No
quería que esto acabara, ya no quería que la anestesia se fuera y sentir dolor
otra vez. No quería separarme de él, aunque debiera hacerlo. Si era lo que
debía hacer, quería morir en sus brazos con tal de contar con una sonrisa en el
rostro. Pero simplemente, el beso terminó y todos esos sentimientos negros y
ese vacío regresó a mí, como una ola de dolor y golpes.
—“Tú amor es mi vuelta de página, donde
solo quedan escritas las palabras más dulces”—murmuró Justin estando a unos
escasos 5 milímetros de mis labios—. Te elijo a ti, cariño. Si aún estás
dispuesta a volver conmigo y casarnos en unos meses, te elijo a ti —mi corazón
latía más rápido de lo normal y necesitaba besarlo otra vez. Era justo lo que
esperaba.
—Justin,
¿todo será igual? —saqué a luz mi duda. No quería que si volviéramos las cosas
cambiaran, no soportaría eso.
—Claro
que sí, mi amor —aseguró acariciándome la mejilla—. Todo será igual, porque te
amo igual o más que antes —sonrió levemente, creo que ya su corazón tenía la
esperanza de volver a tenerme, igual que el mío de tenerlo. Yo solo sonreí—,
___________(tu nombre), ¿serías mi novia? —mi corazón se paralizó, el alma me
había vuelto al cuerpo.
—Sí
—sonreí ampliamente—, volveré a confiar en ti y en tu amor.
—Te
amo, linda —murmuró acortando los escasos milímetros que nos separaban. Sus
labios me besaron suavemente, pero fue un corto beso. Muy corto para lo que yo
deseaba.
—También
te amo —respondí sonriendo pegada a sus labios aún.
—Vamos
—me indicó sobre mis labios—, vamos a casa.
—¿A
dónde? —cuestioné separándome de él.
—Donde
esperaba vivir el resto de nuestras vidas, alejados de todos —claro, la “nueva
casa”.
—Vamos
—acepté—. Pero mañana debo irme a casa, ¿va?
—Está
bien —aceptó él.
Salimos
de la fiesta, lo que menos me preocupó fue saludar a Jaden. Mi prioridad ahora
solo era dormir entre los brazos de Justin, otra vez, como tanto anhelé durante
estos meses. Subimos a mi auto, él conducía. Dijo que dejaría el de él allí y
que Jaden se lo llevaría mañana. Comenzó a conducir, mientras nos alejamos dos
o tres calles el silencio fue protagonista del rodaje por la calle. Hasta que
me incliné sobre el asiento y encendí la radio. Malditos, justo sonaba mi nuevo
single: “I can be decent”.
—¡Odio
esa canción! —exclamó Justin— Y espero que los rumores no sean verdad.
—El
vídeo ya está filmado —logré murmullar sin empezar a reír nerviosamente.
—¿Es
tan sexy como dicen? —cuestionó él. Claro, Justin y sus celos, sin ellos él no
viviría.
—Solo
un poco —me limité a no decir la verdad, solo a minimizar las cosas.
—¡Espero
no verte hacer cosas como se rumorean! —exclamó, yo solo reí por lo bajo.
Extrañaba esto.
—Te
extrañé, mucho, Justin —murmuré. Él sonrió orgulloso sin dejar de ver el
camino. Mi teléfono comenzó a sonar, raro, ¿quién llamaría a la 01:00 a.m.?
Tomé el teléfono y respondí.
#Vía telefónica#
—¡Hi, we’re One Direction! —dijo
una voz bastante familiar.
—¡Hazza! —exclamé
sonriendo.
—¿Cómo estás, amiga? —preguntó
él. Vi como el ceño de Justin se fruncía levemente.
—Bien, muy bien —ahora
mejor que nunca—. Estoy feliz de la vida, ¿tú?
—Bien —respondió—. Aunque
echo de menos estar de gira, ¿por qué tan feliz? —cuestionó él.
—Es que… regresé con él —Harry
sabía perfectamente a quién me refería con “él”.
—¿Enserio? —notaba su
alegría—, me gusta eso. Me gusta saber que estas bien ahora.
—¿Y tú? —me refería a
Caroline, ellos iban mal—, ¿qué sucedió con Caroline?
