jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 35°: "Me verás ser tu peor pesadilla y me maldecirás cuanto puedas, pero te aseguro que te haré sufrir lo que nadie te ha hecho sufrir aún".




No podía entender por qué estaba tan consternado ante saber que ___________(tu nombre) estaba secuestrada, quizás estén maltratándola ahora mismo, no lo sabía. Sin embargo, cada segundo que pasaba hacía que creciera un odio incomparable dentro de mi pecho. Era desesperante.

Una sensación que jamás había sentido. Una angustia mezclada con desesperación, teñida con un poco de tristeza, ¡debía buscarla y protegerla de lo que sea! Estaba seguro de que podría hacerlo, porque honestamente, ya no permitiría que me ocultara nada, ni siquiera cosas como estas, que podrían llevarla a la muerte. Jen era una psicópata, no podía dejar que llegara a herirla. No dejaría que así pasara.

Podía cerrar los ojos e imaginármela cantando o bailando, era lo que más quería ahora en el mundo y no permitiría que Jen le hiciera daño, esa perra iba a pagarlo, fuera como fuera. Chaz no dejaba de preocuparse para que yo controlara mi ira, Alfredo y Ryan G. solo estaban como dos idiotas jugando poker, ¡necesitaba llegar a Bristol y encontrarla! Necesitaba con todas mis fuerzas abrazar a ___________(tu nombre), besarla y decirle que todo estaría absolutamente bien. 



…Horas después…



Habíamos aterrizado en Bristol, era casi media noche y sabíamos que no descansaríamos porque debíamos sacar a ___________(tu nombre) lo más rápido posible de donde sea que estuviera. Chaz condujo un auto que había conseguido por medio de sus contactos, así que allí íbamos, Alfredo, Ryan G. y yo, con Chaz al volante. La sangre me hervía y podía asesinar a un oso si lo paraban frente a mí.



Narra ___________(tu nombre):


—¿Qué bueno, no? —el idiota de Alex estaba otra vez en la casa, no sé cómo diablos pero estaba en mi habitación, torturándome psicológicamente.
—¡Ya cierra tu boca! —le ordené desde el tocador.
—¿Qué te dije sobre contestarme así, perra? —reí sonoramente con ironía volteando hacia él. No quería gritar, Ronan estaba frente a mi habitación y no podía estresarlo. Sabía lo mal que le hacía eso.
—¡Me importa una mierda lo que hayas dicho, bastardo! —escupí con odio caminando hacia él— siento desprecio por ti.
—¿Ah, sí? —preguntó acercándose peligrosamente a mí— No me atrevería a hablarle así a alguien como yo, bebé.
—¿Por qué no? —cuestioné sonriendo cínicamente— Después de todo, eres un imbécil patético.
—¿Sí, eso dices? —me preguntó de la misma forma que yo.
—Es exactamente lo que digo —aseguré con tranquilidad y una sonrisa cínica, muy cínica, en el rostro.


Con agilidad él elevó mis brazos tomándome por las muñecas y me empujó para acorralarme contra la pared con los brazos en alto. Su cuerpo cayó sobre el mío, impidiéndome hacer algo por salirme de su agarre. Sonrió ampliamente con un cinismo que jamás había visto en los ojos de alguien.


—¿Decías algo, bebé? —sus ojos verdes estaban clavados en mí con potencia.
—Suéltame, animal —le ordené. Él rió con sarcasmo. La distancia entre nuestros rostros era demasiado pequeña, hasta podía sentir su respiración y oler su aliento.
—Eres jodidamente preciosa —carraspeé ante sus palabras. Estaba intentando seducirme.
—Y tu un imbécil.


Soltó mis muñecas sin dejar de acorralarme sobre la pared, era mucho más fuerte y grande que yo. Lógicamente, no podía escapar. Sus labios bajaron por mi cuello y aunque besaba bien, sentía asco con el tacto de su boca sobre la piel de mi cuello.

Era un aprovechador, él ahogaba mis gemidos, estaba dejándome sin aire y yo forcejeando nulamente contra el peso de su cuerpo sobre mí. Sentía las lágrimas recorrer mi rostro, el tipo estaba por violarme, ¡jodido hijo de puta! Intentaba zafarme, quería huir, pero Alex era un patán, un imbécil violador, o en eso iba a convertirse para mí.


