—Quiero estar sola —le
indiqué entre lágrimas—. Váyase, por favor —le pedí.
—Necesitamos hacer
más estudios…
—¡Hágalos mañana! —grité
impaciente— ¡Váyase! No quiero ver a nadie. No permita que entre gente, ni
siquiera mis padres, ¿vale? —él asintió acercándose a la puerta.
—Si necesita algo
solo llame a la enfermera con el timbre de allí —señaló hacia mi cama. Ni
siquiera me preocupé en ver.
Él desapareció
detrás de la puerta, pero sus palabras y su voz rondaban en mi cabeza con la
peor noticia que le podían dar a una persona en todo el universo. Tenía cáncer.
Perdí la noción del
tiempo y lo último que me interesaba era ver a alguien. Deduje que era más de
media noche, estaba recostada en la incómoda camilla de la sala de urgencias.
Una enfermera me pidió paciencia, al día siguiente me trasladarían a una
habitación con televisión y una cama más mullida. Pasaría mucho tiempo de ahora
en más allí.
No había parado de
llorar por horas. Me sentía destruida, temerosa, el peso del mundo acrecentaba
en mis hombros. No tenía fe, no encontraba fuerzas, simplemente pensaba en la
posibilidad de que podía morir. Estaba cansada, poco a poco caí en un profundo
sueño.
…
Batiendo mis
pestañas, sentí la presencia de alguien, volteé hacia la silla al costado de mi
cama y me encontré con la perfecta figura de Justin dormido incómodamente en
las sillas. Las lágrimas brotaron rápidamente de mis ojos, ¡no era justo! Miré
la hora y eran las 02:00 a.m. Solo había dormido un poco más de una hora y
estaba peor que antes de hacerlo. Sollocé viéndolo allí.
—Nena —exclamó él
sentándose rápidamente—, estás despierta.
—¿Qué haces aquí? —pregunté
secamente enjuagando mis lágrimas.
—Yo vine a…
—Le dije al médico
que no dejara entrar a nadie —protesté—, quería estar sola.
—No te dejaré sola —me
informó severamente él acercándose a mí—. Vine a sostenerte, porque no te
dejaré caer.
—Deberías ir a
dormir —le sugerí frívolamente—. Es tarde. Debes estar cans…
—¡No! —exclamó— No
intentes hacerte esto, no.
—No hago nada —mentí.
Quería alejarlo, no podía estar con él si no estaba bien. No quería su lastima.
—No, sí lo haces —su
mano tomó la mía haciéndome sentir que él estaba helado—. Quieres alejarme,
quieres sufrir sola y no voy a permitirlo, ¿sabes? Será en vano que lo intentes
—se encogió de hombros—. Cuando Caitlin llamó no dudé en venir y mamá tampoco —él
secó mis lágrimas suavemente—. No te dejaré sola en esta lucha.
—No quiero ser “la
novia con cáncer de Justin Bieber” —confesé—. No he pensado mucho en ello, pero
no quiero la lástima de la prensa.
—La prensa al
demonio —soltó rápidamente—. Ellos que hablen de lo que quieran, lo importante
ahora es que vas a salir bien de esto, ¿vale? Verás que pronto estarás bien —admiraba
su positividad, pero las posibilidades eran pocas.
—No necesito que me
mientas —murmuré, sus ojos miel me miraron con dolor—. Estaré encerrada aquí
quién sabe por cuánto tiempo. No podré montar por meses y solo seré la chica
calva para quienes me vean. La chica que tiene cáncer —las lágrimas bajaron por
las mejillas de Justin—. Es mi obligación sufrirlo, pero no quiero que tú lo
hagas, Justin.
—¿Hacer qué
demonios, ___________(tu nombre)? ¿Hacer qué? —cuestionó él desesperado en un
hilo de voz.
—Verme morir —solté
en un sollozo. Sus brazos no dudaron en apretarme contra él mientras, esta vez,
él sollozaba en mi pecho.
—No, no —negó con
su cabeza—. No te dejaré ir. Claro que no —él se separó y enmarcó mi cara entre
sus manos—. Lo único que quiero es verte bien, ¿vale? Quiero que estés bien.
Vas a estar bien.
—¿Por qué a mí,
Justin? —pregunté buscando sosegar mi mente de tantas preguntas estúpidas— ¿Por
qué yo tengo que estar en esta situación?
