—¿Qué mierda haces
con eso? —oí que dijo con pesadez la voz de ___________(tu nombre).
—Escribes
sexualmente bien —dije cínicamente, ella quería jugar pues yo también lo haría.
—Y tú eres un
metiche —dijo arrancándome de las manos el cuaderno.
—¿Por qué te
escondes? —pregunté parándome frente a ella, sus ojos me miraron dubitativos.
—¿Esconderme? ¿De
qué mierda me escondería? —cuestionó simulando un tono de obviedad.
—En realidad,
cantas blues y te gusta la filosofía —lo había leído en su cuaderno—, ¿por qué
toda esta fachada de mujer fatalista y rockera?
—Porque que cante
blues y ame la filosofía no quiere decir que no ame también el grunge y el
metal, ¿o acaso sí? —preguntó astutamente— No me conoces Bieber. Que quieras
acostarte conmigo, no te da el derecho de hacerme replantear por qué diablos
soy como soy. Yo sé bien qué me llevó a esta mierda y soy feliz.
—¿Enserio te
drogas? —lo sé, a veces no sabía qué puta decía.
—No, Bieber. No
consumo drogas —me respondió.
—De todas formas,
creo que escondes algo —sus ojos, en cosa de instantes, se pusieron oscuros y
diabólicos. Como si algo no fuera lo suficientemente bueno como para recodarlo
de la forma en la que fuera.
—No intentes
hacerme caer, Bieber —me advirtió—. No intentes meterte en mi vida, ¿te queda
claro? No sabes de lo que soy capaz. Recuerda y ten muy presente que no me
conoces; solo aléjate.
—¿Qué? ¿Has matado
a alguien para ser tan mala? —ella negó con la cabeza.
—Pero odio que las
personas se interesen por mi pasado, ¿entiendes? —me advirtió, la notaba oscura
y fría— Solo confórmate con lo que conoces.
—Tampoco me conoces
—ella me miró confundida—, cuando quiero algo lo tengo.
Ella solo se fue de
la sala rápidamente. Había algo que le aterraba que saliera a la luz, ella era
rara. Primero sus tatuajes pidiendo ayuda o libertad, luego sus marcas en los
brazos, después sus escritos sexuales y frustrados, para luego advertirme sobre
su pasado, ¿sería una criminal o qué demonios era lo que escondía esa muchacha?
Fuera lo que fuera, estaba dispuesto a conocerlo. Tomé mi celular y escribí un
mensaje:
“Ryan, ¿tú sabes algo del pasado de la
hermana de Samanta, de ___________(tu nombre)?”.
La respuesta de mi
amigo fue:
“No lo sé, pero no intentes averiguar sobre
ello porque no le gusta hablar de ello, mucho menos del Bullying”.
…Al día siguiente…
Desperté al lado de
Sam, ella estaba durmiendo dándome la espalda. Fregué mis ojos y miré mi reloj,
eran las 09:00 a.m. parecía ser un lindo día afuera, pero estaba flojo hoy.
Cosa que era rara, porque era una persona activa. Me levanté, sin despertar a
Sam y entré a la ducha. Luego me cambié y bajé al comedor. Cuando entré
___________(tu nombre) estaba besándose con Rodrigo muy apasionadamente.
Carraspeé mi garganta y pasé por su lado para tomar un tazón y servirme yogurt
y cereales.
—Hola —saludó
Rodrigo, era obvio que me saludaba a mí.
—Hola —respondí aún
de espaldas. Ninguno de los dos me caía bien. En especial él, estaba
interrumpiendo mis planes, de alguna forma.
—¿Samanta? —preguntó
el novio de mi cuñada.
—Está durmiendo —le
respondí—. Al parecer, conserva sueño aún.
—Es como un oso
invernando —comentó su hermana—. Es floja.
—¿Vienes con
nosotros? —preguntó Rodrigo, lo miré sin entender.
—¿De qué hablas? —cuestioné
yo a modo de respuesta.
—Tengo una
presentación al medio día en un club cercano, iríamos a almorzar allí —resumió
___________(tu nombre).
—¿Sam va? —no iría
a estar con ellos dos, quizás si Rodrigo se quedara yo aceptaría.
—Sí.