—¡Suéltala, animal! —juro que mis ojos cayeron y mis oídos se ensordecieron al oírlo, ¡estaba aquí!
—¿Y tú quién mierda eres? —cuestionó Alex volteándose pero sin dejar de presionarme contra la pared— Será mejor que salgas por donde entraste, niñito porque voy a hacerte volar en pedazos —Justin rió cínicamente mientras lo apuntaba con un arma.
—Estás solo —le advirtió—. Tus amiguitos fuera están camino a la muerte con una bomba en su maletero y no hay nadie más que pueda cubrirte el culo en Bristol, ¿lo sabes, no? —Alex jaló de mi brazo poniéndome ante de él y poniendo en mi cuello una navaja. Si hacía presión iba a degollarme.
—Si tú intentas hacer algo, tu preciada muñeca, muere —Alex soltó una risa cínica, los ojos de Justin jamás estuvieron tan oscuros y llenos de odio.
—¿Seguro? —preguntó Chaz parándose tras Justin con un arma también. Alfredo y Ryan llegaron apuntándolo pocos segundos después. Allí estábamos y yo en medio, corriendo el riesgo de morir.


Mi corazón estaba frío como una roca y por primera vez en mi vida no sentía ganas de tener sexo con el dolor que había sido mi vida los últimos años. Estaba estática, sin movimientos, sin pensamientos, sin nada que pudiera convertirme en una persona. Solo era un ser humano en manos de un maniático. Estaba preparada para actuar en cualquier momento.


—¿Qué intentan hacer, novatos? —cuestionó Alex— No pueden contra mí.
—Eres un hombre moribundo —todos callaron al oírme—, ¿crees que no me di cuenta de tu estrés, de que consumes todo y cuanto puedes? Pues, tienes un leve temblor en la mano derecha, tienes una mente frágil que escondes tras juegos psicológicos y, a pesar de que seas un imbécil que me golpeó y quiso abusar de mí, lo mejor que te pudo pasar fue conocerme.
—¿De qué mierda hablas, perra? —noté su nerviosismo ante mi deducción. Sonreí cínicamente, él no podía verme. Estaba sujetándome delante de él con una fría navaja en mi cuello.
—Jamás te equivocaste cuando dijiste que tenía coraje —carraspeé un poco. Los chicos miraban la escena confundidos.


A veces una mujer debía ser indecente, decidida, tener los ovarios suficientes como para aplastar a un imbécil tan sensible, por más que no lo demostrara, como lo era Alex.


—Y déjame decirte, bebé —tomé la mano que él tenía puesta con fuerza en mi cintura  y la subí hasta uno de mis pechos, su respiración se agitaba de a poco. Los ojos de Justin se llenaban más y más de odio—, que haces mal en enamorarte de una mujer moribunda como lo soy —volteé ágilmente cuando su presión de la navaja aflojó contra mi cuello. Poniendo mis manos en su cuello lo empujé contra la pared haciendo presión con mi pierna en su miembro. Su respiración era entre cortada y sus ojos estaban blancos de deseo—, fue un gusto.


Elevé mi rodilla con fuerza en menos de lo que él reaccionara de sus instintos masculinos, golpeé contra su miembro con fuerzas haciendo que él cayera al suelo pesadamente por el dolor. La navaja cayó al suelo y pateándola con agilidad me separé de él rápidamente escondiéndome tras Justin.


—¡Eres una ramera! —protestó desde el suelo.
—Y tú un imbécil —aseguró Alfredo acercándose a él.
—Espera —sonreí maliciosamente—, quizás no merezca morir después de todo.
—¿Qué? —cuestionó Justin y sí, yo hablaba enserio.
—Vivir en la mierda que vive es mucho peor.
—Púdrete —me maldijo Alex.


El pie de Alfredo se estampó contra la cabeza de Alex dejándolo desmayado. Mi corazón seguía frío, pero recordé a Ronan. Tita ya se había ido, debíamos escapar, si es que podíamos. De pronto se escuchó una gran explosión, Ryan G. sonrió victoriosamente. Él era experto en explosivos, ¿no? Deduje que era de lo que habló Justin cuando le dijo a Alex que estaba solo.