—No lo sé, nena —él
limpió mis lágrimas nuevamente—. No lo sé. Lo que sí sé es que eres fuerte. Vamos
a salir de esto, ¿sí? Vamos a hacerlo.
—No, Justin —me
negué nuevamente—. No te ates a mí. No ahora. Tienes tu vida, tu carrera. No
quiero que estés aquí, preocupado.
—¿Crees que podría
hacerlo? —él negó sonriendo amargamente— No podría dejarte, claro que no. No lo
haré. Así que acostúmbrate a verme, ¿vale? Porque te ayudaré en esta lucha.
Por mucho que le
rogué a Justin que se fuera a casa, él solo no me hizo caso. Se quedó allí toda
la noche. Casi a las 07:00 a.m., me llevaron a hacerme más y más análisis. Mis
brazos comenzaban a llenarse de moretones gracias a las agujas, no hacía
siquiera un día de toda la mierda que me estaba tocando pasar y ya estaba
cansada, ¿cómo podría soportarlo más? Al regresarme a mi habitación mi familia
estaba allí.
—Nena —exclamó mamá
mientras me escabullía de ella para sentarme al borde de la cama.
—¿Estás bien? —asentí
en forma de respuesta a Sally.
—Deben ir a casa —sentencié—.
Tienes colegio —miré a Sally—. Y ustedes deben trabajar —ellos se quedaron
viéndome raro.
—No nos iremos —habló
Sally—. No te dejaremos sola.
—No estoy sola —aclaré—.
Las enfermeras y los médicos están aquí —me pregunté dónde estaba Justin.
—Justin está fuera —respondió
papá mi pensamiento—. Él no quiere moverse de aquí, Caitlin tampoco.
—No necesito todo
esto, es enserio —hablé nuevamente—. Pasaré aquí mucho tiempo y sus vidas
continúan allí fuera. Deben ir a hacer sus cosas. Pónganme en segundo lugar.
—No haremos eso —sentenció
mamá—. Estás enferma y vamos a…
—¡No verán como
camino lentamente a la muerte! —grité desesperada— Solo hagan lo suyo —les
repetí acomodándome mi bata celeste—. Cuando regresen tráiganme mi celular y mi
ordenador portátil, nada más. Estaré bien.
Me costó trabajo
hacerlos entender que estaría bien y que realmente no podían abandonarlo todo
por mí. Ahora me quedaba Justin, nuevamente. Él entró sonriéndome a la
habitación, aún así el dolor se veía en sus ojos.
—Creí que me habías
hecho caso —fruncí el ceño sacudiendo mis pies mientras rozaban el suelo.
Estaba sentada al borde de la cama.
—Sabes que no me
iré —me advirtió.
—Estaré meses aquí —quizás
dos o tres—, ¿vas a vivir aquí fuera? —carraspeé— Y no digas que sí, porque no
puedes. Tienes trabajo por hacer.
—¿Siempre vamos a
discutir por esto? —preguntó ceñudo— No seas terca, ¿quieres?
—¿Y tú qué harás? —le
pregunté— ¿Mudarte a Canadá, empujar mi silla después de las quimioterapias?
¿Entrar al baño a sostenerme el cabello, hasta que quede malditamente calva,
cada vez que la jodida quimio me haga vomitar? —él se quedó viéndome fijo.
—Sí, eso haré —suspiré
frustrada—. Lo haré, ¿sabes por qué? Porque te amo y no te dejaré sola.
—Has dicho que…
—Sí, he dicho que
te amo —habló con seguridad—, porque lo hago. Porque cuando supe que estabas
aquí mi corazón dejó de latir, porque necesito verte y saber que estás bien.
Porque no soportaría perderte o alejarme de ti. Necesito verte bien, feliz,
saludable. Te amo y lucharé para que salgas de esto, ¿entiendes? Te amo.
—Y cargarás con una
chica que tiene una horrible enfermedad —susurré cabizbajo. Él tomó mi mentón
para alzarlo y hacerme encontrar con su rostro cerca del mío.
—Con una chica que
será una luchadora y saldrá de esta situación, ¿entiendes? —cambió la
descripción.
—Te amo —murmuré—.
Te amo.