—Pues, todo mal, manita —sí,
así me decía. Manita, de hermanita. O a veces solo me decía Mana.
—Cuéntame, ¿ella ya no
regresará? —cuestioné yo.
—No, Manita. Ella ya no
regresará —se lamentó Harry. Me daba lástima, él era un buen chico.
—¡Uf! Ella se lo pierde,
Harry —claro que sí—, pero descuida. Llegará alguien mejor —o eso es lo que
todos esperamos alguna vez.
—Gracias, Mana —murmuró él—.
Oye mañana hablamos, ¿ya?
—Ya —acepté—. Mañana te
marco.
—Un beso, Mana.
—Adiós, Hazza —saludé y él
colgó la llamada.
#Fin vía telefónica#.
Vi
como el ceño de Justin se descomprimía levemente, ¡era un jodido celoso!
—¿Quién
era? —cuestionó lo obvio.
—Harry
—respondí mientras guardaba mi teléfono.
—¿Styles?
—cuestionó él. Ven, era celoso.
—Sí,
él —respondí otra vez.
—¿Se
hicieron amigos? —murmuró Justin. Creo que estaba haciéndome de esos
cuestionarios que te hacen tus padres cuando llegas de afuera de casa.
—Viví
casi 3 meses con ellos, claro que sí —afirmé. No esperaba otra, no iba a
llevarme mal con ellos.
—Jodidos
—murmuró entre dientes. Yo solo aclaré mi garganta.
—Va,
no seas celoso —le pedí. Él sonrió levemente.
—Lo
lamento, pedo debo compensar 3 meses de celos inamovibles —me recordó. Sentí
una pequeña punzada en mi corazón. Pero, rápidamente desparramé su presencia
con una sonrisa.
—Te
extrañé —repetí otra vez—. Cada noche soñé con un llamado tuyo que dijera: “te
elijo a ti”. Pero… luego enviaste la carta, pidiéndome que regresara, como si
la culpa hubiese sido mía —sonreí amargamente y bajé la mirada—. Pero, ya pasó.
—Y
aún sigo retorciéndome en mí mismo, como un idiota. Fui un completo pendejo —se
culpó a sí mismo.
—Justin,
ya es pasado —le recordé. Aunque doliera y sé que nunca se olvidaría, era
pasado. Un estúpido y doloroso pasado—. Solo importa vivir el presente, ser y
seguir siendo lo que somos.
—Y
¿qué somos? —cuestionó él por lo bajo, como queriéndose asegurar de algo.
—Somos
la muestra exacta de que el verdadero amor, sí existe —y es más fuerte que todo
y todos.
Llegamos
a casa después de casi 1 hora de “viaje”. La madrugada estaba encantadora, ver
nuevamente todos esos árboles alumbrados solo por la gran luna llena de hoy,
era perfecto. Solo me remontaba a pensar en esas estrelladas noches de
septiembre, cuando las estrellas son partícipes de esas dulces y perfectas
historias de amor llevadas a la pantalla grande. Me gustaba imaginarme mi vida
tan dulce y perfecta como en esos cuentos; no sería malo que sucediera. Pero
aún así, sin darme cuenta es lo que sucede. Todos los días de mi vida, están
convirtiéndose en parte de mi cuento de hadas, el simple cuento, la simple
historia, de la muchachita de 14 que sufre por amor, pero así encuentra al amor
de su vida. Estoy orgullosa de saber que mi príncipe azul, es Justin.
Bajamos
en casa, luego de que él aparcara. Entramos, todo seguía igual desde aquel día
en que me fui, no creo que Justin haya estado mucho más de un mes aquí. En
realidad, dudo mucho que así haya sido. Luego de entrar y cerrar la puerta, nos
acomodamos en el sillón de la sala, sin importar que fueran casi las 02:30 de
la madrugada.
—El
amor lo puede todo —aseguró Justin, yo solo sonreí levemente.
—También
lo creo así —si no, no estaría con él ahora.
—Te
amo, ___________(tu nombre) y nunca voy a perdonarme haberte hecho sufrir tanto
—de alguna forma, sentía que todo lo que él decía me reconfortaba más y más.
