—¿Por qué no te caía Selena? —me atreví a
preguntar— La conocí en la premiere en Toronto, ella no pareció ser mala.
—Y no lo es —me
afirmó Caitlin amablemente—. Solo no era la clase de chica que debe estar con
Justin.
—¿Y por qué yo sí?
—cuestioné confundida.
—Porque eres dulce
y aceptas a Justin sin preocuparte por su fama, eso se nota a leguas,
___________(tu nombre). Tú no estás interesada en ser famosa —era lo último que
me interesaba.
—Es bueno que
alguien me diga eso —sonreí divertida—. Porque lo último que quiero es tener
fama.
—¡Chicas, vamos al
agua! —gritó Lil corriendo hacia el mar como un niño entusiasmado.
—Ahógate solo, Lil
—le sugirió Caitlin—. Aún quiero broncearme.
—Ven,
___________(tu nombre) —me pidió Lil.
—No, gracias. Estoy
bronceándome —dije en el mismo plan que Caitlin.
—Ella es mía, Lil
—le advirtió Bieber a los gritos. Cailtin soltó una risa.
—Ves, ahí tienes
—habló Caitlin, solo yo la oía, los chicos estaban lejos—. Él te adora,
cariño.
…
—¡Vamos, no seas
remolona! —lo oía insistir mientras yo aferraba mi rostro a la almohada.
—¿Enserio debes
levantarme a las 06:00 a.m.? —oí como soltó una risa reprimida entre sus
labios.
—Sí, princesa —me
respondió—. Tengo una sorpresa para ti, venga, luego puedes dormir el tiempo
que quieras.
—Mmmh —gruñí
dándome la vuelta, pero mi cuerpo chocó contra él, quien estaba sentado al
borde de mi cama—. Odio despertarme temprano, Justin —le informé.
—También yo —confesó
sonriéndome, ¡qué hermosa imagen para comenzar el día!—. Pero la sorpresa lo
vale, lo prometo —él se inclinó y besó mis labios fugazmente.
—¿A dónde iremos? —cuestioné
intentando quitarme el sueño de encima.
—¡Es sorpresa! —exclamó
la obviedad— Pero ponte ropa cómoda y no lleves tacones, por favor —sonreí
divertida.
—Vale, ahora vete
que voy a cambiarme —él sonrió divertido y besó mis labios fugazmente. Luego lo
vi salir de la habitación.
Me metí al baño, me
di una rápida ducha y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=109736752&.locale=es. Recogí mi cabello en un moño alto y no me
maquillé, pues ya iba con prisa.
—¿Ya nos vamos? —le
pregunté a Justin, él se volteó a verme sonriendo.
—No, primero debes
desayunar —me informó.
—Desayuno recién a
las 09:00 —le informé—. Así que podemos partir hacia donde sea que vayas a
llevarme —si cambiaba mis hábitos de comida terminaba en el hospital, siempre
me pasaba así. Tenía una dieta balanceada y horarios estrictos.
—Bueno, está bien —accedió
poniéndose de pie—. Por cierto, eres chaparrita sin tacones, me gusta eso.
—¡Oye! —protesté— Mido
1,70. Solo que tú eres demasiado alto.
—Puede ser —murmuró
tomándome por la cintura para salir al elevador.
—¿A dónde iremos? —volví
a insistir.
—Eres insistente,
señorita ___________(tu apellido), ¿te lo han dicho? —reí ante su tono
corrector.
—Pues, sí, señor
Bieber. No me molesta serlo, ¿a usted sí? —él sonrió mientras el elevador se
cerraba y me apretaba contra él.
—No, no demasiado —me
respondió—. Ruega porque el elevador no se detenga, ¿vale? Soy claustrofóbico —menudo
detalle.
—Podíamos haber
usado las escaleras —le sugerí. Él se encogió de hombros.
—No, era perder
demasiado tiempo —me aseguró—. Además, no podía besarte, ni abrazarte allí.
—¡Me haces
sonrojar! —me quejé sintiendo el calor en mi rostro.
—Y el rojo te va de
maravilla, nena —me informó, reí apenada y él besó castamente mis labios.
—¡Eres malvado! —protesté,
él soltó una pequeña risa. Ese sonido era angelical.