—También te amo —repitió
y besó mis labios castamente—. Ahora no quiero oírte decirme más que me vaya,
¿vale? Veré la forma de trabajar desde Canadá, vendré todos los días a estar
contigo.
—¿Señorita
___________(tu apellido)? —miré por detrás de Justin y en la puerta una joven
enfermera me sonrió adentrándose— Venimos a informarle que mañana por la mañana
será llevada a cabo su cirugía.
—Gracias —sonreí
tenuemente, asustada.
—Si necesita algo,
no dude en llamar —murmuró deslizándose hacia fuera otra vez.
—Saldrá todo bien —Justin
apretó mi mano y busqué su reconfortante mirada otra vez.
Las cosas iban
demasiado rápido, todo pasaba como si la película estuviera puesta sin la
intención de pausarse hasta llegar al final. Bueno o malo, el final. Las
opciones eran infinitas y por mayoría ganaban las malas. Las buenas eran pocas
y deseadas a más no poder por mí y mi entorno, pero no podía dejar de pensar
que alguna de las malas sería la que rigiera en mi vida después de la cirugía.
—Tengo miedo —solté
después de unos segundos. Justin estaba sentado a mi lado en la cama—. Tengo
miedo a qué pueda pasar. Sé que todos pensamos en que saldrá bien, que me
repondré en unos meses y que volveré a ser la misma, pero… ¿si no es así? —él
guardó silencio.
—Una vez conocí a
una niña pequeña —comenzó a contarme—, se llamó Avalanna, ella sufría cáncer, solo
que su enfermedad era terminal, no había forma de salvarla. Ella era Belieber,
su sueño era casarse conmigo —sonrió melancólicamente perdiendo su mirada quién
sabe dónde—. Fui a visitarla, pasé mucho tiempo con ella, fue OLLG en uno de
mis conciertos y realmente me esforcé por hacerla lo más feliz que pudiera en
el indefinido tiempo que le quedara de vida.
—¿Y qué pasó? —pregunté
curiosamente, él me sonrió melancólicamente mirándome nuevamente.
—Ella se fue —sus
ojos estaban húmedos—. A ella le devolvieron sus alas y se fue al cielo. Sé que
es difícil, es una lucha día a día. Pero tienes una ventaja, lo tuyo puede
curarse. Por eso mismo haré todo por verte salir de esto, nena.
—No será normal,
Justin —le recordé—. La enfermera dijo que vendría a explicarme cómo serían las
cosas después. Pero, puedo imaginarlo. Después de la cirugía, tendré que
reponerme en una o dos semanas, luego me llevarán a la parte de recuperación,
de allí deberé ir a diario a las sesiones de quimio que me toquen. Será tan
difícil —agaché mi cabeza queriendo evitar mis lágrimas caer, pero fue en vano.
—¿Necesitas que te
lo diga un millón de veces? Porque si es así, acláramelo, vale. Para que me
prepare psicológicamente —suspiró—. Estoy aquí, no me voy a ningún lado. Voy a
apoyarte, vas a salir.
Me llevaron a lo
que sería desde ese momento hasta quién sabe cuando mi habitación. No era
genial, ni alegre. Tenía una linda cama de plaza y media, un televisor frente,
un pequeño baño propio y una mesa de noche con un velador. Un timbre hacia un
lado de la cama y toda clase de cosas para hacer una internación. Analicé mis
brazos, tenían pequeños moretones de los lugares que me habían sacado sangre,
me cuestioné cuántos más estarían allí. Había logrado que Justin fuera con Pattie
al hotel para dormir un poco y almorzar. Él estaba agotado. Mamá llamó
diciéndome que iría sobre las 03:00 p.m., cuando buscara a Sally del colegio.
Me pregunté si ella habría hablado con ellos y era obvio que no. Sería difícil
hacerlo ahora que yo me llevaba toda la atención.
Sentí una punzada
en mi costado izquierdo, retorciéndome en mi cama me quedé quieta unos segundos
cuando la puerta se abrió y la joven enfermera que esa misma mañana me visitó
para avisarme de mi cirugía entró.
—Dejarán de
aparecer después de la cirugía —me aseguró como si hubiese leído mi rostro—. Mi
nombre es Alba, vendré seguido —me sonrió levemente.
—Supongo que
conoces mi nombre —hablé sentándome en la cama cuando el dolor desaparecía de a
poco.