…
Luego de una mañana
lo suficientemente pacífica llegamos al restaurante. Era pintoresco, pero
sencillo. Pedimos una mesa para cuatro, aunque ___________(tu nombre) no se
sentó con nosotros, ella se fue con el gerente para luego comenzar a cantar.
—No sabía que haría
una presentación en Malibú —comentó su hermana algo sorprendida.
—Sí, tampoco yo —me
entrometí, solo para joder a Rodrigo.
—La consiguió ayer,
poco después de llegar. Este es uno de los restaurantes más conocidos de Malibú
—nos explicó su novio.
—Es decir que es
una buena oportunidad —supuso Samanta. Rodrigo asintió, estaba por hablar pero
guardó silencio luego.
—Hola —se escuchó
decir en el micrófono. Prestamos atención y efectivamente era ___________(tu
nombre). Estaba algo formal, vistiendo así . Se veía sexy de todas maneras—, mi
nombre es ___________(tu nombre y apellido) y voy a cantarles algo hoy.
Vamos cayendo, amor
No hay tiempo que
nos detenga ahora
Y si me veo
espléndida
Es por el dolor que
encuentro en tu amor
Solo en tu amor.
Solo en tu amor,
Solo en tu amor,
Bebé, solo en tu
amor.
Hello, hello
¿Puedes oírme?
No soy porcelana
china
Pero puedo ser
frágil
En el tiempo hay
Una historia débil
Voy a quebrarme hoy
Como un cristal
cayendo al suelo
No soy nada, si no
estás tú
Solo lo encuentro
en tu amor
Nothing without you
—comenzó a cantar ella. Era algo así como un blue.
—¿Por qué escribe
solo sobre desamor siempre? —pensé en voz alta.
—Siempre me lo
pregunté —confesó su hermana.
—Aún así son buenas
—Rodrigo me miró confundido.
—¿Te refieres a las
letras? —cuestionó el novio de ___________(tu nombre). Yo asentí.
—Son buenas —repetí.
—¿Entiendes alguna?
—cuestionó, lo miré arqueando una ceja.
—Deja de hacer
quedar a mi hermana como una persona sobre natural, no lo es —protestó Samanta,
al parecer le molestaba que su hermana fuera, notablemente, inteligente.
—Es que lo es —aseguró
Rodrigo—, aunque no quieras verlo Samanta.
—___________(tu
nombre) no es una persona brutal, una persona fuera de lo común. Es una jodida
muchacha de 17 años.
—Ya, no quiero discutirlo
—se retractó Rodrigo, Sam lo miró despectivamente, por un momento fue la
versión rubia de ___________(tu nombre).
Mientras ellos se
encargaban de discutir la integridad de ___________(tu nombre) y su coeficiente
yo solo miraba a la muchacha mientras cantaba. Algo la hacía distinta; sin
decir que era preciosa, me refería a su personalidad. Había un “algo” que la
hacía demasiado distinta a las demás. Sus ojos se veían preciosamente miel con
la luz, bordeados de ese delineado negro que la caracterizaba, su piel se veían
tostada y suave, sus labios rojos y tentadores, su boca era tentadora, mucho
más viéndola cantar. Su cabello castaño con algunos reflejos más claros caía a
los costados de sus hombros con grandes ondas en sus puntas. Se veía casi como
una barbie punky.
Sin embargo, por
mucha dulzura que dispersara, hasta con esa imagen de rockera, hablar con ella
era misión imposible. Había algo que la hacía ser cínica y egoísta, burlona.
Quizás, era el solo hecho de que no me quería; tal vez con las demás personas
no era así. Pero no la vi relacionarse con nadie que no sea su hermana, Miley,
su novio o Ryan. Su círculo era pequeño. Me causaba curiosidad su forma de ser,
más bien por qué llegó a ser, lo que es. Seguramente hay una razón detrás de
tanto maquillaje y colores oscuros, era mucho más que seguro que esas marcas
que traía en sus brazos significaban algo y no solo en el pasado, también hoy
día.
