Narra
___________(tu nombre):
Desperté temprano a
pesar de que fuera sábado y no tuviera nada por hacer hasta el lunes. Me di una
ducha y me vestí así http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111758485&.locale=es
. Me peiné el cabello dejándolo suelto y bajé. Mis padres ya no estaban, solo
Sally estaba en la sala.
—Hola —saludé
simpáticamente, dado el hecho de que no la veía desde la competencia.
—Hola —saludó ella
en respuesta.
—¿Qué tal todo? —la
noté apagada.
—Todo bien, ¿tú? —quien
hablaba era mi hermana, en sus días tristes.
—Tú no estás bien —evité
responder sentándome frente a ella del otro lado de la mesa, me preocupaba
verla así—, ¿has peleado con Chaz? —ella negó mirándome casi gritando con sus
ojos, reclamando ayuda.
—No, no es eso —suspiró
pesadamente.
—¿Qué es entonces? —cuestioné
alarmada— Sally, habla.
—___________(tu
nombre), prométeme que no vas a enojarte —arqueé una ceja confundida.
—¿Por qué me
enojaría? ¿Qué has hecho? —sus ojos se humedecieron.
—Yo… yo… —pasó
saliva.
—Sally —llamé su
atención desesperada ante su silencio.
—¿Qué harías tú si
estás embarazada? —mi estómago cayó al suelo y se secó mi boca instantáneamente.
—¿De qué hablas? —mi
voz se apagó, a penas se oía.
—Tengo un retraso
de casi tres semanas —soltó—. Soy muy regular. Es raro que esto me pase.
—¿Y…? —insistí para
que hablara.
—Me hice un test
casero y me dio positivo —las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas—.
Estoy aterrada. Chaz me matará.
—¡Sally! —protesté
incrédula— ¿Cómo demonios has dejado que esto suceda? —negué con la cabeza— ¡No
puedo creerlo!
—Me olvidé la
píldora, no creí que…
—¿Cómo demonios
crees? —grité desesperada poniéndome de pie— ¿A caso no sabes una mierda de
esto? —me giré a mirarla mientras ella lloraba desconsolada— ¿Qué harás? ¿Sabes
cómo se pondrán mamá y papá cuando lo sepan? —suspiré intentando calmarme
mientras miraba hacia el patio a través de la mampara.
—Lo siento —su voz
pendía de un hilo—. No sé qué hacer.
—¿Has hablado con Chaz?
—me volteé a verla. Ella negó con la cabeza— Pues debes hacerlo. Él también es
partícipe de este lío.
—Él va a dejarme —escupió
ella entre lágrimas—. No quiere niños, ¡no los quiere!
—Nadie los querría
a esta edad —grité desesperada—. Pero lo tendrán, así que deben hacerse cargo
de su mierda —apreté el puente de mi nariz cerrando mis ojos con fuerza.
—Tengo que hablar
con nuestros padres —soltó en un susurro.
—No puedo ayudarte,
Sally —elevé mis manos rindiéndome—. Tú sola te has metido en esto.
—Necesito tu apoyo —me
confesó y al escarbar en lo profundo de su mirada noté su desesperación, su
miedo.
—No puedo hacer
nada, hermana —negué con la cabeza incrédula aún—. No podemos evitar la
realidad, definitivamente no es un problema menor, es uno del cuál no puedes
deshacerte. Así de simple, mira —ella suspiró enjuagando sus lágrimas con sus
puños.
—Chaz me odiará —suspiró
escondiendo su cabeza entre sus brazos para apoyarla en la mesa y no mirarme.
—Chaz no podrá
odiarte —me senté nuevamente intentando no frustrarla más. No había retorno,
solo había que enfrentar las cosas racionalmente—. Él sabía las posibles consecuencias
de tener sexo, ¿no? Bien, ahora es hora de que se hagan cargo. Nada más, ni
nada menos que eso.
—Fui una imbécil —se
insultó a sí misma—. No sé cómo demonios pude atrasarme con la píldora. Jamás
me pasó.
—Siempre hay una
primera vez —me encogí de hombros soltando el aire rápidamente—. Supongo que
Dios y el destino quisieron que así fuera y todo tiene un por qué. Solo no te
tortures.
—No es tan fácil en
mi lugar —escupió ella sentándose nuevamente bien.
