martes, 21 de enero de 2014

Capítulo 22°: "Quiero saber qué sucede con mi hija".




Luego de que los chicos se levantaran abordamos la camioneta que había rentado Justin y Jaden fue el encargado de conducir camino a Nayarit. Christian iba en el asiento de delante junto con Jaden. Atrás íbamos Justin y yo, y por último en el restante asiento Caitlin y Lil.



—Nena —murmuró Justin y lo miré atentamente cuando él apretó apenas mi mano llamándome la atención. Le sonreí—, tengo que contarte algo.
—¿Qué pasó? —me pareció extraño que hablara en voz baja.
—Están extorsionándome —mi corazón se paró y lo miré confundida, ¿de qué hablaba? 
—¿De qué hablas? —procuré hacer que mi voz no sonara fuerte, gracias a Dios cada uno de los chicos iban centrado en cosas completamente distintas.
—Hay fotos nuestras en la playa —lo peor se me pasó por la cabeza. La noche anterior. Eso sí sería un desastre. Mis padres me matarían, las beliebers me asesinarían junto con ellos. Justin estaría en graves problemas, ¡sería el fin del mundo!—. No te preocupes, no son de anoche —solté un suspiro, aún así estaba preocupada—. Son del primer día que fuimos a la playa, y realmente, no parecemos ser amigos en ellas.
—¿Tú las tienes? —le pregunté—, No entiendo, ¿quién te extorsiona? ¿Cómo?
—No, mamá me llamó hoy antes de que despertaras —explicó a brevedad.
—Cuéntame —le pedí—. No entiendo.
—Llamaron a mamá a casa, diciéndole que tenían fotos mías comprometedoras ya que saben que podrían traerme problemas con Ryan y le pedían una gran suma de dinero a cambio de las fotos. Si no las venderán a una revista —farfulló.
—Demonios —maldije en voz baja—. Esto es un desastre. Si Ryan ve las fotos, va a matarnos.
—Sí, lo sé —analicé profundamente su mirada y sí, se veía preocupado.
—No sé qué haremos, Justin —pasé saliva procurando que nadie notara la tención que fluía en nosotros—. Hablaré con Ryan.
—No —mi corazón se cayó hacia el suelo—, no quiero que hables con él.
—No quieres peleas —deduje.
—No es eso…
—Ya entendí, Justin —susurré intentando tapar la decepción de mi voz—. Pero si no quieres pagarle la suma de dinero y que te estafe, básicamente, deberás hablar con Ryan. No hay demasiadas opciones —mi intento por hablar escondiendo mi decepción y mi enojo, se vio frustrado y fallido.



Me removí en mi asiento y apoyé mi cabeza contra la ventanilla mirando pasar las cosas sin prestarle demasiada atención hacia el otro lado. La mano de Justin trepó por el asiento apoyándose sobre mi regazo, solté un suspiro. Comenzaba el problema y ni siquiera habíamos pasado nuestro primer día como novios. Ryan sería una gran carga.






Perdí la noción del tiempo y, deduje que, me quedé dormida. Sentí cuando el motor se apagó, entonces parpadeé mientras la luz pegaba en mi rostro. Me enderecé en mi asiento y momentos luego salí de la camioneta para seguir al grupo. Estábamos en la playa. Aún así, ni siquiera me preocupé por mirar el paisaje, honestamente, mi cabeza era un tormento, las ideas recorrían mi cerebro descontroladas y sentía ganas de refugiarme en casa, por primera vez en día, a llorar porque sabía que después de todas las promesas de que mi naciente relación con Justin funcionaría, era solo una fachada, una farsa, falsas ilusiones. Lo nuestro jamás funcionaría, porque simplemente yo estaba destinada a otra persona, no al mejor amigo de mi ex novio, ni siquiera mi moral me lo permitía.

Guardé silencio mientras me acomodaba en una de las sillas del restaurante que estaba en la playa. Justin se sentó a mi lado.



—¿Qué comeremos? —oí decir a Christian haciéndome volver a la realidad.
—¡Tacos! —Caitlin y su peculiar alegría.
—Por mi está bien —supe que Caitlin notó mi preocupación, además de Justin, claro.
—Que sean tacos —sonrió Lil levantándose a pedir. Él era alguien con mucha iniciativa, ciertamente. Sentí la mano de Justin tomar la mía debajo de la mesa y apretarla, elevé mi vista para encontrarme con sus ojos mirándome preocupados.
—¿Estás bien? —asentí intentando sonreír lo más normal posible— ¿Qué sucede?
—Nada —susurré. Él suspiró y volvió su vista al frente sin soltar mi mano.
—Jamás había estado en Nayarit —aseguró Jaden—. Parece un lindo lugar.
—Sí, lo es —habló Justin, noté que no estaba bien él tampoco.
—¿Qué pasa chicos? —se atrevió a cuestionar Caitlin.
—Nada —dijimos al unísono—.
—¿Seguros? —insistió Christian.
—Es algo que solo debemos hablar —aseguró Bieber, carraspeé y agaché mi vista.
—Pues, arréglenlo —nos sugirió Caitlin—. Porque los he visto bien los último cuatro días, no quiero que peleen antes de lo que todos esperamos —miré a mi nueva y flamante amiga verme con sus ojos llenos de preocupación.
—Lo haremos, Cait. No te preocupes —le sonreí amargamente y ella asintió con la cabeza captando mis palabras.



