después de un
viento se vaya tan lejos
No puede caer mi
reino, por solo amarte
¿Cuándo fue que me
enamoré?
Si no veo tu rostro
Mi corazón estalla
No puedo creer que
el amor
Me lleve tan lejos.
No puedo asimilar
Que quizás no te
tenga siempre
Y que pudiera estar
mal
La forma en que te
amo
Dime qué quieres
correr bajo la lluvia
Besarme en la fría
nieve de diciembre
Dime que la forma
en que te amo
No está equivocada
hoy
No puedo creer que
esto esté tan cerca
Y después de un
viento se vaya tan lejos
No puede caer mi
reino, por solo amarte
Por solo amarte.
Nunca creí que iba
a amarte —era una dulce balada country que había escribido antes de entrar a la
escuela de artes y tocar rock. Cuando era fresa.
—No creí que
cantaras country —confesó. Yo me encogí de hombros sonriendo naturalmente.
—Eran mis viejas
épocas de cantante, cuando creía que todo era rosa y feliz.
—Se te oye bien —me
sonrió él ahora—. Dulce y pacífica.
—¿Me cantas algo?
—le pregunté poniendo mi mueca más tierna. Nunca fallaba, no creo que él sea excepción.
—No, no puedo —dijo
algo tímido.
—Vamos —insistí—.
Conoces todo de mí, no debes cantar tan mal.
—Ya, pero si te
burlas las pagarás —yo asentí pasándole la guitarra.
Regálame tu risa,
Enséñame a soñar.
Con solo una
caricia
Me pierdo en este
mar.
Regálame tu
estrella
La que ilumina esta
noche
Llena de paz y
armonía
Y te entregaré mi
vida.
Haces que mi cielo
Vuelva a ser de ese
azul
Pintas de colores
mis mañanas
Solo tú.
Navego entre las
olas de tu voz
Y tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma
se despierte con tu luz
Tú, y tú, y tú.
Enseña tus heridas
Así las curarás
Que sepa el mundo
entero
Que tu voz guarda
un secreto
No menciones tu
nombre
Que en el
firmamento se mueren de celos
Tus ojos son
destellos
Tu garganta es un
misterio
Haces que mi cielo
Vuelva a ser de ese
azul
Pintas de colores
mis mañanas
Solo tú.
Navego entre las
olas de tu voz
Y tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma
se despierte con tu luz
Tú, y tú, y tú.
(bis) —su voz era angelical y la letra de lo que cantaba era tan perfecta. De
alguna forma, sentía especial a esa canción y la forma en que él me miraba,
¿por qué lo hacía? ¿Por qué Justin ponía esa dulzura al cantar y me miraba
profundamente a los ojos? ¿Qué significaba?
—Woow —logré decir,
él me sonrió algo apenado.
—¿Qué dices? —pidió
una opinión. Sinceramente, si debía juzgarlo le ponía un 10.
—Creo que cantas
maravilloso —aseguré—. Tu voz es angelical y la canción es preciosa.
—Gracias —bajó sus
ojos algo nervioso, quizás estaba intimidándole.
—Sería un error que
no te dedicaras a esto, Justin —estaba siendo un poco más distante, no quería
atosigarlo y que pensara cualquier cosa. Demasiadas raro ya estaban las cosas
desde ayer.
—No creo que sea lo
mío —era absurdo escucharlo decir eso después de oír como cantaba—, no creo
llegar lejos haciéndolo —añadió y elevó su vista para chocarla con la mía.
—¿Y por qué no?
—cuestioné yo— Quién sabe, podrías ser alguien famoso algún día si te lo
propusieras. Tienes talento.
—Tú tienes talento
—me contradijo, como diciendo que él no.
—No es el punto —al
contrario, intentaba después de tantos años, olvidarme de mi solo un poco—.
Estamos hablando de ti, aunque no quieras creerlo tienes mucho talento.
—Me prometiste que
no intentarías convencerme —era cierto, lo había dicho justo antes de salir al
porche, pero ¿qué más da? Él tenía talento, no creí que cantara así de
angelical.
—Sí, es cierto
—aseguré—, pero no creí que tuvieras tanto talento, Justin.
—No es para tanto,
___________(tu nombre) —se menospreció con algo de pena.
—Canta conmigo en
la presentación de apertura del verano en la playa —le pedí. Él me miró
arqueando una ceja—. Es en 2 meses, podremos ensayar y te enseñaré a llegar a
las notas que llegas con poca aire y todo. Vamos, no puedes negarte.
—No es lo mío
—volvió a decir.
—¡Vamos! —insistí—
Me gustaría cantar contigo.
