jueves, 9 de enero de 2014

Capítulo 15°: "Miedo superado".




—¿Por qué no te caía Selena? —me atreví a preguntar— La conocí en la premiere en Toronto, ella no pareció ser mala.
—Y no lo es —me afirmó Caitlin amablemente—. Solo no era la clase de chica que debe estar con Justin.
—¿Y por qué yo sí? —cuestioné confundida.
—Porque eres dulce y aceptas a Justin sin preocuparte por su fama, eso se nota a leguas, ___________(tu nombre). Tú no estás interesada en ser famosa —era lo último que me interesaba.
—Es bueno que alguien me diga eso —sonreí divertida—. Porque lo último que quiero es tener fama.
—¡Chicas, vamos al agua! —gritó Lil corriendo hacia el mar como un niño entusiasmado.
—Ahógate solo, Lil —le sugirió Caitlin—. Aún quiero broncearme.
—Ven, ___________(tu nombre) —me pidió Lil.
—No, gracias. Estoy bronceándome —dije en el mismo plan que Caitlin.
—Ella es mía, Lil —le advirtió Bieber a los gritos. Cailtin soltó una risa.
—Ves, ahí tienes —habló Caitlin, solo yo la oía, los chicos estaban lejos—. Él te adora, cariño. 






—¡Vamos, no seas remolona! —lo oía insistir mientras yo aferraba mi rostro a la almohada.
—¿Enserio debes levantarme a las 06:00 a.m.? —oí como soltó una risa reprimida entre sus labios.
—Sí, princesa —me respondió—. Tengo una sorpresa para ti, venga, luego puedes dormir el tiempo que quieras.
—Mmmh —gruñí dándome la vuelta, pero mi cuerpo chocó contra él, quien estaba sentado al borde de mi cama—. Odio despertarme temprano, Justin —le informé.
—También yo —confesó sonriéndome, ¡qué hermosa imagen para comenzar el día!—. Pero la sorpresa lo vale, lo prometo —él se inclinó y besó mis labios fugazmente.
—¿A dónde iremos? —cuestioné intentando quitarme el sueño de encima.
—¡Es sorpresa! —exclamó la obviedad— Pero ponte ropa cómoda y no lleves tacones, por favor —sonreí divertida.
—Vale, ahora vete que voy a cambiarme —él sonrió divertido y besó mis labios fugazmente. Luego lo vi salir de la habitación.



Me metí al baño, me di una rápida ducha y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=109736752&.locale=es. Recogí mi cabello en un moño alto y no me maquillé, pues ya iba con prisa.



—¿Ya nos vamos? —le pregunté a Justin, él se volteó a verme sonriendo.
—No, primero debes desayunar —me informó.
—Desayuno recién a las 09:00 —le informé—. Así que podemos partir hacia donde sea que vayas a llevarme —si cambiaba mis hábitos de comida terminaba en el hospital, siempre me pasaba así. Tenía una dieta balanceada y horarios estrictos.
—Bueno, está bien —accedió poniéndose de pie—. Por cierto, eres chaparrita sin tacones, me gusta eso.
—¡Oye! —protesté— Mido 1,70. Solo que tú eres demasiado alto.
—Puede ser —murmuró tomándome por la cintura para salir al elevador.
—¿A dónde iremos? —volví a insistir.
—Eres insistente, señorita ___________(tu apellido), ¿te lo han dicho? —reí ante su tono corrector.
—Pues, sí, señor Bieber. No me molesta serlo, ¿a usted sí? —él sonrió mientras el elevador se cerraba y me apretaba contra él.
—No, no demasiado —me respondió—. Ruega porque el elevador no se detenga, ¿vale? Soy claustrofóbico —menudo detalle.
—Podíamos haber usado las escaleras —le sugerí. Él se encogió de hombros.
—No, era perder demasiado tiempo —me aseguró—. Además, no podía besarte, ni abrazarte allí.
—¡Me haces sonrojar! —me quejé sintiendo el calor en mi rostro.
—Y el rojo te va de maravilla, nena —me informó, reí apenada y él besó castamente mis labios.
—¡Eres malvado! —protesté, él soltó una pequeña risa. Ese sonido era angelical.
—No, no lo soy —se defendió—. Soy casi un ángel.
—¡Qué ego, Bieber! —sabía que bromeaba.



