No podía entender
por qué estaba tan consternado ante saber que ___________(tu nombre) estaba
secuestrada, quizás estén maltratándola ahora mismo, no lo sabía. Sin embargo,
cada segundo que pasaba hacía que creciera un odio incomparable dentro de mi pecho.
Era desesperante.
Una sensación que
jamás había sentido. Una angustia mezclada con desesperación, teñida con un
poco de tristeza, ¡debía buscarla y protegerla de lo que sea! Estaba seguro de
que podría hacerlo, porque honestamente, ya no permitiría que me ocultara nada,
ni siquiera cosas como estas, que podrían llevarla a la muerte. Jen era una
psicópata, no podía dejar que llegara a herirla. No dejaría que así pasara.
Podía cerrar los
ojos e imaginármela cantando o bailando, era lo que más quería ahora en el
mundo y no permitiría que Jen le hiciera daño, esa perra iba a pagarlo, fuera
como fuera. Chaz no dejaba de preocuparse para que yo controlara mi ira,
Alfredo y Ryan G. solo estaban como dos idiotas jugando poker, ¡necesitaba
llegar a Bristol y encontrarla! Necesitaba con todas mis fuerzas abrazar a
___________(tu nombre), besarla y decirle que todo estaría absolutamente
bien.
…Horas después…
Habíamos aterrizado en
Bristol, era casi media noche y sabíamos que no descansaríamos porque debíamos
sacar a ___________(tu nombre) lo más rápido posible de donde sea que
estuviera. Chaz condujo un auto que había conseguido por medio de sus
contactos, así que allí íbamos, Alfredo, Ryan G. y yo, con Chaz al volante. La
sangre me hervía y podía asesinar a un oso si lo paraban frente a mí.
Narra ___________(tu nombre):
—¿Qué bueno, no? —el idiota
de Alex estaba otra vez en la casa, no sé cómo diablos pero estaba en mi
habitación, torturándome psicológicamente.
—¡Ya cierra tu boca! —le
ordené desde el tocador.
—¿Qué te dije sobre
contestarme así, perra? —reí sonoramente con ironía volteando hacia él. No
quería gritar, Ronan estaba frente a mi habitación y no podía estresarlo. Sabía
lo mal que le hacía eso.
—¡Me importa una mierda lo
que hayas dicho, bastardo! —escupí con odio caminando hacia él— siento
desprecio por ti.
—¿Ah, sí? —preguntó
acercándose peligrosamente a mí— No me atrevería a hablarle así a alguien como
yo, bebé.
—¿Por qué no? —cuestioné
sonriendo cínicamente— Después de todo, eres un imbécil patético.
—¿Sí, eso dices? —me preguntó
de la misma forma que yo.
—Es exactamente lo que digo
—aseguré con tranquilidad y una sonrisa cínica, muy cínica, en el rostro.
Con agilidad él elevó mis brazos
tomándome por las muñecas y me empujó para acorralarme contra la pared con los
brazos en alto. Su cuerpo cayó sobre el mío, impidiéndome hacer algo por
salirme de su agarre. Sonrió ampliamente con un cinismo que jamás había visto
en los ojos de alguien.
—¿Decías algo, bebé? —sus
ojos verdes estaban clavados en mí con potencia.
—Suéltame, animal —le ordené.
Él rió con sarcasmo. La distancia entre nuestros rostros era demasiado pequeña,
hasta podía sentir su respiración y oler su aliento.
—Eres jodidamente preciosa
—carraspeé ante sus palabras. Estaba intentando seducirme.
—Y tu un imbécil.
Soltó mis muñecas sin dejar
de acorralarme sobre la pared, era mucho más fuerte y grande que yo.
Lógicamente, no podía escapar. Sus labios bajaron por mi cuello y aunque besaba
bien, sentía asco con el tacto de su boca sobre la piel de mi cuello.
Era un aprovechador, él
ahogaba mis gemidos, estaba dejándome sin aire y yo forcejeando nulamente
contra el peso de su cuerpo sobre mí. Sentía las lágrimas recorrer mi rostro,
el tipo estaba por violarme, ¡jodido hijo de puta! Intentaba zafarme, quería
huir, pero Alex era un patán, un imbécil violador, o en eso iba a convertirse
para mí.