—¿Y qué harás al
respecto? —cuestioné severamente— ¿Castigarte, echarte toda la culpa y vivir
con el remordimiento? ¿No sería mejor a caso disfrutar de la etapa que
comienzas a vivir, sea la situación que sea? —ella me miró confundida— Sí,
tienes diecisiete años, quizás no querías ser madre aún, pero así te tocó. Esta
es tu historia. Es lo que te toca afrontar. Debes poner el pecho a la situación,
enfrentar a quienes te rodean y disfrutarlo, porque vas a ser madre. No será
fácil, lo apuesto —me encogí de hombros—, ¡pero no va a faltarte nada! —exclamé—
Agradece que tenemos el dinero suficiente como para que no abandones los
estudios y puedas tener una carrera. Vamos a ayudarte, Sally. Al menos yo lo
haré —sus ojos brillaban húmedos y su respiración era entre cortada de tanto
llorar.
—Van a matarme —susurró.
—Míralo por otro
lado —le aconsejé—. Tendrás un niño o una niña, alguien que te ame
incondicionalmente, alguien que deberás proteger. Alguien que te enseñará a amar
de una manera distinta, no te cierres en las probables posibilidades de que
todo salga mal, ¡Vamos, Sal! —intenté animarla esperanzada de que reaccionara— Te
ayudaré. No te dejaré sola, hermana.
—Te lo agradezco —me
sonrió amargamente—. No sé qué haría si no tuviera una hermana como tú.
—¿Quieres hablar
con nuestros papás primero, con Chaz o ir al médico?
—Hablaré con Chaz —respondió
temerosa al cabo de algunos segundos—. Quiero que él decida si va a acompañarme
en esto o deberé hacerlo todo por mí misma.
—No, por ti sola no
—la corregí—. Ya te he dicho que cuentas conmigo, ¿vale? Aquí estoy, soy tu
hermana y voy a apoyarte.
Sally habló unos
segundos más conmigo y luego me informó que iría a la biblioteca para terminar
un informe de las últimas materias del colegio. Era difícil de asimilarlo,
realmente, una noticia así para comenzar el día no era nada fácil. Me hice una
taza de café caliente para luego dirigirme a la sala y sentarme en el sillón a
meditar todo lo que había escuchado antes.
Mi hermana menor estaba
embarazada. Mamá iba a querer morirse al enterarse de la flamante noticia. Nos
consternaría a todos con su llanto interminable y sus palabras a medio oír
gracias a sus lágrimas. Ella querría saber qué hizo mal y se lo cuestionaría en
cualquier ocasión a cualquier integrante de la familia. Intentaría hablar con
Chaz, y pensé vagamente en la idea de que ella querría que se casaran.
Papá, por otro
lado, quizás como en la mayoría de los casos, sería el más comprensivo,
intentaría resolver las cosas de otra manera. Y no porque haya algo que
resolver necesariamente, nada podía hacerse, pero esa era su manía por tener
todas las cosas en calma y creer que absolutamente todo lo que pasara en la
vida de cualquier integrante de nuestra familia era un problema a punto de
estallar y debía ser resuelto con la velocidad en que terminaba de ser dicho a
su persona.
No quería que
bloquearan la cabeza de Sally, no podían hacerlo. Ella debía mantenerse en una
postura neutral, sabiendo que no hay regreso de lo que está viviendo y que
deberá cambiar muchas cosas, aún así, que valdrá la pena porque el hijo o la
hija, independientemente de qué sea, es el fruto del amor que siente por Chaz y
viceversa.
Al terminar mi café
dejé la taza en el lavabo y me dirigí a mi habitación, me encontraba asombrada,
deslumbrada por la información nueva. No podía adaptarme a la idea de un bebé
en casa, un sobrino mío, un nieto de mis padres, un hijo de mi pequeña y dulce
hermana menor, Sally.
Mi teléfono
irrumpió mi pensamiento, me estiré del sillón para tomarlo entre mis manos de
sobre el escritorio. Deslicé mi dedo y sonreí por primera vez esa mañana al ver
el nombre en la pantalla.
“Espero que estés despierta y hayas
amanecido muy, muy, muy bien (: Me gustaría darte el beso del “Buenos días”,
pero aún no puedo despertar a tu lado todas las mañanas. Hazme saber cuándo me
has leído y cómo estás. Te quiero, bonita”.
“Quizás me he contagiado de ti, pero no
puedo dormir demasiadas horas desde hace unos cuantos días xP Estoy bien, algo
consternada, pero no se debe a nada que deba preocuparte. Espero que tengas un
sábado grandioso, también te quiero, bonito”.
“No será fácil un sábado grandioso si no
estás aquí, intentaré lo posible :( *MalditaDistancia*. Ahora, ¿qué es lo que
te preocupa, nena? Sabes que no pararé hasta que hables, así que hagámoslo
fácil. Habla conmigo, dime si quieres que te llame. Pediré un receso en el
estudio para hablarte. Cuéntame”.
