Justin me acercó
con la mano que tenía en mi cintura, sus labios chocaron con los míos y
rápidamente nos encontramos besándonos como hoy temprano, nuestras lenguas
luchaban y nuestras respiraciones comenzaban a agitarse. Su mano levantó el
dobladillo de mi remera y pude sentir sus dedos rozar el costado de mi cintura
y subir exactamente hasta antes de llegar a mi brassier, pasé mi mano por
detrás de su cuello atrayéndolo a mí, empezaba a necesitar sentirlo más cerca
de mí.
Mi respiración era
agitada y Justin bajó hasta mi mandíbula dejando dulces besos en ella hasta
bajar a mi cuello. Me estremecí y sentí un millón de mariposas revolotear en mi
estómago y empecé a sentir cosquillas en mi vientre. La atracción sexual
crecía. Ahogué un gemido cuando sentí los dientes de Justin rozar mi piel, él
estaba haciendo magia conmigo.
En un rápido
movimiento se volteó sobre mí, repartiendo el peso para no asfixiarme. Sus
manos subieron por mi cadera, hacia mi cintura y lentamente se movieron sobre
la tela de mi sostén, él se apoderó de mis labios nuevamente y sentí cómo acariciaba
sobre el encaje mis pechos haciéndome estremecer, ¡diablos! Inconscientemente
mi cadera chocó contra su pelvis, clamando por algo de atención, mi vientre
explotaría y mi respiración estaba un 100% agitada. Justin hizo presión
haciéndome sentirlo sobre su pantalón y la tela de mis bragas. Sabía qué estaba
haciendo y hacia dónde íbamos, pero no quería detenerme.
Tiré del borde de
la camiseta de Justin, quería quitársela. Él se separó de mí, su cuerpo subía y
bajaba, estaba apoyado en sus brazos, uno a cada lado de mí. Sus ojos me
miraban fijamente, se veía demasiado caliente.
—Sabes qué estamos
haciendo, ¿no? —yo asentí en silencio, no pensaba que se detendría—, ¿Quieres
hacerlo, nena? Si dices que no yo…
—Sí, quiero hacerlo
—él me miró atónito, esperando algo más.
—¿Estás segura? —asentí—
Quiero oírlo, con palabras.
—Sí, Justin. Estoy
segura —hablé con claridad, él me sonrió.
Rápidamente nuestra
sesión de besos prosiguió. Sus labios se apoderaron de mí nuevamente, él
recorrió con sus manos mis muslos desnudos y subió haciéndome estremecer con
sus caricias. Tomó mi remera y separándose una fracción de segundo me la quitó
para tirarla hacia un lado. Volvió a capturar mis labios y sus manos me
rodearon para desenganchar el gancho de mi sostén, lo deslizó por mis hombros y
arqueé mi espalda para que él lo quitara. Sentí su mirada quemar mi cuerpo
solamente vestido por mis diminutas bragas, estaba expuesta y vulnerable.
—Ey —susurró
volviéndose a mis labios—, eres hermosa. No te avergüences así.
Me besó en los
labios y comenzó a bajar por mi cuello directo hasta el medio de mi pecho,
suspiré y gemí en voz baja cuando sentí sus labios besar uno de mis pecho, con
su mano rozaba el otro pezón, ¡Demonios! Sentía que estaba tocando el cielo con
las manos. Justin sonrió al escucharme gemir cuando puso sus labios sobre mi
pezón, sentí un cosquilleo envolverme en mi totalidad y me estremecí arqueando
mi espalda.
—Mierda, Justin —suspiré
su nombre tirando mi cabeza hacia atrás.
Él prosiguió su
camino subiendo nuevamente hasta mis labios, se posicionó nuevamente a mi lado
sin dejar de besarme, empujó mi pierna con la suya, haciendo que quedaran
parcialmente abiertas, una de sus manos bajó por mi vientre y acarició con
suavidad mi femineidad, ¡demonios! Gemí sobre los labios de Justin y él comenzó
a trazar sobre la tela círculos cerca de mi clítoris. Mi cuerpo se estremecía
ante su toque, movía mi cadera pidiendo desesperada por su toque, él sonrió
sobre mis labios.
—Ey, ey —murmuró y
besó mis labios castamente—, quieta —me sugirió cerca de mis labios, abrí mis
ojos y me encontré con él mirándome fijamente—. Relájate, ¿sí? —asentí
monótonamente y él esbozó una sonrisa.