—¡Suéltala, animal! —juro que
mis ojos cayeron y mis oídos se ensordecieron al oírlo, ¡estaba aquí!
—¿Y tú quién mierda eres? —cuestionó
Alex volteándose pero sin dejar de presionarme contra la pared— Será mejor que
salgas por donde entraste, niñito porque voy a hacerte volar en pedazos —Justin
rió cínicamente mientras lo apuntaba con un arma.
—Estás solo —le advirtió—.
Tus amiguitos fuera están camino a la muerte con una bomba en su maletero y no
hay nadie más que pueda cubrirte el culo en Bristol, ¿lo sabes, no? —Alex jaló
de mi brazo poniéndome ante de él y poniendo en mi cuello una navaja. Si hacía
presión iba a degollarme.
—Si tú intentas hacer algo,
tu preciada muñeca, muere —Alex soltó una risa cínica, los ojos de Justin jamás
estuvieron tan oscuros y llenos de odio.
—¿Seguro? —preguntó Chaz
parándose tras Justin con un arma también. Alfredo y Ryan llegaron apuntándolo
pocos segundos después. Allí estábamos y yo en medio, corriendo el riesgo de
morir.
Mi corazón estaba frío como
una roca y por primera vez en mi vida no sentía ganas de tener sexo con el
dolor que había sido mi vida los últimos años. Estaba estática, sin
movimientos, sin pensamientos, sin nada que pudiera convertirme en una persona.
Solo era un ser humano en manos de un maniático. Estaba preparada para actuar
en cualquier momento.
—¿Qué intentan hacer,
novatos? —cuestionó Alex— No pueden contra mí.
—Eres un hombre moribundo —todos
callaron al oírme—, ¿crees que no me di cuenta de tu estrés, de que consumes
todo y cuanto puedes? Pues, tienes un leve temblor en la mano derecha, tienes
una mente frágil que escondes tras juegos psicológicos y, a pesar de que seas
un imbécil que me golpeó y quiso abusar de mí, lo mejor que te pudo pasar fue
conocerme.
—¿De qué mierda hablas,
perra? —noté su nerviosismo ante mi deducción. Sonreí cínicamente, él no podía verme.
Estaba sujetándome delante de él con una fría navaja en mi cuello.
—Jamás te equivocaste cuando
dijiste que tenía coraje —carraspeé un poco. Los chicos miraban la escena
confundidos.
A veces una mujer debía ser
indecente, decidida, tener los ovarios suficientes como para aplastar a un
imbécil tan sensible, por más que no lo demostrara, como lo era Alex.
—Y déjame decirte, bebé —tomé
la mano que él tenía puesta con fuerza en mi cintura y la subí hasta uno de mis pechos, su
respiración se agitaba de a poco. Los ojos de Justin se llenaban más y más de
odio—, que haces mal en enamorarte de una mujer moribunda como lo soy —volteé ágilmente
cuando su presión de la navaja aflojó contra mi cuello. Poniendo mis manos en
su cuello lo empujé contra la pared haciendo presión con mi pierna en su
miembro. Su respiración era entre cortada y sus ojos estaban blancos de deseo—,
fue un gusto.
Elevé mi rodilla con fuerza
en menos de lo que él reaccionara de sus instintos masculinos, golpeé contra su
miembro con fuerzas haciendo que él cayera al suelo pesadamente por el dolor. La
navaja cayó al suelo y pateándola con agilidad me separé de él rápidamente
escondiéndome tras Justin.
—¡Eres una ramera! —protestó
desde el suelo.
—Y tú un imbécil —aseguró
Alfredo acercándose a él.
—Espera —sonreí
maliciosamente—, quizás no merezca morir después de todo.
—¿Qué? —cuestionó Justin y
sí, yo hablaba enserio.
—Vivir en la mierda que vive
es mucho peor.
—Púdrete —me maldijo Alex.
El pie de Alfredo se estampó
contra la cabeza de Alex dejándolo desmayado. Mi corazón seguía frío, pero
recordé a Ronan. Tita ya se había ido, debíamos escapar, si es que podíamos. De
pronto se escuchó una gran explosión, Ryan G. sonrió victoriosamente. Él era
experto en explosivos, ¿no? Deduje que era de lo que habló Justin cuando le
dijo a Alex que estaba solo.
—Debemos irnos —aseguró Alfredo,
yo lo miré desesperada.