—Cada
día que pasaba lejos de ti, moría más y más —suspiré intentando no llorar,
aunque estuviera bien—. Justin, prométeme que no pasará más. Que ya nadie podrá
separarnos, que seremos felices —le pedí mientras tomaba sus manos entre las
mías, sin dejar de verlo a sus ojos miel.
—Te
lo prometo, princesa —me sonrió ampliamente—. Te prometo que todo ese dolor que
pasaste voy a borrarlo.
—Te
creo, Justin. Creo en ti —como siempre lo hice. Como siempre mi corazón, se
encargó de hacerlo.
—Prometo
no fallarte, lo prometo —murmuró acercándose a mí.
—Te
amo —suspiré mientras me abstenía otra vez al impulso de tirarme sobre él—, te
amo, Justin.
—Te
amo —repitió él rosando nuestros labios. Entonces, otra vez volvió a besarme.
…Al
día siguiente…
Desperté
feliz, entre los brazos de Justin; lo que tanto había deseado muchas noches
anteriores. Miré mi reloj sin hacer tanto barullo, eran las 10:00 a.m. De un
salto me levanté despertando a Justin.
—Buenos
días —me saludó. Extrañaba oír su voz en las mañanas, adormilada.
—Buenos
días, Just —saludé yo, sonriendo.
Besó
mis labios y sin nada más que decir me metí en la ducha, luego me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=47757579&.locale=es, con lo que encontré aquí
en el armario. Me arreglé el cabello y salí. Justin estaba sentado en el borde
de la cama y cuando me vio salir, rápidamente levantó la vista.
—¿Ya
te vas? —preguntó Justin revolviéndose el cabello.
—Debo
ir con mamá, sabes ella ya entró en fecha y en cualquier momento va a dar a luz
—le recordé, mientras me arreglaba las pulceras.
—Oh
—sonrió levemente sin dejar de mirarme con atención—, te has cortado el cabello
—murmuró.
—Sí
—afirmé yo moviéndolo levemente—, ¿qué dices?
—Me
gusta —respondió—. Todo se te ve bien, lindura.
Mi
teléfono comenzó a sonar, lo tomé y era un mensaje: “Ven en el primer vuelo a Atlanta, mamá está internada para dar a luz”.
Era Michael, ¡mierda! Mamá no llegó a Los Ángeles.
—¡Justin!
—exclamé— date una ducha, rápido —ordené. Él rascó su cabeza extrañado y
arqueando una ceja, como confundido.
—¿Qué
es lo que sucede? —preguntó adormilado, con sus ojos entrecerrados poniéndose
de pie.
—Mamá,
está internada para dar a luz —respondí mientras intentaba encontrar mi bolso
en la habitación.
—¿Enserio?
—cuestionó él despabilándose de golpe.
—Sí —murmuré—. Debemos ir lo más rápido
posible al aeropuerto y comprar dos pasajes hacia Atlanta —claro, si es que él
vendría.
—Me
doy una rápida ducha y vamos —me informó él encaminándose al baño.
Mientras
Justin se duchaba metí en una maleta algunas prendas que quedaban todavía aquí
de los dos. Tomé los pasaportes, documentos del bolsillo de Justin y los metí
en mi cartera. Me maquillé un poco, debía estar “presentable”, apuesto a que la
prensa hoy nos atosigaría a mí y a Justin. Claro, nos verían otra vez juntos.
Justin
terminó de bañarse y salió vistiendo jeans, remera blanca y supras negras.
Condujo hasta el aeropuerto y allí pedimos dos boletos al próximo vuelo a
Atlanta, gracias a Dios solo era en 20 minutos y había asientos libres en
primera clase. Compramos dos y nos fuimos por un frappuccino a Starbuks. Justin
pidió uno de caramelo y yo el sabor original.
—Linda,
¿tu mamá está bien? —preguntó Justin. Lo sé, mamá estaba cerca de los 43 y es
raro que una mujer a esa edad dé a luz sin complicaciones.
—No
lo sé —Michael había evadido esa parte en el mensaje—. Michael no comentó nada
de eso en el mensaje. Fue muy sintético —más de lo debido.
—Imagínate
cuando tú estés en lugar de ___________(tu mamá) y yo de ___________(tu papá) —sonrió
levemente y le dio un sorbo a su frappuccino.