Él tiró del
elástico de mi ropa interior y elevando mis caderas bajó hasta la mitad de mis muslos, ayudé con mis
piernas, hasta que quedé completamente desnuda ante él. Capturó nuevamente mis labios
y su mano esta vez se apoyó sobre mi sexo desnudo y entregado a su gusto. Sus
largos dedos se metieron débilmente entre mis labios, me estremecí cuando las
cosquillas subieron a mi vientre, él era increíble. Sin apartar su boca de la
mía, con nuestras lenguas jugando un baile sensual, él introdujo un dedo
lentamente dentro de mí. Arqueé mi espalda, él bajó por mi cuello besándome
dulcemente, suspiré y no pude ahogar un gemido cuando él movió su dedo dentro
de mí. Mis piernas estaban flojas y estaba demasiado excitada como para pensar
que Justin estaba haciéndome el amor.
Él sacó su dedo de
mí y subió su mano hasta vientre, estaba jadeando, necesitaba tenerlo dentro de
mí, quería que Justin fuera mi primera vez.
—Si continúo, no
podré detenerme —me advirtió mirándome fijo, nuestros pechos subían y bajan a
destiempo.
Me adueñé de sus
labios y no sé cómo, pero empujando con mis manos sobre su pecho, nos di vuelta
quedando yo sobre él, me senté a horcajadas teniendo vía libre para besarlo a
mi antojo, sentía su gran erección bajo de mí y me preguntaba si podría
soportarla dentro. Dolería, pero no me percaté de eso, volví a capturar sus
labios mientras sus manos viajaban vía abajo por mi espalda, apretando mi
trasero, subiendo nuevamente, acariciándome con sus dulces manos. Me restregué sobre
él, haciendo que gimiera mientras bajaba besando su cuello, él levantó sus
caderas presionándose contra mí.
—No te restriegues —me
aconsejó—, harás que me venga sin siquiera probarte —murmuró y con sus manos
tirando de mi mentón volvió a capturar mis labios—. Eres hermosa.
Él volvió a la
posición inicial, volvió a recorrerme con sus manos y besar mis pechos, pasando
por mi vientre, volviendo a subir hasta mis pechos.
—¿Estás segura de
que quieres esto? —volvió a preguntarme, su voz estaba agitada, entrecortada.
—Enserio quiero
esto, Justin —repetí.
—Bien, buscaré un
condón —me informó—. Relájate, ¿sí? —besó mis labios fugazmente y se bajó de la
cama. Oí algunos pasos y segundos después regresó.
Rasgó un papel y
sonó a algo como aluminio, él colocó el condón sobre su longitud que había
dejado al desnudo en no sé qué momento. Él volvió a la cama cerniéndose sobre
mí, otra vez. Sonreí y él besó la punta de mi nariz.
—Oye, relaja la
pelvis, ¿sí? —me aconsejó—, venga, abre bien tus piernas —me pidió, así lo
hice, abriéndome al máximo—. Tranquila —murmuró y besó mi cuello castamente—,
tranquila —repitió.
Pude sentirlo en mi
entrada, lentamente él se empujó sobre mí y una punzada de dolor insoportable
viajó hacia mi vientre y bajó hacia mis muslos. Me quejé cerrando los ojos y
apretando con mis brazos sobre los hombros de Justin para que él bajara sobre
mí. Él quedó quieto, sin moverse, dejando que me adaptara. Lentamente empujó
más dentro de mí, fue cuando me percaté que prácticamente no había entrado en
mí. Demonios, dolía y mucho. Suspiré mientras mi respiración volvía a agitarse,
él besó mis labios y su cuerpo cayó sobre mí.
—¿Quieres que pare?
—me ofreció.
—No, estoy bien —susurré
cerca de su oído. Él besó mi cuello—. Solo duele un poco.
—Sí, lo sé, nena —susurró
dulcemente a mi oído—. Seré lento, ¿sí? No quiero lastimarte.
Sus ojos miel me
miraban con una expresión dulce y volvió a forzar su movimiento para entrar,
esta vez entró mucho más que antes y sentí un gemido de su parte adaptándose a
mí, salió lentamente y volvió a embestirse en mí. Gemí rozando mis uñas por su
espalda desnuda, él sonrió sobre mi cuello y volvió a besarlo desesperado. Alcé
mis piernas flojas y las envolví a su alrededor, él se acomodó y empujó dentro
otra vez, seguía doliendo, pero la sensación de dulzura, de amor, de estar en
sus brazos, me hacía querer seguir.