—Ronan —musité al unísono con
Justin.
—En la habitación de frente —le
indiqué. Ryan G. corrió hacia allí, yo fui tras él, pero el brazo de Chaz me
detuvo.
—No estás en la misión —me
recordó, arqueé una ceja confundida—, estamos salvándote a ti —añadió. Yo
suspiré frustrada.
—Es mi hermano —le recordé.
—Chaz tiene razón, nena —habló
severamente Justin. Odiaba que la gente me dijera qué hacer; pero debía
obedecer, ¿no?—, Bro, llévala a la camioneta —le ordenó mi novio.
—Ya oíste —Chaz jaló un poco
de mi brazo.
—Pero Justin —intenté
protestar, él solo me miró fijamente—, debo estar con Ronan.
—Lo llevaremos en poco menos
de un minuto a la camioneta —me aseguró—. Lo cuidaré, te lo aseguro, pero ve y
mete tu culo en la camioneta antes de que alguien llegue.
Chaz me llevó hacia una
camioneta negra aparcada frente a la casa en la cual pasé un día encerrada,
frustrada. La noche estaba cerrada y había algunas nubes sobre nosotros, odiaba
el clima inglés. Era demasiado húmedo. Chaz me metió en el asiento trasero y se
metió conmigo. Yo estaba agitada, pero no tenía miedo. Podía luchar con quien
fuera, solo quería tomar a Ronan y largarnos para planear como pisarle la
cabeza a Jen.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó
Chaz, lo miré fijamente.
—No lo sé, Chaz —confesé y
desvié la mirada—. Jen planea matarme.
—No si lo hacemos primero —suspiré
con frustración.
—Debo admitir que tiene el
peligro en un nivel bastante alto —Chaz rió cínicamente.
—Tienes un coraje que vale
oro, eres valiente para hacer lo que hiciste allí dentro —me encogí de hombros—,
podrás hacer justicia con Jen.
—No hice nada allí dentro,
Chaz —suspiré frustrada—, si no habrían llegado ustedes probablemente estaría
teniendo sexo con ese imbécil —por mucho que la idea solamente me diera asco.
—¿Y esa? —cuestionó Chaz
mirando por la ventana.
Conocería esa figura hasta en
el fin del mundo. Chaz se quedó viendo y en menos de lo que él se descuidó tomé
el arma que estaba en el asiento y bajé del auto. Creo que él se percató cuando
me vio caminar con seguridad hacia donde estaba Jen.
—¡Maldita perra! —le grité
apuntándola con el arma, ella me sonrió cínicamente, fue cuando oí la puerta
del carro, de seguro Chaz venía tras mí.
—¡Qué gusto, ___________(tu
nombre)! —afirmó con sarcasmo mi “madre”—. Jamás creí que te vería empuñar un
arma.
—Jamás creí que fueras tan
asquerosa como lo eres, maldita hija de puta —mi sangre hervía cada vez que
ella daba un paso más hacia mí.
—No serías capaz de
dispararme —me retó con una sonrisa cínica en el rostro—. Y si temes por tu
culo, descuida, vengo sola.
—Me importa una mierda si
estás sola o no —sacudí mi cabeza sonriendo cínicamente—. Es una lástima que
hayas sido tan puta, Jen.
—Es una pena que tú te hayas
metido conmigo, mocosa —solté una carcajada irónica, ella se quedó viéndome sin
gesto alguno. Estaba cerca de mí y debía hacerlo porque necesitaba de eso,
escupí en su cara, tal como lo hice con Alex.
—Eres la persona a quien
menos respeto le tengo en el mundo, madre —enfaticé sin bajar un segundo el
arma.
—___________(tu nombre) —habló
Chaz tomándome por la cintura—, deja de hacer estupideces.
—Merece pagar, Chaz —Jen
estaba sin reacción frente a nosotros.
—¡Baja el arma! —oí a Justin
gritar mientras salía de la casa, volteamos a verlo y él venía con Alfredo,
quien traía a Ronan en su silla, y Ryan G.— Aquí y ahora no, ___________(tu
nombre) —yo no dejaba de mirarlo mientras se acercaba a mí—. Ronan está viendo
y no creo que quieras hacerlo frente a él —Justin tenía toda la razón. Suspiré
frustrada bajando el arma.
