"Nosotros recordamos nuestro primer corte". |
Querido chico,
Estoy cayendo a tus
pies
Me siento enamorada
¿Qué clase de
mierda es?
Nuevo chico,
¿Dónde podría
tocar?
No hay más tiempo
Y quiero el control
Solo aquí
Podré encontrar mi
mitad
Solo aquí
Siento que puedo
flotar
Debes confesar
Dónde encuentro
más.
La realidad.
—Ojalá te fuera
fácil dejar de cantarle, ¿no crees? —giré mi cabeza al escuchar su voz—, ¿por
qué?
—Ya no vengas a
sermonearme Samanta —le exigí.
—¿Por qué sigues
drogándote, ___________(tu nombre)? ¿Acaso te gusta destruirte? —mis ojos se
humedecieron rápidamente. Ella solo me miraba con firmeza—. Ya no confío en ti,
no sé lo que eres capaz de hacer, querida hermana —dijo con un tono
decepcionado.
—Ni yo lo sé —confesé—,
pero sé que no me drogo, Samanta.
—No, no lo sé —nunca
la había visto hablarme así—. Lo hiciste una vez, ¿por qué no dos?
—Porque estar al
borde de la muerte no es gratificante —aseguré con firmeza.
—Eres fría, no te
interesa nada y estoy segura de que podrías hacerlo cuantas veces quieras,
porque lo haces, ¿nadie te sacará de eso? —mi hermana estaba empecinada en su
idea, la cuál era errónea.
—No es así —negué
otra vez poniéndome de pie—, no es lo que crees.
—¿Y esas marcas? —dijo
mirando mis brazos—, ¿por qué después de cada invierno son más? —estaba
vengándose, estaba segura.
—Porque tú no has
tenido mi vida Sam, porque tú no has sufrido todo lo que yo sí —contesté con
ímpetu.
—¡Hace mucho de
eso, ___________(tu nombre)! —exclamó—, debes superarlo.
—Intento que tú no
sufras, intento hacerte fuerte sin que pases por el dolor porque es lo más
horrible que puede pasarte y tú… tú estás empecinada en sufrir —sonreí
tristemente sentándome otra vez—. Tú no sabes lo que se siente, duele
literalmente, comienza a dolerte.
—Deberé aprender
por mí misma alguna vez, ¿lo olvidas?
—No soportaría
verte caer —aunque nunca lo haría como yo.
—Tú estás cayendo
otra vez, ¿no te das cuenta? —me preguntó sin regodeos—, ¿a caso quieres caer
otra vez?
—¡Tú no entiendes,
Sam! —exclamé— tú no eres quien sufrió Bullying tantos años, tú no has vivido
todos los problemas familiares como yo lo hice, tú no entiendes que eso no se
borrará jamás.
Tomé la guitarra y
entré a la casa casi corriendo. Me encerré en la habitación y tomé el cuaderno
y un lápiz.
“No sé qué estoy haciendo, pero hoy es el
día en que el dolor vuelve a sentirse como cuando tenía 15. Al parecer, siempre
dolerá así, hasta el final de los días. ¿Nunca voy a superarlo? Yo no era así,
yo no era como me conocen. Pero no tengo alternativas, el dolor me convierte en
un monstruo.
Querido Dios, sé que existes y estás allí
arriba alumbrándonos, haciéndonos seguir el camino que has escrito para cada
uno de nosotros, ¿por qué siempre deberé arrastrarme hasta la meta? No necesito
mucho, solo un alma que salve la mía; alguien que me haga entender que todo
estará bien alguna vez. Solo necesito a alguien que me quite todo el dolor que
tengo en el alma.
Solo necesito a alguien que cambie mi vida”.
Guardé el cuaderno
en mi bolso, nadie debía saber de él aunque Justin ya lo hacía. Era hora de
calmar el dolor. Entré al baño, Rodrigo ya había salido del baño y al parecer
también de la habitación. Me senté en el suelo, en los mosaicos inmaculados y
blancos. Tomé la hoja de Gillette que había sacado del botiquín del baño y
sentada en ropa interior en el baño la deslicé por mi muñeca. Dolía, ardía y
veía la sangre caer lentamente en el suelo del baño, las gotas adornaban el
suelo y las lágrimas que caían de mis ojos las aguaban más y más.
Sabía que debía
dejar de hacerlo, pero dos o tres cortes más no me harían nada. Ardía y sentía
que dolía demasiado, pero el dolor físico era más soportable que el dolor
moral, el dolor que me producía saber que las cosas estarían mal por siempre.