“No es necesario que llames, solo concéntrate,
no quiero que Scooter me odie. Hablaremos más tarde, ¿sí?”
“Dejo para ti la tarea de que me imagines
frunciéndote el ceño, eres rebelde, ¿sabes? Bah, llamaré a la hora del
almuerzo. No quiero saber que estés mal. Te quiero”.
Decidí que era
justo que dejara de responder, él tenía responsabilidades por cumplir. No podía
interrumpirlo.
…
#Vía telefónica#
—Nena —habló automáticamente cuando respondí
el teléfono. Él parecía preocupado.
—Justin, tranquilo —mencioné cerrando la
puerta de mi habitación—. Cálmate, no pasa nada.
—¿Estás bien? —me preguntó exasperado.
—Sí, yo sí. Bueno, no en realidad —pude
imaginarme su cara de confusión.
—Háblame —me pidió pacientemente—, ¿qué es
lo que sucede?
—Es Sally —susurré tenuemente.
—¿Qué pasó con ella?
—Ella… ella —carraspeé—. Ella está
embarazada de Chaz —hablé con un tono bajo, temerosa de que alguien más
escuchara.
—¿Qué? —preguntó sorprendido segundos
después de un pálido silencio.
—Sí, pareciera una broma de mal gusto. Pero
no es así. Son unos idiotas —suspiré con pesadez.
—No puedo creerlo —murmuró—. Creí que Chaz
era un poco más inteligente, enserio.
—Ahora ya pasó. No hay vuelta atrás. Me
preocupa qué vaya a pasar en casa. Mis padres querrán matar a Chaz, ni se diga
de Sally.
—Ellos deberán entender, nena —oí un suspiro
de su parte—. Realmente, no es una situación muy buena. Sally es joven,
cualquiera se enojaría con ella. Ni se diga con Chaz. Pero deberán afrontar lo
que les toca.
—Ella está mal —le confesé—. Se echa la
culpa de todo y lo peor es que tiene pánico a que Chaz la odie.
—Chaz no haría eso —me aseguró su amigo—. Él
será un imbécil, pero ama a tu hermana. Le costará aceptar lo que pasará dentro
de unos meses, sí. A cualquiera le cuesta en su situación —era normal, ¿no?—.
Pero él no es ningún monstruo como para abandonarla a su suerte. Sabe que el
bebé es suyo.
—La situación me supera —le aseguré
recostándome en mi cama mirando hacia el techo.
—No sabes lo que me gustaría estar allí —pensó
en voz alta a través del teléfono.
—No sé cómo haré. No quiero dejar a Sally
sola, pero el lunes comienzo los entrenamientos de polo —y no podía faltar.
—¿Y ella qué hará? —supe que se preguntaba
por Sally.
—Quiere hablar con Chaz, luego no lo sé. Tal
vez ir al médico y hablar con mis papás. Realmente, no me comentó qué haría
después de contarle la situación a él —Chaz.
—No quiero saber que estás así —notaba la
preocupación en su voz. Él se sentía atado por no poder estar conmigo, era
entendible. Pero no era su culpa.
—No te preocupes —le aconsejé—. Debes
concentrarte en tu música, en el álbum. Enserio, no quiero ser una carga.
—¡No lo eres! —soltó rápidamente— Ni
siquiera pienses que lo eres, ¿vale? Me preocupo porque no puedo hacerlo de
otra manera, me importas, te quiero, no podría no preocuparme porque estás mal,
es eso.
—Quiero mudarme a Los Ángeles —solté, pude
imaginarlo esbozar una sonrisa.
—¿De qué hablas? —cuestionó emocionado—
¿Dices enserio?
—Sí, me encantaría ir —no necesariamente a
su casa—, pero con todo esto de Sally, no será fácil.
—Sí, lo imagino —murmuró pensativo—. Quizás
puedas venir una vez al mes y yo voy otra vez al mes a Canadá, así nos veríamos
más. Por el dinero no deberás preocuparte yo…
—Justin —lo interrumpí—, no quiero que me
pagues nada. Y sí, la idea es buena.
—Vale, vale —apostaba a que sacudió la
cabeza negando mientras sonreía—. Quiero que me mantengas informado, ¿sí? Debo
ir a grabar ahora, pero necesito que me prometas que vas a llamarme si algo
pasa.
—Lo prometo —susurré.
—Vale, te quiero, ¿sí? —sonreí inconsciente
ante sus palabras.