Me asombró que fuéramos caminando a destino, pero según él era cerca. Tres cuadras después entramos en un club de entrenamiento de gimnastas, debí imaginarlo.



—No sé para qué hemos venido —murmuré caminando a su lado prendido de su mano como una niña aterrada.
—Te ayudaré con tu miedo —me informó pacíficamente.
—No puedo subir a la barra así —él sonrió levemente.
—Me he encargado de todo —me informó—. Venga, estaré aquí, no va a pasarte nada, ¿sí? Solo quiero que sepas que puedes superar tu miedo —sonreí sin pensarlo dos veces al oír esas palabras. Era muy dulce.
—De solo verla me hace sentir estribos en el estómago —confesé admirando las barras lejos de nosotros.
—Toma —me pasó una llave con el número cinco—. Es el casillero del vestuario. Ve y cámbiate —me aconsejó—. Te estaré esperando aquí para ver qué tienes para mostrarme allí arriba.
—No sé si lo lograré, Justin —ya sentía el miedo correr por mi sangre.
—¿Ponerte una simple maya? —me preguntó divertido— No es tan difícil.
—No hablaba de eso —respondí divertida—. Más bien de los diez centímetros forrados de cuerina.
—¡Primero cámbiate! —me exigió—, luego veremos cómo subirte allí.



Me encaminé al vestuario y al abrir el casillero me encontré con un leotardo celeste y unas zapatillas de baile. Me cambié así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=109737754&.locale=es. Debía admitir que me intimidaba la idea de que Justin me viera así, pero debía ser “profesional”, o algo así. No tenía que mostrarme cohibida, él solo estaba ayudándome, ¿no? Salí  en busca de él nuevamente, me dirigí en dirección a las barras donde él estaba.



—Bien, aquí estoy —él volteó cuando lo tomé por sorpresa.
—Venga —me sonrió—. Estaba viendo las barras —me aseguró—. No son tan intimidantes.
—Sin embargo, estoy aterrada —confesé. Él me abrazó suavemente por encima de mis brazos, dejándome inmovible.
—No caerás —me aseguró—. Y si lo haces, estoy aquí abajo —sonreí levemente y él besó la comisura de mis labios.
—Voy a intentarlo —él me soltó pero no se movió de su lugar.



Me acerqué a la barra lentamente y pasé mi mano por encima de ella. La misma textura que recordaba, lisa y suave, a la vez fría. Caminé hasta la fuente con magnesia, me puse en mis manos, en mis pies y un poco en mis piernas. Estaba aterrada, casi como un niño perdido en medio de la nada con un león mostrándole los dientes justo delante de sus narices. Una escena que sería graciosa para cualquier expectante, sin embargo, Justin miraba atentamente.

Apoyé mis brazos y haciendo fuerza subí mis piernas y quedé parada sobre la barra, subir a la barra era más fácil que montar un caballo, eso era seguro. Alineé mis pies en la quinta posición de ballet y calculé distancia, caminé toda la barra haciendo el proceso. Mi equilibrio aún era bueno. Ya no se veía tan intimidante. Retrocedí con mi espalda erguida y mi cabeza en alto, las cosas funcionaban bien hasta ahí.

Me senté en la barra, tenía un mar de sentimientos corriendo mi estómago.



—¿Estás bien? —preguntó Justin acercándose. Elevé mi vista, seguramente mi semblante transmitía mi miedo.
—Sí, descuida —le pedí y sonreí levemente.
—Oye, tranquila —pasó su mano por mi espalda—, se te veía segura allí arriba.
—Quiero probar mi rutina, la que hacía antes de dejarlo —Justin sonrió orgulloso.
—Estoy dispuesto a verte —me informó.