—Estás tan apretada
—susurró y sonrió contra mi piel ardiendo—. Eres hermosa.
Él se movía
dulcemente dentro de mí, era agonizante, mis caderas se empujaban contra él y sentí
como pudo entrar en su totalidad, adaptándome a la profundidad y al dolor.
Cerré mis ojos y dejé escapar un gemido cerca de su oído, él subió hasta mis
labios y los capturó rápidamente. Empezó a salir y entrar de mí nuevamente esta
vez con un poco más de velocidad, gemía en mis labios y yo en los suyos.
Sentía mi cuerpo
derretirse en él, mi cabeza estaba volando y mis sentidos estaban adormecidos
de tanto placer, rápidamente pude darme cuenta que me apretaba contra Justin y
me liberaba, él me embistió una vez más gimiendo mi nombre y sentí como se dejaba
caer sobre mí dándome cuenta que acababa de correrse.
—Te quiero,
princesa —habló segundos después mientras se acomodaba a un lado en la cama
otra vez, me jaló dulcemente y me abrazó rodeándome con un brazo por los
hombros y con la otra por la cintura, apoyé mi cabeza en su pecho mientras su
respiración se normalizaba.
—También te quiero,
Justin —confesé aferrándome a él y apoyando uno de mis brazos sobre su marcado
abdomen. Él besó mi cabello.
—Acabamos de hacer
el amor —sonreí agotada escuchando su comentario.
—Y me siento feliz
por ello —confesé, sentí su sonrisa sobre mi cuero cabelludo cubierto de
cabello, él acarició mi piel desnuda. Se movió un poco y mientras se quitaba el
condón tiró de la sábana para cubrirnos. Hizo un nudo a la funda de látex y la
tiró a un lado de la cama acomodándose nuevamente como antes.
—¿Estás bien,
preciosa? —me preguntó.
—Mmh —gemí
adormilada.
—Duérmete —me
aconsejó—. Estás agotada.
—Buenas noches,
precioso —susurré cerrando mis ojos sobre su pecho.
Narra Justin:
No podía creer que
acababa de entregarse a mí. No podía asimilar que con apenas conocerme y apenas
entablar algo parecido a una relación ella entregó su cuerpo. Ni siquiera lo
hizo así con Ryan, con quien llevaba meses de noviazgo. Le importaba, eso
estaba claro. No podía lastimarla, debía amarla y quererla, no podía dejar que
nadie le hiciera daño, claro que no.
Miré hacia abajo,
ella dormía con su respiración tranquila sobre mi pecho, acaricié su espalda
desnuda bajo la sábana, ella se removió acomodándose y abrazándome con ella.
Sonreí enternecido. Ella era preciosamente dulce, inocente, angelical y acababa
de darme algo que jamás podría volver a darle a alguien.
…Al día siguiente…
Abrí mis ojos y me
encontré con la espalda de ___________(tu nombre) pegada a mi pecho y mi brazo
rodeándola por la cintura. Besé su hombro sin poder contener la necesidad de
detener el tiempo y quedarme así por siempre. Ella se removió y volteó sobre su
hombro con una sonrisa.
—Hola —me saludó en
voz baja, casi en un susurro. Le sonreí admirándola.
—Hola, linda —saludé
y me estiré para apoyar mis labios sobre los suyos—, ¿cómo estás?
—Bien, ¿tú? —dijo
tranquilamente, sonreí ante su inocencia.
—¿Segura estás
bien? —ella sonrió y ante mi mirada arqueó una ceja—, No te he hecho daño,
¿verdad?
—Solo un poco
molesta, ya sabes —dijo sonrojándose y agachando su cabeza hacia mí pecho—.
Estoy bien.
—No te apenes —le
pedí, ella sonrió sin volver a mirarme fijo—. No hay por qué hacerlo, cariño.
—No estoy apenada —me
mintió en un hilo de voz.
—Hicimos el amor —le
recordé levantando su rostro tomándola por el mentón, nuestros ojos se
encontraron y le sonreí con amor—, acabo de conocerte y tú a mí —ella estaba
sonrojándose aún más—. Eres hermosa y no hay motivo para que te escondas. Te
quiero tal y como eres, que por cierto eres perfecta —me sonrió apenada.
—Gracias, Justin —susurró—.
Te quiero mucho, ¿sabes?