—También te quiero —murmuré y colgué la
línea.
#Fin vía telefónica#
Colgué el teléfono
y me quedé mirando el techo de mi habitación. Sería lindo vivir cerca de
Justin. Verlo todos los días, ver su sonrisa, sentir su aroma. Pero las cosas,
ahorita, no estaban así. Yo estaba en Canadá y él en Estados Unidos. Suspiré
sentándome en la cama, salí de mi habitación camino a la escalera entonces los
gritos se escucharon. Me acerqué al borde sin dejar que me vieran, Chaz y Sally
acababan de llegar.
—¡No puedo creerlo,
Sally! —Chaz estaba sacado de sí mismo. Los nervios se habían apoderado—, ¿Cómo
coño te puedes olvidar la puta píldora? ¿Estás loca? ¿Sabes la mierda que has
hecho? —mi hermana sollozaba frente a él, débil como un papel arrastrado por el
viento.
—Lo siento, Chaz —sus
palabras apenas se escuchaban desde dónde yo intentaba oír.
—Y eso ahora,
realmente, me sirve para la nada misma —él comenzó a caminar de un lado al otro
mientras pasaba la mano por su cabello con nervios—. No sé qué demonios
haremos. Tus padres van a matarnos, ni se diga los míos, además, no sé como
haremos. Sally, debemos criar un bebé y no tenemos dinero propio, ni tú, ni yo.
—Mis padres van a
ayudarnos —la esperanza no aparecía en la voz de mi hermana, solo lo soltaba
por suponer y esperar a que la suerte la acompañara esta vez.
—¿Estás segura,
Sally? —él negó con la cabeza sonriéndole amargamente, lo más que pudo— Ya nada
será igual. Tendremos una criatura de por medio, lo cambiará todo.
—No está bien oír a
escondidas —me exalté casi tropezando hacia el barandal de las escaleras, luego
divisé a Amelia sonriéndome algo divertida.
—¡Ame! —exclamé en
voz baja— La próxima me haces caer por las escaleras y eso estará bien feo.
—Déjalos resolver
sus cosas —me sugirió—. Ellos lo harán bien, solo deben adaptarse.
—¿Has oído? —le pregunté
temerosa. Mi nana asintió.
—¿Quién no? —sonrió
divertida— Hoy temprano gritabas tú, luego viene Chaz a gritar —se encogió de
hombros—. Si quieres te preparo el almuerzo y hablamos, porque debes comer,
sabes —habló maternalmente.
—Vale, vale —fruncí
el ceño—. Te sigo —le indiqué.
Bajamos las
escaleras y pasamos hacia la cocina, creo que sin ser vistas. Amelia cocinó
para nosotras tocino, macarrones con queso y jugo de naranja. Sirvió la comida
y se sentó frente a mí.
—Mis papás van a
matarla —ella me miró detenidamente, esperando más—. Y también a Chaz.
—Lo hecho, hecho
está —se encogió de hombros—. Será difícil aceptar que ella va a tener un bebé,
sí. Pero no podemos hacer nada ahora, ni tú, ni yo, ni tus papás, ni siquiera
la propia Sally —Ame tenía razón.
—Mamá me tuvo de
joven a mí —Amelia asintió sonriéndome.
—A los veinte —me
aseguró. Y sí, Amelia conocía a mamá desde hacía mucho tiempo—. Por eso te digo
que las cosas no serán tan malas, nena. Ella entenderá a Sally. Quizás primero
se enoje, es lógico, pero todo estará bien.
—Papá ya tenía
trabajo —ya tenía el buffete, recién comenzaba.
—Sí, él ya tenía
25, pero ¿sabes algo? —la miré para que prosiguiera— Nada de lo que pase quita
que sean sus hijas y que las apoyen en cualquier cosa. Ellos son muy buenos con
ustedes, no dejarán sola a su hija menor en esto, lo sabes —me encogí de
hombros tragando mi bocado para hablar.
—Tengo un mal
presentimiento, Ame —confesé dejando mi tenedor sobre el borde del plato para
apoyarme en mis codos—. Algo me dice que las cosas comenzarán a ir mal y no sé
por qué.
—Si no comes va a
irte mal —me regañó—, ¡Vamos! Cociné para que lo terminaras —me exigió,
frustrada tomé el tenedor y metí otro bocado en mi boca—. Y sí, quizás. No lo
sé —se encogió de hombros—. Realmente, puede que esto sea un problema o puede
que estés pensándolo demasiado.
—Ojalá solo sea mi
jodida mente dándome una mala jugada —murmuré.
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