—No, no lo soy —se
defendió—. Soy casi un ángel.
—¡Qué ego, Bieber! —sabía
que bromeaba.
Me asombró que
fuéramos caminando a destino, pero según él era cerca. Tres cuadras después
entramos en un club de entrenamiento de gimnastas, debí imaginarlo.
—No sé para qué
hemos venido —murmuré caminando a su lado prendido de su mano como una niña
aterrada.
—Te ayudaré con tu
miedo —me informó pacíficamente.
—No puedo subir a
la barra así —él sonrió levemente.
—Me he encargado de
todo —me informó—. Venga, estaré aquí, no va a pasarte nada, ¿sí? Solo quiero
que sepas que puedes superar tu miedo —sonreí sin pensarlo dos veces al oír
esas palabras. Era muy dulce.
—De solo verla me hace
sentir estribos en el estómago —confesé admirando las barras lejos de nosotros.
—Toma —me pasó una
llave con el número cinco—. Es el casillero del vestuario. Ve y cámbiate —me
aconsejó—. Te estaré esperando aquí para ver qué tienes para mostrarme allí
arriba.
—No sé si lo
lograré, Justin —ya sentía el miedo correr por mi sangre.
—¿Ponerte una
simple maya? —me preguntó divertido— No es tan difícil.
—No hablaba de eso —respondí
divertida—. Más bien de los diez centímetros forrados de cuerina.
—¡Primero cámbiate!
—me exigió—, luego veremos cómo subirte allí.
Me encaminé al
vestuario y al abrir el casillero me encontré con un leotardo celeste y unas
zapatillas de baile. Me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=109737754&.locale=es. Debía admitir que me intimidaba la idea de
que Justin me viera así, pero debía ser “profesional”, o algo así. No tenía que
mostrarme cohibida, él solo estaba ayudándome, ¿no? Salí en busca de él nuevamente, me dirigí en
dirección a las barras donde él estaba.
—Bien, aquí estoy —él
volteó cuando lo tomé por sorpresa.
—Venga —me sonrió—.
Estaba viendo las barras —me aseguró—. No son tan intimidantes.
—Sin embargo, estoy
aterrada —confesé. Él me abrazó suavemente por encima de mis brazos, dejándome
inmovible.
—No caerás —me aseguró—.
Y si lo haces, estoy aquí abajo —sonreí levemente y él besó la comisura de mis
labios.
—Voy a intentarlo —él
me soltó pero no se movió de su lugar.
Me acerqué a la
barra lentamente y pasé mi mano por encima de ella. La misma textura que
recordaba, lisa y suave, a la vez fría. Caminé hasta la fuente con magnesia, me
puse en mis manos, en mis pies y un poco en mis piernas. Estaba aterrada, casi
como un niño perdido en medio de la nada con un león mostrándole los dientes justo
delante de sus narices. Una escena que sería graciosa para cualquier expectante,
sin embargo, Justin miraba atentamente.
Apoyé mis brazos y
haciendo fuerza subí mis piernas y quedé parada sobre la barra, subir a la
barra era más fácil que montar un caballo, eso era seguro. Alineé mis pies en
la quinta posición de ballet y calculé distancia, caminé toda la barra haciendo
el proceso. Mi equilibrio aún era bueno. Ya no se veía tan intimidante.
Retrocedí con mi espalda erguida y mi cabeza en alto, las cosas funcionaban
bien hasta ahí.
Me senté en la
barra, tenía un mar de sentimientos corriendo mi estómago.
—¿Estás bien? —preguntó
Justin acercándose. Elevé mi vista, seguramente mi semblante transmitía mi
miedo.
—Sí, descuida —le
pedí y sonreí levemente.
—Oye, tranquila —pasó
su mano por mi espalda—, se te veía segura allí arriba.
—Quiero probar mi
rutina, la que hacía antes de dejarlo —Justin sonrió orgulloso.
—Estoy dispuesto a
verte —me informó.
Justin retrocedió
uno o dos pasos. Yo me bajé de la barra. La admiré algunos segundos y recordé
lo que pensaba cuando aún lo hacía a menudo. Sarah, mi entrenadora, siempre me
decía que debía sentirme segura y pensar que no caería, porque no estaba sobre
una barra, si no que estaba en el suelo manteniendo una línea. Siempre que
tenía eso en mente no fallaba y quizás, solo quizás, aún seguía funcionándome.
