—Es divertido hacer
compras —dijeron al unísono alentando mi risa.
—Sí, puedo
imaginarlas entrar y salir de cada una de las tiendas con bolsas y más bolsas
—ellas me miraban con sus ceños fruncidos—, ¡es increíble de divertido! —imité
la voz chillona de una mujer.
—Si no fuera por
las compras no podríamos vernos lindas y arregladas —aseguró mi madre—, pues
ustedes serían los primeros en quejarse, ¿sabes?
—Es cierto —me
encogí de hombros—. Ustedes no son tan adictas a las compras, hay mujeres que
compran el triple de ustedes.
—Mujeres y compras
—sentenció mi novia—, van de la mano.
—Puedes apostarlo
—mamá sonrió divertida.
—Hola —volteé para
ver a Ryan parado en la puerta de la sala y algo me dijo que no me saludó ni a
mí, ni a mamá. Sus ojos estaban quemando la piel de ___________(tu nombre) y
supe cuando sus ojos se encontraron porque ella se puso rígida sobre mi regazo,
aún así, me negué a soltarla.
—Hola —el silencio
se vio interrumpido por la voz de mamá.
Narra
___________(tu nombre):
Hacía un poco más
de un mes que no veía a Ryan, verlo entrar y pararse allí con su semblante
distante, tan distante de mí como nunca lo estuvo, me puso nerviosa. No sentía
la necesidad de abrazarlo y decirle que lo extrañaba, ni siquiera sentía la
necesidad de sonreír, al menos por educación. Solo quería gritarle que era un
imbécil, que se había burlado de mí y que por más que no lo amara como mi
novio, jugó con el cariño que le tenía. Eso no era menor detalle para mí, claro
que no lo era.
El agarre de Justin
se apretó sobre mi cintura, intenté calmarme, relajar mi cuerpo, pero estaba
tensa y pude imaginarme que Ryan lo notó, él me conocía demasiado bien, no en
mi totalidad, pero sí mucho más que cualquier otra persona.
—Hola —murmuré
después de Pattie.
—Es un gusto verte,
___________(tu nombre) —esbozó una sonrisa amarga como el infierno—. No supe
nada de ti en mucho tiempo, pero sé que has ganado la competencia. Felicidades.
—Gracias —sentencié
con sequedad—. Supe que estás bien con el trabajo de ayudante de director. Me
alegra saberlo —y dudo que si no fuera porque lo solté él se hubiera dado
cuenta. Mi voz era tajante, la tensión se acrecentaba entre nosotros.
—Bueno, chicos —interrumpió
Pattie alegremente—. El almuerzo está listo y supongo que mueres de hambre,
linda.
—Sí —le sonreí
entre mis posibilidades.
—Estás de suerte,
porque Etah cocina como los dioses —me comentó Justin mientras nos poníamos de
pie. Su brazo rodeó mi cintura. No supe entender si marcaba terreno o era un
acto natural.
—Eso es grandioso,
porque tengo hambre —Ryan estaba inmóvil en la puerta.
—Disfruten la
comida —deseó—. Tengo que salir —sonrió con menos amargura que antes y supuse
que era porque tenía buenos planes fuera—. Los veré más tarde, hasta luego,
chicos.
—Adiós, cariño —saludó
Pattie alegremente.
—Adiós, viejo —yo
guardé silencio mientras Ryan salía—. Ay, nena —soltó Justin un suspiro
mientras comenzábamos a caminar por su gran sala decorada minimalistamente de
blanco y morado oscuro—, eso fue incómodo.
—Lo sé —dejé
escapar un suspiro entre labios—. No creí que iba a ser tan dura, pero lo vi
allí y…
—La traición no es
materia fácil —se entrometió Patricia—. Pero, no lo odies. Después de todo, él
abrió camino hacia otra oportunidad —y supe que se refería a Justin casi sin
pensarlo.
—Sí, eso debería
agradecérselo —sonreí como sonsa mientras Justin besaba mi sien.
Luego de que
almorzáramos solo los tres, Justin me mostró la enorme casa que poseía.