—No pueden llevárselo —aseguró
Jen con una voz triunfante.
—Me importa una mierda —hablé
casi gritando—, tú no puedes secuestrar a tus hijos y lo haces, porque solo
intentas hacerte la fuerte y tener a Samanta bajo tu culo, ¿no es cierto? —apuesto
a que ella había hablado de que yo fui a Seattle porque era la única que lo
sabía y le diría a ella—. Pues, entérate, que voy a hacerlas volar en pedazos a
las dos. A ti y a la puta barata de Samanta —mi madre solo me miraba con sus
ojos oscuros.
—No serías capaz —me retó
otra vez, ¿era lo único que sabía decir?
—Pruébame, Jen —la reté yo
esta vez—. Pruébame, pero dudo que sobrevivas para contarlo.
—Dile a Dolly y al viejo
putrefacto de Jhones que cuiden sus traseros, porque serán los primeros en
volar a partir de hoy —reí con sarcasmo.
—Qué poco sabes para tener
tanto tiempo en esto, Jen —sacudí la cabeza irónicamente. Nadie se metía en la
conversación—. Eres una pobre idiota que solo amaba de follar. Das pena, vieja
asquerosa —ella me miraba llena de rencor.
—Fuiste malnacida, jamás debí
de haberte traído al mundo —mi puño se cerró con odio y sentí como Chaz quitó
el arma de mi mano—. Merecías ser abortada, merecías pudrirte en el infierno
antes de nacer —escupió con odio.
—Descuida, lo haré cuando
muera —reí con cinismo—, al igual que tú, Jen. Penarás mucho tiempo en el
infierno, pagarás todo el daño que has hecho en la tierra, pero antes de irte,
te aseguro que yo te haré sufrir a ti. Juro por mi vida, que voy a verte pedir
clemencia de rodillas ante mí mientras te apunto con arma en la frente. Te
humillaré de la peor forma, Jen. Y tenlo por seguro que lo haré, porque si hay
una cosa que aprendí de ti es a cumplir mis palabras. Recuérdalo —ella me
miraba con altanería y mis palabras salían chorreando odio de mi boca—, me
verás ser tu peor pesadilla y me maldecirás cuanto puedas, pero te aseguro que
te haré sufrir lo que nadie te ha hecho sufrir aún.
—Vámonos —susurró Justin a mi
lado jalándome un poco. Yo me solté de su agarre. Noté que los demás no
estaban, seguramente habían ido a la camioneta.
—Y por cierto, madre —escupí
la última palabra con ironía y odio—, hace unas cuantas semanas tengo ganas de
hacer esto —elevé mi brazo y estampé mi puño con fuerza en su cara haciendo que
retrocediera agarrándosela entre las manos. Solté una carcajada llena de
cinismo. Su nariz comenzó a sangrar fue cuando Justin me metió casi a la fuerza
a la camioneta y Alfredo comenzó a conducir rápidamente por la ciudad.
El brazo de Justin rodeó mis
hombros haciendo que escondiera mi cara en su pecho, estaba demasiado exaltada
y él lo notó. Miré hacia mi costado y Ryan G. iba con Ronan, al parecer se
llevaban bien, aunque Ronan estaba casi dormido, después de todo eran la 01:00
a.m., elevé mis ojos y vi como los ojos color avellana que tanto me gustaban me
veían con culpa.
—Lo siento —susurré
apretándome contra él. Su mano se deslizó por mi espalda—, no debía ocultarte
las cosas.
—Lo hablaremos luego —me
aseguró—. No es el momento y el lugar ahora.
—Tenemos que salir de Londres
—aseguró Alfredo acelerando un poco más—. No creo que Jen nos siga, pero por si
acaso, no podemos quedarnos de brazos cruzados para morir.
—Tampoco podemos regresar a
New York —les recordé. Jen conocía todo allí y nos encontraría.
—Debemos huir —alegó Chaz—.
Y, qué mejor que Brasil —sonrió ampliamente, como si todo estuviera bien.
—No tenemos dinero, ¿lo
olvidas? —le preguntó Ryan G., él tenía razón.
—No es por presumir —soltó
Bieber—, pero todos tenemos unos cuantos millones en el banco —era cierto.
—Debemos hacer una escala en
New York y partir hacia Brasil lo más rápido posible —aseguró Alfredo.