Lo raro en esta
situación era que estaba pensando en una mujer de otra manera que no sea la
sexual. Y no, no me refería a Samanta, porque lo que menos hacía en estos días
era pensar en ella. Solo pensaba en los porqués de ___________(tu nombre), no
podía quitármela de la cabeza y eso no era algo normal. Seguramente, era porque
me causaba curiosidad y nada más; pero por muy insignificante que fuera mi
sentimiento hacia ella, debía saber qué escondía para dejar de pensar en ella;
porque siendo sincero, no era normal que yo pensara en mujeres y sus misterios.
—Bieber —habló la
voz de Samanta, desperté de mi casi sueño despierto y me encontré con
___________(tu nombre) sentada frente a mí almorzando. Al parecer había estado
pensando demasiado, ¡y adivinen en quién! Sí, en ___________(tu nombre).
—Lo lamento, estaba
pensando —confesé.
—¿Piensas? —preguntó
___________(tu nombre) burlonamente.
—Como tú —afirmé.
—¿Pelearán así
siempre? —preguntó Rodrigo mirándome asesinamente. Sabía lo que opinaba de mí,
pero él no sabía lo que opinaba yo de él, o peor aún de su novia.
—No, siempre no —sonrió
irónicamente ___________(tu nombre)—. Será hasta que Justin folle a Sam, porque
luego va a dejarla —Samanta me miró atónita.
—¿Y a ti? —pregunté
en son de venganza— ¿No te han follado aún? Digo, porque el imbécil sigue
contigo —Rodrigo se enfureció.
—Sabes, él sí es un
hombre —lo defendió ella—, porque él sí se conforma con una sola.
—Ya cállate,
___________(tu nombre) —le pidió Sam enojada—. Que tú nunca vayas a ser lo
suficientemente feliz no quiere decir que debas cagarme la felicidad también,
¿sabes? —¿a qué se refirió cuando dijo “Suficientemente feliz”? ¿A caso había
algo que la hacía infeliz? Debía saberlo.
—Si esto fuera cosa
mía yo no te diría las cosas, Samanta —le advirtió su hermana—. Solo te estoy
diciendo que tu querido “novio sexópata” te está usando, porque no se tiene
respeto ni él mismo. Es tan bajo que anda acostándose con cualquier mujer que
pueda satisfacer su necesidad de hombre primitivo —Rodrigo me miró con una
sonrisa burlista.
—Gracias, pero no
necesito tus consejos. No quiero terminar como tú, hermana —___________(tu
nombre) le sonrió cínicamente, como si fuera poco con todo lo que dijo.
—Que seas hermosa
no te da el derecho de pisotear a la gente y sus decisiones —le advertí
recapacitando.
—¿Ah, no? —cuestionó
sarcásticamente— Pues, lo hice siempre y no me ha ido tan mal, ¿no crees?
—Eres una basura —aseguré
tranquilamente.
—Gracias, tú eres
un imbécil —lo dijo de la misma manera—. Y sabes algo, espero que te des
cuenta, Sam —su hermana elevó su vista viéndola con rencor—, que Bieber quiere
follarme.
—No eres el centro
del universo —le recordó su hermana.
—Lo sé, Samanta.
Estoy segura de que no lo soy y me gusta no serlo —confesó y sonrió cínicamente
para mirarme a mí luego—, pero parece que a tu noviecillo no le basta con una
sola y quiere dos —le seguía hablando a Sam. Volvió su vista a ella—. Descuida,
no me acosté, ni acostaré con él; pero ten cuidado, porque buscará otra Sam. Lo
aseguro.
—Jodida —la maldijo
Sam y se levantó para salir del restaurante.
Se levantó y salió
casi corriendo del lugar, atiné a hacer lo mismo. No la dejaría sola, por más
diversión que ella fuera para mí, no podía verla así de mal y menos por culpa
de las idioteces que decía ___________(tu nombre). Al salir del restaurante
allí estaba Sam llorando cerca de la esquina.
Narra
___________(tu nombre):
Había sido grosera
y malhumorada con Samanta, pero no me interesaba. Ella debía reaccionar. Y sí,
estaba jugando con Bieber; él quería jugar y yo jugando era demasiado buena.
Veríamos quién ganaría, veríamos quién sabía jugar mejor. Y no me importaba cuánto
quisiera él lo que quisiera, si debía destruirlo para ganar, estaba muy
dispuesta a hacerlo.