—Y bueno, ¿qué
clase de músico sería si no tuviera una sala de música? —dijo divertido
mientras abría la puerta hacia una sala pintada sus paredes de color crema, con
toda clase de instrumentos en ella.
Había fotos
colgadas en las paredes enmarcadas decorando las paredes, hacia un lado una
especie de biblioteca, pero solo contenía CD’s de distintos artistas, supuse
que los que Justin solía oír con frecuencia. También pude deducir que los
coleccionaba. Mi vista se nubló al ver el piano descansando pacíficamente a un
lado de la habitación, me contuve de ir a empezar mi trance sobre él,
nuevamente. Estaba agotada de esos jodidos recuerdos.
—No creas que no
noto que tienes un trance cada vez que ves uno —la voz de Justin cerca de mi
oído me causó un escalofrío y me sobre salté al voltear y verlo tan cerca de mí—.
Y sé que alguna vez me explicarás por qué te pones tan nerviosa y odias tener
que cantar o tocar alguna pieza.
—Es que
simplemente, no tiene importancia —sus brazos me rodearon por la cintura
poniéndome de frente con él.
—No, sí la tiene —me
corrigió con autoridad—. Por algo lo haces —entendí que se refirió a mi
tristeza, mis nervios. Ese jodido conjunto de sentimientos—. No importa que
sea, quiero que confíes en mí alguna vez para contármelo.
—Lo hago, confío en
ti —mordí mi labio y concentré mi atención en la cadena que colgaba de su
cuello—. Simplemente, jamás he hablado de esto con nadie.
—¿Y por qué no
hacerlo conmigo? —insistió mientras su nariz rozaba la mía en una línea
vertical desde arriba hacia abajo, para terminar robándome un casto beso en los
labios.
—¿Podemos
sentarnos? —le pregunté mirando los sillones hacia mi derecha.
—Claro —habló él.
Soltándome se dirigió a cerrar la puerta, para que no nos interrumpan, supuse.
Luego nos sentamos, uno al lado del otro. Él no dejaba de mirarme—. Es feo,
¿no?
Supuse que era
tiempo de hacerlo, de abrir mi corazón a alguien. Entonces, Justin, mi primer
hombre, la persona de la cual estaba enamorándome perdidamente me pedía que lo
hiciera y algo en mí, algo que jamás nadie fue capaz de hacerme sentir, me
lanzó hacia delante, dándome el valor necesario. Era hora.
—Sí, lo es —asentí
sintiendo las imágenes recorrer mi cabeza—. Mis clases eran tan lindas, ¿sabes?
Tory, era mi maestra de piano y hermana de mamá. Ella era adorable, muy dulce y
simpática. Tenía una paciencia casi increíble. Apenas tenía seis cuando mis
clases de piano comenzaron —sonreí recordando aquél hecho que me marcó para
siempre—. Puedo recordar cómo llegó con sus pantalones negros, su camisa color
pastel perfectamente arreglada y su cabello rubio recogido en una cola. Siempre
admiré la manera de deslizar sus dedos sobre las teclas. Ella era experta en el
tema —los ojos de Justin me miraban pacientes y curiosos—. Ella no solo era mi
tía, era mi maestra, mi inspiración, mi amiga para aquél entonces. Todos en
casa la amábamos, era la tía favorita, realmente. Las clases siguieron y mi
pasión por las piezas de Chopin crecía cada vez que Tory me hacía practicarlas
a margen de no tener algún diminuto error.
Cerré mis ojos
conteniendo las lágrimas en su lugar. No quería llorar otra vez recordándola.
No, ya no.