—No dudo de eso —le
aseguré—. Y no quiero que dudes de que te quiero muchísimo yo a ti, ¿lo tienes?
—ella soltó una pequeña risa adorable.
—¿Qué hora es? —me
preguntó. Me estiré para ver el reloj de la mesa de noche.
—A penas las 05:35
a.m. —le respondí y besé fugazmente sus labios.
—Es temprano —comentó.
La claridad se filtraba por las ventanas, la habitación estaba mínimamente
clara. Ella carraspeó un poco—, ¿habrán vuelto los chicos? —me preguntó.
—No lo sé, cariño —le
respondí—. No los he escuchado entrar. Por cierto, ¿quieres ir a caminar un
rato?
—Está lloviendo —agudicé
mi oído, ella tenía razón. Sonreí divertido—. Oído de halcón —se encogió de
hombros juguetona.
—¿Quieres hacer
algo o prefieres quedarte en cama y mirar alguna película? —ella sonrió
ampliamente y aposté a que elegiría la segunda opción.
—Me gustaría
quedarme en cama —me informó—, pero primero quiero darme una ducha —me informó.
—Vale —acepté y
besé su frente dulcemente—. Ve, te espero aquí, cariño.
Ella se arrastró
por la cama y se sentó dándome la espalda, tomó la remera que le había dado
anoche y se la puso ágilmente, se puso de pie y se estabilizó, supuse que se
acostumbraba al dolor. Ella caminó hasta el baño y oí como se cerró la puerta.
Pasé una mano por
mi cabello y sonreí solo recordando la forma en que la había amado la noche
anterior. Estaba feliz, realmente feliz. Me puse de pie y me volví a poner mis bóxers,
luego busqué una manta en el armario, estaba haciendo bastante frío, encendí la
televisión y busqué alguna película en el Blue Ray. Encontré Diario de una
Pasión y creí que sería lindo verla. Así que puse esa en la selección para que
se cargara. Algunos segundos después ella salió del baño vistiendo solamente la
remera que le había dado. Me sonrió con el cabello mojado cayendo sobre sus
hombros, se acercó a la cama y volvió a acurrucarse a mi lado debajo de los
edredones.
—¿Quieres verla? —ella
leyó la pantalla y asintió sin dejar de sonreír y mirarme con admiración—,
¿estás bien? —pregunté divertido.
—Sí, ¿por qué
dices? —la sonrisa, simplemente, no se borraba de su rostro.
—Pues, tienes la
sonrisa pintada y no se te quita, ¡eh! —ella soltó una pequeña risilla entre
dientes.
—Estoy feliz —confesó.
—¿Por qué?
—Porque me has
hecho el amor —susurró apenada, sonreí divertido y besé su frente.
—Y volvería a hacértelo
las veces que quieras —susurré cerca de su oído, ella volvió a reír como una
niña.
—¡Ey, tranquilo,
tigre! —dijo divertida— Demasiado dolor tengo por hoy —le miré desesperado, no
me gustó oír eso.
—¿Te duele
demasiado? ¿Te lastime? —pregunté apresurado, ella me sonrió y acarició mi
pecho tranquilizándome.
—Ey, no te alteres
así —me aconsejó—. Estoy bien —repitió—. No me has hecho daño, supongo que
estaba demasiado estrecha o…
—¿Ó? —pregunté
divertido haciendo que se ruborizara.
—Nada, olvídalo —me
aconsejó apenada.
—No, ahora deberás
decirlo —le advertí sonriendo pícaramente, ella negó apenada.
—No, no lo diré —mantuvo.
—¿Segura? —ella
sonrió divertida.
—Olvídalo —repitió.
—Estabas muy
estrecha, ¿ó? —insistí.
—¡Oh, venga! —protestó—
Era eso o tus medidas no son las indicadas para una primera vez —reí divertido
intentando no explotar a carcajadas.
—¿Qué quieres decir
con eso? —ella estaba totalmente roja.
—¡Ya has entendido!
—dijo frunciendo el ceño.
—Eres adorable —le
aseguré y besé sus labios—. Te quiero, preciosa.
Dios haces hermosos los capítulos
ResponderEliminareres una gran escritora
WOUUU que ternuraa¡¡¡ me encanta como escribes ¡¡¡¡ y lo que me he podido reir con lo de "Era eso o tus medidas no son las indicadas para una primera vez " ES BUENISIMO¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarSiguela me ipercanto los capi muero por saber mas de.lo que pasara entre.ellos estuvo super
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