Justin retrocedió uno o dos pasos. Yo me bajé de la barra. La admiré algunos segundos y recordé lo que pensaba cuando aún lo hacía a menudo. Sarah, mi entrenadora, siempre me decía que debía sentirme segura y pensar que no caería, porque no estaba sobre una barra, si no que estaba en el suelo manteniendo una línea. Siempre que tenía eso en mente no fallaba y quizás, solo quizás, aún seguía funcionándome.

Probé mi entrada y realmente, lo demás solo fluyó (https://www.youtube.com/watch?v=NynjQz15xGY). Cuando hice la salida me percaté de que la rutina estaba entera, había perdido el equilibrio algunas veces, pero la sangre recorría mi cuerpo y la adrenalina estaba allí. No podía creerlo, ¡lo había hecho!



—¡Justin! —exclamé volteándome a verlo— ¡Lo he hecho! Lo logré —clamaba alegremente— ¡He logrado mi antigua rutina!
—¡Preciosa, lo has hecho a la perfección! —exclamó Justin mientras yo me lanzaba a sus brazos volviéndome un mar de lágrimas de alegría.
—Gracias, Justin, gracias —él se alejó para sostener mi cara por mi mentón. Deslizó su pulgar por mi mejilla secando mis lágrimas.
—Ey, ey, no llores —susurró cerca de mis labios—. No ha sucedido nada como para que llores, cariño.
—No creí que podría volver a hacerlo alguna vez, nuevamente —estaba abrumada, quizás.
—Oye, ya lo has hecho —me recordó él sonriéndome cálidamente—, y por si fuera poco, lo has hecho del espectáculo.
—Y si así fue, fue gracias a ti —él me sonrió ampliamente y borró de nuevo el rastro de mis lágrimas.
—No me gusta que llores —me confesó—. Por favor, no lo hagas.
—Es felicidad —le aclaré—. Jamás pensé que podría hacerlo nuevamente.
—Puedes hacer todo lo que te propongas —me informó él sonriéndome—, y si no es así… yo me encargaré de ayudar.
—No puedo creer que seas tan asombroso, Justin —confesé mientras él volvía a rodear mi cintura con sus musculosos brazos.
—No lo soy, solo me gusta verte feliz —era increíble escuchar eso, cuando hacía apenas un mes que nos conocíamos.
—Te quiero, Justin —le recordé, él besó mis labios fugazmente.




Narra Justin:




Era increíble verla saltar en la barra, sus pies coordinaban a la perfección en una línea recta de unos escasos diez centímetros, para hacer años que no lo practicaba, era realmente demasiado buena. Me causaba admiración verla concentrada a casi un metro y medio de altura del suelo.

Saltó una y otra vez, no me cansaría jamás de ver tal espectáculo. Era algo increíble. Estuvimos casi dos horas en el lugar. A la hora de irnos, ella solo se puso su short sobre el leotardo y sus converse.



—Gracias, Justin. Fue increíble —repitió mientras salíamos del gimnasio.
—No tienes nada que agradecer —repetí por enésima vez. Ya había perdido la cuenta—. Me gusta verte feliz y no me costó nada hacerlo.
—Aún no puedo creer que lo he logrado —murmuró feliz.
—¿Quieres ir al hotel a desayunar o prefieres un restaurante? Casi son las 09:00 —ella me miró sonriendo.
—¿Qué prefieres tú?
—Bueno, si estoy contigo, me da igual —ella se arroyó contra mí, yo la llevaba agarrada por los hombros.
—Pues, si quieres vamos al hotel —me sugirió—. No creo que queramos que los paparazzis armen un alboroto —ella tenía razón.
—Sí, estoy de acuerdo, preciosa —no estábamos tan lejos. Solo tres cuadras.



Caminamos las siguientes tres cuadras hablando de su destreza sobre la barra, la cual no pasaba desapercibida realmente. Al llegar, le propuse desayunar en el restaurante del hotel, ella aceptó. Pedimos tostadas, dulce de frambuesa, jugo de naranjas y cappuccino. Nos sentamos en una de las mesas y comenzamos a desayunar.