—Ya, pero solo con
una condición —me pidió. Yo asentí esperando a escucharla—. No dirás nada y no
volverás a cortarte, ¿vale?
—Vale, no diré nada
y no volveré a hacerme daño otra vez —él tendió su mano y yo la mía. Las
batimos en forma de pacto y una sonrisa se dibujó en su cara.
—También deberé
combatir el pánico escénico —bromeó. Yo reí sonsamente—. Qué linda eres cuando
ríes así.
—No coquetees —le
pedí de buen modo.
—Lo lamento —se
disculpó—. No quiero causar más problemas con tu novio —yo reí irónicamente
esta vez.
—Descuida —le
pedí—. Rodrigo es un idiota y volverá, volverá solo hacia donde estoy.
—¿Y si eso no
sucede? —creo que a él le preocupaba.
—Pues, no sucede y
ya —me encogí de hombros—. No lloraré por un idiota, no merezco eso.
—Sabes algo
—suspiró y sonrió divertido—. Ojalá te habría encontrado antes de ser este
tremendo pendejo que soy —lo miré arqueando una ceja.
—¿Qué insinúas? —no
entendía bien a qué se refería.
—No habría dañado a
tanta gente y me habría enamorado de ti —sonreí como una estúpida, fue absurdo.
—Las cosas son así,
no puedes cambiar el pasado —le recordé—. Además, iba a tu misma escuela hasta
hace dos años.
—Lo sé —afirmó—, y
jamás reconocí lo bueno en ti.
—Qué loco, ¿no?
—sonreí divertida— cuando mis padres dijeron que debían venir Sam y tú, me
negué y no quería. No quería verte y mira, eres la única persona con la que
puedo hablar como yo realmente soy.
—La vida da vueltas
inesperadas —en eso Bieber tenía razón—. Tampoco tenía ánimos de toparme con la
antigua ___________(tu nombre).
—Sigo siendo la
misma —le aseguré.
—Conmigo no.
—Eso no quiere
decir que haya cambiado —murmuré—. Ya verás cuando regresemos a New York.
…
La semana pasó
rápido, mucho más rápido mucho más rápido de lo que esperábamos. Habíamos
llegado a New York casi a las 06:00 a.m. aún estaba peleada con Rodrigo. No
soportaría sus actos inmaduros y celosos. Entré a casa, Samanta no sé a dónde
iría con Bieber. Subí a mi habitación cargando mi maleta y me tiré en la cama
pesadamente. Encendí mi celular y me llegó un mensaje:
“Sé que es tu hermana y todo, pero necesito
quitármela de encima! Por favor, ayúdame”.
Era Bieber. Reí al
leer eso, no haría nada por separarlos ese era su propio rollo. Además, ¿qué
podía hacer yo? Básicamente, nada.
Después de unos
minutos me levanté, me di una ducha y bajé vistiendo así http://www.polyvore.com/desarreglada/set?id=66949741
. Era lunes y no tenía nada emocionante por hacer. Desayuné y me quedé allí,
sentada haciendo la nada misma. La última semana había sido rara. Justin se
había convertido en una especie de amigo para mí, creo que era lo más raro;
Rodrigo se había aferrado mucho a Samanta, como ella a él y aunque eso no me
molestara, moralmente estaba mal. Debían opinar lo mismo de Bieber y yo, pero
no era lo que creían. Yo no iba a la playa con él, simplemente hablábamos o nos
pasábamos las horas tocando la guitarra y cantando.
Escuché unas
risillas bajas entrando a la cocina y volteé desesperada. Estaba demasiado
desarreglada como para que alguien me viera. Entraron a la cocina Samanta,
Justin, Ryan, Miley y Jaden; me quedé allí sentada. Ellos sonrieron.
—Hola —saludaron.
—Hola —respondí, no
estaba de un humor muy favorable.
—¿Y a ti qué te
pasó? —cuestionó mi hermana refiriéndose a mi look.
—No esperaba
socializar hoy —respondí y carraspeé mi garganta—. Además, vine así al mundo,
¿qué podría hacer para complacerte? ¿Trasplantarme la cara? —pregunté con
sarcasmo.
—Uy, parece que
alguien no está de humor hoy —dijo Ryan acercándose por detrás de la silla y
abrazándome por los hombros. Sonreí como una idiota, otra vez.
—No jodas —le pedí
zafándome de él. Ryan soltó una risa y la cara de Bieber me miraba
detenidamente—, ¿pasa algo, Justin? —le cuestioné.
—No, ¿por qué
dices? —preguntó tranquilamente.