—¿No irás con Sam? —me
preguntó Rodrigo, elevé mi mirada y lo miré fijamente.
—¿Crees que sea
justo? —cuestioné haciéndolo reflexionar.
—Depende cuánto
quieras a tu hermana —me respondió él con toda seguridad.
—Pues, lo
suficiente como para que entienda que se tiene que golpear y levantarse, sola.
Llegamos a casa
después de que Justin y Samanta llegaran otra vez a la mesa, peleados supongo. Rodrigo
me avisó que iría a darse una ducha, yo me quedé tirada en el sillón de la sala
mirando mi teléfono.
—¿Qué mierda
querías lograr? —preguntó Justin, cuando lo vi entrar tan enfurecido me senté,
pero no con miedo.
—Que Sam viera la
realidad —respondí y le sonreí con hipocresía.
—¿Esta vez no serás
la abogada del diablo? —cuestionó él con sarcasmo. Yo solté una risa. Bieber
tenía términos insólitos.
—Pues, no —me negué—.
El diablo no puede ser su propio abogado, ¿o sí? —Justin frunció el ceño con
algo de rabia.
—¿Tanto odio me
tienes, ___________(tu apellido)?
—Quiero proteger a
Sam —respondí con seguridad.
—Entonces lo que
quieres es que la deje, ¿verdad? —Justin estaba negociando, yo no iba a
negociar.
—Yo no estoy
negociando a Samanta, Bieber —le advertí, él se sentó frente a mí—, ¿por qué
estás con ella? —cuestioné. Su cara se tensó—. Lo que creí, no tienes muchas
razones más que sexo.
—¿Y si es así qué? —cuestionó
haciéndose el valiente—, ni siquiera me he acostado con Samanta aún.
—Está lejos de ser
nunca, Bieber —muy lejos—. Yo no quiero ver a Samanta llorar luego de esta
semana, te estás aprovechando y te veo con asco, ¿no te das cuenta aún?
—¿Darme cuenta de
qué? —sí, él era lento también. Pero era lógico, era hombre.
—Samanta está
enamorada de ti, Justin —y eso era más que obvio—. Lastimarás demasiado a
Samanta si la dejas, porque para ella no eres solo sexo.
—¿Quieres la
verdad? —me ofreció.
—¿Qué verdad? —cuestioné
yo.
—No quiero
acostarme con Samanta, yo quiero acostarme contigo —yo reí con ironía ante sus palabras—.
No me interesa Rodrigo o Samanta, al contrario. Tomaría todo lo que pudiera de
ti, porque eres como una droga de solo verte. Te dejaría en paz después de solo
una noche.
—Parece que viviré
contigo a cuestas entonces —no me acostaría con él como un objeto sexual. Es
más, no me acostaría con él—. No me acostaré contigo, Justin Bieber. No eres mi
tipo, eres básico, pendejo e idiota, ¿qué podría buscar una chica como yo en
ti? Nada.
—No me conoces y te
tomas el atrevimiento de juzgar —me sonrió cínicamente—. Ya te tendré en mis
sábanas y sabrás lo que soy. Sé que estás jugando, pero yo también sé jugar y
muy bien, cariño —me guiñó un ojo, se puso de pie y besó la comisura de mis
labios. Fue tan estúpido de mi parte quedarme atónita y dejar que lo hiciera—.
Cállate perra, sé que lo amas —me sonrió maliciosamente y se fue.
Su perfume quedó
cerca de mí, varonil pero dulce a la vez. Sus labios se sentían como algodón
dulce y sus ojos eran dos charcos de lodo, profundos e interesantes pero
divertidos a la vez. Si íbamos a jugar así, estaba segura de que alguno de los
dos terminaría enredado y estaba más que segura que no era yo quién lo iba a
hacer. “Cállate perra, sé que lo amas”, jodido Justin Bieber, ¿me había dicho
que amaba lo que iba a venir? ¿O que amaba que él fuera como es?
Quedé sentada como
una marmota en el sillón, ¿qué puta había sido eso? Solté una sonrisa estúpida
y cínica, él estaba jugando como yo y eso me gustaba. Estábamos en la misma
sintonía. Sobre la mesa de vidrio mi celular vibró, lo tomé y era una llamada
de Ryan, quien últimamente se había convertido en un gran amigo.