—¿Qué tal estás,
___________(tu nombre)? —ella se dirigió hacia el baño y volvió con una tableta
de pastillas.
—Bueno, supongo que
empeoro de a poco —me encogí de hombros—. Y sí, realmente, no es fácil
adaptarme a la idea de que tengo cáncer —ella elevó sus ojos cafés oscuros para
mirarme dulcemente.
—Nena, sé que no es
fácil y que seguramente es difícil estar en tu lugar —ella dejó la tableta en
la mesa de noche y se sentó en una de las sillas como para establecer una
charla—. Sin embargo, la medicina avanzó mucho y, gracias al cielo, eres de los
casos cancerígenos que sí pueden curarse. No sé si el doctor Miller ha hablado
contigo.
—No, no lo hizo —me
apresuré a decirle.
—Bueno, tu caso
está agarrado muy a tiempo —¿eso debía tranquilizarme?—. Para tu mucha suerte
el tumor es pequeño y no está para nada ramificado. Cuando antes se haga la
cirugía, podrás curarte. Quizás te lleve uno o dos meses, dadas que las quimios
determinarán el tiempo. Depende como de rápido maten las células cancerígenas y
cómo tu cuerpo obedezca, pronto volverás a estar en casa —tenía mis ojos
clavados en ella casi implorándole seguridad.
—Ya nada será
igual, ¿no? —ella me miró curiosa— Deberé tener mucho cuidado con mi vida
después, ¿verdad?
—No podrás beber
alcohol y deberás tener cuidado con tus comidas —me sonrió dulcemente—. Nada
que no pueda solucionarse con una dieta balanceada. Enserio, no pienses mucho
más de lo que es. Quienes te quieren se preocupan y les hace mal verte a ti
mal. Saldrás adelante —repitió.
—Gracias, Alba —sonreí
levemente, después de mucho tiempo de no hacerlo—. Me agradas.
—También tú a mí —me
aseguró poniéndose de pie—. Debo regresar al trabajo, ¿quieres algo?
—No, gracias —murmuré.
—Enseguida traerán
tu almuerzo —efectivamente, ya era el medio día—. Si quieres salir a caminar un
poco por los pasillos, nadie te dirá nada. Solo no creo que sea demasiado
entretenido —me sonrió divertida.
—No te preocupes —le
pedí—. Estaré bien. Gracias.
—Te veo pronto,
pequeña —ella desapareció a través de la puerta.
Después de almorzar
me puse mis pantuflas, las cuales mamá se había encargado de buscar la noche
anterior desde casa, en conjunto con algunos libros, mi cepillo de cabello y mi
cepillo de dientes, bajé de la cama y me dirigí hacia afuera. Cerré la puerta
detrás de mí encontrándome parada en un enorme pasillo blanco de paredes
pintadas hasta la mitad del típico celeste hospitalario.
El pasillo estaba
desolado, quizás porque estaba en la zona de internación, todos estaban en sus
respectivas habitaciones. De repente llegué a una empalmada del pasillo con
otro que corría horizontalmente al mismo. Un muchacho moviendo con la fuerza de
sus brazos haciendo rodar las ruedas de una silla de ruedas se topó conmigo
mientras los dos mutuamente nos irrumpíamos el camino.
Vestía la típica
bata azul del hospital. Sus ojos eran azules y profundos, perdidos en la
frialdad, en el olvido, en el rencor contra nada en especial. Su boca
presionada en una firme línea, sus labios rosados a penas, signo de la
debilidad de su cuerpo. Él estaba calvo, rápidamente deduje que él era víctima
de cáncer y que estaba pasando por algo que yo pasaría en poco tiempo. Sus
brazos estaban llenos de moretones y tenía una intravenosa que goteaba a una
velocidad desesperante pasándole suero. Me pregunté fugazmente cuál era su
enfermedad. Sus ojos se clavaron en mí como cuchillos tirados a la velocidad de
la luz, directo a matar.
—Hola —murmuré y
sonreí levemente, casi inconscientemente me encontraba mirándolo con lástima.
—Hola —su voz se
oyó frívola, distante y sus ojos no se inmutaron.
—Soy ___________(tu
nombre), soy nueva aquí —él asintió sin cambiar su semblante.
—Sí, lo sé —él no
cambiaba su plan—. Soy Tucker.