—¿Siempre has estado en Los Ángeles? —elevé mi vista viéndola fijamente, el sol se reflejaba en su cabello castaño, se veía preciosa.
—No, nena —sonreí divertido—.Vivía en Ontario, hasta que Scooter me encontró.
—Soy algo olvidadiza —me aseguró apenada—. Así que Scooter te sacó de Canadá.
—Fue un largo proceso, pero sí —afirmé—. Gracias a Scooter ya no tengo que cantar fuera del teatro para ayudar a mamá a comer.
—¿No tenías para comer? —pude notar la pena en sus palabras.
—Bueno, la situación era complicada —sonreí amargamente—. Recuerdo poco de cuando era niño, pues tampoco soy bueno recordando. Pero sí, fue difícil. Mamá tenía que trabajar mucho y muy duro, entonces ayudaba como podía —ella no dijo nada. Se volvió a su plato pensativa—. Pero no estés así, ahora tengo para permitirme los gustos que quisiera, no es por presumir, pero ya puedo comer y muy bien —sonreí naturalmente, ella me miró con sus ojos dulces.
—Es raro para mí hablar de esto con alguien, más bien, oír a alguien confesar esto —sus ojos perdían brillo lentamente y sonrió con amargura—. No tengo nada que contar —se encogió de hombros—. Mi vida ha sido una vida de niña fresa, tal como lo es la de una protagonista de una película de amor, solo que sin todo el problema de sufrir. Jamás me ha pasado algo lo suficientemente malo, solo mi pierna —sonreí tenuemente.
—¿Y es algo que te atormenta? —ella me miró confundida— Porque no debe ser así.
—Es que me da miedo que todo sea tan perfecto, ¿puede ser así en realidad? —era una pregunta retórica— Nada jamás me molestó demasiado. Mis padres nunca han discutido conmigo, Sally no parece ser mi hermana, más bien mi mejor amiga. Jamás tuve problemas en el colegio, tampoco haciendo deportes o lo que me gusta. Me asusta que las cosas siempre me hayan salido bien, ¿sabes? —me causó ternura escucharla hablar así.
—Pues, no creo que sea un motivo como para que te preocupes, al contrario, ¿no? —ella sonrió nuevamente, pero la amargura pendía de un hilo en sus labios.
—Sufrí mucho cuando caí de la barra —recordó—. Incluso el dolor que tenía en la pierna, no se comparaba con las ganas de llorar por no poder volver a subir a la barra que tenía —negó con la cabeza sonriendo con un anhelo en sus labios—. Fui una cobarde y perdí la oportunidad.
—¿De qué hablas? —pregunté curiosamente.
—Bueno, generalmente las gimnastas lo hacen solo hasta los 20 años y estoy a un año y medio de aquello —me recordó encogiéndose de hombros—. Se me fue el cuarto de hora, estoy vieja para entrar a competir como novata ahora, ¿entiendes? —me explicó.
—¡Eso no es cierto! —hablé con esperanza— Aún puedes hacerlo.
—¿Crees que el ejército Canadiense —entendí que se refería a quienes manejaban el grupo olímpico— van a dejarme entrar a ellos solo porque soy una jovencita con un sueño frustrado? —negó con la cabeza otra vez—, No es así.
—Eres buena —repetí.
—Tienen flamantes muchachitas de 14 o 15 años haciendo barras espectaculares, con velocidades envidiables y rutinas impactantes. Soy un desastre al lado de ellas —a mi parecer, exageraba con negatividad hacia ella misma.
—Eres demasiado dura contigo misma, ___________(tu nombre) —y eso no era algo demasiado bueno.
—Estoy acostumbrada —confesó inocente.
—¿Y a qué se debe eso?
—La equitación es así —se encogió de hombros—. La gimnasia también influyó. No puedes culpar a nadie, los errores son tuyos. Debes hacerte cargo y no repetirlos. Es un auto castigo mental, es raro —se percató ella sola.
—Puedo preguntar algo, sin que intentes matarme —ella soltó una risa divertida.
—Jamás he mostrado ser violenta, ¿qué te hace creer que voy a matarte? —sonreí divertido.

—¿Ryan alguna vez te oyó hablar de todo esto? —su rostro se tensó y me maldije por preguntar eso. 

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