#Vía telefónica#
—¿Aló?
—Hola ___________(tu nombre) —saludó en son
de simpatía.
—Hola, sonso Butler —saludé yo divertida. Me
llevaba más que bien con él.
—¿Cómo estás en Malibú, sonsa? —preguntó
chistosamente.
—Bien, bueno las cosas se tornaron raras,
pero bien —confesé. Oí el carraspeo de Ryan del otro lado.
—¿A qué te refieres con raro?
—A Bieber —respondí en dos simples palabras.
—Apuesto a que confesó que quiere acostarse
contigo —soltó Ryan divertido.
—Sí —afirmé—, bueno no sé a qué directamente
apunta, pero sí quiere acostarse conmigo. Además —suspiré y solté una risa
irónica—, está seduciéndome de una forma peligrosa, está jugando el mismo juego
que yo juego.
—Estás entrando en el juego —aseguró Ryan—.
No creo que sea lo adecuado, piensa en Sam y en Rodrigo.
—¿Crees que voy a acostarme con Justin? —pregunté
divertida. Me imaginaba a Ryan algo desconcertado por no tener la respuesta.
—Pues, cuando Justin quiere algo lo obtiene —aseguró—.
No le será demasiado fácil acostarse contigo, pero estoy seguro de que lo hará —él
estaba equivocado.
—Pues, estás mal porque no lo haré —confesé.
—Ten cuidado, ___________(tu nombre).
—Él es quien debe tener cuidado, Butler —le
recordé—. Parezco ser sumisa en esto de las relaciones, pero estoy lejos de
eso. Ni siquiera sé como estoy con Rodrigo, soy demasiado peligrosa cuando
tengo el arma del amor en mis manos. Es Justin quien debe cuidarse.
—¿Cuidarse de qué? —Ryan no entendía—,
¿Acaso eres una mujer que porta una navaja en su vagina y matarás a Bieber? —me
causó algo de gracia la idea.
—No uso armas, Ryan —me advirtió—.
Simplemente, sé que se enamorará. Sé qué querrá más y yo no.
—Entonces, aléjate —me propuso.
—¿Alejarme yo? —cuestioné irónica— Es él
quien se está metiendo en el fuego, yo no seré el bombero cuando soy el
mismísimo fuego.
—Bieber deberá escarmentar alguna vez —aseguró
Ryan, quizás tenía mucha razón en lo que decía.
—Quizás sea yo esa vez —titulé.
—Ya, luego hablamos y me cuentas más sobre
esto —me pidió.
—Está bien. Adiós, Butler.
—Adiós, sonsa —colgué.
#Fin vía telefónica#
Tomé la guitarra
que había quedado en la sala y salí al pórtico de la casa. Me senté en uno de
los escalones y comencé a tocar algunos acordes de mi última canción escrita.
—Estoy aquí
Abriendo mi alma
No hay tiempo ahora
Estoy flotando
lejos
Querido señor
¿Quiere darme mi
alma?
Estoy lejos de casa
Nadie me entiende
Solo aquí
Podré encontrar mi
mitad
Solo aquí
Siento que puedo
flotar
Debes confesar
Dónde encuentro más
Querido chico,
Estoy cayendo a tus
pies
Me siento enamorada
¿Qué clase de
mierda es?
Nuevo chico,
¿Dónde podría
tocar?
No hay más tiempo
Y quiero el control
Solo aquí
Podré encontrar mi
mitad
Solo aquí
Siento que puedo
flotar
Debes confesar
Dónde encuentro
más.
La realidad.
—Ojalá te fuera
fácil dejar de cantarle, ¿no crees? —giré mi cabeza al escuchar su voz—, ¿por
qué?
—Ya no vengas a
sermonearme Samanta —le exigí.
—¿Por qué sigues
drogándote, ___________(tu nombre)? ¿Acaso te gusta destruirte? —mis ojos se
humedecieron rápidamente. Ella solo me miraba con firmeza—. Ya no confío en ti,
no sé lo que eres capaz de hacer, querida hermana —dijo con un tono
decepcionado.
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