—Tenía casi ocho
cuando mamá me ofreció ir a gimnasia, así que comencé. Tory se adaptó a mis
horarios y aún así, ella seguía dándome las clases que tanto amaba. Un día,
cuando estaba con once, casi por cumplir los doce, en un plan de “tía y sobrina”,
ella me ofreció buscarme del entrenamiento de gimnasia para ir a comer juntas—casi
podría recordar lo que sentí aquél día—. Cuando salíamos del gimnasio camino al
estacionamiento —no pude evitar un sollozo y las lágrimas comenzar a caer sobre
mis mejillas. Justin tornó su semblante a preocupación y tristeza—, un imbécil
llegó apuntándonos con un arma, gritándonos que le diéramos todo. Tory le tiró
su bolso sin pensarlo dos veces y me metió tras su espalda. El tipo, al ver que
el bolso estaba prácticamente vacío y que nada le serviría se puso furioso —me
estremecí al reproducir el recuerdo en mi mente—. Él jaló el gatillo y se fue
corriendo mientras mi tía caía muerta frente a mí —mi voz desaparecía con cada
palabra y me comenzaba a ahogar en mis propias lágrimas—. Una semana después,
caí de la barra y me fracturé la pierna. Cada vez que veo la barra, recuerdo
que ella murió, prácticamente por mi culpa. Si ella no hubiese ido a buscarme —negué
con mi cabeza mirando hacia abajo para que el cabello fuera una cortina tapando
mis lágrimas—. Y desde ese día, yo jamás pude volver a tocar un piano sin
sacarme la imagen de ella muerta de mi cabeza —suspiré con profundidad y no
pude evitar temblar sollozando—. Logré superar la etapa oscura con ayuda de
Edward y la equitación. Fue difícil y ver que puedo revivirlo todo en un
momento —negué febrilmente con la cabeza—. Duele, solo eso. Soy temerosa, le
temo demasiado al dolor. Por eso no tocaría jamás el piano para vivir, porque
sería lastimarme a mí misma y no, no puedo. No solo por mí, sino por el
recuerdo a mi hermosa y fallecida tía Tory.
Justin no dijo
nada, solo me estrechó entre sus brazos tirándome hacia él para que quedara
escondida en su pecho. Las lágrimas caían contra mi voluntad. Él solo se
encargaba de acariciar mi espalda desde arriba hacia abajo, una y otra vez.
—Lo siento mucho —susurró
y besó mi pelo al cabo de algunos segundos—. Cada vez que te insistí, no sabía
que todo esto estaba detrás. Solo creía que era vergüenza.
—No importa —murmuré
alejándome de él y secando mis lágrimas con mis puños—. Realmente, jamás creí
que fuera a hacerlo de nuevo. A pesar de que a veces lo hacía en la soledad del
ático, donde está mi viejo piano en casa, jamás lo había hecho con alguien más
viéndome.
—No quiero que
llores —susurró y enmarcando mi cara me robó un corto beso—. Odio ver esa
imagen.
—Pues, está bien —sonreí
levemente—. Ya lo he confesado y no hay razón para hablar de esto. Hagamos algo
—le propuse tomándolo por sorpresa.
—¿Qué deseas hacer,
nena? —me preguntó con una acaramelada voz.
—No lo sé —me
encogí de hombros y solté un suspiro removiendo mi mente para guardar los
recuerdos donde no salieran por algún largo rato—, ¿qué me ofreces hacer?
—Bueno —él
carraspeó pensativo—…
—¡Viejo! —exclamó
Lil Twist entrando a la sala de música, Justin lo miró divertido— Lamento si…
—Pasa, Lil —le
indicó Justin—. No has interrumpido nada.
—Hola, chica —me
saludó divertido.
—Hola, Lil —le
sonreí levemente.
—No creas que
porque estás aquí él me dejará, ¿sabes? —bromeó Lil con un tono celoso— Sigo
siendo su amigo —elevé mis manos en son de inocencia.
—No te preocupes,
está todo de maravillas. No soy celosa de sus amigos —me encogí de hombros
divertida.
—¿Qué planean
hacer, chicos? —preguntó Lil. Me encogí de hombros.
—Realmente, no
sabemos —habló Justin—. Qué nos
propones, Twist.
—Apuesto a que ella
quiere ir de compras —yo reí negando con la cabeza.
—No, realmente —le
respondí.
—Podríamos —guardó
silencio pensativo—… tú nunca has venido a Los Ángeles —pareció recordar Lil
hacia mí—, podríamos llevarte a conocer la ciudad.