No podía soportar destruirme, pero tampoco tenía otra salida. Nadie sabía de mí
porque nadie iba a entenderme y no quería que la lástima fuera parte de mi vida
y mis relaciones. Yo solo quería ser fuerte y que nadie volviera a lastimarme.
Lo malo, era que me estaba destruyendo yo sola.
Tomé un algodón con
un poco de agua oxigenada y lo pasé por mis tres nuevos cortes, mis futuras
tres nuevas cicatrices. Ardió hasta hacerme caer más lágrimas de las que había
derramado. Limpié toda la sangre que había quedado en el suelo, me metí en la
ducha y salí luego. Los cortes no eran profundos, por lo que no necesitaba
vendarlos como otras veces. Me di una ducha y luego me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=66945708&.locale=es.
Estaba débil, pero
de todas maneras bajé a la sala. Nadie debía saber sobre mí y mi debilidad, yo
debía ser fuerte. No había nadie abajo. Me dirigí a la cocina, tampoco había
nadie. Me senté y tomé un vaso. Saqué de la reserva una botella de whisky y me serví
en un vaso para luego ponerle hielo. Me dolía la cabeza y el brazo, pero era
normal. Bebí un sorbo y sentí como quemó hasta llegar a mi esófago. Necesitaba
ayuda, pero no quería ser débil otra vez.
—¿Ya estás
bebiendo? —volteé y Justin me miraba con algo de lujuria. Eso cambió cuando
notó mis ojos rojos e hinchados—, ¿estás llorando?
—Déjame en paz —hablé
y bebí otro sorbo del vaso.
—No estás bien —aseguró.
Para mí no era novedad.
—Lo sé —afirmé—,
pero déjame sola. No quiero estar con nadie.
—Rodrigo y Sam
salieron de compras, está por llover, ¿no quieres caminar por la playa? Quizás
te haga bien —lo miré raro, ¿estaba siendo amable?
—Está bien —acepté.
Bebí todo lo que quedaba en el vaso de un solo sorbo.
Salimos de la casa
por la parte trasera que daba con la playa, había viento y estaba cerca de ser
el crepúsculo, aunque hoy no se veía el sol y estaba por llover pronto. Justin
caminaba en silencio a mi lado.
—¿Por qué estás
así? —yo iba mirando el mar, estaba tormentoso y revuelto.
—No soy buena para
los recuerdos —confesé sin dar más explicaciones. Sentía sus ojos sobre mí.
—Y guardar lo que
te hace mal es peor —me informó.
—¿Por qué intentas
saber qué hay en mí? —cuestioné volviéndome a mirarlo—, no hay nada.
—Sí, sí hay algo —me
contradijo con razón.
—Hay algo que no
quieres conocer —le expliqué—. Tú no quieres saber qué hay detrás de mí; lo
único que quieres es follar conmigo, no quieres entender lo que siento.
—¿Has peleado con
Rodrigo? —cuestionó, yo sonreí pensando: “ojalá solo fuera eso”.
—Rodrigo es alguien
tan lejano de mí como lo eres tú, solo Sam conoce lo que escondo y que él sea
mi novio no hace que tenga pensamientos muy distintos a los tuyos —porque así
era.
—¿Y qué es lo que
escondes? —cuestionó quedándose en ese concepto.
—La vida es cruel,
Justin —demasiado a veces—. No intentes saber cosas que no quieres.
—Es que sí quiero —lo
miré confundida, ¿por qué quería saberlo?
—¿Y por qué quieres
saberlo?
—Porque por más
mujeriego que sea, una mujer es una princesa y las princesas no lloran —mi
corazón se oprimió y vi en sus ojos un brillo algo especial, uno que no vi
antes.
—Lo único que
quiero es ser libre —afirmé parándome de frente al mar, Justin se detuvo y me
quedó mirando.
—Eres libre —me
recordó.
—No de mi pasado —le
informé. Volteé mi cara para mirarlo y allí estaba, mirándome fijo sin entender
nada—. Debería haber una advertencia de que lo que haces te marcará para
siempre.
—Quizás sí —afirmó—.
Pero no entiendo por qué estás así.
—Necesito cambiarlo
todo, necesito alguien que lo cambie todo —confesé mirando el mar. Solo me tiré
en la arena de frente a las nubes, por más lejos que estuvieran. Justin hizo lo
mismo.
—¿Cambiar qué? —preguntó
Justin.