Almorzamos intentando que nada sucediera, que todo fuera normal. Pero fue en vano, los chicos intentaban cortar la tensión, pero nada se lograba. Las cosas empeoraban con cada palabra, con cada segundo. Justin me jaló levemente poniéndose de pie.



—Ven —me indicó. Me puse de pie y lo seguí.
—¿A dónde vamos? —pregunté al cabo de algunos pasos. Él se puso a mi par sin soltar mi mano.
—Necesitamos hablar —no noté enojo en su voz. Solo preocupación y tristeza.
—Sí.
—Ven —me indicó cambiar la dirección hacia unas silletas de la propiedad de la playa que estaban desocupadas. Allí nos sentamos, uno frente al otro—. No quiero que estés así —susurró tomándome las manos en medio de nosotros.
—No puedo estar de otra forma —él me miró esperando que siguiera—, las cosas ni siquiera empiezan y ya están difíciles. No estoy acostumbrada a luchar demasiado por lo que quiero.
—Oír eso duele —suspiré—. Yo sí quiero luchar por ti. Yo sí quiero que esto funcione y siempre te he dicho que no sería fácil.
—Están extorsionándote —le recordé y suspiré rodando mis ojos sin poder negar lo obvio—, y así esta vez podamos hacer que esto solamente no suceda, no podremos ocultarnos siempre —sus ojos mieles me miraban impacientes—. Entiendo que no quieras pelear con Ryan, es lógico y estando en tu lugar, tampoco querría perder a mi mejor amigo, pero… no podrás tener las dos relaciones.
—¿Estás diciéndome que es él o tú? —su voz pendía de un hilo y solo quise pensar que hablaba despacio.
—No quise decir eso —intenté retractarme y suspiré llenándome de coraje—. No quiero que pienses que soy una imbécil, pero las cosas no funcionarán.
—Entonces me incitas a que esto se termine —corrigió su idea. Bajé mis ojos evitando querer mirar sus ojos miel atormentados.
—Me regresaré mañana a Toronto —las lágrimas asecharon rápidamente en mis ojos y los apreté con fuerza para que no cayeran, elevé mi vista y me encontré con Justin mirándome mostrándome la destrucción misma en sus ojos.
—No quiero dejarte. No puedo permitir que la prensa vaya a sacarme otra vez lo que quiero, no puedo, ___________(tu nombre). No puedo dejarte ir porque ni siquiera comencé a hacerte feliz de la forma que quiero —mi corazón se apretaba retorciéndome y luchaba como una loca internamente por no llorar—. No me dejes, por favor.
—Tú mismo lo has dicho —hablé en un hilo de voz—. No quieres perder algo por la prensa y, estoy segura de que te dolerá más si pierdes a Ryan —después de todo era su mejor amigo desde hacía años y a mí apenas si me conocía.
—¡No me interesa lo que Ryan diga! —él mentía— Si se enoja no será culpa de la prensa, será culpa de él y su actitud de no aceptar que te quiero, que lo único que necesito es tenerte entre mis brazos y saber que estás bien. No sé qué me has hecho, pero siento la necesidad de estar cerca de ti y si Ryan no lo entiende, ¡bien! Tendré un amigo menos —terminó en un susurro teñido de tristeza.
—No soy lo suficientemente fuerte, ni siquiera sé si soy buena para ti. Necesitas a alguien con decisión, egoísta, que no piense en los demás, solo en ti y la relación.
—¡No quiero eso! —dijo negando febrilmente con la cabeza y sonrió amargamente volviéndose a verme fijo a los ojos— Si querría eso me hubiese quedado con Selena o estaría con cualquier otra muchacha que me busca por ser Justin Bieber. Pero a ti eso no te importa y es eso lo que quiero. Alguien que me vea como un chico de diecinueve años, normal y sin problemas. No me dejes —me imploró—. Por favor, no me dejes.