—¡Es una buena
idea! —alagó Justin, yo sonreí.
—Vale —acepté—. Me
gustará ir.
Estuvimos toda la
tarde recorriendo diversas tiendas y paseando por algunos lugares, al llegar a
la casa, Justin me indicó que me cambiara, porque iríamos a cenar y tendríamos
una gran noche.
Luego de ducharme,
tomé el vestido que Caitlin me había hecho elegir antes de viajar a Georgia y
luego a Los Ángeles, algo en mí me dijo que ella sabía que lo necesitaría y
conociéndola, claramente ella era cómplice de algún plan de Justin. Sacudí mi
cabeza riéndome divertida ante el recuerdo de Caitlin buscando un vestido “perfecto”
para mí, debí sospecharlo desde el principio. Ella era una amiga que no dejaba
pasar detalle.
Me enfundé en el
vestido (http://www.polyvore.com/cgi/set?id=111296594&.locale=es
), peiné mi cabello para plancharlo rápidamente y que cayera libre por mis
hombros. Me puse máscara en las pestañas, delineé mis ojos delicadamente, pinté
mis labios de rojo carmesí y les puse brillo transparente por encima. Me paré
sobre mis tacones y admiré el resultado en la habitación de huéspedes que
estaba ocupando en casa de mi novio. Sonreí complacida y tomé mi bolso para
bajar.
—Estoy lista —comenté
y cuando vi quiénes estaban allí sentí los ojos de Ryan quemar mi piel.
—¡Oh, qué bonita! —exclamó
Jaden divertido, Justin lo miró frunciendo el ceño.
—Cariño, ya nos
vamos, ¿sí? —me indicó— Kenny viene enseguida, la reservación es a las nueve —apenas
eran las 08:30 p.m.
—Vale —acepté
incómoda.
—No te intimides —me
sugirió Ryan tomándome por sorpresa, lo miré sin moverme de mi lugar—. Sé que
están juntos, ya hablé con Justin. Tómatelo con calma.
—No es eso —carraspeé
después de hablar secamente—. No es nada en realidad, olvídalo. Estoy bien.
—Como les decía —prosiguió
Justin, yo caminé y me senté a su lado tomándolo por sorpresa para que me
regalara una sonrisa—, ellos no dejan de joder con el tema.
—Es que, viejo —suspiró
Jaden meneando la mano abrumado—, el lío se armó gracias a la mierda que
soltaron los polis.
—¡Es que jamás lo
olvidan! —protestó mi novio— Fue en enero, ya estamos casi a finales de
febrero, digo… supérenlo, ¿no?
—No es tan fácil,
Bieber —repitió Jaden mirándolo con comprensión.
—Han sido
demasiados chismes para tan poco tiempo —le recordó mi ex novio sentado frente
a mí. Era incómodo. Usualmente, me hubiese imaginado del lado de Ryan, no
enfrente de él—. Ni siquiera el propio Scooter lo ha dejado ir, menos lo harán
tus fans, ni siquiera pensemos en la prensa.
—Estoy haciendo las
cosas bien ahora —escupió Justin frustrado.
—Eso no les importa
—le recordó Butler.
—Los conoces,
Justin —sentenció Jaden—. Jamás dejarán de joderte.
—Solo esperemos que
mañana la entrevista esté calmada.
Segundos después,
Kenny llegó a buscarnos. Nos despedimos de los chicos y sentí mis hombros
aliviarse cuando salimos camino a la camioneta. Justin abrió la puerta trasera
y subí, él se arrastró a mi lado y luego de cerrar la puerta, Kenny comenzó a
conducir. La ciudad estaba bajo la noche y las luces la hacían lucir linda,
divertida y elegante.
—¿De qué hablaban
en la sala? —no pude controlar mi curiosidad.
—Nada importante —supe
que sí era importante.
—¿Seguro? —lo miré
inquisitivamente, él suspiró y me miró.
—¿Quieres oír? —yo
asentí.
—Sí, quiero
hacerlo.