—Necesito sentirme
viva.
—¿Y no lo estás? —su
pregunta fue estúpida.
—No me siento así —le
expliqué.
—¿Y por qué no? No
hay nada que lo evite —él no conocía nada, por eso decía lo que decía.
—Pues, tú no
conoces lo que pasa por mi cabeza ahora mismo —le recordé sin dejar de perderme
en el gris de las nubes.
—¿Qué es lo que
pasa entonces? —preguntó con algo de curiosidad.
—No entenderías si
te lo explico, ¿por qué hacerlo? —solo quería que deje de hablar.
—No tengo tres años
___________(tu nombre) —me recordó con un tono bastante alterado—, ¿qué mierda
escondes?
—Descuida, no es
sexo ni drogas —le advertí. Al contrario.
—¿Entonces qué tan
malo es? —Justin intentaba sacar información.
—Tampoco maté a
nadie —seguí en mi plan—. Aún así, no voy a decírtelo.
—Entonces deja de
hablar en círculos —me pidió— y dime qué diablos te pasa.
—¿Qué mierda tienes
tú? —cuestioné yo desconcertada por su actitud—, ¿insistirás así hasta saberlo?
Porque no pienso decírtelo.
—¿Sabes qué tengo? —cuestionó
sentándose e irrumpiendo en mi campo visual—
Tengo que tus ojos marrones me vuelven loco cada vez que pestañeas,
tengo que tu cabello me seduce cada vez que el viento lo atraviesa. Tengo que
tus labios me adormecen cuando cantas, tengo que tu voz me acuna cuando la
recuerdo a la noche cantando alguna canción —¿qué mierda decía? ¿Estaba loco?
Yo creo que sí—. No sé qué tengo, pero siento la necesidad de ayudarte,
___________(tu nombre).
—No soy quién crees
que conoces —resumí todo. Estábamos en una posición poco cómoda. Él sentado a
mi lado mirándome a la cara, yo acostada en la arena con su cabeza en dirección
a la mía en mi frente.
—Entonces quiero
conocer quién eres —me sorprendía escucharlo hablar así.
—Olvidas que yo no
soy Samanta y tú no eres Rodrigo —él sonrió algo divertido, con una mueca de
autosuficiencia, diría yo.
—No te estoy
pidiendo acostarme contigo, ___________(tu nombre) —me recordó—. Estoy
intentando ser amable contigo, ¿eso está mal? —mal no, pero debía admitir que
era muy raro.
—¿Y qué te hizo
cambiar tanto de posición, Justin? —le pregunté astutamente, olvidándome por un
momento de mí.
—Soy un muchacho
común por dentro, ___________(tu nombre) —sus ojos se veían bellísimos—,
tampoco soy quién crees conocer —me advirtió, ¿él también escondía algo?—.
Tengo sentimientos, aunque te cueste creerlo —él tomó mi mano y la elevó, unas
lágrimas se desprendieron rápidamente de mi cara. Había tocado mis cortes.
—No, suelta —le
exigí sentándome y fregándome la mano, él me miró raro.
—¿Qué tienes? —me
preguntó al ver mis lágrimas.
—Nada, no es nada —dije
escondiendo mi mano en mi pecho, me dolía. Él tomó mi mano con delicadeza,
estaba débil no podía pelear, la dio vuelta y al levantar la manga se encontró
con mis cortes.
—Era esto —me miró
con algo de decepción—, creí que eras fuerte —se limitó a decir.
—Ojalá fuera fuerte
—deseé en un susurro. Él pasó sus dedos por mis mejillas secando mis lágrimas,
esto se tornaba cada vez más raro. Nunca creí que él actuara así.
—No está bien que
te cortes —me recordó—. No logras nada haciéndolo.
—Que el dolor sea
menos —lo contradije.
—¿Ah sí? —preguntó
con ironía— No logras eso, solo logras destruirte y que eso te cause placer
quiere decir que necesitas ayuda, porque vas a terminar por suicidarte, ¿lo
sabes, verdad?
—¿Ayuda? —cuestioné
esta vez yo con ironía—, ¿quién iría a ayudarme? Si simplemente nadie me
entiende.
—¿Y cómo esperas
que entiendan si no abres lo que sientes? Debes soltar todo eso que te hace
mal.
—Sé sincero —le
exigí—, ¿estarías dispuesto a ayudarme? —sus ojos me miraron con un brillo al
cuál no describiría como lástima, sino como ternura.
—Sí.