—No
puedo hacerlo aún —sonreí levemente, algo divertida. Aunque me dolía hablar de
eso, nunca olvidaría a ese bebé que nunca pude dar a luz—. Siento todo muy
prematuro.
—Estoy
feliz por tus padres —murmuró él mientras me veía beber de mi bebida helada.
—También
yo —sonreí complacida—. No creí volver a ver a mis padres juntos otra vez.
—Ojalá
mis padres pudieran estar juntos —deseó él—. Pero el tiempo pasó demasiado
rápido. Papá está bien con su mujer y mamá está feliz con Richard. No dejaría
que Jazzy y Jaxon pasen por lo que yo cuando mis padres no estaban juntos —su
corazón era tan grande y puro.
—Amas
a tus hermanos —claro, era obvio.
—Como
tú a los tuyos —murmuró él mirándome atentamente.
—Es
distinto —suspiré algo dolorida—. No son de mi sangre, yo… por más que quiera,
tengo otros genes. Otra sangre corriendo en mi piel.
—¿No
has pensado en buscar a tu madre? —era rara la pregunta de Justin, no lo había
pensado nunca.
—¿Para
qué? —pregunté amargamente— ella no me quiso. Ella me abandonó en casa de mis
padres.
—Quizás
no podía tenerte —claro, es la escusa de todas, ¿no?
—Era
una adicta con problemas penales —o eso era lo que mis padres dijeron.
—Te
ayudaría a encontrarla si es lo que quieres, linda —me informó Justin. No lo
sé, no quería encontrarla, ¿para qué lo necesitaría con 19 años y la vida,
casi, resuelta?
—¿De
qué serviría? —cuestioné frunciendo el ceño.
—Simplemente,
para ver de quien heredas tremenda belleza —puede que sí, porque de
___________(tu mamá) y ___________(tu papá) no podía ser, ya que siendo
adoptada sería descabellado parecerme a alguno de ellos. Un caso imposible. La
duda de saber de quién había heredado mi cabello ondulado castaño, mis ojos
cafés, mis labios perfectamente delineados, mi sonrisa amplia, mis pestañas
rizadas y negras como la noche, mi altura no muy baja ni muy alta, mis piernas
estrechas pero adorables, mis curvas voluptuosas.
—Quizás
la duda se despierte como una fierecilla rasgando mi mente ahora, pero… no creo
que sirva de mucho más que para problemas familiares, Justin —claro que no,
para más no serviría—. Ya no quiero pelear con mis padres, ya no resisto tanto
como antes —era más débil.
—No
debes porqué pelear con ellos —él cree eso, vaya a saber qué opinan mis padres.
—Quizás
mis padres no crean igual —y eso no sería de mi gusto. Al contrario, odiaría
pelearme con ellos, otra vez.
—Vuelo
“CDF-116” con destino a Georgia — Atlanta, por favor abordar por la puerta
número 13°, llamado número 1 —avisó la voz de los parlantes.
Nos
levantamos de la silla y con el papeleo ya hecho nos subimos al avión. Nos
sentamos en nuestros asientos, gracias a Dios íbamos solo de a dos y no era por
ser descortés, era por privacía y seguridad. Luego de casi dos horas nos
encontrábamos en Georgia, hacía mucho no venía aquí. Al llegar tomamos un taxy
y nos dirigimos al hospital. Al llegar, nos mandaron a obstetría.
—¡Mich!
—exclamé. Estaba agotada, los viajes en avión (por más cortos que sean)
lograban cansarme más de lo común.
—¡Hermana!
—murmuró él y se puso de pie. José me sonrió ampliamente y me abrazó. Papá
seguramente estaba dentro con mi madre, creo que era parto natural.
—Hola,
chicos —saludó Justin.
—Hola
José —saludé yo.
—Hola
—saludó mi hermano menor.
—¿Mamá,
como está? —pregunté vacilando. Necesitaba una respuesta.
—Está
bien —respondió José sin soltarse de mi cintura—. Está muy bien, dicen que Lola
llegará en perfecto estado y mamá estará muy bien también.
—¡Me
alegra eso! —suspiró Justin sonriendo ampliamente.
—¿Cuánto
tardarán? —cuestioné ansiosa. Moría por tener a la pequeña en brazos, así no
sea mi hermana de sangre tampoco, la amaría como una. Tal como lo hago con mis
hermanos.