Probé mi entrada y
realmente, lo demás solo fluyó (https://www.youtube.com/watch?v=NynjQz15xGY). Cuando hice la salida me percaté de que
la rutina estaba entera, había perdido el equilibrio algunas veces, pero la
sangre recorría mi cuerpo y la adrenalina estaba allí. No podía creerlo, ¡lo
había hecho!
—¡Justin! —exclamé
volteándome a verlo— ¡Lo he hecho! Lo logré —clamaba alegremente— ¡He logrado
mi antigua rutina!
—¡Preciosa, lo has
hecho a la perfección! —exclamó Justin mientras yo me lanzaba a sus brazos
volviéndome un mar de lágrimas de alegría.
—Gracias, Justin,
gracias —él se alejó para sostener mi cara por mi mentón. Deslizó su pulgar por
mi mejilla secando mis lágrimas.
—Ey, ey, no llores —susurró
cerca de mis labios—. No ha sucedido nada como para que llores, cariño.
—No creí que podría
volver a hacerlo alguna vez, nuevamente —estaba abrumada, quizás.
—Oye, ya lo has
hecho —me recordó él sonriéndome cálidamente—, y por si fuera poco, lo has
hecho del espectáculo.
—Y si así fue, fue
gracias a ti —él me sonrió ampliamente y borró de nuevo el rastro de mis
lágrimas.
—No me gusta que
llores —me confesó—. Por favor, no lo hagas.
—Es felicidad —le
aclaré—. Jamás pensé que podría hacerlo nuevamente.
—Puedes hacer todo
lo que te propongas —me informó él sonriéndome—, y si no es así… yo me
encargaré de ayudar.
—No puedo creer que
seas tan asombroso, Justin —confesé mientras él volvía a rodear mi cintura con
sus musculosos brazos.
—No lo soy, solo me
gusta verte feliz —era increíble escuchar eso, cuando hacía apenas un mes que
nos conocíamos.
—Te quiero, Justin —le
recordé, él besó mis labios fugazmente.
Narra Justin:
Era increíble verla
saltar en la barra, sus pies coordinaban a la perfección en una línea recta de
unos escasos diez centímetros, para hacer años que no lo practicaba, era
realmente demasiado buena. Me causaba admiración verla concentrada a casi un
metro y medio de altura del suelo.
Saltó una y otra
vez, no me cansaría jamás de ver tal espectáculo. Era algo increíble. Estuvimos
casi dos horas en el lugar. A la hora de irnos, ella solo se puso su short
sobre el leotardo y sus converse.
—Gracias, Justin.
Fue increíble —repitió mientras salíamos del gimnasio.
—No tienes nada que
agradecer —repetí por enésima vez. Ya había perdido la cuenta—. Me gusta verte
feliz y no me costó nada hacerlo.
—Aún no puedo creer
que lo he logrado —murmuró feliz.
—¿Quieres ir al
hotel a desayunar o prefieres un restaurante? Casi son las 09:00 —ella me miró
sonriendo.
—¿Qué prefieres tú?
—Bueno, si estoy
contigo, me da igual —ella se arroyó contra mí, yo la llevaba agarrada por los
hombros.
—Pues, si quieres
vamos al hotel —me sugirió—. No creo que queramos que los paparazzis armen un
alboroto —ella tenía razón.
—Sí, estoy de
acuerdo, preciosa —no estábamos tan lejos. Solo tres cuadras.
Caminamos las
siguientes tres cuadras hablando de su destreza sobre la barra, la cual no
pasaba desapercibida realmente. Al llegar, le propuse desayunar en el
restaurante del hotel, ella aceptó. Pedimos tostadas, dulce de frambuesa, jugo
de naranjas y cappuccino. Nos sentamos en una de las mesas y comenzamos a
desayunar.
—¿Siempre has
estado en Los Ángeles? —elevé mi vista viéndola fijamente, el sol se reflejaba
en su cabello castaño, se veía preciosa.
—No, nena —sonreí
divertido—.Vivía en Ontario, hasta que Scooter me encontró.