—¿Qué? —su
respuesta no era la que yo esperaba.
—Dije que sí —volvió
a decir con seguridad—. Pero primero cuéntame, ¿por qué lo haces?
—No soy lo
suficientemente buena —claro que no lo era—. Soy una farsa en mi totalidad. Todo
comenzó con el jodido Bullying.
—¿Sufres Bullying? —preguntó
algo desconcertado.
—Lo sufría —claro,
ahora nadie me acostaba porque me tenían miedo, de algún modo—. Me tiraban
dentro de los botes de basura del colegio, se reían porque tenía buenas curvas —me
refería a ser algo más gordita de lo que debía—. Se reían de mis dientes, se
reían de mi cabello. Me hacían burla, inventaban chismes de mí para que nadie
me quisiera. Estaba totalmente sola en ese puto colegio —literalmente—. Hasta
que cuando tenía 15 tomé la iniciativa de cambiar. Me corté el cabello, tan
corto como un barón, corté mis jeans y me puse una blusa que tenía la
inscripción de: “Fuck you”. Esa era quien realmente era, no la fresita que
intentaba ser para caerles bien. Me maquillé casi como lo hago ahora y fui al
colegio de ese modo.
—¿Por qué
intentabas ser alguien más? —me interrumpió.
—Para agradarles —dije
con los ojos llenos de lágrimas y mirando las olas azotarse con furia en las
piedras—. Ese día todos me miraban asombrados, más de una de las rockeras me
habló, pero no intenté ser de ellas, porque no era de ellas. Pocas semanas
después conseguí la beca en el colegio de artes y me cambié de colegio. Allí
nadie más intentó hacerme Bullying.
—¿Y por eso te
cortas?
—No lo sé, supongo
que también es la abstinencia —sus ojos me miraron asombrados—. Sí, me drogué
un par de meses.
—¿Hace cuánto? —cuestionó.
—Dos años —sí,
cuando tenía 15.
—¿Lo sigues
haciendo? —negué orgullosa con mi cabeza.
—Casi sufrí una
sobredosis, no quiero volver a ver drogas en mi vida —le respondí.
—¿Nunca has buscado
ayuda, ___________(tu nombre)? —Justin estaba tan distinto hoy, que podía creer
que no era él.
—No —respondí en
voz baja— y cuando intenté hacerlo mis padres me quisieron internar.
—¿Internarte? —cuestionó
algo sorprendido.
—¿Por qué crees que
ellos me tratan como lo hacen? —respondí a modo de pregunta— Pues, ellos creen
que soy un adefesio raro, cuando simplemente intento superarlo todo.
—No creí que fuera
así —confesó Justin—, creí que simplemente eras rebelde.
—Ojalá solo hubiera
sido así —sonreí melancólicamente—, pero la vida sigue y tengo que seguir
viviendo —comenté poniéndome de pie. Él hizo lo mismo, pero me rodeó con un
brazo por la cintura, previniéndose a que yo escaparía de allí.
—Déjame ayudarte —me
pidió.
—No eres el
indicado, Sam no tiene que saber de esto y mucho menos Rodrigo, no se puede
Justin —tampoco quería crear lazos con él.
—Por favor, tú no
sabes si soy o no el indicado —era un buen punto, muy cierto—. Déjame ayudarte,
por favor. Déjame sacarte del pozo en el que vives, sé que Sam no se opondrá y
Rodrigo tampoco tendrá motivos para hacerlo.
No sabía qué
responder exactamente. Nunca nadie se había portado así, él no me cuestionó e
intentó solo actuar; era lo que necesitaba. Después de todo, las cosas ya
estaban hechas y cuestionar era una actitud estúpida, nada iba a resolverse
así. Aceptaría la ayuda de Justin.
—Está bien —acepté—.
Te dejo que me ayudes —él sonrió levemente.
—Gracias, verás que
no soy quién crees que soy —ojalá y no fuera egoísta.
—Gracias a ti —por
primera vez en mucho tiempo estaba siendo natural y sincera, sin maltratar a
nadie.
Sentí un choque
eléctrico cuando sus brazos me estrecharon. Era más alto que yo,
definitivamente, mi cabeza quedó en su pecho y su nariz sobre mi cabello, tenía
unos brazos bronceados y cálidos, musculosos y largos. Llegaba a rodearme con
facilidad; bueno, no era tan difícil hacerlo dado a que era muy delgada. Olía a
perfume, dulce y varonil. Sí, Justin Bieber estaba abrazándome.
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