—¡Diablos! —exclamó
Miley— uno no los ve una semana y luego se llevan de maravillas.
—Lamento arruinar
tal acontecimiento —dije poniéndome de pie. Y sí, estaba en bragas frente a
Justin, Jaden y Ryan.
—¡Diablos!
—protestó Jaden esta vez—, ¿así te pasearás siempre que venga a esta hora por
tu casa?
—Ya quisieras.
Salí de la cocina y
subí las escaleras. Entré en mi habitación y volví a acostarme a mirar el techo
y ya. Estaba aburrida, así que tomé las puntas que escondía en mi mochila en un
rincón del armario. Me puse unas medias y un short, luego me puse también las
puntas. No me costaba hacer el calentamiento de clásico, tampoco las posturas,
ni los plies. Bailar era casi mi pasión como cantar, solo que a ésta nadie la
sabía, nadie además de Bieber.
Sonaba Dans ma rue,
un cover echo por Zaz. Mis pies se movían al ritmo de la música, amaba los
giros y más que tener una coreografía amaba interpretar lo que la letra decía.
Lo hacía desde muchísimo tiempo y amaba hacerlo, así sea a escondidas y sola.
No iba a cambiarlo nadie. No usaba tutú ni peinados extraños y estirados,
simplemente hacía lo que mi corazón y mis piernas sentían.
La perfección en
una bailarina clásica no estaba en ser tensa y dura, si no en encontrar el
equilibrio entre la libertad y la elegancia. Llevaba trabajo, dolores y mucho
esfuerzo; pero si amar la danza es vida, valía la pena para mí. Giré sobre mis
puntas como acostumbraba a hacerlo, pero mi pie falló y caí. Dolía, más de lo
que solía doler las demás veces cuando sucedía. Me quité la punta sentada en el
suelo y comencé a masajear mi pie.
Me quité las puntas
y bajé, mi pie ya no dolía tanto. Todos seguían en la cocina después de casi
una hora y media. Hablaban divertidos cuando entré a la cocina, solo no me
entrometí. Esta vez sí venía vestida. Tomé un vaso y lo llené con jugo de
naranjas.
—Cállate perra, lo
amas
Cállate perra, lo
amas
La revancha, no es
buena cariño
La venganza matará
tu alma
Y no soy la reina
De todo lo estúpido
Que hay en tu
corazón —tarareaba una letra que se me había cruzado en ese momento por la
cabeza. Sin darme cuenta del hecho, todos estaban prestándome atención a mí y
mi canto.
—Es bueno que uses
mis frases —presumió Bieber, lo miré arqueando una ceja.
—No porque sea tuya
debería ser una perra y amarla —dije con un poco de cinismo y metafóricamente.
—Está buena —se
entrometió Jaden.
—A ti todo lo que
ella haga te agrada, Jaden —comentó Miley. Smith la asesinó con la mirada.
—Es solo perder el
tren —me quitó las palabras de la boca mi amigo, Ryan Butler.
—Lo dices de
envidia —presumí y solté una risa irónica. Ryan entendía, los demás no—. Ya, no
quiero irrumpir reuniones de gente tan importante —añadí. Todos me miraban
raro, ¿tan rara era?
Regresé a mi
habitación y me volví a tirar en la cama, hacía calor y estaba cansada de tanto
viaje. Mis padres no estaban en la casa y no estarían hasta el viernes, es
decir que tenía libre entrada y salida, al igual que Sam. Aunque ella optaría
por traer a Justin a casa. Yo, no sabía qué diablos haría esta semana. Había
peleado con Rodrigo, no iba a tragarme mi orgullo por su ineptitud.
Sinceramente, si alguien debía retroceder a pedir perdón era él; me daba
totalmente igual, había entendido que no lo quería y si no lo quería… ¿para qué
diablos luchar?
—¡Permiso! —oí
decir, me senté en la cama estática. No podía creerlo.
—¿Qué haces aquí?
—pregunté asombrada, ¡no podía creerlo!
—Me vine a vivir
con mi mejor amiga —corrí a abrazarla.
—¡No puedo creerlo,
Caitlin! —estaba a punto de llorar abrazándola.
Caitlin Beadles era
mi mejor amiga desde kínder, aunque hacía 2 años se había ido a modelar a
Francia, ya que era modelo de pasarela. Tenía mi edad, 17. En todos los pocos
años que llevaba vividos ella era la mejor persona que había conocido. Era
alta, de cabello largo y castaño, piernas largas y una sonrisa angelical; los
ojos más lindos que había conocido, verdes y dulces. Caitlin era, oficialmente,
mi mejor amiga y estaba en New York otra vez.
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