—Soy algo
olvidadiza —me aseguró apenada—. Así que Scooter te sacó de Canadá.
—Fue un largo
proceso, pero sí —afirmé—. Gracias a Scooter ya no tengo que cantar fuera del
teatro para ayudar a mamá a comer.
—¿No tenías para
comer? —pude notar la pena en sus palabras.
—Bueno, la
situación era complicada —sonreí amargamente—. Recuerdo poco de cuando era
niño, pues tampoco soy bueno recordando. Pero sí, fue difícil. Mamá tenía que
trabajar mucho y muy duro, entonces ayudaba como podía —ella no dijo nada. Se
volvió a su plato pensativa—. Pero no estés así, ahora tengo para permitirme
los gustos que quisiera, no es por presumir, pero ya puedo comer y muy bien —sonreí
naturalmente, ella me miró con sus ojos dulces.
—Es raro para mí
hablar de esto con alguien, más bien, oír a alguien confesar esto —sus ojos
perdían brillo lentamente y sonrió con amargura—. No tengo nada que contar —se
encogió de hombros—. Mi vida ha sido una vida de niña fresa, tal como lo es la
de una protagonista de una película de amor, solo que sin todo el problema de
sufrir. Jamás me ha pasado algo lo suficientemente malo, solo mi pierna —sonreí
tenuemente.
—¿Y es algo que te
atormenta? —ella me miró confundida— Porque no debe ser así.
—Es que me da miedo
que todo sea tan perfecto, ¿puede ser así en realidad? —era una pregunta
retórica— Nada jamás me molestó demasiado. Mis padres nunca han discutido
conmigo, Sally no parece ser mi hermana, más bien mi mejor amiga. Jamás tuve
problemas en el colegio, tampoco haciendo deportes o lo que me gusta. Me asusta
que las cosas siempre me hayan salido bien, ¿sabes? —me causó ternura
escucharla hablar así.
—Pues, no creo que
sea un motivo como para que te preocupes, al contrario, ¿no? —ella sonrió
nuevamente, pero la amargura pendía de un hilo en sus labios.
—Sufrí mucho cuando
caí de la barra —recordó—. Incluso el dolor que tenía en la pierna, no se
comparaba con las ganas de llorar por no poder volver a subir a la barra que
tenía —negó con la cabeza sonriendo con un anhelo en sus labios—. Fui una
cobarde y perdí la oportunidad.
—¿De qué hablas? —pregunté
curiosamente.
—Bueno,
generalmente las gimnastas lo hacen solo hasta los 20 años y estoy a un año y
medio de aquello —me recordó encogiéndose de hombros—. Se me fue el cuarto de
hora, estoy vieja para entrar a competir como novata ahora, ¿entiendes? —me
explicó.
—¡Eso no es cierto!
—hablé con esperanza— Aún puedes hacerlo.
—¿Crees que el
ejército Canadiense —entendí que se refería a quienes manejaban el grupo
olímpico— van a dejarme entrar a ellos solo porque soy una jovencita con un
sueño frustrado? —negó con la cabeza otra vez—, No es así.
—Eres buena —repetí.
—Tienen flamantes
muchachitas de 14 o 15 años haciendo barras espectaculares, con velocidades
envidiables y rutinas impactantes. Soy un desastre al lado de ellas —a mi
parecer, exageraba con negatividad hacia ella misma.
—Eres demasiado
dura contigo misma, ___________(tu nombre) —y eso no era algo demasiado bueno.
—Estoy acostumbrada
—confesó inocente.
—¿Y a qué se debe
eso?
—La equitación es
así —se encogió de hombros—. La gimnasia también influyó. No puedes culpar a
nadie, los errores son tuyos. Debes hacerte cargo y no repetirlos. Es un auto
castigo mental, es raro —se percató ella sola.
—Puedo preguntar
algo, sin que intentes matarme —ella soltó una risa divertida.
—Jamás he mostrado
ser violenta, ¿qué te hace creer que voy a matarte? —sonreí divertido.
—¿Ryan alguna vez
te oyó hablar de todo esto? —su rostro se tensó y me maldije por preguntar eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te gusta mi nove? ¿Debo cambiar algo? Dímelo :) Espero tu opinión :D