—Debemos irnos —aseguró Alfredo, yo lo miré desesperada.
—Ronan —musité al unísono con Justin.
—En la habitación de frente —le indiqué. Ryan G. corrió hacia allí, yo fui tras él, pero el brazo de Chaz me detuvo.
—No estás en la misión —me recordó, arqueé una ceja confundida—, estamos salvándote a ti —añadió. Yo suspiré frustrada.
—Es mi hermano —le recordé.
—Chaz tiene razón, nena —habló severamente Justin. Odiaba que la gente me dijera qué hacer; pero debía obedecer, ¿no?—, Bro, llévala a la camioneta —le ordenó mi novio.
—Ya oíste —Chaz jaló un poco de mi brazo.
—Pero Justin —intenté protestar, él solo me miró fijamente—, debo estar con Ronan.
—Lo llevaremos en poco menos de un minuto a la camioneta —me aseguró—. Lo cuidaré, te lo aseguro, pero ve y mete tu culo en la camioneta antes de que alguien llegue.


Chaz me llevó hacia una camioneta negra aparcada frente a la casa en la cual pasé un día encerrada, frustrada. La noche estaba cerrada y había algunas nubes sobre nosotros, odiaba el clima inglés. Era demasiado húmedo. Chaz me metió en el asiento trasero y se metió conmigo. Yo estaba agitada, pero no tenía miedo. Podía luchar con quien fuera, solo quería tomar a Ronan y largarnos para planear como pisarle la cabeza a Jen.


—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Chaz, lo miré fijamente.
—No lo sé, Chaz —confesé y desvié la mirada—. Jen planea matarme.
—No si lo hacemos primero —suspiré con frustración.
—Debo admitir que tiene el peligro en un nivel bastante alto —Chaz rió cínicamente.
—Tienes un coraje que vale oro, eres valiente para hacer lo que hiciste allí dentro —me encogí de hombros—, podrás hacer justicia con Jen.
—No hice nada allí dentro, Chaz —suspiré frustrada—, si no habrían llegado ustedes probablemente estaría teniendo sexo con ese imbécil —por mucho que la idea solamente me diera asco.
—¿Y esa? —cuestionó Chaz mirando por la ventana.


Conocería esa figura hasta en el fin del mundo. Chaz se quedó viendo y en menos de lo que él se descuidó tomé el arma que estaba en el asiento y bajé del auto. Creo que él se percató cuando me vio caminar con seguridad hacia donde estaba Jen.