“No me dejes”, las tres palabras que me ataban a no salir corriendo y realmente, no quería hacerlo. Quería aferrarme a él y que lo demás fuera una tormenta, no me interesaba. Sin embargo, la realidad era otra y estaba entre mi felicidad y huir como una cobarde. Jamás había luchado por amor, porque simplemente, las cosas siempre se me dieron fáciles.

Me encontré perdida en sus ojos miel y sí, ahí estaba la respuesta. Yo no podía huir, no sin luchar primero. Lo quería y debía luchar.



—¿Y qué haremos con las fotos? —sus ojos se abrieron sorpresivamente y me sonrió.
—¿Prefieres hablar con Ryan o que pague el dinero que me piden? —no podía decidir.
—De cualquier manera, tú pierdes —le informé—. Si hablas con Ryan corres el riesgo de que él te odie. Y bueno, pues, si es la segunda opción perderás dinero.
—Pagaré la suma de dinero que me piden. Le daré órdenes a Kenny de hacer el negocio —suspiré, no estaba bien—. Y cuando regrese a Los Ángeles, hablaré con Ryan.
—No es necesario que lo hagas si no quieres —él sonrió con suavidad—. Yo no quiero que…
—Lo hago porque quiero —me interrumpió—. Lo hago porque te quiero —redactó nuevamente.








Me desperté temprano, había dormido mucho y era lógico. El viaje me había agotado. Suspiré frustrada, me había despertado sola nuevamente en mi cama. Apenas había pasado una noche sin Justin y ya comenzaba a extrañarlo. Esto sería difícil. Las dos semanas en Puerto Vallarta, habían sido increíblemente bellas. Justin era lo único en lo que podía pensar.

Me di una ducha y me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=110799775&.locale=es. Até mi cabello y no me maquille, solo bajé hacia la cocina.



—Hola cariño —oí saludar a mamá, le sonreí ampliamente y la abracé después de dos semanas de no verla.
—Hola, mamá —saludé simpáticamente—, ¿qué tal estás?
—Bien, linda, ¿y tú? ¿Qué tal te ha ido en México? —menuda pregunta.
—Oh, bien —sonreí ampliamente—. Voy con prisa, debo ver a Ed en el hípico.
—Tienes entrenamiento, ¿no? —me preguntó ella. Yo asentí— Después del almuerzo, ¿quieres acompañarme a mi oficina? —arqueé una ceja confundida.
—Ommm —aclaré mi garganta—, sí, claro. Pero, ¿a qué se debe?
—Oh, nada en especial, cariño —me sonrió—. Tengo algunas preguntas para hacerte sobre un nuevo marketing y además, me gustaría pasar tiempo contigo. Con todos tus viajes no te he visto seguido y pronto será la competencia y te irás nuevamente a Estados Unidos, por quién sabe cuánto.
—¿Papá ya se ha ido? —ella asintió.
—Sí, tenía una reunión con el buffete temprano —me explicó a la brevedad—. Pero cenaremos todos juntos esta noche.
—Oh, genial —sonreí—. Vale, te espero en el hípico después del almuerzo.
—Iré por ti.
—Adiós, mamá. Te quiero.



No me costó demasiado trabajo caminar las cuadras hasta el hípico, llegué sobre las 08:30 a.m., Ed estaba en la pista con Caitlin, ella estaba montando a su caballo blanco. Caminé hasta las caballerizas y le indiqué a Eddy que ensillara a Donato, entrenaría en él, tenía ganas de hacerlo así. Recordé brevemente mi primer beso con Justin y antes de llenarme de tristeza por no saber cuándo volvería a verlo, me dirigí a la pista nuevamente.



—Hola —lo saludé a Ed mientras veía el recorrido de Caitlin.
—¡Ey, ___________(tu nombre)! —exclamó simpáticamente— Me imagino que has venido a entrenar.
—Oh, claro —le brindé una cálida sonrisa. Era lindo estar de vuelta—. Ella es ágil —alegué hacia Caitlin.
—Pensé que podría estar en el equipo la temporada entrante. Lucrecia se va y necesitamos a alguien —Ed tenía planes para la siguiente temporada.
—Eso sería bueno —sonreí levemente.
—Y te quiero en el equipo de polo nuevamente —lo miré confundida.
—Sabes que estoy haciendo equitación y no quiero sobre-exigir…
—Lo sé —me sonrió tranquilizándome—. Es que necesitamos un remplazo nuevamente. Una de las chicas debe irse unos meses a Londres y quiero que te quedes un tiempo en el equipo. Solo hasta que regrese.
—Lo veremos luego —le expliqué.



Luego de montar hasta la hora del almuerzo, entré al restaurante para comer alguna ensalada y luego esperar a mamá. Pedí una ensalada, jugo de naranja y una manzana, cuando me entregaron la bandeja con mi pedido divisé a Caitlin haciéndome señas desesperadas para que me sentara con ella. Así que me dirigí y me senté frente a mi amiga.