—No
lo sé —respondió el novio de mi estilista (bueno, ahora ex estilista), mi
hermano Michael.
—Mierda,
no soy paciente —murmuré mientras me soltaba de José y atravesaba por detrás de
mi novio, para sentarme en una de las sillas.
—Deberás
tener paciencia —me recordó Justin, mientras se sentaban todos a mi lado. Justin
a mi derecha, Michael a mi izquierda y José a la izquierda de Mich.
—Lo
sé, no hay mucho por hacer —murmuré ceñuda, Justin rodeó mis hombros con su
brazo y yo me recosté.
—¿Ustedes
no estaban peleados? —cuestionó confundido mi hermano menor. Justin sonrió
inquisitivamente.
—Pero
ya estamos otra vez —me limité a responder. José bamboleó la cabeza como
diciendo: “estos muchachos”.
—Ya
lo entenderás —le comentó Justin—. Solo tienes 16, yo conocí a ___________(tu
nombre) con 17 y mírame, voy a casarme con ella. Cuando eso te suceda,
entenderás nuestro ir y venir —le explicó Justin. Yo solo sonreí mirando sus
ojos.
—Son
raros —balbuceó mi querido hermano mayor.
—¿Nerea
no vino? —cambié drásticamente de tema.
—¿Ya
la extrañas? —bromeó José entre risas.
—Sí,
viene luego —me respondió mi hermano.
—Y…
no, no la extraño, enano —respondí a mi hermano de 16.
—¿Ya
has conseguido nueva estilista? —preguntó Michael. De repente vi como la cara
de Justin se tensaba a penas.
—Sé
que Alison trabajaba en ello, pero dudo tener a alguien que pueda remplazara a
Nerea —respondí más centrada en el rostro de mi flamante novio.
—Nerea
era eficiente —la halagó su hermano.
—No
cuando le calzaba esas mayas que odiaba —musitó Justin frunciendo el entrecejo.
Yo solo reí levemente, aún me preocupaba la tensión en su rostro cuando
mencioné lo de la nueva estilista.
Una
mujer cuarentona de cabello perfectamente recogido bajo esa boina que usan las
enfermeras de operaciones, cirugías o partos color verde menta apareció tras
abrir la puerta blanca de la sala de partos. Una enorme sonrisa se dibujaba en
sus carnosos labios color rosa pálido. El sonido de sus zapatos blancos de
enfermera repiqueteó sobre el encerado suelo blanco mientras lográbamos mis
hermanos, Justin y yo ponernos de pie tan rápido como fuera posible.
—La
niña es la beba más adorable que he visto en años —murmuró la mujer—.
Felicitaciones, han tenido una hermana bellísima.
—¿Todo
está bien, nuestra madre? —preguntó José desesperado. Es que ningún doctor
acreditó fe antes de que mamá saliera muy bien de esta. No siempre una mujer de
cuarentaitrés sale bien de un parto natural.
—Su
madre está de maravillas junto con la bebé, a la cuál mencionó llamar Lola Courtney
___________(tu apellido) —leyó de la planilla la cuarentona.
—Muchas
gracias, señora —murmuró Michael, Justin y yo solo escuchábamos atentamente.
Luego
de que nos dejaran entrar y comprobar con nuestros propios ojos de que Lola era
realmente hermosa, con Justin decidimos irnos a casa de mis padres al menos por
una taza de té helado o algún bocadillo que pudiera hacernos saciar el hambre
hasta que la hora de la cena llegaba, porque ninguno cargaba con el gusto de
almorzar a las 02:30 de la tarde.
—¡Muchachos!
—gritó uno de esos hombres mientras 3 o 4 más portadores de esas cámaras
corrían hacia nosotros. Intentamos apresurarnos, pero no funcionó—, ¿están
juntos otra vez?
—…
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Chicas,
responderé en la próxima entrada, estoy con prisa. Las amo (: Gracias,
hermosas. Prometo responder en la próxima entrada, enserio :)
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una novela allí, se llama: “Criminal Love”. Espero lean y le den like a la
página).
Déjame
amarte (adaptada para facebook): http://www.facebook.com/media/set/?set=a.365324016822226.84032.248815875139708&type=3.
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