—¡Maldita perra! —le grité apuntándola con el arma, ella me sonrió cínicamente, fue cuando oí la puerta del carro, de seguro Chaz venía tras mí.
—¡Qué gusto, ___________(tu nombre)! —afirmó con sarcasmo mi “madre”—. Jamás creí que te vería empuñar un arma.
—Jamás creí que fueras tan asquerosa como lo eres, maldita hija de puta —mi sangre hervía cada vez que ella daba un paso más hacia mí.
—No serías capaz de dispararme —me retó con una sonrisa cínica en el rostro—. Y si temes por tu culo, descuida, vengo sola.
—Me importa una mierda si estás sola o no —sacudí mi cabeza sonriendo cínicamente—. Es una lástima que hayas sido tan puta, Jen.
—Es una pena que tú te hayas metido conmigo, mocosa —solté una carcajada irónica, ella se quedó viéndome sin gesto alguno. Estaba cerca de mí y debía hacerlo porque necesitaba de eso, escupí en su cara, tal como lo hice con Alex.
—Eres la persona a quien menos respeto le tengo en el mundo, madre —enfaticé sin bajar un segundo el arma.
—___________(tu nombre) —habló Chaz tomándome por la cintura—, deja de hacer estupideces.
—Merece pagar, Chaz —Jen estaba sin reacción frente a nosotros.
—¡Baja el arma! —oí a Justin gritar mientras salía de la casa, volteamos a verlo y él venía con Alfredo, quien traía a Ronan en su silla, y Ryan G.— Aquí y ahora no, ___________(tu nombre) —yo no dejaba de mirarlo mientras se acercaba a mí—. Ronan está viendo y no creo que quieras hacerlo frente a él —Justin tenía toda la razón. Suspiré frustrada bajando el arma.
—No pueden llevárselo —aseguró Jen con una voz triunfante.
—Me importa una mierda —hablé casi gritando—, tú no puedes secuestrar a tus hijos y lo haces, porque solo intentas hacerte la fuerte y tener a Samanta bajo tu culo, ¿no es cierto? —apuesto a que ella había hablado de que yo fui a Seattle porque era la única que lo sabía y le diría a ella—. Pues, entérate, que voy a hacerlas volar en pedazos a las dos. A ti y a la puta barata de Samanta —mi madre solo me miraba con sus ojos oscuros.
—No serías capaz —me retó otra vez, ¿era lo único que sabía decir?
—Pruébame, Jen —la reté yo esta vez—. Pruébame, pero dudo que sobrevivas para contarlo.
—Dile a Dolly y al viejo putrefacto de Jhones que cuiden sus traseros, porque serán los primeros en volar a partir de hoy —reí con sarcasmo.
—Qué poco sabes para tener tanto tiempo en esto, Jen —sacudí la cabeza irónicamente. Nadie se metía en la conversación—. Eres una pobre idiota que solo amaba de follar. Das pena, vieja asquerosa —ella me miraba llena de rencor.
—Fuiste malnacida, jamás debí de haberte traído al mundo —mi puño se cerró con odio y sentí como Chaz quitó el arma de mi mano—. Merecías ser abortada, merecías pudrirte en el infierno antes de nacer —escupió con odio.
—Descuida, lo haré cuando muera —reí con cinismo—, al igual que tú, Jen. Penarás mucho tiempo en el infierno, pagarás todo el daño que has hecho en la tierra, pero antes de irte, te aseguro que yo te haré sufrir a ti. Juro por mi vida, que voy a verte pedir clemencia de rodillas ante mí mientras te apunto con arma en la frente. Te humillaré de la peor forma, Jen. Y tenlo por seguro que lo haré, porque si hay una cosa que aprendí de ti es a cumplir mis palabras. Recuérdalo —ella me miraba con altanería y mis palabras salían chorreando odio de mi boca—, me verás ser tu peor pesadilla y me maldecirás cuanto puedas, pero te aseguro que te haré sufrir lo que nadie te ha hecho sufrir aún.
—Vámonos —susurró Justin a mi lado jalándome un poco. Yo me solté de su agarre. Noté que los demás no estaban, seguramente habían ido a la camioneta.
—Y por cierto, madre —escupí la última palabra con ironía y odio—, hace unas cuantas semanas tengo ganas de hacer esto —elevé mi brazo y estampé mi puño con fuerza en su cara haciendo que retrocediera agarrándosela entre las manos. Solté una carcajada llena de cinismo. Su nariz comenzó a sangrar fue cuando Justin me metió casi a la fuerza a la camioneta y Alfredo comenzó a conducir rápidamente por la ciudad.


El brazo de Justin rodeó mis hombros haciendo que escondiera mi cara en su pecho, estaba demasiado exaltada y él lo notó. Miré hacia mi costado y Ryan G. iba con Ronan, al parecer se llevaban bien, aunque Ronan estaba casi dormido, después de todo eran la 01:00 a.m., elevé mis ojos y vi como los ojos color avellana que tanto me gustaban me veían con culpa.


—Lo siento —susurré apretándome contra él. Su mano se deslizó por mi espalda—, no debía ocultarte las cosas.
—Lo hablaremos luego —me aseguró—. No es el momento y el lugar ahora.
—Tenemos que salir de Londres —aseguró Alfredo acelerando un poco más—. No creo que Jen nos siga, pero por si acaso, no podemos quedarnos de brazos cruzados para morir.
—Tampoco podemos regresar a New York —les recordé. Jen conocía todo allí y nos encontraría.
—Debemos huir —alegó Chaz—. Y, qué mejor que Brasil —sonrió ampliamente, como si todo estuviera bien.
—No tenemos dinero, ¿lo olvidas? —le preguntó Ryan G., él tenía razón.
—No es por presumir —soltó Bieber—, pero todos tenemos unos cuantos millones en el banco —era cierto.
—Debemos hacer una escala en New York y partir hacia Brasil lo más rápido posible —aseguró Alfredo. 

5 comentarios:

  1. La amooooo OMB es tan genial ya me encontro ddd jajaja enserio esta genialll la amoooo

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  2. muerooo siguela pronto la amo wueon :3

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  3. me dejaste sin los ovarios de respuesto xD tienes que seguirla me encanto! :D

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  4. siguela me encanto el capitulo besos <3

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  5. me encantoooooo siguelaaa! esta buenasaaaa ;) te escribo rapido porque ando apurada beso! te quierooo Pituu!!

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