—¡Hola! —saludó alegremente— ¿Qué tal has estado, nena?
—Hola, Cait. He estado bien, ¿tú? —me senté frente a ella esperando que respondiera alegremente, como siempre.
—Bien —alegó—. Extrañando el calor de la playa —añadió.
—Sí, también yo —murmuré.
—¿Solo el calor? —cuestionó pícaramente, no pude evitar soltar una pequeña risa.
—También extraño a Justin, creí que no sería necesario que te lo comentara —ella se encogió de hombros divertida jugando con el tenedor en su pastel de carne.
—Ya sabes lo que dicen.
—¿Qué dicen? —cuestioné divertida esperando su respuesta.
—¡Eres la novia de Bieber! —exclamó abriendo sus ojos con sorpresa— Eso, eso es lo que dicen.
—Nadie lo sabe —le recordé con una voz ridículamente divertida.
—Yo no soy nadie, querida. Soy tu amiga y la de Justin. Yo lo sé —no pude evitar reír—. Jaden, Christian, Lil, Pattie, Scooter, tampoco son nadie. Sin embargo, dado a juzgar que sigas pensando igual, seríamos muchos nadies, ¿no crees?
—Estás loca —le informé entre risas—. Deberías hacerte ver.
—Tú —me contradijo—. Mira la mierda que estás comiendo.
—Es mi dieta, Beadles —le miré con el ceño fruncido amenazadoramente, en broma claro.
—¿Y para qué demonios haces dieta? —preguntó entre risas— ¡Estás demasiado delgada! Debes comer, niña. O yo controlaré tu dieta.
—Es complicado de hacer —le advertí.
—¿Sí? —dijo desafiándome— Nada es difícil para mí.
—Ya te pareces a Bieber —gruñí—. No podrás hacerlo —repetí mi punto—. El equipo de equitación tiene un contrato especial y con la mensualidad del mes ellos balancean nuestras dietas estrictamente. Tengo calorías por días, Cait. Límites —ella suspiró frustrada.
—¿Justin sabe esto? —me encogí de hombros confundida mientras negaba a forma de respuesta.
—Es parte de mi vida, pero no lo sabe.
—Pues, si lo supiera él te mataría —dijo con firmeza perdiendo sus ojos en su plato—. Comes demasiado poco para tener dieciocho años, cariño. Créeme que Bieber está en contra de esta mierda de la dieta y las flacuchentas figuras perfectas.
—No pareció quejarse —fruncí el ceño—. Además, estoy bien. Mi peso es normal.
—¿Cuánto? ¿48, 50 kilos? —suspiré frustada.
—No eres mi madre —le recordé—. Estoy sana, saludable. Ahora come —le indiqué—. Y para tu información estoy sobre los 54 —añadí al cabo de unos segundos de silencio.
—¿Midiendo casi 1,75? —dijo con sarcasmo— Enserio deberé hablar con Edward, tu padre, tu madre o quizás con Justin.
—No seas ridícula —le aconsejé—. Comienzas a hacerme irritar con todo este lío por mi comida. Estoy aquí, sana y salva. Saludable. Solo come y no te preocupes.
—No digas que no te lo advertí, ___________(tu nombre) —me reprochó.



Luego de almorzar, salí del hípico y vi el auto de mamá estacionado tal como me indicó que lo haría. Subí por la puerta del copiloto y ella comenzó a conducir.



—¿Qué tal tu día, cariño? —me preguntó ella alegremente. Mamá era una mujer adorable.
—Bien —respondí mirándonos salir del barrio privado para adentrarnos al centro de Toronto—. Cansado, en realidad. Estoy entrenando mucho. La competencia será pronto.
—Sí y has perdido práctica estando de viaje —no sentí que fuera un regaño.
—Lo sé, pero necesitaba distenderme. Tú sabes que la temporada de polo ha sido estresante para mí —ella sonrió comprensiva sin desconcentrarse del camino—. Ahora solo quiero ganar esa competencia.
—Nena —ella guardó silencio.
—Mhm —le hice saber que la oía.
—¿Por qué has viajado a Puerto Vallarta? —algo se removió en mí. No era eso lo que quería saber.
—¿A qué te refieres?
—Te has dejado con Ryan y no es que deba ser así, ni que yo lo quiera, pero pensé que estarías triste. Lo querías mucho —por ese lado iba—. Y luego, solo te vas con Justin, su mejor amigo, a Puerto Vallarta por dos semanas, ¿a qué se debe tal cambio?
—Bueno…
—Te escucho, ___________(tu nombre) —dijo harta de mi silencio, aún así fue amable—. Quiero saber qué sucede con mi hija.

—…

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