—Prométeme que no
te enojarás —me rogó. Lo miré arqueando una ceja.
—¿De qué hablas?
—De que no debes
creer todo lo que dicen de mí.
—¿Y qué dicen?
—Bueno, hace unos
meses me arrestaron por conducir con la licencia vencida y con un pequeño grado
de alcohol encima —yo solo lo miré sin decir nada. Quería seguir oyendo—. La
prensa salió a decir que estaba drogado y alcoholizado a más no poder jugando
carreras ilegales en la autopista con mis amigos, es absurdo —suspiré frustrado—.
Mis Beliebers salieron a armar guerra y las fansbases se unieron para luchar en
contra de la prensa. Desde entonces me tienen tachado por un drogadicto
alcohólico Justin Bieber y a mis fans por ingenuas.
—¿Y cuánto de todo
es verdad? —cuestioné inocentemente.
—No voy a mentirte —me
advirtió sin despegar sus ojos de los míos—. Fumé marihuana hace un par de
meses, como a mitad del año pasado, muchas veces me alcoholicé hasta prácticamente
olvidarlo todo con Lil, Za y Milk —supuse que eran sus amigos, evitando el
hecho de que sabía quién era Lil—. Pero lo dejé —analicé sus ojos—, hace meses
no me pongo borracho o fumo, siquiera un cigarro —suspiró pesadamente—. La
prensa apesta, realmente lo hace. No soy drogadicto o borracho, simplemente,
necesité un escape y lo hice mal. Me equivoqué.
—¿Escape a qué? —intentaba
asimilar todos esos jodidos datos.
—A estar solo en un
mundo donde todo el mundo quiere derribarte. A olvidar a Selena y toda su
mierda. Olvidar que todo el mundo me tenía bajo la lupa y que criticarían todo,
lo hiciera bien o lo hiciera mal. A los jodidos noticieros, las malditas
revistas hablando de mi relación con ella. Solo quería encontrar una forma de
reconstruirme y admito que solo me destruí un poco más.
—Justin —oí que
interrumpió su guardaespaldas desde adelante—, no debes…
—¡Es mi novia,
Kenny! —escupió él recordándoselo— ¿Si no me descargo y confío en ella,
entonces qué deberá tener sentido? —apoyé mi mano sobre la suya tranquilizándolo.
—Tranquilo —le pedí—.
Eso ya pasó —sus ojos estaban extraviados, tormentosos, en realidad, reflejaban
miedo—. Quizás yo no sea Selena, y no sé qué tan bueno o malo es eso. Pero el
hecho es que, no te dejaré caer. Ya te lo he dicho, estás en el camino correcto
y por muchas caídas que tengas, estoy dispuesta a mantenerte en él —él mojó su
labio inferior recorriéndolo con la lengua, abrió su boca para decir algo—. No
me interesa cuánto quieras culparte —añadí antes de que él prosiguiera—, todos
tenemos errores, ¿entiendes? Tú, yo, Selena, el mundo entero los tiene. Eso no
cambia el hecho de que seas persona, la fama no lo hace —acaricié su mejilla
vacilando un poco, pero luego tomé confianza. Cerró sus ojos ante mi tacto y
suspiró—. Yo no te veo como el chico famoso que no debe equivocarse. Solo eres
mi novio, el chico guapo, lindo, dulce y simpático que me enamoró, ¿entiendes
eso, Justin? —él volvió a encontrarse con mi mirada, esta vez la suya reflejaba
amor y adoración, nada más— Te quiero y confío en tu palabra. Si me dices que
no lo haces, me importará una mierda lo que la prensa diga, así que… ahí
tienes. Solo he conocido un pedazo de tu pasado, eso no cambia mi confianza
hacia ti. Te quiero, nada cambiará eso —él sonrió ampliamente—. Mucho menos la
jodida prensa, ¿vale? —él tomó mi rostro entre sus manos.
—No eres como ella
y eso es jodidamente bueno —él sonrió y besó fugazmente mis labios.
Aaaawww q buen capi poly.....!
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